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RAÚL AMARAL

  LA PATRIA POÉTICA - Por RAÚL AMARAL


LA PATRIA POÉTICA - Por RAÚL AMARAL

LA PATRIA POÉTICA

Por RAÚL AMARAL

 

 

A la memoria de GUALBERTO CARDÚS HUERTA

(1878-1949), el gran pensador novecentista.

 
I
Entre las patrias que conviven en el hombre (y en particular en el hombre paraguayo) cabe alentar la existencia, en el caso nacional, de una patria poética adosada no sólo al proceso literario y su propia evolución sino a la naturaleza territorial que la ha motivado y a la del habitante que ha sabido expresarla.

El pensador novecentista GUALBERTO CARDÚS HUERTA (1878-1949), una de las mentalidades más lúcidas de su tiempo, dio en descubrir, más allá de los avatares históricos, la convivencia, necesaria aunque no siempre lograda, de una PATRIA AFECTIVA, alojada en los sentimientos, y una PATRIA CORPÓREA, como síntesis de una realidad geográfica y vital. Podría agregarse también, aunque con carácter implícito, la presencia de una patria moral con proyecciones hacia lo universal. (*)

En la creación y discurrir de todas ellas ha participado en el Paraguay, oculta unas veces, señalada otras, pero afincándose en el espíritu nativo, esa patria que aquí se pasa a denominar poética y que comprende, aunque en la superficie de la letra y de los hechos no se advierta a primera lectura, virtualmente a todas, estando a la vez unida a las variantes propias del hacer y querer de todas ellas.

Quiere esto significar que detrás de ella es posible descubrir a un Paraguay no distinto sino al que puede particularizárselo desde sus orígenes. Y no será arriesgado, ni osado, afirmar que trasciende las meras enunciaciones literarias y que con sentido de identidad une a las distintas épocas y en cierto modo las explica. Y demás está decir que dicha patria poética ha superado tanto los asedios de la fatalidad, en un orden genérico, cuanto las simples (o complicadas) emociones que en el plano individual se han manifestado a lo largo de cuatro siglos. Así ha de ser posible, y por su intermedio, descubrir las alas en que se mide la interpretación de sus (por lo común) no detectados comienzos, o sea los verdaderos, debido a la persistencia de un prejuicio que confina la valoración de la "palabra hablada" (valga el término) al mundo, vario y a la vez acotado del folclore, ideándose de tal manera compartimentos estancos de no explicable ubicación.

Si bien poesía es todo lo que está ahí: en la tierra, en el aire, en el transcurrir de los días y aún "palpitante en los pechos", falta relacionarla con la vida misma, diversificada en muchos seres y muchos acontecimientos. Resulta evidente, en el Paraguay, la permanencia de esas alas, no dispersas sino unidas, porque si bien lo folclórico, por su acepción, etimológica se impone desde los inicios, igualmente ese "saber del pueblo", tácitamente mencionado, estará presente para evidenciar al ser humano, quien habrá de acudir al auxilio de la letra cuando los estadios culturales así lo determinen.

En nuestro país hay que empezar por lo anterior, eso que virgen y en apariencia radiante se ofreció a la vista de los conquistadores para a su vez conquistarlos.

Y que entre las fogatas de no escasos batifondos institucionales y de los otros fue haciéndose cierta la imagen utópica de la patria poética. Esa gesta quedó reivindicada, para el sector rioplatense, por aquellos in-olvidables versos juveniles de Borges: "¿Y fue por este río de sueñera y de barro/ que las proas vinieron a fundarme la patria?". Por de contado y por aquellos entonces la silenciosa y por supuesto que des-conocida fundación de "lo anterior" no podía surgir de ese venero poético. Pero, para decirlo en la jerga popular, "basta la intención". Además, Borges fue el primero en reivindicar, en su época, esa página de historia que, aparte de España, abarca al Paraguay, Argentina y Uruguay, se evidencia en los nombres arraigados en la toponimia de los tres países, en su mayoría guaraníes y que son indesmentibles.


II


Puede establecerse que indudablemente la expresión poética paraguaya, y su mismo amanecer literario, tiene un signo "natural", más que histórico, que se hunde en "la noche de los tiempos" y que será preservado por el uso de la lengua guaraní, codificada, a partir de 1639, por el jesuita peruano ANTONIO RUIZ DE MONTOYA, apóstol de sus catecúmenos y a la vez codificador del idioma ancestral.

Mas, por razones de conformación social, el costado guaranítico no logró asentarse, o por lo menos insinuarse en esos capítulos iniciales de lo que después sería su concreción literaria, más en prosa que en verso. Permaneció en la sombra hasta que la exaltación romántica, acicateada por el fragor de la guerra (1864-1870), lo sacó de su silencio.

A través de un periodismo de combate, hábilmente prohijado por su conductor y adalid romántico, el mariscal FRANCISCO SOLANO LÓPEZ (1827-1870) encontró forma en eso que FARIÑA NÚÑEZ denominó: "La dulce lengua de la raza ausente". Las magras y hasta frágiles páginas de sus voceros reflejaban no únicamente la supervivencia de la lengua y su actualización temporal, sino su utilidad en la contienda. Ha de afirmarse, sin temor a exageraciones, que al igual que en la guerra del Chaco (1932-1935) el guaraní idiomático fue un soldado invisible, custodio y vigía de su propia trinchera.

Un hecho sintomático, que no se ha destacado, es la participación de NATALICIO TALAVERA (1839-1867) en el empleo de los dos idiomas (guaraní-castellano), acentuado el primero en tiempos de guerra. Tal fenómeno no se observa en la literatura de naciones colindantes o lejanas. El tramo inicial del romanticismo paraguayo ya tiene por obra los sencillos y claros poemas de Talavera (de acentuación epigramática cuando de la lengua madre se trata), inicio que no se encuentra plasmado en otro sector de nuestra América, donde lo romántico se atuvo a sus adoptados moldes europeos.

No era el idioma (o la lengua) del BON SAUVAGE prestigiado por la leyenda rousseauniana, replegado o muerto en otras fronteras del continente, sino la herencia viva y actuante de un pueblo que no se había resignado a desaparecer.

Por todo lo recordado, el capítulo que abre esta antología viene a ser como el recuento expresivo de aquellas edades míticas y primitivas, conservado a costa de no pocos olvidos y animadversiones. Debe afirmarse que en ese aspecto el profesor RUDI TORGA (un especialista insoslayable) ha cumplido una tarea que se columpia entre el afán del entomólogo y el reconstructor de una arqueología poética poco menos que reducida a sus últimas expresiones. Su inestimable aporte, sin desdeñar otros que van desde el de NARCISO R. COLMÁN "ROSICRÁN" (1921) hasta el de TERESA MÉNDEZ-FAITH (1997), consiste en haber trazado, junto con la característica de cada poeta, una tabla cronológica que permitirá saber cuál ha sido y es la evolución del guaraní poético, el cual, como se ve, no ha quedado anclado en los lindes nebulosos de su iniciación. De todo esto debe inferirse (y basta para ello el ejemplo cotidiano de RUDI TORGA) que se confirma aquí esa línea de continuidad que, aunque anterior, los jesuitas, se empeñaron en practicar y universalizar dentro del ámbito de su misión pastoral. Y asimismo, que de hoy en más (a pesar del revolcón de las grafías, no solucionado por inercia oficial) será imposible presidir un emprendimiento de esta índole con abstracción del guaraní, piedra angular de la expresión paraguaya, tanto en lo interno como en lo externo. Por eso la emprendida por RUDI TORGA ha sido una tarea de conocimiento, de paciencia y de fe. Avalan esta comprobación sus incursiones de misionero de la cultura, en la concreción de lo que los sociólogos llaman "trabajos de campo", en el terreno, bien que, afanoso, de la comunicatividad social.


III

Se ha aludido al interés de los románticos paraguayos (NATALICIO TALAVERA, ante todo) de la etapa augural (1840-1870) en mantener latente al guaraní hablado, transfiriéndolo a la vez a su versión escrita. Luego reaparecerá como titular de literatura (leyendas especialmente) en algunos poemas correspondientes a la época de la posguerra (1870 en adelante, con vigencia provisional e individual hasta 1910) como es el caso de ENRIQUE D. PARODI (1857-1917), DIÓGENES DECOUD (1857-1920), JOSÉ DE LA CRUZ AYALA "ALÓN" (1863-1892) y ADRIANO M. AGUIAR (1859-1913).

El segundo alineamiento corresponde al de la corriente romántica, prohijada desde la inauguración del Colegio Nacional de la Capital (1878), la cual proseguirá a partir de 1890, para ocupar el segmento que va de ese año y hasta las vísperas del 900, que es cuando asoma la movilización modernista, con su previa etapa a cuestas (1897-1901). Si bien el prólogo a la literatura romántica indica bien su cometido, no está de más recordar que esa prolongación de su vigencia (1910) se produce, sin colisión, cuando otras inquietudes críticas y estéticas empiezan a concretarse. Es el caso análogo del modernismo que se deslizara por dentro de la efusión novecentista (1900-1935), aunque sobrepasándola. Son las inevitables yuxtaposiciones a las que el autor de este prólogo se ha referido más de una vez. Alguna tendencia a la mimetización literaria (dentro y fuera del país) ha insistido en la teoría del "atraso" (como lo será posteriormente en la de la incógnita) con que el Paraguay se presentaría frente a los demás de nuestra América. Dos precisiones al respecto cabe incluir aquí:

1) Que por fuerza del repliegue preventivo dispuesto por la Dictadura Suprema (1814-1840) el país quedó reducido a la reafirmación de su independencia y al ejercicio de su soberanía, amenazada por vecinos poderosos: evocación del Virreinato del Río de la Plata por un lado y de la Provincia Cisplatina, por el otro. Esto pocas veces suele decirse. A lo que el Paraguay tuvo que reducirse, en ese incipiente tramo cultural, es a lo que le dictaba su propio ritmo interno, y en otro orden, a su propia sobrevivencia.

2) Desde 1841 (léase bien el Himno de la Academia Literaria fundada ese año) el presidente CARLOS ANTONIO LÓPEZ (1792-1862) tiende a proteger y proyectar todo un programa cultural que casi veinte años después vendrá en plenitud y desembocará en la eclosión romántica, ya plenamente identificada (Aula de Filosofía, 1856).

Aunque nadie podrá denunciar inquietudes sentimentales tanto en don Carlos como en el doctor JUAN ANDRÉS GELLY (1790-1856) y el maestro JUAN PEDRO ESCALADA (1787-1869), entre sus colaboradores más ilustres, lo cierto es que, como un signo de los tiempos por vivir, puso todo su empeño en favorecer la formación intelectual de los jóvenes. En otras secciones de nuestra América no se observa semejante ejemplo.

Según ocurrirá con la guerra de la Triple Alianza, con la también internacional del Chaco y mucho más tarde con la "incivil" de 1947, queda cortada en dos la vida paraguaya, en "un antes y un después" con impredecibles consecuencias sociales, políticas, educacionales, económicas y culturales, cuyas heridas no fueron de fácil obturación.

Una especie de elemental "americanismo literario" se prolongará hasta la primera década del presente siglo como resabio de actitudes individuales que no accederán del todo a la irrupción modernista. Aparecen por entonces los poetas en tránsito: JUAN E. O'LEARY (1879-1969), ÁNGEL I. GONZÁLEZ (1879-1929), HÉRIB CAMPOS CERVERA, padre (1879-1922) e IGNACIO A. PANE (1880-1920). Todos ellos, por otra parte, integrantes de la generación del 900, que albergó tanto a pos-románticos, entre ellos los citados, como a pre-modernistas: ALEJANDRO GUANES (1872-1925) y FRANCISCO L. BAREIRO (1878-1930).

Con ellos se clausura un segmento de la poesía paraguaya.


IV

El modernismo no representará en el Paraguay una actitud iconoclasta en el campo de las letras y ni siquiera la pretensión de una inquietud temporal (que la hubo, individualmente considerada), sino una imposición de época, a la que era imposible escapar.

La prosa modernista (contradiciendo antecedentes) no se adelantó a la poesía, iniciada bajo el resplandor del AZUL de RUBÉN DARÍO, por FRANCISCO L. BAREIRO y ALEJANDRO GUANES, a lo que puede agregarse el augural ensayo de MANUEL GONDRA (1871-1927) que publicara en 1898 (a poco de la aparición de PROSAS PROFANAS, 1896).

En realidad, esa incursión de la prosa, especialmente en ARSENIO LÓPEZ DECOUD (1867-1945), había sido denunciada por IGNACIO A. PANE (1902) y RICARDO BRUGADA (h) (1903), aunque la influencia, en cierta manera avasalladora, estuvo constituida por la presencia, entre 1901 y 1905, del poeta argentino MARTÍN DE GOYCOECHEA MENÉNDEZ (1877-1906). JUAN E. O'LEARY, por su parte, reconoció las distintas variantes: 1914, 1923 y 1925. Las aportaciones a la prosa modernista duraron hasta sus aportaciones finales (1935) ya bastante diluidas.

La prosa guardará, distanciará en mucho, según autores de poesía, donde el aporte juvenil ha de presentarse en muchos con algunas condicionadas osadías (uso de la metáfora, adaptaciones métricas) y pocas variantes temáticas. A la llegada de GOYCOECHEA MENÉNDEZ, que implicó casi una revolución, se produce este fenómeno:

a) La verdadera presentación estaba en su prosa, pues su poesía, salvo aportes que traía de su tierra natal, no rebasaba el horizonte pos-romántico.

b) El influjo modernista hay que buscarlo en "LA NOCHE ANTES" y en otras ideaciones en prosa, no líricas. Y si congenió desde el comienzo con DOMÍNGUEZ y LÓPEZ DECOUD no fue por el camino de la poesía sino por el del prosista, que ya estaba trazado.

Es de suponer que desde la edición de EL MODERNISMO POÉTICO EN EL PARAGUAY (1982) no se insistirá en el desmedrado slogan de "la llegada tarde" (es decir: en 1914, y no en 1901, que es lo real).

Los ejemplos que allí se ofrecen resultan contundentes, en especial a partir de 1906.

O'LEARY había señalado, en su comentario al primer soneto de "LA CUMBRE DEL TITÁN" (1914) que por vía de los poetas (entre ellos PABLO MAX YNSFRÁN y ADRIANO IRALA) se había producido, desde 1909 y desde las aulas del Colegio Nacional, un intento de renovación. El poema "EL CANTO A LA RAZA" (1910) de GUILLERMO MOLINAS ROLÓN (1892-1945), así lo determina.

Las pruebas que se presentan en aquellas páginas señalan que no se trataba de un modernismo condicionado sino que vendría a constituirse como la tercera etapa (habrá una cuarta y final), salvado ya el intermedio al que se ha aludido.

El modernismo que arribará después, aunque no despojado del todo de aleaciones extrañas (como era de rigor que así fuera), tomará las formas del pos-modernismo rioplatense y en ciertos andariveles, tal es el caso de NATALICIO GONZÁLEZ (1897-1966), del "MUNDONOVISMO" del mexicano GONZÁLEZ MARTÍNEZ o del “NATIVISMO" implantado por el oriental uruguayo FERNÁN SILVA VALDÉS, tocando esto las postrimerías del año '20.

Se argüirá que la corriente modernista no se apagó del todo y cierto es, según se advierte en los poetas nacidos entre 1900 y 1910 (VICENTE LAMAS, JOSÉ CONCEPCIÓN ORTIZ, HERIBERTO FERNÁNDEZ, PEDRO HERRERO CÉSPEDES).

No debe tomarse tal orden cronológico como una línea estricta, pero ayuda en mucho a interpretarlos. Tampoco debe olvidarse que algunos de los poetas que accedieron después del '30 a la vanguardia temática (no del todo a la formal) se iniciaron en el pos-modernismo, como es el caso de JULIO CORREA (1890-1953), HÉRIB CAMPOS CERVERA (h) (1905-1953) y ARNALDO VALDOVINOS (1908-1991). El primero había editado su libro inicial en 1943; el segundo, en 1950 y el tercero, en 1929.

A la poesía de guerra de la Triple Alianza puede considerársela emblemática, a pesar de que la mayoría de ellas son de autores anónimos y están escritas en guaraní.

En cambio, la del Chaco no mereció mayor atención, salvo un poema suelto de PEDRO P. DOMÍNGUEZ; "EL MUTILADO DEL AGRO" de ARNALDO VALDOVINOS; y todo un libro, testimonial y valioso, como todo lo suyo, de HUGO RODRÍGUEZ ALCALÁ.

Cortada en dos (como en el '70) la vida paraguaya, en esa época se produce la inevitable decantación poética y se implanta el espíritu de la transición. Los poetas que en ese tiempo actúan (1935-1940) apenas tienen tiempo de reacomodar su lenguaje, superando los valladares del pos-modernismo en auge.

Pero ese agrupamiento (no específicamente en el mítico y no historiado "Vy'a Raity") no se caracterizará por algún testimonio generacional que pudiera evidenciarlo.

La nómina, bastante expresiva, es la siguiente: JULIO CORREA (1890), JOSEFINA PLÁ (1903), HÉRIB CAMPOS CERVERA (h) (1905), AUGUSTO ROA BASTOS (1917), HUGO RODRÍGUEZ ALCALÁ (1917), JOSÉ ANTONIO BILBAO (1919-1997), OSCAR FERREIRO (1921) y ELVIO ROMERO (1926). Es la brillante nucleación que avanza a partir de 1940.


V

Aquí ya la marcha se torna distinta, aunque proliferando las individualidades, mejor dicho, todas ellas, pues el propósito de haber intentado reunirlas en grupo no trasciende los límites de la anécdota literaria. Cualquiera que lea con cuidado y ponderación a dichos poetas se dará cuenta de esto: 1) Que pocas cosas eran las que los unían, a excepción del ámbito cultural, muy condicionado; 2) Que en su mayoría eran poéticamente autodidactas. Ateniéndonos a esas consideraciones no nos animaríamos a prefigurar analogías entre esos autores y el tiempo de su aparición en publicaciones locales. Si bien lo del cuarenta es muy extenso, se presta a caprichosas ubicaciones. No siempre la edad biológica guarda vinculación con la edad literaria.

Por otra parte, hay que reconocer que la totalidad de los poetas mencionados publicó sus libros iniciales fuera de la raya que los contiene, a excepción de HUGO RODRÍGUEZ ALCALÁ. Valorarlos por su producción publicada en los periódicos resulta empresa poco menos que quimérica.

¿Qué une a estos poetas paraguayos con sus cofrades "cuarentistas" del Río de la Plata? Por de pronto, una actitud pos-romántica, que ya parece ser definitoria; la lectura de surrealistas franceses (FERREIRO) y aún de Rilke (CAMPOS CERVERA), la acentuación en una temática social de época (ROMERO), la incidencia de la poesía española de posguerra (BILBAO). Quedan aparte los que no definieron su camino.

Se ha fantaseado en demasía sobre el influjo de esta "GENERACIÓN DEL '40", que apenas sí podría resultar una promoción, mucho más si se advierte: l) Que CORREA quedó constreñido a su expresión teatral en guaraní; 2) Que JOSEFINA PLÁ, salvo publicaciones esporádicas, no ejerció magisterio literario hasta la promoción denominada "del '60", aclarándose que su libro "EL PRECIO DE LOS SUEÑOS", no reeditado en vida de la autora, no se vincula con los avances observados en la poesía nacional y rioplatense sino que es producto anímico de su experiencia hispánica; 3) Que HÉRIB CAMPOS CERVERA y AUGUSTO ROA BASTOS volcaron sus quehaceres fuera del país; y que, carisma personal por medio, poco es lo que pudieron aportar; 4) HUGO RODRÍGUEZ ALCALÁ desde 1946 no residió en el país, siendo su poesía posterior muy distinta a la que aquí cultivara; 5) JOSÉ ANTONIO BILBAO desarrolló obra personal, lo mismo que FERREIRO y ROMERO; ¿Dónde está, pues, esa generación en la que se ha intentado injertar a GABRIEL CASACCIA, quien era mucho mayor en edad, que vivió fuera del país (desde 1935) y que nunca admitió haber pertenecido a generación alguna?


VI

Entre el '40 y el '50 se produce una leve mutación representada por poetas que frecuentaban la Facultad de Filosofía, regida por su abnegado decano doctor JUAN VICENTE RAMÍREZ (1887-1977). Entre aquéllos merecen figurar: RODRIGO DÍAZ PÉREZ (1924), ELSA WIEZELL (1926), MA. LUISA ARTECONA DE THOMPSON (1927), RUBÉN BAREIRO SAGUIER (1930) y CARLOS VILLAGRA MARSAL (1932), última, independiente y colateral horneada con respecto al mítico Vy'a Raity.

Tales poetas coinciden en una temática común pero, sin abjurar del todo del precedente "cuarentista", su intención está dirigida a formar logros individuales. Como es característica del itinerario de la poesía paraguaya, estos autores manifiestan su voluntad de hacer obra individual y de acentuación entre pos-romántica y vanguardista, salvo algunos poemas civiles de CARLOS VILLAGRA MARSAL, que luego derivarán (EL JÚBILO DIFÍCIL, 1995) hacia un descriptivismo no pictórico y con indudable riqueza de lenguaje.

La nucleación mayor de estos años, y cuya aura perdura hasta nuestros días, está constituida por quienes, siendo alumnos, se reunieron en torno a la Academia Literaria del colegio San José, bajo la égida carismática del sacerdote y profesor español CÉSAR ALONSO DE LAS HERAS (1913), cuya trayectoria en nuestro país sólo puede igualarse a las respectivas de RAMÓN ZUBIZARRETA y RAMÓN DE OLASCOAGA, ambos vascos, y de los peninsulares VIRIATO DÍAZ PÉREZ (1875-1958) y RAFAEL BARRETT (1876-1910).

Como en otros casos, ya mentados, puede aseverarse que hay "un antes y un después" del padre ALONSO. Debe reconocerse en él a un pedagogo valioso, erudito y diestro en los menesteres específicamente literarios, y aun auténtico maestro inquietado, inicialmente, por el quehacer intelectual de sus discípulos. No se forzará la hipérbole al afirmar que el padre ALONSO ha sido un guía intelectual insustituible y un maestro, como el que pedía la Reforma Universitaria de Córdoba: "de verdad, de belleza y de bien".

Produjo aquella Academia un breve manual titulado POESÍA, editado en 1953. Luego de un raudo pero eficaz prólogo del padre ALONSO exponían su quehacer poético, regido indudablemente bajo su guarda: JOSÉ LUIS APPLEYARD (1927), RAMIRO DOMÍNGUEZ (1930), JOSÉ MARÍA GÓMEZ SANJURJO (1930) y RICARDO MAZÓ (1927).

Este agrupamiento resulta, sí, un vuelco o, si se quiere, un nuevo cauce en el andar de la poesía paraguaya en la segunda mitad de este siglo. Los nombres que la representan figuran entre los más perdurables y han merecido el interés crítico en el país y en el exterior. Toca preguntarse en qué consistió la participación del sacerdote español para que se lograra la formación de un núcleo que resultaba armónico no sólo por su formación cultural sino por su calidad poética, en la que podía advertirse el desprendimiento de otras antiguas o actuales aleaciones.

Pues, nada menos que un distinto modo de decir despojando al hacer poético, tanto de la fácil retórica como de la gratuita efusión lírica. Contar o decir con dignidad, con verbo seguro, con metáfora justa, sin sombra de compromisos que no se justificaran dentro de una concepción poética paradojalmente espontánea, pero estricta. Allí la anécdota personal no preocupa, ni el ámbito en que se desliza va más allá de la letra en que se lo ha ubicado.

Una averiguación atenta quizá permita rastrear algunas predilecciones, recorrer ciertos senderos iniciales que podrían llegar hasta el arrimo de lecturas propicias, esas a las cuales no había accedido (por escasez de información) la juventud literaria de entonces. Y así fue como el aire vivificante de la generación española del '27, en especial, llegó a las aulas del viejo colegio para acentuar la imaginación y remozar el lenguaje. No se exagera al afirmar que tanto maestro como discípulos fueron conscientes de estar creando otras formas estéticas en función de calidad lírica (aunque no simplemente expositiva) que antes no se había señalado. Claro está que sin mengua de lo que al reciente prestigio de esas nuevas firmas haría con proyección al porvenir.

La obra posterior de esos cuatro poetas en particular, trascendida la exigencia académica, que lo era (no más allá) en punto a reglas de formación amplias pero seguras, dice por sí sola, en cuanto a perdurabilidad y progreso intelectual, mucho más que varias aportaciones individuales, aunque no se oculta el valor que en lo personal pueda indicarse, porque después de todo son las diferenciaciones las que dan cuenta de la tarea de cada uno.

No podrá haber un recuento serio ni honrado de la poesía paraguaya contemporánea sin que esté presente el magisterio del padre ALONSO, justificado por esas voces que hoy son tan entrañables como insustituibles. Ausente la retórica, la efusión historicista y aquello que UNAMUNO llamaba "la elocuencia rimada", a veces descarnada, uncida a la experiencia de una generación que ya no tiene guías y que se va haciendo sola, aunque en ciertos aspectos legataria de sus antecesores lejanos (JOSEFINA PLÁ, CAMPOS CERVERA); más próxima a algún solitario del '40 como FERREIRO y sintiendo la proximidad de los intermedios (BAREIRO SAGUIER, DÍAZ PÉREZ), la época que se manifiesta entre el '60 y el '70 comprobará que el ámbito puro no existe y que el testimonio propio se diluye ante apremios y solicitaciones que parten de la realidad circundante.

Ya no es el gesto sino la posición frente a la vida, y hasta asoma en algunos esa angustia existencial que no sólo surge de las propias vivencias: es parte de la consumación de un signo de época que obliga al repliegue del poeta exquisito (después de todo no los ha habido muchos) y asoma, ni tímida ni cautelosa, la palabra "compromiso". Como consecuencia, la poesía denominada "social" aparece con más fuerza, detectándose en ese orden ciertas huellas precursoras como las de CAMPOS CERVERA y ELVIO ROMERO. Condicionalmente será posible recoger, sobre todo en los poetas de acentuación capitalina, semillas dispersas de la temática de CORREA, pero esa no será su característica permanente. Asimismo, están expresados con sobriedad los antiguos reflejos del amor y la muerte con los que la poesía gana en hondura y al mismo tiempo en altitud.

Puede afirmarse que en el transcurrir de esa época, ella fue placentera para unos y difícil para otros, debido a sus resonancias políticas y a conmociones cívicas que no deben dejarse de mencionar.  Pero en un rasgo si se quiere cortés, aunque no lo fuera tanto, el lenguaje de la barricada o el desprecio (caso de NERUDA contra GONZÁLEZ VIDELA, o de NATALICIO GONZÁLEZ contra FEDERICO CHAVES) no será usado para rebasar los límites del tremendismo. El poeta se busca a sí mismo y puede calificarse hasta como una revelación el título del poemario de PÉREZ MARICEVICH: PASO DE HOMBRE. Es que el hombre comienza a auscultarse por dentro en una mutación del sentimiento, porque ya no vale lo que se dice sino lo que se siente. A veces, por debajo de la letra, subyace la inquietud metafísica, nimbada de como interrogantes. Pero hasta allí, no más, porque el poeta debe expresarse hacia afuera, no importa cuál haya sido la lucha contra el "demonio interior" que todos llevamos dentro.

No hay en estos poetas (Deo gratias) inclinaciones al localismo, a la pintoresca enumeración de la naturaleza o de estados sensitivos que se aplacan o se evaporan por sí mismos. Un benéfico aire de universalidad preside el avanzar de estos agrupamientos cuyos maestros han sido la verdad de la vida y la inquietud de pensar en el destino de la tierra y sus gentes.

Desde el "40 en adelante la poesía paraguaya puede hallar parangón, mucho más en torno a individualidades, pero es en esa década final que alcanza su acento mayor. Nada tiene que envidiar a la del Río de la Plata y al resto de nuestra América. El posterior esfuerzo de ALCÁNDARA EDITORA ofreciendo el milagro de 60 volúmenes, mientras afuera rugían los "cobres" de Itaipú y la música que se refugiaba en el fondo de las faltriqueras que no eran precisamente las de AGUSTÍN BARRIOS o JOSÉ ASUNCIÓN FLORES, no puede ser soslayado y mucho menos ignorado. ALCÁNDARA supo brindar un panorama amplio, a veces excesivamente generoso, pero con intención antológica (en su serie están insertas diversas épocas y tendencias, desechado el calificativo de inexistentes "escuelas") y ese es su indudable mérito. Con ella culminan anteriores emprendimientos centrados en periódicos y revistas de época que cobijaron ese quehacer poético no siempre comprendido. Será preciso mencionar, entre otros, a ALCOR, CRITERIO, DIÁLOGO, PÉNDULO y PULSO, cuya posta tomaron más adelante ÉPOCA, HOY y SIGNO, entre otras, de efímero andar.

Debe reconocerse que al cabo de los años la selección poética de ese tiempo se ha tornado de más en más exigente, dada la necesidad de aunar cantidad con calidad. Y eso es lo que hay que cuidar.

LA HISTORIA DE LA POESÍA PARAGUAYA, tanto en sus avatares ambientales como en su contenido, cuenta con extensas zonas de sombra desde la noche de los tiempos hasta el alba de la posguerra del '70. Pero es imprescindible reconocer que cierto enquistamiento (producto de una tenaz mediterraneidad mental) la fue convirtiendo en pieza de museo, cuanto más inaccesible fuera la certidumbre de su desconocimiento.

Trabajos fragmentarios de HUGO RODRÍGUEZ ALCALÁ, JOSEFINA PLÁ y AUGUSTO ROA BASTOS, más aportes parciales del P. ALONSO DE LAS HERAS han contribuido a la creación de una "historiografía poética" que en mucho ayudará, aunque en opuestos términos, a la interpretación de las promociones posteriores al "40

El autor de este prólogo cree que por honestidad intelectual y apego al rigor que una andanza de cuatro siglos demanda, debe desecharse el aporte de WALTER WEY en su obra subtitulada "HISTORIA DE UNA INCÓGNITA" (Montevideo, 1951) donde proliferan el anecdotismo, los juicios a priori y las arbitrariedades.

Casi contemporáneamente, HIPÓLITO SÁNCHEZ QUELL en su TRIÁNGULO DE LA POESÍA RIOPLATENSE acudió a la subtitulación como respuesta: "INCÓGNITA REVELADA", que pretendía ser, como la anterior, como una aclaración a lo que el crítico peruano LUIS ALBERTO SÁNCHEZ había estampado como "la incógnita del Paraguay" en la primera versión de su "HISTORIA DE LA LITERATURA AMERICANA" (1936-1937). Ambos libros no sirven para una consulta veraz sobre el tema.

En lo que corresponde a las antologías de extracción nacional, deben citarse las siguientes: IGNACIO A. PANE (1904), JOSÉ RODRÍGUEZ ALCALÁ (1911), MICHAEL DE VITIS, una innominada de LEOPOLDO RAMOS GIMÉNEZ (1936), SINFORIANO BUZÓ GÓMEZ (1943, 1952, 1959), TERESA MÉNDEZ-FAITH (1994, 1995, 1997). Algunas, como las cuatro primeras, son de difícil acceso. La siguiente, o sea la de BUZÓ GÓMEZ, ha sido trazada sin rigor metodológico, siguiendo lineamientos de las anteriores, y con abstracción del necesario espíritu crítico y selectivo. La selección de TERESA MÉNDEZ-FAITH se ciñe en todo a las exigencias actuales.
 

RAÚL AMARAL. (Isla Valle de Areguá, 9 de abril de 1999)

(*) Otras acepciones referentes a la idea de patria podrán hallarse en: Cardús Huerto (1911, 1912 y 1922):

Viriato Díaz Pérez (1926) y Raúl Amaral (1998).



Fuente: POESÍAS DEL PARAGUAY – ANTOLOGÍA DESDE SUS ORÍGENES. Realización y producción gráfica: ARAMÍ GRUPO EMPRESARIAL, Dirección de la obra: OSCAR DEL CARMEN QUEVEDO. Recopiladores y autores: RAÚL AMARAL, MARÍA BARRETO DE RAMÍREZ, AÍDA ORTÍZ DE CORONEL, ELA RAMONA SALAZAR S., RUDI TORGA/ Tel. (595-21) 373.594/  arami@rieder.net.py  – Asunción/ Paraguay. 2005. 781 pp.).

 
 
 
 

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