Portal Guaraní - EL FANTASMA DEL FASCISMO - Por BLAS BRÍTEZ

Europa se sorprende ahora del poder electoral del neofascismo, a pesar de que durante décadas reprimió a su enemigo natural: el comunismo ligado a las organizaciones trabajadoras. De la mano de socialistas y socialdemócratas, Europa ha tolerado democráticamente el crecimiento de las organizaciones y corrientes fascistas más o menos encubiertas, sobre todo después de la caída del Muro de Berlín. No conozco libro que historie y analice la dinámica actual de esas organizaciones en América Latina; seguro los hay; pero el del periodista y fantástico novelista sueco Stieg Larsson, La voz y la furia (2011), historia en varios textos ese movimiento creciente europeo ya a fines de la década del 90 y principios de la pasada.

Lo que se ha demostrado es que al fascismo no se lo puede derrotar en las urnas. Ni siquiera en Paraguay, ahíto de microfascismos, acostumbrado a "la dialéctica de los puños y las pistolas" que predicó José Antonio Primo de Rivera en España, cuando los trabajadores y trabajadoras respondieron con violencia a la violencia fascista en franco ascenso en los años previos hasta provocar una guerra civil en 1936. Es esa tal vez la única lección vigente del Marzo paraguayo de 1999. Sobre el tema, recomiendo la lectura del texto del diáfano Iñaki Gil de San Vicente, Treinta y tres tesis sobre el fascismo (2018).

Desde 1945, el fascismo está latente o activo en todos lados y en diferentes manifestaciones contemporáneas, atento para asaltar lo que con sus aliados más o menos democráticos han transigido en llamar "Estado de derecho". Siempre democráticamente, por supuesto. Lo hacen con "guarimbas", al estilo de los matones futuristas de Benito Mussolini; o con "juicios políticos", en alianza con sectores liberales siempre pendulares o abiertamente colaboracionistas, al estilo de una larga lista de ejemplos en Paraguay y en América Latina.

En Brasil, Lula está sintiendo el desgaste jurídico, mediático y político ejercido por esos sectores (nacionalistas e imperialistas al mismo tiempo, como manda el manual fascista), mientras en las calles el Estado mata como si fuera una enterrada República de Weimar.

Lula no es la expresión radical de la clase trabajadora en su relación antagónica con la clase propietaria en Brasil. Es más: maquilla ese momento en el contexto de un país que ha hecho del expansionismo comercial regional un evangelio geopolítico de sus industrias extractivistas y manufactureras, con o sin Lula.

Lula, de hecho, continuó sin demasiados cambios significativos el paradigma hegemónico y agresivo de las influencias comerciales por parte del Brasil en Paraguay y la región, a pesar de las compensaciones de Itaipú... El destino de Lula es, eso sí, otra muestra de lo que las burguesías más cínicas del continente son capaces de articular cuando de acaparar todo el espectro del negocio legal e ilegal se trata. Por eso apuran, a la par de la anulación política de Lula, el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea.

Sin embargo, los orígenes proletarios y las políticas efectivas contra la pobreza de quien hoy está preso le han granjeado el odio de las élites. Lula encarna la idea de cierta redistribución de las riquezas propia del progresismo, aliado a sectores liberales tradicionales. A esta se opone el deseo de "Todo el poder a las corporaciones" y la profundización acelerada de un proyecto económico, político y diplomático cuyo desarrollo tiene más o menos la misma edad que el que, dependientes del capitalismo brasileño, la burguesía paraguaya (no menos fascista parte de ella) replica hoy de rodillas en el suelo, a bolsillos llenos.

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