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JORGE CANESE

  TURISMO INTERNO - Cuento de JORGE CANESE


TURISMO INTERNO - Cuento de JORGE CANESE

TURISMO INTERNO

Cuento de JORGE CANESE

 
 
TURISMO INTERNO
 
Querida Mamá:
 
Te confieso que estoy que ando bastante mejor. Espero que no te hayas sofocado al ver el matasellos de mi carta. Me explicó. Creo sinceramente no haberme equivocado no puedo arrepentirme de la "loca" idea que me impulsó a hacer este viaje de descanso ¡¡solo!! en tren ¡y qué tren! a la casa de Toti y flia. en ¡Gral. Morínigo! No sé si te ubicás si me estás siguiendo la onda digo General Morínigo.
 
La realidad la verdad es que estaba estoy super bastante repodrido harto de todo. Neurótico puede podría ser la palabra justa exacta. Vos sabés conocés perfectamente los despetotes lides lidias que tengo arrastro sobrellevo con Susana desde hace ¡tanto! tiempo los problemas del negocio cada vez más fecundos y complicados la inercia y el caigüetismo de la estancia los vencimientos tensiones y apremios de los bancos. En fin.
 
Creo que me entenderás que me entendés algo. Estaba saturado. Plata no me falta y te consta de cómo ando de cansado harto reventado corriendo de un lado para otro como bola sin manija de los supuestamente relajantes fines de semana en Punta del Este y o de esas ineficaces e insuficientes escapaditas a Bs. As. Por eso quise decidí me arriesgué a variar. En la variación está el gusto dicen. Algo realmente nuevo exótico. Necesitaba una experiencia fuerte un buen sacudón para desentumecerme y por eso estoy aquí.
 
En realidad de verdad mi intención al escribirte era puramente la de contarte relatarte lo increíble lo insólito y lo emocionante del viaje. Turismo interno ¡ojo para los turistas indecisos imprevistos! No tiene nada que ver ni que hacer con el famoso Expreso de Oriente ni mucho menos con los sofisticados ferrocarriles europeos. No sé no sabría cómo calificarlo de fascinante espeluznante qué sé yo para mí fue un aire fresco puro nuevo un amigable reencuentro con uno mismo con ese nuestro ser natural algo así como eso que los intelectuales cursilongos suelen llamar "volver a las fuentes".

Por aquí todo tranquilo tranquilopá nada de apuros algo primitivo esencial fundamental en esta nuestra o mejor mi vida que cada vez se está volviendo miserablemente más rápida más llena de ruidos gritos batifondo barullo innecesario en una Asunción que poco a poco está asimilando todos los defectos de las grandes ciudades capitales y probablemente muy pocos de sus beneficios. Y así nos va.

 
Corté directamente por lo sano y sin decir ni agua va suspendí todo absolutamente todo. Así de simple. Apenas si le dije un chau de paso a mi eficiente secretaria y casi sin maletas ni equipaje agarré un taxi y lo apuré derechito hacia la plaza Uruguaya.

El tren mi tren tenía que debiera debería hubiera debido partir del andén N° 1 -por otro lado el único- de nuestra hermosa estación central a las 7 en punto de la mañana. Al menos así estaba escrito sobre el pizarrón. Pero ya eran ya más de las 8 y pico y nuestra locomotora Loperé parsimoniosamente recién estaba enganchando casi con desgano como al descuido los vetustos vagones que debían transportarnos rumbo al sur.

Sin embargo casi increíblemente y sin ir más lejos estaban habían "se hallaban" allí magníficas majestuosas locomotoras a leña del tiempo de la Guerra Grande rozagantes alojeras sonrientes chiperas orondas señoras de campo con sus gallinas bolsones y bultitos de todos los pelajes y calibres mita’ises surtidos karia’yeses karaíses con sus sombreros de ala ancha y bombachudos de montar. En resumidas cuentas todo lo más granado y surtido de "populis" con sus colorinches su savuafer su desde mi óptica colorido y simple estilo manera de vivir o modus vivendi ¿Se dice así?

 
Cosa de las 8 y media ¡ya era hora! por fin salimos. Gran humareda olor a leña fresca quemada pitidos cariñosos alboroto despedidas y algarabía general. Velocidad crucero inicial and so on de nuestro lento convoy directamente imponderable a ritmo bien seguro de paseo.

Como yo me iba hasta Gral. Morínigo y tenía por lo tanto que hacer trasbordo en Borja no podía no pude tomar el Internacional de modo así que nuestro veloz trencito de la época del noble Don Carlos paraba por supuesto en todas las estaciones y ¡aun! en medio del campo.

En Estación Botánico nos trancamos corno media hora no sé nadie supo ni preguntó por qué. Ya sabés cómo son somos los paraguayos nadie avisa ni dice nada nadie protesta. Igual pasó en Luque y ¡también: en Areguá pero ya me iba amansando acostumbrándome de a poco. Doloroso aprendizaje ¿que-che-le-va-cha-ché! En Areguá para paró para que la gente pueda desayunar chipa con buti naranjas tortas o sencillamente tereré para los estoicos. Allí me compré un telúrico chanchito-alcancía con la camiseta de Olimpia por supus. No me pude atajar. Vos sabés recordarás que soy fanático pero ¡qué sé yo! me sentía distinto distendido otro con ganas de hacer cosas raras nuevas muchas.

Cuando llegamos a Villarrica aun siendo más de las 3 de la tarde la gente pidió tiempo para almorzar. Yo para qué te voy a mentir con lo que ya había ido picoteando por el camino no tenía nada de hambre pero la señora la noble matrona del canasto que viajaba justito enfrente mío desaprensivamente peló sacó un hermoso pollo casero cocinado en tatakuá según dijo y me invitó. No me pude negar. Vos sabés la amabilidad campesina eso sería fatal. Así que empecé nomás a engullir a masticar como un tarado o sea como un condenado. La vecina de atrás que viajaba hasta Encarnación destapó una enorme tonelada de chipa comprada en Ypacaraí y que por supuesto también tuve que ¡probar! Alguien tenía aloja con perejil y todo en fin la cosa el asunto es que al final chupé y moriré ya otra vez como un chancho.

Creo me parece que engordé ya más de tres quilitos vieja. No me pesé ¡ni pienso! además por aquí "el útil" balanza es impensable no existe. Además ¡qué importa! El único problemita sería que casi seguramente a Susy no le va a gustar. Ella está educada a la porteña y adora la flacura. Dice cree que es mucho más elegante. Aquí me dicen que gordito estoy mucho más saludable.

Pero dejemos por ahora de lado esas macanas. No quiero cansarte. Sigo pues con mi historia viejita. Terminado el suculento almuerzo todavía nos quedó suficiente tiempo para la reglamentaria siestita antes de que nuestro folklórico motorista tomara nuevamente impulso y se decidiera ¡al fin! a emprender el aún largo camino que nos faltaba. Después nos enteramos que nuestra legendaria locomotora tuvo había sido que había tenido un pequeño desperfecto. ¡Menos mal! En fin. En el tren por lo visto se come todo el rato a cada momento hay alguien que desenvuelve un pollito chipa naranja costillita de cerdo milanesas a lo Paraguay. Ahora al cabo-mí descubro caigo en la cuenta me caigo del pirí que ésta es debe ser una de las mejores maneras de matar el tiempo. ¡Más vale tarde que nunca!

A Borja llegamos recién cerca de la medianoche. ¡Increíble! cerca de 200 kilómetros en más de quince horas todo un récord.

Bajamos. Más pelado que bola de billar. Parecía la luna. El trencito de trocha angosta que debía llevarnos al ignoto Gral. Morínigo sencillamente no estaba. Toda "La Estación" de ese este lugarcito no es más que una piecita de 3x3 más o menos. Ni siquiera había caso lugar ni forma de echarse una dormidita. Unos muchachones que viajaban con nosotros en vista del frío y el sereno que estaba acayendo bastante tupido desentrañaron una memorable guitarra y una poderosa botella de ari. Así entre cañita va y polkita viene nos hicieron pasar el rato el frío y hasta el sueño.

El "pobre" trencito llegó silbando y resoplando a las cansadas recién como a eso de las tres de la madrugada momento clave cuando ya casi todos estábamos francamente borrachos tratando de matar el frío y el aburrimiento ya para ese entonces con la nunca bien ponderada caña blanca. Vos sabés bien que a mí la bebida fuerte me cae horriblemente mal así que me descompuse. Una linda morochita que había viajado hasta allí a mi lado a mi izquierda sin que yo me diera cuenta ni le hiciera el menor caso se apiadó de mi catastrófico estado físico y sin prejuicios ni miramientos de ninguna laya se apersonó a ayudarme como una verdadera madre. Perdón vieja.
 
Lo que pasa pasó había sido es que Claudia la morochita así se llama me venía echando el ojo desde que salimos luego de Asunción. Yo bobo de nacimiento como soy no me había dado la menor cuenta de eso ni tampoco de que se había pasado todo el tiempo junto a mí mientras chupábamos en el jolgorio de los muchachones a la intemperie al son de las guitarras y el no menos ponderable friacho mañanero en Borja. No quiero alargarme en esta parte porque segurito que me vas a querer entender mal. Nada de lo que seguramente estás pensando. En serio te digo vieja. Descubrí sí que para la gente de campo hasta el jegustá-lento es un pasatiempo sin complicaciones un divertimento una sana distracción del espíritu. Para que veas hasta me invitó a pasar por su casa en la campaña para conocer a su familia comer chancho y chipa en el kurusú-ara o en cualquier otro momento que a mí se me antoje.

En suma y si mal no recuerdo debe hacer cerca de 15 días que estoy instalado en lo de Toti y flía. viviendo pasándola realmente a cuerpo de rey. Se me curaron pasaron no lo vas a creer la gastritis y los dolores de cabeza. Los desayunos son literalmente "de película" huevos pollo-katí queso-paraguay casero café con leche galleta-cuartel y todo lo que se te pueda ocurrir. La pura verdad es que aquí no hago nada de nada imagináte que no llegan ¡ni los diarios! Como sin apuro duermo rigurosa siesta paseo y charlo "a-piacere" con los dueños de casa vecinos o parientes que vienen a visitarme. De tarde suelo irme al arroyo. Ayer me invitaron a pescar y me traje casi una docena de mandi’i.

Me siento otro. Me olvidé de los negocios del tráfico y hasta de mis conflictos y despelotes caseros.

Querida vieja: no sé si me vas a entender. En el fondo los extraño mucho a todos pero esto es realmente un paraíso.

Cariños. 

 
Fuente:


Autores: MARIA ELENA VILLAGRA y GUIDO RODRIGUEZ ALCALA.

EDITORIAL DON BOSCO,

PEN CLUB DEL PARAGUAY.

Asunción – Paraguay, 1992 (150 páginas).

 
 
 
 
 

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