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CARLOS R. CENTURIÓN (+)

  LAS LETRAS AL FINALIZAR EL SIGLO XVIII - Por CARLOS R. CENTURIÓN


LAS LETRAS AL FINALIZAR EL SIGLO XVIII - Por CARLOS R. CENTURIÓN
LAS LETRAS AL FINALIZAR EL SIGLO XVIII
 
HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS
 
 
 
 
Ya en vísperas de entregar el mando, el virrey Pedro de Cevallos, en cumplimiento del artículo 15 del tratado preliminar de límites, quiso dejar constituida la comisión española demarcadora de fronteras con los dominios de Portugal. Así lo hizo integrándola con el capitán de navío Cárdenas y los tenientes Alvear y Adorno, en unión del gobernador de Mojos, Ignacio de Flores, quien declinó el cargo por haber sido designado presidente de Charcas. (91) Estas designaciones quedaron sin efecto. Posteriormente, en 1782, se reintegró la aludida comisión, durante el gobierno de Juan José de Vértiz y Salcedo, virrey del Río de la Plata. Formaron parte de este segundo grupo el capitán de navío José Varela, en carácter de comisario principal y jefe de la primera división; el teniente de navío Diego de Alvear y Ponce de León, como jefe de la segunda división; el teniente de navío Félix de Azara, como jefe de la tercera; y el teniente de navío Juan Francisco de Aguirre, como jefe de la cuarta. También formaban parte de la comisión, como subalternos, José María Cabrer, Manuel Moreno Argumosa - quien fue padre de Mariano Moreno, el prócer esclarecido de la nación Argentina - y Andrés de Oyárvide.

 
DIEGO DE ALVEAR Y PONCE DE LEÓN era natural de Montilla, provincia de Córdoba. Nació en 1749. Cursó estudios en el colegio de los jesuitas de su ciudad natal y luego se trasladó a Granada, donde dio cima a los mismos, en 1767. Eligió la carrera naval, y revistó en la Academia de Cádiz. Integró una expedición a las Filipinas, en 1771. Llegó al Río de la Plata con el virrey Cevallos. Formó parte de la comisión demarcadora de límites con los dominios de Portugal, de acuerdo con el famoso tratado de San Ildefonso, del 1º de octubre de 1777. Falleció en España, el 15 de enero de 1830.
 
Diego de Alvear y Ponce de León dejó escrito un Diario de la Segunda Partida de demarcación de límites entre lo dominios de España y Portugal en la América Meridional. La obra fue publicada en cinco tomos. En el primero y en el segundo, se hace la narración de los viajes y expediciones de su autor. Están llenos de descripciones y documentos. En el tercer volumen se publican observaciones astronómicas y meteorológicas. El cuarto se halla dedicado al estudio de la fauna, la gea y la flora de las regiones recorridas por el marino. Y el quinto, finalmente, está dedicado a la historia y a la geografía de las regiones misioneras.

Paul Groussac, ha publicado en los Anales de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires los originales del libro de Diego de Alvear y Ponce de León, y los ha sometido a una aguda discriminación en sus Estudios de Historia Argentina.

 
FÉLIX DE AZARA, también integrante de la comisión demarcadora, nació en Barbuñales, en 1746. Pertenecía a una noble familia aragonesa. Sus padres fueron Alejandro de Azara y María Perera. Fueron sus hermanos José Nicolás de Azara, uno de los más famosos diplomáticos europeos del siglo XVIII; Eustaquio de Azara, obispo de Ibiza y de Barcelona, y Francisco de Azara.

Félix de Azara cursó estudios en Barbuñales y en la Universidad de Huesca. Consagróse al aprendizaje de leyes y filosofía. Su vocación militar lo llevó al regimiento de infantería de guarnición en Galicia, donde se le dio de alta, como cadete, en 1764. En 1765 obtuvo despacho de subteniente de infantería e ingeniero delineador. Un año más tarde dirigió la construcción de la fortaleza de Barcelona, y en 1769, el desagüe de los ríos Henares y Jaragua. También fue encargado de la reparación de las fortalezas de Mallorca. Durante la guerra de Argel, en 1775, recibió una herida que revistió gravedad. La carrera militar de Félix de Azara fue rápida y brillante. En el año 1780 obtuvo su despacho de teniente coronel de infantería. Luego se lo encuentra como jefe de la tercera división de demarcadores españoles, viajando con destino a la América del Sur. Venía con el grado de teniente primero de navío. En 1781, obtuvo despacho de capitán de fragata, y en 1789, fue ascendido a capitán de navío.

"Pero la gloria de D. Félix de Azara no proviene de sus afanes en Europa, sino de los trabajos cumplidos en el Paraguay." "América le dio ocasión - escribe J. Natalicio González - para revelarse un escritor de garra y un naturalista de primer orden." (92)

Débense a la pluma de Azara una Geografía física del Paraguay; un Diario de la navegación y reconocimiento del río Tebicuary; sus Apuntes para la historia natural de los cuadrúpedos y pájaros del Paraguay y Río de la Plata; los Viajes por la América meridional; su Descripción e historia del Paraguay y Río de la Plata, y las Memorias referentes a sus andanzas por estas regiones. La cartografía colonial, débele también ingente contribución. El Cabildo de la Asunción le otorgó la ciudadanía honoraria. Azara regresó a España en 1801. Falleció en Huesca, en 1811.

Malísimo historiador, Azara fue un prosador de estilo preciso y claro. Estudió la flora y la fauna, lo mismo que la sociedad humana en que le tocó actuar en esta zona americana, con una sagacidad admirable y una visión profunda. Sus descripciones, serias y objetivas, son amenas e instructivas. De allí que su obra sea "de perenne actualidad"
.
 
JUAN FRANCISCO DE AGUIRRE, llegado al Río de la Plata como jefe de la cuarta división de demarcadores españoles, en 1796, terminó de escribir en la Asunción su Diario, voluminosa obra que permaneció inédita más de un siglo. Fue publicada en los tomos IV y VII de los Anales de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Al referirse a los trabajos de Aguirre, Paul Groussac dice que "presentan especial interés, como que provienen de un viajero bastante joven - no tendría probablemente treinta años -, de carácter templado, jovial al par que reflexivo, y que, siendo español de tránsito, a decir ni extranjero ni vecino, reúne, al parecer, todas las condiciones del testigo bien informado e imparcial. Agreguemos - prosigue el crítico nombrado - que el observador no es vulgar; revela vista clara y por momentos profunda; no es v.g. rasgo común en un español de aquellos tiempos, el proclamar que "la riqueza es hija de la libertad, extendiéndonos sólo al comercio de las colonias, sino a sus habitantes de cualquier matiz y condición". (93)

En el Diario de Aguirre aparece el "Discurso histórico", documento de gran valor sobre el pretérito del Río de La Plata.

 
ANDRES DE OYÁRVIDE, venido también al Río de la Plata como integrante de la comisión demarcadora de límites, escribió una extensa Memoria geográfica de los viajes practicados desde Buenos Aires hasta el Salto Grande del Paraná. Al ocuparse de esta obra, Paul Groussac, cuya autoridad es seria en esta materia, la califica de prolija, y dice que "publicada con algún descuido por don Carlos Calvo, refleja minuciosamente los trabajos diarios de la comisión y ha valido al autor una fama bien merecida entre los estudiosos del gran litigio hispano-lusitano. Observador concienzudo - prosigue Groussac - (aunque no siempre exacto) y dibujante eximio, aparece Oyárvide como el subalterno ejemplar, afable con sus iguales, bondadoso con sus superiores, leal y digno con sus jefes; en suma, muy superior a su condición modestísima". (94)

Oyárvide, de regreso a Buenos Aires, en los primeros años del siglo XIX, "pudo ejecutar y firmar como teniente de fragata sus minuciosos estudios hidrográficos del Río de la Plata".
 
En la segunda mitad del siglo XVIII - escribe un historiador - algunos valores que se incorporaron a la vida de nuestro país, impulsaron la actividad intelectual. JUAN GELLY, antiguo corregidor de Oruro, vinculado a una añeja familia de la Asunción, establecióse en ese tiempo en esta capital. Abrió una farmacia en la parroquia de la Catedral, farmacia que era un centro de reunión cultural. Gelly, quien fue padre de Juan Andrés Gelly, falleció en Concepción, en 1808. Debe ser tenido como un mantenedor.

Más tarde, al finalizar el siglo XIX, este fenómeno histórico se reproduce en la famosa "Botica Guanes", situada en la esquina hoy formada por las calles Palma e Independencia Nacional. Fue local de cita diaria de lo más granado de la política, la banca y la intelectualidad asuncenas.

En nuestros días, exhibe mejor jerarquía en esta función espiritual, la "Farmacia Americana", de José Arturo Alsina y Alfonso Mazó. Situada en la esquina de las calles Chile y 14 de julio, de esta metrópoli, desde hace un cuarto de siglo ha visto desfilar bajo su techo a lo más representativo de a cultura nacional. Es lugar de reunión cotidiana de escritores y de artistas, es un amable templo del espíritu.

Rara coincidencia ésta de tres farmacias, en tres siglos que se siguen, puestas al servicio de la civilización paraguaya. Vale la pena anotarla.
 
Cierran la etapa colonial de las letras nacionales tres valores de singular importancia: MANUEL ANTONIO TALAVERA, PEDRO VICENTE CAÑETE Y JOSÉ MARÍA DE LARA.

Guillermo Feliú Cruz, autor chileno contemporáneo y descendiente de Manuel Antonio Talavera, en un libro publicado en 1937, esboza la biografía de este paraguayo, reconstruye su vida, basado en gran acopio de datos. Antes que Feliú Cruz, otros chilenos de reconocido prestigio continental, como José Toribio Medina, Benjamín Vicuña Mackenna y Diego Barros Arana, exaltaron la personalidad del citado escritor.

Nacido en Villa Rica, el 21 de octubre de 1761, Manuel Antonio Talavera era hijo del capitán de artillería Pablo de Talavera, castellano, y de la asuncena Josefa Duarte y Arce. Cursó estudios primarios, hasta 1776, en el convento de San Francisco, de su pueblo natal. Con motivo del fallecimiento de su esposa, y enfermo él mismo, el capitán Pablo de Talavera marchó con su hijo a Córdoba. En esta ciudad ingresó este último en el Colegio de Monserrat. Egresó de dicho instituto en 1785. Un año después se dirigió a Buenos Aires con el propósito de editar su trabajo de tesis doctoral. "Tuvo que vencer enconadas resistencias antes de lograr el permiso de práctica para la publicación de aquel primer fruto de su ingenio." (95) La obra versaba sobre un tema teológico.
De regreso a Córdoba, Manuel Antonio Talavera se hizo cargo de los negocios de su progenitor. Las actividades mercantiles lleváronle a Chile en el mes de enero de 1789. El 3 de mayo del mismo año, se matriculó en la Universidad de San Felipe, para seguir cursos de leyes. Alternaba esta labor con sus actividades de importador de yerba mate y de profesor de filosofía en un colegio particular que tenía abierto en las inmediaciones de la universidad. Casó en Chile con Agustina Garfias.

La revolución de La independencia lo encontró frente a sus próceres. Abrazó la causa del rey con infinita pasión. Su libro sobre las Revoluciones de Chile, "diario imparcial de los sucesos memorables acaecidos en Santiago", desde el 25 de mayo de 1810 hasta el 20 de noviembre de 1811, constituye una labor minuciosa, seria e ingente, realizada en aquella época de profundas inquietudes políticas continentales.

El voluminoso trabajo se halla redactado en prosa cuidada, rica en méritos literarios, y es una de las fuentes más fecundas de informaciones sobre el proceso de la emancipación chilena. Se observa en él, y es su más alto galardón, la imparcialidad de sus juicios.

El apasionado realismo de Talavera causó su exilio de Mendoza, en 1813. Regresó a Chile el año siguiente, en consecuencia del tratado de Lircay. La victoria de Rancagua, al llenarlo de alegría, acalló su corazón. Fue el 9 de octubre de 1814.

 
PEDRO VICENTE CAÑETE era oriundo de la Asunción. Nació, al parecer, en 1749, en el seno de una familia de abolengo. Era biznieto de Ruidíaz de Guzmán. Fueron sus padres, el mayor y regidor José Cañete, y Juana Cantalicia Domínguez de Escobar. Uno de sus hermanos llamábase Ignacio Cañete. Los estudios primarios los inició en su ciudad natal; cursos superiores hizo en la Universidad de Córdoba. El 9 de diciembre de 1771 , se inscribió en la de San Felipe de Santiago de Chile, con el propósito de dar término a los ciclos de teología y comenzar los de leyes.

La carrera de Cañete fue tan aprovechada como brillante, escribe Fulgencio R. Moreno. EL 13 de octubre de 1773 obtuvo el título de licenciado y de doctor en teología y tres años después, el 1º de octubre de 1776, graduóse de abogado "con la suficiencia que para ello daban sus diplomas de bachiller en cánones y leyes. El 2 de octubre del mismo año, en concurso de oposición, ganó la cátedra de artes en la misma Universidad de San Felipe. (96) Pocos meses después abandonó esta cátedra para iniciar su vida política desde el cargo de asesor general y auditor de guerra del primer virrey de Buenos Aires, Pedro de Cevallos.

"La obscuridad en que van envueltos para nosotros sus primeros años proyecta nueva sombra sobre este período de su vida. Apenas sí podemos vislumbrar entre esta penumbra la aparición de un folleto de cuatro páginas sobre sus grados, literatura y merecimientos, siéndonos completamente desconocidos los hechos y sucesos de su existencia oficial al lado de aquel virrey tan causado de avaricia por los historiadores rioplatenses." (97)

Reemplazado Pedro de Cevallos por Juan José de Vértiz y Salcedo, parece que Cañete abandonó la Audiencia de Buenos Aires.

El 7 de diciembre de 1781 tomó posesión del cargo de asesor del gobierno del Paraguay. (98) "Su rectitud, su versación en la ciencia jurídica, su talento que ejercita en diversas disciplinas, el decoro de su vida, le rodean del máximo respeto de sus coterráneos."

A mediados de 1783 solicitó una plaza togada en Buenos Aires, Charcas o Lima, solicitud que fue acompañada de un honrosísimo informe del gobierno de la provincia del Paraguay. "Habiendo Cañete despachado muchísimos y graves negocios - decía ese informe -, en que tenían parte algunos parientes suyos, ha prevalecido la justicia de los extraños, portándose con tanto ejemplo en su vida y costumbre, que con estar en su patria, nadie le ha recusado legítimamente, ni se han interpuesto más que seis recursos de los sentenciados con su parecer."

En el mismo año 1783, Pedro Vicente Cañete fue designado como teniente letrado y asesor del gobierno e intendencia de Potosí. El año siguiente, "al alejarse de su tierra natal, lo hace lleno de nobles esperanzas". "Una dilatada experiencia de abogado en el Reino de Chile - escribe de sí mismo -, y en la capital de Buenos Aires; la práctica continúa de Asesor en el Virreinato del Río de la Plata y en la Capitanía General del Paraguay, por muchos años; el manejo reflexivo de toda clase de negocios, los más graves, y el conocimiento de las materia del Reino, principalmente sobre los indios - que es el asunto más frecuente del Paraguay -; me han persuadido, cuando entré a servir la Intendencia del Gobierno de Potosí, que apenas llegaría a adquirir cuanto necesitase saber para el cabal desempeño de mi oficio."
Al abandonar el suelo natal, comenzó la vida agitada, turbulenta, de incesante batallar que caracterizó la actividad pública de Pedro Vicente Cañete.

Potosí constituía, en el tiempo en que el ilustre escritor paraguayo llegaba a su intendencia y asesoría de gobierno, "una sociedad arrogante, cerrada, orgullosa de sus blasones y de sus riquezas". Era una entidad llena de preconceptos contra lo extranjero, por no llamarla xenófoba. Cañete enfrentóse con ella. Poseía el paraguayo un carácter acerado, un temperamento inquieto de luchador altivo. Tenía, además, un talento de brillo extraordinario y conocimientos profundos de las ciencias de su especialidad. Con estas armas bajó a las arenas caldeadas por las pasiones. Se trabó sobre ellas en una lucha resonante para restablecer el imperio de la ley. Humilló a los poderosos infatuados y amparó el derecho de los débiles. Fue un adalid de la justicia.

"De cabellos negros, brunos y rizados; el semblante siempre pálido, donde estaban impresas las huellas de la meditación; facciones marcadamente guaraníticas y por tanto de líneas poco pronunciadas; ojos penetrantes, de extraordinaria viveza; pulcro en el vestir; la voz lenta y pausada, pero que también sabe ser imperiosa y sonora, sin perder nunca su peculiar acento paraguayo: así le presentan sus contemporáneos. A la serpiente le comparan sus enemigos a causa de la finura y sutileza de su índole; en tanto que sus admiradores ponderan su incomparable cortesía y sus maneras encantadoras. Todos, no obstante, coinciden en que este ceremonioso caballero se yergue y desafía arrogante cuando es preciso combatir, y en que descarga sus diestros golpes, frío, orgulloso, con un aire de desdén luciferiano." (99)

Y es el mismo Cañete quien dice "que no es virtud de prudencia en el hombre público el doblarse al viento, como las cañas flacas, para no ser arrastrados, porque antes de todo ha de doblarse bajo el peso de la pública autoridad y ha de buscarse la paz en los deberes de la misma obligación".

Cañete logró entrar dignamente en la cerrada ciudad de Potosí. Casó con una dama de alto linaje. Se impusieron su probidad y su talento. El matrimonio procreó dos hijas. Una de éstas contrajo nupcias con un funcionario español; la otra, casi centenaria, murió soltera en la ciudad de Sucre.
De Potosí, Cañete se trasladó a Chuquisaca. Fue asesor primeramente y, luego, secretario confidencial del gobernador. En esta ciudad volvió a la lucha. Esta vez contra "clérigos voluntariosos y oidores prepotentes". "La pluma de mi asesor - asienta el gobernador Pizarro - domina la de los doctores de Chuquisaca desde la flecha de la torre metropolitana."

En 1802 hallándose Cañete ausente de Chuquisaca, la Audiencia dictó contra él una orden de extrañamiento. Cañete recogió el guante y ganó del virrey Liniers una carta de inocencia, y con ella regresó victorioso a la citada ciudad.

La revolución de la independencia le sorprende desarraigado de la patria, en pugna ardorosa contra americanos hostiles y rodeado de españoles amigos. (100) No vaciló, en esa circunstancia, para unirse a José Manuel de Goyeneche, el más siniestro caudillo realista del Río de la Plata.

La presidencia de la Academia Carolina de Chuquisaca, ejercida por Pedro Vicente Cañete, en 1814, es el último signo visible de su vida de luchador infatigable y de hombre representativo de la cultura colonial.

El odio protervo, la venganza airada, la maldad taimada y corrosiva, validos del triunfo de la causa americana, sepultaron su nombre en las sombras infinitas del olvido.

Medio siglo de silenciosa indiferencia cubrió su ignota sepultura. Al cabo de él, pasada la tormenta de las pasiones, la historia comenzó a hurgar en su recuerdo. Ella ha podido comprobar que Pedro Vicente Cañete fue un escritor de vigorosa pluma, y una inteligencia de potentes luces. Poseyó vasta y sólida cultura y recio temperamento de combate.

Legó a la posteridad un Dictamen Jurídico; El sintagma de las resoluciones prácticas cotidianas del Derecho del Real Padronazgo de las Indias; un Discurso sobre el manejo de la Real Hacienda en América, concordado con la teología y jurisprudencia civil; la Historia de Potosí; la Guía histórica, geográfica, física, política, civil y legal del gobierno e intendencia de Potosí; un Ensayo sobre la conducta del General Bolívar y una Carta consultiva sobre la obligación que tienen los eclesiásticos de denunciar a los traidores y exortar en el confesionario y púlpito su descubrimiento y captura. Dejó, además de estos trabajos que prueban su extraordinaria fecundidad de escritor y su erudición, también extraordinaria para aquel tiempo, otras obras tales como el Discurso histórico cronológico sobre la fundación de Buenos Aires; una Carta consultiva y apologética en defensa del Virrey Liniers contra los cargos de la Junta Americana; un Informe sobre la Casa de la Moneda de Potosí; el Clamor de la lealtad americana; El espectáculo de la verdad; Proscripciones y un Dictamen a pedimento del Virrey D. Baltazar Hidalgo de Cisneros sobre el plan que se debería seguir para atajar y reprimir la revolución.

 
Viriato Díaz Pérez, en una interesante conferencia leída el 13 de mayo de 192I, refirióse a una personalidad paraguaya, no recordada hasta entonces, y contemporánea de Pedro Vicente Cañete y Manuel Antonio Talavera. Se trataba de JOSÉ MARÍA DE LARA, a quien llamaba, acertadamente, "un paraguayo olvidado". Dicha conferencia tuvo lugar en la Asunción, en el salón de actos públicos de la Sociedad Italiana. La aludida exposición, editada en elegante folleto, y dedicada a un intelectual boliviano, Guillermo Francovich, autor de Pachamama, ha visto la luz pública en la capital paraguaya, en el año 1943.

Díaz Pérez aporta en su exposición la prueba documental, inédita hasta 1921, de la filiación de José María de Lara. Según los registros parroquiales de la Asunción, éste había nacido en dicha capital, el 6 de septiembre de 1781. Era hijo legítimo de Carlos José de Lara y de Luisa Villanueva. Trae, además, datos ya consignados en varios diccionarios, referentes al ilustre político y letrado paraguayo. Entre estos, el Diccionario Biográfico Americano, del chileno José Domingo Cortés, afirma, en su edición de 1876, que José María de Lara cursó estudios en la Universidad de Charcas, ocupó cargos fiscales importantes en la Colonia y tomó parte en la revolución de la independencia. En 1829 fue ministro de hacienda del general Santa Cruz. En aquel año, expresa, comenzó verdaderamente a desempeñar el papel importante a que sus talentos y conocimientos lo llamaban.

Desde el recordado cargo - prosigue Diaz Pérez -, prestó grandes servicios a Bolivia, organizando las oficinas de hacienda aumentando las rentas nacionales y levantando el nivel de la prosperidad del país a que servía a un alto grado. Su conducta intachable contribuyó no poco a darle el buen nombre y el prestigio de que gozó, como uno de los ciudadanos más honrados y más dignos del aprecio público."

Desconocemos el resultado de la labor cultural realizada en Bolivia por José María de Lara. Ignoramos si ha dejado libro alguno, édito o inédito. Pero quedaron de él documentos de carácter oficial que lo proclaman ilustre hombre de letras y político eminente.
José María de Lara falleció en el Altiplano, en el año 1836. "Su muerte fue un día de luto general para el país de adopción y con ella perdió Santa Cruz el más firme apoyo de su administración y gobierno."

 
También debe ser citado PEDRO ANTONIO SOMELLERA, nacido en Buenos Aires, en 1774, y educado en la Universidad de Córdoba, donde ganó el grado de doctor en jurisprudencia en 1802. Tuvo actuación sobresaliente en las acciones a que dio lugar la presencia del comodoro Popham, en la mañana del 24 de junio de 1806, en las aguas de su ciudad natal. Participó con fervor en la defensa y reconquista de la capital del virreinato. Posteriormente, Santiago de Liniers lo designó como teniente gobernador y asesor de la provincia del Paraguay. Desde este cargo actuó, al lado del gobernador Bernardo de Velasco y Huidobro, en los sucesos de la independencia nacional, en 1811. Falleció en Buenos Aires, en 1854.
Pedro A. Somellera ha dejado escritas unas interesantes Notas a la introducción que ha puesto el doctor Rengger a su Ensayo Histórico Sobre La Revolución del Paraguay, y otros trabajos publicados en La Gaceta Mercantil, de la capital porteña. También puede verse el Documento importante para ilustración de algunas cuestiones de territorio entre la Confederación Argentina y el Paraguay, publicado en Corrientes, en 1855.
 
 
 
 


ÉPOCA PRECURSORA y ÉPOCA DE FORMACION

EDITORIAL AYACUCHO BUENOS AIRES-ARGENTINA (1947)

Fuente: BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY (BVP) - EDICIÓN DIGITAL
 
 

 
 

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