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JUAN NATALICIO GONZÁLEZ PAREDES (+)

  PRÓLOGO AL POEMARIO SURGENTE DE MANUEL ORTIZ GUERRERO - Por JUAN NATALICIO GONZÁLEZ


PRÓLOGO AL POEMARIO SURGENTE DE MANUEL ORTIZ GUERRERO - Por JUAN NATALICIO GONZÁLEZ
PRÓLOGO AL POEMARIO SURGENTE DE MANUEL ORTIZ GUERRERO

Por JUAN NATALICIO GONZÁLEZ PAREDES
 
 
 
 
 
 
SURGENTE - POEMAS
 
 
Fluye de la indiferencia
 
roca, la mansa surgente,
 
fluye con fuerza inocente,
 
fluye... fluye eternamente.
 
Asunción (1922)
 

PRÓLOGO A "SURGENTE"

 
Jamás la mala suerte persiguió con mayor encono a un mortal. "Todo, todo perdí. Siempre el destino gana la apuesta de la vida", canta el joven homérida, y es justo observar que estos versos no son hijos de la ficción romántica del dolor, sino un grito del alma que se eleva de la grosera urna carnal, como en el incendio se eleva la llama hacia el azul, cual un canto flamígero.

Sí; los versos de Ortiz Guerrero son a manera de llamas - una llama azul eléctrica, tenue, ligera, que vuela sobre los graneles dolores de la vida como fuegos fatuos sobre la pestilencia de los esteros, o que llega muy alto, y entonces es como una estrella. Por su música, y porque en sus estrofas enarca a veces el cisne su albo cuello, y florecen eucarísticos lirios, es fácil descubrir en las poesías de Ortiz Guerrero la influencia, a ratos atenuada, a ratos ausente, de Darío, pero las anima siempre una in-tensa emoción humana que raras veces se sorprende en los versos del orfebre Rubén. Señalo una característica, no hago una comparación.

Ya en su cuna, el poeta sintió pasar sobre la frente el hálito helado de la Intrusa. Manuel Ortiz Guerrero nació cuando su madre se moría. El recuerdo de la madre que no conoció nunca, suele encender vagas llamas de melancolía en sus grandes ojos. Creció en una quinta poblada de árboles, de pájaros y flores, al lado de una abuela maternal, una anciana enérgica y suave, que nos quería de corazón a todos los amigos del hijo adoptivo, y nos obsequiaba con sabrosas frutas.

Hace diez años conocí a Ortiz Guerrero, cuando éramos niños bulliciosos y pendencieros de la escuela. Le admirábamos por ser un excelente recitador. De abiertos ojos, "ojos color de lontananza", y largas pestañas, de cabellos negros y ensortijados, ancha y abombada la frente, grande la boca y abultada y nerviosa la nariz, poseía el don de la elocuencia. Reía ruidosamente, accionaba como un orador y su voz fuerte, clara y musical, sabía dar a cada palabra el tono que realza su belleza, el ritmo que la vuelve alada o plástica.

Juntos nos iniciamos en las letras. Con Leopoldo Ramos Jiménez, alma en perenne vibración, formábamos una trilogía fantástica, discutidora y ambiciosa. Buenos burgueses hubo que proclamaron nuestra locura. Constituíamos sociedades secretas, nos paseábamos por los anchos boulevares que ciñen a la ciudad guaireña, discutíamos en voz alta sobre anarquismo, socialismo, estética, espiritismo; recitábamos nuestros versos y nuestras prosas, pero ¡qué prosas y qué versos! ¡Oh, dulces pecados de la adolescencia, cómo vives en recuerdo!

De pronto, el trío ruidoso enmudecía. Silenciosos, regresábamos a nuestras casas, pensando en el binomio de Newton, en el teorema de Euclides y en el implacable profesor de álgebra. Una deliciosa quietud flotaba sobre nuestra ciudad natal. Las casas, con sus amplios patios poblados de naranjos; con sus huertos de flores y verduras, ostentaban sus rojos tejados y sus paredes blanqueadas de cal. Alguna voz femenina cantaba en la oscuridad de los aposentos. Las estrellas y los cocuyos encendían sus luces ligeras, en el cielo y en las calles, y allá en el naciente, se cubría de sombras una larga cadena de cerros que, no sé si Ramos Jiménez o si Ortiz Guerrero, comparó una vez con verde y enorme boa adormilada. Aquel hallazgo literario nos pareció de perlas.

Después... el obligado viaje a la Asunción, la terrible vida de la bohemia, las tristezas profundas y las alegrías sin causa, las semanas sin pan y los raros días de un hartazgo hipócrita. Y el talento inédito ... .y el orgullo irredimible ...

Una noche -era día de las ánimas- aparece Ortiz Guerrero con porte sospechoso. Le palpamos y ¡oh prodigio! descubrimos en su cintura un depósito de bujías. Medio amoscado, el poeta tuvo que referirnos su aventura: el escalamiento de una muralla, su audaz incursión en el cementerio de la Recoleta, su ... ¡El problema de la luz teníamos resuelto por varios días!

Pero he aquí que el alma de los difuntos persigue al poeta, reclamándole el fruto de su pecado venial. De noche, sobre todo, -según él- jauría de invisibles euménides le vociferaba su ira en el aposento solitario. ¡Cambió de domicilio y jamás reeditó la singular aventura!

Entre tanto, la enfermedad roía su organismo. Hecho un Job andante, tuvo que volver a Villarrica, apuñalado en su carne por terribles y venenosos dardos. Allá vive. Ha pintado su silencioso vivir en versos emocionantes:  


. . . Puesto de codo  
Miro pasar la vieja caravana  
Rumbo a la sombra. - Pienso que en el lodo  
Hay el secreto de la dicha humana.  
-¡Voy!
-¿Dónde?
-Voy al valle donde duerme  
El alma del silencio, quiero calma;  
Mucho mal me hizo el mundo hasta morderme  
Como un áspid.  
-¿Quién habla?  
-De la vida  
Un peregrino que ya grande el alma  
De tanto sufrir tiene y bien transida  
La materia ...  
-¿Qué llevas, peregrino  
De unos ojos color de lontananza,  
Para abrevar tu sed en el camino?  
-Una gota de estrella: la esperanza  
Y mi amor que ha besado el gris invierno,  
Para ir a enterrar junto al eterno  
Manantial donde el Todo se alimenta.  
-¿Lo oís?  


"Hiere tu corazón, ahí está el genio" - Canta de Musset. Y este joven artista, hermano mío por el cariño que le profeso y por nuestros comunes ensueños de belleza, supo cumplir como ninguno el amargo mandato del poeta. Herido en su corazón, en su ser físico, ha cantado, en versos que no morirán, sus dolores inmortales, sus vagas saudades. Ha cantado al amor y a las estrellas, a la mujer y a los lirios. Y ¡qué profunda y espiritual verdad, qué intenso y divino dolor, palpitan en sus estrofas transparentes!

Nada más trágica, sin embargo, que la vida de Ortiz Guerrero. Su alma exquisita, enamorada de todo lo excelso que hay sobre la tierra, solloza y tiembla con un ansia de emprender vuelos infinitos, de abandonar la miseria y humana envoltura que la retiene sobre el haz del globo. Engarza sus versos, trabajados sin cálculos ni métodos por su creadora fantasía; los impregna en la propia tristeza, y los lanza sobre el mundo como bandadas armoniosas de pájaros divinos.

¿A dónde van?

Hacia la eternidad, es decir, hacia el corazón -de los hombres. Este poeta, que vive con los pies en el lodo y la frente en la región de las estrellas, ennoblece, con arte taumaturgo, su miseria. El destino ha clavado en su pecho todos los dardos del mal y de la impureza. Pero él -¡oh, poder de la poesía- vence a su destino convirtiendo en enormes flores rojas las llagas de su pecho, en canto de resignación los roncos gemidos que oprimen su garganta, en poema de martirio, y en suprema belleza las fealdades que le acribillan sin cesar!

¿No dijo acaso que "en el lodo hay el secreto de la dicha humana"? Y el de la belleza, pudo agregar.** ¡Qué egoísta somos!

Nos place escuchar la alondra cegada por el alfiler de oro, que prorrumpe en musicales quejas sin sospechar la armonía de su canto. Y hasta se nos antoja bendecir los males del poeta. Si a precio de su dolor hemos de gozar eternamente las maravillas de sus versos. ¡Y no pensamos en la luz ausente que llora la alondra ni en el sufrimiento que hace cantar a los poetas!
 


NOSTALGIA

Purísimo lirio, blanco lirio mío
hecho de sonrisa de amor y de luz:
en la noche suave mi oración te envío
puesto de rodillas, mis manos en cruz.
 
Y no sé ni dónde te abrirás, fragante
lirio que perfumas mi imaginación,
pero soy tu extático devoto y amante,
tú haces de mi vida, arte y religión.
 
Por ti esta nostalgia de dulzura antigua
que en versos rosados me hace suspirar,
por ti siento a veces la ansiedad ambigua
de llorar a mares y... beber el mar.
 
Eres flor de un alma que está triste y sola,
por quien sufre mi alma, loca de ansiedad:
tus pétalos tienen pálida aureola
que hasta mí difunde tenue claridad.
 
Hace veinte años, salió una mañana
llena de perfumes y de tornasol,
mi reina sabina, con su caravana,
rumbo hacia tu oasis de vida y de sol,
 
portando en la giba de sus dromedarios
oro de mis versos, miel de mi canción,
sueño y esperanza de mis incensarios
y las piedras rosas de mi adoración.
 
Hace veinte años que mi sueño, errante
caravana blanca de mi devoción,
te busca, mi lirio remoto y fragante,
blanco lirio, lirio de mi corazón.
 
Ignoro qué clima, qué región remota
tu perfume aspira, purísima flor;
a mi alma llega tu fragancia ignota
y a tu nombre digo mi oración de amor.
 
¿Es tu principado la Groenlandia, fría?
¿En tu savia llevas sangre de mujer?
Soñador perpetuo, ¿te hallaré algún día,
lirio inmaculado que adoro sin ver?
 
En mi misma vida tu raíz se esconde,
flor insigne y rara, lirio del amor,
y tú, lirio mío, te abres no sé dónde
para que de hinojos te ame un pecador.
 
¿Abres tu corola de luz y sonrisa
al sol de la India o Suecia de tul?
¿Eres de la España sonora y castiza,
o vives a orillas del Danubio azul?
 
¿Cuándo he de besarte, blanco lirio mío,
con sed infinita de fragancia y luz? ...
Yo no sé si existes: mi oración te envío
puesto de rodillas, mis manos en cruz.

 
 

ÍNDICE - SURGENTE (poemas)
·         Bebe/ Nostalgia/ Para tu Sortija Ideal/ Suma de Bienes/  Tarde Glauca/  Raida Poti/ Al Poeta/ ¡Loca!/  Remember/ ¡Pasa!/ Leopoldina/ Ritmos de Vida/ Promesa en Flor/ Claro Lunar/ Ofrendaría/ Canción de Ensueño/ Saudade/ Ermelinda/ Serenata/ Delirio de Pizzicatos/ El Bohemio/ La Amada Inefable/ El Maestro/ Aromas/ Sonata Blanca/  Jamás/ Alabanza/ En el Belvedere/ Comunión/ La Amarga Plegaria de unos Labios en Flor/ En Voz Honda/ Magdalena Eterna/ Schubert en tu Piano/ Maternidad/ La Gran Conquista/ Hacia el Olvido/ Introducción del Poema “Urutaú”/ La Guitarra del Desengaño/ Mi Verso.

 
Fuente:


Prólogo de Arturo Alsina. Ilustración de Julio César Vergottini

© Patronato de Leprosos del Paraguay. Editorial Manuel Ortiz Guerrero,
 

Asunción-Paraguay 1969 (383 páginas)

 
 
 

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SURGENTE

Poemario de MANUEL ORTIZ GUERRERO

 





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