MANDU'A
Revista de la Construcción
Año XXXIV
N° 402
Octubre 2016
Editorial
Un hábitat digno hoy, no mañana
Con muy buen criterio y sentido de lectura correcta de las necesidades humanas, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha establecido el primer lunes de cada octubre como el Día Mundial del Hábitat. Este año cae en el lunes 3. En esa fecha, de manera coincidente, es el Día Mundial de la Arquitectura por determinación de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA). Su lema para esta celebración es “Diseñar un futuro mejor”.
Si consideramos que el hábitat es el entorno físico en el que viven los seres humanos interactuando con sus semejantes y la naturaleza y la arquitectura es una profesión en la que quienes la ejercen apuntan a distribuir el espacio con el propósito de proporcionar bienestar a las personas, la confluencia de ambas realidades en una fecha común no puede ser sino feliz.
La ONU, desde 1985, estableció un día para reflexionar en mayor profundidad acerca del derecho humano fundamental de vivir con dignidad. Uno de sus contenidos de mayor trascendencia es una vivienda que responda a las necesidades esenciales de las personas con acceso a servicios imprescindibles como educación, salud, agua, comunicación, transporte y seguridad y la posibilidad de vivir en armonía con el ambiente.
La idea-eje del Día Mundial de la Arquitectura consistente en “diseñar un futuro mejor” va muy en consonancia con los propósitos de la organización mundial que se esfuerza por concienciar a los gobiernos y a la sociedad civil acerca de la necesidad de hacer un esfuerzo para que los seres humanos, en todo el planeta, puedan alcanzar una calidad de vida imprescindible.
“Diseñar un futuro mejor” es, por lo tanto, emplear la inteligencia para planificar condiciones de vida más dignas para aquellos sectores sociales que a causa de la mala distribución de la riqueza proveniente de la injusticia, la corrupción y la incapacidad de gestión de los administradores del poder público hoy viven en la exclusión.
El principal enemigo a derrotar es la pobreza. Esa pobreza, en primer lugar, suele manifestarse en la limitación en la capacidad de gestión de los gobiernos y las diversas instancias de la sociedad civil para viabilizar sus reclamos con sentido de oportunidad y racionalidad.
El resultado de ello es que en la mayoría de los países hay vastos segmentos de población que viven en condiciones infrahumanas. Su hábitat, por lo tanto, no le puede proporcionar los medios idóneos para salir a enfrentarse con posibilidades de éxito en un medio que requiere contar con competencias cada vez más exigentes dentro de las sociedades.
Ante esta realidad que, en menor o mayor escala, alcanza a todas las naciones, el desafío es no solamente detenerse un día en el año a meditar en exclusividad sobre los problemas de hábitat que aquejan a los pueblos sino que organizarse para establecer urgentes políticas de Estado que permitan enfrentar los crecientes desafíos.
La desruralización de los países es una de las realidades más acuciantes que se viven actualmente. El idílico mundo del campo se está reduciendo a pasos acelerados porque lo urbano aparece con una aureola de totalidad que cautiva a los que antes vivían en condiciones de dominio y de relaciones con los demás de un modo muy distinto al del presente.
En nuestro país, esa situación es una realidad que no se puede desconocer porque genera problemas desconocidos anteriormente que hoy requieren una respuesta sistemática, no improvisada para cada ocasión, sin sustentabilidad alguna y, por lo tanto, sin futuro viable.
El sociólogo Luis Galeano sostiene que en el Paraguay en las tres últimas décadas “el sector rural viene experimentando un conjunto de transformaciones dinámicas y complejas cuyas repercusiones trascienden al mismo y se proyectan en el conjunto de los campos económicos, sociales y políticos nacionales”.
Si a mediados del siglo pasado, la relación entre los que vivían en el campo y la ciudad era de 60/40, en el último censo esa proporción se ha invertido completamente. Hoy solo 40 de cada 100 habitantes de nuestro país están asentados en áreas campesinas.
Los días mundiales del hábitat y la arquitectura son propicios para señalar que los sucesivos gobiernos no se han ocupado en serio de implementar políticas públicas que mejoren sosteniblemente la calidad de vida de las personas. El asistencialismo del Estado predominante es antes que una solución una dificultad más que se interpone en el camino.
Las dos recordaciones, por lo tanto, tienen que servir en nuestro país para mirar dónde estamos parados y establecer un plan de trabajo que inicie un proceso para superar los graves problemas de hábitat que tenemos aún. Las respuestas deben abarcar todos los ámbitos de la vida humana, tanto en lo material como en lo espiritual. Si no lo hacemos hoy, mañana puede ser tarde.
Fuente Digital: Mandua.com.py (Online)
Registro: Diciembre 2016
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