PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
GLADYS CARMAGNOLA (+)

  IGUAL QUE EN LAS CAPUERAS, 1989 - Poesías de GLADYS CARMAGNOLA


IGUAL QUE EN LAS CAPUERAS, 1989 - Poesías de GLADYS CARMAGNOLA

IGUAL QUE EN LAS CAPUERAS

Poesías de GLADYS CARMAGNOLA

 

Premio José María Heredia, 1985

de la Asociación de Críticos

y Comentaristas de Arte de Miami (ACCA)

Colección del Corcel, 1989

Asunción – Paraguay (71 páginas)

 

PRÓLOGO

En treinta años de arar-igual que en las capueras/ en este irremediable menester/-, a veces con justificado entusiasmo, y otras decepcionada de plagas y sequías, he podido comprobar que en poesía, igual que en las capueras, no vale mucho la sola voluntad.

 Me había prometido ya no divulgar este poemario, cuyos poemas fueron escritos entre 1980 y 1985, salvo unos pocos que datan de dos décadas atrás. Me había prometido también no incluir ni prólogo ni presentación alguna para los otros versos míos que llegaran a ser publicados alguna vez, no tanto por no molestar con mi pedido a quien tuviera que redactarlos, como por comprobar que cada uno de esos poemas fuera capaz de presentarse por sí mismo, sin muletas, sin explicaciones. Estaba decidida a cumplir estas promesas, exactamen­te hasta ahora.

Y heme aquí garabateando unas apresuradas líneas a modo de prólogo, sólo porque no me atrevo a presionar a nadie por uno, para hoy. Porque es ahora mismo cuando necesito compartir estas letras contigo. Y sé muy claramente por qué:

Porque aún significan para mí lo mismo que entonces estos poemas -sólo conocidos por la Asociación de Críticos y Comen­taristas de Arte de Miami, y algunos hermanos de nuestro país -­Porque hay varios otros poemarios en mis cajones, que un día quizá exigirán la luz; pero no la verán, si depende de mí, antes que éste. Y, finalmente, porque la sangre campesina que me nutre quiere compar­tir estos versos contigo, igual que en las capueras se comparte la mandioca a la hora del a buen tiempo.

                                                                               Abril de 1989


DEDICATORIA

He prometido -de viva voz y en público, con nombre y apellido ­dedicar los poemas de este libro a mis hermanos en la poesía y a algunos amigos. Pero se me ha extraviado el ejemplar en el que anoté a quiénes mencioné en mi promesa Y la memoria no pudo retener lo que mi afecto sí debería. Opto entonces por consignar aquí los nombres de las personas a quienes originalmente dediqué los poema:, y los de aquéllas otras que respondiendo al llamado de mi cariño, retribuyéndolo con el suyo, o por solidaridad, me acompañaron en un momento concreto, especial, de mi vida. Sirva esta mención escueta de dedicatoria (alfabética, que no incluye familiares. Para aquéllos que no cito aquí, ya habrá otros poemarios):

 

A José-Luis Appleyard (a quien prometí dedicar un libro hace ya casi cinco lustros).

A Angel Auad y Myriam Ayala,

José Antonio Bilbao,

Ricardo Caballero Aquino,

 Raquel Chaves,

Ramón del Río,

Noemí Ferrari de Nagy y Renée Ferrer de Arréllaga,

María Eugenia Garay, Dora Gómez Bueno de Acuña ( )

Hedy González Frutos y Hermann Guggiari,

 Gladys Luna de Rolón,

Meme Perasso y Francisco Pérez Maricevich,

Augusto Roa Bastos (a quien está dedicado "Palabra-­símbolo”)

Hugo Rodríguez-Alcalá (dueño de "Momento")

 Marta Rossi y Jesús Ruiz Nestosa (a quien dediqué "Motivos"),

María Elena Sachero, Enrique Sánchez Narváez,

Hill Witt.

 

 

a la memoria de Don Carlos,

que fue feliz leyendo mis poemas, y

a Cecilia y Julio,

 

 

 

 

INDAGACIÓN

 M e pregunto

por qué este arar poemas

con tanta falta que hace arar

-con idéntico amor, con igual entusiasmo ­en las capueras.

 ¿Quizá porque me nutro de los frutos

de esta siembra?

En realidad no importa

ignorar la respuesta

mientras haya quien pueda alimentarse

de la cosecha.

 

 

PALABRA-SÍMBOLO

Todo está organizado para el canto

desde que el mundo es mundo; y desde siempre

él pervive en la luz, el aire, el agua,

en los que aguarda insobornablemente

mientras llega la exacta voz humana que lo libere.

 

Es mejor admitirlo: la palabra

vive aun cuando el labio la silencie;

está entre la mordaza enrojecida

de los hilos de sangre entre los dientes;

y al evadirse hasta encontrar el mundo

en el cual logrará fortalecerse,

es verbo-vendaval

y arrasará con todo lo que encuentre

-torrencial lluvia-sílaba-substancia

donde confluyen todas las especies ­

para llegar a la raíz del canto

que por la voz se eleve

hasta auroras aún no amanecidas

de algún lugar acaso inexistente.

 

 Reconozco los síntomas-oráculos

de la palabra-símbolo que a veces

nos atrapa de pronto, sin permiso

en medio del trajín, tan de repente,

-con desatada furia, tempestuosa,

tenaz, insobornable, exigente­

que nada resta sino darle albergue.

 Así tiene que ser, seguramente.

 

¿Quién osará amordazar el grito

que se le agolpa en la garganta, urgente,

y puja por salir a borbotones

por fin a la intemperie?

 

No yo.

Definitivamente.

Y sé que tú, amado augusto hermano,

lo comprendes.

 

 

SUDAMÉRICA

Nosotros, moradores

de una pequeña patria cálida y morena

de vasto corazón

-sacrificada y ardorosa tierra-­

somos antiguos anfitriones legítimos

de un corredor más ancho del planeta

en el que los volcanes y los cerros,

los ríos, las praderas,

son hermanos de bosques y de océanos,

de cataratas y de cordilleras.

 

Una patria donde el conquistador fundió su sangre

con la de guaraníes,

araucanos e incas,

aimaraes o quechuas,

y dio vida a una raza

que aletarga su espíritu de guerra

mientras lucha y trabaja

y se quebranta -suda y se desvela- ­

porque ama su mundo de maíz y café; de caña dulce;

de minas de metal; de yerba mate; de jazmín y madera;

-raza que de justicia y libertad

aprendió a balbucear las ocho letras

y empecinadamente en su gramática

va ganando experiencia;

raza que no ignorante de la paz

que todo ser humano anhela

comprende ya que sólo el ser humano

sabe cómo adiestrar palomas mensajeras,

y denodadamente sigue

en la tarea-.

 

Nosotros somos hombres y mujeres de esa raza

de un rincón diminuto de la tierra

donde, por sobre toda religión,

idioma o frontera

hay un ideal de paz y de justicia

que cada uno de nosotros sueña

-un ideal que hoy es más que un himno

o un ondear esperanzado de banderas

en el dolido mástil de este sitio del mundo

que aún se llama corazón de América-.

 

 

MOMENTO

Estoy en el umbral de los presagios

y de los recuerdos.

 

Bajo la sombra del jacarandá cantan los grillos

y es su canción de amor sólo un remedo

empecinado, urgente, de mi canción,

porque tú estás tan lejos

y, aunque no te conozco, te recuerdo.

 

 

MOTIVOS

Porque se escapa el tiempo como un prófugo

tras del que, improvisados carceleros,

caeremos, como todos, fracasados,

en el antiguo, vano intento.

 

Porque parece tanto y tan profundo

lo poco que entendemos.

Porque conserva todo corazón

zonas de desamparo y de silencio

y a veces es oscuro, silencioso, solitario,

igual que un solitario, silencioso y oscuro cementerio.

 

 Porque hay sitios también deshabitados y oscuros

en este mundo que me vive dentro.

Porque a veces la cerrazón me oculta

la forma de los cerros

o me enceguece en su insolente brillo

el porfiado lucero.

 

Estos y otros muchos porqués me justifican

el salirte al encuentro

aprisionando esta substancia efímera y tenaz

-empecinado tiempo-

para entregártela

enredada en la tenue maraña de unos versos

que te dicen: Hermano:

Contéstame. Y juntos enfrentemos al silencio.

 

 

LETANÍA

 Regresarán los pájaros un día

a alborotar como hoy la parralera:

bullicioso ritual de primavera

para endulzar las uvas de la vida.

 

 Regresarán los pájaros un día

libres como hoy a picotear la siembra,

diseminar su generosa ofrenda

y anidar en las ramas amarillas.

 

­Regresarán los pájaros un día

(¿cuando no logre incorporar las vértebras

ni puedaya mi voz acompañarlos?).

 

Siembren pues hoy de libertad mi patio

y que germine, igual que en las capueras.

 Lo entenderán los pájaros un día.

 

 

¿CREES EN LA POESÍA?

 ¿Crees en la poesía disfrazada de luz,

de primavera, flores sin espinas

que desde un pedestal -mármol o lodo-­

nos recrimina?

 

No contestes aún, hermano. Escúchame:

 Yo creo en la poesía

que al mostrarnos la luz,

con ella nos envuelve e ilumina;

la que de los crepúsculos y sombras

jamás se olvida;

la que en flores y aromas nos embriaga,

y nos pincha.

 

Creo

en el supremo don de la poesía

que nace sin amarras y sin ídolos;

que llama a nuestra puerta como una leal amiga,

 que entra en nuestro hogar,

se sienta a nuestro lado en cualquier silla

a compartir el pan

que nos legó el afán de cada día

si queda aún; si no,

se hace pan ella misma.

 

Creo

en esa poesía

que vive con nosotros y dialoga

con palabras excelsas o sencillas:

poesía que consuela,

poesía que alimenta y acaricia,

poesía que sacude y acompaña

en la desesperanza o la alegría.

 

 Creo, por sobre todo, en la palabra

que guarda entre sus sílabas

lo que no por razones idiomáticas

obligatoriamente se mutila.

 

Sí. Creo desde hace tiempo

en la entrelínea

-la que, para nosotros, de la muerte

arranca, y nos lo entrega, un retazo de vida-.

 

Ahora que me entiendes puedo oírte:

Hermano: ¿Crees en la poesía?

 

 

CANCIÓN

La canción tiene cuchillos

que hieren, hoy más que antes,

 -mil puñales asesinos

a los que no acusa nadie-

 

­cuchillos que desde el viento

con el filo de la tarde

apuñalan la palabra

y entre estertores y sangre

dejan una que otra lágrima

(¡Eso no me lo arrebaten!)

 

cuchillos que se refugian

cobardes, en cualquier parte,

mientras en el aire crece la canción

con letras que son cadáveres.

 

 

AMETAFÓRICO

¿Será cierto, Señor?

¿En verdad fanatiza lo poético?

Pues, la verdad, verdad,

yo no lo creo.

 

Si 21.299 veces leo el mismo poema,

 repito el mismo verso,

conjugo el verbo –arar-­

en el mismo terreno

y a nadie daña esta cuestión de amor irremediable,

no me arrepiento.

 

Y tampoco me aburro:

la vida tiene tantos hermosos vericuetos,

sus ceremonias sontan diferentes,

tan cálidos o fríos sus chatos o elevados aposentos,

que siempre hay un lugar en el que mi albedrío

no necesita cortes ni remiendos.

 

Sin ditirambos; sí, Señor: sin ditirambos.

Sólo lo imprescindible, por supuesto:

Ya talé mis metáforas casi en todo papel

y hasta pedí perdón por mis defectos,

por el área que ocupo sin permiso

y por tanta ternura sin empleo.

 

Y lo hice por escrito, nada menos.

 

¡Pero no, por favor:

si no me enorgullezco!

 

Sé que el subdesarrollo es doloroso:

Hay sitios donde es fácil entenderlo:

No es cuestión de tractores ni semillas

-¿nadie encontró un arado en estos versos?

­

Y además del sudor,

la incomprensión jamás es lo de menos.

 

 Pongo a hervir la mandioca (es heptasílabo).

 Quédate a compartirla. Y conversemos.

 

 

MEDITERRANEIDAD

¿Importa acaso una ribera de agua

cuando es de todos tanta inmensidad?

 

Cuidado, hermano; que si un arma atómica

existe, no es consecuencia de la mediterraneidad.

 

Y sin embargo duele.

De verdad.

 

 

CUENTO

 Había una vez

un león, valeroso, inteligente.

 Se pasaba la vida

caminando amistoso entre la gente;

no alardeaba nunca

ni de ser generoso ni valiente.

 

El podía ser así

porque realmente

era de virtuoso corazón

y de cerebro vivo y brazos fuertes.

 

Había una vez

(dos, 100.000 veces)

un león que no existió

y me parece

que nunca existirá

porque los fuertes

que yo conozco

aquí son imprudentes

y se pasan la vida

 -casi siempre-

­alardeando de virtudes

inexistentes

y podríamos arriesgarnos a llamarlos animales

simplemente.

 

Comencemos así:

Había una vez

(ya no sé cuántas veces)

voraces animales y dañinos insectos

mezclados, confundidos, inevitablemente

-si no será desgracia-­

entre la gente.

 

¿Que cómo yo lo sé?

Porque el cuento sucede justo enfrente.

 Y aunque tú no lo ves,

sé que lo entiendes.

 

 

VERGÜENZA

¿Qué puedo yo decir que no hayan dicho

mis hermanos mayores, de esta tierra?

 

¿Que la amo, tal vez, profundamente,

que a veces tengo miedo de quererla

de modo tal que prefiera el silencio

que ofenderla?

 

Ya sabes que el amor

toma formas sutiles, tan diversas,

que unos gritan y aplauden

mientras otros se esconden de vergüenza.

 

 

OPROBIO

Hombre de mi país, amado hermano,

compañero mío:

herederos nos llaman

de un destino

de ancestral dignidad que -¿qué ha pasado?

­¿ha quedado olvidada en los caminos?

 

 Nosotros, los humanos,

estamos hechos para ciertos ritos

que -no; no por azar- por algo incluyen

voz y oración; y sueños; pan y vino.

 

Muchos, irrenunciablemente encaminados

hacia oscuros, secretos fetichismos,

trocaron ya sus sueños,la argamasa

más pura de sí mismos;

por papel o metal

(recuerdo aquí un relato revivido

con mi abuela, que hablaba solamente guaraní,

que siempre habrá de ser mi preferido

y viene útil en un vano intento de fuga o mimetismo).

 

Otros siguen aún los vericuetos

quiméricos que la verdad ha construido.

Su deber, más que nada, sigue siendo,

a mi modo de ver, sentirse íntegros.

 

¿Alcanzan vino y pan? Una oración

acostumbro a un oprobio repetido;

no todos saben del temor al fuego

que calcinó un hogar que alguna vez pudo haber sido;

 

y hasta quizá la voz sí resucite

bellos difuntos sueños de heroísmo.

Hermano: Ayúdame. Si nada más se puede hacer,

oremos juntos: por ellos: por nosotros mismos.

 

 

MEA CULPA

Sé que hay más de un hombre caído de bruces,

envuelto en harapos,

en fríos, en fiebres,

en hambres, heridas

 -en un vil rebozo de necesidad-.

 

Sé de manos trémulas que entre las tinieblas

no encuentran la mano

donde sucansancio pueda reposar.

 

También sé de puertas

siempre tan herméticas

que un llanto, una súplica,

en medio de tanto bullicio

sólo son sonidos que a nadie interesan

y nadie abrirá.

 

Pero más conozco de labios cerrados.

-¿Palabras?

-Sollozos. (Palomas que nacen heridas y mueren

sin haber aprendido a volar.)

 

No es por ignorancia

­-¿Entonces por miedo?

 

No. No me preguntes de dónde me nace

esta cobardía que nadie confesó jamás;

esta cobardía que amarra mis brazos

cuando es imperioso aprender a abrazar;

esta cobardía que cierra mis ojos

cuando es necesario aprender a mirar;

¿esta cobardía que te pide auxilio

cuando debería salir a ayudar?

¿esta cobardía que sella mis labios

cuando es imperioso gritar?

 

Sí.

Gritar.

 

¿Comprendes qué frena mis manos, mi boca,

que no pueden dar?

 

Quédate conmigo y aprendamos juntos

cómo deletrear:

 

 

LIBERTAD

Como potros salvajes que galopan

hiriendo con sus cascos mis arterias,

van y vienen los sueños por mi sangre

que de pronto despierta

fantasmas ancestrales

que gritan, que protestan,

exigen, sobresaltan,

empujan, apedrean.

 

Como potros salvajes que galopan

son los antiguos sueños que m e pueblan.

 

 Alguna vez quizá

destrozarán mis lindes y mis riendas

 y saldrán a pastar el alimento

fundamental, producto de la siembra.

 

Alguna vez quizá. Pues ya no basta

que un hermano lo entienda.

 

 

ALIMENTO

Definitivamente no:

 amor no es eso

de dar, como se arroja el bofe

a algunos perros.

 

Guárdatelo,

si lo que das es eso.

 En realidad prefiero

beberme el aire, devorar el cielo,

y, por si hiciera falta,

tantear de postre un mínimo lucero.

 

 

FOTOSÍNTESIS

(soneto vegetal)

Tiene la tarde un raro no sé qué

de solapada angustia insoslayable

que se aferra a mi planta aún vulnerable

y succiona la savia de mi fe.

 

¿Aceptas la hojarasca que te dé?

 ¿Permites, mientras dure, que te hable?

Si nada humano es nunca perdurable,

acabará, y resucitaré.

 

Llega ya, fotosíntesis; milagro

y justificación de la naturaleza;

 ejerce en mí tu ciencia vegetal:

 

Haz que dé frutos este tronco magro;

revíveme en racimos de belleza;

resucita mi estirpe elemental.

 

 

SURCOS

Para estos pies de imperceptibles huellas y latidos

hay un pequeño surco bajo el sol,

con un molde de tierra, con semillas,

y una flor.

 

Por ellos comulgaron las blasfemias

con la más tierna forma del amor;

y bebieron del mismo cáliz tibio

el jazmín y lo negro del dolor.

 

Viajeros tercos -sentimiento en vilo-

­andan y rezan siempre una oración

y solícitos tornan al erial

donde este corazón

con perceptibles huellas y latidos

ara y cultiva versos por orden superior.

 

 

CUESTIÓN DE AMOR

En este afán de arar y sembrar sílabas

ya no indago por qué ni para qué.

Cuestión de amor, digámosle.

O de necesidad, podría ser.

 

 Igual que en las capueras,

en este irremediable menester

-sea magra o abundante nuestra siembra-

­dejamos, cuando menos, parte de nuestra piel.

 

Igual que en las capueras, la cosecha

no siempre sacia el hambre ni la sed.

 

 Dios te bendiga, hermano, por creerme:

 Eres hombre de fe.

 

 

HERMANO CÓSMICO:

¿Qué idioma universal te ha dado vida?

¿Un gesto, igual que aquí, te hizo presencia?

¿En qué polvillo cósmico debates

tus sueños, tus angustias, tu impotencia?

 

Porque has de estar. Estás en algún sitio

rastreando una ruta hacia la tierra

mientras mi alma, vestida de metáforas,

otea una galaxia de la que tú no llegas.

 

¿Eres mendigo? ¿rey? En tu asteroide

¿hay condecoraciones y banderas?

¿Existen carpinteros, prestamistas,

músicos y poetas?

 

Escucha, camarada (oyes bien:

he usado la palabra en su acepción auténtica,

como diría "niño", "perro", "pájaro",

sin temor ni muletas):

quiero saber, hermano, si en tu mundo

existe una respuesta:

Satélites de idéntico linaje

¿necesitan de tubos? ¿de placentas?

Si tu raza, también exploradora

de cualquiera minúscula evidencia

 burla las avenidas del espacio

y llega a este planeta,

has de encontrarme en él -quizá en mi patio

entre hormigas, jazmines y madera

­con ansias de escucharte, y abrazarnos

 en un cordón umbilical de estrellas.

 

 

 

EPÍLOGO

¿Qué puedo ahora decir que logre disipar el gusto amargo que no he podido evitar destile este poemario?

Quizá deba pedirte disculpas. Lo hago. Y espero que nadie necesite nunca más escribir un poema Oprobio o Vergúenza o Libertad o Cuento como único medio a su alcance de liberar su dolor y su impotencia ante lacorrupción y la barbarie. Asumo mi dosis de responsabilidad en Mea Culpa.

Asunción, Paraguay, abril de 1989

Gladys Carmagnola

 

ÍNDICE

Página

Prólogo

Dedicatoria

1. Indagación

2. Palabra-símbolo

3. Sudamérica

4. Momento

5. Motivos

6. Letanía

7. ¿Crees en la poesía?

8. Canción

9. Ametafórico

10. Mediterraneidad

 11. Cuento

 12. Vergüenza

 13. Oprobio

 14. Mea culpa

 15. Libertad

 16. Alimento

17. Fotosíntesis (soneto vegetal)

18. Surcos

19. Cuestión de amor

20. Hermano cósmico

 Epílogo

 

 

ENLACE DE LECTURA RECOMENDADA:

 

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA


(Hacer click sobre la imagen)






Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
LIBROS,
LIBROS, ENSAYOS y ANTOLOGÍAS DE LITERATURA PA



Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
Solo en exposición en la web
Colección privada o del Artista
Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
Venta directa
Obra Robada




Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA