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NEIDA BONNET DE MENDONÇA

  LA CRUELDAD SE PASEABA (Cuento de NEIDA BONNET DE MENDONÇA)


LA CRUELDAD SE PASEABA (Cuento de NEIDA BONNET DE MENDONÇA)
LA CRUELDAD SE PASEABA
Cuento de
NEIDA BONNET DE MENDONÇA
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com  )
 
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"Es así que una historia termina.
Acaeció que te acabaste".
RAQUEL CHAVES
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LA CRUELDAD SE PASEABA
El único día de fiesta nacional despertó ardiendo. Las arenas se revolvían en callejuelas angostas y torcidas. Arboles con sed amarilleaban.
Después de saludar al Soberano, que no recibía regalos ni en su cumpleaños, los vecinos prepararon festejos..
Bailes, fuegos artificiales y comedias dedicadas a él.
Javier admiraba a aquel intelectual formado en el extranjero. Tenía éste la más grande biblioteca del país. Recitaba a Voltaire, Rousseau, las cartas de Luis XIV. Con la historia de los romanos, ensayaba juegos. Era ordenado. ¡Tan terriblemente ordenado!
Acompañaba con gestos pesados su palabra perezosa, como de ideas lentas.
Vestía pantalones ajustados, color almendra y polainas altas. Debajo del frac azul, chaleco blanco. Figura melancólica..., reservada y solitaria.
A Javier le alegró volver a su casa. Anochecía.
Pudo ver los tableros tallados y el pesado aldabón de la puerta adintelada.
En el largo corredor, la obscuridad se resguardaba...
Desde el zaguán, presintió la figura de su mujer, sentada bajo la parralera, cerca del aljibe. Un generoso aroma a madreselvas lo envolvió.
Carmen, vestida de blanco y con un abanico en la mano parecía marchita.
Así recibió al hombre, marchita de calor, de enclaustramiento, de temor.
En cambio Delia, muchacha de piel quemada y ojos encendidos, movía cadenciosamente su falda estampada. La blusa de algodón rústico tenía ritmo vivaz. Dijo:
-Patrón, tengo para usted un vaso de limonada- y se lo sirvió.
Javier bebió el refresco con gusto a cántaro.
Entregó a Delia la casaca y el chaleco bordado. Quedó ligero, esbelto. Pantalones cortos, camisa de seda. Las medias y los zapatos, con hebillas de plata, parecían ajados.
Carmen, vagamente molesta, sentía que algo se le escapaba...
-¿Vienes, Javier?- preguntó.
-No. Necesito aire- e inspiró.
Delia, llena de magia, caminaba.
La tarde es ancha y clara.
Carmen llama, a Javier y juntos miran, por rendijas estrechas, el paseo del Señor.
Viene a caballo. Su perro y un sirviente adelante, los soldados atrás.
...Hay silencio espiado.
Lo rompe una jauría de perros vagabundos que ladran irrespetuosamente al caballo del Soberano.
La, orden es corta, limpia:
-¡No quede un solo perro vivo!
Los escrupulosos soldados, armados de picas y machetes, atropellan calles, atropellan casas.
.. Y comienza el exterminio.
La, tropa grita.
Los perros aúllan y braman.
Los transeúntes corren sin saber quién va a morir.
Las puertas trancadas se hacían pedazos a golpes de hachas.
En total confusión, Delia y Javier esconden a Flecha en un cuarto del fondo.
Carmen piensa: siempre que están juntos se demoran. Y se demoran.
Escucha el combate en casa del vecino. Se meten en la suya. Un soldado embiste y tira al suelo el nicho de petereby con un Cristo policromado. Los demás siguen... volteando muebles, empujando mujeres, bus-cando perros.
A Flecha lo degüellan.
Javier aprieta fuertemente a su mujer y murmura:
-¡Bruto! ¡Bruto!
Carmen aúlla.
En aquella habitación nunca terminaban de trabajar. Todo lo tenían reglamentado para que el resultado fuera eficaz,
La crueldad se paseaba...
Javier jamás supo por qué llegó ahí. Se decía: sufro de alucinaciones, es un delirio.
El cuarto de tormento dejaba escapar por las puertas abiertas gritos y gemidos.
-¿Serán mis gritos?
Estoy echado boca abajo, sobre un catre largo, atravesado por un listón de madera que sirve de apoyo a mi vientre. Desnudo, con las manos y los pies amarrados. Mi cabeza, colgando, agobiada por el peso de una piedra y el poncho que la cubre, es incapaz de sentir cólera.
Dos hombres (dos bestias) con latigazos flexibles y sobados divíden mi cuerpo dibujándolo simétricamente. Fibras despedezadas, convierten el suplicio en un desafío:
-¡Mátenme!
-¡Ya!
…Javier trata de acomodarse, revolviendo trapos. Tufo y obscuridad le aprietan el pecho. Alguien chista, se mueve cerca de él y dice:
-Hay murallas. Por todas partes murallas. Somos independientes. Nadie sale. Nadie entra. Todo está en orden, en "el lugar a que está destinado".
-Quiero un sacerdote- murmura el hombre maltrecho,
La voz que se mueve responde:
-Soberano dice: "Este es un país de pura gente idiota". Por lo tanto no tendrás religión, ni cultura, ni libertad.
Se va alejando la voz que repite: "Minerva duerme mientras Marte vela". Minerva duerme.
“... no salir de la esfera". No salir.
¿Salir?
Salir. ., salir..., salir.
Duerme..., duerme...
¿quién vela?
El insomnio tortura al señor enjuto, de pómulos agudos y frente alta. Camina, con mansa frialdad, fumando un cigarro solitario. Recibe al oficial que pide órdenes.
-¿De qué delito se acusa a Javier Torales?- averigua con voz agria.
-Una carta lo delata. El infame dijo que usted es un bruto.
Silencio, nervioso, potente.
-¡Cumplan el deseo de Javier Torales!- concluye, sin un solo estremecimiento.
Sus manos, de dedos bravos y largos, entregan cuatro cartuchos a los soldados.
¿Cuatro?
Sí, cuatro.
Carmen corre bajo la lluvia que lava... Los raudales embarran la falda de seda, adherida al cuerpo desatado.
El mal tiempo desciende.
Y Carmen se pierde entre callejones y árboles y casas dolorosamente atrapados.
De pronto, queda clavada frente a una puerta. Con ojos deslumbrados de pesadillas, extiende los brazos implorando:
-¡Quiero a mi perro!
-Estoy sola...
-¡Quiero a Flecha!
-¿Dónde?
-¿Dónde está?
-Es mío...
Chorreando agua y agitada por relámpagos de viento grita hasta el confín...
-¡FLEEEEECHAAA!
Una guitarra enmudeció.
NEIDA BONNET DE MENDONÇA
 
TALLER CUENTO BREVE
Dirección:
Imprenta-Editorial
Casa América,
Asunción-Paraguay1985 (172 páginas).
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