Portal Guaraní - LOS GRITOS DEL SILENCIO EN LA PLAZA, A 20 AÑOS - Por ANDRÉS COLMÁN GUTIÉRREZ

En estos días he regresado a la vieja plaza frente al Cabildo, ese histórico lugar que aseguran fue el mismo escenario donde el capitán español Juan de Salazar levantó su espada hace casi cinco siglos y declaró fundada la muy noble y muy leal ciudad de Nuestra Señora de la Asunción. Fue también allí, probablemente, donde en la noche del 14 de mayo de 1811 emergieron un grupo de hombres y mujeres patriotas con armas y antorchas encendidas, para crear ese sueño de libertad que imaginamos como la patria.

En este mismo lugar estuvimos, hace 20 años, envueltos en el gran abrazo de una heroica multitud.

Aquel sombrío 23 de marzo de 1999 nos habíamos despertado con el horror de un magnicidio, cuando asesinos a sueldo acribillaron al entonces vicepresidente de la República, Luis María Argaña, quizás el último gran caudillo que tuvo el gobernante Partido Colorado.

Probablemente, los que decidieron el crimen esperaban encontrar como respuesta el miedo y la cobardía de la ciudadanía, pero a cambio se encontraron con la rebeldía y con la indignación colectivas.

Caras pintadas con colores de la patria. Banderas al viento, consignas y música en el aire. Una plaza inundada de pueblo. Jóvenes, campesinos y trabajadores movilizados contra la amenaza de los proyectos totalitarios. Manifestantes que confundían la bandera con su propia piel y parecían no tener miedo a la muerte. Solidaridad ciudadana sin barreras que se volcaba a las calles. Pechos convertidos en murallas ante las balas asesinas.

Ahora la plaza se ve sucia y descuidada, poblada de familias indígenas que resisten bajo precarias carpas y combaten en soledad por otras causas… aunque en el fondo quizás sean las mismas.

A pesar de la soledad y el silencio, la astillada cruz de madera todavía está allí, carcomida por el tiempo y la humedad, pero aún así permite leer los nombres de los mártires asesinados aquella noche de infamia y de heroísmo: Henry, Manfred, Víctor Hugo, José Miguel, Armando, Cristóbal, Tomás, Arnaldo.

Y cuando uno se detiene y cierra los ojos, es posible escuchar el eco que llega desde hace 20 años:

Patria queriiiida… somos tu esperaaaanza… ¡Vienen los cascos azules…! ¡Agárrense de las manos, no se suelten…! robusto el cueeeerpo… la frente siempre erguiiiida… ¡De aquí no se mueve nadie…! Padre nuestro que estás en el cielo… ¡Cuidado… están disparando desde arriba! Santa María madre de Dios… ¡Al piso, al piso… todos al piso…! serán alláaa… nuestros pechos las muraaaallas… ¿Cuántos… cuántos muertos y heridos? ¡Hijos de putas…! que detendráaaan… las afrentas a tu seeeer… ¡Soy paraguayo, carajo…!

Ahora estoy allí, sumido en el respetuoso silencio bajo esa cruz dormida en el tiempo y dejo que Batichica Tricolor, una de las heroínas de aquella histórica noche, me explique desde las páginas de la novela El país en una plaza:

“… muchas personas prefieren no recordar que aquello realmente pasó. Prefieren olvidar que hace 20 años se les despertaron los mejores sueños y fueron capaces de dar la vida por hacer posible un país diferente. Pero lo entiendo… el gobierno que asumió después de aquella gloriosa gesta debe haber sido, sin ningún lugar a duda, el gobierno más inepto y corrupto. Fue una tremenda frustración”.

Y sigue diciendo: “Es un tremendo error vincular a la gesta del Marzo Paraguayo con lo que vino después. Cuando la patria estuvo en peligro, los ciudadanos acudimos al llamado… y cumplimos. Después, fue el momento de los políticos. Ellos no cumplieron. Ellos fallaron. Eso no invalida nuestra heroica gesta. Claro que tendrán que pasar muchos años más para que esto sea percibido y valorado en su justa y verdadera dimensión…”.

Ella lo dice. Probablemente tenga razón. Y aún si no, hay motivos suficientes para encender velas y entonar canciones en memoria de los mártires del Marzo Paraguayo.

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