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  NO SE MATAN LAS IDEAS - Por el DR. VIRIATO DÍAZ PÉREZ - Año 1946


NO SE MATAN LAS IDEAS - Por el DR. VIRIATO DÍAZ PÉREZ - Año 1946

NO SE MATAN LAS IDEAS

Por el DR. VIRIATO DÍAZ PÉREZ

Servicios Franceses de Información

Imprenta ARIEL

Asunción – Paraguay

1946 (9 páginas)

 

 

« ON NÉ TUE PAS LES IDÉES » 

 

Al Dr. VIRIATO DÍAZ PÉREZ

 

         Quienes tuvieron la suerte de escuchar la enjundiosa conferencia pronunciada últimamente en el Salón del Ateneo por el Dr. Viriato Díaz Pérez y volvieron a deleitarse con su lectura en la prensa de esta Capital, comprenderán con qué legítimo orgullo se engalana hoy la “Voz de Francia”, al presentar la efigie del ilustre amigo, al mismo tiempo, que cumple con el agradable deber de ofrecerle su más sincera gratitud.

         Sin duda sería, ante todo, el caso de felicitar al brillante y profundo conferencista por el luminoso panorama de Historia que desplegó ante la admiración de nuestras miradas. Pudimos asistir al drama más intenso vivido por la Humanidad en su evolución milenaria, al eterno conflicto en el que la Fuerza pretende comprimir y destruir con el crimen y la violencia la pujante eclosión y la noble virtud de las Ideas que elevan nuestra mísera arcilla humana hasta las esferas de la Divinidad. Las jornadas trágicas, cual cataclismos arrasadores, nos fueron presentadas con su característico furor satánico que amenaza con apagar para siempre la luz del Espíritu. Pero, tras la tormenta, cuando ya el alma se sentía agobiada y desfallecida ante el repetido afán de los huracanes y ante el cuadro doliente de las ruinas materiales y morales, surgía de pronto en mágica evocación y más esplendente que nunca, la resurrección de la cultura, el triunfo de las Ideas.         “On rae tus pas les Idées!...”

         Hermosa lección que el Dr. Díaz Pérez hizo brotar y extendió como un arco iris de paz y de esperanza por sobre las oscuras contingencias de las revoluciones de este mundo, y más que por la comprensión objetiva de la historia, más aún que por la convicción de la verdad expuesta, -cualidades que de por si bastaron para arrancar el aplauso de nuestras manos -, creímos en la bondad excepcional de tal enseñanza por el tono de vida con que fue pronunciada.

         Es que el Dr. Díaz. Pérez mora en el ambiente del pensamiento. No tiene interés en sus pasos por las sendas de la tierra. Al encontrarnos con él, de inmediato sus palabras lo elevan hacia un plano superior. Y el tiempo desaparece, porque la conversación flota en los aires del arte, de la verdad, de la discusión tolerante y simpática, por entre las auras purísimas y libres de las regiones donde solo respira el espíritu.

         No se matan las Ideas. Bien lo habéis dicho, amigo Díaz Pérez. Pero al felicitaros, la         “Voz de Francia” quiere sobre todoagradeceros, porque habéis aducido a la Francia Libre, a la Francia de la resistencia como el más reciente ejemplo y argumento de vuestra hermosa tesis, como al último protagonista del eterno drama.

         Para daros las gracias recordamos y os dedicamos aquellos versos de la magnífica “Marsellesa de la Paz” de Lamartine.

         Je suis concitoyen de tout homme qui pensé:

         La Liberté, c'est mon pays!

 

         P. M. NOUTZ

 

 

 

 

"NO SE MATAN LAS IDEAS"

 

         CONFERENCIA pronunciada por el Dr. Viriato Díaz Pérez, en el salón de actos del Ateneo Paraguayo, el día 9 del cte., con motivo de la distribución de premios del Certamen Literario, organizado por el Centro de Informaciones Francesas.

 

         Aunque espíritus escépticos dejen oír hoy su voz de pesimismo sobre los resultados posibles de la guerra espantosa que ha trastornado el mundo civilizado, un hecho hay entre otros que se presenta irrefragable ante nosotros: el de que por encima de la violencia sin cortapisa, y de la fuerza bruta ejercida por déspotas y tiranos, la resistencia espiritual, los valores sutiles anímicos, las ideas sin otro blindaje que los corazones, se imponen, triunfan, contra todo lo material, mecanizado.

         Vale decir: que lo imponderable anímico resiste y vence a lo material monstruoso; alentación transcendente que refuerza al idealismo tantas veces ironizado. Francia respira una vez más e indiscutiblemente para siempre dentro de la Libertad.

         Es que no admitió el peso feroz de las fuerzas tenebrosas; resistió en nombre de una idea elevada y triunfó. Con ella hemos triunfado todos los que amamos la civilización. Por lo demás, debía suceder así: si bien esto lo podemos decir ahora, aunque comprendiendo que los mártires del sacrificio no lo hayan podido comprobar, desgraciadamente. Pero es un hecho y es una esperanza, es un signo de alianza entre la divinidad y los hombres que las fuerzas puestas al servicio del espíritu devienen invencibles. El pasado humano lo revela. Se comprueba a través y por encima de la marcha no siempre comprensible de la historia.

         ¡Qué sería de nosotros de no acontecer así! Habríamos podido arrancar de la caverna prehistórica, para llegar a proclamar los derechos del hombre? ¿Liberarnos de la selva primitiva, del instinto, para reemplazarlos por los horizontes de la ética?        Ejemplos maravillosos del ayer nos responden. Recordad los días lejanos, pero que resultan parecidos a los nuestros, en que Persas y Griegos libraban la contienda de la libertad humana. De haber triunfado Persia, que no era el Oriente sino el Asia, la filosofía y el arte griegos hubieran perecido. La democracia habría sido substituida por la satrapía. Los dioses del Olimpo por los monstruos con garras. Platón, por los edictos del rey de reyes. Ciro, como Jerges, dominaba los pueblos conocidos desde el Helesponto al Indo. Sus ejércitos eran falanges teratóticas constituidas por naciones enteras. Las riquezas del mundo afluían a sus palacios colosales en cuyas escalinatas cabría un templo nuestro y en los que había centenares de graneros repletos de oro. Cuando Alejandro se apoderó de Susa halló mil millones de piezas áureas. Estos tesoros sostenían los ejércitos más formidables de la antigüedad. El imperio entero era un cuartel y las ciudades conglomerados gregarios. Persia se anticipaba al totalitarismo de nuestros días.

         Y bien: en los confines del imperio monstruoso, un mar azul bañaba islas y tierras donde alentaba la diminuta confederación de los griegos. Eran estos griegos ciudadanos que habían oído los versos de la Odisea y escuchaban los diálogos de los filósofos. En sus estados patriarcales reinaba el espíritu de lo familiar e imperaba la democracia. Mas ¿qué eran aquellos reyezuelos émulos de Ulises que remendaba las velas de sus barcos, frente al súper monarca fastuoso ante quien no era lícito levantar la mirada humana? Darío comenzó por lanzar 200.000 guerreros contra aquellos helenos osados y con la ceguera del déspota ordenó nada menos que la captura de Grecia.

         Pero la Grecia, débil e inerme a los ojos totalitarios asiáticos, "poseía una religión abierta a todas las audacias y a todas las concepciones del espíritu"; poseía el sentido de la belleza suprema; se había dotado de un idioma en que podían escribir Homero y Esquilo, Hesiodo y Herodoto: y era dueña ante todo de un sentido de la dignidad humana que podía engendrar en cada ciudadano un posible héroe de las Termópillas... Hacia el 489, Persia decidía, como alarde de su enorme poderío, aplastar en un anticipo de la BLIZTZRIEG, aquel pueblo de ilusos.

         Todos conocéis el resultado genial e insuperablemente descrito por Paul de Saint Víctor. Persia que derrama toda el Asia sobre la Grecia, es vencida en contienda tan asombrosa que Esquilo en su epitafio, no menciona sus tragedias sino el haber tomado parte en aquella lucha. Es que Maraton, Platea y Salamina eran el        triunfo no de un ejército sino de una idea que iba a salvar la humanidad haciendo posibles las evoluciones espirituales del porvenir. Persia era el despotismo y la injusticia, Grecia era la libertad y el derecho, y los dioses ayudaron al triunfo de la Libertad.

         Así en Francia, que en cierto sentido simboliza la resistencia del mundo actual a la oleada de opresión y barbarie que ensayó dominarla y ultrajarla.

         Los carros blindados por millares; los millones de invasores; cascos de acero; armas potentísimas; disciplina férrea; represalias de una mentalidad forjada en años de aprendizaje más allá de toda moral; organización sabiamente entrenada para la violencia; súper-inquisición o Gestapo; extinción violenta de obstáculos raciales; hornos crematorios y campos de suplicio; por doquier la opresión; un poder en suma, que unía la organización satánica a la fuerza al parecer irresistible! ¡Todo ello fue barrido ante la tenaz voluntad de persistir, para restablecer el imperio de la reparación y de la justicia, en oposición a los instintos carentes de objetivo moral que representaban, la usurpación, la regresión!.

         El maquí, hijo indefenso de la Francia que se sentía libre, oponiendo al terror su única arma, el grito del derecho, estaba destinado a triunfar; indemne aparente, él era el más fuerte en esta extraordinaria lucha por la supervivencia.

         Recuerda su ejemplo el de los antiguos cristianos. El imperio de los Césares, tiranos aberrativos y sádicos, perseguía a aquellos humildes creyentes que no poseían otras armas que el Evangelio. Para ellos el suplicio, la hoguera, la cruz. Se les arrojaba a las fieras del circo, como los totalitarios sus víctimas al campo de concentración o al horno crematorio. ¿Qué extraños y absurdos hombres eran aquellos que creían en la igualdad humana y en la fraternidad, oponiéndola a la esclavitud? Para los déspotas romanos que marcaban con hierro candente a sus esclavos, qué representaban aquellos obreros de la hermandad de los hombres, de la igualdad y del perdón, en nombre de un Padre común carente de la pompa de los dioses olímpicos? No obstante, el suplicio, la hoguera y el martirio por antonomasia, el irritado poderío del Imperio Romano, fue impotente ante aquellos primeros cristianos. Es que predicaban el advenimiento de la justicia que estaba abolida; el restablecimiento de la igualdad humana que era incomprensible; del derecho de los oprimidos y ultrajados... Es que ellos hablaban de la dignificación del hombre invocando un Dios clemente que lo creara a su imagen, suprimiendo el esclavo...

         Y fue así como las frágiles hojas del Evangelio, las prédicas de unos pobres pescadores y las parábolas de unos humildes hombres del pueblo, derribaron el mundo antiguo sin que pudieran evitarlo las hasta entonces invencibles legiones "ante quien muda se postró la tierra" al decir del poeta.

         La idea, señores, es invencible. Por eso han temblado siempre ante ella los tiranos. El tremendo poder nazi ensayó destruir en Francia nada menos que la supervivencia francesa. Las estatuas fueron derribadas; las calles rebautizadas; los nombres germanizados; la lengua francesa perseguida; los resistentes y patriotas masacrados. Lo único que no pudieron hacer fue suprimir la idea de que existía una Francia inmarcesible y persistente y la de que Francia, como idea era eterna. Francia es algo que arranca ya como tal, vale decir hecha idea desde la pre-historia; algo imponderable pero a la vez claramente individualizado y perceptible. Que está en sus poetas por disimiles que puedan parecernos desde Villlon hasta Peguy; en sus pensadores desde Montaigne, hasta Renan; en el encanto y suavidad de su paisaje universalizado por los tintes áureos de Claudio de Lorena, o los jardines de Wateau, o las campiñas de Corot.

         Las ideas grávidas de anhelos de realización adquieren eternidad. Son ellas las que guían a un Colón a través del mar proceloso, así como a los incomprendidos conquistadores que le siguen. Idea e ideal son congéneres y tienen algo de legado divino. No mueren porque son espíritu.

         Por eso si se inmola a Miguel Servet o a Giordano Bruno o a Savonarola; si es asesinado por el falangismo español un pobre poeta, como García Lorca; si Oradour o Lídice o Guernica son fulminadas, lo que estas ciudades, mártires representan, renace, se yergue ante la eternidad para terror de los malvados.

         Víctor Hugo dijo en las páginas de NOTRE DAME que el pensamiento era indeleble. Cómo extirpar - añadió- una idea? Ella en efecto, -lo sabemos- mina el mundo antiguo y voltea el yugo de Roma; hace caer, más tarde, el feudalismo; y engendra posteriormente la Revolución que proclama los Derechos del Hombre.

         Dumas en una de sus novelas hace preguntar al calumniado Conde de Cagliostro quién destruyó la Bastilla; y cuando se le responde: "el pueblo", el célebre personaje aclara:

         - No. Se toma la causa por el efecto. Por espacio de quinientos años condes y príncipes habían sido encerrados en la Bastilla y la Bastilla existía aún. Un día, empero, el rey, en su locura, trató de aprisionar en aquel lugar al pensamiento; y el pensamiento que es fuerza, estalló dentro de la Bastilla y el pueblo entró por la brecha.

         No se matan las ideas! No se suprime el pensamiento. El hombre creado a imagen de la divinidad, desea ser colaborador de los dioses y son los dioses quienes les envían las ideas, que no pueden morir, porque son divinas, y por eso cuando un hombre habla en nombre de la Libertad, de la Igualdad y de la Fraternidad, ideas eternales, deviene eterno como las ideas mismas.

         Tal es en suma, la enseñanza que se nos brinda. Cuando, tarde o temprano, el libre pensar interrumpido renace, y lo injustamente derribado se levanta -hemos     dicho alguna vez - los que fueron obstáculo sufren en su muerte moral, en su fracaso sin esperanza, el justo castigo de sus yerros. No se puede atropellar el bien, ultrajar la civilización, apostatar del progreso, retrogradar a la selva, estorbar la marcha de la vida, poner, en suma, obstáculos ante el camino de las fuerzas secretas, invisibles pero innegables que nos conducen hacia el progreso...

         ¡On ne tue pas les idées!

 

         Viriato DÍAZ PÉREZ

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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