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JULIO SOTELO

  BREVE RECORRIDO HISTÓRICO PREPARANDO LOS 400 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE ENCARNACIÓN - Ensayo de JULIO SOTELO


BREVE RECORRIDO HISTÓRICO PREPARANDO LOS 400 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE ENCARNACIÓN - Ensayo de JULIO SOTELO

BREVE RECORRIDO HISTÓRICO PREPARANDO LOS 400 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE ENCARNACIÓN

Un año, cuatro siglos - Parte 1

Ensayo de JULIO SOTELO


En el umbral en que la ciudad cumplirá 400 años, me permito a través de este escrito y los sucesivos, resu­mir cuatro siglos en un año. Este trabajo pretende ser la reconstrucción histórica de la ciudad, desde la antigua Villa Baja, en base a documentos encontrados, median­te los cuales he rescatado importantes fragmentos de la memoria colectiva para dejar como aporte al cono­cimiento los hechos más trascendentes ocurridos y los que fueron sus protagonistas.

Porque desde la memoria podemos comprender nues­tra existencia. Nuestra generación tiene la obligación de dejar una constancia escrita y fotográfica para que los que vendrán a habitar este suelo tengan más elementos de los que a nosotros nos dejaron nuestros mayores. So­mos el resultado de los que ellos hicieron y pensaron. Entender que la tierra por donde caminamos, por la que transcurren nuestras vidas, los lugares de nuestro entor­no urbano han hecho que seamos hoy lo que somos y lo que seremos en el futuro.

La historia de la hoy denominada La Perla del Vera­no y Capital del Carnaval Paraguayo comenzó en una precaria misión en la margen izquierda del río Paraná (actual ciudad de Posadas) en 1615 y curiosamente, 88 años después, se estableció como reducción en 1703 en la Villa Alta, la que sería la base concreta del principio de Encarnación debido a que de la misión no existen vestigios de que haya existido.

Esta reducción que se desarrolló durante 64 años, es la génesis del Pueblo de la Encarnación de Itapúa que abrutamente se cortó el 27 de febrero de 1767 con la expulsión de los religiosos de la Compañía de Jesús de todos los dominios de la Corona española en cum­plimiento del Real Decreto del monarca Carlos III. La población indígena volvió a los montes y la reducción como núcleo poblacional desapareció.

No obstante, la Villa Baja que siempre existió a ori­llas del Paraná, continuó siendo un asentamiento domi­nado por los nativos más reacios, con años de resistencia e insubordinación a la conquista: los paranaes.

La Villa Baja que el tiempo y el progreso se llevó en el 2010, 395 años después de la fundación de aquella mi­sión, la que hoy miramos con nostalgia, aunque nos en­orgullecemos por la Nueva Ciudad que nos entregaron a cambio de que el casco histórico quede bajo toneladas de tierras, piedras y las aguas del río Paraná.

Aunque la Villa Baja es referente de Encarnación recién desde la primera década de 1800, concentraba las edificaciones consideradas patrimonio histórico del Pueblo de Encarnación, que desaparecida se ha conver­tido hoy en nuestra curiosidad y mañana nuestros hijos preguntarán con avidez ¿cómo era ese lugar?. Se dice que en las fotografías históricas o pretéritas, su “con­tenido” adquiere plenitud recién cuando desaparece el referente, igual sucede con la Encarnación de entonces. Es por eso que rescato este aspecto resaltante de su his­toria, Fundación de Nuestra Señora de la Anunciación de Itapúa

Para que el lector no tenga dudas sobre la fecha de fundación, transcribo algunos documentos de los más eminentes historiadores.

Según certificación jurada del padre Diego de Bo­roa, de la Compañía de Jesús, Rector del Colegio de Asunción y Viceprovincial del Paraguay y Real Audien­cias de la Plata “…con licencia del padre Rector Marcial de Lorenzana y el General Francisco González de Santa Cruz, su hermano que gobernaba estas provincias, por muerte del Gobernador, Roque González de Santa Cruz comenzó la reducción de la Encarnación en Itapúa, a 25 de marzo de 1615, en la cual levantó una cruz y comenzó la iglesia…”

El Brigadier Diego de Alvear, en su Relación Geográ­fica e Histórica, no da una fecha exacta, pero escribió: “...en 1615, acompañado del padre Diego de Boroa, em­prendió el padre Roque González unas excursiones, Para­ná arriba, reconociendo islas y costas pobladas de gentiles hasta el río Yabebyry, venciendo horrorosas dificultades, cuyo fruto fue la reducción de Itapúa, que formaron en te­rritorio de un reyezuelo llamado Itapúa, de hermosa vista y buenas tierras, situada al occidente del mismo Paraná, seis leguas arriba de San Ignacio, en el Yaguaracamigtá agregando a esta reducción los indios de Appupen, o la­guna de Santa Ana conocida también con el nombre de Yberá. De varias otras partes llegaron además hasta 500 familias de indios, honrando al pueblo con la advocación de la Encarnación de Itapúa...”.

Félix de Azara, en su Geografía Física y Esférica, Viaje 3, página 92, concreta la fecha diciendo: “… Pa­rece que los P.P. jesuitas Roque González de Santa Cruz y Diego Boroa fundaron el pueblo de la Anunciación de Itapúa sobre la barranca del Río Paraná en 1615. Allí se le incorporaron las reliquias del pueblo nombrado Santa Ana, que fue destruido hacia la cabecera del Río Yacuy…”.

El padre Nicolás del Techo, en su Historia de la Pro­vincia del Paraguay, tomo 2, página 324, dice que “... el Padre Roque González de Santa Cruz llegó a Itapúa la víspera de la Encarnación...” (24 de marzo), pero sin precisar el año, se presume por los datos que hace refe­rencia fuese 1615.

En Las cartas Anuas de 1616 y 1618, y la versión dada por el historiador jesuita Nicolás del Techo per­miten reconocer la coincidencia del emplazamiento de la primitiva reducción de Itapúa y la actual ciudad de Posadas. Las primeras describen el lugar de esta ma­nera: “…Está un puesto ameno y deleitable,…en un alto sobre el río Paraná, que tiene allí como media legua de ancho y hace una gran ensenada que parece mar, por cuya angosta boca vemos desde nuestros aposentos venir las ca­noas que vienen del río arriba…y pasan al Uruguay que está allí cerca…”. Nicolás de Techo, en su Historia de la Provincia del Paraguay agrega que “su puerto es una laguna”, refiriéndose, sin duda, a la laguna San José, en la que encuentran actualmente algunas instalaciones del puerto de Posadas.

El Dr. Alejandro Audibert en su obra Los límites de la Antigua Provincia del Paraguay, página 121, dice: “…Poco después del año 1610, los Padres Diego de Boroa y Roque González de Santa Cruz, arribaron al Río Pa­raná y a unas leguas de Yaguaracamigtá establecieron la Reducción de Encarnación de Itapúa, a la cual se agrega­ron los indios del cacique de este nombre, los de Appupen o lagunas Yberá, llamada también Santa Ana…”. No esta­blece la fecha de la fundación de Itapúa.

El historiador Brasileño Dr. Emeterio José Velloso da Silveira en su obra As Misöes Orientaes, página 12, escribió: “…Este apostólico varón, no solo llevó adelante la reducción comenzada, sino que extendió el campo de acción de los misioneros, obedeciendo a las vivas ansias que tenía de convertir a los indomables indios del Paraná y penetrar luego hasta los infieles del Uruguay, a donde nunca habían llegado los españoles. Impulsado por este ar­doroso celo, no cesó de trabajar en diecisiete años más que corrieron hasta su martirio. Fundó la nueva reducción de Santa Ana, en Appupen o laguna Yberá; y el mismo año otra en Itapúa, etc.…”.

En el segundo tomo de la misma obra y autor, pági­na 153, agrega: “…La primera Reducción que se fundó con indios no sujetos a encomiendas fue la de Itapúa, es­tablecida en 1615 por el padre Roque González de Santa Cruz. También en aquel año empezó el mismo misionero a entablar en las orillas de la laguna Yberá una reducción que por haber pasado a ser administrada por los padres Franciscanos, uniendo con Iratí, no disfrutó de excepción. Al año siguiente de 1616, se empezó la reducción de Ya­guapoa, cuatro leguas al oeste de Itapúa, e inmediato al Río Paraná...” (Carta Relación del padre Marcial de Lo­renzana).

El padre Antonio Astral en su notable Historia de la Compañía de Jesús, tomo 5, páginas 512 y 513, refi­riéndose a este asunto dice: “… A pesar de todo, el Padre Roque González de Santa Cruz y su compañero siguieron infatigables adelante. En 1615, el día 25 de marzo, fun­daron la Reducción que se llamó Itapúa y también En­carnación, imponiéndose sin duda, el nombre de la fies­ta. Hallábase situada al sur del Río Paraná, a no mucha distancia, según podemos conjeturar, de la actual ciudad de Posadas. En esta Reducción hicieron la profesión solem­ne por octubre de 1619 (**) los P.P. Roque González, Pedro Romero y Diego de Boroa. Después de seis años de una existencia algo penosa, fue trasladada esta reducción al Norte del Paraná, en el sitio ocupado hoy por la Villa Encarnación…” (Félix de Azara dice que se efectuó este traslado en 1703).

En la monumental obra del padre Guillermo Fur­long, Misiones y sus pueblos guaraníes, en la página 15 encontramos: “...Donde hoy se halla Posadas, Capital de la Provincia de Misiones, estuvo otrora la reducción Nuestra Señora de la Encarnación de Itapúa. Allí la fundó el Padre Roque González de Santa Cruz, el 25 de marzo de 1615, mientras sus compañeros de afanes apostó­licos hacían una gira por la zona; levantó una gran cruz en medio del terreno que debía ser en breve un pueblo y comenzó la construcción de la iglesia y de la casa de los indios…”

En la memoria del sacerdote portugués Juan Pe­dro Gay, cura párroco de San Borja, con respecto a la fundación del Pueblo de la Anunciación de Itapúa, publicó en Río de Janeiro, Brasil, en 1863, investiga­ciones referentes a las misiones jesuíticas del Paraguay. Este escrito original de la época, redactado en guaraní cuenta que; “…En 1614 el general de los jesuitas Claudio Acuaviva ordenó la formación de una Provincia Jesuítica en el territorio bañado por el Paraná, y el mismo, con el cura Juan Vasco, fundan la Reducción llamada Nuestra Señora del Carmen. Esta reducción hallábase en un lugar distante de estos parajes y desapareció casi de inmediato…

…Por entonces Itapúa, un famoso jefe guaraní señor de varias tierras, dominaba esta región. Su nombre trasunta­ba fortaleza invencible, aplastadora, era como una piedra levantada o andante (traducción libre de un europeo que no tenía dominio del idioma guaraní). En los dominios de este todopoderoso señor, el padre Roque González de Santa Cruz fundó (*) el 25 de marzo de 1614 (Sic) el pueblo de Itapúa… (Nota del autor: mediante documentos en­contrados, está probado que la fundación fue en 1615).

…La novel población cobró importancia con la visita del gobernador Hernando Arias de Saavedra, cuñado del padre Roque. Pero ITAPÚA no quiso rendir pleitesía al jefe blanco y lo persiguió a muerte. González salvó al go­bernador manteniéndole escondido hasta salir del pueblo a altas horas de la noche. Diez años después llegan restos de la población de la Colonia Natividad, fundada por los jesuitas y destruida por los portugueses…

…Esto aumenta la población de Itapúa y en 1637, tres­ cientos sesenta indios procedentes de Santa Teresa de Yagay o Ycay se suman a los anteriores, huyendo Santa Cruz de la persecución portuguesa.

De puño y letra de Roque González quien escribió: “…Acomódeme en una chozuela junto al río, hasta que, luego después, me dieron otra choza pajiza algo mayor y poco más de dos meses después envió el Padre Rector de la Asunción, al padre Diego de Boroa”. Llegó a aquel pues­to, el segundo día de Pascua del Espíritu Santo, y ambos nos consolamos harto de vernos por amor de Dios Nuestro Señor en partes tan remotas y apartadas; acomodámonos en la choza ambos, con unos apartadizos de cañas y con los mismos estaba atalajada una capillita, poco más ancha que el altar, adonde decíamos misa...”

En cuanto a la fe de los testimonios consignados, no cabe ni siquiera aceptar una simple duda, como se trata nada menos que de documentos registrados, existentes en el famoso Archivo de Indias, fuente de comproba­ción histórica sobre el descubrimiento, la conquista y el gobierno del Nuevo Mundo, bajo la monarquía his­pana.

 

EL NOMBRE DE ITAPÚA PARA LA REDUCCIÓN JESUITA

 

El nombre de la reducción jesuítica “Nuestra Señora de la Anunciación de Itapúa” (Ytapúa, según algunos autores) proviene de dos circunstancias que concurren al mismo hecho histórico de la fundación, y el inicio de la construcción de la iglesia y el futuro pueblo.

La primera, coincide con la celebración religiosa del “Día de la Anunciación”, 25 de marzo. La segunda, es la existencia de una gran piedra en el lecho del río, cerca del lugar conocido actualmente como Parque Paragua­yo en Posadas, la cual, por efecto de la corriente del agua, producía un sonido muy notorio. Una traducción del guaraní “itá púa”, al castellano quiere decir “pie­dra que suena”. De ahí provendría la nominación de “Nuestra Señora de la Anunciación de Itapúa” a la nue­va reducción jesuítica.

Otros historiadores coinciden en señalar que el nom­bre de Itapúa, con el cual se identifica actualmente al VII departamento, proviene realmente del guaraní “itá púa”, piedra puntiaguda o punta de piedra, y también se habla de “itá púva”, piedra que suena, en referencia a una gran roca que sobresalía del río Paraná. No hay, sin embargo, referencia sobre el lugar geográfico en el que estaba ubicada la roca.

Las obras consultadas al respecto, forman parte de la valiosa biblioteca de autores jesuitas que posee el señor Raimundo Fernández, residente en Posadas (R.A.), au­tor asimismo de la meritoria obra Apuntes Históricos sobre Misiones.

 

EN LA MARGEN IZQUIERDA DEL RÍO PARANÁ LA MISIÓN JESUÍTICA PERMANECIÓ DURANTE 88 AÑOS

 

De esta circunstancia el padre Boroa escribió: “… Donde hoy se halla Posadas, capital de la Provincia de Misiones, estuvo otrora la reducción de Nuestra Señora de la Encarnación de Itapúa. Allí la fundó el Padre Roque González de Santa Cruz, mientras sus compañeros de afa­nes apostólicos hacían una gira por la zona; levantó una gran cruz en medio del terreno que debía ser en breve un pueblo y comenzó la construcción de la iglesia y de la casa de los indios…”

Sobre este traslado del asentamiento a la otra mar­gen, el Dr. Ramón Enrique Reverchon en su libro En­carnación una ciudad con historia, páginas 35 y 36, transcribe parte del libro Roque González de Santa Cruz – Un conquistador sin espada del jesuita Cle­ment J. MacNaspy “…Poco después de la fundación, vino el gobernador (Hernandarias) con 40 soldados…En me­dio de la corriente del bravío Paraná fue interceptado por las canoas de los aborígenes de la margen derecha, y salvó la vida y la de sus soldados por la eficaz intervención del padre Roque González de Santa Cruz de gran influencia en la región. Fue la primera vez que el gobernador Her­nando Arias de Saavedra incursionó la bravía región del Paraná….Este hecho debió hacerle reflexionar al padre Roque González….Es probable que la idea del traslado de la Misión a la margen derecha haya madurado en su mente desde entonces…”.

Citando a Tomás L. Micó y Alberto Delvalle escri­tores encarnacenos, Reverchon escribió en su libro en la página 40 como el primer traslado (¿…?) “…Sea lo que fuere, lo cierto es que la Misión de Itapúa fue trasladada a la margen derecha, cruzando el caudaloso Paraná, supues­tamente en el lugar denominado Pacú Cuá, en la cima de un gran peñasco que lo caracterizaba…”. Siempre en el libro se puede leer que del lugar mencionado se hizo un segundo traslado “…También pudo haberse establecido la Misión en la hoy denominada Villa Baja, en la parte seca pero no lejos del barranco del río Paraná al cual Ro­que González denominaba el Jordán porque en sus aguas bautizaba a los neófitos, ya que las tierras más bajas a la sazón se hallaban convertidas en infranqueable lodazal…

…Sólo así se justifica el traslado de Itapúa por segunda vez, tres cuarto de legua al Norte en la hoy denominada Villa Alta, a causa de la peste. Si hubiera estado emplaza­da en las alturas de Pacú Cuá no habría sufrido el rigor de las crecidas ni de las pestes inoculadas por mosquitos o por agua contaminada, y ese lugar sería el emplazamiento definitivo…”.

En resumen, dice Reverchon en su libro en la página 41, en el párrafo 6, ”…puede afirmarse que la Misión “Nuestra Señora de la Encarnación de Itapúa”, fundada por el padre Roque González de Santa Cruz en la margen izquierda del Paraná, actual Posadas, Provincia de Mi­siones, Argentina, el 25 de marzo de 1615, en los siguientes años, presumiblemente 1623, trasladó su asiento a la ban­da derecha del Paraná, actual ciudad de Encarnación del Paraguay, con probabilidad en la parte seca del Riacho de la Villa Baja…”

Estas versiones resultan incomprensibles para mu­chos de los que se ocupan de investigar, entre ellos me incluyo, que Roque González de Santa Cruz, sacerdote formado en la más estricta disciplina impuesta por San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús haya decidido fundar un asentamiento con la intención de convertirlo en reducción en un lugar que no reunía los requisitos requeridos por su congregación, es más, resulta muy llamativo que a pesar de esta situación la Misión haya permanecido en el sitio durante 88 años, o peor aún, que la Misión haya estado deambulando por lugares equivocados hasta encontrar un lugar don­de quedarse.

Según análisis lógicos, el padre Roque González, que no permaneció mucho tiempo en este lugar porque fue enviado a evangelizar otro lugar en donde murió ase­sinado, el miércoles 15 de noviembre de 1628, 13 años después de la fundación de la misión llamada Anun­ciación o Encarnación tuvo que haber intentado cons­truir una reducción en base a los requisitos que debía reunir el lugar. Los jesuitas buscaban para asiento de las reducciones –ciudades de piedra– zonas aptas para construcción, que tuvieran fácil provisión de piedras, bosques para madera y leña, agua buena, tierras útiles para labranza y campos para la ganadería. Los misione­ros fundaban los pueblos destinados a las reducciones de indígenas de acuerdo a precisas instrucciones que se señalaban. Todas las reducciones observaban funda­mentalmente esta norma –son visibles todavía–, esta­ban en lugares altos, de fácil higiene, de buenos vientos, acceso a medios de comunicación naturales, donde los ríos eran vía preferente.

Sin embargo, el lugar donde se fundó no reunía las condiciones requeridas para una organización urbana y los indios, por condiciones culturales, eran nómadas.

Para los indios, arraigarse no tenía sentido práctico, no se ajustaba en absoluto a su visión cósmica. No se pudo constituir una sociedad estratificada lo suficiente como para consolidarse como núcleo poblacional. De igual manera permaneció en el sitio casi un siglo hasta que en 1703 decidieron trasladar “la administración” a la mar­gen derecha.


EL ASENTAMIENTO JESUÍTICO SE TRASLADÓ A LO QUE SERÍA EL SITIO DEFINITIVO EN 1703

 

Conocido es que el pueblo de la Anunciación de Itapúa se estableció como Encarnación de Itapúa lue­go de su traslado en 1703 a su posición actual en una colina, a tres cuartos de legua del río Paraná en la otra margen del río y como pueblo jesuítico de Itapúa, “…se erigió como cabeza del departamento que comprendió Jesús, Trinidad y San Cosme, y también en ella tienen su asiento las autoridades de la Compañía de el cual a mediados del siglo XVIII se encontraba en precarie­dad…”

Félix de Azara, en su Geografía Física y Esférica, Viaje 3, página 92, concreta la fecha diciendo:”En 1703 se mudó el pueblo (Itapúa) a este sitio donde está actual­mente media legua apartado del Paraná sobre suavísima lomita en 27º 20’ 16” de latitud astral y 1º 48’ 1” de longitud por mis observaciones y cálculos”.

Se podría decir que Encarnación existe como pueblo a partir del traslado de la “administración” de su ori­ginal asentamiento, lugar donde se realizó el delinea­miento urbano en torno a la Plaza de Armas. Desde entonces el Pueblo de la Anunciación se convirtió en Nuestra Señora de la Encarnación de Itapúa.

Los misioneros que se instalaron en este lugar fue­ron acumulando todos los materiales de construcción para levantar la iglesia más grande del mundo jesuítico y luego las casas de los indígenas, comprendidas en tres cuadras. Se trazó la plaza de manera que los rayos del sol le den plenamente desde la salida, el medio día y el ocaso. De allí salían todas las calles de la reducción. Representó un importante papel en la convivencia de las diversas clases y estamentos sociales de la reducción. En este lugar se desarrollaba primordialmente la fiesta, punto de confluencia y aglutinante espiritual de toda la comunidad.

La plaza mayor no solo era el espacio central de donde salían las calles de la ciudad, sino que tenía una pecu­liaridad por la que se convertía en una autentica Plaza del Estado jesuítico. Allí estaba la estructura política de la comunidad, con los edificios de las instituciones que representaba poder eclesiástico y el poder militar. En medio de la plaza, fronteras a la iglesia hay dos ca­pillas, la una de san Isidro Labrador y la otra de santa Bárbara. “…La casa en que vive el cura y sus compañeros es cuadrada con pared alta y en medio su puerta grande para clausurar el lienzo de la vivienda del cura que tiene 8 aposentos…”

“…En el otro lienzo frontero a la iglesia hay 9 aposen­tos” destinados a cocina, mayordomos, escuela de música, habitación de indios viejos y sacristanes y en los otros cinco almacenes: En el segundo patio había 16 aposentos, tres grandes para almacenes de yerba y el resto de oficinas fun­damentalmente para tejedores.

…En 1714 vino a vivir en la reducción el astrónomo Buenaventura Suárez, el más capaz de su tiempo que te­nía su lugar de observación muy intensiva.

Escribió el sacerdote portugués Juan Pedro Gay, cura párroco de San Borja que se publicó en 1863: “…El in­ventario de 1768 es exhaustivo en la descripción de la Igle­sia y el Colegio y por ello transcribimos; “…Todo el cuerpo de la Iglesia es de tres naves grandes con su crucero, media naranja, con columnaje por todas sus naves bien doradas y jaspeadas con sus buenos remates y molduras, el pavimento o bóveda de las dichas tres naves está bien adornado con molduras de arcos, en arcos dorados y sus huecos pintadas en pintura fina la vida y misterios de la Santísima Virgen, en medio de la nave mayor hay un púlpito de madera bien labrado y dorado con variedad de colores y varias imágenes de escultura grabadas, en el centro de la nave colateral del evangelio hay un baptisterio, en él su altar con su retablo dorado, pila bautismal grande de jaspe blanco traída de Europa…

…En el circuito de la Iglesia hay 32 ventanas grandes y medianas, todas con sus vidrieras con sus arcos de escul­tura adornados de colores y oro. Tiene la iglesia 7 puertas grandes bien adornadas y aseguradas para su resguardo, tiene también buen pórtico con columnaje bien labrado y pintado el cielo de él adornado con pintura fina…

…Inmediatamente de la iglesia hay en él cementerio bien grande y capaz cercado de pared y cerrado con su puerta. Tiene esta iglesia una sacristía grande de bóve­da de madera adornada de cajonería grande y pequeña; la bóveda de dicha sacristía está pintada de pintura fina. Tenía la iglesia una torre con siete campanas y 14 livianos en sus bastidores pintados que “se usan el día de Corpus en las cuatro capillas que se levantan en las cuatro esquina de la Plaza…”

Otra descripción nos dice que el retablo mayor “… estaba bien adornado con láminas y espejos, cornucopias y varios santos de bulto grande y en medio del trono de Nuestra Señora adornado con varios espejos y en él la ve­nerable estatua de Nuestra Señora traída de Europa por los padres que fundaron este pueblo…”.

En 1788 el gobernador Alós escribe que “…el templo es hermoso, no tiene otra lesión que la que se nota en el frontis a la parte del poniente que reparada puede du­rar muchos años. El colegio requería arreglos y de las 43 cuadras existentes antes solo quedaban 33, de las cuales dos eran nuevas, 25 arruinándose y 6 aniquiladas... Este panorama de las viviendas le hace predecir a Azara la próxima ruina del pueblo por “haber ya en el suelo varias cuadras”.

La iglesia como era suponer, le pareció “por el estilo de las demás más pintarrajeada de lo que puedo decir y con infinitas tallas. Ello no debe extrañarnos ya que era la iglesia obra de Brasanelli, eximio arquitecto y es­cultor jesuita…

…En julio de 1795 es contratado el maestro de obras Martín de Agote para realizar las obras de carpintería y albañilería del pueblo. Agote trabajó casi un lustro en reorganizar los talleres de oficios y poner el pueblo en condiciones…

…En 1842 se efectúan arreglos en la iglesia que sin embargo tenía sus días contados. En efecto, en 1844 se crea allí la Villa Encarnación y los indígenas residentes en el pueblo son trasladados al nuevo poblado de Car­men del Paraná, quedando así Itapúa para los criollos. En ese momento subsistían, la iglesia, el colegio con­vertido en cuartel y sede de oficinas públicas y algunas manzanas de casas en torno a la plaza.

En 1849 la iglesia fue parcialmente demolida por un administrador obtuso que utilizó sus piedras para nue­vas construcciones ”…Un plano que localizamos en el Archivo Nacional de Asunción muestra lo que quedaba de la antigua reducción al erigirse la Villa Encarnación. En 1881 un visitante relata que el colegio estaba casi en ruinas pues “jamás se hace compostura”…

…Otro indicará años más tarde que las ruinas delc­Colegio forman “un cuadro de 80 metros de edificios de adobe en su mitad y de piedra sin labrar el resto. El edificio se encuentra arruinado completamente en dos de sus costados, pero el tercero ha escapado a la destrucción”…

…La iglesia subsistía parcialmente demolida. En la actualidad no quedan ni vestigios de la misión jesuítica de Itapúa, perdidos toda la imaginería y retablos que, como puede deducirse de los inventarios, eran de sumo interés. Es pues el único de los pueblos misioneros pa­raguayos que debemos considerar como totalmente des­Con respecto a la mudanza de la reducción a la margen hoy paraguaya, el traslado debe entenderse como la construcción de un poblado para una nueva administración desde la otra margen del río en donde se había fundado.

No obstante, la provincia de Misiones y la actual ciu­dad de Posadas, seguían perteneciendo al territorio de Encarnación de Itapúa, que en la época del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia se llamaba “Fuerte de los paragua­yos”, que después de la Guerra contra la Triple Alianza fue despojado por la República Argentina, convirtién­dola en una de sus provincias.

 

LA REDUCCIÓN SE DESARROLLÓ DURANTE 64 AÑOS HASTA LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS EN 1767

 

La reducción de Nuestra Señora de la Encarnación tuvo una existencia muy corta, 64 años, por la que tam­poco pudo concretar una expansión poblacional que pudiera haber dado una comunidad más fortalecida y originar un pueblo solidamente establecido. Al ser abandonada, los aborígenes volvieron a su estado natu­ral y el centro comunitario prácticamente desapareció.

El pueblo de Encarnación no tuvo período colonial como los otros que fueron fundados por otras congre­gaciones y conquistadores españoles que le dieron una base para crecer como población, crear un centro y for­jar un perfil urbanístico de identificación. En la pobla­ción de las reducciones jesuíticas no hubo un proceso de mestizaje.

El 27 de febrero de 1767, el monarca español Carlos III promulgó el Real Decreto a través del cual ordenó la expulsión de los religiosos de la Compañía de Jesús de todos los dominios de la Corona española. La pobla­ción indígena volvió a los montes y la reducción como núcleo poblacional desapareció.

Con la expulsión de los jesuitas, en 1767, el goberna­dor de Buenos Aires, encargado de ejecutar la Cédula Real por la cual se ordena la expulsión, tomó posesión de todas las reducciones, inclusive de las de la margen derecha del río Paraná.

 

Del libro 22 de Septiembre FBC, un siglo en la historia.

 

 

 

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