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CARLOS R. CENTURIÓN (+)

  EL PARTIDO LIBERAL Y LA DEFENSA DEL CHACO - Por CARLOS R. CENTURIÓN


EL PARTIDO LIBERAL Y LA DEFENSA DEL CHACO - Por CARLOS R. CENTURIÓN
EL PARTIDO LIBERAL Y LA DEFENSA DEL CHACO
 
HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS
 
 
 

El año 1887 señala un hito orientador en materia internacional, en relación con la cuestión de límites con Bolivia. Es sabido que este enojoso asunto tuvo su origen en la protesta formulada, el 22 de agosto de 1852, por el encargado de negocios de aquel país en Buenos Aires, Juan de la Cruz Benavente, protesta referente a una cláusula del tratado de navegación, comercio y límites signado en la Asunción el 15 de julio de aquel mismo año por los representantes del Paraguay y la Argentina.

Es también sabido que, antes del mes de julio de 1887, época de la fundación del Partido Liberal, fueron firmados en la Asunción dos proyectos de tratados de límites entre el Paraguay y Bolivia. El primero es el llamado Decoud-Quijarro, del 15 de octubre de 1879, y el segundo, el Aceval-Tamayo, del 16 de febrero de 1887. (50)

En el mes de agosto de ese mismo año, el diputado Juan Ascencio Aponte, fundador del "Centro Democrático", por indicación del directorio del mismo, formuló una minuta de interpelación al ministro de relaciones exteriores. El representante del Poder Ejecutivo concurrió a la Cámara el 24 de aquel mes y año. Vamos a reproducir, por su valor histórico, la crónica de la sesión. Héla aquí:

"Diputados presentes: González (E.), Mazó (Rufino), Samaniego, Riquelme (Sabas), Alfaro, Gorostiaga, Muñoz, Torrens, Yegros, Aponte, Urbieta, Dávalos, Miranda, González (Juan G.), Cardozo, Benegas y Fernández.

"Señor Presidente: Tiene la palabra el diputado interpelante.
"Señor Aponte: Es público que en el año 1885 cruzó el territorio paraguayo del Chaco, una expedición boliviana, como es público que también hay ahora otra expedición de la misma nacionalidad dispuesta a cruzar el mismo territorio; y como esto importa, hasta cierto punto, un acto de posesión o dominio, pregunto si se han tomado algunas disposiciones para salvar los derechos del país sobre dicho territorio, pues sabido es que ninguna fuerza armada puede penetrar en territorio paraguayo sin previo permiso del Congreso, y no sé que el Congreso haya concedido tal permiso.

"Asimismo, se sabe que en Puerto Pacheco se iza bandera boliviana, lo que es un acto que hasta cierto punto significa también posesión o dominio, y es conveniente que se sepan las medidas que el P. E. haya tomado para salvar nuestros derechos a aquel territorio.
"Así, deseo que el señor ministro de relaciones exteriores me explique cuáles son las medidas tomadas al respecto por el P. E.

"Señor Ministro de Relaciones Exteriores: Contestando a la pregunta del señor diputado, debo hacer presente a la H. Cámara, que el gobierno no tiene conocimiento alguno de la expedición de que acaba de hablar; sólo sabe por algunos telegramas que se han publicado, que una expedición boliviana piensa cruzar el territorio del Chaco hasta Puerto Pacheco; otro conocimiento no tiene el gobierno del asunto, y como esos telegramas pueden ser falsos, no ha tomado hasta ahora ninguna medida al respecto.

"Pero tomando el punto en general, debemos recordar que el territorio que piensa atravesar esa expedición, dado el caso que esto fuese cierto, no sólo está bajo el dominio de las tribus salvajes que lo habitan, sino que se trata de una sección de territorio discutido, es decir, Bolivia, cree tener derechos, así como el Paraguay cree tenerlos también.

"Ahora bien, por el último tratado celebrado con Bolivia, (51) tratado que ha sido sometido ya a la consideración del Congreso, y supongo debe existir en poder de la Cámara de Senadores, se reconoce una parte del territorio discutido desde el Pilcomayo al Norte, como posesión de la República de Bolivia; la otra parte ha sido reconocida como posesión del Paraguay, y en el centro ha sido sometida a arbitraje.

"No sabemos si la expedición de que se habla será militar o científica; siento mucho que no se encuentre en la capital el representante de Bolivia para poder inquirir datos al respecto, pero dudo mucho que el gobierno boliviano se haya permitido hacer una expedición militar en un territorio objeto de litigio; mas creo, si efectivamente es cierta la existencia de esa expedición, que será científica, a objeto de recorrer esos lugares en los que se piensa establecer un camino carretero o de hierro, para lo cual el concesionario de esa empresa que es el señor Suárez Arana, pidió permiso al Gobierno del Paraguay a fin de comenzar los trabajos en el territorio discutido y que el Paraguay sostiene como suyo; luego Puerto Pacheco ha sido establecido, previo permiso del Gobierno del Paraguay.

"En cuanto a que en este lugar se enarbolase la bandera boliviana, debo declarar que el Gobierno no tiene conocimiento del hecho; pero aunque así fuera, tal vez carecería el hecho de importancia, pues todos los días vemos enarbolarse en el Chaco, frente a la capital, en el establecimiento del señor Porrás, bandera francesa, sin que esto signifique acto de posesión o dominio sobre el territorio.
"No obstante, si el Gobierno, impuesto de esto, supiera que por un solo momento estos hechos pudieran traer el desconocimiento de los derechos del Paraguay sobre ese territorio, no sólo respecto a la bandera que allí se enarbola (cosa que no pertenece a mi Ministerio, sino al del Interior), sino también al respecto de la expedición que se proyecta; si todo esto resultase cierto y viera el Gobierno que estos hechos pudiesen, como he dicho, traer el desconocimiento de los derechos de los derechos del Paraguay sobre el territorio, tomaría las medidas que creyese necesarias para salvaguardar los derechos que creemos tener sobre lo que consideramos como nuestros.

"Señor Aponte: Prescindiendo de la importancia que pueda tener el enarbolamiento de bandera boliviana en el Puerto Pacheco, pasemos al punto más trascendental, cual es la expedición que piensa atravesar el territorio del Chaco.

"Esto, a mi modo de ver, importa mucho, pues mañana Bolivia puede alegar este hecho como un acto de dominio sobre el territorio desde el momento que ninguna fuerza armada puede penetrar en territorio paraguayo sin previo permiso del Congreso. Si el Gobierno del Paraguay mirase impasible semejante acción y no tratase de defender los derechos del país sobre el territorio del Chaco, podría esto interpretarse de una manera nada conveniente para los intereses del Paraguay, pues significaría que éste no cree tener derecho alguno sobre ese territorio, lo que no puede ser en manera alguna.

"Así, pues, el Gobierno de la República tiene la obligación imprescindible de tomar las medidas necesarias al respecto, para que no sufra detrimento alguno la dignidad nacional y sean reconocidos nuestros derechos sobre aquel territorio.

"Señor Samaniego: Dice el señor Ministro en su discurso, que es conveniente que ese desierto sea explorado por expediciones científicas.

"El señor Ministro tiene que tener en cuenta que la que actualmente viene atravesando el Chaco, según la denuncia hecha por la prensa, (52) es una expedición armada; y ninguna fuerza armada puede atravesar el territorio paraguayo, en ningún carácter, ni aunque sea ella científica, sin conocimiento del Congreso, y sin que ello importe un ataque a la soberanía nacional.
"Convengo en que el gobierno, como lo ha declarado el señor Ministro, no ha llegado a tener conocimiento, hasta ahora, del hecho; pero esto no quiere decir que el gobierno no esté en la obligación ineludible de averiguar inmediatamente su veracidad y tomar las medidas del caso para dejar a salvo la dignidad de la Nación.

"Si la vez pasada, cuando la expedición de Thouar, se ha tolerado un hecho análogo, no por eso deben los bolivianos continuar abusando de la bondad del Gobierno paraguayo.

"Nuestro Gobierno no debe permitir que esto continúe, que es un menoscabo de nuestra soberanía y dignidad como Nación.

"Señor Cardozo: El señor Ministro ha dicho que el hecho de que se enarbole bandera boliviana en el Puerto Pacheco, para él no tiene significación ni importancia alguna, por razón de que en el Chaco, frente a la ciudad, donde existe una fábrica de ladrillos perteneciente a un señor de nacionalidad francesa, había visto varias veces enarbolarse bandera francesa.

"¿En qué se funda el señor Ministro? ¡Pobre argumento el suyo!
"Pues, debía conocer el señor Ministro, que la empresa boliviana establecida en Puerto Pacheco, y que trata de llevar una vía carretera hasta Bolivia, la nacionalizó el gobierno boliviano, siendo hoy día eminentemente nacional y no pudiendo, por consiguiente, establecerse parangón alguno entre ella y un establecimiento particular, como lo es al que se ha referido el señor Ministro. Es extraño que el señor Ministro no sepa establecer esta diferencia. El hecho de que un establecimiento industrial, de propiedad particular, enarbole la bandera que le plazca, es indudablemente un hecho que no reviste importancia alguna; pero, que lo haga una empresa nacional extranjera, en territorio paraguayo, prescindiendo de las autoridades públicas del país, y como si tuviese derecho o título alguno sobre ese territorio, esto es muy distinto, reviste un carácter de suma gravedad.

"Hasta parece que el señor Ministro de Relaciones Exteriores pone en duda que el Puerto Pacheco sea del dominio exclusivo del Paraguay por ser, dice, un territorio aún en disputa.

"No quisiera oír de boca del señor Ministro duda de ninguna especie sobre si el Puerto Pacheco puede o no ser del dominio del Paraguay. El señor Ministro debe asegurar, afirmando categóricamente de una vez que ¡EL PUERTO PACHECO ES TERRITORIO PARAGUAYO!
"Esta es la actitud que debiera asumir el señor Ministro doquiera esté, y no venir aquí con escrúpulos y dudas. He querido hacer esta observación al señor Ministro de Relaciones Exteriores, porque no le encuentro energía suficiente en este asunto en que va la dignidad nacional.

"Hoy es el momento de mostrarnos, cada uno de nosotros, como representantes y como ciudadanos, celosos en defender los intereses patrios.
"Señor Ministro de Relaciones Exteriores: Me permitiré rectificar algunas palabras del señor diputado Cardozo, atribuidas a mí.
"En más de una ocasión, en esta interpelación, he repetido que el Gobierno paraguayo considera como suyo el territorio del Chaco hasta Bolivia, por un lado, y por otro, hasta Bahía Negra: pero, como es un territorio disputado y no ha sido aún definitivamente solucionado este asunto por parte de ambos gobiernos, resulta que también Bolivia se cree con derecho a él, hasta cierta parte.
"Relativo a que se ice bandera boliviana en Puerto Pacheco, y que este hecho pueda tener importancia, la tendría, efectivamente, según la empresa o la persona que la enarbole.

"Si la empresa boliviana a que se refiere el señor diputado es efectivamente nacional, puede tener importancia el que ella enarbole su bandera; pero, a nuestro Gobierno no le consta que esa empresa sea del Gobierno de Bolivia puesto que en un tiempo era del señor Suárez Arana, salvo que éste, después, haya traspasado al gobierno boliviano sus derechos.

"Estas son cosas que no corresponden a mi cartera; lo hago presente, sin embargo; tengo interés en ellas, tanto como pudiera tenerlos el mismo Ministro del ramo; y haré presente esta denuncia a mi colega, el del Interior, que es a quien compete indagar esto, a fin de que haga las investigaciones necesarias con el objeto de tomar las medidas del caso.

"Señor Aponte: Le rogaría al señor Ministro que no esperara otras noticias que confirmen las que fueron denunciadas por los telegramas, para que se ponga en comunicación con el representante de Bolivia en ésta, y averigüe con él si es o no cierto lo que se dice, y prevenirle que no puede penetrar en territorio de la República ninguna fuerza armada extranjera, sin permiso del Congreso.

"Desearía también se hiciera inmediatamente, por donde corresponda; las investigaciones necesarias, a fin de saberse, con certeza, si en el Puerto Pacheco se enarbola bandera de la misma nación, si eso no es lo mismo que reconocerse derechos sobre aquel territorio, y esto no puede ser.

"Señor Presidente: Si no hay más quien haga uso de la palabra, voy a consultar a la Cámara a ver si se da por satisfecha con las explicaciones del señor Ministro.

"Señor Cardozo: Yo creo que no hay necesidad de consultar a la Cámara sobre esto.

"Señor Aponte: Mi objeto, al pedir la interpelación, no ha sido otro sino llamar la atención del Poder Ejecutivo sobre el hecho, para que tome las medidas necesarias; así que, por mi parte, doy por terminada la interpelación, pudiendo retirarse, si gusta, el señor Ministro.
"Se levanta la sesión a las 2 y 3/4 p.m." (53)

Así inició el Partido Liberal sus actividades políticas, en materia internacional, en el Parlamento de la República: ¡con la defensa del Chaco!
Esta histórica interpelación fue secundada ardientemente por la prensa. Los diarios liberales sostuvieron una campaña resonante. El Independiente, primer vocero de la nueva entidad cívica, fue tribuna elevada de Juan Manuel Sosa Escalada, Fabio Queirolo y José Zacarías Caminos. La Democracia difundía artículos apasionantes de Cecilio Báez, Adolfo R. Soler e Ignacio Ibarra; El Pueblo, paladín del liberalismo, dirigido sucesivamente por Cecilio Báez, Liberato M. Rojas y Francisco L. Bareiro, dejó recuerdos viriles e imperecederos de briosas campañas en defensa del Chaco.

El famoso libro de Alejandro Audibert, Los Límites de la Antigua Provincia del Paraguay, constituye un alegato, razonado y serio, en favor de los derechos patrios sobre el Chaco Boreal. Tampoco olvidemos que, desde La Opinión, el citado Audibert atacó rudamente los proyectos de tratados de límites con Bolivia: el Decoud-Quijarro, de 1879; el Aceval-Tamayo, de 1887, y más tarde, desde El Pueblo, el Benítes-Ichazo, de 1894, llevándolos al total fracaso. Así quedó salvado el patrimonio nacional, cuya entrega, "sin discusión de títulos ni antecedentes", era inminente y gratuito.

Juan Cancio Flecha fue quien precisó, como canciller de la República, la naturaleza de la cuestión del Chaco, dándole expresión jurídica en sus conocidas notas del 10 de junio de 1901 y del 8 de enero de 1902, dirigida, la primera, al agente confidencial del Palacio Quemado en la Asunción, Antonio Quijarro, y la segunda, al ministro de relaciones exteriores de Bolivia, Federico Diez de Medina.
Fue el liberal Adolfo R. Soler quien firmó, en Buenos Aires, el protocolo del 12 de enero de 1907, por el cual, dejando a salvo casi todo el Chaco, se sometía a juicio arbitral la zona comprendida entre el paralelo 20º 30’ y la línea que en sus alegaciones sostenga al norte el Paraguay, y en el interior del territorio, entre los meridianos 61º 30’ y 62º oeste de Greenwich, y se estableció el statu-quo para dar tiempo a la preparación material de nuestra defensa.

Compárese este documento con los anteriormente citados, y se verá la diferencia.
Fue el gobierno liberal de Juan Bautista Gaona el creador del Estado Mayor General del Ejército – ley del 2 de enero de 1905 – y el fundador del "Curso Militar" – ley del 20 de mayo del mismo año.

Y fue el gobierno liberal de Benigno Ferreira el que, además de obtener el triunfo diplomático del 12 de enero de 1907, trazó los planes de una organización moderna para las fuerzas armadas de la Nación y adquirió eficiente material de guerra – misión del capitán de navío Manuel J. Duarte – para respaldar la autoridad de la palabra y de las actitudes internacionales del Paraguay.
No debe olvidarse, por otra parte, que después de 1904 los gobiernos liberales entregaron la defensa jurídica del Chaco a ciudadanos preclaros, sin distinción de banderías sectaristas. Manuel Domínguez, el primer héroe civil de la contienda chaqueña, fue liberal. Dedicó su vida y su talento a oponerse a todo posible desmayo nacional en la lidia cuasi centenaria. Fulgencio R. Moreno, conspicuo e insigne miembro del Partido Nacional Republicano, comparte con Manuel Domínguez los sacrificios y la gloria que condensan el amparo histórico y jurídico del vasto territorio de occidente. A ambos adeuda la Nación las exposiciones más eruditas, lógicas e irrebatibles, los alegatos más elocuentes y la formación de esa conciencia ciudadana, vigorosa y diáfana, que llevó al Paraguay a la victoria.

La memorable nota del 20 de febrero de 1906, presentada por el ministro plenipotenciario del Paraguay ante el gobierno de Bolivia, al ministro de relaciones exteriores de este país, protestando por la fundación de los fortines Guachalla y Ballivián, en el Chaco paraguayo, está signada por Pedro Peña, ex presidente del Partido Nacional Republicano – colorado intransigente –, y la redacción de la misma se debe a Adolfo R. Soler, quien entonces ejercía el cargo de ministro de relaciones exteriores, en el gabinete del presidente Cecilio Baez.

Tampoco puede desconocerse que cualquiera sea la posición política de los liberales en el gobierno, en la oposición o en los atajos de la persecución – que nada de esto último les arredra ni amengua su patriotismo –, siempre han tomado posición señera en la defensa del Chaco. Así fueron los "cívicos" y así los "radicales"; tales los "liberales democráticos" y los "liberales del llano".
Eduardo Schaerer, desde la Presidencia de la República, confió la defensa de los derechos paraguayos a Eusebio Ayala y Fulgencio R. Moreno, y fundó la Escuela Militar, plantel de un ejército nacional y no partidario; desde la oposición, La Tribuna, vocero de la parcialidad que dirigía, redactada por Mario Usher, en la vigilancia de los intereses nacionales fue tenaz y brillante.
De Gualberto Cardús Huerta, antiguo liberal, puede decirse lo mismo. En el Senado o en la dirección de El Orden, su conducta fue idéntica en tan debatida cuestión.
Manuel Franco y José P. Montero siguieron la orientación patriótica del gobierno liberal de Schaerer, ratificando sus decisiones desde la primera magistratura de la Nación.

Luis A. Riart sirvió los intereses de la República con abnegación y austeridad indiscutibles. La ejecutoria de su vida pública es una página de enseñanza ética.
Eligio Ayala, insobornable en su honestidad, profundo en su visión de patria, recio en la defensa del patrimonio moral y material de la Nación, no se satisfizo con restaurar el crédito del país, con acumular el encaje metálico necesario para respaldar su economía, con reordenar la administración pública y preparar la ciudadanía para las posibles ordalías trágicas; con reorganizar el ejército, dándole bases nacionales, directivas modernas, alojamientos adecuados y adquiriendo buques de guerra, sino visitó el Chaco, llegando hasta los más apartados lugares, donde fundó fortines – los más avanzados de entonces – y llenó las columnas de la prensa con artículos enjundiosos, destinados a formar la conciencia pública ante la realidad cruenta a que nos conducía el destino.

José P. Guggiari, el presidente calumniado, siguiendo la pauta señalada por su ilustre antecesor, prosiguió con la política de defensa. Su gobierno adquirió aviones, armamentos e impedimentas para la campaña; fundó la Escuela Superior de Guerra; dio impulso a los Arsenales de Guerra y Marina; vitalizó la Escuela de Aviación; envió misiones militares a Europa, en afán de perfeccionamiento; trajo al país profesores militares extranjeros; entregó la dirección de la defensa bélica a uno de los más ilustrados jefes de entonces; ubicó en la representación diplomática a hombres de capacidad probada como Fulgencio R. Moreno, Vicente Rivarola, Arsenio López Decoud, Isidro Ramírez, Higinio Arbo, Juan José Soler, Ramón V. Caballero de Bedoya y Rogelio Ibarra. Así se preparó la opinión continental y mundial en favor de la causa del Paraguay.
Y si Guggiari tuvo la entereza suficiente para sufrir el ataque despiadado de una oposición doméstica inteligente, ruda y constante, en el litigio chaqueño, no la tuvo menos para aceptar el desafío extranjero en las horas inciertas de Pitiantuta.

El Paraguay fue a la guerra del Chaco con altiva dignidad. Ninguna actitud claudicante ha amenguado entonces la conducta del pueblo ni la del gobierno. Cuando ya no fue posible eludir la lucha – propósito noble de los gobiernos liberales – cuando fue inevitable desenvainar el sable, llegamos al campo de batalla como acometidos, en afán de defensa honorable, con las banderas limpias de toda sospecha de agresividad.

Esa postura nos ganó la simpatía continental, fuerza imponderable que avaló el poder reluciente de nuestras bayonetas. Y ese triunfo inicial fue obra de la diplomacia paraguaya, dirigida por los gobiernos liberales.

De Manuel Gondra, mentor de la política internacional de nuestro país durante varios lustros, no puede decirse que jamás haya adoptado maneras equívocas. Guió las relaciones exteriores con inteligencia y señorío, manteniendo al Paraguay en sitio honroso en el concierto de los países del continente.

La presencia de Gondra en la V Conferencia Panamericana, reunida en Santiago de Chile en 1923, señala el cenit de su actuación en defensa de los intereses patrios. Al dar una fórmula para evitar las contiendas armadas entre las naciones – la "Convención Gondra" – llevó el nombre de la Patria a la más alta y empinada cima, contribuyó a su fama como pueblo de sentimientos y propósitos pacifistas – flor de cultura – y puso una valla al desborde de toda lucha sangrienta y bárbara. Quiso Gondra imposibilitar la guerra de agresión y de conquista – ¿y por qué no decirlo? – trató de precaver la terrible colisión que amenazaba ciertamente al Paraguay desde las lejanías de occidente. Buscó a la añeja cuestión una solución jurídica, no porque temiese a la guerra por pusilanimidad, sino porque, como todos los paraguayos, bien conocía sus tragedias y prefería salvar a sus compatriotas de sus hórridas consecuencias.

Pero este anhelo nobilísimo jamás obligó a Manuel Gondra a inclinar la cerviz. Por el contrario, se mantuvo siempre en postura de dignidad patriótica, que no puede ser desconocida ni por el odio ni por la envidia.

Asómbrase la ignorancia cuando escucha a los liberales controvertir en alta voz sus opiniones. Nada, sin embargo, es en ello novedoso. El Partido Liberal es una entidad de hombres libres, formada en la lucha ardorosa, sin requerir venias oficiales. Surgió del pueblo, impulsado por imperativos históricos y sociológicos, como expresión de la voluntad colectiva, con ideales orientadores y propios. Los propósitos fundamentales de su creación fueron la defensa del patrimonio moral y material de la Nación y el cumplimiento de los preceptos democráticos de la Constitución de 1870. Su larga ejecutoria prueba elocuentemente que sus afanes se ajustaron y se ajustan a tales postulados. Nada, pues, es de extrañar que sus miembros hayan debatido o debatan con pasión cuestiones de interés general. El choque de las ideas es una de las fuerzas estimulantes de su vitalidad. Dentro del liberalismo no se odia a quien piensa en forma diferente. Se le discute. Sólo el ente cavernario ve todavía un enemigo en quien no es correligionario. Para los liberales, éste es un adversario político, y tal adversario merece su respeto, porque, bien mirado, no es sino un colaborador en la tarea ingente y eterna de realizar el progreso omnilateral de la Nación.

En cuanto a Eusebio Ayala, el Presidente de la Victoria, hombre de derecho, y como tal, espíritu pacifista y propugnador fervoroso de las soluciones jurídicas, ejerció el alto cargo de primer mandatario de la República ya en plena época de la guerra del Chaco. Tomó la dirección de la contienda como diestro piloto. Puso a su servicio su talento, su ilustración, su voluntad, su vida misma. No hay un acto del gobierno de Eusebio Ayala que no se halle en consonancia con los imperativos de aquella hora histórica o que no tenga su lógica explicación. Condujo, así, a la Nación en armas por los caminos de la gloria. Si el pueblo se mostró, en tal emergencia, digno de sus tradiciones, su mentor fue digno de tal pueblo. Llevó al Paraguay, con juiciosa perseverancia, hacia la realización de sus más caros anhelos, y la síntesis de su dirección inteligente, sagaz y recia, es esta verdad innegable: Cuando el 17 de febrero de 1936 Eusebio Ayala suscribió su renuncia al alto cargo de presidente de la Nación, las fuerzas paraguayas acampaban, victoriosas, casi en los límites arcifinios del Chaco Boreal. Esta es su más alta gloria, y la de su gobierno, el que, realmente, hasta hoy – 1945 – fue el último del Partido Liberal.

Pero se le adeuda más. El Protocolo Riart-Elío, del 12 de junio de 1935, y el Acta Protocolizada Zubizarreta-Elío, del 21 de enero de 1936, llevan reflejos de su pensamiento. Ambos documentos tendían asegurar, para siempre, los derechos del Paraguay en el territorio chaqueño; a homologar los efectos de la victoria que costó a nuestro país tantas preciosas vidas y tantos sacrificios. Pero un acontecimiento inesperado vino a tronchar la realización del patriótico ideal: la sublevación del 17 de febrero de 1936. Y como si tal suceso no fuera suficiente, el acuerdo del 9 de enero de 1937 – Stefanich-Alvestegui – puso el remache final.

Estos dos acaeceres debilitaron la posición internacional de nuestro país ante la Conferencia de Paz, de Buenos Aires, en instantes tan difíciles, delicados, graves, y cuando hubo de firmarse el Tratado de Paz, el 21 de julio de 1938, – obra de un régimen militar, según lo ha afirmado el canciller interino del gobierno paraguayo de aquella época, Luis A. Argaña – ya no fue posible mantener intactos los frutos de la victoria.

No obstante, es justo recordar que el jefe del Partido Liberal, Gerónimo Zubizarreta, se negó a signar, por razones explicables, el documento aludido. Y si él mereció la anuencia de los liberales, es porque convenía, dentro de las posibilidades, a los supremos intereses de la Nación. Aquella vez, como siempre, los liberales asumieron una actitud abierta y franca – no hicieron baja politiquería – sometiendo al juego de las pasiones subalternas todo el caudal de sus valores. Es que cuando se halla a prueba la suerte del Paraguay, los liberales no vacilan en sacrificarse en su holocausto, porque el liberalismo paraguayo es lealtad a la Patria, como es lealtad a la libertad y a los principios tutelares de la democracia. Y es también valor moral para asumir responsabilidades.
 
 
 


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EDITORIAL AYACUCHO - BUENOS AIRES-ARGENTINA (1947)

 
 
 
 
 
 
 

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