LA RUTA DE MANORÁ
Poesía de HÉRIB CAMPOS CERVERA (PADRE)
Para mi hermana Andrea,
alma celeste que nos hace amar la vida.
Ella es un espíritu hermoso
y atrayente que ejecuta músicas divinas
llorando con Beethoven sus sonatas;
ella es una digna hermana de poeta,
sabe como amo y la he amado a Mi Marquesa
y sentiría la belleza de mis versos tristes que
evocan pasajes de nuestra infancia
cuando nuestros padres vivían soñando el ideal.
“El amor es inmortal y no se ama con el corazón,
sino una sola vez en la vida"
(Hérib Campos Cervera).
"El amor es sublime o no existe.
Cuando existe, existe para siempre y no deja de crecer"
(Stendhal).
"Así como el hombre fecunda el cuerpo de la mujer en el amor,
la mujer fecunda el espíritu del hombre en la voluptuosidad"
(E. Gómez Carrillo).
I
Era yo niño
Mi padre aún vivía...
¡Era un sabio de luminosa inteligencia!
Le gustaba encenderme el pensamiento
Y me hacía poeta sin saberlo.
En las noches de luna
tendido en la gramilla de la huerta
elevaba sus cálculos al cielo...
¡Me hablaba de misterios que yo desconocía!
Las luciérnagas errantes de la noche
esos bólidos verdes del espacio
que buscan los tizones encendidos,
hacían excursiones luminosas
Divinizando a Dios que los creara
Para encanto del mundo.
Mi Padre nos decía:
no mates a los tucos
que si los matas hoy,
mañana no vendrán a visitarnos.
II
La plácida bondad risueña y pura
a mi padre le daba gentilezas
de trovador antiguo.
Y el aura de su luz
Esa fiebre que nutre
En ebullición de las ideas
y las despide aladas
como chispas salidas
del claro pedernal.
Corría de su pupila cerebrosa
a mi almita pequeña de poeta
para salir después iluminada
como esos tucutucos de la noche.
III
¡Bien lo recuerdo!...
El arte no se borra
de las almas que plácidas sintieron...
aquellas lunas pálidas,
aquellas melancolías silenciosas,
aquellas luciérnagas perdidas,
aquella ruta Manorá desierta,
aquella ruta...
¡Jamás la olvidaré!
¡Bien lo recuerdo!...
Era una ruta de misterio,
un camino muy largo,
una calleja maldecida
de sangre matizada.
La ruta...
Bien lo recuerdo...
esa ruta que llaman Manorá,
quiere decir en indio:
camino de la muerte.
Yo no sé qué grave cementerio
se le puede igualar.
Es una linde de amarillo
salpicadas de arcillas cardenosas,
una ruta que secreta cardenillo
que las lluvias jaspean
como pupilas verdes de serpientes.
Ansiosas de picar;
una ruta de ondulaciones pegajosas
que rompe las carretas
y desmanca caballos.
Una ruta de soledades criminosas
que da entrada,
que da salida
a las campiñas interiores.
IV
¡Bien lo recuerdo...!
¡Nunca yo lo olvido!
Porque tiene hasta hoy
los faroles prendidos
de multitud de cruces.
La ruta de Manorá
camino de la muerte,
cueva de los murciélagos nocturnos
que la cruzan chirriando,
esa linde de amarillo
que las lluvias jaspean
y desmanca caballos,
ese cementerio maldecido
de sangre matizado
de crímenes testigo,
¡La ruta de Manorá
me llama siempre,
me llama como un eco,
como un doble que gime
despidiendo a los muertos!
¡Oh ruta Manorá!
Tú me recuerdas
pasajes de infancia,
cuando mi padre
aquel sabio de luminosa inteligencia
le gustaba encenderme el pensamiento
y me hacía poeta sin saberlo.
V
En ruta callada
las aves agoreras
cantan sus dolorosas sensaciones.
¡Quién sabe qué nos cantan,
qué nos traen,
de las almas en pena!
Muchas veces herido de recuerdos,
no voy al cementerio;
la ruta Manorá
camino de la muerte
que da salida,
que da entrada,
a las campiñas interiores,
aquella ruta
que secreta cardenillo,
aquella ondulación de lomas arcillosas,
aquella linde pálida
donde cantan las aves agoreras
salmodias de tristeza,
aquella ruta Manorá...
¡Jamás la olvidaré!
VI
En esa ruta cardenillo
una noche de negras tempestades
en que el cielo tronaba,
iba lento mi padre
iba pensando...
¡en los hondos secretos de la vida!
Una descarga seca
se oyó en monte de la vaga ruta,
y el sabio herido por la espalda
en ese camino de la muerte
que llaman Manorá,
dejó su sangre...
¡Y todos sus ensueños infinitos!
¡Oh, qué noche!
en la angustia suprema
había visto en sus últimos instantes
a sus niños queridos,
la sangre que corría
le llevaba la vida,
mas el mal herido
En medio de la charca
sus postreros dolores no sentía
y concentraba todos sus quebrantos
en sus pequeños hijos que dormían.
¡Oh, qué noche!
¡En sueños yo la veo,
y me despierto tétrico llorando!
VII
¡Oh, ruta Manorá.
Fatal camino,
horrible calavera de la muerte,
lúgubre linde de poras y fantasmas
que se pasan a ver desde las cruces!
Nocturno cementerio de la muerte,
calleja de faroles encendidos
por almas que han sufrido
por las almas en pena,
¡Oh, yo no te dejo
de noche sobre todo
cuando mis penas andan sollozando
y lloran en silencio.
Urutau, Urutau, que gimes
solo tú, solo tú doblas conmigo
tu canto funeral.
Tú miras a la luna sollozando
con los ojos abiertos a la noche
tu pupila es humana.
¡Es grande de llorar!
En esa ruta
que desmanca caballos
y rompe carretas,
te lamentas herida
¡de muchos desengaños!
Tú eres un ave dolorosa
que sufre eternamente,
¡eres el campanario que solloza!
en el antro más negro de la noche!
VIII
Tú buscas soledades
y sitios maldecidos
de sangre matizados,
¡tú doblas con tu canto
el doble de los muertos!
Urutau que gimes,
vengo a llorar contigo
y a ver si en misterio
el alma de mi padren
no me da como antaño
la luz de su cerebro
cuando niño de cerca le seguía
¡y me hacía poeta sin saberlo!
IX
¡Oh, ruta Manorá
camino de la muerte,
camino del dolor,
mudo testigo
de crímenes pasados!
¡Vengo también aquí
por otras cosas!
Yo he tenido una novia.
Una novia con malos pensamientos.
Una mujer que sufre,
¡mas todos sus dolores
ya no fueron por mí!
Por eso te visito
de noche sobre todo
en que bullen las velas amarillas
junto a cruces añosas de madera
tristes como las almas olvidadas.
Allí, donde asesinaron a mi padre,
allí, donde se suicidaron los enfermos.
allí, donde se sufre
como en la noche de recuerdos
del pobre enamorado
que desvela su vida
para olvidar aquello que no olvida,
¡y siempre lo recuerda!
Allí, fatal camino
a veces te visito por la noche
para pensar en Ella,
para pedir al vago caminante
una noticia de mi novia.
Creo que como a esos pálidos mendigos
que allí pide limosna y se la dan,
que allí las rondadoras almas
de los asesinados en la noche
algún rumor lejano
de ella me traerán;
creo, que allí en la ruta, no se miente
¡como ella me mintió!
Creo que en ese cementerio de la muerte,
¡me volverá su amor!
X
Las luciérnagas que vi en la infancia
en las gramillas acostado
en las eras felices del pasado,
rondan por esa ruta
¿Serán las misteriosas que salvó a mi padre
en mi niñez florida?
¡Oh! Si fueran ellas...
tal vez se pararían
como antaño lo hacían
girando en espirales luminosas
en torno a los tizones encendidos,
si fueran ellas
algún recuerdo dulce portarían
de la que fue mi novia.
La ruta Manorá
que el indio dice:
"aquí para morir".
En ese camino de la muerte
que da salida
que da entrada
a las campiñas interiores.
¡No se puede mentir!
Allí te espero...
¡Solo como las almas tristes!
¡Como las ceras amarillas
de los faroles encendidos!
Allí, si tú no vienes
Donde el indio nos dice: “Manorá”
Allí también… ¡si tanto me olvidaste!
¡Allí me moriré!
2 de julio de 1.912.
ENLACE INTERNO AL DOCUMENTO FUENTE
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HÉRIB CAMPOS CERVERA (p.) - NOVECENTISTA OLVIDADO
PROSA Y POESIA
LUIS MARÍA MARTÍNEZ (COMPILADOR)
ASESORES INVESTIGATIVOS: NABEL FELIPE ESTRUC y RAÚL AMARAL
CRITERIO EDICIONES
Asunción – Paraguay, 2006 (292 páginas)