PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
CHRISTIAN KENT

  CARIBDIS, UN CUENTO DE CHRISTIAN KENT - Domingo, 04 de Junio de 2023


CARIBDIS, UN CUENTO DE CHRISTIAN KENT - Domingo, 04 de Junio de 2023

“CARIBDIS”,

UN CUENTO DE CHRISTIAN KENT

 

 

Al detenerse junto a la mesa, el joven le extendió la mano. Ortiz no correspondió el gesto, pues tenía las suyas ocupadas en los cubiertos.

—Don Ortí —lo reconoció, quién sabe cómo—, no te molesta si me siento un ratito. Quiero nomás preguntarte una cosita.

Antes de que pudiera contestar, el joven tomó asiento en la silla libre, pidiendo disculpas por no haberse presentado debidamente. Freddy Caballero, dijo llamarse.

—¿De dónde dice que le conozco? —preguntó Ortiz, mirando el reloj de pulsera. A las 13:30 debía llegar a la casa para separar el dinero del día: en un sobre para el cementerio, en otro para las compras de la semana y en el tercero para gastos inesperados. Faltaban solo veinte minutos y todavía no había abierto el magazine de crucigramas que traía inserto al interior del periódico.

Freddy Caballero pensó un rato y siguió hablando.

—No, usté no me conoce a mí, don Ortí. Seguro piensa que por qué lo que nunca me vio en su librería. Yo hace poquito nomás que ando por aquí, pero suficiente para saber que usté es el único que lee hacia esto lado.

—¿Y qué puedo hacer por usted? —interrumpió el librero, impaciente, sin dejarse conmover por esa supuesta fraternidad que debe haber entre lectores—. Sea breve —volvió a mirar el reloj—, tengo mucho que hacer y no me gustan las interrupciones.

La moza del Germania vio que alguien se había sentado y conversaba con Ortiz. Durante la última década, nadie jamás lo había hecho. Se acercó y preguntó amablemente al joven qué se serviría.

—¡Ya se va! ¡Ya nos vamos! —se apresuró en responder Ortiz.

—Creo que tenemos tiempo para un cocidito, negro, por favor —ordenó el joven. A don Manuel comenzaba a inquietarle la mala costumbre que tenía con los diminutivos, le pareció que podría haber tenido alguna relación inconsciente con la abreviatura de su pierna.

—Bueno, y entonces…

—La historia es larga y el tiempo de usté no es mucho, así que voy al grano. Yo también soy de tierra adentro, así como el señor —no era raro que supiera estos detalles de la vida de Ortiz, Perla del Norte es un pueblo chico—. Y también crecí con el bicho de querer leer. Cualquier cosa: revista, Biblia, folletito, almanaque, diccionario. En fin, lo que haiga nomás.

—Haya…

—Sí, sí. Lastimosamente, y usté bien sabe, don Ortí, no es mucho lo que hay para hojear por aquí. ¿Cómo es que llegué? Historia corta: mi papá enfermo (toma mucho, pobrecito), enfermo del hígado, le acompaño para consultar con un manosanta que nos recomienda mi tía Hermelinda. Yo vengo para cuidarle, pero él ahora ya está bien, ya está de vuelta en su valle Loreto y ni no toma más. Yo me quedé, don Ortí, porque sé masiado bien lo que tengo que hacer. Mi prima Cosina me habló de usté, de los libros, y yo entonces sabía que tenía que quedarme para probar mi suerte y ver si usté me quiere para atender por sus libritos.

Ortiz consultó de nuevo la hora [13:23]. Un incómodo calor le caló el cuerpo y comenzó a sudar por debajo de ambos brazos. Era tarde. ¡Tarde! Buscó a la moza con la mano en alto y en cuanto la vio escribió “la cuenta” en el aire.

—¿Qué le hace pensar que yo necesito ayuda en la librería? —respondió malhumorado—. Además, aunque así fuese, no tendría cómo pagarle. Usted mismo lo dijo: nadie lee, los libros están de adorno. Lo que se vende son recibos, fotocopias de cédula, útiles. Ya ni siquiera sé si quiero que se vendan esos libros.

—Le entiendo, don. En serio. Esa idea de que el libro es “una cosa entre las cosas” a mí nunca luego me pareció bien. Yo siempre digo que el libro es como una personita, un ente —pronunció este último término con cierto orgullo—. Para mí, don Ortí, es una compañía, un kape como se dice, una forma de no estar tan solo…

Manuel Ortiz comenzaba a descubrir que detrás del discurso atolondrado del joven podría haber ideas interesantes, pero no tenía suficiente tiempo para comprobarlo.

—Bueno, sí. Ahora mismo no estoy interesado en alguien que me ayude a vender mis “entidades” —ironizó—. Si me disculpa, como le dije, tengo cosas que hacer…

Freddy Caballero no se daría por vencido tan fácilmente.

—Aquí nadie lee. Estamos solos, don Ortí. Pero si yo le doy una ayudita podemos contagiarle aunque sea a algunos vecinos del barrio con el bichito de la lectura. Podemos mover los libritos, traer otros nuevos: novelitas, misterio, terror, romance, clásicos, poesía. ¡Hay tanto! Si a usté no le interesa vender, entonces, ¿para qué los tiene exhibidos?

Caballero puso al viejo Manú entre la espada y la pared con esa última pregunta. Lo obligó a dudar, a titubear.

—Yo… usted… pasa que… Mire, joven. Llegué a este pueblo con las mismas ganas, con los mismos sueños. Igual que usted, creí que podía ser con los libros el flautista que despierta el alma de la aldea. Los años no pasan en vano. Estoy viejo, cansado. No me interesa hacer ningún ruido, ni introducir nuevas costumbres, ni ser un héroe. Lo que deseo es simple: terminar mi almuerzo en paz.

Caballero iba a decir algo, pero fue interrumpido por la moza que se acercó con la cuenta. Se distrajo con sus trenzas doradas y la abundancia de sus pechos y brazos. Sin duda, germana. Don Ortiz pagó y estaba a punto de levantarse cuando el joven lo detuvo con un nuevo argumento.

—No quiero ser grosero con usté, don. Pero si no piensa vender sus libros, ¿por qué no los regala o los quema o los lleva a su casa para armar una bibliotequita? Yo voy a trabajar para usté sin sueldo. Págueme nomás un poquitito de la venta de los libros, un diez por ciento o lo que le parezca. ¿Qué tiene para perder? Una prueba nomás le pido, una semanita.

Manuel Ortiz se puso de pie, se sacudió las migas de pan de la ropa y antes de irse, para sacarse al rengo de encima, accedió.

—Preséntese el lunes temprano, vamos a ver qué podemos hacer por usted. Ahora, si me permite [13:45] tengo otras cosas que atender.

Salieron a la calle y se alejaron en direcciones contrarias. El joven oscilando como un péndulo, lleno de esperanzas, de futuro. Ortiz con la vista fija en los zapatos, viejos pero prolijamente lustrados, pensando que quizá no sería del todo una mala idea: “Sangre nueva”. Un poco de ayuda para cortar, espiralar, fotocopiar, repasar los pisos, alguien que pudiera reemplazarlo en los trámites sin tener que cerrar el negocio. Empezarían por renovar los precios, que por años habían permanecido iguales.

Metió las manos en los bolsillos y palpó el fajo de billetes sencillos que aún no había clasificado según sus distintos destinos.

En voz alta, invocó el nombre de Caribdis.

 

* Christian Kent nació en Asunción, Paraguay, en 1983. Cursó la carrera de Literatura y Lengua Hispánicas en la Universidad de Chile. Ha publicado numerosos poemarios y libros de cuentos.

 

 

PERLA DEL NORTE

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

Fuente: www.elnacional.com.py

Sección CULTURA

 Domingo, 04 de Junio de 2023

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

EL IDIOMA GUARANÍ, BIBLIOTECA VIRTUAL en PORTALGUARANI.COM

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

 





Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
LIBROS,
LIBROS, ENSAYOS y ANTOLOGÍAS DE LITERATURA P...






Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA