MUNDOS PARALELOS

Por ILDE SILVERO

ilde@abc.com.py

Como si fuera algo normal, en nuestro país convivimos en dos mundos paralelos, que interrelacionan todos los días pero cuyas realidades son bastante diferentes. En el nivel superior, las autoridades más altas y los sectores económicos poderosos gozan de una vida muy confortable. En el piso inferior, los ciudadanos comunes deben batallar duro para comer todos los días.

Los líderes políticos, los directivos de entes binacionales, los legisladores y los que dirigen las instituciones públicas perciben mensualmente ingresos propios del Primer Mundo, de las naciones más ricas del planeta.

Esta población desarrolla sus actividades dentro de la burbuja de la prosperidad. Además de remuneraciones millonarias, se rodean de privilegios como viáticos, gastos de representación, vehículos proveídos por el Estado y decenas de funcionarios bajo sus órdenes.

El presidente, los ministros, los parlamentarios y los directivos de las instituciones públicas se ocupan, fundamentalmente, de llenar sus bolsillos, seguir recaudando para la claque gobernante y que esta situación permanezca inalterable.

Con esta concepción del usufructo del poder, las necesidades y los problemas de la gente común solo existen en los discursos, en las declaraciones a la prensa y en mensajes breves en redes sociales.

La inseguridad en la vía pública, la mala atención de la salud, el bajo nivel de la educación, la falta de empleos dignamente remunerados, el abandono de los cultivadores de la tierra, el daño cerebral que ocasionan las drogas, etc. no forman parte de la agenda de nuestras autoridades

Los responsables de analizar y resolver los graves problemas en las distintas áreas no tienen como prioridad su objetivo específico sino, por cuerdas paralelas, se esfuerzan por identificar vetas y sistemas que les permitan incrementar sus respectivos patrimonios, realizar los más diversos negociados, incluyendo compras sobrefacturadas, licitaciones amañadas e incluso, como ocurre en la actualidad, ver la posibilidad de venta clandestina de la energía de Itaipú a empresarios brasileños.

El problema de fondo no es de carácter jurídico, constitucional o diseño deficiente de las instituciones públicas. Las leyes ya están escritas, el régimen democrático funciona regularmente, los mecanismos de control están activados, los jueces administran justicia en grandes edificios.

Lo que falta es la convicción moral y ética de nuestros dirigentes políticos y sociales. La honestidad, el patriotismo y la vocación de servicio al pueblo se encuentran de vacaciones. Con o sin juicio político, todas las altas autoridades deben irse por no cumplir con sus deberes y obligaciones.

Estamos en un túnel con una oscuridad que nos envuelve y la supuesta luz del final no se vislumbra. Alguna maldición añeja nos hace repetir, una y otra vez, el mismo error de elegir a autoridades que parecen honestas, pero demasiado rápidamente se sacan la careta y aparece la banda de Alí Babá.

Marito y Cartes son la misma cosa; el país se merece algo mucho mejor. El problema es que nadie aparece en el horizonte.

Fuente: ABC Color

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Sección OPINIÓN

Domingo, 18 de Agosto de 2019

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