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MARÍA EUGENIA GARAY

  HEBRAS DE REMEMBRANZAS - Poema épico de MARÍA EUGENIA GARAY - Año 2012


HEBRAS DE REMEMBRANZAS - Poema épico de MARÍA EUGENIA GARAY - Año 2012

HEBRAS DE REMEMBRANZAS

Poema épico de MARÍA EUGENIA GARAY

Editorial SERVILIBRO

Diagramación: LUPE MUÑOZ

Asunción – Paraguay

2012 (83 páginas)

 

 

HOMENAJE AL PUEBLO PARAGUAYO

EN LA EPICA HAZAÑA DE LA

GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA

 

 

Grabados e ilustraciones recopiladas de periódicos

de la época de la Guerra de 1865 a 1870,

y de homenajes, pinturas y murales

en honor  a Francisco Solano López

 

 

ÍNDICE

 

Prólogo

1. Soldados del 70

2. Tizón del recuento

3. Conjuros contra el olvido

4. Yescas del poniente

5. Vestigios de melancolía

6. El pueblo entero en armas

7. Unánimes fogatas

8. Aunque doliera el alma

9. Delta de quimeras

10. Entre olvido y plegarias

11. Acechados de eclipses

12. Mítico avatar

13. Para hilvanar estrellas

14. Alquimia de epopeya

15. Bosques sin pájaros

16. Luna roja

17. Mientras ruge la fatalidad

18. Los pasos de la ausencia

19. Cauces de tristeza

20. Cielo sin ángeles

21. Laberinto de relámpagos

22. Amargos bastiones

23. Legendaria atalaya

24. A cielo descubierto

25. Antorchas en la tarde

26. Donde no existen dioses

27. Destino prefijado

28. Tiempo sin mañana

29. Los últimos jaguares

30. Sideral acorde

31. Tigres bermejos

32. Hogueras libertarias

33. Gloriosa llama

 

 

 

 

 

PRÓLOGO

 

         Una de las voces más logradas de las letras nacionales, María Eugenia Garay, nos regala ahora este rítmico homenaje a los indomables guerreros de López, un poemario doblemente bienvenido por oportuno.

         Hebras de remembranzas aparece en el 185° aniversario del nacimiento del indómito Mariscal Francisco Solano López, (24 de julio de 1827), a quien como a su pueblo quisieron amenazar, comprar, emboscar pero sólo consiguieron temer, con un pavor sin fin. Ya muerto y desecrado, pero todavía atrevido y temible, sus oficiales superiores fueron llevados prisioneros a Río de Janeiro hasta que el tratado del despojo pudiera ser concluido y sólo entonces los soltaron. Pero hasta el convenio resultó menos despojante que lo esperado, es que enfrente estaban paraguayos.

         Pero este libro también surge con su altiva palabra en momentos en que nuevamente quienes nos rodean apenas se fijan sólo en los números para intentar pisotearnos. Y una vez más, descubren que somos pocos pero fieros, que al no temer las consecuencias, no nos intimidan las amenazas ni nos arredran los agoreros "Casandras" como no nos asustaron los ejércitos de ocupación. Y al igual que en el 66, la proporción de tres contra uno todavía nos cosecha aliados donde ellos siembran vergüenza.

         María Eugenia es dueña de una torrentosa fuente de palabras que se vierten en filigranas. Su magistral descripcion de Cerro Cora marcha directa a gloria creativa:

 

        Peregrinos escuálidos en diagonal de sangre,

         enfrentaron caballos, desafiaron cañones,

         pelearon como fieras en ese desgarrado

         collar azul de cerros hasta donde llegaron

         lacerados y unánimes con su dolor silente.

         Cerro Corá, fue entonces, un incendio escarlata

         que devoró a los hombres,

         esa tarde flamígera donde el crimen arrecia

         cuando el espanto crece, y el horror se apodera

         del pulso y del latido y en ese parpadeo del fuego

         se adormecen como por un hechizo,

         los últimos jaguares, bajo aquel calcinado

         desgarro de los montes.

 

         Como recomendaba Josefina Plá, éste es un poemario que debe ser leído en voz alta para tentar asir la esquiva musicalidad, para apreciar las muy logradas metáforas que van describiendo a ese combatiente del 70 que somos todos nosotros. Los versos son una sucesión de canciones y si en periodismo una foto vale mil palabras, con María Eugenia, una palabra vale mil imágenes, o más, a saber:

         Ardidos de intemperie, caminaron tras López

         el sideral acorde de una ruta sin ángeles:

 

         O esta otra verdadera pieza de artesanía fonética,

        

         Soldados del setenta, se que el viento

         repite vuestros nombres de uno en uno

         cada vez que enhebrada a la intemperie

         una guitarra frágil que remonta,

         tanta fatalidad, tanto infortunio

         tanto inventario mítico de luchas

         concibe vuestra historia y la regresa.

 

         Pareciera que los anónimos bravos se niegan a morir, aprovechando que se encuentran "sin una lápida que impugne su existencia". La gran epopeya sigue en pie entre nosotros como si hubiera ocurrido ayer, fresca en el recuerdo, sobreviviendo a la democracia y remontando la dictadura, el pueblo paraguayo decidió espontáneo que 1870 es una encrucijada inevitable de la historia patria. Hasta 1870, el Paraguay marcaba el paso de la región y era la referencia obligada de modernización y progreso económico. Y como en el corazón de una madre, en el análisis del crucial 1870 caben todos, el cursi y el patriotero, el oportunista y el convencido, el historiador y el diletante, el que investiga y el que copia la investigación ajena, y ahora, con la obra de María Eugenia Garay, se suma la gran literatura trascendente pues a Hebras de Remembranzas, debe sumarse la lograda novela Sobre las ruinas de la patria vieja, que explica mejor que cualquier tratado erudito el porqué de nuestra fascinación con la Triple Alianza, ese fallido intento de matar al Paraguay con el homicidio en masa de los paraguayos. A pesar del gran esfuerzo aliado, no tuvo suceso entonces, y no lo tendrá jamás. Para saber el por qué de esta rotunda afirmación, basta con disfrutar leyendo este poemario singular.

 

         Ricardo Caballero Aquino

         Montevideo, 9 julio 2012

 

 

 

1. SOLDADOS DEL 70

 

Desde el umbral esquivo del olvido

antes que se desate la tormenta

emergen implacables los espectros

con su añil equipaje desolado

y su insensata y bélica conciencia.

 

Emergen con su espada en desvarío,

con su agonía de éxodo y quimera

con la luz del poniente en la mirada

y su hazaña de noches infinitas

hecha en sus brazos, símbolo y bandera.

 

Vienen desde el recodo del olvido,

de la abrumada huella a que se aferran

de ese horizonte en llamas desbandadas

donde la muerte es rito sin fronteras.

 

Brillan en la penumbra del recuerdo

como retazos ígneos de una estrella,

que trasponen el tiempo prefijado

y sin mediar las horas ni los días

atraviesan los muros del destino

y se deslizan sobre sus querencias.

 

 

 

3. CONJUROS CONTRA EL OLVIDO

 

El viento sur, arrecia serpenteante

entre un negro follaje de demencia

mientras entre un celaje tempestuoso

hilvanado al violeta del crepúsculo

se diluye el presente y la conciencia.

 

Y allá en la lejanía del horizonte

relumbra el resplandor de los relámpagos

cuando las hoscas nubes borrascosas

en una danza oscura y procelosa

en lucha desigual contra el destino,

vaticinan desgajos de violencia.

 

Yo se que están allí,

ebrios de cielo, esos bravos guerreros del 70.

Nómades transparentes del silencio,

envueltos en andrajos destrozados

con su ecuación de sangre y de desvelos,

y un aullido perenne y desgarrado

de insobornables lobos en sus venas.

 

Soldados indomables de hoy y entonces,

la muerte es solo un rito desquiciado,

un invento de olvidos que divide

la delgada planicie de los días, la razón,

la alegría, las esperanzas, de ese universo austral

casi incorpóreo donde divaga el mito de la ausencia.

 

 

5. VESTIGIOS DE MELANCOLÍA

 

Soldados del setenta, se que el viento

repite vuestros nombres de uno en uno

cada vez que enhebrada a la intemperie

una guitarra frágil que remonta,

tanta fatalidad, tanto infortunio

tanto inventario mítico de luchas,

concibe vuestra historia y los regresa.

 

Entonces, de la nada repentina,      

vuelven altivos, cuando cae el crepúsculo

bajo esta lluvia añil y torrentosa

que multitudinaria parpadea.

 

Por entre la tiniebla y la añoranza

se lanzan al ataque nuevamente

con su fiereza intacta como escudo

a reinventar batallas de epopeya.

 

 

6. EL PUEBLO ENTERO EN ARMAS

 

Son ellos, los unánimes de entonces,

el pueblo entero en armas que regresa,

para entramar en esa encrucijada

un ramaje de sangre a su entereza.

 

Son muertos inconclusos que se obstinan

sin lápidas que impugnen su existencia.

Que a caballo de un viento innominado

acuden con su pulso hecho estandarte

convocados de pronto por la ausencia.

 

Son ellos, con sus ojos sin miradas

con su deshabitado corazón de penas

que en la planicie densa de la noche

resucitan del polvo del olvido

bajo un conjuro que desbanda estrellas.

 

Con todo su universo de cenizas,

su vértigo de fuego, su agonía,

sus heridas sangrantes, sus pasiones,

el fusil herrumbrado a sus espaldas

y la esperanza intacta

igual que entonces,

cuando por defender la Patria Vieja

con el coraje abrupto en sus entrañas

salieron a enfrentar la muerte a solas

y cayeron allí, en la tierra amada,

entre los esterales y los juncos,

el río sin luna, los cañaverales,

y aquella serranía donde nómades

ebrios de audacia, labraron su epopeya.

 

 

 

10. ENTRE OLVIDO Y PLEGARIAS

 

Fue el pueblo unánime, el que marchó tras López,

en la sangrienta diagonal concéntrica.

A proteger, aquella tierra roja

que los viera nacer, y donde estaban

disueltos en el polvo sus ancestros,

enredados al viento, sus altares,

y en la selva infinita el sitio exacto

donde Tupá inventó un remoto otoño

esa corola túrgida del alba

que emerge cada día de la esperanza,

y se enhebra al telar de la mañana

como un collar fulgente de recuentos

a pesar del dolor y las tristezas.

 

Y en el cañaveral quedó su canto,

y su esperanza se enredó a las cuerdas

que pulsan las guitarras enlutadas

para hilvanar el alma apasionada

a ese universo donde el tiempo cesa.

 

 

 

14. ALQUIMIA DE EPOPEYA

 

Resuenan con el alba los tambores

que invocan esa alquimia de epopeya.

Por caminos de polvo desolados

entre infinitas cruces que ahora ocupan

el bosque que poblaban las luciérnagas,

con sus lanzas de hogueras libertarias,

el fusil herrumbrado, los harapos,

retornan los guerreros del setenta.

 

Y traen en la mirada de sus ojos vacíos

certidumbres y exequias

de esa vigilia oscura de un destierro sin bordes,

cuando sobre las llagas de sus hombros

sostuvieron la Patria en las trincheras.

 

Regresan indomables como entonces,

de un exilio incorpóreo

situado en las laderas de azules oraciones,

en el telar de tercas esperanzas,

de heridas que desangran antiguas ilusiones,

y se quedan varadas en el cauce del río

que reinventa sus nombres de vendimia

para que allí germine una simiente nueva

que al conjuro del viento del verano

rebrote de la hondura de ésta tierra.

 

 

16. LUNA ROJA

 

Aquí están los guerreros intactos del setenta.

Peregrinos errantes de enlutados secretos,

sin palabras, ni aliento, ni siquiera nostalgias

que les cierren los párpados, y acallen desazones.

O una ardida caricia que reverdezca su alma,

les cincele los labios, les presagie pasiones.

 

Y como un nigromante que invoca extraños sones,

conjure algún hechizo o invente proyecciones

y enrede las guitarras con las resurrecciones.

Permanecen insomnes, bajo la roja luna,

allí donde las aves de aquella selva indómita,

tejen conjuros mágicos entre las viejas redes

de sus pálidos rezos y sus mustias canciones.

 

 

 

19. CAUCES DE TRISTEZA

 

El presente era sólo un sangriento espejismo

donde los maleficios se enredaron al viento.

Y en esa selva mítica, de fabulosas aves

carcomieron amores y sueños y entelequias,

e instauraron la muerte que celebraba exequias

con un destino adverso que eclipsaba los soles.

 

Las acequias fluyeron con cauces de tristeza

en campos devastados, entre siembras resecas,

entre niños famélicos y mustios girasoles.

El hambre y la metralla como furia irredenta

dejaron a la Patria, huérfana de sus hombres,

desolada entre escombros de miserias y ausencias,

con caminos poblados por espectros insomnes.

 

 

 

24. A CIELO DESCUBIERTO

 

Fue el último poniente.

A cielo descubierto el triste campamento,

en aquella dispersa sumatoria de males.

Tendidos sobre el pasto, que ensayaba la bruma,

el cansancio herrumbrado sobre cuchillo y hambre.

El recuerdo silente descolgándose dentro

con ritmo y resonancia de un ayer imborrable.  

 

Oscureció de pronto, sobre el collar de cerros,

en esa lejanía huérfana de milagros

allí donde aún se erguían a pesar del relámpago

esos vestigios de hombres, que buscaban acaso

un dios entre esa niebla que hamacaba latidos

con un concierto ingrávido surgido de la sangre.

Sabían de su destino, a orillas de esa víspera

que ciega enarbolaba sus proezas innombrables.

En esa latitud, abrupta y desolada, la noche convocaba

presagios y penumbras y una plural angustia

como ritual secreto para tantos pesares.

 

 

 

 

 

32. HOGUERAS LIBERTARIAS

 

Y al final de la tarde, justo cuando la luna

emerge desde el río atada al viento norte,

atraviesan altivos, igual, igual que entonces,

los valles insepultos donde anida el recuerdo.

Vienen de la comarca

donde ya no hay más hambre para su sed antigua.

Ni existen otros besos que aquella guerra ardiente,

que convirtió en cenizas y polvo y exterminio,

el denso bosque umbrío, las paredes de adobe,

la enramada del viento florecida en jazmines,

y el patio adonde anclaron las memorias y el pulso

de aquella Patria unánime, amada hasta el delirio

por la que desgajaron los retazos de su alma

ofrendaron su sangre, su vida y sus pasiones,

Patria que ahora quedaba huérfana del destino

amarrada a los cauces de una oscura deriva,

que la llevaba lejos del imposible sueño,

que alguna vez soñaron, cuando en pacto de sangre

ofrecieron sus almas a cambio de la muerte

para poder librarla de aquellos invasores,

que sembraron con fuego los rituales maizales

y engendraron discordias en esa tierra amada

que lloraba en silencio a sus hijos ausentes,

y enterraba sus niños en resecos trigales.

 

 

 

33. GLORIOSA LLAMA

 

Si López los convoca,

con su voz de relámpago indeleble,

desde aquella penumbra borrosa del olvido,

retornan los guerreros bravíos del setenta.

 

Su altivez indomable no sucumbe a la muerte,

y con la aurora sueñan una Patria sin males.

Los ojos enlutados que recuentan partidas,

la esperanza aferrada a victorias quiméricas,

y los brazos unánimes en la lucha irredenta.

 

El machete, la fiebre, los sables, las heridas,

la exactitud fluvial de su arisca entereza,

la pasión colectiva, el hambre, los andrajos

y el coraje invencible, de aquella resistencia.

Traen como contrapunto, al fragor de esa guerra

una atávica herencia de fragancia y leyendas.

 

Y sobre el pecho herido, como medalla púrpura

aún conservan con ellos,

el fogonazo amargo del dolor a destiempo

con que un destino adverso

escribiera esta historia ajeno por completo

a ese universo mítico, de bosque impenetrable,

con su implacable código de brutal reticencia.

 

La bruma apocalíptica, se entrama a aquella selva

donde ellos inventaron un misterioso cielo

un universo aislado, cifrado de recuerdos,

entre el musgo, y el rio, y ensenadas de viento

con ígneas madreselvas de solsticios australes,

en aquella comarca de fabulosas aves,

bajo el ritual agreste de hogueras incesantes

y el mágico balance de ancestrales chamanes,

que improvisan hazañas en geografía de sueños.

 

Allí donde aún resuenan rituales de tambores,

que invocan a los dioses con lunas de alto cielo.

Donde Tupa convive con la cruz en los rezos

que en horas marginales disuelven las tormentas,

o diluyen la muerte con su épico alfabeto.

 

Si López los convoca,

regresarán unidos, ignorarán mortajas

martirios y agonías, cabalgarán de vuelta

sobre el rumor del viento, ardidos de luceros

con ritos de esperanzas, desde esa lejanía

de eclipses sin fronteras, desde el lumbral antiguo

de la sed y el desvelo.

 

Y lograrán vencer, las horas que gravitan

por orden del destino

sobre esa telaraña musgosa de las lápidas.

Vendrán sobre corceles de huellas libertarias

después de ese insensato exilio de las lágrimas.

Reinventaran el tiempo para borrar la muerte,

para anular fatigas, y horror y pesadillas,

y volver del recodo que linda con la aurora

y desmembrar historias de exterminios a ultranza.

 

Para traernos con ellos esa esperanza incólume,

de habitar una Patria intacta y soberana,

donde el viento entreteja a su invisible sueño

el legado intangible del viejo juramento

de aquellos que regaron con su sangre esta tierra

para encender la antorcha perenne del recuerdo

que emerja en nuestros pulsos, e inflame nuestras venas

con la gloriosa llama de su bélica hazaña,

y su legado intacto de trigo en las capueras,

bajo este mismo cielo, que amortajó sus párpados

y que ahora enciende incólume la hoguera de sus sueños.

 

 

 

 

 

ODA A LA ESPERANZA

Por MARISOL PALACIOS, ABC COLOR.

 

La pluralidad de la obra literaria de María Eugenia Garay nos ofrece esta vez treinta y tres poemas épicos que narran el sufrimiento del pueblo paraguayo durante la contienda y rinden un homenaje al mariscal Francisco Solano López y a los guerreros del 70.

 

 

Es sorprendente cuando un poeta toma una gesta histórica como si se tratara de un tema posible de reflexión poética y crea desde lo subjetivo su propia imagen de esa contienda y la convierte en poesía. Y no porque la guerra sea un tema que no está a la altura poética de otros tópicos, como el amor, por ejemplo, sino porque de un hecho histórico, la prolífica escritora María Eugenia Garay ha creado un panegírico, una alabanza, a través del cual rinde un homenaje a los guerreros del 70 y al mariscal López en conmemoración del 185 aniversario de su natalicio.

Hebras de remembranzas es una obra poética épica que relata en versos los infortunios del pueblo paraguayo durante la Guerra de la Triple Alianza, al igual que en La Araucana, de Alonso de Ercilla, o en la antigua Ilíada griega. “La obra consiste en un poemario épico compuesto de 33 poesías, porque Jesús murió en la cruz a los 33 años, y el Paraguay fue crucificado y después resucitó de sus cenizas. Son poemas en los que puse alma, corazón y vida, y están dedicados al pueblo paraguayo y a los héroes del 70”, refiere la autora y agrega que nuestro país fue exterminado. “Solamente sobrevivieron 114 000 personas, unos cuantos hombres, mujeres, ancianos, lisiados y niños. Y con eso se reconstruyó el Paraguay”.

Con prólogo de Ricardo Caballero Aquino, el poemario fue lanzado el 24 de julio pasado en el salón de actos de la Cancillería Nacional y fue presentado por el director general de Protocolo, José María González Ávila, en un acto presidido por el canciller nacional, José Félix Fernández Estigarribia.

 

LA CONJURA

En cuanto al contexto de la obra, la autora afirma que es un canto al pueblo todo y, principalmente, al conductor de la Guerra del 70. “En la portada del libro está la fotografía del mariscal López, porque él fue quien dirigió la contienda. López tuvo muchos errores y muchos aciertos. Ya en 1857 se estaba gestando la Triple Alianza; Don Carlos atajó como pudo, pero no hay que olvidar que en 1862 ya vencían todos los tratados de límites y nuestro país molestaba porque era una potencia económica emergente, independiente, libre de deudas”, comenta.

En esa época —prosigue—, el Paraguay tenía flota mercante, ferrocarril, fundición de hierro, minas; se fabricaban barcos en los astilleros; se envió becarios a Europa. “Y esa gente vino y ayudó muchísimo a elevar en todo el nivel del pueblo”, sostiene.

La autora indica que Inglaterra estaba en pleno auge de su revolución industrial y su expansión, por lo cual quería materia prima a precios miserables para vender luego sus productos a precio de oro. “Entonces expoliaron nuestro país. Y estas grandes potencias no solo lo hicieron con nuestro Paraguay, porque América era un continente muy rico”.

Y fue entonces cuando se empezaron a encadenar factores externos que vinieron contra Solano López. “Lo fueron acorralando, y en 1857 ya hay un pacto secreto entre Urquiza —en quien López confiaba ciegamente, y ya lo estaba traicionando— y Paranhos, el creador de la diplomacia brasileña”, apunta.

El 18 de junio de 1864, en Puntas del Rosario, Uruguay, la suerte estaba echada. “Cuando allí se reunieron Saraiva, Elizalde y Flores, bajo la batuta de Edward Thornton —enviado de la reina de Inglaterra—, entonces ya habían armado el tratado secreto, mientras que López no tenía la más pálida idea de lo que iba a pasar”, cuenta.

El 1.º de mayo de 1865, ese tratado es protocolizado en Buenos Aires; los tres países firman el pacto. “Y tanto es así que López acude en favor del Uruguay, porque él veía que, geopolíticamente, si Brasil invadía Uruguay, enseguida vendría contra Paraguay, ya que éramos los países más chiquitos”, detalla.

Argentina y Brasil apoyan a Venancio Flores, quien realiza un golpe de Estado, con la ayuda de estas dos potencias. “Él sube y se viene contra el Paraguay. Luego, Sarmiento en una carta hizo decir: ‘Hay que matar a los paraguayos en los vientres de sus madres’”.

 

BATALLA DE ACOSTA ÑÚ - GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA

Pintura de FIDEL FERNÁNDEZ

 

TUPÃ DIOS

Para María Eugenia, López se vio en una encrucijada política, económica y social y de tiempo ineludibles. “Los seres humanos vivimos en un tiempo que está marcado por los hilos de un destino que desconocemos. Entonces decimos: ‘Debe haber un ser superior’, y le oramos”.

En este punto, la autora, tal como en los versos de la épica medieval en los que se describen las creencias y prácticas religiosas, en sus poemas entronca las dos culturas: la cristiana y la guaraní. “En estos versos, yo entrelazo Tupâ con Dios, porque nosotros tenemos las dos culturas: la mítica guaraní, que es riquísima, de los seres de los bosques, de las aguas, y cuando vienen los españoles nos traen la cruz y el Cristo, el Redentor. Este pueblo en mis versos se encomienda a ese Tupâ-Dios, que es una mezcla de ser mítico con el Dios cristiano”.

La autora refiere que estos son versos muy desgarradores, muy profundos, pero muy cantarinos como los arroyuelos de nuestra patria. “Que ya estaban esbozados e hilvanados y poco a poco se fueron entramando hasta lograr lo que es hoy: un canto a la esperanza. Y ahora con esta situación concreta que veo pasar a mi pueblo y que se toman medidas que son injustas para el Paraguay, porque es el pueblo el que sufre, entonces le dedico este poemario”.

Además, Hebras de remembranzas se adecua muy bien al 16 de agosto, en que se recuerda la batalla de Acosta Ñu, donde los niños defendieron nuestra patria. “Si bien es cierto que había veteranos a los que arrasaron, también estaban los niños para defenderse con sus pobres armas; algunos tenían fusiles y otros solo palos; chicos de apenas ocho, diez años, famélicos. Y a esos niños les hicieron las barbas postizas del marlo del maíz o de crines de caballos para que los aliados, de lejos, creyeran que eran hombres”.

La escritora resalta que si bien son versos de mucho dolor y de mucho heroísmo, también dentro de ellos está la esperanza de esos hombres que se jugaron por la patria. “Por lo cual nosotros tenemos que tomar ahora el estandarte y la antorcha de esa libertad, de esa soberanía, de esa convivencia armónica, de esa paz y hacer del Paraguay una tierra de promisión”.

Hebras de remembranzas propone una nueva imagen de los guerreros del 70 y muy en especial del mariscal López. Si bien se trata esencialmente de una obra poética, propone una interpretación diferente de la contienda alentando a la convivencia armónica y a la paz. “Espero que la lean y disfruten de mi obra. Sencillamente, le dedico al pueblo, y deseo que por fin podamos habitar en una patria libre y soberana y en esa tierra sin mal que tanto buscaron nuestros antepasados”, exhorta María Eugenia Garay, finalmente.

 

Fuente: REVISTA DOMINICAL DEL DIARIO ABC COLOR

Domingo, 12 de Agosto del 2012

Fuente digital: www.abc.com.py  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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