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JORGE CANESE

  DESPUÉS DEL MONTE y ADÁN Y EVA - Cuentos de JORGE CANESE


DESPUÉS DEL MONTE y ADÁN Y EVA - Cuentos de JORGE CANESE

DESPUÉS DEL MONTE y ADÁN Y EVA

Cuentos de JORGE CANESE

 

 
DESPUÉS DEL MONTE

Cuando Luis (Luichi-Luchi-Luicho) vio el helicóptero desempalangando sus aletas de vértigo-bronce-viento, se zambulló en el monte. Y corrió. La persecución era (y sería) implacable. Se perdióseperdióseperdió serpenteó-corriendo hacia el arroyo (¿el río, la aguada, el mandiocal, el charco?). Corrió-corría como tantos años de instrucción jesuítica podían permitírselo. La voraz llanura, los cerros, los árboles del monte perdido-acariciado se le tropezaban en las narices, en los sueños, en ese lúgubre acmé (¿acné?) de sus fantasmagorías predilectas. Las espinas le rayaban-roían el pecho, y la fuerza de huída era (tal) tan grande que le obligaba a seguir adelante a pesar de la sangre, las sanguijuelas, los mosquitos, a pesar-pasar de todo y -sobre todo- a pesar del miedo.

La cuadrilla de helicópteros sobrevolando a baja altura, lo descubrió-descubrieron camuflado, medio muerto, convertido en un venado, como espectro-gusano-alma en-pena que espera un arrumaco, un palizazo, un coscorrón, un caramelo (2x5) a la vuelta de la esquina. El planeta le pareció chico-chiquitito-chiquitísimo, perdido, inútil, ¿gracioso? y se tiró vencido) al piso, al suelo -su suelo- querido, materno y milenario. La primera ráfaga (le) pasó muy cerca y una bomba majestuosa a menos de diez metros inició la primera quemazón. Si esto-eso no era el infierno: ¡a mí los Bomberos Voluntarios de la Antártida! Relojeó su heredado e inmejorable relojito-de-combate. Eran las 6 de la tarde. Rezó compulsivo al Dios de su infancia, pidiendo protecciones celestiales para que pasaran los minutos hasta la puesta del sol. Todo sería inútil. Una sensación de 'al-pedo' lo inundó, lo invadió, y una culpa sin playas ni fronteras de piedra se hizo cargo del temblor, del mando de (hasta) sus mínimos secretos.

La segunda bomba le cayó directamente sobre el cerebro, la calvicie (el coco). ¡BUM! (Y) Se sintió blanco, puro, boludísimo y vital. Esa miserable sustancia blanquísima y helada lo cubrió por entero (y fue) como crema de leche en sus venas. Se sintió vivificar con el ardor, la pena, las llagas y el espanto. (Siempre hay-habrá tiempo para huir o para enfrentar la muerte.)
Nuestro pequeño héroe-líder-filosofito-Luchi-¿Lucifer? padecía su primer traspié.

La soledad, el sueño y los ruidos nocturnales despertaron la selva y sintióse acompañado, acogido, comprendido. Aullando, solo-y-mi-alma entre bichos y plantas, recordó a Jazmín, su casa, su rancho, sus pequeñas y viejas cosas. ¡Ay vida que siempre nos das más de lo que pides (y menos de lo que podemos alcanzar)!

Amaneció -terciado- cerca de un pequeño rancherío. El tiempo en-estos-casos es mucho menos cruel de lo que humanamente parece: pasa fácilmente de largo sin que nos demos cuenta. (Así que) Con las llagas aún en carne viva, pensó en (hacerse) pasar por un mendigo. Lo consiguió y le dieron saporó y mandioca. ¿Era? virtualmente un mendigo hecho y derecho sin-ninguna-duda. Su cara y sus manos (su cuerpo, sus ojos) habían cambiado gracias a la tecnología y los helicópteros-de-mierda; y ni su abuela Ansehna (-en-bicicleta) -matrona del lugar- lo reconocía, (ni) aún con reflectores. Comprendió-comprendí que la vida es múltiple, ingrata y vaga, y pensó en-serio (y por eso) en-dedicarse -sin remedio-¿ni opción?- a pordiosero. La patria -de todos modos- seguía estando en el mismo sitio-lugar de siempre.

Evidentemente los helicópteros-pajosos-pajeros-rastrilleros lo habían dado de baja. (Se) Pasó así un mes entre suspiros y flores, cada vez más desnudo, cada vez más flaco-chupado, cada vez más distinto.

Aburrido -finalmente- de la soledad y de los pájaros, bajó al camino (el tapé guazú, la ruta), impulsado tal-vez por ese rostro de jazmín-mujer, por el hijo, por la madre-matrona-machona-matriarcal; pensando a veces en la caña y los amigos de su pueblo, en el pan, el guiso-popó, en una luz de-sol golpeando el alero de sus tardes, el ruido y la placidez-compañía de su comarca natal. Pero (de-verdad-de-verdad) el bosque y los helicópteros lo habían cambiado para siempre.

Al llegar-llegando, nadie lo reconoció (ni) al pasar por el mercado. Y le regalaron chipa y un vaso de caña-cañita que sorbió-chupó descontrolado.

(Y) Cuando llegó a su casa -tristemente- no lo reconocieron, ni Mamá-Anselma ni los perros. Jazmín lo recibió-ahuyentó con palabras lunáticas-lunares, llorando muy dolida por la burla, por su muerte (de-él), demostrándole con impresionante lujo de detalles su brutal-fatal-frugal inexistencia. Era (él-mismo, en vivo y en directo) nada más que el delirio de un pobre borracho loco y forastero.

"¡Ay, si me hubiera dado cuenta a tiempo, que no era caso-o-cosa de torcer espinas; los genocidios son-eran-fueron crisantemos verdes, y el pájaro-canario-picaflor más psicótico del pueblo, es un pobre ser-humano (como yo) que no sabe lo que dice, lo que quiso, lo que quiere!".

En el atrio de la Catedral está siempre (¿jajoecháta ko'ëro?), y de tanto en tanto la limosna de sus buenos compueblanos -sin saberlo-, le permiten el lujo de unos tragos de caña que le recuerdan el monte, los helicópteros y el arroyo.
 
De: ¿ASÍ-NO-VALE?
 
(Asunción: Arte Nuevo Editores, 1987)
 
 
 
 
 
 

ADÁN Y EVA

La Biblia miente. La Familia Original no fue el cuentito de hadas que quisieron contarnos. Vista a la luz de las tecnologías más modernas (incluyendo la anécdota de Caín y Abel, manoseada y tergiversada con el corrosivo paso del tiempo), la historia de Adán y Eva hoy no pasa de ser un pobre libreto para telenovelas.

Volvamos a las fuentes. A la incuestionable credibilidad del radio-so'o. A la verdad primigenia de la literatura oral.

En el Paraíso Original Eva absorbe los efluvios naturales del ambiente. Nadie reina y domina tanto como ella. Lo siente. Lo sabe. Su piel es naturalmente blanca, hipersensible y desnuda como la nieve. Adán no pasa de ser un morochón vulgar y corriente. Parámetros iniciales que marcan de entrada la notoria desventaja estética de los machos de la especie y explican la falocracia, el machismo decadente y esa insulsa petulancia que estropea innecesariamente la buena imagen de los varones de la raza humana.

Ambos se aburren como locos en un Paraíso Terrenal en el que sólo hay manzanas y alguno que otro (perdido) árbol de La Sabiduría del Bien y del Mal; al que además (despotisimo teocrático mediante) estos pobres infelices mortales no podrán acercarse. Ni gustar de sus maravillosos frutos. Y mucho menos entender su enigma.

La víbora/ el diablo (como es obvio) se las sabe todas. Y lo que pudo llegar a pasar después entre Ella, Eva, Dios y Adán (seducción, mordisco, etc., puteada divina y expulsión), en realidad no es que importe tanto. Lo que sí es incuestionable, es que la desgracia acabó en embarazo, sin permiso del Padre y antes de una propuesta formal de matrimonio por parte del candidato oficial: Adán. Pecado original. Mal paso inicial y doble falta. Imperdonable (por lo visto, Dios siempre fue mucho menos tolerante de lo esperado).

La tierra ya es un lugar menos aburrido que el bendito Paraíso. Las manzanas nacen con dificultad. Y los árboles de la sabiduría están siempre cubiertos de malezas, a modo de que nadie se tope (ni por casualidad) con ellos. Vemos a mamá-Eva embarazada hecha toda un ama de casa, trajinando, lidiando y rezongando en sus habituales tareas hogareñas. Y después del lapso correspondiente, nuestra parejita original asiste asombrada al nacimiento de... Edipo.

Al poco tiempo: el ceño fruncido y los guisos quemados. Eva sufre. Parió con dolor y sabe que Adán no llega nunca a la hora señalada. Y sabe lo peor (pues ya se lo advirtió el mismo Dios enfurecido en los portones de salida del Edén) que su tierno Edipo matará al flojo de Adán (al-santo-pedo) y querrá cogérsela a ella (contra todos los pronósticos y todas las reglas) en tiempos de su apacible vejez. Pero no es esa imbancable trama de telenovela futura lo que preocupa por ahora a Eva. De momento su problema concreto es el pelotudo de Adán.

El, con el eterno pretexto de trabajar (afuera) se las pasa boludeando casi todo el tiempo. Y como no existen otras hembras humanas sobre el planeta Adán observa la naturaleza. Las estrellas. El bosque. Y por supuesto a toda la fauna erótica que encuentra a su paso para él la Familia es una utopía, una entelequia, un lugar al que se debe concurrir (por mandato divino) a marcar tarjeta y decir que sí.

Así que: yeguita por aquí y cabrita por allá, Adán inventa/descubre la ganadería mucho antes que la agricultura.

Edipo (como era de esperar) resulta ser un edipón de novela. Chupatetas sin par terminó siendo un gordito sin gracia apegado a las faldas de su madre. Eva, conociendo los presagios y no sabiendo aún cómo impedir los embarazos "encargó" enseguida y sin darse cuenta a Caín y Abel, mellicitos divinos y ejemplares rompebolas que supieron ingeniárselas para liquidar la poca estabilidad psíquica que podía restarle al primogénito de los primogénitos. La cosa fue empeorando. La primera familia creció y se complicó. Entre otras cosas Caín aportó la inteligentzia y Abel el sentimentalismo.
Curiosamente Adán es un hombre viejo y acabado a los 40. El monte, el malhumor de Eva, sus cabras insaciables y el odio in-crescendo de sus hijos varones, no terminan de darle un sentido a su vida. Fue en ese trance de ánimos cargados e inestables que deseó tener una "Evita", una hembrita que electrificara su existencia.

Y fue así que Eva sin mucho entusiasmo, a las apuradas y en los años cercanos a su menopausia concibió a Penélope, quien ade-más de satisfacer el edipo y el alicaído espíritu de su padre -entre otras de las tantas dulzuras de los inicios de la civilización-, sería la inventora del tejido, gran propulsora de la histeria que heredara de su madre, y por si todo fuera poco: mediadora (y prenda) de las guerras entre hermanos.

¿El quid? Como siempre ganó el más fuerte. El retorcido Edipo, apoyado por los vientos de su madre fue el encargado de fundar la civilización. Tomando el modelo de la víbora, neutralizó fácilmente a Caín y Abel con un plato de lentejas. Después ya se sabe. Lo que nadie pensó fue que al enterrar (en dudosas circunstancias) al alicaído de su padre-Adán y quedarse con la ingeniosa Penélope (y por ende con su madre-Eva) lograría ab-initio el inesperado monopolio incestuoso de todas las mujeres del planeta.
 
De: EN EL PAÍS DE LAS MUJERES
 
(Asunción: Editorial El Augur, 1995)

 




Intercontinental Editora,

Asunción-Paraguay 1999. 433 páginas).
 
 
 
 
 

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