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HERIB (padre) CAMPOS CERVERA (+)

  LA JUVENTUD Y LA POLÍTICA - Prosa de HÉRIB CAMPOS CERVERA (PADRE)


LA JUVENTUD Y LA POLÍTICA - Prosa de HÉRIB CAMPOS CERVERA (PADRE)

LA JUVENTUD Y LA POLÍTICA

Prosa de HÉRIB CAMPOS CERVERA (PADRE)

 

 

            ¿Por qué el estudiante ha de apurarse en abandonar ese ambiente tan sano,

tan grato y tan delicioso de las aulas y de la biblioteca para penetrar

fuera de tiempo en el espinoso mundo de la política?

 

            ("El Tiempo", N° 53)

 

            Es triste ver como los jóvenes abandonan las aulas y los libros para prenderse al faldón de los políticos.

            La juventud pasa por encima del amor y deja los libros y los padres y a la mujer con sus sonrisas bondadosas de futuras madres para exaltarse en la política. Niño aún, ruge antes de tiempo haciéndose político militante.

            ¡Pobre joven! ¿Qué sabe él con su inocencia de la vida de la terrible y apasionada fiebre que devora a los viejos lobos en el arte de engañar a las pobres multitudes? El no sabe nada, pero es arrastrado por aquellos que han perdido sus ilusiones juveniles. Así los hombres pasan de la niñez encantadora, a la vejez sombría llena de negros desencantos sin haber tenido juventud, así los hombres llegan a la edad madura sin haber amado nunca con ese romántico ensueño de los jóvenes y sin haber sentido en sus corazones ese dolor sublime del amor verdadero.

            La juventud pasa volando como la velocidad del pensamiento, de la niñez inocente y sin cálculo a una adolescencia envejecida, ahumada y seca. Y sus almas no cantan, sus corazones no sienten, sus ojos no ven, sus oídos no oyen ese ritmo eólico y sublime de la edad del amor.

            Las almas se envilecen al calor de pasiones mezquinas y egoístas y cuando quieren acordarse de que no han sido jóvenes todavía, se encuentran viejos, manchados, envilecidos casi, con mil desengaños funestos en el alma, con mil arrugas en los pliegues del cuerpo.

            De dos cosas se ha de arrepentir eternamente la juventud: de casarse temprano y de figurar prematuramente en la política. Nunca se arrepentirá de haber entregado en la vida del matrimonio recién después de los treinta años y menos se arrepentirá todavía de ingresar en las luchas públicas cuando ha desconocido la mala fe de los hombres hasta que tiene experiencia para no dejarse arrastrar por la corriente. Un joven no tiene autoridad para imponer sus ideas y ser el árbitro de su propio destino, un joven es gobernado por los demás y en ese movimiento de flujo y reflujo se gasta como los guijarros de la costa del mar. Para resistir el embate de las olas tiene que estar endurecida la corteza y petrificadas sus entrañas como el monolito de piedra, como el islote de basalto que se bruñe y se limpia con las embestidas rugientes de las aguas y no se gasta sino por la lenta sucesión de los años diluyéndose lentamente hasta que un día por ley biológica desaparece también.

            Mas esa muerte es una muerte natural que puede alumbrar la sombra de un cadáver lleno de luz y de grandeza. Esa puede ser la muerte de Sarmiento, diluido en mil combates, mellado en mil batallas, roca de basalto que los vientos y las tempestades han ido desangrando átomo por átomo sin que la furia del huracán lo haya desnucado de un golpe y lo deje muerto y vacío en los comienzos de la lucha, como sucede con esos jóvenes muy jóvenes, sin la resistencia de la roca que se entregan generosos y son vencidos por la falta de fuerza y de materia.

            Casarse temprano es desaparecer. El que se casa sin haber tenido juventud se resigna prematuramente y muchas veces se desespera al ver que aquellos jóvenes de su edad son libres de ejercitar los atributos de su dorada juventud y él está preso, atado por el deber, por la ley y por la sociedad a un compromiso que le ha cortado las alas que le servían de remos para volar por los espacios. Y se arrepiente, llora, gime, no duerme, se entrega al vicio muchas veces, todo porque se ha anticipado, todo porque a los veinte años colgó el velo de la juventud tan bella, tan inocente, tan llena de encantos y alegrías.

            Casarse pronto es un error tan grande como ser político antes de la edad en que uno no es dueño de su propio destino. A los treinta y cinco años, un joven que ha hecho política desde los diez y ocho está lleno de manchas que no hay químico en la ciencia que pueda borrar. Cuando debe empezar su carrera, la termina, cuando debe ser luz, es sombra.

            ¡Oh, yo me cuidaré muy bien de abandonar mis libros y de escribir mis versos y hasta de jugar con las criaturas para entregarme a la mezquina lucha de la política donde se que por falta de autoridad y méritos propios no sería sino un triste satélite de los que por su edad y por su suerte ocupan la posición de los astros!

            Yo no debo ser político sino estudiante. Cuando sea maestro, seré político, cuando tenga la resistencia del islote de piedra, desafiaré a las olas encrespadas sin temor de que me gasten como a los guijarros de la costa.

            ¡Qué hermoso es estudiar y ser joven y no perder ese privilegio de la juventud!

            ¡Qué bello es, como decía "El Tiempo", no abandonar ese ambiente tan sano, tan grato y tan delicioso de las aulas y de las bibliotecas!

            Nosotros los jóvenes debemos dejar a los viejos la tarea de diluirse, para petrificarnos, para que cuando entremos en la lucha no seamos juguetes de los hombres y tener resistencia como el islote para resistir altanero a la rugiente tempestad que se ha de desencadenar a nuestras plantas el día que entremos con ellos en el terrible mar de la política.

            Nosotros debemos ver desde lejos, cómo se devoran, cómo se despedazan. Sólo así, cuando ellos abandonan sus filas, seremos invencibles como las legiones romanas y como los tercios de Flandes y como las falanges macedónicas.

 

 

ENLACE INTERNO AL DOCUMENTO FUENTE

 

(Hacer click sobre la imagen)

 

HÉRIB CAMPOS CERVERA (p.) - NOVECENTISTA OLVIDADO

PROSA Y POESIA

LUIS MARÍA MARTÍNEZ (COMPILADOR)

ASESORES INVESTIGATIVOS: NABEL FELIPE ESTRUC y RAÚL AMARAL

CRITERIO EDICIONES

Asunción – Paraguay, 2006 (292 páginas)






Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
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