LAS CAMBIANTES RELACIONES

Por JUAN ANDRÉS CARDOZO

            En esta vida nos definen nuestras relaciones. Nosotros somos lo que son nuestras relaciones. Pero estos vínculos cambian.

         Son apacibles nuestras relaciones, a menos que entren en conflicto. Viven las tranquilas estaciones del entendimiento y la comprensión cuando están unidas por sentimientos comunes, las coincidencias ideológicas y políticas. Y, en lo esencial, por la apertura a la verdad. Entonces se las siente y ocupan enriquecedoramente los minutos de la vida, demandando afectos, encuentros y cooperación. En cambio, en las tensiones, cuando la crisis golpea la puerta de esa habitación vinculante, tenemos la tendencia a detenemos a pensar en ellas. Y a mirar con exigencia en la otra persona. Y en los atributos quenos unen.

            Pero, más allá de lo conductual, lo importante es que las relaciones nos identifican. Remiten a lo que somos:

            Insisto, yo soy lo que son mis relaciones. Me definen los amigos que tengo, el trabajo en que me gano la vida y los afectos que circundan de calor mi espacio existencial para que el frío no perturbe la fuerza de mi corazón. Soy mis relaciones en la totalidad de sus facetas, incluso, cuando me aíslo y estoy ausente de ciertas dimensiones de la vida social.

            DIFERENCIA EN LA EVOLUCIÓN

             Esta etapa del círculo de mi predilección depende de la evolución de mi propia personalidad. O del otro sujeto. La sincronía en el crecimiento de cada cual en la intersubjetividad es un factor de ajuste. Y de crítica. La asincronía desacomoda. En el camino de enfrentar los retos de la existencia el relevo en la amistad es casi inevitable.

            Igual sucede en el ejercicio de las profesiones o facultades. Uno progresará más que el otro en el conocimiento y con el tiempo se distanciará. Cuando ello ocurre, ya se dificultará el diálogo, pues el que ha avanzado en el saber no encontrará en el retrasado el lenguaje que posibilite el adecuado intercambio de ideas, proposiciones o tesis. El desfase anula el reconocimiento personal, devalúa la relación.

            Por consiguiente, puesto que las relaciones me identifican, revelan finalmente la persona que soy, a la vez que las uniones interpersonales establecen un doble compromiso. Yo debo merecer el amor o la amistad de otros sujetos. Y en tal carácter debo correr a la par a su lado. Pues según Paul Ricoeur, el ser que soy se reconoce en la alteridad, atestiguando, a través de la idea que el otro se forja de mí en su conciencia, la confianza o el crédito que tiene de mí persona. Pero tanto esa idea (episteme en el sentido de implicar un conocimiento) como la confianza que el otro tiene de mí dependen del respeto que impone la persona que soy.

            Así el otro sujeto de la relación debe merecer mi atención, mi admiración. Y viceversa. Yo, por mi parte, tengo el deber de convocar su mirar, su deslumbrar, su entusiasmo.

            Y aquí está el problema, como también el valor de las relaciones.

            LAS DESIGUALES ACTITUDES

             El problema es que a un ritmo diferente embragamos las velocidades de la vida. Las responsabilidades del trabajo, de la lucha cívica, de la ética, de la creatividad y de nuestro propio crecimiento humano e intelectual, las asumimos con desigual práctica.

            Mientras, el valor de las relaciones reside en el develamiento de nuestro ser en su vínculo con el otro. Me descubro siempre ante su vista y ante la mirada de los demás. Y en este mostrarme puedo ser más. O ser menos. La medida es arbitraria, subjetiva. Ayer se basó en el sentimiento, en la pasión, en la posición, en el talento o en la preparación. Hoy, sin embargo, se basa en la consolidación del afecto, en la jerarquía intelectual o en la demostración de un ego que sabe de sus límites. Pues un ego más grande que la subjetividad que uno espejea, en las humildades forzosas, en las fronteras del saber y en el aura de valores, acaba en la inanidad del ser.

            Pero esa visión que proyecto -que proyectamos como "ser ante los ojos" y entre otros- es la consecuencia de mi evolución o de quedarme, estancarme. En las relaciones nos medimos. En el diario y apacible vivir, la comparación es caritativa, tolerante. En la ruptura y en las tensiones adquiere, en cambio, relieve. Es no pararse juntos y observar la altitud de uno y del otro, un compararse. El medirse se vuelve intolerante. Y aunque carguemos de humanismo la alforja de valores para compadecernos y entender al otro, hay momentos en que la vida nos empuja, inevitablemente, a la confrontación. Al irrefrenable litigio.

            Preparémonos, sin desmayo, para salir erguidos de esa verificación de lo que en verdad, somos. Con honestidad y más allá de los muros del cinismo.

 DIÁLOGOS IMPROBABLES, PERO NO IMPOSIBLES

Por MONECO LÓPEZ

Fuente: Correo Semanal del diario ÚLTIMA HORA

Publicado en fecha: Sábado, 12 de Junio del 2013

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