CHANCE

Por DELFINA ACOSTA

Fuera uno insensible como la misma piedra, que no siente la inclemencia del Sol, o fuera uno alguna mariposa de colores vivaces que vaga por los valles, llevada solamente por el impulso de las alas, para provocar un sentimiento de admiración en aquellas personas que saben apreciar las maravillas de la naturaleza.

Pero la realidad es que somos de carne y de hueso.

Y cómo nos duele, nos hace sentir disminuidos y a veces tan impotentes el estado de miseria de aquellos seres humanos que van buscando cualquier cosa en la basura, y que parecen llevar en el rostro el sello de un destino irreversible.

Hace unos días, cuando fui al almacén de mi barrio a comprar algunas frutas, una señora de edad ya avanzada pedía a la dueña del negocio un pequeño descuento. Su compra se reducía a tres papas y una cebolla, pero el dinero no le alcanzaba para pagar.

Y qué decir de aquellos niños que andan drogándose en cualquier parte, y que no tendrán un porvenir digno, porque sus días se reducen al consumo del crack y otras sustancias peligrosas.

Y los indígenas: ¿qué contar ya de ellos, cuando son condenados a vivir en condiciones que no merecen, víctimas de la indiferencia de una sociedad que se cubre tal parece los ojos ante su situación?

¿Cuándo se pondrá fin al abuso sexual al que son sometidas mujeres y niñas indígenas?
Por supuesto que también hay muchas, demasiadas razones para celebrar la vida ajena y la propia.

El hecho de gozar de salud es un bien que merece un sentimiento de satisfacción y un respiro de alivio. ¿Pues qué es la salud sino el sostén diario del organismo?

La prosperidad económica de aquellas personas que con esfuerzo y honestidad han llegado a edificar una casa decorosa y a enviar a sus hijos a un buen colegio, es algo que debería provocar en nuestro ánimo simpatía.

En fin, hay tantas situaciones hermosas en la existencia que si se observan con los ojos del alma hacen que nuestro interior se fortalezca.

Pero en líneas generales, muchas, demasiadas circunstancias que desgastan diariamente al país nos llevan a preguntarnos qué irá a pasar en el futuro con todos.

Estos son tiempos políticos. Estamos viviendo momentos en los que muchas gentes de la capital y del interior del país, apremiadas por sus necesidades económicas, venderán sus votos sin mayores rodeos y darán el poder de gobernar al Paraguay a aquellos hombres y mujeres que solamente buscan enriquecer sus bolsillos.

De sus bocas salen promesas que son un torrente de falsedad.

Estas gentes hacen (lastimosamente) que los ciudadanos honestos, trabajadores, que deseamos un mejor porvenir para nuestros hijos y las generaciones que vendrán, tengamos que cargar sobre nuestras espaldas gobernantes que no merecemos.

Merecemos educación eficiente pues la ignorancia va ganando terreno en todos los órdenes. Merecemos seguridad pues la delincuencia nos va acorralando. No merecemos tanta polución ambiental.

Ojalá que sepamos elegir, a través de nuestros votos, a nuestros futuros gobernantes en el 2013. Se presentará en breve una valiosa oportunidad de dar al Paraguay un rumbo que pueda darnos la chance de seguir cultivando esperanzas y de continuar creyendo en los planes propios y colectivos.