Portal Guaraní - CULTURA: EL PRESUPUESTO ES EL PROBLEMA - Por CATALO BOGADO BORDÓN

Que trabajar por la cultura, reconocer lo que tenemos, protegerlo, divulgarlo y conservarlo es quizá una de las más bellas actividades humanas a las que cabe consagrar la existencia es lo que defiende el escritor Catalo Bogado en este aporte al actual debate sobre las políticas culturales.

En el artículo «El gran problema de la cultura no es el presupuesto», de Alejandro Méndez Mazó, publicado el pasado domingo 29 de septiembre en este Suplemento Cultural en el marco de una polémica sostenida en estas mismas páginas, se plantean inquietudes muy válidas. Sin embargo, las generalizaciones en las que incurre y el desconocimiento que demuestra del funcionamiento del Fondec (que no maneja dinero) y de sus controles interno y externo, al igual que el recurso a giros como: «hemos oído», «dicen las malas lenguas» y otros similares, que permiten dar paso a afirmaciones descalificadoras sin tener que fundamentarlas más que en vaguedades, insinuaciones y rumores, le restan seriedad para un debate. No obstante, me tomaré la molestia de recordarle que este año el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes –Fondec– ha cumplido 21 años de existencia. Y que por su consejo directivo han pasado muchas personalidades ilustres que, si quiere, puedo mencionar sin problema.

El amigo Alejandro escribe que el presupuesto no sería problema «si el Fondec cumpliese eficazmente con su legítima misión de promover decentemente actividades culturales privadas». ¿Cómo sería eso? Justamente, cuando se trata de analizar seriamente la inversión del Estado en cultura se debe establecer la relación existente entre el Presupuesto asignado, por una parte, a la Secretaría Nacional de Cultura, ente encargado de regir la política cultural del país, y, por otra, el PIB. Y le digo: dicha asignación se encuentra muy por debajo del 1% del Presupuesto total de Gastos de la Nación. Sin embargo, un análisis más detallado de los entes del Estado paraguayo vinculados a la industria cultural revela que la Secretaría Nacional de Cultural recibe la mayor asignación (40%), le sigue la Dirección General de Propiedad Intelectual (22%), en tercer lugar está el Centro Cultural de la República El Cabildo (18%), en cuarto lugar el Instituto Paraguayo de Artesanía (9%) y, por último, el Fondec (7%).

Muchos teóricos del siglo pasado han sostenido que las expresiones artísticas y culturales no son sustentables por sí mismas a través de los mecanismos del mercado en ninguna parte del mundo: el Estado o la iniciativa privada deben subsanar los déficits. En cuanto a la inversión privada, no se cuenta con datos estadísticos de producción interna, aunque existen sectores, como el del diseño y la moda, que dependen de dicha inversión. Los centros culturales de origen privado son una fuente importante de formación, capacitación y fomento de manifestaciones culturales tanto en Asunción como en el interior del país, y hay inversiones de empresas privadas (en especial universidades, bancos, cooperativas y empresas binacionales) que sustentan programas artísticos y sociales.

Debemos entender que actualmente, en un mundo globalizado, la última frontera de una nación es su cultura. La cultura es una cuestión de soberanía, y la inversión (no son gastos: es inversión) en este sector hasta es redituable desde una perspectiva económica, pues ahí donde se estimulan el talento y la creatividad de poetas, cineastas, novelistas, pintores y escultores, bailarines y músicos capaces de trascender las fronteras llevando su labor a otras latitudes, ahí también se alientan la actividad turística y el intercambio cultural, y, a partir de este, el comercial. En ese sentido, es incomprensible que se afirme que «el presupuesto no es el problema», especialmente en el caso del Fondec, cuyo presupuesto está entre los más escuálidos, y más aún ahora que se anuncian recortes.

Para graficar este grave desacierto comentaré que el Fondec tiene menos de 4000.000.000 de guaraníes para cumplir su misión y que desde el año 2016 recibe proyectos culturales en diferentes disciplinas por la suma de 13.137.489.608 guaraníes. De estos proyectos, por el escaso presupuesto con que cuenta, solo 196 carpetas fueron adjudicadas (recurriendo a su ahorro de fuente 30) por un total de 5074 millones, quedando insatisfechos 161 proyectos que en total requerían 8043.489.608 guaraníes más.

En el año 2017, el Fondec recibió 445 proyectos por un valor de 16.653.699.824 guaraníes; solo fueron adjudicados 174, que se llevaron 4561.588.088 (la totalidad del presupuesto, más fuente 30), con un faltante de más de diez mil millones de guaraníes para satisfacer la demanda de los proyectistas. Y, como si esto fuera poco, el gobierno actual, en su «Plan de ahorro», no tiene mejor idea que recurrir al macilento presupuesto del Fondec para llevarse unos 328 millones, dejándolo sin la posibilidad de contar con una mínima estructura para atender la totalidad de las disciplinas de la cultura que se está produciendo en Paraguay. Dadas las circunstancias, como escribe Montserrat Álvarez en su artículo «Incoherencias y milagros», también publicado el domingo pasado como parte del debate sostenido en estas páginas, afirmar «que “nadie debe mendigar, ni transitar caminos irregulares” en busca de auspicios descalifica moralmente a quienes solicitan auspicios a esos mismos organismos del Estado cuyo presupuesto se recorta ahora».

En una sociedad que ha demostrado ser, cuando no hostil, apática ante las actividades artísticas, en buena medida porque los objetivos y los intereses del mercado prevalecen sobre cualquier propósito humanista, el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, a 21 años de su aparición, ha probado, con resultados tangibles, que es un instrumento necesario y eficaz para el fomento de las actividades culturales y artísticas. Gracias al cumplimiento de esta noble tarea muchos artistas han comprendido que trabajar por la cultura no es un oficio cualquiera, que es quizá una de las más bellas, sensibles y alentadoras actividades humanas a las que cabe consagrar la existencia. Que trabajar por la cultura es trabajar por la vida. Es reconocer lo que tenemos, protegerlo, divulgarlo y conservarlo. Por eso, para que quienes trabajan en el arte y la cultura puedan seguir con su misión, debemos promover, difundir y financiar actividades artísticas privadas en todo el territorio paraguayo y profesionalizar y dignificar a los creadores, no denigrarlos insinuando que el Fondo Nacional de la Cultura y las Artes les ha brindado su apoyo por «padrinazgo» o influencia de «amistades políticas y recomendaciones» o porque han incurrido en «contratar a alguno de los consejeros para que forme parte del proyecto que él mismo aprobará» o que «los ganadores son siempre los mismos, que un año figuran con su propio nombre y otro año con el nombre de otra persona»…, etc. Los artistas necesitamos un renovado compromiso del Estado, y no más «retaceo».

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