POESÍA: EN EL CENTENARIO DEL FUTURISMO

Por PEDRO GAMARRA DOLDÁN
 

Hace cien años, surgía esta corriente de vanguardia estética de la mano del italiano Marinetti. 

El siglo XIX fue rico en letras y artes, tanto en Europa como en América. Así, en Francia se suceden tres ismos: el Romanticismo, el Simbolismo y el Parnasianismo. En artes, el Expresionismo y el Puntillismo hacían las delicias de los seguidores de la buena estética. En Uruguay, y luego en Francia, entre los escritores sobresalía Lautreamont en la poesía maldita: Los cantos del Maldoror. En América, Andrés Bello desarrolla la gramática fijando la didáctica del idioma castellano.

Renovación mundial

También de América emergió el Modernismo, de la mano de Rubén Darío, con su Azul (1888), que inundó enseguida el continente con poetas de la misma estética y otros en tono algo menor. Simultáneamente, en Francia surge el Art Nouveau, "arte que juega" le llamaron los ingleses; y en Austria, Bélgica, la República Checa, el arte se soltaba del amarre anterior. La actriz Sara Bernhard vivía en casa con muebles especiales de ese estilo, al igual que su vajilla y su vestuario. Era el reinado del arte por el gusto en él.

En ese momento, en Italia, que no había, propiamente, accedido a esas corrientes del arte, en donde permanecían los estilos clásicos, neoclásicos, románticos, venía a explotar de pronto todo un nuevo movimiento en la forma de diagramar revistas, en las revistas en sí mismas, al igual que en la forma de ser. Ese movimiento que se inicia en 1909 es el Futurismo.

En Italia, ese estacionamiento en su desarrollo cultural era llamativo. Solo la ópera daba a ese país brillo especial. En dicho año surge el Manifiesto Futurista, cuyo principal mentor es Filipo Tomasso Marinetti, quien buscó encontrar en torno de él adherentes al movimiento. Así el incipiente cine acusó su presencia, y en pintura lo exponían Prampolini, Gino Severini, entre otros, que adoptaron esta forma de expresarse.

Pero a los cinco años de ello se producía la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que llevó al país padre de ese estilo a la realidad chocante frente al futurismo bélico. Al término de ese desánimo humano, el Futurismo adquiere madurez, a su manera. Lo hace por el peor camino. Su grito de guerra era rasgar las formas, exaltar la velocidad en la obra, en los rodados, en los incipientes vuelos aéreos. En cierta forma, era una estética moderna.

Futurismo y fascismo

Por ello, al surgir en 1919 el movimiento fascista con Mussolini, ocurre una rara empatía entre el arte y la política. Marinetti y varios de sus seguidores adhieren a la "velocidad fascista", con lo que el movimiento artístico viene a ser un brazo expresivo del culto a la fuerza, a la prepotencia, a lo rápido.

El Futurismo no se desarrolló mucho fuera de Italia. Se gastó, como iba a deteriorarse el movimiento del fascio. Marinetti mismo muere en 1944, casi al término de la Segunda Guerra Mundial, o en esa guerra por el dominio del arte que proponía Marinetti.

Pero en esos años, refugiados en Suiza, varios escritores y artistas van a lanzar otro movimiento (1916), el Dadaísmo, que buscaba otra renovación de las letras y las artes. Lanzaron su manifiesto al término de la Primera Guerra. Este movimiento se adscribía a lo moderno, pero libre de simpatías políticas sospechosas.

Para 1919, el Dadaísmo, aprovechando el término de la Primera Guerra Mundial, dentro de un arte con cierta militancia, encuentra adherentes en Francia, España e Inglaterra; es decir, traspasa las fronteras.

Ello producía, en 1924, el Primer Manifiesto Surrealista, movimiento éste ya de perfiles estéticos y éticos mejor definidos. Casi todos ellos adherían en lo político al socialismo y serán en cierta medida antibelicistas. El Surrealismo se expandió a todo el mundo. Fueron embanderados de él, en nuestro país, en la poética: Óscar Ferreiro, Hérib Campos Cervera, Esteban Cabañas --en sus inicios--. En la plástica, Ida Talavera; se vislumbra en el Migliorisi de la primera etapa; en Fernando Grillón, en Raúl Vila, etc. Ello ocurre entre 1940 y 1960, y también marcan un quiebre en la atonía de la forma de expresarse a nivel nacional.

Pratt Mayans, en el concurso de La Tribuna, entonces decana de la prensa nacional, produjo un escándalo literario con su cuento "Pavel". Ocurría a fines de 1963. En alguna forma lo fue, por representar una muestra de las tres corrientes aquí esbozadas.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección CORREO SEMANAL

Sábado, 05 de Septiembre de 2009

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