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JOSÉ LUIS APPLEYARD (+)

  VOCES QUE NO SE APAGAN - JOSÉ LUIS APPLEYARD


VOCES QUE NO SE APAGAN - JOSÉ LUIS APPLEYARD
JOSÉ LUIS APPLEYARD - VOCES QUE NO SE APAGAN
 
CD 2
 
Entrevista realizada por VICTORIO SUÁREZ
 
Palabra viva de grandes escritores paraguayos
 
 
 
 

Poeta, narrador, dramaturgo y periodista. Nació en Asunción el 5 de mayo de 1927, falleció el 14 de febrero de 1998. Pertenece a la "Generación del 50" de nuestro país. Su formación literaria se inicia en la Academia Literaria del Colegio San José que estuvo dirigida por el P. César Alonso de las Heras. Terminó el bachillerato en la ciudad de Buenos Aíres. A su vuelta ingresó en la facultad de Derecho y Ciencias Sociales, donde obtuvo el título de abogado. Esa profesión la ejerció durante 10 largos años hasta que un día decidió dedicarse plenamente a la literatura, especialmente a la poesía y al periodismo. Formó parte de la Academia Universitaria del Paraguay que cumplió una feliz función cultural en nuestro medio tras los difíciles años vividos a consecuencia de la revolución del 47. Los primeros poemas de José-Luis Appleyard, aparecen en el poemario Poesía, que fue editado en 1953. En cuyo prólogo de la citada edición, el P. César Alonso nos dice: "Desde 1947 la Academia Universitaria congrega a un grupo de jóvenes que tiene un empeño, muy atrevido para los días que les toca vivir, pero muy noble: la conquista del Paraguay por la Cultura. No es un círculo cerrado, cenáculo de iniciados ni por su afán de patria entera, ni por sus componentes. Brotada como una prolongación necesaria de la Academia Literaria del Colegio San José, muy pronto acogió en su seno a jóvenes egresados de otras instituciones. La única selección es la propia buena voluntad para seguir con el movimiento"

Aquel memorable librito contiene los incipientes poemas de José-Luis Appleyard, Ricardo Mazó, José María Gómez Sanjurjo, y el último poeta vivo de esa promoción, Ramiro Domínguez. José-Luis Appleyard dirigió el Suplemento Cultural del diario La Tribuna. En ese medio (ya desaparecido) creó una sección que fue muy leída: "Monólogos". Hace un tiempo, en una entrevista con el autor de este libro, se refería a la tarea poética en estos términos: "El que asume la poesía debe hacerlo no como un medio para alcanzar un fin. La poesía es un fin en sí mismo. No se debe instrumentar la poesía". En el año 1994 obtuvo el Premio Municipal de Literatura. Anteriormente por el "Sesquicentenario de la independencia Nacional" ya había sido galardonado con un Premio Municipal para Teatro por su obra "Aquel 1811". Su primer libro de poemas apareció en 1963 con el título: "Entonces era siempre". Luego se sucedieron: "El sauce permanece" (1965), "Imágenes sin tierra" (novela, 1965), "Aquel 1811" (drama poético-1971), "Los monólogos" (1973), "Tarjetas de Navidad" (hasta 1978), "Tornado de la mano" (1981), "El labio y la palabra" (1982). Otros libros: "La palabra secreta", "Solamente los años", "Desde el tiempo que vivo". En 1997 le conceden el Premio Nacional de Literatura. Otras obras: "La voz que nos hablarnos" (1983), "Palabras secretas" (1988), "Desde es tiempo que vivo" (1993) y "Antología poética" (1996).

 

 

 

 

 

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 JOSÉ LUIS APPLEYARD (Asunción, 1927-1998). Entrevista por VICTORIO SUÁREZ

(17/V/92 - ABC) - (21/VIII/94 - NOTICIAS)

“VEO CON DOLOR EL ROSTRO DE LA CORRUPCIÓN EN TODAS PARTES”

(GENERACIÓN DEL 50 - LITERATURA PARAGUAYA)

 

Desde hace 50 años el poeta José Luis Appleyard se dedica a la tarea de enaltecer la cultura paraguaya. Perteneciente a la llamada Generación del 50, formó parte de la Academia Universitaria (1947) cuya presidencia y secretaría general ejerció con dedicación. Graduado en la rama de Derecho y Ciencias Sociales, eligió como camino el periodismo y la poesía. He aquí una conversación mantenida con uno de los máximos representantes de la literatura paraguaya.

 

—En 1940 llega una generación de gente joven que renovó la literatura. En ese contexto, la poesía surge con auroral energía. ¿De qué manera aquella corriente influyó en los integrantes del ’50, o es que crecieron independientemente?

—No existía en realidad una comunicación; imagínese que en 1940 éramos apenas unos “mitã’i” de 12 ó 13 años, a lo sumo. La actividad literaria se forja ciertamente (para los del Colegio San José) con la llegada desde España (1940) del padre César Alonso de las Heras, que sin lugar a dudas trae las novedades expresivas en idioma español. Habíamos activado a través de la Academia Literaria del Colegio San José; ya para 1947, ésta dio nacimiento a la Academia Universitaria.

Antes no había mayor contacto, no como ahora en que no existen barreras generacionales. En nuestra época la edad era algo insalvable, éramos chicos. Yo llegué a conocerle a Hérib Campos Cervera. En 1946 él llegó a Paraguay mediante un intento de fundación de un centro literario, aquello lastimosamente no anduvo. Entonces yo estudiaba en Buenos Aires, cuando regresé a Asunción ya había estallado la Revolución del 47 y Hérib tuvo que partir al exilio.

 

—Josefina Plá había señalado que la promoción del ’40 tuvo enormes dificultades para mantenerse informada a través de las novedades que se daban en materia literaria. ¿Ustedes tuvieron las mismas dificultades para informarse y leer?

—No precisamente. En 1940, el sacerdote César Alonso de las Heras trajo muy buenos materiales. De esa forma produjo el acercamiento a los poetas españoles del ’27. Eso nos permitió estudiar a Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Gerardo Diego, Jorge Guillén y tantos otros. Dimos un salto de 30 años. Leímos además con gran detenimiento a los poetas clásicos. En materia de poesía contemporánea predominaban los españoles. El padre César Alonso insistía en nuestra formación básica. Gracias a su esfuerzo se superaron algunas lagunas existentes entonces en el programa de literatura. En realidad, no conformábamos un grupo granítico, dogmático; cada uno podía leer lo que quería.

 

—Creo que la más sólida poesía se dio en el ’50; sin embargo, aparecen pocos críticos. ¿Será por la formación estrictamente poética que tuvieron?

—En realidad, el núcleo del ’50 fue la poesía. Publicamos nuestra revista “Estrella” (1941); en 1953 vio la luz el primer poemario de la Academia con el título “Poesías”. En la misma aparecen mis primeros poemas y las obras de Ramiro Domínguez, José María Gómez Sanjurjo, Ricardo Mazó. Otros poetas, sin ser del Colegio San José, también fueron firmes exponentes de la Generación del ’50, tal el caso de Carlos Villagra Marsal, Rubén Barreiro Saguier y Rodrigo Díaz Pérez.

 

— ¿En qué forma tocó a los del ’50 la situación política tras la Revolución del 47?

—Al menos en la poesía de los fundadores de la Academia se tocó el problema muy de paso. Aunque algunos poemas publicados reflejaban los signos del momento vivido. Éramos poetas de todos los partidos, o simpatizantes en todo caso, pero queríamos estar más allá de las querellas, sin echar más leña a la hoguera, nuestra actitud era permanecer lejos del odio.

 

— ¿Eso no se puede considerar como una actitud escapista?

—Al contrario, era una actitud de soberbia. Nuestro lema fue redimir al Paraguay mediante la cultura y no a través de los tiros. No era tiempo para estar cantando aquello que nos rodeaba. Adoptamos como refugio nuestro yo interior para hablar de problemas típicos de nuestra edad. Es que teníamos 20 años.

 

EN ESTE PAÍS LA ESPERANZA ESTÁ NUBLADA

 — ¿Duele asumir la literatura? ¿Qué significación tiene la poesía en tu vida?

—Puedo decir que duele porque uno se ve obligado a romper con ciertos condicionamientos sociales. El concepto “poeta”, por ejemplo, resulta generalmente peyorativo. Se cree que el poeta es un haragán. Esa idea se maneja en determinados niveles sociales. Es el precio que uno tiene que pagar por ser auténtico. Ahora, si uno quiere cabalgar sobre dos caballos, entre dos actividades, corre el altísimo riesgo de perder la autenticidad. En cuanto a la significación de la poesía en mi vida quiero decir que se trata de un signo de verdad. El poeta no puede mentirse a sí mismo, debe dar su verdad. Se ha mentido tanto, la mentira es la reina; la credibilidad ha desaparecido, no por escepticismo de la mayoría de la gente, sino porque los que detentan el poder mienten aunque no tengan necesidad de hacerlo. Entonces nadie cree y se arma una Torre de Babel no idiomática, sino de incomunicación, cuando alguien dice que sí, otro enseguida cree que no. En ese sentido, la poesía debe ser la única que no debe admitir ese juego con la mentira porque debe ser una expresión de paz, sinceridad y verdad.

 

—Y la poesía contestataria, ¿qué función cumple?

—El que asume la poesía debe hacerlo no como un medio para alcanzar un fin. La poesía es un fin en sí misma. Ahora, si el poeta está indignado y escribe respecto a lo que le lastima, creo que está bien. El asunto está cuando se escribe –sin mentir– con la sola finalidad de quedar bien. Eso significa instrumentar la poesía y ponerla al servicio de otra cosa.

 

—Los del ’50 hablaban, como habías dicho, de “Redimir al Paraguay mediante la cultura...”. ¿Se puede decir que ese principio sigue vigente en el espíritu de los poetas que integran tu generación?

—Hay que comprender que la Academia Universitaria nació como proyección de la Academia Literaria del Colegio San José en un año trágico, a comienzos de la guerra civil. Entonces teníamos alrededor de 17 ó 20 años y con una diversidad muy grande de convicciones políticas. A pesar de todo, éramos muy unidos y solidarios.

El padre César Alonso creó el lema: “Redención del Paraguay mediante la cultura”. Eso queríamos. El ejemplo tenía que venir de nosotros. En plena guerracivil discutíamos dentro de un marco terrible que fue plasmando nuestro espíritude tolerancia y diálogo, sin entrar en pugnas personales. Yo me mantengo hastaahora en la misma línea, por eso me da pena ser testigo de algunas divisiones ennuestro gremio de escritores. Me lastiman la falta de confraternidad, las capillasque no conducen a ninguna parte.

 

— ¿Qué protagonismo tiene el escritor en estos momentos?

—Vimos el fin de toda una época tenebrosa. En principio, con la llegada de cierta normalidad en cuanto a libertad se refiere, me costó la adaptación en el periodismo. No podía creer que se podía decir cosas sin ningún tipo de ataduras, sin bloqueo. Pero detrás de todo eso siento una gran decepción. En este país, la esperanza que nació el 2 y 3 de febrero del 89 se fue nublando ante la realidad donde subsisten las pugnas y las mentiras con otras modalidades. Todos somos testigos de lo que está ocurriendo. Creo que la función del escritor es decir la verdad, más aún en este momento cuando por ambiciones de orden social, político y económico, se entra en situaciones tan ridículas, como el caso del Consejo de la Magistratura. Si uno analiza el tema va a encontrar que se trata de un juego absurdo que favorece a quienes siempre manipularon el poder. En ese aspecto, el escritor debe mostrar, como en un espejo, la sociedad que está viviendo y que está plagada de conciliábulos, tapujos e incoherencias. Es lamentable que una persona pública exhiba la mediocridad, la chatura y la inmoralidad. Hay que tener la linterna de Diógenes para encontrar aquí un hombre coherente. En ese sentido, Waldino Ramón Lovera fue un ejemplo, porque practicó la coherencia a pesar de toda la presión que tuvo encima.

 

—En todo este proceso de mentiras e incoherencias, la cultura muy poco representa. Desde tu punto de vista, ¿cuál sería la fórmula para salir adelante? ¿Cómo hacer entender que las cosas deben cambiar?

—Se trata de un proceso largo. El viejo Aristóteles decía: “El movimiento hay que demostrar andando”. Eso significa que tenemos que trabajar todos juntos, con la cultura en sentido de conocimiento y creación artística. No debemos ser espectadores pasivos sino activos protagonistas.

 

—La regresión, la afirmación mística y la preocupación existencial son temas constantes en tus poemas.

—Por la formación que tuve en mi infancia y en mi adolescencia, me he inclinado mucho hacia el mensaje evangélico de la Iglesia Católica. Me ha impactado, además, el pensamiento de Cristo por su profundidad. La Semana Santa y la Navidad, por ejemplo, son momentos de honda religiosidad para mí. En mis escritos he intentado siempre escribir sobre estas fechas específicas. Hay cálidos recuerdos de infancia que he plasmado en mi libro “Entonces era siempre”. Tengo el recuerdo y la nostalgia del niño que fui. En el ámbito social y de manera solapada, durante el stronismo escribí algunos poemas que reflejan nuestra realidad circundante.

 

—Como producto temporal cada libro tiene su historia. En ese sentido, ¿qué significado tiene tu obra “Desde el tiempo que vivo”?

—Cada libro es producto de un determinado tempo. “Entonces era siempre”, “Imágenes sin tierra” (novela que toca el exilio), son libros que marcaron una época de mi vida. Pero “Desde el tiempo que vivo”, mi última obra escrita en verso y prosa, me dice que sigo cumpliendo una función en la vida. Expreso en la misma todo lo que siento y pienso de este terrible milenio que comienza con la peste negra que viene del este y se cierra con el sida. El libro presenta una mezcla de elaboración.

Pasé tres años leyendo toda la historia que tiene que ver con este milenio.

Después de un año, a través del periodismo comencé a tocar los primeros artículos que luego conformaron la totalidad del libro. La intención es mostrar que a pesar de tantas guerras, tanto desastre, tanto salvajismo, hay una esperanza. En Madrid, durante mi última estadía, recibí favorables comentarios, eso me motivó muchísimo.

No se trata de una relación cronológica de hechos, no son poemas, pero tiene forma poética, no es historia, pero se basa en hechos históricos. No puedo decir que un libro me satisfizo más que otro, cada uno cumple su ciclo, su etapa, dentro de las características específicas.

 

— ¿Se puede pensar que la humanidad está en un proceso terminal?

—No creo. El hecho de que haya aparecido Teresa de Calcuta demuestra que existe la síntesis espiritual luminosa para salvar la humanidad. Eso me lleva a tener una gran esperanza. El hombre no es tanta guerra, tanta violencia. Hay mucha degradación de los valores, la eterna lucha entre el bien y el mal está latente, pero no se debe caer en el maniqueísmo. El hombre es una suma de vicios y virtudes, lo ideal es que prevalezca lo espiritual, lo bueno por sobre el aspecto material o carnal que tiene el hombre. No creo que sea el final, no creo en el fin del mundo, cuando los milenios comienzan suelen provocar terribles situaciones, la gente es supersticiosa. Habrá suicidios, actitudes patéticas, pero no será el fin.

 

— ¿Qué se piensa a tu edad, después de tanto trabajo? ¿Se puede esperar una suerte de antología?

—En mi caso creo que llegué a la cumbre, en sentido biológico. Ahora estoy bajando, descendiendo lentamente para ver otro paisaje. Esa sensación voy a expresar en algunos poemas que estoy escribiendo. Pienso en una antología, pero tengo tanta cantidad de materiales escritos que me resulta difícil recopilar, seleccionar y trabajar en eso. Además, como soy periodista, estoy produciendo constantemente cosas nuevas.

 

— ¿Qué es lo que va quedando? ¿Queda el nombre o la obra?

—Va quedando la obra. La poesía tiene el poder de perennizarse y el hombre no. A veces hasta un solo poema puede quedar. El hombre, sin embargo, vuelve hacia el polvo.

 

— ¿Se puede pensar que hoy día la poesía está en desuso?

—En esta sociedad de consumo ocurren tantas cosas. Muchas veces han querido matar la poesía, pero no creo que alguien pueda leer su certificado de defunción. Tampoco creo que esté en desuso. La poesía goza de buena salud y está volviendo a cumplir su función en estas horas difíciles.

 

— ¿Qué es el reconocimiento para un poeta?

—Para mí el reconocimiento significa algo muy sencillo, por ejemplo, que alguien me salude cuando estoy sentado en una mesa del bar San Roque o cuando voy por alguna calle. Creo que a una gran mayoría le interesa poco o nada la poesía, eso quiere decir que muy pocos pueden dar reconocimiento al poeta.

 

— ¿Qué te preocupa actualmente del Paraguay?

—Me preocupa la situación de los campesinos, porque hasta hoy no se les dio lo que realmente merecen. Me preocupa también la incapacidad del Poder Ejecutivo y del Legislativo, que sólo demuestran una torpe actuación ante los labriegos.

Otros elementos preocupantes son: La pérdida de valores, la ilegalidad, el dinero que compra todo sin importar de dónde viene. En este país veo con dolor el rostro de la corrupción en todas partes.

 

— ¿Qué me dice de los partidos políticos?

—Me da la impresión de que todos están movidos por la codicia y el interés sectorial. Miran sólo el dinero, los beneficios y las influencias. Se trata de un idealismo nocivo.

 

 

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PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA

PERFIL HISTÓRICO, BIBLIOGRAFÍA Y ENTREVISTAS

A LOS MÁS DESTACADOS ESCRITORES PARAGUAYOS

VICTORIO V. SUÁREZ

Edición corregida y aumentada

Asunción, Paraguay. 2011 (654 páginas)

 

 

 

 

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