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RAÚL AMARAL

  LOS PRESIDENTES DEL PARAGUAY. CRÓNICA POLÍTICA (1844-1954), 1994 - Por RAÚL AMARAL


LOS PRESIDENTES DEL PARAGUAY. CRÓNICA POLÍTICA (1844-1954), 1994 - Por RAÚL AMARAL

LOS PRESIDENTES DEL PARAGUAY

CRÓNICA POLÍTICA (1844-1954)

Por RAÚL AMARAL

 

Prólogo DOMINGO M. RIVAROLA

Biblioteca de Estudios Paraguayos – Volumen 50

Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos

Asunción-Paraguay.

1ªEdición 1994 (347 páginas)

 

 

PRÓLOGO

Aun cuando cabe reconocer que en la edición de un libro inciden un sinnúmero de factores e intereses, en esencia los más resaltantes son: su contenido específico y el efecto esperado en el público al que va dirigido. Puesto en términos de preguntas, el hecho quedaría planteado de la siguiente manera: ¿Cuál es la relevancia de presentar los rasgos personales y públicos de un conjunto de figuras que ejercieron el papel de presidentes de la República? ¿A quiénes podría importar y servir la tarea de indagar y divulgar la vida y desempeño de tales personas?

Un primer elemento fundamental para responder las interrogantes indicadas y, por consiguiente, respaldar la edición del presente trabajo, tiene que ver con el hecho que la mayoría de las figuras presentadas corresponden a un período histórico sobre el cual el autoritarismo puso un empeño especial en desacreditar y presentarlo como un tempo estéril y sin relevancia.

Puestas estas consideraciones en términos más generales, se nos impone la necesidad de definir más claramente un antiguo cuestionamiento: ¿Cuál es el valor de la historia? O referido más específicamente al tema concreto de este libro, preguntarse ¿para qué puede servir la presentación de las motivaciones, valores, desempeño y vicisitudes de quienes ocuparon una posición tan crucial en la vida pública?

En rigor, una cuestión que se reitera en el discurso político, a veces en las mismas discusiones académicas y, con frecuencia en la vida cotidiana, es que somos prisioneros del pasado.

Nuestras principales dificultades para avanzar hacia cambios de fondo que nos acerquen a la modernidad, serían las de no haber podido generar -y fortalecer- la capacidad de desprendernos del pesado lastre que representa el pasado y que intentamos progresar siempre mirando hacia atrás, resistiendo ver el mundo real del presente, que en definitiva, es lo más próximo al futuro.

Precisamente, uno de los aportes centrales de este libro es que nos muestra la falsedad de esta hipótesis y que nuestro problema fundamental es el de no haber podido evitar el quiebre con los ejes más creativos de una tradición que, consumada la hecatombe de la gran guerra, la nueva dirigencia nacional trató con singular devoción y lucidez, de construir las bases de una República, en medio de la más desalentadora devastación. Visto el proceso desde otra perspectiva, lo que nos muestra el libro es que desde los años posteriores a la conflagración del Chaco perdimos el sentido constructivo de los contenidos de excelencia de nuestra historia, cuyos reflejos e impulsos desbordan en las figuras austeramente presentadas en el estudio. En suma, lo que aprendemos de este libro, tan cargado de resonancias actuales, es que nuestros tropiezos, desventuras y fracasos no provienen de la actitud de aferrarnos al pasado, sino de nuestra persistencia a insistir en sus aspectos más residuales y, no en pocas ocasiones, en la búsqueda de legitimaciones - por lo común espúreas- para avalar actos que responden a intereses mezquinos y particularistas. Sin duda, esta práctica se sustenta las más de las veces en la ignorancia, en recurrir a fuentes distorsionadas de la historia o simplemente en la deleznable costumbre de manipular el pasado para consolidar relaciones arbitrarias de poder, dominación o exclusión. Quien maneja la historia controla el poder, se ha sostenido con evidente acierto.

Por lo tanto, nuestro problema no reside en la necesidad de escaparnos de la tradición o del pasado sino empeñarnos en acercarnos más viva e intensivamente hacia esas corrientes e impulsos creadores y humanistas que inspiraron las acciones de los verdaderos constructores de la sociedad paraguaya. Es decir, impregnarnos de aquellos impulsos y valores en los que se sustentaron estas figuras excepcionales. Para lograrlo, este libro se constituye en un imprescindible elemento.

Un segundo aspecto interesante de resaltar tiene que ver con otro punto de singular importancia: toda transición hacia una sociedad democrática será incierta de no estar acompañada de un profundo cambio en nuestra cultura. De aceptar este argumento, resulta claro que el asumirlo supone un drástico viraje en la actual orientación de la historiografía paraguaya que, con excepción de esfuerzos muy aislados, ha contribuido por diferentes vías a fortalecer el pensamiento autoritario y conservador. La nueva historiografía paraguaya tiene como su mayor desafío el de lograr articular nuestro presente a las fuentes más genuinas de la libertad y el humanismo. Deberá rectificar la perjudicial distorsión en la que insistió el autoritarismo mesiánico. Principalmente, en su esfuerzo por alejar de la memoria colectiva esas inspiradoras corrientes, intento al que dicha historiografía terminó fortaleciendo por omisión, oportunismo o simplemente por su desconcertante desorientación.

Finalmente, un aspecto igualmente resaltante de este libro es su propio autor. Raúl Amaral ha realizado un trabajo de excelencia en el que se destacan, además de una profunda penetración de los escenarios históricos en los que actuaron las figuras que nos presenta, el rigor y el celo por brindarnos un cuadro con la mayor fidelidad histórica. En ese orden, son reconocidas la solvencia y rigidez de este autor en la verificación de los datos que sustentan sus estudios y que de nuevo se reitera en esta obra que, por consiguiente, se convertirá en una fuente imprescindible de consulta.

El Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos y la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción se complacen en divulgar este importante aporte de Raúl Amaral.

DOMINGO M. RIVAROLA

 

 

 

ÍNDICE - EXPLICACION DEL AUTOR ESTA EDICIÓN - PRÓLOGO

 

I. LA PATRIA VIEJA (1844-1880)

·         Carlos Antonio López

·         Mcal. Francisco Solano López

·         Cirilo Antonio Rivarola

·         Salvador Jovellanos

·         Juan Bautista Gill

·         Higinio Uriarte

·         Cándido Bareiro

 

 II.     TIEMPOS REPUBLICANOS (1880-1904)

·         Gral. Bernardino Caballero (I)

·          Gral. Bernardino Caballero (II)

·          Gral. Patricio Escobar

·         Juan G. González

·         Marcos Morínigo

·         Gral. Juan B. Egusquiza

·         Emilio Aceval

·         Andrés Héctor Carvallo

·         Cnel. Juan A. Escurra

 

III.  AGITACIÓN INSTITUCIONAL (1) (1904-1912)

·         Juan B. Gaona

·         Cecilio Báez

·         Gral. Dr. Benigno Ferreira

·         Emiliano González Navero (I)

·          Manuel Gondra (I)

·          Cnel. Albino Jara

·         Liberato Marcial Rojas

·         Pedro P. Peña

·         Emiliano González Navero (II)

 

IV.    LA ERA RADICAL (1912-1932)

·         Eduardo Schaerer

·         Manuel Franco

·         José P. Montero

·         Manuel Gondra (II)

·          Eusebio Ayala (I)

·          Eligio Ayala (I)

·          Luis A. Riart

·         Eligio Ayala (II)

·          Eligio Ayala (III)

·          José P. Guggiari

 

V.      EL RESPLANDOR DEL CHACO (1932-1940)

·         Eusebio Ayala (II)

·          Cnel. Rafael Franco

·         Félix Paiva

·         Mcal. José Félix Estigarribia (I)

·          Mcal. José Félix Estigarribia (II)

 

VI.    AGITACIÓN INSTITUCIONAL (2) (1940-1949)

·         Gral. Higinio Morínigo

·         J. Manuel Frutos

·         Natalicio González

·         Gral. Raimundo Rolón

·         Felipe Molas López

 

VII. EL OTRO CAMINO (1949-1954)

·         Federico Chaves

·         Tomás Romero Pereira

 

VIII. RECUENTO DE 110 AÑOS

 

APENDICE DOCUMENTAL

·         Carta del General Caballero// La presidencia del señor Manuel Gondra// Coronel Jara// Un gran político//  Carta al poeta Eloy Fariña Núñez// Carta al doctor José P. Guggiari// Un pequeño país y un gran presidente// José Patricio Guggiari

CRONOLOGÍA

BIBLIOGRAFÍA:

a) Presidencial//  b) De conjunto

 

 

 

AGITACIÓN INSTITUCIONAL (1940-1949)

 

 

GRAL. HIGINIO MORINIGO

 

“Administrar el Estado no es fácil,

es un caballo que corcovea y

quien sube mal, cae peor”

(General Higinio Morínigo,

3 de junio de 1948).

 

CAMPO Y MILICIA

Nace Higinio Morínigo Martínez el 11 de enero de 1897 en Costa Pucú, compañía de Paraguarí, en el hogar de los esposos don Juan Alberto Morínigo y doña Pabla Martínez. Según su testimonio su padre combatió en Acosta Ñu a los 11 años de edad.

En 1904 se lo halla ayudando a su madre en tareas rurales (“fui pastor y arriero y mis tareas las realicé con dedicación e inclusive con alegría...”). Al instalarse la familia en la Asunción, en 1906, su progenitor se transforma de agricultor y hacendado en comerciante.

Sin otras variantes que las de la carrera elegida y sus consecuencias, debe agregarse que en 1932 casa con la señorita Dolores Ferrari, de la que tiene tres hijos. Muere en esta capital el 27 de enero de 1983, en alta ancianidad, olvidado por quienes lo llevaron al poder y lo derribaron.

Luego de breve paso por la Escuela Normal y el Colegio Nacional, donde hace hasta el tercer curso, habiendo sido alumno del maestro O'Leary, en abril de 1916 ingresa al segundo grupo de la Escuela Militar “por tradición familiar, vocación y convicción”. Se gradúa en 1919, siendo uno de sus instructores Blas Miloslavich, el más tarde “capitán romántico”. Su primer destino, como Tte. 2° de infantería, es Paraguarí.

Se niega a plegarse a la revolución de 1922 y en Caí Puente conoce al mayor José Félix Estigarribia. Posteriormente es destinado a Encarnación, Concepción y a fortines chaqueños. Ocupa altas funciones castrenses hasta que le toca participar en la guerra del Chaco, al término de la cual es condecorado. En esa trayectoria ha obtenido el grado de coronel.

 

LA CAJA DE FÓSFOROS

En reemplazo de Arturo Bray, quien cumplía el coronelato, es designado ministro del Interior en el gabinete del Dr. Paiva, el 25 de enero de 1939. Al día siguiente dirige un manifiesto al país. El 12 de mayo Estigarribia le envía, desde Washington, una carta en que lo felicita por las elecciones realizadas bajo su control. Morínigo había apoyado su candidatura.

En mayo de 1940 se halla en la región occidental, y el 17 de ese mes el vencedor del Chaco, que indudablemente lo distinguía, lo convierte en ministro de Guerra y Marina, promoviéndolo a general de brigada. En este hecho no han reparado sus censores.

Producida la tragedia del 7 de setiembre, los mandos militares convocan a los miembros del Poder Ejecutivo a un urgente Consejo de Ministros, pues no habían alcanzado a funcionar ni el Consejo de Estado ni la Cámara de Representantes, previstas por la Constitución autoritaria de 1940.

Recuerda Morínigo que uno de los ministros militares debía asumir la presidencia, decidiéndose entre él y Eduardo Torreani Viera, ambos generales de brigada. A su vez el capitán Juan Speratti adjudica a la imposición de los mandos militares -concretamente los coroneles Sosa Valdez y Paredes- la decisión entablada en la puja entre los generales Antola y Morínigo. Producido el empate se destina al azar del revoleo de una caja de fósforos la suerte de la nación paraguaya y mediante dicho irresponsable procedimiento el último asume la primera magistratura. (“La revolución del 17 de febrero de 1936”, Asunción, 1984, p. 302). Aunque sin exponer tan pintoresca decisión, el historiador Alfredo M. Seiferheld se hace eco de dicha tradición (“Nazismo y fascismo en el Paraguay”, Asunción, 1986, p. 105). También en pieza literaria ha sido relatado el inusual procedimiento por el escritor paraguayo Carlos Garcete.

 

“¿NACIONALISMO?”

Tras aquella “sudorosa” jornada, el Gral. Morínigo, insaculado de tal forma, procede a confirmar el gabinete integrado por los ministros de Estigarribia. En sus recuerdos pone en boca del Gral. Paulino Antola, a quien había hecho bajar de Río de Janeiro para asumir la cartera de Guerra y Marina que él dejaba vacante, una infidencia en el sentido de alentar los miembros liberales del gabinete una “conspiración” para derrocarlo. El 30 de setiembre se desembaraza de ellos y desigan a otro grupo de secretarios de Estado “sin banerías”, aunque con notorio avance de “tiempistas”.

A estos se refiere manifestando que “eran muchachos nacionalistas, muchachos puros, intelectuales”. Aludía, por supuesto, a los nucleados en “El Tiempo” publicación que apareció entre febrero de 1939 y octubre de 1942, a cuyos responsables se les han adjudicado ciertas simpatías corporativistas al estilo de Oliveira Salazar. Morinigo los chutó cuando no convinieron a su politica.

En vigenvia la tregua establecida por Estigarribia, en el general se asió a la Constitución del 40 en todo aquello que concordaba con sus planes, entre ellos la reelección que, a partir de 1940, extendía el periodo presidencial a cinco años, memorizando, de paso, que la citada Carta no admitía reformas hasta una década después. El asunto es que sin adversarios (porque  los artilugios legales los habían suprimido) resulta elegido  para el tramo 1943- 1948, lapso durante el cual al primigenio plan trienal reemplazaría el “quinquenal”.

La trajinada “Revolución Nacionalista Paraguaya”, que duró en efectividad desde el 40 al 43, pretendía desenvolverse bajo la consigna de “orden y paz” para promover la justicia, reformar el regimen comunal, establecer una remozada política externa que contribuyera a la paz del hemisferio y, además, distintas orinentaciones financieras. En el intermezzo fue visitado, y a su vez visitó, en especial los Estados Unidos.

 

EL POTRO INDÓMITO

Creyó el general que bajo la denominación de “Revolución Paraguaya Nacionalista” (sin antecedentes en Pane, Mallorquín y mucho menos en O’Leary)  podía desplazar al “caduco sistema liberal individualista”, contra el que también apuntaron los fuegos de Estigarribia y había pasado a mejor vida con los cañonazos “pro-radicales” del 2 de julio de 1908.

De paso dedicó algunas diatribas a la Constitución de 70, a los “viejos oligarcas venales y fanáticos”, manifestando la oportunidad de “alzarse contra los graves e innumerables errores del pasado”. Después de señalar que “el paraguayo es el único extranjero en su propia tierra”, indicó, entre los logros del “Nuevo Orden Revolucionario Nacionalista” (sospechoso lenguaje, nada autóctono), la lucha contra el latifundio, el enaltecimiento del trabajador, la colaboración con los aliados contra las potencias del Eje, las gestiones ante Argentina y Brasil para la condonación de la deuda de guerra de 1870. Asimismo anunció la derogación de la ley de prensa, la tregua política y la aplicación de alguna amnistía, propósito que no le fue dado cumplir.

Entre sus logros deben enumerarse estos: Creación de IPS, del Banco Central, de la Flota Mercante del Estado, de Copacar, Copal e Instituto Geográfico Militar, además de la implantación monetaria del guaraní. Igualmente fueron reformados los planes de estudio del Colegio Nacional de la Capital y de la Escuela de Comercio. El 28 de enero de 1942, no sin muchas idas y venidas, rompe relaciones con el Eje, y se pone bajo el ala de los Estados Unidos de Norteamérica. Desde el 26 de junio de 1946 al 12 de enero de 1947 gobierna con un gabinete de coalición, flor de un día. Después vendrá la guerra incivil de 1947 y su propio enclaustramiento por los intereses partidarios provenientes del movimiento del día 13 de ese mismo mes y año.

Su política agraria ha sido enérgicamente censurada por el maestro Carlos Pastore y la internacional por Alfredo M. Seiferheld en su referido libro, p. 103-282. Y para que el potro indómito del Estado completara su ciclo bastará mencionar el decreto de disolución del Partido Liberal (25 de abril de 1942) que él mismo tuvo que anular el 25 de setiembre de 1946 como documento cercano a la literatura fantástica.

 

TODOS VENCIDOS

En la madrugada del 3 de junio de 1948 dirigentes “colorados” le solicitan la renuncia ante la sospecha de que no entregaría el poder. “Fue derribado del cargo por una rápida y audaz maniobra conspiraticia” (Dr. Hassel Aguilar Sosa, ob. cit. p. 45).

Con el correr de los días cayeron igualmente los que se encumbraron a su costa, los del lejano pasado y el ayer inmediato, vencidos todos por no haber aprendido que principismo, política y ética son inseparables.

 

 

J. MANUEL FRUTOS

 

“Pondré mi mejor empeño para lograr la

pacificación de los espíritus, la vigencia de la ley y

la concordia de la familia paraguaya”.

(J. Manuel Frutos, 3 de junio de 1948).

 

UNA VIDA VERTICAL

Juan Manuel Frutos Escurra nace el 12 de junio de 1879 en el hogar de los esposos don José Dolores Frutos y doña Juliana Escurra, que era hermana del expresidente de la República, coronel don Juan Antonio Escurra. Como ya ha quedado dicho este apellido (que en realidad se escribe con “z”) es de origen vascuence, proviene de la villa de su nombre en Navarra y significa “encinal”. En otro barrio de la ciudad y en esa misma fecha viene al mundo Juan Emiliano O'Leary.

En 1895 ingresa en el Colegio Nacional de la capital, siendo sus profesores, entre otros, don Cleto Romero -también director-, Manuel Domínguez, Emeterio González (que enseñaba filosofía e instrucción cívica), Manuel Fernández Sánchez (el maestro krausista español), Manuel Gondra (catedrático de retórica y literatura general), Jorge López Moreira, Blas Garay y Manuel Franco. Retira su diploma de bachiller en ciencias y letras el 1° de marzo de 1901.

Inicia sus estudios de derecho y ciencias sociales en febrero de 1903. Obtiene el doctorado en 1912 con su tesis sobre “Del interdicto de retener la posesión”. En el intermedio ha sido secretario contador de la Comisión de Obras Públicas, celador de disciplina del Colegio Nacional, defensor de reos pobres, agente fiscal en lo civil y juez de primera instancia en ese rango. En el tiempo de su graduación organiza el 7° batallón de la guardia nacional, del que es comandante.

Así se inicia la etapa juvenil de su existencia, signada por una indudable vocación de servicio y ya entonces por una verticalidad de conducta que en el futuro se habría de acentuar.

 

IMANTACIÓN POLÍTICA

El 30 de abril de 1906 suscribe el acta de fundación de la Liga de la Juventud Independiente, organización que tomaba como bandera el cumplimiento de la Carta Magna del 70, de por donde a sus integrantes se los conociera como “constitucionalistas”. A pesar de haber participado algunos de ellos en el movimiento liberal de 1904, puede afirmarse que no tenían filiación definida, salvo la de un ideario generacional -ubicado más allá de los partidos tradicionales- que se había nucleado en torno de Carlos García, carismático líder de aquella mocedad. Cuando don Manuel Gondra les invita a ingresar en el naciente “radicalismo” la Liga procede a disolverse, incorporándose unos al liberalismo y otros al republicanismo. Entre estos últimos merecen citarse Frutos, Juan León Mallorquín y J. Isidro Ramírez.

Se suma a las filas de la Asociación Nacional Republicana coincidentemente con Pane y O'Leary. En esas filas se desarrollará con exclusividad toda su actuación posterior. De tal modo participa en la rebelión de Laureles (1909) como ayudante del coronel Escurra. Durante el breve mandato del Dr. Pedro P. Peña se lo designa delegado civil y militar en campaña. Luego pasa a cumplir el inevitable destierro en Corrientes, donde escribe las candentes páginas de “!Luchad!”.

Igualmente se desempeña como delegado partidario en el interior y en 1923 completa el colegiado de la ANR juntamente con O'Leary y el mencionado Dr. Ramírez. En 1947 es miembro del comité de defensa civil y después titular de la comisión de unificación. El 19 de mayo de 1954 encabeza un “Manifiesto al pueblo de la República” y el 27 de octubre de 1955 participa del denominado “reencuentro”. Seguidamente preside la comisión especial que se constituye para difundir en la campaña la “doctrina de la buena fe”.

Fue periodista de doctrina y de acción desde “General Caballero”, “El Sufragio” y “El Colegiado”, sufriendo persecuciones y prisiones.

 

JURISTA Y LEGISLADOR

Queden invertidos los términos en virtud de su primera actividad en el ámbito judicial, ya enumerada. En ese orden deben recomendarse su versación y su interés por los temas jurídicos, puestos de resalto en el proyecto presentado el 28 de abril de 1917; por el que se solicita al PE copia de todos los antecedentes de hábeas corpus presentados y de desobediencia a las disposiciones del Superior Tribunal en tal sentido.

Por otra parte, el 19 de junio de 1930 ha de presentar una iniciativa tendiente a la derogación del artículo del Código Civil que permite el “pacto de retroventa”, que él consideraba de “grave daño” para la propiedad privada de las clases económicamente débiles. Igualmente reaparece su pasión de antaño a través del pedido de modificación a diversos artículos de la Constitución y del agregado de otros.

El 12 de junio de 1947 es elevado a la presidencia de la Corte Suprema de Justicia por fallecimiento del Dr. Juan León Mallorquín, a quien lo unían no pocas afinidades. Cumplida la provisionalidad en la primera magistratura, el 18 de agosto de 1948 reasume sus funciones en la Corte.

En esa oportunidad propicia, el 2 de mayo del año inmediato, la convocatoria al Primer Congreso Judicial, acontecimiento inédito en el país. El 26 de noviembre de 1949 se aleja involuntariamente del cargo, al que retorna el 20 de junio de 1956. En esta ocasión propicia la realización de un segundo Congreso. Durante su gestión se rodeó de magistrados jóvenes, muchos de los cuales no compartían sus ideas políticas, rasgo de civilidad que, por cierto, lo honra.

En cuanto a su tarea de legislador bastará indicar que ella fue cumplida en el Senado en dos ocasiones: 1917 y 1929. Proyectos de importancia fueron tres: de amnistía, de descanso dominical (1917) y de enseñanza mínima (1921), entre varios.

 

PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA

Ante la renuncia impuesta al Gral. Higinio Morínigo (bajo la no declarada sospecha de que intentaría prolongar su mandato con el apoyo de las armas) en la madrugada del 3 de junio de 1948, se reúne la asamblea legislativa para designar mandatario provisional. En la misma el joven parlamentario Dr. Mario Mallorquín, hijo del fallecido líder (todo un símbolo), propone su candidatura, la que es aprobada por unanimidad. Llega así a los altos estrados un novecentista nato y a la vez un representante del republicanismo histórico, remplazado éste más tarde, por alguna denominación folklórica, que subsiste, pero en distancia, cada vez mayor, de los orígenes doctrinarios.

Gobernó el Dr. Frutos, un varón “a lo ymá”, como nunca más ha vuelto a repetirse, durante dos meses y 12 días, a partir de la recordada fecha y hasta el 15 de agosto, en que entrega el poder a su sucesor Natalicio González. Y lo hace con respeto de los cauces institucionales, dándole a su gestión el sello de un no repetido señorío y el deseo de restañar las “venas abiertas” que en el cuerpo y el alma de la nación había dejado el movimiento de 1947.

Entre algunos de sus logros merecen citarse la memorable declaración del 16 de agosto como “Día del Niño Paraguayo”, que venía propiciando el historiador y profesor don Andrés Aguirre, por esa época director de Informaciones de la Presidencia. Otros están relacionados con el “Régimen legal de la Propiedad Intelectual” (antes que rigiera la actual ley 94), la modificación de la “Ley Orgánica Municipal N°- 915” y la “Creación del Instituto de Cultura Nacional”, que se tragó el olvido y que en el presente merecería ser exhumado.

Hubo asimismo otros decretos destacables, entre ellos el que “nacionaliza los servicios de electricidad y tranvías” y uno por el cual se otorga la condecoración de la “Orden Nacional del Mérito” al ilustre filósofo y educador chileno don Enrique Molina.

 

UNA LECCIÓN DE ÉTICA

Es preciso mencionarla para que los niños y los jóvenes que frecuentan las aulas se acostumbren al conocimiento de los bellos ejemplos y traten de imitarlos en el porvenir. El dato es éste: el 26 de noviembre de 1949 se sabe que el Dr. Frutos ha renunciado a la titularidad de la Corte. Ocurre que una comisión representativa del Partido Colorado y formada por ministros del PE y tres miembros de aquel cuerpo le habían solicitado, en su domicilio, la renuncia a esas funciones, a lo que él, con verdadera entereza, se negó en virtud de la ilegalidad del procedimiento. Como consecuencia de ello fue reemplazado de oficio, no sin antes disponer el levantamiento de un acta notarial. Ese era Juan Manuel Frutos (ru), vertical hasta el fin.

Muere en esta capital el 15 de abril de 1960. Nunca como en esos instantes hubo de ser auténtica la imagen traducida en uno de los epinicios de Natalicio González: “Guió imperioso y dulce”. Y así fue.

 

 

NATALICIO GONZÁLEZ

 

“Hay degradaciones que infaman a la colectividad

y que duelen a cuantos viven orgullosamente

la empresa civilizadora de su pueblo”

(Natalicio González, 1949).

 

LA RAÍZ GUAIREÑA

Viene esta denominación del título, muy acertado por cierto, de su valiosa novela “La raíz errante”, digna de figurar entre las grandes de la narrativa de nuestra América. Porque él quiso ser, sin desmentir el sello de su paraguayidad, un guaireño entrañable, que nunca dejó de mencionar a su añorada comarca natal, la de sus ojos de niño y sus letras de adolescente. Por otra parte, él mismo simbolizaba, como tantos otros, esa raíz.

Juan Natalicio González nace el 8 de setiembre de 1897 en la Villa Rica del Espíritu Santo en el hogar de los esposos don Pablo González y doña Benita Paredes, cuyas posteriores tareas rurales habrá de encomiar. Casa con Lidia Frutos Alderete, sobrina, por parte de madre, de Eusebio Ayala y Antolín Irala, con ascendencia de los Bordenave, y venida al mundo en San José de los Arroyos. Fue profesora normal aquí y doctora en filosofía y letras graduada en Buenos Aires, además de su perfeccionamiento en los Estados Unidos.

Su formación queda cumplida en su hogar. Problemas económicos lo traen a la Asunción en 1915, sumergiéndose desde entonces en el periodismo, actividad difícil y algunas veces insalubre que nunca más abandonará, tanto en lo que concierne a lo literario como a lo informativo. Como Sarmiento, como Lugones y en particular como Rodó, era autodidacto, “doctorado en las ciencias del pueblo”, según lo calificaba su amigo del alma, el ingeniero don Gabriel del Mazo, uno de los hombres más nobles que ha dado la tierra de los argentinos.

Muere en la capital de México el 6 de diciembre de 1966. Su esposa se suicida de inmediato. Diez días más tarde sus restos llegan al Paraguay. Y después ... Bueno, cabe preguntarse: ¿Y después?.

 

ATRACCIÓN DE LAS IDEOLOGÍAS

Ejercieron sobre su pensamiento una indudable atracción, que se ha manifestado desde 1935 hasta una de sus obras póstumas: “La ideología americana” (1984), tratándose de influjos no siempre confiables, cuya importación autóctona tornaba impredecible su arraigo. Sin asomo aún de tales brillazones en su ánimo, ingresó a la todavía Asociación Nacional Republicana el 8 de setiembre de 1916, constituyéndose en acompañante del Dr. J. Manuel Frutos, de cuyo diario “General Caballero” llegará a ser secretario de redacción. (Declaró haber sido con don Víctor Morínigo, su “ang-irü guasú”, el autor de la estrella blanca incorporada a la divisa partidaria el 15 de mayo de 1935).

Su ideario, desde el punto de vista de la cultura continental y del espíritu liberador que debe distinguirla, puede situarse, con las debidas precauciones, en la cercanía del peruano José Carlos Mariátegui, excluyendo de éste su inclinación marxista. Y en otros aspectos, dentro de los andariveles de la teorización política, no será descaminado descubrir las analogías con el argentino Raúl Scalabrini Ortiz (1898-1959) y el boliviano Carlos Montenegro (1904-1953), patriotas ambos que tal vez hayan pasado, en estos tiempos de confusión, a ingresar a la categoría de “soñadores”.

Con todo, quien desee sumergirse en el tema no podrá soslayar la lúcida aportación de su discípulo, el Profesor Dr. Efraín Enríquez Gamón en su “Interpretación ideológica de Natalicio González” (1978). A esto habrá que sumar las referencias del propio del Mazo, del Dr. Víctor Frankl, Pedro Calmón y otros.

Por haber dedicado un número de su revista “Guarania” (26 de diciembre de 1935) se lo ha filiado como discípulo del libelista reaccionario francés Charles Maurras, sin tener en cuenta que en 1924 ya había destinado desde la prensa periódica sublimes bodocazos a los ridículos dictadores Mussolini, de Italia, y Primo de Rivera, de España.

 

BELLO ESPEJISMO

Haciendo abstracción de contundentes ejemplos habidos en nuestra América, Natalicio, pluma en ristre, se lanzó, no para él sino para sus correlí, a la conquista del poder, mágico horizonte cuyo resplandor ha derribado a más de uno. Pervivía aún, aunque un algo derrengado, aquel grito de Lenin que en octubre de 1917 conmovía los ruinosos cimientos zaristas (para instalar otros de no mejor calidad): “¡Todo el poder a los soviets!”, en su caso a los “colorados”, ya que la histórica presencia republicana había comenzado a esfumarse.

Así Natalicio tendió las redes, aunque en verdad estaban aguardándolo, hacia el dictador de turno, el Gral. don Higinio Morínigo, cuya cercanía le enajenará no escasas simpatías en el continente, entre ellas las del pensador oriental uruguayo Dr. Carlos Quijano, y aquí las serenas advertencias de don Arsenio López Decoud. Primero embajador, después ministro de Hacienda, marchó hacia el ruedo sin cálculos (fenómeno muy paraguayo, desde luego, si bien no guaireño) y sin previas tratativas de toma y daca. El Dr. Leandro Prieto Yegros, hijo de quien estuvo a su lado en horas decisivas, valiente y abnegado editor suyo, ha definido, tal vez sin proponérselo, el perfil de esa actitud: “...Nunca titubeó ante el tributo de su propio holocausto personal”.

No recordó Natalicio que ya había fracasado el camino presidencial de dos eminentes escritores de nuestra América: el colombiano Guillermo Valencia y el boliviano Franz Tamayo, y que él no sería una excepción, no obstante su llegada. Pues, como señala el Dr. Aguilar Sosa en su recomendable estudio, su candidatura se produjo en condiciones “extremadamente anormales”.

Con todo, quedaba el indeleble ejemplo moral de don Manuel Talavera, quien, al proponerla, renunció a la presidencia de la Junta de Gobierno, para no propiciar la lucha de candidaturas (¡oh tempora!).

 

TRÁNSITO PRESIDENCIAL

Por fin está Natalicio en el podio gracias a una convención partidaria que para algunos fue un vulgar atraco y para sus seguidores un espejo en el que se reflejaba la “voluntad popular”. Sus adversarios (no los de su divisa, cuyas bendiciones no había logrado en totalidad) le reprocharon el haber ascendido al sillón de don Carlos “por procedimientos vedados en una democracia”, náyade esquiva cuyos encantos continúan aún hoy día en disputa.

Contemplan su acceso al poder (galera, pechera y frac, bastante alejados del proclamado “pynandismo”) prestigiosos intelectuales de este continente: Gabriel del Mazo, argentino (que lo hizo a la sordina) Daniel Cosío Villegas, mexicano; Germán Arciniegas, colombiano; Pedro Calmon, brasileño; Adalberto Ortiz, ecuatoriano, y José Rafael Pocaterra, ven,

Integró su gabinete con algunos ciudadanos que habían pertenecido al del presidente Frutos. Esta es la nómina: Interior: J. Augusto Saldívar (Liberato Rodríguez); Relaciones Exteriores: Domingo Montanaro (Juan E. O'Leary); Hacienda: Leandro P. Prieto; Obras Públicas; Víctor Morínigo; Economía: Mario Mallorquín (Martín Cuevas); Salud Pública: Crispín Insaurralde; Educación: Felipe Molas López; Defensa Nacional: Gral. Raimundo Rolón. Nada pudo hacer en cinco meses y quince días, y menos en la parte educativa, que no concitó su interés.

Entre sus logros deben citarse los siguientes: Creación de la Dirección de Industrias Paraguayas; explotación de los servicios eléctricos; traslado de la Escuela Militar; Censo de tierras y plan arrocero. Su política agraria ha sido impugnada por el maestro Carlos Pastore. E igualmente la creación de la Dirección de Industrias Paraguayas y, el 18 de enero de 1949, el propósito de convocar a los representantes de los países de nuestra América. Apenas si perdidos rasgos de un sueño que no le fue posible materializar.

 

EL CAPUZ DEL OLVIDO

Tarda un algo Natalicio (como lo señala en sus memorias) en advertir que dos generales (Villasboa y Rolón) están jugando al “tová mocöi”·, especie de ping-pong de reiterado ejercicio en nuestro ámbito. Pretende atajarlos, pero la suerte está echada y se decide a enviar la renuncia. Ocurre esto el 30 de enero de 1949. Viaja a la Argentina, donde resulta no ser santo de la devoción del “primer Perón”, y enseguida a México, donde lo tratan decentemente. Lejos habrán de quedar sus amigos más queridos y próximos colaboradores: don Víctor Morínigo y los doctores Martín Cuevas y Leandro Prieto, todos ellos paraguayos de ley, personificada decencia.

Surge entonces, a pesar de la cuantía y calidad de sus obras y de su trayectoria intelectual, la propaganda del “Natalicio mondajhá”, o sea; tras el derrocamiento, la calumnia. Y más tarde el olvido, “ese compinche de la neo-barbarie”, para decirlo con el ilustre filósofo argentino Dr. Víctor Massuh. Y con el tiempo, aquello del evangelio de San Lucas: “Deja que los muertos, entierren a sus muertos”.

 

 

GRAL. RAIMUNDO ROLÓN

 

DESDE PARAGUARÍ

En el hogar integrado por don Manuel Rolón y doña Elisa Villasanti, aposentados en Paraguarí, nace el 14 de marzo de 1903 Raimundo Rolón, quien habría de alcanzar altas posiciones en la vida del país en los órdenes castrense y gubernativo.

Según el historiador don Osvaldo Kallsen cursa -después de los primarios- sus estudios en la Escuela de Comercio. En cambio el Dr. Carlos R. Centurión lo hace frecuentar las aulas del Colegio Nacional de la Capital para luego iniciarse en la milicia, orientación en la que coinciden ambos.

Es indudable que sus actividades se redujeron a la carrera de las armas en una época en que, por decreto del 29 de mayo de 1920, había sido aprobado el reglamento orgánico y el plan de estudios correspondiente, medida que una nueva reforma acentuará un lustro más tarde.

Debe recordarse que fuera del ejército ocupó funciones en la administración civil, mencionándose entre ellas la de jefe de Policía de la Capital, embajador en el Brasil, interventor y reorganizador de aduanas y puertos -cargo que desempeñara por varios años- y finalmente en carácter de senador nacional.

Le acompañaron, asimismo, notorias inquietudes intelectuales, siempre en el plano profesional, mereciendo citarse las siguientes obras y contribuciones al dilucidamiento de la historia y de acciones bélicas que eran de su conocimiento: “La batalla general de Zenteno-Gondra”, “Nanawa y la rendición de Campo Vía”, “Boquerón, cuarenta años después” e “Historia de la guerra del Chaco”, 2 vls, por citar sólo algunas.

El Gral. Rolón falleció en la Asunción el 17 de setiembre de 1981.

 

FUEGO CRUZADO

Raimundo Rolón obtiene en 1923 su despacho de teniente 2° de artillería. Desde entonces sus progresos en el arma serán evidentes. Así el 11 de mayo de 1926 asciende a teniente 1°; el 13 de mayo de 1929 llega al grado de capitán; ya iniciada la guerra, el 3 de diciembre de 1933, pasa a mayor y el 15 del mismo mes y año inmediato ya es teniente coronel. A cuatro años determinado el conflicto, o sea en 1939, se lo eleva a coronel. El 19 de abril de 1947 tiene el último ascenso: el que lo convierte en general de brigada.

Conviene destacar que fue el primer alumno de su promoción y el primer brigadier mayor de la Escuela Militar. Actuó también corno oficial de planta de aquel instituto, donde ejerció el profesorado. Fue instructor de la Escuela de Aspirantes a Oficiales de Reserva e hizo cursos en la Escuela Superior de Guerra.

Durante la guerra se desempeñó en calidad de capitán del Grupo de Artillería N° 2 “General Roa”. En febrero de 1933 se lo nombra jefe de operaciones en el Estado Mayor General del Comanchaco, en reemplazo del fallecido capitán Ramón Avalos Sánchez. Su actuación le valió ser condecorado con la Cruz del Chaco. Asumió, más tarde y advenida la paz, las funciones de comandante en jefe de las fuerzas armadas.

Resulta indudable, en la trayectoria del general Rolón, hasta el año 1947, una evidente inclinación a no desviarse de las tareas propias de su vocación. Pertenecía a una remesa que se había formado en el ideario del general Schenoni, que no sin esfuerzo logró inculcar el principio de profesionalizar el ejército, soslayando o tal vez evitando su participación en las revueltas y asonadas que por largo tiempo distrajeron la atención de los hombres de armas y los sacaron de su verdadero camino. Algunos ejemplos pueden adelantarse acerca de cómo entendían el tema y el espíritu del deber militar los jóvenes cadetes de los años ‘20.

 

EL DEBER MILITAR

En este aspecto vale incluir, inicialmente, el testimonio del general Andrés Aguilera, condiscípulo y contemporáneo del general Rolón. Recordó el aludido jefe que estando en Cangó (Artigas), en julio de 1924, fue apalabrado por un representante de capitanes residentes en la capital para sumarse a un movimiento contra el presidente Riart a fin de impedir que el Dr. Eligio Ayala asumiera la primera magistratura. De inmediato se puso de acuerdo con el comandante de sección en la batería, el entonces teniente 2° Raimundo Rolón, disponiendo ambos manifestar al emisario que no estaban de acuerdo con esa propuesta y que permanecerían leales al gobierno.

Por otra parte, en oportunidad del 17 de febrero de 1936, Rolón se retira del servicio activo -por estimar subvertida la disciplina castrense- reincorporándose con posterioridad al 13 de agosto de 1937. Dicha situación le valió el confinamiento en Peña Hermosa, junto con otros compañeros.

Ese mismo concepto supo ponerlo de resalto como modalidad personal, manifestándose en ocasión de la reconvención de un superior (general), recibida cuando él ya era coronel. Esto lo dejó expresado el Gral. Vicente Machuca al recordar los inconvenientes sufridos por sus gestiones de retiro a raíz de que Rolón, por entonces (“tiempos de Estigarribia”) jefe de estado mayor, manifestaba ignorarlos, cuando que, según el general, obraba en el expediente respectivo. Menciona haberlo tratado con dureza, añadiendo: “No me contestó, quedó callado y después decretaron mi retiro”. Quizá no haya sido por pusilanimidad sino por ese concepto de la disciplina que se le había inculcado.

Rolón formó parte del conjunto de las fuerzas armadas que en acto público, realizado el 13 de marzo de 1941, juró lealtad al “Movimiento Nacionalista Revolucionario”, inventado por el Gral. Morínigo.

 

MINISTRO DE NATALICIO

Don Víctor Morínigo ha evocado una situación producida durante los preparativos del golpe partidario del 13 de enero de 1947 y aunque no se trata de un escarceo político puede tenerse en cuenta como antecedente de lo que va de ayer a hoy, cotejándolo con las comentadas actitudes de 1924 y 1936. En uno de los párrafos dice: “Llamé al coronel Rolón, que pasó la noche conmigo...”, vigilia algo distinta que la de un cuarto de siglo atrás. Sin embargo, cuando más adelante se le solicitó su parecer sobre aquel acompañante, don Víctor le dio terminante: “Tengo una pobre opinión sobre él”.

Mas, para la crónica, lo anterior no pierde relevancia: el 3 de junio de 1948 Rolón es ministro de Defensa en el gabinete del doctor Frutos. Al asumir el mando el 15 de agosto, Natalicio González ha de confirmarlo en esa cartera, en la que supo durar hasta el 29 de enero de 1949.

Natalicio ha afirmado que fueron las ambiciones individuales las que descalabraron la situación producida el 3 de junio. Por lo demás exhala su queja (una vez defenestrado) por la “sorda hostilidad del ministro de Defensa”, señalando que ya hubo de participar desde Paraguarí en el fracasado movimiento del 25 de octubre de 1948.

Se duele del doble juego o carta de los generales Rolón y Villasboa para con él, a la vez que denuncia el saqueo que “los jefes sublevados” concretaron contra sus bienes.

Lo cierto es que el Gral. Rolón participa activamente en la caída de Natalicio, prevista por el deseo de “institucionalizar la unidad partidaria”, tarea en la que estaban comprometidos no pocos dirigentes.

Previa renuncia, el 30 de enero de 1949 Natalicio González es bajado del gobierno por sus propios correlí y por nadie más.

 

26 DE FEBRERO DE 1949

Al acceder al mando el Gral. Rolón confirma a tres de los que habían sido ministros de Natalicio: el maestro O'Leary en la cancillería; el Dr. J. Augusto Saldívar en Economía y el Dr. Felipe Molas López en Educación.

En tanto se ha procedido a la reorganización del coloradismo reemplazando Molas López a don Manuel Talavera en la conducción de la junta de gobierno. Según manifiesto de ese organismo, el golpe del 26 de febrero, que habría de dar en tierra con los 28 días de Rolón, se realizó para concretar la unidad partidaria y “desalojar a los restos del “natalicismo” de las funciones oficiales.

Se tenía la preocupación de que ciertos núcleos “institucionalistas” en lo militar pudieron impedir no sólo aquellos propósitos sino el cumplimiento del pacto de llevar primero a Molas López a la presidencia y don Federico Chaves, después. En su valle de Paraguarí es apresado el general con su comitiva y así termina un nuevo tira y afloje por el poder.

 

 

FELIPE MOLAS LOPEZ

 

DE PARÍS AL CHACO

El doctor don Felipe Molas López -los datos existentes sobre su persona son menos que escuetos- después de hacer su bachillerato se dirigió, siendo muy joven (había nacido en 1901) a París para seguir la carrera de Odontología, que en nuestro medio no había sido creada.

Allí, en Burdeos, obtiene su graduación, especializándose en implantes o injertos dentarios. Según el historiador don Osvaldo Kallsen logró un primer premio con medalla de oro en un concurso de facultades de medicina realizado en aquella ciudad.

Con ese antecedente profesional participa de la guerra del Chaco, donde alcanza el grado de capitán de Sanidad. El Dr. Pedro Duarte Ortellado, primer ministro de Salud Pública durante el gobierno del coronel Rafael Franco, lo ha recordado como habiendo contribuido a la formación de la Facultad de Odontología de la Universidad Nacional. Esto quiere significar que tuvo inquietudes científicas que con los años la dedicación a la política se encargó de desdibujar. Con todo, entre sus adversarios internos le quedó el denominativo de “odontólogo” como un mercante, peyorativamente empleado en una época en que eran escasos los doctorados de carreras intermedias como la de farmacia o economía, las que funcionaban en lo que ahora se denomina el “nivel terciario”. Tampoco los veterinarios eran considerados en esa situación, cuyos brillos máximos estaban circunscriptos a médicos y abogados, éstos con el engalanamiento de las ciencias jurídicas.

El doctor Molas López continuó su tarea de servicios, particularmente en el aspecto señalado, hasta la hora de su deceso, ocurrido en marzo de 1954.

 

MINISTERIO Y PRESIDENCIA

El concurso de Molas López se inaugura el 21 de febrero de 1936 y hasta octubre de ese año en el desempeño de la Intendencia Municipal de Asunción por interés de los contactos que había hecho durante la guerra y en virtud de la colaboración dispuesta por algunos “colorados” a la revolución triunfante ese mes y año. Se aleja de esa actividad por no concordar con el naciente oficialismo, aunque no de la política, cuyo ejercicio le era, al parecer, connatural.

Doce años después su estrella había remontado lo bastante como para formar parte del sector de las decisiones. De tal modo se estrena como ministro de Educación en el fugaz gabinete del presidente Frutos a partir del 3 de junio de 1948. Al advenimiento de Natalicio González, el 15 de agosto, continúa en dicha secretaría de Estado. Cuando el citado mandatario es defenestrado prosigue en esas funciones con el Gral. Rolón hasta el 30 de enero de 1949.

El 15 de febrero la junta de gobierno del Partido Colorado dispone la “más plena y leal adhesión a la candidatura del correligionario Dr. Felipe Molas López, a ser sostenido para los comicios convocados para el 17 de abril”. A la vez se autoriza a la comisión mixta unificadora para propiciar dicha candidatura y dirigir y realizar los trabajos hasta hacerla triunfar.

Por un “acuerdo de caballeros” habido entre los calificados de “chavistas” y los “democráticos” (luego esta denominación prevalecería sobre aquella) se había establecido que una vez terminado el mandato de Molas López (constitucionalmente extendido hasta 1954) se daría paso a la nominación de don Federico Chaves.

Es así como el 27 de febrero de 1949 asume la presidencia provisional, que el 14 de mayo -elecciones mediante- pasa a convertirse en propiedad. Será derrocado el 11 de setiembre, habiendo ocupado la primera magistratura durante seis meses y doce días.

Su gabinete estuvo integrado de la siguiente manera: Interior, Liberato Rodríguez (Mario Mallorquín); Relaciones Exteriores, Federico Chaves (Bernardo Ocampos); Hacienda, Ramón Méndez Paiva; Obras Públicas y Comunicaciones, Rigoberto Caballero; Salud Pública y Previsión Social, Pedro Hugo Peña; Defensa Nacional, José Zacarías Arza; Economía, Liberato Rodríguez (Bernardo Ocampos; Fabio da Silva); Justicia y Trabajo, J. Augusto Saldívar (Fabio da Silva; Guillermo Enciso Velloso); Educación, J. Eulojio [sic] Estigarribia.

En el transcurso de su mandato se dictó la amnistía para los exiliados, incluyendo a combatientes del 47, pero en el exterior no se dio mucho crédito a esta disposición. También se reanudaron las relaciones con la República Oriental del Uruguay, que habían quedado rotas a raíz de aquel suceso revolucionario. Cabe consignar, también, el decreto del 2 de abril de 1949 por el cual la Primera División de Caballería pasa a llevar el nombre del Gral. Bernardino Caballero, cuyos restos, por disposición del 15 de mayo, son trasladados al Panteón Nacional de los Héroes.

 

LA RACHA POLÍTICA

El Gral. Higinio Morínigo recordó en un reportaje las circunstancias de su destitución, que fue concretada por Felipe Molas López “y un tal Mallorquín”. Y manifestó haber expresado a quienes en ese momento le requerían la renuncia: “Ustedes se hubieran hecho cargo como gente decente, como políticos de alta envergadura, pero no así, al asalto, a lo que ustedes están todavía acostumbrados”.

La junta de gobierno, en manifiesto difundido el 19 de setiembre de 1949, hizo la historia de las bases a que tuvo que haberse ajustado el presidente Molas López en razón del referido acuerdo; las mismas estaban reducidas a estos puntos: 1) Repudio del régimen de Natalicio González; 2) Unificación del Partido Colorado en relación con sus “principios democráticos y morales”; 3) Restauración progresiva de las instituciones republicanas; 4) Igualmente de la moral pública. Señala el documento que el alto organismo y el comité central de la juventud partidaria colaboraron con “lealtad y energía”.

La dirección del coloradismo indicó que se había resuelto la “sanción judicial” a los responsables de la situación anterior, pero sólo se advertía una especie de política presidencial de apaciguamiento y la incrustación de elementos “natalicistas” y “moriniguistas”, los cuales azuzaron el recelo entre las partes desatando a la vez una “guerra de intrigas”, entre las que figuraban una supuesta conspiración del comandante en jefe, Gral. Díaz de Vivar, con el ministro de Defensa Nacional, Dr. Zacarías Arza, agregándose el jefe de policía, don Epifanio Méndez Fleitas, agavillado con los inventores de la conjura. Una situación desatada en la Aeronáutica y no resuelta por el primer magistrado y la confirmación del Gral. Díaz de Vivar en sus funciones dieron lugar al resquebrajamiento de la tan mentada unidad.

 

A FAVOR Y EN CONTRA

Como siempre pasa en política el Dr. Molas López fue destinatario de diversas opiniones. El Cnel. César F. Mallorquín (hijo de don Juan León), comandante que fuera de la D. C.1 dice que “en lo personal le tenía en alta estima. El Dr. Molas López era de una honradez acrisolada y de un natural humilde realmente admirable. Colorado de larga y meritoria actuación pública, fue también por mucho tiempo un cercano colaborador de mi padre”.

Por su parte, el ex-ministro de Salud Pública del gobierno de febrero, Dr. Duarte Ortellado, lo calificó de “brillante odontólogo”, evocando su actuación en la guerra del Chaco.

En cambio don Víctor Morínigo lo tenía por “el hombre que más daño causó al partido”, descalificándolo en todo sentido.

 

EL OSTRACISMO

Como en los lugares donde no se ejerce la democracia, la Junta de Gobierno tenía por sí el control del Estado y de los encargados de regirlo. De acuerdo con esa postura decidió dar término al mandato del Dr. Molas López retirándole su apoyo en la sesión efectuada el 10 de setiembre de 1949, donde 14 votos contra 3 decidieron la suerte institucional del país. Una comisión formada por don Rigoberto Caballero y los doctores Eladio Montanía y Ramón Méndez Paiva se presentó, a eso de las 23, a solicitarle la renuncia al cargo, la que hizo efectiva momentos más tarde. Según el coronel Mallorquín “figuras señeras lo acompañaron en su caída”, que a su juicio se produjo por las avidez de políticos ambiciosos.

Por decreto municipal número 3.373, del 19 de junio de 1956, la avenida que une la Gral. Genes con la de Artigas, en el barrio Cañada de Ybyray, lleva su nombre. La gloria es el sol de los muertos.

 

 

 

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