Portal Guaraní - CUENTOS CON MI HERMANA - Autora: CARLA GUILLÉN BALMELLI

CARLA GUILLÉN BALMELLI

CUENTOS CON MI HERMANA - Autora: CARLA GUILLÉN BALMELLI - Año 2018

CUENTOS CON MI HERMANA

Autora: CARLA GUILLÉN BALMELLI

ISBN: 978-99967-59-45-1

Descripción: 128 páginas; 19,5 x 13 cm.

Tapa blanda o rústica

Editor: EDITORIAL SERVILIBRO

Año: 2018

Libro Paraguayo

Relatos donde la autora plasma tramas llenas de humor, giros inesperados y personajes entrañables.

Presentación

No sería ni la sombra de quien soy ahora si no hubiera vivido una infancia como la que viví: simple, sin artilugios ni fuegos artificiales, mezcla de toques cotidianos con fantasía propia de niños que pueden ver más allá de lo que la realidad les presenta. Fue una época de ensueño, risas frecuentes, sorpresas diarias, peleas, conversaciones tan triviales como surrealistas, hadas protectoras e inocentes pillerías. Una etapa en la que el planeta entero cabía en un jardín alfombrado de moho, con sombra y aroma de pomelos y aguacates, donde creamos personajes entrañables, compartimos juegos con nuestros héroes y, más de una vez, despedimos amigos.

No amaría tanto mi historia ni la recordaría con tanta devoción sin la protagonista de este libro que, aclaro, no soy yo sino un ser especial, único, quien, con sus locuras, su inocencia y su luz, me hizo vivir la mejor infancia que hubiera podido desear.

Pasamos gran parte de nuestra niñez y adolescencia —excepto los años que vivimos en Corrientes, Argentina— en el barrio Cristo Rey de Asunción. La calle Juan E. O’Leary, entre la avenida Ygatimí y la calle Lugano, más conocida como Primera, era nuestra dirección. Vivíamos en un pequeño y sencillo chalet blanco con una larga escalera de losas grises que separaba dos balcones de piedra que hacían de jardín delantero, escenario de muchas de nuestras andanzas. Casas de estilo similar completaban las manzanas, con sus típicas veredas amarillas rotas por las raíces de los árboles y cubiertas de hojas o de flores.

Las anécdotas contenidas en este libro forman parte de mi pasado, de mi presente y de un futuro desde el que, con certeza, sentiré con más fuerza la añoranza de ese tiempo en que fui feliz.

CARLA GUILLÉN

Mayo de 2018

EL RATÓN PÉREZ

Algo muy importante quedó pendiente en tu niñez si no conociste al Ratón Pérez. En medio del temor que significaba perder un diente, aparecía la fantasía de la visita del famoso roedor. En nuestro barrio, había uno bastante austero, lo que no empañaba en nada la ilusión de poner el diente bajo la almohada y, al día siguiente, encontrar la plata que había dejado como pago.

Mi eterna compañera de juegos estaba a punto de perder un diente. Al ocupar el cuarto lugar entre los hermanos, era poco probable que se diera la visita del Ratón Pérez, pero ella estaba muy ilusionada con la fortuna que tendría. Iría directamente hasta el almacén de doña Carmela, que quedaba en la esquina de nuestra casa, frente a un baldío. Compraría nuestras galletitas preferidas, que tenían la forma de una margarita y llevaban un dulce en el centro.

Yo había escuchado, por casualidad, que el Ratón Pérez no pensaba llevarse ningún diente esta vez. Por suerte, unos días antes había sido mi cumpleaños, momento único en el año en el que me hacía de algunos guaraníes, lo que me ayudaría a llevar adelante mi plan.

Llegó el día, el diente ya estaba en sus manos. Vi cuando, a la noche, con toda la ilusión del mundo, lo colocaba con mucho cuidado debajo de la almohada. Lo cambió varias veces de lugar, quería que estuviera en un lugar visible para facilitar la tarea del ratón, quería tener la certeza de que encontraría lo que buscaba. Contrariamente a lo que acostumbraba, se acostó muy temprano, esperando que la noche entendiese que debía durar lo menos posible. Esperé a que estuviera bien dormida y, con todo el cuidado que una niña de nueve años puede tener, coloqué un billete bajo su almohada, tratando de no despertarla, y respiré aliviada. Mi plan salió perfecto.

Fin de la historia: al día siguiente, mi hermana, antes de abrir los ojos, ya tenía las manos bajo la almohada. Estaba feliz porque el Ratón Pérez había estado allí. Cuando, de tanta felicidad, empezó a saltar en la cama, ocurrió lo que no debía haber ocurrido: el diente cayó al suelo. Fue un instante único que no voy a olvidar jamás. Nos miramos sin decir nada por un segundo, que se volvió eterno. Me sentí una usurpadora de identidad de mala calidad: ¡había olvidado sacar el diente!

Pero cuando la sonrisa sin diente más pícara del planeta brilló en la cara de mi hermana, entendí que todo estaba bien. Nunca supe si ella sospechó de mí. Si lo hizo, tuvo la grandeza de no dejarme al descubierto. Solo recuerdo lo felices que nos sentimos cuando juntas fuimos a despilfarrar el regalo del Ratón Pérez en el almacén de doña Carmela.

Nota: Poema que corresponde a la Página 64 del libro