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VÍCTOR JACINTO FLECHA

  GABRIEL CASACCIA (1907-1980) - Por VÍCTOR-JACINTO FLECHA


GABRIEL CASACCIA (1907-1980) - Por VÍCTOR-JACINTO FLECHA

GABRIEL CASACCIA (1907-1980)

Por VÍCTOR-JACINTO FLECHA

 

La bruta emergencia en cielo tranquilo de La Babosa de Gabriel Casaccia,(1953), una novela de escritura  raigal que tocaba  a fondo el ethos paraguayo, que  descarnadamente desnudaba con un preciosismo desolador la realidad humana y social del país, conmovió a esta sociedad que si fuera un trueno atronador, ya que estaba acostumbrada a creer que la función de la narrativa era  imaginar exóticos paisajes y personajes totalmente fuera del contexto paraguayo o textos “nativistas” de un fuerte contenido de tarjeta postal en que se describieran amores de jóvenes felices, de mujeres de trenzas floridas y apuestos campesinos con camisas de aó-poí almidonadas, sin ninguna compasión a la realidad campesina. De hecho que la mayoría de los textos narrativos, hasta que llegara Gabriel Casaccia,  eran de ese corte y en la mayoría de las veces de muy escaso valor [1].

¿Que hace que Gabriel Casaccia, el adelantado de la narrativa profunda, critica, con una estructura novelística impecable pudiera escaparse de la realidad autocomplaciente de la época, de tener una mirada y una comprensión tan diferente a la de los demás?

Se nos ocurren tres hipótesis que pudiera responder la pregunta:

1. El contexto familiar extranjero, con perspectivas críticas hacia el país

2. Su larga ausencia del país, (se alejo físicamente antes de cumplir treinta años y no regresó nunca más, a no ser en forma esporádica y espaciada) que lo alejo de la cultura autocomplaciente del nacionalismo paraguayo.

 

1. NIÑEZ Y JUVENTUD. EL ENTORNO FAMILIAR

 

 

Margherita Bibolini de Casaccia, y sus cinco hijos,

de izquierda a derecha: Cesar, Alberto, Carlos Augusto,

Maria Teresa, Maria Victoria con el nombrado escritor

Benigno Gabriel Casaccia mientras lee.

imágenes tomadas de http://jesbento.blogspot.com/

 

Benigno Gabriel Casaccia Bibolini  es hijo y nieto de inmigrantes italianos. Nació en Asunción el 20 de abril de 1907, en el seno de una familia de la pequeña burguesía alta. Los Casaccia llegaron al Paraguay después de la Guerra de la Triple Alianza. Los Bibolinis es posible que se hayan avecindado al Paraguay antes de la Guerra. Un Bibolini, tiotatarabuelo de Gabriel llegó al país durante el gobierno de Carlos Antonio López. Posteriormente fue expulsado y fue cura párroco durante más de 25 años en un pueblito de La Plata, Argentina, pero aparentemente, familiares suyos quedaron en el Paraguay. [2]

Lo importante a destacar en el caso del novelista Gabriel Casaccia, es que él es ya descendiente de una colonia italiana aculturada en el Paraguay. Pertenece al grupo de inmigrantes con cierto capital y un bagaje cultural muy superior a los anteriores migrantes italianos. Este gente se inserta muy rápidamente dentro de las clases pudientes paraguayas, montan sus empresas y edifican sus mansiones a la italiana. A principios de este siglo la colectividad italiana estará bien afincada, es decir cuando nace Benigno Gabriel, sus padres ya eran parte visible de la “sociedad” paraguaya.

Su primera infancia, entre los 5 y los 7 años, tuvo que haber vivido un mundo pleno de comentarios, en el seno familiar y dentro de la colectividad italiana, sobre las guerras civiles y golpes de estado (1908/1912) sobre todo los abusos cometidos por el Coronel Jara, un mesiánico militar, hombre fuerte de la época, que arraso con toda legalidad, entre las que violo a una soprano italiana, invitada por la colectividad, siendo presidente de la Republica.

Casaccia hace sus cursos primarios hasta el segundo año del bachillerato en el  Colegio San José de los padres bayoneses  (franceses), cuya experiencia escribirá después en HOMBRES, MUJERES Y FANTOCHES, su primera novela. Es importante destacar el hecho de sus estudios, en el colegio San Jose. Otra visión extranjera sobre el Paraguay y los paraguayos. Exclusivo colegio de la oligarquía paraguaya de entonces, de enseñanza bilingüe español/francés, lo que lo introduce a su tercera lengua. [3]

El joven Gabriel desde los 13 – 14 años hasta los 18 – 19  años tuvo cambios permanentes de domicilio y de lugares de estudios,  Buenos Aires, Asunción, Posadas, presumiblemente debido a una guerra civil de casi dos años de duración (1922-1923)  en que las fuerzas rebeldes invadieron y saquearon dos veces Asunción y es posible que su familia haya querido alejarlo de esa violencia. Al término de su bachillerato, que lo logra en Posadas, y ya pacificada la sociedad paraguaya, regresa a Asunción e ingresa en la Universidad Nacional de Asunción en donde obtiene el doctorado en Leyes.

Ya en esos años  los hijos de la colectividad italiana asentada en el Paraguay,  ya se habían paraguayizado, pero aun así el  pasado de los mismos no estaría  afincado en la hecatombe nacional que fue la guerra contra la Triple Alianza que hiciera el Paraguay la catástrofe social de una pesadilla permanente sino el sueño lejano del país de sus abuelos y padres. Eso permite a estos itali-paraguayos tener la posibilidad una visión una mirada diferente del país donde nacieron y se criaron con una perspectiva crítica sobre la realidad social y política del Paraguay. Pero sin embargo, sintiéndose parte de ella.

El hecho mismo que Casaccia se convierta en un alto funcionario de la Cancillería,  Jefe de Gabinete del Ministerio de Relaciones Exteriores, en momentos muy especiales antes y durante la Guerra del Chaco con Bolivia. A pedido suyo se lo traslada al frente como auditor de guerra. Y desde, ese cargo, pudo atisbar  el desenlace posterior a la guerra. Mentes perspicaces de la juventud liberal de la época, en la que se adscribía Casaccia, pudieron percibir en el ambiente de la guerra la necesidad urgente de un cambio. Durante la guerra (1932/1935) se había producido un fenómeno nuevo, un cambio en la mente y perspectiva de la población combatiente. La guerra permitió, por primavera vez, después de la hecatombe guerrera de 1870, el encuentro nacional de todos los paraguayos de las diferentes regiones del país, que anteriormente vivían en forma aislada, por un lado y por el otro, el ascenso por triunfos en las batallas de los soldados combatientes a oficiales y jefes del ejército. [4]

Los caudillos civiles, políticos del partido liberal, hegemónico en esa época, durante la guerra tuvieron un comportamiento de proteger a los más pudientes. Ellos mismos eran señores de su comarca, de lo contrario no pudieran ostentar el liderazgo, basado en el caudillismo. Eso fue creando encono en los soldados y sus familiares. Solo los pobres iban al frente. En ese contexto, los jefes militares que se enfrentaban igual que ellos a la sed, a la muerte, fue creando una nueva solidaridad grupal y el reemplazo paulatino del liderazgo civil a liderazgo militar. Los caudillos civiles eran, en perspectiva, iban siendo reemplazados por caudillo con representación militar.

El fin de la guerra y la caótica desmovilización sin ningún reconocimiento material por parte del estado, conmociono aun más el estado de ánimo de los excombatientes. Los que habían ganado un nuevo estatus social por ser jefes no querían regresar a la misma situación de donde partió. Los  excombatientes  en términos generales esperaban un premio, tierras para cultivar, un apoyo efectivo del estado para volver a restablecerse. Sin embargo, el partido liberal no pudo dejar sus viejas estructuras oligárquicas como para responder a las demandas sociales de los excombatientes. Una sublevación militar, apoyada socialmente por los excombatientes, se hace del poder y es el fin del proyecto modernizador del liberalismo y el fin del Estado Oligárquico. Los militares inauguran una nueva forma estatal, la militar autoritaria y que tendrá vigencia hasta 1989, con la caída de la longeva dictadura militar del Gral. Alfredo Stroessner.

Pocos meses antes de la emergencia del poder autoritario militar en el gobierno, golpe de estado de por medio,  Casaccia emigra a la ciudad fronteriza de Posadas, (1935) donde había vivido algún tiempo en su adolescencia.  En ese momento estaba por cumplir treinta años y su avecindamiento a esa ciudad será por  mucho tiempo. En Posadas escribirá la mayoría de sus obras. Recién en  1951 se instalará en la Buenos Aires, donde residirá hasta su muerte, ocurrida en esa ciudad en  noviembre de 1980.

 

2. LA IDEOLOGÍA NACIONALISTA. SUS CONSECUENCIAS PARA SOCIEDAD Y LA NARRATIVA PARAGUAYAS-

¿Qué hizo que los paraguayos nos miráramos a nosotros mismos a través de un prismático tan deformar de la realidad que solo la percibíamos en forma idílica y ensoñadora, casi como si estuviéramos drogados con hongos alucinógenos que nos devolvía la realidad en forma absolutamente  positiva, sin ningún atisbo de crítica sobre nosotros mismos? Esa droga fue la ideología nacionalista.

a) EL NACIONALISMO NOVECENTISTA

El nacionalismo paraguayo fue una ideología emergida a fines del siglo XIX y principios del XX en contraposición a una visión crítica que tenia la primera promoción intelectual, integrada por jóvenes nacidos antes de la conflagración de la Triple Alianza (1965-1970) que deja al Paraguay no solo derrotado sino exhausto con una miseria nunca vista antes en  toda la historia del país.   Esta primera promoción, integrada por Cecilio Baez (1862-1941) y José de la Cruz Ayala (Alón) (1863 -1892) tenían una reflexión crítica con respecto al país y buscarán una explicación a la dramática realidad pos-bélica y darán una visión del proceso histórico más en acuerdo con la realidad degradada y se manifestarán hacia

Esta ideología nació  primero como una ideología subalterna para luego  ir ganando espacio en la sociedad hasta hacerse hegemónica, en la década de los años 20 y con el estado militar autoritario como la ideología oficial por antonomasia.

La mayoría de los miembros de la generación del 900, nacidos en un momento trágico para el país, marcada por la impronta intelectual europeizante traída por los invasores, que ocuparon largamente el país (1869 – 1877) y lo sometieron a una dependencia económica, sin duda, pero también intelectual , ideológica. El nacionalismo positivista, en boga en los cenáculos rioplatenses, selló la orientación de los intelectuales paraguayos de la época. Estos adhirieron al cientificismo, y adoptando una erudición de cuño de “nuevo rico”, echaron las bases para producción del discurso escrito, con el propósito de superar la “barbarie” y fundar la tradición culta.

Se dedicaron de manera preferente a la historiografía, dentro de los cánones privilegiados por la escuela positivista. Pero, escarbando un poco más en las motivaciones profundas, podemos decir que no solo existieron razones de moda en el cultivo predominante de la historiografía. De manera a veces deliberada, pero sobre todo inconsciente, los integrantes de esa generación buscaron, al abordar el tema histórico, recomponer el tejido social desgarrado por la hecatombe. Recomponerlo compensatoriamente a partir de hechos heroicos relacionados con la contienda reciente, o mediante la exaltación de los protagonistas de esa “gesta gloriosa”, o mediante la recuperación de otras figuras del período anterior, consideradas como símbolos positivos en la conciencia colectiva. [5] (Bareiro/Flecha, 1985, p. 166/169)

Si bien esta generación se constituye, en general, a partir de la reivindicación de “lo paraguayo”, existen diferencias entre los adelantados, como los citados Báez y Alón, con los propiamente pertenecientes a los que surgen alrededor del fin del siglo XIX  o principios del siglo  XX, como lo son, por ejemplo, Manuel Domínguez, (1869 – 1935) Ignacio A. Pane, (1880 – 1920) Juan E. O’Leary, (1880 -1968) etc. quienes se negarán absolutamente a toda crítica con respecto a la sociedad, mostrando por el contrario un Paraguay idílico, armónico, extraordinario. La visión de que “El Paraguay se asemeja a un enano de enorme cabeza con cuerpo raquítico y piernas secas” (Alón) se transformará en “…el pueblo paraguayo es el más feliz de la tierra” (Manuel Domínguez); o lo de que “el Paraguay es una ergástula donde se revuelcan oprimidos y degradados los campesinos” (Alón), se reconvertirá en la idea de que: “…en el Paraguay no existe lucha de clases” (Manuel Domínguez). Cualquier visión crítica será repudiada, denunciada, estigmatizada, asimilada a la traición. Dentro de ese contexto se comprenderá la marginación que rodeó la obra del escritor hispano-paraguayo Rafael Barret (1876 – 1910), quien será el único en mostrar la realidad hiriente de la miserable situación en su DOLOR PARAGUAYO.

La situación de quiebra social desaparecerá bajo los trazos del pasado, y éste se diseñará en un mundo lineal donde no existen saltos entre las distintas dimensiones. Surgirá del texto “maravilloso” de estos escritores un Paraguay idílico, grandioso. El máximo representante “de la cruzada nacionalista” verá al Paraguay, en la época de la dictaduras del siglo pasado, de esta forma: “…era la tierra ubérrima, eran los perfumados naranjales, era la aldea blanca y sonriente, era el hogar feliz (…) era el río, era el cielo estrellado; pero también era el pasado, la historia, las tradiciones (…) los esfuerzos remotos por la libertad. (O’Leary. 1930) (Los Legionarios).

Este párrafo de O’Leary da una cabal idea de la transmutación de situaciones que caracteriza “la literatura maravillosa”. La visión del autor se proyecta y cobra vida en la dimensión ficcional representada por el “pasado glorioso” y por el contrario la realidad inmediata de los sobrevivientes es sumergida en el dominio letal del desprecio y la negación.

Ahora bien, ¿cuál es el balance de la vigencia del elemento nacionalista en el campo más estricto de la producción literaria? Una vez cumplida su misión de factor recuperador, y políticamente condicionador después, el nacionalismo exacerbado quedó como un lastre que le llevó a tocar el fondo de lo patriotero, de lo auto-complaciente, hasta transformar la imagen “necesariamente” idealizada de comienzos del siglo en la caricatura de tarjeta postal de los años 30 y llegar a ser la ideología oficial desde, la revolución nacionalista de 1936, en que emerge los militares como propietarios del poder político (Bareiro/Flecha, 1985. p. 175). Esta ideología alienante, inhibitoria de un lectura problematizada al incrustarse en las estructuras el estado para a envolver a la sociedad civil a través de los múltiples “aparatos ideológicos”, convirtiéndose no sólo en la ideología oficial, base de sustentación de un poder político discrecional, sino en la única ideología permitida en la sociedad paraguaya hasta el derrocamiento del Gral. Alfredo Stroessner, en febrero de 1989, después de treinta y cinco años de poder absoluto.

Dentro de ese contexto, resultó casi natural, que Casaccia fuera acusado, por su novela la Babosa, como “de roedor de los mármoles de la Patria”, de traidor y otras infamias con lo cual le cerraban la posibilidad de un retorno al Paraguay. Josefina Plá fue la única que tuvo la valentía de reconocer la calidad extraordinaria  de este obra y su carácter fundante dentro de la literatura nacional Ningún escritor, hasta que llegara Casaccia desnudó con tanto preciosismo desolador la realidad humana del Paraguay, a no ser el español Rafael Barret a principios de este siglo y que según dicen las malas lenguas, su viuda Panchita Maíz y sus dos hermanas, una, la viuda del Dr. Audibert y la otra, soltera, que vivían en Areguá, en una casa que todavía se conserva  sobre la avenida central, componen  los  dos personajes femeninos fundamentales  de LA BABOSA, extraña manera de que la casualidad se convierta en causalidad de la continuidad histórica en la visión de un país desolado.

 

CONCLUSIONES

Gracias a la larga ausencia de su país, como suceden con casi todos los escritores paraguayos emigrados,   la percepción primera del mundo de su infancia se fijará en su obra como si estuviera adherida a su propia piel de escritor.  De él dijo Augusto Roa Bastos: “Este hombre magro, de recalcitrante, quincuagenaria juventud, tan parecido física y espiritualmente a su obra, que parece producida por generación espontánea, es el primer adelantado de la narrativa paraguaya actual. Hace años vive en la Argentina. Es por derecho propio interprete de la mitad desgarrada de un país que busca insomne y sin sosiego su otra mitad, su imposible reintegración”[6]. Justamente el hecho de haber vivido alejado por mucho tiempo del país le permitió escaparse del lóbrego ambiente de una mirada única, la nacionalista, permitida por las diferentes dictadura militares y sobre todo escapar de la visión complaciente de una mayoría social que creía, alimentada por los “aparatos ideológicos del estado”, en una visión “idealizada” del paraguayo, sin ningún atisbo crítico, prueba de ello las canciones y la poesía popular, exceptuando algunas producciones populares de la década de los 40, el teatro en guaraní de Correa, y la creación poética de la generación del 40 en esa década.  Gabriel Casaccia murió a los 73 años de los cuales vivió 45 años en forma continuada en Argentina sin contar sus años de adolescencia con los que llegaría fácilmente a 50 años vividos en ese país. Sin embargo, el hecho mismo de pertenecer al “ámbito extranjero”, donde es muy común tener una mirada diferente del país donde se reside, muy crítico por cierto, le dio la posibilidad de escaparse del pasado paraguayo y mirar al país con otros ojos. Esto es lo que le permitirá a Gabriel Casaccia construir un mundo novelístico profundamente veraz y crítico de la sociedad paraguaya.

Casaccia está considerado el fundador de la moderna narrativa paraguaya, justamente por esta distancia crítica que logra para develar el ethos paraguayo. Dos situaciones de su existencia pudieran explicar el fenómeno que lo hace tan diferente de su generación intelectual. El primero, del de provenir de una familia de inmigrantes extranjeros, que le posibilitó liberarse de esa visión de nacionalismo autocomplaciente  y el otro,

El total de su producción literaria consta de diez títulos que incluyen siete novelas, dos colecciones de cuentos  y una obra de teatro. Su primera novela, HOMBRES, MUJERES Y FANTOCHES (1930) la publica gracias al financiamiento de la edición que hace su abuela materna. Su segunda obra, EL BANDOLERO (1932)  cuya edición también es financiada, pero esta vez por su otra abuela, es una obra dramática. Luego su obra posterior será publicada en el extranjero. EL GUAJHU (1938), de este libro de cuentos sólo se vendieron tres ejemplares en Asunción, según una carta dirigida a su hermano, donde le relata el hecho. MARIO PEREDA (1939) es la segunda novela del autor. EL POZO (1947), cuentos, publicada en el año de guerra civil en que la violencia se enseñorea en el país por lo menos un cuarto de la población gana el exilio. Es decir, por estas circunstancias tampoco esta obra será recensionada en Paraguay. El año siguiente  comenzó a escribir  “LA BABOSA”, publicada en 1952 por la editorial  Losada en Buenos Aires. Esta novela ganará notoriedad internacional. Fue la primera novela paraguaya traducida al francés. En el Paraguay causó un gran escándalo, entre nacionalistas y la gente del poder. Casaccia fue acusado “de roedor de los mármoles de la Patria”, de traidor y otras infamias con lo cual le cerraban la posibilidad de un retorno al Paraguay. Josefina Plá fue la única que tuvo la valentía de reconocer la calidad extraordinaria  de esta obra y su carácter fundante dentro de la literatura nacional

Años después con el PREMIO KRAFT de novela en su colección “La novela en América” con su novela “LA LLAGA”, (1963) confirma su presencia en las letras del Río de la Plata. Esta novela ya logra interlocutores nacionales. Una nueva generación de escritores posibilita una positiva visión sobre la obra de Casaccia.  LOS EXILIADOS, Premio Internacional de Novela de Primera Plana (1966),  se ubica definitivamente dentro de la novelística del continente. Esta novela será nuevamente severamente cuestionada por los exiliados que residen en la Argentina. La visión traumática de esos despojos humanos que fuera de su contexto territorial intentan sobrevivir con sus sueños, sus llagas y sus fantasmas, disgustará a los militantes políticos del exilio por despojarlos de su áurea de héroes. En 1975 publica en España “LOS HEREDEROS” y luego de su muerte, en 1981 se publica, en primera edición, en Asunción, luego de más de 50 años que no se publicara ningún libro de él en dicha ciudad, “LOS HUERTAS”, con el que cierra su mundo novelístico.

Benigno Gabriel Casaccia Bibolini nació en Asunción el 20 de abril de 1907, en el seno de una familia de la pequeña burguesía alta.


[1] Excepciones existieron un Rafael Barret o un Julio Correa. Inclusive la novela Tava`i de Maria Concepción Leyes de Chavez, publicada en 1941, aun con mejor factura, no escapa a la genérala de la  Ley.

[2] En el Paraguay se dieron dos tipos de migración italiana. En un primer momento, sobre todo, al fin de la guerra, 1870, fueron llegando al país gente de mucha pobreza o tránsfugas, que propiamente no eran todavía italianos sino pertenecientes a diversas naciones que luego compondrán el estado italiano, como los piamonteses, calabrases, napolitanos, etc. El gran flujo de una migración más estructurada, mas rica y con mayor bagaje y presencia cultural vendrá poco después de la guerra y luego de la estructuración del  Estado italiano (1870).

[3] No he averiguado si hablaba guarani

[4] También habría que tener en cuenta que el ejército ni la marina fue una casta en el Paraguay de esa época, por el contrario, los militares eran de origen campesino, que hablaban fluidamente el guaraní con su tropa y no existia una diferencia social marcada con los soldados rasos.

[5] Bareiro Saguier, Rubén y Flecha, Víctor-jacinto. “De lo fantástico popular a lo maravilloso histórico, en Río de la Plata  Revista del Centro de Literaturas y Civilizaciones del Río de la Plata (CELCIRP), Paris 1985.

[6] Primera Plana Nº 221, Buenos Aires 21 de marzo de 1967.

 

 

Fuente digital: http://derechoshumanosyliteraturaparaguaya.wordpress.com

Registro y actualización de enlace : marzo 2012

 

 

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Gabriel Casaccia –nombre literario de Benigno Gabriel Casaccia Bibolini– nació en Asunción el 20 de abril del 1907 (estamos en el centenario de su nacimiento) y falleció en Buenos Aires el 24 de noviembre de 1980.

Entre Asunción, Buenos Aires y Posadas realizó sus estudios secundarios durante 1919 y 1926, luego de los cuales se inscribió en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNA. En 1933, como auditor de guerra, estuvo en el Chaco durante seis meses, experiencia que le sirvió para escribir el cuento “A ratos perdidos”, única vez que trató el tema de la contienda con Bolivia.

Desde 1935 hasta 1951 vivió en Posadas, donde alternó la creación literaria con sus labores de abogado. En el ’51 se instaló en Buenos Aires, donde produjo lo mejor de su obra creativa.

Introvertido, tímido, melancólico, Gabriel Casaccia experimentó durante toda su vida una intensa soledad interior, una “nostalgia terrible” por su pasado infantil en Areguá. En 1945 le confiesa a su hermano Carlos Alberto, en una carta desde Posadas. “He traído de allí una nostalgia terrible de todo lo que dejé y que quizá con dos o tres cosas más sean las fuertes y únicas raíces que me atan profundamente a la vida, a mi vida a través de otras vidas. Desde luego se vive por dos o tres cosas, o para dos o tres cosas. Me parece que soy un pobre sentimental o más bien un hombre de dos o tres sensaciones, de dos o tres recueros. Ni siquiera creo que soy un ser de razonamiento ni sentimiento, sino un ser que tiene cuatro sensaciones adheridas permanentemente, tenazmente a la piel.

Fuente en Internet: http://archivo.abc.com.py (Publicado: 25/05/2007)

 

 

 

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