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RAMIRO DOMÍNGUEZ (+)

  DITRAMBOS PARA FLAUTA Y CORO (Poesías de RAMIRO DOMÍNGUEZ, 1964)


DITRAMBOS PARA FLAUTA Y CORO (Poesías de RAMIRO DOMÍNGUEZ, 1964)
DITRAMBOS PARA FLAUTA Y CORO (1964)


 
 
 
DITRAMBOS PARA FLAUTA Y CORO
(1964)
 

Hombre
de par en par hacia el deseo,
te miro volviendo desde ayer;
medio olvidado de ti. Buscando
el último nivel del desespero.
 

Como una ruina que llega desde abajo
corroyendo la raíz hasta subir al tallo,
has incubado con lenta economía
-como destilan las abejas,
como almacenan las hormigas-
la hora de caerte con la flor en la mano.
 

Déjame que desate la teoría
de tus innumerables nombres;
a ver si juntos desciframos
la cábala de tus temores.
 

Porque
no puede ser que aquel raudal de
sangre que te viene de lejos
tenga que derramarse y morir
en cuajarones
fétidos.
 

Ni que sepas morar
-perforador del tiempo-
en el despeñadero de los días.
 
Tendrá que ser después,
ha de ser más arriba.
En un lugar más quieto. Alguna voz
más limpia,
 
que nos llame a dejar este camino viejo
hasta encontrar la brújula
que traíamos adentro.
 
 

I. ALLEGRO SCHERZANDO
Titire, tu patulae recubens
 
sub tegmine fagi
 
VIRCILIO

1
 
Tiempo de Pan absorto en la pradera.
La tarde equinoccial. Sin grietas.
Época del pecado inverniz, con el primer
escalofrío religioso en las venas.
 
Dafnis y Cloe en el balcón
haciendo mutis. Extenuados
en su amor infecundo.
 
Atrás las tías
-conversando en bisel-
sin descuidar un segundo.
 
Caín y Abel en riña
por dejar su zapato en el pesebre.
 
Si quieres que juegue contigo a "la
torre en guardia", dame tus zapos de papel
por mis botones de hojalata.
 
Zoilo, el mendigo, fabricaba trebes
para el enhollinado vientre de las ollas
y había mantecados de yapa en los almacenes.
 
San Francisco de Asís -el pastor de canarios-
tenía su casa a la vuelta.
Edad de Oro en que la leche hervía
bajo vellones de nata.
La risa
se vendía por nada. Y el dinero valía menos
que un trompo de madera.
 
Entonces, Don Jehová vivía entre nosotros.
Tenía barba, y usaba un poncho
de lana blanca hasta las pantorrillas.
Los chicos le pedíamos la bendición
cuando salía a tomar mate al jardín
chupando su lustrosa bombilla.
 

2
 
Sobre el paisaje intacto
Adán -hombre desde la arcilla-
yergue su mole piramidal
bajo la elíptica de los astros.
 
En su costado, hasta las ingles,
lleva una herida sin restañar, que su
mujer lava con aguas de benjuí. Y
lleva crenchas de rabino, sin rasurar.
 
Con solemnidad de levita,
recorre el jardín que le tocó cultivar,
dando su nombre a cada cosa
sin consentir en que Eva lo corrija.
 
Distingue así la yerbabuena
de la zarzaparrilla.
 
Al corochiré
de la piririta.
 
Cuando se harta de bautizar,
suelta un pii-pu rotundo que lo entona,
hasta sonrojar.
 
Y lleva a su mujer a dormir
porque quedan muchos nombres
que mañana quiere repasar.
 

3

¿Has visto a David, el Rey,
tocando el arpa para Jonatás
que se escapa, las siestas, para
jugar con él?
 
Dicen que dice su madre que ha de reinar
y, aunque todavía no ha matado a Goliat,
tira a la honda contra pajaritos
sin errar un pie.
 
En el campo, seguro de que nadie lo ve,
engola la voz, y canta frases oscuras
-de las que oyó al viejo Samuel-
proclamándose capitán
y el ungido de Israel.
 
Luego, abriendo su morral
con queso y tortas de miel,
hace su merienda a boca de jarro
mascullando sus rezos sin dejar de tragar,
hasta dormirse en la escala de Jacob
sin decir Amén.
 

4

Me gusta el viejo Sócrates
en su aire de anticlerical empedernido.
Cuando escribe sonetos a la antigua usanza
para insultar, "a sílabas contadas",
a los que llama chupacirios.
 
Sé que miente
cuando adopta sus posturas de cínico
pero, a pesar de todo, lo quiero
con su maldad indefensa que hace reír
a los niños.
 
Vuelto a casa, sus rencillas
de jarro y olla con Jantipa,
tienen visos de Comedia Antigua.
 
Pero lo que más rebulle en ella
es aquel mentado diálogo
con la hetaira de Mantinea.
 
Así que todas las noches,
después de tratarlo de sátiro y corruptor,
se persigna, y beligerante,
pone su escapulario entre los dos.
 
Cuando después, muy de madrugada,
ella se levanta para la primera misa,
este mi viejo histrión saca sus cuartillas
y escribe -sonetos anticlericales-
volcando todo el tintero
de la vigilia.
 

5

Para hablar de Odiseo,
hay que tener el brasero prendido
y hacer corro junto al fuego.
 
Porque sus mañas andan en boca de todos
aunque nadie las conozca
por entero.
 
Por ejemplo,
cuentan que por Calipso tuvo a Penélope engañada
desertando diez años de su tálamo.
 
Pero un glosador
-apócrifo, a no dudarlo-
añade que, en sus años de espera,
Penélope bordaba sus castos propósitos
para el divino Odiseo.
 
Aunque un pretendiente por cada noche
volvía a desatarle las hebras.
 

6

Con infantil algarabía,
ante una luna veneciana Don Juan
se abotona la camisa escarlata
para gastar su adiós a la vecina.
 
Merodeador del alba, eclipsa
de soslayo sus ojos gatunos.
 
Luce en el pecho
un alfiler de esmeralda. Y en la mano
un desmesurado carbunclo.
 
Mientras se atusa los bigotes
sonríe, y hace gargarismos
con el "Fígarooo... fíiigaro".
 
Cuando sale,
un trajín de persianas le persigue
mientras los canes a su paso
inician una danza de rabos
oliscando sus calcetines.
 
Algún pillo,
le endilga desde lejos:
-No mires tanto al espejo,
don juanillo.
 

7

Desnudo el vientre de porcelana y oro,
Buda extático, cruza las piernas en la esterilla
sobre los pliegues de su kimono.
 
Sus ojos de jade petrifican el tiempo
mientras la palma de su mano indica
un NO mayúsculo a sus deseos.
 
Sobre una hecatombe de cojines,
el Sakia viejo mira a Gautama
por entre las axilas de sus geishas de lava.
 
Los diminutos perros de Pekín
y una cacatúa de Ceilán
hacen la delicia del mandarín.
 
Entre flores de almendro y abanicos de sándalo,
bosteza el viejo su modorra y desgano.
 
El Sakia-Muni, sigue solo y lejano
con sus ojos oblicuos
y un NO rotundo en la mano.
 

8

Fría y esbelta como una cariátide
Artemis, baja hasta la feria del Cerámico
para mercar sus tiras de jamón
y cerdo ahumado.
 
La sigue un coro de efebos, y a su paso
cantan penas de amor. Hay un muchacho
rubio como un panal, que su osadía
le roba un beso hasta morder sus labios.
 
Quién la invita a danzar. Quién otro
le confiesa al oído sus deseos.
Ella les hace oreja de burro
y echa a correr, lanzando por los ojos
dardos de fuego.
 
En el mercado, vocifera y puja
regateando, mientras le asalta al pecho
la comezón de ver cuántos le siguen
el bulto en vano.
 
Entre marineros y esclavos asirios,
Afrodita alquila sus favores. Las manos
procuran alcanzar sus ancas de potra;
y entre risotadas y palabrotas,
las miradas de todos van hacia la otra.
 

9

Si apenas con tu vida,
hombre económico, has podido allegar
lo necesario para envilecerte,
tu dirás, que raro sortilegio
te llevó hacia el dinero, hasta olvidarte
de lo mucho que vale
lo que perdiste a cambio
por un bledo.
 
Agrimensor del tiempo. Abultado
señor de bufetes en nogal y cuero,
generoso al revés. Tramoyista
enredado en bambalinas de lienzo.
 
No tengo para ti
más que la mano tendida
hacia tu vuelta, por el abrupto corredor
de un desolado silencio.
 
 

II. ANDANTE, MAESTOSO
Pásai tèchnai brotoisin ex
Promethéos
ESQUILO

1

Y dijo Dios a Adán:
Tú serás mi hijo, y a tu lado estaré,
a condición de que no me preguntes por qué.
 
Conoció luego Adán a su mujer
y tuvo hijos e hijas,
pero más tenía deseos de saber.
 
Así que se apartó de todos
y se olvidó de dormir y comer.
Empezó a mudar de semblante;
ni parecía dispuesto a responder.
 
Harto de hartarse,
quería sentir hambre y sed.
Le parecía insoportable
tener que ser feliz sin comprender.
 
Casi, pues, sin preguntarse
vino a dar con el cómo y el por qué.
Siempre, para cada respuesta,
algo dejaba atrás sin resolver.
 
Bajó hasta profundas cavilaciones
ávido y siempre lejos de entender.
Registró las tinieblas
buscando una luz que le dejara ver.
 
No encontró nada.
Pero perdió lo que tuvo
sin saber.
 

2

Abel se hizo hacendado,
y puso su establecimiento
de Doña Juana hasta Rincón.
 
Caín plantó cañadulce
más allá del arroyo Tambor.
Abel multiplicaba su hacienda
con el favor de Dios.
Se compró una casa en la ciudad
y dio a sus hijos fortuna y profesión.
 
Caín, con cupos y créditos,
iba siempre de mal en peor.
Si escapaba a la sequía,
con la helada su cosecha
se quemaba por leña en el fogón.
 
Cuando volvía de la fábrica
tenía a su puerta el arrendador.
 
Un buen día
le trajo Abel sus abogados
con títulos y una orden de expulsión.
 
Caín venía del hospital
con un hijo muerto de larga tos.
 
No quiso entender de desahucios;
ni estaba para argumento
más largo que su facón.
 
A Abel se lo llevaron sangrando
en el carro de su heridor
Caín escapó hacia Perulero,
y lo anda buscando una comisión.
 

3

Por entonces, Saúl
tenía un demonio en el cuerpo,
y David lo sabía bien.
 
Saúl no se fiaba del mancebo
pero más temía David al Rey.
 
Sucedió que, estando el muchacho
tocando el arpa a ruego de aquél,
el espíritu malo de Saúl
hubo de herir al joven. Y el arma
hincó a su lado la pared.
 
De aquella vez, huyó David
al monte, y empezó a vivir sin ley.
Se echó a contrabandista,
traficando en caña y petit-grain.
 
Alguien que conocía su afición
lo llevó al Brasil. Y allá se hizo artista
ganando fama y dinero a granel.
 
Saúl murió con Jonatás
en la revolución, poco después.
David volvía con su arpa
y un séquito como de Rey.
 
Cuando supo de los muertos,
lloró por ellos. Aunque más lloró por él.
Algo le previno que el espíritu
malo habría de dañarlo
-como a Saúl- a tiempo de vencer,
 

4

Sócrates fue víctima
de la superstición.
 
Se lo acusó de impío y amoral
porque nunca pagó diezmo
a la casta sacerdotal.
 
Hubiera querido salvarse,
pero no le dieron lugar.
Le ofrecían escapada
sólo a costa de su dignidad.
 
Por lo que se fingió blasfemo
para acortar el fallo
del Tribunal.
 
Ellos se persignaron
con santo miedo, condenándolo
por unanimidad.
 
Después -sólo después-
hubo llanto y tumulto en la ciudad.
 
Nunca se pudo saber
quién tomó para sí
la culpa de condenar.
 
Escribieron epitafios
solemnes. Y se erigió un monumento colosal.
 
El pueblo le atribuye milagros
viniendo hasta su sepulcro
en peregrinación a suplicar.
 
Una mujer de Mantinea suele bajar
con flores, cuando ya todos se han
retirado a descansar.
 
Jantipa llora, sin comprender.
Los muchachos comprenden, sin llorar.
 

5

Telémaco, por tanto,
entre Orestes y Hamlet, vacilaba
del propósito al fracaso.
 
Su madurez precoz, apresurada
con largas noches de frustración y llanto,
le ponía los nervios tensos y desapacible el ánimo.
 
Lejos de su madre, lejos de los pretendientes,
sólo aguardaba el retorno deseado.
 
Absorto en su pesar,
absorto en la llanura del mar,
se dormía con los ojos abiertos
y un juramento en los labios.
 
Tanto esperó, que se olvidó de Ulises,
se olvidó de su madre,
de su nombre,
del tiempo avizorado.
 
Después,
cuando le anunciaron que su padre volvía,
él se acostó a dormir
-aturdido y extraño-
 

6

A los cincuenta, Don Juan
es apenas un gallo sin plumas
más pronto a ser burlado
que burlar.
 
Las damas de caridad
le ceban tisanas en ayunas
para su achaque lumbar.
 
Su camisa carmesí
cuelga hace tiempo en el armario
con otros aparejos
de enamorar.
 
Sobre su antiguo esplendor,
se ha vuelto supersticioso y tacaño
guardando sus mendrugos encima
del aparador.
 
Para la misa de las diez
sale a tomar sol a la esquina
con el paraguas,
por si le acierta a llover.
 
Las chicas de la Normal
dejan billetes en el cancel
de su zaguán.
 
Sus misivas, son embustes
de amor que se remiten
"al pelón de Don Juan".
 

7

Buda, como una pagoda
azul disparada hacia el cielo,
fue liberando más y más
su alma de todo apego.
 
Se hizo extraño a los suyos
que por temor, lo envolvían
en cortinas de incienso.
 
Aún vivo, fue tenido por dios
sin conocerlo.
 
Los artífices
vendían su figura en coral
o palo de cedro.
 
Su nombre se perdió en el mito
quedando el Sakia-Muni
de carne y hueso
como un hermano segundón
sin gloria ni derecho.
 
Los contrabandistas del opio
lo mercaron en Londres y Nueva York
en anticuarios y casas de juego.
 
Ahora lo vemos en el tocador
de una mujer,
o en las Cancillerías
-con pasaporte extranjero-
 

8

Pero Diana envejeció también.
Como una fruta que madura intacta
fue secando su pulpa, hasta quedar
el carozo y la cáscara.
 
Los castos senos de la virgen fueron
sorbidos por el ansia.
Sus ojos se quemaron de tanto
asomarse a la ventana.
 
En el Cerámico,
cuece sus chuletas con ajo
y albahaca.
 
El acre olor despierta el apetito
de los que pasan.
Pero al verla, los mancebos huyen
como ante la Parca.
 
Sólo acuden dos beodos
obscenos, para humillarla.
 
-En un enjambre de nietos,
Venus abuela, pasa
como una matrona airosa
de todos alabada.
 
Tiene una sonrisa de desdén
para Artemisa.
 
Desde su altiva soledad,
la envidia Diana.
 
 

III. ADAGIO
Alors Tubalcaín, père des forgerons
construisit un village...
La Conscience
VÍCTOR HUGO

1

El viejo Adán, por tanto duelo
pidió el cordón de San Francisco
sirviendo de sacristán en un convento
 
Su mujer es lavandera en el pueblo
para poder ir a la cárcel
por Caín, llevándole algún bastimento
 
De tarde en tarde
suele salir don Jehová por el jardín
para acordarse de los chicos:
 
"...Si quieres que juegue contigo a la
torre en guardia..."
 
Ahora tiene una mucama gringa
que le ceba el mate
de mala gana
 
Cuántas veces quiso mandar por Caín,
perdonándole de corazón
toda su falta
 
Los abogados le dijeron
que sería cosa de poca plata
 
Pero su sordera lo aparta de todos
lastimándose
con quejas amargas.
 

2

Salmo de David. Para los hijos de los hombres
Salmo triste.
Para entonar en los atrios del Templo
sin el efod. Con el salterio
de cordaje simple.
 
-Cuando David, huyendo de Absalón
oyó a Semei decirle
improperios amargos-
 
Señor, yo también tuve
deseos y esperanzas humildes.
Tenía en casa de mi padre
el último lugar
entre los de mi estirpe.
No tenía más que un arpa. Y en el
bolsillo, mi honda de cazar perdices.
 
Tú pusiste en mis manos a Goliat
más un millón de guaraníes.
 
Pronto fui el Rey de mi pueblo,
porque pagaba todos los festines.
Me sentí dueño de vidas y haciendas.
Me apropié de lo ajeno
robando la mujer de quien venía a servirme.
 
Tú estabas en todo eso. Y aguardabas
la usura de lo que me diste.
Pero no imaginé que pudieras
quitarme concediendo,
ni que también al mal
impusieras un límite.
 

3

Penélope
con ritual parsimonia
dispone el baño para Ulises.
 
El esposo la mira. Y parece que quisiera
asumir un gesto.
 
Sus ojos lo traicionan confundiéndola
con Nausicaas o Circes.
 
(Si pensará
que trabajo me cuesta conocerla,
venido desde mis múltiples recuerdos).
 
Ella también lo mira
sin reconocer.
Se superponen, sin quererlo,
los rostros de sus furtivos pretendientes
ante los familiares rasgos
de Odiseo.
 
(Si sabrá que para mí el amor
es cantinela para las rondas infantiles).
 
Después,
las manos juntas,
se invitan hacia el tálamo.
Para soñar que no ha pasado el tiempo.
 

4

Víctima de una pasión senil,
Don Juan en el asilo de ancianos
vuelca su devoción en Artemisa.
 
Ella teje para su amante
una bufanda ridícula.
El ha perdido los dientes
y prueba sólo caldo de gallina.
 
Los dos, ateridos de miedo,
buscan la forma
de improvisar una familia.
 
Nadie los ve.
Pero ellos procuran ocultar
una ilusión que no termina.
 

5

-. Mensaje de don Jeováh:
Aquí estoy solo y triste.
 
-. Mensaje de Adán:
Estoy solo y triste.
 
-. Mensaje de Caín:
Estoy solo y triste.
 
-. Mensaje de David:
Estoy solo y triste.
 
-. Mensaje de Jantipa:
Estoy sola y triste.
 
-. Mensaje de Telémaco:
Estoy solo y triste.
 
-. Mensaje de Buda:
Estoy solo y triste.
 
-. Mensaje de Don Juan
y Artemisa:
Ambos seguimos solos. E irremediablemente tristes.
 
 

IV ALLEGRO ASSAI
¿Et quis est meus proximus?
 
LUCAS X, 20
 

1

No podíamos creer
lo que escuchábamos:
Al fin, hemos sabido
que corre otra versión
del mismo canto.
 
En ella, Don Jeováh
sigue dichoso en su jardín
con los muchachos.
 
En sus enormes latifundios
hizo lugar para la prole
de Caín.
 
Había empeñado sus arreos
y bombillas de plata
por conseguir a su gente
arados y rastras.
 
Los hijos de Abel,
han promulgado una ley
agraria.
 
San Francisco de Asís
-el pastor de canarios-
organiza una cooperativa
de productores de granja.
 

2

Cuanto ganó con su arpa,
David lo aplicó a los estudios
de Salomón.
 
El niño se destacó en la escuela,
trayendo a su casa el mote
de doctor.
 
Los vecinos vienen a escucharle
los domingos,
cuando él explica religión.
 
Puso un criadero de gallinas
y ha desviado un arroyo
para plantar arroz.
 
En la Junta Municipal
aprobaron su proyecto
de abrir un camino vecinal.
 
Le han ofrecido la alcaldía,
pero él está a gusto
en su lugar.
 

3

Muy antes de envejecer
Diana, hizo voto de castidad.
Para poder servir mejor
a los demás.
 
Ahora recorre la comarca
con cruz y sayal,
interesada en que todos
puedan tener techo y pan.
 
Le trajeron donaciones y ofrendas
que, con mano santa,
ella sabrá multiplicar.
 
Contra el sentido de la fábula,
los hijos de la estéril
son muchos más numerosos
que los de la Venus
del lugar.
 

4

Don Juan, optó por reconocer
a sus hijos naturales.
 
Eran tantos,
que hubieron de pedirle
una pensión graciable.
 
Cuando los tiene alrededor,
acaso le cueste recordar
a sus respectivas madres.
 
Pero no hay duda
de que son de Don Juan,
por alguna seña
y por el aire.
 
En vista de no caber
todos en casa de su padre,
se ha tomado por domicilio
común, el valle.
 
 
 

COMENTARIO SOBRE “DITIRAMBOS PARA FLAUTA Y CORO” (1964).


 

Aunque el fonema ditirambo -sobrenombre de Baco- implica cierto estado de arrebato expresivo, aquí todos sus trazos denotan lo contrario: la imaginación y el sentimiento regidos por una lúcida inteligencia. Este libro, de enlace musical, consta de un introito más cuatro movimientos. Es, a mi juicio, una obra cardinal en toda esfera. Aquí el poeta proyecta renovadas y plurales perspectivas de interpretación. Los tiempos se trasponen y entremezclan con seres reales e imaginarios, carnales y espectros, que se mueven entre la ironía y la piedad, la risa y la tristeza, la sátira y el drama. Miserias y riquezas, toda una gama de contradicciones que eslabonan la mítica originaria de este singular contra-punto poético.
 
INTROITO:
 
El espacio físico donde todo se desarrolla es reducido. Pero ad-quiere dimensión universal desde el primer poema-introito: el hombre volviendo desde ayer.../buscando el último nivel del desespero, en ese afán de encontrar una respuesta para la condición humana que se niega a aceptar ser simplemente un raudal de sangre que viene de lejos sin otro destino que derramarse y morir en cuajarones fétidos. No acepta morar nada más que en el despeñadero de los días. En ese punto el hombre se encuentra con sus cábalas y temores que lo están corroyendo. Pero él se niega a darse por vencido, y por eso la visión no resulta, finalmente, pesimista. El hombre aún está dispuesto a descifrar el por qué de las cosas. Curiosamente, en este poema -sólo en este- la ironía está ausente. Mas la piedad persiste.

 
I. ALLEGRO SCHERZANDO:
 
En el primer movimiento, el ámbito bucólico está dado por los nombres que al inicio representan a las gentes que lo habitan: Pan, Dafnis y Cloe. Pradera, campo, paisaje, todo aún intacto: Edad de Oro. Tiempo de inocencia. Los niños, Caín y Abel, riñen jugando frente al pesebre (trasposición de tiempo); David, que escapa las siestas para jugar con Jonatás, tira la honda contra pajaritos sin haber aún matado a Goliat. El antiguo Zoilo, el mendigo (el paradójicamente futuro sofista), fabrica trebes (palabra rescatada del habla popular campestre que, según Ramiro, menta a las tres patas de la holla de hierro) para limpiar el hollín de las ollas (después fregará el polvo dudoso de Homero, cuando apócrifamente difunda los amoríos secretos de Odiseo). Son estos, en fin, los delineamientos psicológicos que dan pie al universo poético de Ramiro Domínguez: Greco-latinos, paganos-cristianos, todos recorriendo el ámbito paraguayo, en época inverniz, con el primer escalofrío religioso en las venas.
 
Aquí el rasgo principal -ya está dicho- es la ironía. Todo se sustenta en una suerte de poesía narrativa. Narrativa, pero no explicativa. Y ello aguza el contraste entre lo real y lo imaginario: Sócrates, cuando no está en rencillas de jarro y olla con su esposa Jantipa, camina con aire anticlerical y escribe sonetos para insultar, "a sílabas contadas", a aquellos que él supone chupacirios.
 
Don Juan pasea su esplendor provocando la mofa alegre de algún pillo. En tanto, el Buda, estático, proclama con la palma de su mano un NO mayúsculo a sus deseos. Y se queda solo y lejano, como el Oriente.
 
La vida en ese pueblo es virginal. Todo está por hacerse: Eva escucha extasiada cuando Adán principia a dar nombre a las cosas. Entonces la risa se vende por nada. Y el dinero vale menos que un trompo de madera. Artemisa baja al mercado encendiendo en vano el deseo en unos cuantos efebos. Y Afrodita se entrega, resuelta, a quienes entre risotadas y palabrotas montan sus ancas de potra.
 
De pronto, el primer movimiento termina bruscamente con un texto llamativo -sumamente llamativo- en el que el poeta adopta una postura muy distinta a la suya ante los demás poemas que le preceden y suceden en todo el libro. Es el noveno, en cuya estrofa final su actitud es patética. No hay piedad ni ironía, sino silencio rotundo para un hombre envilecido por la sed de dinero: No tengo para ti/ más que la mano tendida/hacia tu vuelta, por el abrupto corredor/ de un desolado silencio. ¿Rechazo? Este gesto nos remonta a un cruel pasaje del Infierno, en el que Dante obra de manera similar ante un condenado.
 

II. ANDANTE MAESTOSO
 
Pasamos al segundo movimiento, en donde el plácido esplendor idílico adquiere movimiento y, paradójicamente, comienza a apagarse. Aparece Dios advirtiendo a Adán: Tú serás mi hijo,/y a tu lado estaré,/ a condición de que no me preguntes por qué. Este se casa con Eva y tienen hijos. Pero, desquiciado de sus relaciones comunes, le asaltan deseos de saber. No acepta ser feliz sin comprender. Y escarba en vano la tiniebla sin respuesta.
 
Sus hijos se dividen. Y la urdimbre social que empieza a destruir vínculos naturales refleja teorías rusonianas. Abel se hace hacendado con la complicidad de Dios, mientras el pobre Caín se ahoga entre créditos y deudas; y se le quema la cosecha y le acosan arrendadores. Abel le aparece entonces con abogados y una orden de expulsión. Pero Caín, que viene del hospital con un hijo muerto de larga tos, ya no soporta humillaciones, y hiere a su impío hermano y huye buscado por una comisión.
 
Todo se dramatiza. Saúl también hiere a David. Y este huye a vivir sin ley. Un día vuelve al pueblo y se entera de la muerte de aquel y otros amigos de ayer. Y llora en su desesperada soledad.
 
El pueblo acusa a Sócrates de impío y amoral/porque nunca pagó diezmo/a la casta sacerdotal. Pero Sócrates blasfema ante tal indignidad. Y todos le condenan, aunque después arrastran a escondidas el peso de la culpabilidad. Y en su memoria erigen monumentos y le atribuyen milagros. Sólo su amada Jantipa llora, sin comprender./ Mientras los muchachos comprenden sin llorar.
 
Todo conlleva densas reminiscencias literarias. Telémaco, mezcla de Hamlet y Orestes, espera el regreso de su padre, Ulises, para derrotar entre ambos a los oportunistas pretendientes del trono y de su madre. Pero, cansado de tanta espera, abjura, sin querer, de sus propósitos. Y, cuando al fin llega el padre, el hijo se acuesta, turbado, a dormir. La vida se degrada. Don Juan se vuelve viejo. Diana envejece también, y sólo borrachos se acercan a humillarla: se cumple, una vez más, el sabio vaticinio de Ronsard. Buda no es más que una efigie con la que mercaderes del opio comercian más allá de lejanísimas fronteras. Y la amustiada Diana mira con envidia a Venus, que cruza con su tropel de nietos, tiene una sonrisa de desdén para la doncellez ya inatractiva de Artemisa.
 

III. ADAGIO
 
Son los remolinos de la caducidad que nos conducen al tercer movimiento. Aquí los protagonistas meditan en torno a las cosas que perdieron y vuelcan sus miradas hacia los primeros tiempos andados. Eva se vuelve lavandera y va a visitar a su hijo Caín a la cárcel. Don Jehová piensa en las veces que quiso perdonar de corazón a Caín y no lo hizo. David entona nostalgias de su niñez y se arrepiente de posteriores actos. Y sólo entonces se percata de que el Señor siguió todos y cada uno de sus pasos.
 
Penélope y Ulises cohabitan con gris tristeza el tálamo ya inapetente. La vida no fue lo que uno quiso. Lo mismo ocurre con el ya anciano Don Juan y la ya rugosa Artemisa, que juntos tratan de revivir ansias lejanas. Pero, al final, se saben todos desolados, y repiten la letanía de que se sienten solos. E irremediablemente tristes.
 

IV ALLEGRO ASSAI
 
El poeta reserva una sorpresa en el cuarto movimiento. Es otra versión del mismo canto. Los protagonistas siguen dichosos en el jardín, sin enfrentamientos ni afrenta alguna. Don Jehová se pasea con Caín y su prole, con los hijos de Abel en ley agraria, y con San Francisco de Assis y su cooperativa de granjas. David nunca tuvo necesidad de huir y su aplicación lo convierte en mentor benefactor de la vecindad. Le ofrecen la alcaldía, pero él rechaza porque está feliz en su humilde lugar. Diana es casta, pero sólo para no desviar su fraternal servicio de repartir siempre pan para todos los demás. De este modo, todos pasan a ser sus hijos con mayor propiedad que la pródiga Venus del lugar. Y Don Juan reconoce a todos sus hijos naturales que, por no caber en casa, toman por domicilio común el valle. Es decir, son ellos que también somos nosotros.

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Poesías de RAMIRO DOMÍNGUEZ

Edición, estudio introductorio,

y notas de MARIO CASARTELLI.

Editorial El Lector,


Colección Poesía Nº 11,

Asunción – Paraguay

Abril 1996 (234 páginas).

 
 
 
 

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