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MANUEL E.B. ARGÜELLO (+)

  LAS LETRAS DEL DIABLO Y OTROS CUENTOS, 1988 - Obras de MANUEL E.B. ARGÚELLO


LAS LETRAS DEL DIABLO Y OTROS CUENTOS, 1988 - Obras de MANUEL E.B. ARGÚELLO

LAS LETRAS DEL DIABLO Y OTROS CUENTOS

Obras de MANUEL E.B. ARGÜELLO

Editorial MEBA,

Tapa y viñeta: LUIS VERÓN

Asunción-Paraguay

1988 (139 páginas)

 

 

 

 

ÍNDICE

·         PATRICIO ROJAS     

·         PERDERÁS EL TREN

·         EL SILENCIO GRIS   

·         EL SANTERO

·         LA PAPELETA 

·         EL TESTAMENTO

·         LA SIESTA DEL COMISARIO

·         EL AMOR DE UN CORAZÓN

·         EL LADRÓN DE MELONES

·         UNA VENTANA AL NORTE

·         LAS LETRAS DEL DIABLO

·         ENCUENTROS

·         EL GIRASOL

·         LA LECTURA MALDITA

·         LA AMANTE DE SATANÁS

 

 

MANUEL E. B. ARGÜELLO, actor, director y profesor de teatro y literatura, tiene publicados estos libros: INTRODUCCIÓN A LA LITERATURA, ¿QUÉ ES LITERATURA?, CUENTO Y NOVELA (en colaboración con RUBÉN BAREIRO SAGUIER), MANUAL DE LITERATURA, MÁS ALLÁ DE UN RETRATO (cuentos). TODO TE NOMBRA e ISLA DE FUEGO (poemarios) y, ahora estos cuentos agrupados con el título de LAS LETRAS DEL DIABLO.

Además, ha publicado en revistas ("Péndulo", "Alcor—, "Panorama", "Boletín de la Educación Paraguaya"), y en diarios ("La Tribuna" "El País", "ABC Color', "Ultima Hora", "Hoy") artículos sobre literatura y comentarios críticos sobre cine, poesía.

Egresado de la Escuela Municipal de Arte Escénico, fue alumno del insigne artista y maestro, ROQUE CENTURIÓN MIRANDA. Como actor y director ha llevado a escena las siguientes obras: "El avaro" y "El médico a palos" de Moliere; "Un día de octubre" de Georg Kaiser; "La verdad sospechosa" de Juan Ruiz de Alarcón; "El jugador" de Ugo Betti; "Túpac Amaru" de Osvaldo Dragún; "Miguel de Mañara de Lubicz Milosz; "Largo viaje de regreso" de O'Neill; "Un amante en la ciudad" de Ezio D'Errico; "Legítima Defensa" de Paolo Levi; "La patente" de Pirandello; "Nuestro Pueblo" de Thornton Wilder; "Panorama desde el puente" y "El precio" de Arthur Miller; "La zorra y las uvas" de Guilherme Figueiredo: "La barca sin pescador" de Alejandro Casona; "La estrella se detuvo" de Italo Calvino; "La zapatera prodigiosa" de García Lorca; "El pato silvestre" de Henrik Ibsen; "Yo estuve aquí una vez" de John B. Priestley; "Historia del zoo" de Edward Albee, y otras obras del repertorio universal. De autores paraguayos: "La marca de fuego" y "La llama flota" de Arturo Alsina; "Tuju" de Roque Centurión Miranda; "Aquel 1811" de José-Luis Appleyard; "Procesados del 70" y "El grito del Luisón" de Alcibiades González Delvalle: "Jagua rekove" de Rogelio Silvero.

En cine, interpretó a uno de los personajes de "El trueno entre las hojas", filmada sobre un guión de Roa Bastos.-

Argüello viajó a los Estados Unidos invitado para intercambiar experiencias con profesores de teatro y literatura de las principales universidades, especialmente: la Universidad de Yale, con el Prof. Curtis Canfield, y con los profesores Donald Oenslager y Georg C. Izenour; el Departamento de Literatura Dramática de la Universidad de Harvard, en Boston; en el Goodman Memorial Theatre, de Chicago; el Teatro de Repertorio Tyrone Guthire, de Minneapolis; con el Prof. Torres-Rioseco, de la Universidad de Berkeley, California; en el Departamento de Teatro y Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Stanford, California; con el Prof. Samuel Selden, de la Universidad de California en Los ángeles; en el Pasadena Playhouse, de Pasadena, California; con el Prof. G. S. Reidenbaugh, de la Universidad de Syracuse, Nueva York; en el Actor's Studio, de Nueva York, con el Prof. Lee Strasberg.

Se han publicado poemas de Argüello en: "Historia de la Cultura Paraguaya" de Carlos R. Centurión; "14 testimonios de la poesía paraguaya" de Dimas Aranda y Heddy González Frutos; "Antología crítica de la poesía paraguaya contemporánea" de Roque Vallejos; "El trino soterrado", antología de Luis María Martínez, y en revistas, como "Diálogo", "Alcor", "El Internacional".

Miembro del PEN Club, fue uno de los fundadores del Club Universitario de Cine-Arte, el primero en su género en el país. Es, también socio fundador de la Asociación Paraguaya de Estudios Americanos. Es Arguello, además, egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales.

 

 

PERDERÁS EL TREN

 

1

Una fresca mañana bajaban del barco que les trajera de Buenos Aires, Honorio Montiel y su hijo Víctor. Ganados por la emoción, saludaban con las manos a pesar de no haber en el muelle parientes ni amigos. Saludaban simplemente; saludaban a su "bendita tierra, aprisionada, pero bendita", como solía decir Honorio cuando se tocaba el tema.

De este mismo muelle había partido hacía más de veinte años con su esposa Amalia y el pequeño Víctor en los brazos. Huía de las persecuciones políticas que, gradualmente, le habían llevado poco menos que a la ruina moral y económica.

Honorio Montiel había nacido en Ka'asapa, dentro de una familia de acomodados estancieros. Sus estudios los había realizado en Asunción y en más de una oportunidad había estado en Montevideo y Buenos Aires, metas, por entonces, para quienes querían realizar estudios avanzados. Al regreso de estos viajes, invariablemente, se trasladaba a la estancia familiar para mejorarla y acrecentarla con sus nuevas experiencias y conocimientos. Era, además, un enamorado de las cosas del campo, amante de la naturaleza, del folklore, amigo de relatar casos y sucedidos en las ruedas del mate.

Hubo años que viajaba poco a Asunción para evitar los vaivenes de la política que no cejaba en sus prácticas persecutorias. En la lejanía de la hacienda estaba más a cubierto de las intrigas y de las delaciones. Pero Honorio y su familia no estuvieron mucho tiempo a salvo de comisarios y jueces que hacían de la pasión política y la violencia su principal y, a veces, único modo de operar. Cuatreros y bandas armadas, especialmente los herma-nos Ramírez, asolaban la zona. Cuando llegaban las autoridades al lugar del hecho, naturalmente, todo es-taba consumado. La complicidad de éstos con los malhechores era evidente y las fechorías quedaban impunes. La vida y el trabajo por este camino se vieron en permanente zozobra, por lo cual Honorio malvendió campo y hacienda y se embarcó rumbo a Buenos Aires.

Ahora retornaba empujado por las añoranzas y los nostálgicos recuerdos retenidos, como fotografías, en imágenes, de un terruño que esperaba fuese el mismo de siempre. Esto quería mostrarle a su hijo. "Debes conocer a tu patria, Víctor", solía decirle a menudo. La distancia y el tiempo habían terminado por borrar de su retina y de su memoria todos los malos momentos por los cuales atravesara y, en cambio, un gran fresco multicolor vino a reemplazar la dura imagen de los años de la persecución, de los incendios, de los asesinatos. "Debes conocer a tu patria, Víctor, ella es hermosa".

 

2

Entre pitadas, mechones crepitantes de humo, gritos cariñosos de despedida y la tristeza de algunas manos que se agitaban como trémulos pañuelos, partió traqueteante el largo tren rumbo a Encarnación. Honorio viajaba a Ka'asapa solo; Víctor le había dicho que no quería ir, que prefería quedarse en Asunción con sus primos y sus nuevos amigos. "Papá, en Ka'asapa no conozco a nadie y a mí la campaòa me deprime".

Fueron pasando las estaciones, casi todas ellas en ruinas: Tablada, Trinidad, Luque, Areguá. Aquí el tren se detuvo más tiempo para esperar al que venía del ramal de Patiño. Multitud de vendedoras de chipa, cacharros de alfarería y mangos se avalanzaron sobre los pasajeros ofreciendo a gritos sus mercancías. Honorio compró una gran chipa de argolla y una cantarilla sobre la que se leía: "Recuerdo del Paraguay"; también un jarro de aloja de miel de caña. Era una forma de sentirse más paraguayo. "Tantos años -se dijo- en la Argentina recordando todo esto, y ahora que los tengo en las manos no sé por cual empezar".

 

3

Después de la partida de su padre, Víctor empezó a reprocharse su falta de consideración para con él. "Sí, debí de haberlo acompañado; estaba tan ilusionado con mostrarme los lugares en los que viviera antes". Fue hasta el teléfono y llamó a su primo.

-Decime una cosa Ricardo, cómo es posible que yo le de alcance al viejo. Sí, sí, cambié de idea; quiero acompañarlo. Ah, es posible; entonces te espero. Sí, sí, chau y gracias, Ricardo.

Poco después llegaba Ricardo en su auto.

-Iremos hasta Ypakarai, Víctor, ahí podrás alcanzar al tren que tardará más de dos horas en llegar allí y nosotros, menos de una hora.

Luego de que Víctor cargara sus valijas, Ricardo inició la marcha y al tomar la ruta le imprimió al coche creciente velocidad.

 

4

Ya el tren daba la pitada de salida cuando un camión de carga se acercaba a gran velocidad a la estación de Ypakarai. Ricardo saltó del vehículo y salió a todo correr para ver si podía aún alcanzar al convoy. No le fue posible; el tren tomaba la curva hacia la próxima estación. Volvió acongojado sobre sus pasos. ¿Cómo avisar al tío Honorio que habían tenido un accidente a la entrada del pueblo? Llegó hasta el jefe de estación y le explicó la situación y éste, humanitariamente, ordenó al telegrafista que enviara un telegrama a su colega de Piraju -próxima parada del tren-, pidiéndole que por medio del guarda ubicara a Honorio Montiel y le diera la noticia de lo ocurrido a su hijo. El guarda no tardó en localizarlo.

Cuando Honorio llegó al hospital hacía una hora que Víctor había fallecido.

Luego de depositar a Víctor en el panteón en que estaban sus padres, Honorio empezó a empacar sus cosas. Aún no comprendía qué había sucedido; estaba anonadado y deshecho. Se maldijo por haber vuelto. "Debí de haberme quedado en Buenos Aires, ¡qué demonios tengo yo que hacer aquí! Esta es una tierra caníbal".

Encorvado, triste, amargado, fue subiendo lentamente la planchada del barco que lo llevaría de vuelta. Luego de entrar en el camarote, arrojando la valija a un rincón, se tendió en la cama y se puso a llorar.

Cuando el barco salía de la bahía de Asunción, subió a cubierta. Quería dar una última mirada, decir su adiós postrero.

De pronto, a Honorio empezó a borrarsele el paisaje: todo lo veía de un desolado gris. Luego se sintió rodeado por una fría neblina que lo apartaba de todo y sólo atinó a prenderse de la barandilla.

Y ahí quedó Honorio de cara al infinito.

 

 

 

LAS LETRAS DEL DIABLO

 

Desde niño viví en las cercanías de la Plaza Uruguaya, y desde niño acompañaba a mi padre, que era un incansable lector, a una librería que quedaba en la calle Palma, a metros del Oratorio de la Virgen de la Asunción. Se llamaba "El Nacional", y digo se llamaba porque me contaron los amigos, los viejos amigos, que vienen aún a visitarme, que ya no existe. Cosas de la vida. La recuerdo muy bien, tal vez sea uno de los aspectos más firmes de mi memoria.

Como les dije, con suma frecuencia iba a ella llevado de la mano por mi padre y luego, ya mayor, por mi propia cuenta. Siempre me gustaron las cosas arcanas, los misterios de los ritos sagrados antiguos, como los órficos, délficos y egipcios, también incursioné en cosas tibetanas, el yoga, el zen, el taoísmo. ¡Agradables y, a veces, azorantes lecturas eran aquellas! Yo debiera de arrepentirme y maldecir tales lecturas, sin embargo, hasta podría decir que las bendigo. Cierto es que por este camino compré aquel libro que me llamó la atención desde el primer día que entré en "El Nacional". Era de regular tamaño, muy bien encuadernado con finísimo cuero rojo, con letras, ribetes, lomo y cantos dorados. En la cubierta, con bien delineadas letras góticas, casi de relieve, su título: PORTADOR DE LA LUZ. Las veces que iba siempre lo sacaba de la estantería y lo hojeaba. De niño no entendía casi nada; de joven, el texto fue haciéndoseme más claro y ya, pasados los años, en mi madurez, su contenido me fue subyugante, a tal punto que decidí comprarlo. La obra me estaba esperando. Treinta y cinco años pasaron desde que lo vi la primera vez. Cada día que pasa estoy más convencido de que estaba destinado a mí y nadie más.

Recuerdo muy bien, como si fuera ayer o esta misma mañana, cuando luego de sacar el libro de su lugar, abriendo por el medio, me puse a leer el capítulo titulado "El sentido del más allá". Me era un tema familiar, había leído al respecto en muchos otros textos, por lo tanto todo cuanto ahí se decía era para mí de gran interés. Luego, a saltos, fui leyendo frases de los distintos capítulos y. al cerrarlo, ya tenía el firme propósito de comprarlo. Y así lo hice. Compré el tomo, lo envolvieron a mi vista y me lo entregaron. Esto lo recuerdo muy bien, hasta podría reconocer, si quedó por allí, el papel del envoltorio.

Cuando llegué a casa, fui directamente a mi escrito-rio, rasgué el papel y saqué el libro. ¿Qué libro? La tapa, es cierto, seguía siendo roja, pero ni una sola letra del título y cuando lo hojeé la sorpresa se transformó, primero en susto, luego en miedo, casi terror: ¡todas las hojas estaban en blanco, ni una sola palabra, ni una sola letra! ¡Nada! ¡La obra entera estaba en blanco! Ya no recuerdo si se me cayó de las manos o lo arrojé la verdad es que estaba sobre el piso y en un gesto más instintivo que consciente, le di un puntapié con todas mis fuerzas y para mi asombro se transformó en una polvareda negruzca que, retorciéndose, fue saliendo por la ventana. Quedé pasmado, temblando. Más que sentarme, caí sobre mi sillón y me puse a analizar lo sucedido. Sentí que mis manos estaban frías, húmedas. Traté de serenarme y de a poco lo conseguí; recién entonces pensé en reconstruir todo desde el minuto en que yo lo había retirado de la estantería hasta el momento de rasgar el envoltorio. Nada anormal había ocurrido durante mi regreso y estoy plenamente seguro -lo puedo jurar-que en ningún instante pudieron haberlo cambiado en la librería, pues no saqué la vista de, él un solo segundo y a la caja fui con él bajo el brazo.

Más sereno, recordé el título: Portador de la luz. ¿Qué? -me dije-. ¡Portador de la luz! ¡Pero si ese es el significado de la palabra Lucifer! ¡Claro -exclamé con un ligero temblor- esto es obra de Satanás!

Como hace muchos años que he perdido el uso de las piernas y me manejo con una silla de ruedas, los libros los compro por correspondencia y esto que les he contado, lo hice porque hace unos minutos me entregaron un paquete conteniendo, por lo que dice el rótulo, un tomo y viene envuelto en el mismo tipo de papel en el cual envolvieron el maldito libro en "El Nacional".

¿No quiere usted abrirlo?

 

 

LA AMANTE DE SATANÁS

 

Mientras escribía los originales de este libro, recibí por correo, enviado por un conocido coleccionista de antigüedades, unas hojas arrancadas del famoso, aunque tal vez perdido, Diario de Clotilde Isnardi. Está considerado como uno de los aportes más importantes para develar ciertas dudas e incógnitas surgidas en el seno de nuestra historia cultural.

Algunos críticos e historiógrafos suponen que el Diario es una burda patraña o, a lo sumo, porque el texto está plagado de mentirosas mentiras, una sutil venganza de la autora que, de este modo, hace risueña burla de quienes en él menciona.

Otros, los más, afirman que el Diario es absolutamente veraz. Que el buen lector decida.

La transcripción la hago sin sacar ni poder una coma.

 

"Amarás a Satanás sobre todas las cosas.

Blasfemarás continuamente.

Profanarás las fiestas religiosas.

No honrarás ni a tu padre ni a tu madre..."

De Los Mandamientos Satánicas

 

1° DE AGOSTO

Hoy es el primer lunes de agosto, día aciago para los falsos creyentes. En un día como éste Satanás, nuestro Gran Benefactor, obtuvo su primer triunfo a favor de la grey humana: Caín asesinó a Abel. A eso de las ocho iré a casa de Etelvina, Hermana Mayor de la Brujería, cenaré con ella y luego la ayudaré en los preparativos de la misa negra con la que se recordará este fausto día.

Al llegar la encontré cocinando un oscuro guiso; me dijo que era de pato. Muy raro este pato. Terminada la cena nos dispusimos a preparar el ara. Ella sacó de la alacena la gran olla y cuatro candelabros de patas de cabra, con sendas velas negras.

En ese momento entró Espiridión que asiste a estas misas porque tiene interés por Etelvina. Ella lo niega, pero a mí no me engaña. Me contó Ña Loló, la esposa del almacenero de la esquina, que a veces Espiridión sale por la mañana, muy temprano, de la casa. Seguro que se queda a dormir con esta vieja libidinosa.

 

10 DE AGOSTO

Hace días que no voy a la casa de la Gran Bruja. La misa de la vez pasada me alteró los nervios; si sigo así me volveré histérica, ya empiezo a sentir ciertos síntomas.

Pero hoy, al atardecer, iré porque haremos otra sesión de espiritismo. Esto sí me agrada. Estaremos siete en la mesa: ella, Espiridión, Filemón, Olegaria, Agapito, Anselmo y yo. Para esta vez no fueron invitados ni Venancio ni la cuentera de Edelira. Entre paréntesis, parece que estos dos se entienden. Etelvina anda diciendo que tiene tres pretendientes: Espiridión, Enrique Portales y Venancio Caminos. Desde que se murió, víctima de su maldad, su pobre marido Damián, ella se pasa de hombre en hombre, la muy puerca.

 

13 DE AGOSTO

De su abundante biblioteca, me dijo Etelvina, que me daría en préstamo, para mejorar mi fe, estos libros: "Clave de Salomón", "El Evangelio de las Brujas", "El Dios de las Brujas". Especialmente quiero el "Libro de las Sombras", nuestra amada biblia. Creo que esta insólita generosidad es una forma de retribuirme el regalo que le hice para la última misa: un athame (athame: cuchillo de mango negro con signos mágicos en el puño.), y una cuerda ritual roja. Ambas cosas fueron dadas en préstamo al Dr. Zoilo Garcete, este vejete insoportable y de cuya cháchara huera nadie ha podido sacar ningún provecho. Ya han pasado seis meses y aún no los ha devuelto. ¡Ladrón!

Si me presta los libros no le devolveré ni uno solo. Bastantes ya me los tragó ella de mi colección.

 

26 DE AGOSTO

La sesión última me reconfortó. Primero hablamos con Amancio, quien en vida, gustaba de Olegaria, pero, por razones de religión se enemistaron. Ahora hicieron las paces. Amancio es un espíritu positivo, acudió pronto y de buen talante a nuestro llamado. Pero lo fuerte vino después, cuando Etelvina se puso, sin esperarlo, en contacto con el ánima de su esposo. Es negativo. Por eso yo ya estoy queriendo creer lo que la gente dice, que ella lo mató de angustia, de tristeza y, sobre todo, de lujuria. Después de la primera invocación de Espiridión se presentó Damián, haciendo mucho ruido. Algunas palabras no le entendimos muy bien, perca repitió varias veces "traición" y, al alejarse, sacudió la silla de Etelvina, tanto, que si Agapito no la atajaba, hubiera caído al suelo. Merecido lo tiene esta mujer desvergonzada.

 

28 DE AGOSTO

Al llegar, al mediodía, encontré a Etelvina, entre maldiciones, tratando de borrar, con un grueso cuchillo, la frase que, algún irreverente, había escrito sobre su rajada muralla: "El diablo es un asno". Traté de calmarla pero ella, amenazadora, me gritó que tal vez yo misma había escrito esa blasfemia. Desconcertada, volví a casa. No es la primera vez que me hace esto. En la próxima oportunidad que se repita una cosa así, le romperá su propia escoba en su cabeza desgreñada. ¡Medusa!

 

30 DE AGOSTO

Algo raro le está sucediendo a Etelvina. Anda seria, triste, alicaída, Habla mucho de su niñez, de sus padres, de sus amigos de la infancia. Infancia por demás lejana.

Sin embargo, ella no debiera de quejarse. No hay quien no la visite y la elogie. Vez pasada, el ministro de Economía y el de Gobierno vinieron a saludarla y le entregaron sendas medallas. Además, esta mañana la nombraron miembro de "La Legión de Honor". Pero a pesar de todo esto ella anda triste; creo que está empezando a sospechar que nada en esta vida tiene mayor valor.

 

13 DE SETIEMBRE

Cuando llegué a casa de ella escuché airadas voces en su pequeño recibidor. Generalmente atiende a los que llegan en el corredor que es, también, su lugar de trabajo diario. Si esta vez estaba en la pieza era porque se trataba de un asunto serio. Me acerqué despacio a la puerta entreabierta y pude escuchar que decía: "Eso de que practico la magia, que digo misas negras y que organizo sesiones de espiritismo, es pura maledicencia, Zoilo" (El Dr. Zoilo Garcete, masón, grado 33, fue quien la inició en los secretos de la logia). Por fin tengo la certeza de que ella es masón. ¡Hay que tener tupé para negar lo de las misas y el trato con las ánimas! Para la semana que viene tenemos preparada otra. Cuando ya se despedía Garcete volví a la calle y caminé apresuradamente para que no me vieran espiando en el corredor.

(Aquí se corta la continuidad porque le faltan cinco hojas al Diario)

 

10 DE OCTUBRE

Hoy llegaron tres delegaciones del pueblo natal de ella y le trajeron de todo: gallinas, chipas, carne de chancho, varias hamacas, frazadas de lana y sobrecamas de algodón, tejidos por ellos en sus casas. Etelvina lloraba a mares mientras recibía los regalos. ¡Qué hipócrita!

 

13 DE OCTUBRE

Aumenta la depresión de Etelvina de manera alarmante. Anda muy nerviosa y cualquier cosa la irrita. Vez pasada esta vieja mal agradecida, otra vez se atrevió a gritarme. Esto nunca le voy a perdonar y ya veré la manera de vengarme. Ya sabía que ella no quería a nadie porque es terriblemente egoísta, vive de la alabanza barata de esa nube de haraganes que viene, so pretexto de consultar, a decir salamerías insulsas. Todos son unos hipócritas redomados. Hallaré, estoy segura, la forma de acabar con todo esto, aunque con esto me gane la maldición eterna de ella. La intrigaré, la intrigaré día y noche. Le voy a reventar el alma, si es que aún lo tiene.

 

15 DE OCTUBRE

Por lo que viene diciendo parece que va perdiendo la memoria. La nombraron socia honoraria de la Hermandad del Decálogo. Yo quiero suponer que esta gente espera que ella les dé, en cambio, la absolución. Ni que fuera el Jordán, que purifica de los pecados. Yo voy a la casa de ella, más que nada, para matar el ocio, para divertirme y para hablar con Anselmo, que ya descubrí que me anda echando el ojo. Y no está mal. No me gusta su barba, pero no está mal. Además, hace años que no tengo marido y siempre hace falta uno, aunque no sea el ideal.

A mí no me huele bien esta caterva. Vienen a husmear, para luego decir por ahí que Etelvina vive como una araña, metida en una casa destartalada, llena de alimañas. Estoy segura, podría apostar, que cuando ella se muera, vendrán a exorcizarla, incendiándola.

 

19 DE OCTUBRE

Ahora sé por qué esa maldita anda tristona y desabrida: se enteró de que Enrique Portales, uno de sus "novios", según ella, se había casado a escondidas en Ka'akupe, con una muchacha muy joven y, según me contaron, bastante linda. ¡Pobre Etelvina, fea, vieja y amargada! Casi juraría que en esto está metida la mano siniestra de Olegaria. Esta es muy hábil para este tipo de casamientos y, desde luego, las veces que puede joderla, la jode.

 

21 DE OCTUBRE

Ayer presencié un gran y divertido altercado entre Etelvina y Espiridión. Se rompió el matrimonio. Ella se enteró por boca de Olegaria que Espiridión había contado a Zoilo todo lo referente a la misa negra, la olla, las sesiones de espiritismo, sus borracheras nocturnas (esto yo no lo sabía) y sus relaciones con Agapito (esto tampoco lo sabía). Todo empezó con una discusión sobre la transmigración de las almas. El ambiente fue caldeándose hasta el punto de que ella, en el paroxismo de la ira, le gritó que era un delator, un cobarde, un lenguaraz de feria. Terminó pidiéndole que se fuera y no volviera nunca más. Espiridión salió poco menos que corriendo, perseguido de cerca por ella que, destemplada por la furia, le maldecía a gritos. Tuvo que agarrarse de un pilar del corredor para no caer.

 

23 DE OCTUBRE

Hoy Etelvina amaneció lúgubre. A las once de la mañana aún no se había levantado y, cuando lo hizo, apenas si podía tenerse en pie. Se queja permanentemente y gime al menor movimiento. Está totalmente postrada. Insiste en sus recuerdos de la infancia; seguramente querrá, después de tantos y tantos años, volver a su pueblito, a ese paraje desolado en el que naciera hará cosa de noventa años. (Nadie, a ciencia cierta, sabe su edad). Si sigue por este camino, pronto irá a parar con sus huesos al camposanto.

A la tardecita, cuando llegué a su casa, la encontré llorando sobre su mesa de trabajo. Al costado de su silla, en el piso y destrozadas, vi varias tazas que, por lo visto, las estaba preparando para meterlas en el horno. Cuando me vio, se puso de pie, dificultosamente, me abrazó y me dijo frases que no pude entender bien porque la entorpecía un abierto llanto. Esta vieja, pensé, entonces, para mis adentros, llora remordida por su conciencia maldita.

 

25 DE OCTUBRE

Desde ayer Etelvina está en cama, tiene fiebre y tiembla a remezones. Ante el temor de un inesperado desenlace fatal, la Sociedad Espiritista le envió un pergamino lleno de sellos y lacres. Mas tarde, por medio de un telegrama, le comunicaron que su pueblo natal, desde ayer, tomó el nombre de Villa Etelvina, y que en la misa del ángelus, varios niños fueron bautizados con el nombre de Etelvina o Etelvino, según el sexo. Ya estoy a punto de creer que todo esto no es sino una gran tomadura de pelo. ¡Qué servilismo!

Olegaria, no sé si preocupada o de puro contenta, quiere reunir a todos los íntimos de ella y oficiar una gran misa.

 

 

28 DE OCTUBRE

 

Hoy amaneció empeorada. Creo que su fin se acerca irremediablemente. No se levantó, no almorzó y, a la noche, tomó unas cucharadas de un caldo aguado. Para reconfortarla, le diré mañana, que vaya poniendo sus cosas en orden. Así nadie peleará con nadie por sus cachivaches. Además, y es lo justo, la mayor parte de sus desvencijadas pertenencias me corresponden, por varias razones. Estoy segura de que antes de que ella se enfríe, ya estarán los otros, como hormigas, acarreando sillas, mesas, armarios. ¡Manga de rateros, vividores, tramposos!

 

29 DE OCTUBRE

Etelvina va cuesta abajo; su cianosis es irreversible; está tan gris azulada que ya parece un cadáver. Por la tarde vino Zoilo trayendo un ramo de jazmines. Ella apenas lo tomó me lo pasó a mí. Lo puse en un florero sobre su mesita de noche. Hay un silencio espeso en toda la casa. Nadie habla en voz alta; todos cuchichean.

 

31 DE OCTUBRE

Anoche se hizo la gran misa organizada por Olegaria. Por la mañana se dio el aviso. Este aquelarre fue el mejor de los que hasta ahora hemos realizado. Todo lo nuestro tuvo lugar: desde la profanación hasta la, por todos esperada, orgía carnal, que es lo que más nos place a nosotras, las ovejitas diabólicas.

Los preparativos fueron largos y minuciosos. Cada uno trajo sus ungüentos, filtros y pócimas, hechos de acuerdo con las recetas dadas por el mismísimo Satanás. Los que vinieron de otras localidades trajeron, además, incienso, mirra, áloe, beleño, cantárida. Todo fue muy útil, desde luego.

Al filo de la medianoche, estando el grupo de rodillas, Olegaria, luego de hacer la señal de la cruz al revés, tiró al aire una olla lustral y se hizo pedazos. Bajo el dosel que se le tenía preparado, apareció Lucifer, esplendoroso, para presidir el sabbath (sabbath o aquelarre: reunión de brujos y brujas, presidida por Satanás.). De la pieza contigua entró Isabel (la novicia que fue aceptada en la misa anterior), totalmente desnuda, con sus excitantes diez y ocho años. Se detuvo a la derecha; a la izquierda, Olegaria, por ser la más hábil en la preparación de bebedizos, venenos, ungüentos y maleficios. Luego de que fueron encendidas las velas negras y se sahumara la sala, a una voz de Luzbel, recitamos los Mandamientos Satánicos y el Código del Deseo. Algo indescriptible se apoderó, desde entonces, de todos nosotros, especialmente después de que tomáramos los filtros y brebajes a los que habíamos puesto abundante cantidad de polvo. Poco después -para el delirio de los participantes- entraron los diablos íncubos y súcubos. A una señal de Satán, Isabel, resplandecientemente hermosa en su total desnudez, tras de beber varias copas de afrodisíacos, se acostó sobre una mesa para servir de lujuriante altar, sosteniendo sobre su palpitante cuerpo, lleno de deseos, un copón conteniendo sangre extraída de un lobo. Luego de que el Diablo colocara la cruz invertida, a los pies de ella, se dio inicio al amor. Todos estuvieron enfebrecidos, como nunca. Yo recibí a Anselmo, a Filemón y, naturalmente, a varios íncubos. Aún siento en mi piel el ardor de sus cuerpos.

Al terminar la misa, poco antes de la madrugada, Isabel, exultante, invocó a Satanás, nuestro Benefactor, y le pidió que Etelvina, la Hermana Mayor, recuperara cuanto antes su salud.

 

1° DE NOVIEMBRE

Etelvina está cadavérica. En la pieza contigua están preparando la gran olla para bañarla ritualmente cuando se muera.

Los dos últimos renglones que vienen a continuación son ilegibles porque los cubre una parda mancha que bien pudiera ser de vino o sangre.

Así termina esta transcripción del Diario de Clotilde Isnardi. Se dice de ella que de regreso a su casa a altas horas de la noche cayó en la salamanca a cuya vera está su casa y, que del golpe, se descaderó. Desde entonces, vieja, achacosa y solitaria, vive arrugada en un camastro. Hace años que de ella nada se dice, tal vez fue achicharrándose hasta morir. De Etelvina se sabe que falleció hace cosa de veinticinco años, un 2 de noviembre, día de los muertos.

Etelvina Montaner, nacida el siglo pasado, según sus biógrafos más veraces, hija de un teniente de difuntos, regordeta, desgreñada, de piernas arqueadas y caminar bamboleante, con un bolsón, vino a la Asunción, ya adolescente, desde los oscuros confines de Paso Cadena, polvoriento poblado acurrucado en un lejano rincón de Ka'aguasu.

Dentro de su vasta producción, estos son sus libros más importantes: La Profetisa de Satán, Lucifer la Fuente de la vida en el hombre, En armonía con el Demonio absoluto, Oraciones satánicas, Con Satanás es más fácil vivir, Luzbel es mi señor, El feminismo y Satán, Lucifer cura.

Estos libros están totalmente agotados, sólo se los puede encontrar en antiguas bibliotecas.

 

 

 

 

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- Declarado de Interés Cultural Nacional
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