EN TORNO A LA NIÑEZ

Por DELFINA ACOSTA

Ojalá las personas nos detuviéramos en la edad de los niños que en su inocencia, su ingenuidad y su candor disfrutan frescamente de la existencia.

Con su imaginación, sus compañeros de escuela y algunos juguetes son felices. No necesitan tanto. Suelen traer dulces recuerdos a la mente las ocurrencias que hacíamos cuando teníamos la edad de los escolares.

Sin embargo, no todos los niños de nuestro país viven en alegría y bienestar porque la calle se ha vuelto tan dura.

Suelo observar diariamente cuántos chicos se encuentran en situaciones de marginalidad extrema.

Suben con pantalones rotosos y los pies descalzos a los ómnibus con sus caritas tristes, cantando alguna canción, intentando vender estampitas, haciendo malabares, mientras esperan unas monedas.

La gente se ha vuelto indiferente y egoísta en los tiempos actuales.

Cómo no sentir profunda pena por los pequeños que sufren maltratos, humillaciones y violencia.

Ni siquiera tienen un lugar seguro donde dormir.

No debería ser así, pero es así.

Al caer la noche ya tendrían que estar en un hogar, una vivienda digna, un sitio seguro, pero no encuentran a dónde ir.

Cuando se enferman nadie se acuerda de ellos, salvo algunas que otras personas de corazón generoso.

No deberían pasar por tantas penalidades a tan corta edad. ¿Qué ocurre con los gobernantes, con las autoridades, con los políticos? ¿Cuándo dejarán de mentir, de ir en promesa en promesa, de engañar descaradamente a los ignorantes? ¿Figura acaso en sus agendas un programa de educación, seguridad, alimentación gratuita y salud?

¿Quiénes sino los ignorantes, los que no tienen dignidad y los ingenuos todavía confían en ellos?

Por otra parte, cuánta alegría nos dan los adolescentes, los jóvenes que se esfuerzan día tras día leyendo, practicando sanos deportes por alcanzar una meta, por llegar a ser profesionales útiles para la sociedad. Y la sociedad necesita obviamente de referentes juveniles.

En ellos depositamos nuestra confianza. Esperamos que levanten el Paraguay, que tengan un futuro mejor.

Por supuesto que tendrán que ir afrontando los problemas a medida que ellos aparezcan. Los irán solucionando en la medida que puedan. Es imposible, es absurdo exigir que hagan lo que no pueden hacer, lo que ya escapa de sus humanas posibilidades.

Cómo no ayudarlos, no orientarlos, no decirles que se cuiden de las drogas, del alcohol, de los muchos vicios que tanto daño hacen a la salud.

Muy bien por los padres que educan a sus hijos, que no permiten que crezcan en desobediencia y que velan por su seguridad. Cualquiera lo sabe, hoy por hoy la inseguridad hace que no tengamos más opción que quedarnos en nuestro hogar.

Muy bien también por aquellos hijos que saben escuchar a sus progenitores.

La ignorancia que existe en el Paraguay en los últimos tiempos da inmensa pena.

Hay tantas bibliotecas, tantas librerías en la capital y en el interior del país que aguardan y seguirán aguardando la visita de las gentes que desean no solamente mejorar su educación, su cultura, su manera de expresarse en español, sino también conocer otras costumbres.