Escena IV
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La señora MANUELA, detrás del mostrador despachando. El PEPÍN jugando a las cartas con el GABACHO, y el NICOMEDES en la primera mesa de la derecha. La NIEVES sirviendo a los concurrentes. TORIBIO. SERENO, chulos, chulas, gallegos, criadas, el gaitero. Al son de la gaita bailan algunas parejas. Otros beben vino, o juegan a la brisca. En la calle paseándose de vez en cuando el GUARDIA de Orden Público.
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TORIBIO
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(Jaleando a una pareja.)
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¡Anda con ella! ¡Ahí la tienes!
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¡Que se le caen las caderas
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de gusto al son de la gaita!
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¡Anda y viva la muñeira!
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GABACHO
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¡Caballeros, basta ya!
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Calle la gaita gallega
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y que nos cante la novia,
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como sabe hacerlo ella,
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una canción de su gusto
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que tenga sal y pimienta.
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MANUELA
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(Saliéndose del mostrador.)
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Nieves,
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despacha tú, tan y mientras
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que doy gusto a la parroquia.
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(NIEVES se pone a despachar.)
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Esposo, ¿me das licencia?
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(Al PEPÍN.)
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PEPÍN
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¡Canta!, pero mira bien
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lo que cantas, que pudieran
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estas doncellas tener
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que taparse las orejas,
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y en este establecimiento
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lo primero es la decencia.
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MANUELA
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Saben éstas todo lo que hay
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que saber.
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MANUELA
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Cantaré un tango marcao
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(A los Parroquianos.)
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que me enseñó un licenciao.
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MANUELA
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¡Qué humillación!
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¡Era un artillero!
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TODOS
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¡¡¡Pum!!!
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(Imitando un cañonazo.)
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(Música.)
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MANUELA
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Voy a referir a ustedes,
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aunque quiera o no el demonio
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(es cuestión de dos minutos),
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la canción del matrimonio.
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¡Se me oprime el corazón
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al pensar en la canción!
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¡Pero basta de sollozos!
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Atención y cuidadito,
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y reír cuando haga falta,
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y llorar cuando lo mismo.
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¡Haced coro y escuchad,
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porque voy a comenzar!
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CORO
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¡Qué bonito, qué bonito,
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qué bonito es el tanguito!
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¿Qué demonio, qué demonio
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le pasó a ese matrimonio?
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MANUELA
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¡Un año, cabal!,
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que la esposa, amorosa,
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metiera la pata
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como un animal.
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MANUELA
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Un jueves por la noche
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venía el hombre de trabajar
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y dijo que quería
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un huevo frito para cenar.
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Se puso a hacerlo al punto,
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pero lo hizo tan rematao,
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que en vez de saber a huevo
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sabía a aceite de hígado de bacalao.
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En aquel triste momento
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se volvió el marido, que era un chacal,
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le tiró el plato a la cara
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y le hizo un chirlo descomunal.
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Se pegaron, se zurraron,
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y se dieron palos y bofetás,
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y sacó él en la mejilla
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dos o tres docenas de mortales puñalás.
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CORO
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¡De mortales puñalás!
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¡De mortales puñalás!
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¡Ah! ¡Qué cosas tan horribles
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pasan en Pinto, qué atrocidad!
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¡Y todo esto sucede
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sin que intervenga la autoridad!
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¡Por Dios, señá Manuela,
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señáManuela, por compasión,
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que acabe de otro modo
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más alegrito la descripción!
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MANUELA
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¡Tenéis razón!
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¡Pues vaya, señores,
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para finalizar
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allá va una copla
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que os ha de gustar!
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(El CORO acompaña a la música tocando las palmas.)
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¡Siempre que un toro le toca
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al Frascuelillo2 matar,
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hay que ponerse los lentes
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para ver del chiquillo la serenidad!
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MANUELA
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Porque después de cuadrarlo
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y de citar a la res,
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ni dos minutos se pasan
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sin ver a la fiera
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rodar a sus pies.
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¡Caballeros y señoras,
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vaya un mozo más barbián!
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No hay coraje como el suyo
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en cuestión de estoquear.
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¡Que viva su gracia!,
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¡que viva su aquél!,
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¡que Dios le conserve
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la mano y los pies!
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CORO
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Siempre que un toro le toca, etc.
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MANUELA
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Caballeros y señoras, etc.
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MANUELA y
CORO
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¡Que viva su gracia!, etc.
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(Hablado.)
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TORIBIO
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¡Por Santiaju de Jalicia
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que canta la tabernera
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tan bien, que voy a beberme
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tres copas fiadas!... ¡Ea!
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GABACHO
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¡Bien por mi madre política!
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MANUELA
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Gabacho, llámame suegra,
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que tu suegra soy, por ser
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|
mayormente madre de ésta,
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que es tu esposa, de la cual
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tienes ya media docena
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de niños de varios sexos,
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lo cual que yo soy su abuela
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y a nadie se lo he negado
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nunca, ni estaría en regla
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negárselo a quien ya sabe
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que aunque robusta, soy vieja.
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GABACHO
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Nunca es vieja la matrona,
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aunque raya en los cincuenta,
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que se casa como usted
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se ha casado por la iglesia,
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y que aún tiene la esperanza
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de ser madre al par que abuela.
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MANUELA
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¡Ya fui madre muchas veces
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de mi esposo, que Dios tenga
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en gloria!
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PEPÍN
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¿Qué dices? ¡Madre
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tú de tu esposo, Manuela!
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MANUELA
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Pepín, ¿se te habrá subido
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el peleón a la cabeza?
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Yo fui madre de mi esposo,
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es decir, para que lo entiendas,
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de los hijos de mi esposo
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fui madre como cualquiera.
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PEPÍN
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Tu explicación me ha quitado
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de sobre el pecho una piedra
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de molino.
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MANUELA
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Hubiera sido
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un cesto, indigno de aquellas
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personas que tienen algo
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de pesquis en la cabeza.
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PEPÍN
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Hay tantos cestos hoy día.
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NIEVES
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Que haya cestos o haya cestas
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(Adelantándose.)
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al que le dan tiempo y mimbres
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los hace y luego se queda
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tan fresco.
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PEPÍN
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Habla como un libro
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mi hijastra, aunque yo no deba
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decirlo.
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PEPÍN
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Eres joven y no fea,
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(A NIEVES.)
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tú eres buen mozo y valiente,
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(Al GABACHO.)
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en todo eres digno de ella,
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en todo es digna de ti;
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yo en todo soy digno de ésta,
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(Por la MANUELA.)
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ésta es digna de mí en todo,
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y si cuando fue soltera
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se tomó tal vez alguna
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libertad, según se cuenta
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por ahí, yo la perdono
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porque luego ha sido buena
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esposa, y modelo de madres,
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y hoy es dechado de abuelas.
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Por eso la quiero yo
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y me he casado con ella
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esta mañana, y hoy tomo
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posesión de la taberna.
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(La MANUELA se enjuga los ojos con un pañuelo de hierbas.)
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¿Por qué lloras, chacha mía?
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NIEVES
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Madre, no sea
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que como ha partido usted
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la cebolla para la cena
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le haya saltado a los ojos.
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MANUELA
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No, que las lágrimas estas
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son hijas de la nostalgia
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que me corre por las venas.
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Guripas habrá en el barrio
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que enamoren a las hembras,
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pero como tú ninguno.
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¡Cuál siento la diferencia
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de edades entre los dos!
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¡Tú veinte años! ¡Yo cincuenta!
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PEPÍN
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El amor no mira edades.
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Allí donde dan sus flechas,
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allí se enciende el cariño.
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A mí en la tetilla izquierda
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me dio.
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GABACHO
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¡Qué alegre y qué satisfecha
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vive una familia honrada
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en medio de su taberna,
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despachando peleón,
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moscatel y cariñena,
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y ostentando en el mugriento
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escaparate, a la puerta,
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ya las chuletas de perro,
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ya los chorizos de yegua,
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ya las ruedas de merluza
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frita cuando estaba fresca,
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ya el jamón con su trichina,
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ya la salsa con almejas
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colorada y reluciente
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en platos de Talavera,
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ya la ensalada con huevos
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duros de gallina vieja,
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ya las naranjas enjutas,
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ya las pasadas camuesas!
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Y en medio a tanto manjar,
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que envidiaría una reina,
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junto al caliente fogón
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donde las ollas fermentan,
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se acerca humilde el puchero
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del pobre aguador, que encierra
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caldo, garbanzos, judías,
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patatas, tocino y berzas,
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restos, sobras, desperdicios
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de aristocráticas mesas
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que, en vez de ser para el gato,
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al triste aguador sustentan.
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¡Mirad qué contraste! Demos
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gracias a la Providencia.
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¡Qué mundo! ¡Qué economías!
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¡Pobre España! ¡Qué vergüenza!
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PEPÍN
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Tus palabras me han llegado
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no sé dónde.
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NIEVES
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A la conciencia,
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que la tienes cual la de éste,
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limpia como una patena.
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MANUELA
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Lo creo, aunque no la he visto
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aún.
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NIEVES
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Pues como si la viera
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usted, porque mi padrastro...
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PEPÍN
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Nieves, no me llames de esa
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manera. Llámame padre,
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y si acaso un día llega
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en que te hartes del padrastro,
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córtame con las tijeras.
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PEPÍN
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¡Quiera el cielo
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que en este hogar sea eterna
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la dicha y que no haya nunca
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que llamar a la pareja!
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MANUELA
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¿Qué pensamientos te asedian?
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Nieves, vete a hacer las camas,
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que desde ayer no están hechas,
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y tú
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(Al GABACHO.)
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atiende a los amigos,
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que hay personas de etiqueta.
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(Vase NIEVES. El GABACHO se acerca a los convidados.)
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¿Qué tienes tú, Pepín? ¿Qué pensamientos
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acuden a tu mente en este día?
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¿No eres feliz al lado de tu esposa?
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¿No te gusta el calor de la familia?
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PEPÍN
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¡Porque me gusta ese calor, por eso,
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temiendo estoy perderlo con la vida!
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¡Manuela, tengo celos!
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MANUELA
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Calla, ¡no prosigas!
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Celos del Gato tú, ¡de ese pillastre
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tan práctico en subir a los tranvías
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para darle garrote al reloj de oro
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del primer infeliz que se descuida!
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MANUELA
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¿Y qué te importa?
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Déjale tú, mi bien, que me persiga.
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Yo no he de hacerle caso: estoy casada,
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me parece bastante garantía.
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PEPÍN
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¡No dudo!
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Pero ese seductor, ese guripa
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quería ser tu dueño, apoderarse
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de la taberna y darse a la bebida.
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MANUELA
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Pues no probará el mosto de mis cubas
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como antes no me dé la calderilla.
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PEPÍN
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Por eso me amenaza con vengarse.
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Está en combinaciones con la Rita,
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la hija de Antón, el sucio carbonero.
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MANUELA
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Pues también ésa a ti te perseguía.
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PEPÍN
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Pero yo estoy tan puro como el vino
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que en esta casa pública se estila.
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MANUELA
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Pues que tu labio lo repita.
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PEPÍN
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¡Siempre que se te ponga entre las cejas!
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PEPÍN
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¡Esposa mía!
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(Abrazándola.)
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MANUELA
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¡Eso es!, ¡eso es! ¡Aunque arda España
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desde el Cántabro mar en sus orillas
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hasta el estrecho do sus aguas mezclan
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los dos mares que abrazan la península
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y desde Oporto donde el Duero acaba
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hasta las tersas aguas mallorquinas,
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yo tu esposa he de ser!
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PEPÍN
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¡Bendita seas!
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¡No te juzgaba yo tan destruida!
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MANUELA
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¡En el lenguaje de hoy que usan las damas
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ha de haber algo de fisolofía!
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MANUELA
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¡Calla! ¡Quita!
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¡Señores, a beber y a divertirse!
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TORIBIO
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¡Maldita sea el agua de Luzoya
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y el que inventó la fuente en la cucina
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para que el aguador nu tenga uficiu
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y no pueda ganar dus perras chicas!
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NICOMEDES
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¡Váyase el aguador de la taberna!
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¡El agua donde hay vino perjudica!
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(Risas.)
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TORIBIO
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El aguador, burricus, es el cura
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que se encarga del vinu y lo bautiza.
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(Risas.)
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¡Yo soy un hiju del señor Netuno,
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que ha sido el protetor de la Jalicia!
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(Risas y jaleo. Siguen bebiendo y jugando a las cartas.)
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