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ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE

  GOBIERNO DE COALICIÓN - 27 DE JULIO DE 1946 - Por ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE


GOBIERNO DE COALICIÓN - 27 DE JULIO DE  1946 - Por ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE

EL GOBIERNO DE COALICIÓN

Obra de ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE

 

 

El 27 de julio de 1946 se instaló el Gobierno de Coalición, con febreristas, colorados y representantes de las Fuerzas Armadas. Liberales y comunistas fueron excluidos. No obstante, la ciudadanía saludó con esperanzas un nuevo modelo político que podría, al fin, traerle un poco de alivio ante los incesantes fracasos porque el país encuentre el rumbo de su ansiada libertad. Asunción se colmó de expresiones alentadoras entre los partidos políticos que festejaron ruidosamente el inicio de un proyecto que pronto terminaría -así se creyó- en una Convención Nacional Constituyente. A partir de aquí, los partidos políticos, y los demás sectores organizados, al fin desarrollarían en libertad sus respectivas actividades, amparadas por una Constitución que sería el reflejo de una larga aspiración. La plena libertad de prensa garantizaría, como contralor, y en pluralidad de opiniones, la buena marcha del Gobierno. La democracia asomó la nariz en un amanecer de esperanzas. La presencia de las Fuerzas Armadas aseguraría el cumplimiento del pacto entre los partidos políticos. Como en todos los casos similares, aparecieron los escépticos que se preguntaban hasta dónde llegaría una democracia encabezada, desde el Gobierno, por un dictador y con el protagonismo de dos partidos políticos que venían buscando con ansiedad el poder. Había más: ante cualquier situación de peligro el presidente Morínigo pediría socorro a las Fuerzas Armadas para sostenerse, como tantas veces lo había hecho. Pero, a despecho de los pesimistas, se instaló el Gobierno de Coalición. Cada uno de sus representantes competía en promesas alentadoras que pronto se concretarían en el destino luminoso del país.

El 24 de junio se integró el nuevo gabinete con la propues-ta, de sus respectivos candidatos, de la Asociación Nacional Republicana y la Concentración Revolucionaria Febrerista: Ministro del Interior y Justicia, general de brigada Juan Rovira; ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Dr. Miguel Ángel Soler, febrerista; ministro de Educación, Dr. Guillermo Enciso Velloso, colorado; ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, Dr. Federico Chaves, colorado; ministro de Defensa Nacional, general de brigada, Amancio Pampliega; ministro de Agricultura, Industria y Comercio, Dr. Arnaldo Valdovinos, febrerista; ministro de Salud Pública y Bienestar Social, Dr. José M. Soljancic, febrerista; ministro de Hacienda, J. Natalicio González, colorado.

Tenemos, entonces, dos carteras para las Fuerzas Armadas y las otras para los dos partidos políticos. Por su caudal electoral, el Partido Colorado exigió cuatro ministerios. Los franquistas quisieron lo mismo con el argumento de contar con el apoyo de la oficialidad joven del Ejército. Finalmente, se llegó a una fórmula de lo más frágil: tres ministerios para los colorados y tres para los febreristas que, en rigor, quedaron con cuatro: Arnaldo Valdovinos, con la cartera de Industria y Comercio y la de Agricultura y Ganadería. Como una forma de compensar esta disparidad, se le nombró Intendente Municipal de Asunción al colorado Mario Mallorquín.

Sobre la composición ministerial, Saturnino Ferreira cuenta que el Dr. Juan León Mallorquín "se expresó en un largo coloquio en Puerto Elsa, en marzo de 1947”, en estos términos:

Para tomar una resolución, luego de consultar sobre el apoyo militar con el teniente coronel Giménez, el teniente coronel Díaz de Vivar y el mayor Rogelio Benítez, y no teniendo esas informaciones la seguridad de un apoyo total del Ejército, optamos por lo más positivo dentro de la democracia: apoyarnos en la fuerza mayoritaria del pueblo colorado que sería demostrada en las urnas y con la seguridad de que una vez que demostráramos el apoyo mayoritario del pueblo paraguayo para el Partido Colorado, el Ejército tendría que apoyarnos también. Así que decidimos ceder a las exigencias de los febreristas a fin de obligarlos a formar el Gobierno de Coalición y con el compromiso de equiparar luego los cargos ministeriales y poniendo como condición firme el compromiso de que el futuro gabinete levantaría la sanción al Partido Liberal y el reconocimiento del Partido Comunista. Ni el más pesimista de los adversarios creía en la fuerza mayoritaria del pueblo colorado, cuando lo comprobaron no les restó sino la conspiración para no llegar a las urnas y he aquí el resultado: estamos enfrentados en una revolución que hemos querido evitar a todo trance.

Sobre este mismo tema, Natalicio González tiene una versión particularmente crítica centrada en la figura de Federico Chaves, su antiguo adversario. Copiamos algunos párrafos:

... Al reorganizarse el gabinete y explotando mi breve ausencia del país, Federico Chaves pidió al Presidente que cediera cuatro carteras al febrerismo, en vez de una, y que los colorados quedasen con tres y no con seis. Pidió simultáneamente mi eliminación del gabinete, los febreristas le apoyaron, vetando mi nombre. El Presidente Morínigo les respondió que no había renunciado a la facultad de designar a sus propios ministros y que su amplitud de miras no implicaba una mengua de sus poderes constitucionales.

Unos días después, Chaves ofreció la Presidencia de la República al ministro de Defensa, General Vicente Machuca, a fin de malograr el triunfo de la causa colorada de la que fui el obstinado animador. Cuando se frustró la conjura, Machuca reveló su existencia en un tumultuoso Consejo de Ministros, al que asistió el entonces Presidente del Partido doctor Juan León Mallorquín. Chaves, que escuchó la delación, se refugió en un lívido mutismo. No rectificó; no articuló una palabra de defensa.

Como consecuencia de los sucesos en la Caballería ya se le había ofrecido la presidencia de la República tanto a Machuca como a Pampliega, con la negativa de ambos. La confrontación entre Natalicio González y Federico Chaves -junto con sus respectivos seguidores, que eran muchos y de elevado prestigio- era por la percepción que tenían para llegar al poder. En el relato de Juan León Mallorquín se ratifica la antigua idea de que el Partido Colorado, por su caudal electoral, tenía asegurado el poder a través de las urnas. Las elecciones serían posibles solamente con un gobierno militar, provisorio, que asegurara que las mismas fuesen limpias, transparentes, con la participación de todos los partidos. Esta estrategia de llegar al Gobierno de la República le daría al coloradismo la fuerza moral suficiente como para instalar una democracia sólida. "Somos mayoría, y sólo necesitamos la ocasión para demostrarlo" pareciera ser la síntesis doctrinaria del "chavismo". En cambio, Natalicio González y sus adherentes pensaban que el camino de las urnas era un imposible por la traba permanente impuesta por los militares junto con los políticos, adversarios de los colorados. Frente a esta realidad quedaba un solo procedimiento: tomar el poder con las urnas o sin ellas. Sólo desde el gobierno, pensaban, era factible que la doctrina partidaria se pusiese en marcha para bien del pueblo paraguayo.

Natalicio González tenía tres obsesiones: El Partido Colorado, Federico Chaves y el Partido Comunista. No había cuestiones negativas -desde su percepción- detrás de las cuales no estuviesen las manos tenebrosas de los comunistas. A Chaves le acusaba con frecuencia de estar movido por los intereses del comunismo.

La convicción de Natalicio de que hay que acercarse al poder -no importa que fuera dictatorial - la puso en práctica con una emotiva carta dirigida al general Morínigo, desde Buenos Aires, en fecha 12 de diciembre de 1941. (Morínigo subió al poder en setiembre del año anterior). Copiamos el último párrafo:

A los gobernados, corresponde deponer la apatía y el descreimiento, las ambiciones y la demagogia, la indisciplina y la anarquía, prestan-do al Gobierno, con devoción patriótica y democrática, la ilimitada colaboración que América necesita y espera. Puedo asegurar al seòor Presidente que el Coloradismo, en cuyas filas milita la inmensa mayoría del pueblo paraguayo, se halla dispuesto a cumplir estricta-mente con este deber, y no ha de negar al Primer Magistrado, ni la calurosa adhesión de sus masas ni las luces de sus grandes figuras intelectuales, para que el Paraguay salga con bien y con honor de esta encrucijada de la historia. Es justo que el más americano de los países americanos, sea también el más fiel y erguido defensor del ideal de vida libre que profesa el Continente.

Esta carta motivó que Morínigo invitara a Natalicio a vi-sitarle en Asunción, hecho que se produjo en abril de 1945. Cuenta que le encontró al Presidente animado por la noble pasión de servir a su pueblo y dispuesto a colocar los destinos del país en manos del Partido Colorado. Me dijo: Sus amigos pretenden que se les entregue de golpe el poder. Ignoran, al parecer, que el ejército sigue siendo liberal, no comprenden que, sin bases militares, un gobierno colorado no duraría veinticuatro horas. Usted es el primer colorado que abarca el problema en sus términos reales. Usted acepta avanzar por etapas y con cautela, para afrontar, en la hora más favorable, la sublevación inevitable. Acepto un entendimiento toda vez que se siga este camino.

De esta entrevista salió el ofrecimiento de Morínigo para que Natalicio se incorporase al equipo gubernativo como embajador en Montevideo y en su hora oportuna vendría a ocupar el Ministerio de Hacienda.

Lo de Montevideo tenía su razón de ser porque en la capital uruguaya los adversarios de Morínigo, paraguayos y extranjeros, estaban en la tarea de un vigoroso trabajo periodístico -radial y prensa escrita- que censuraban con dureza la "tiranía moriniguista". El Presidente, consciente del prestigio intelectual de Natalicio, necesitaba de una voz conocida que apaciguara las críticas.

Natalicio pidió la venia de la Junta de Gobierno del Partido Colorado pero ésta se la negó. Ángel Florentín Peña pidió su expulsión del Partido. De todos modos, Natalicio fue al Uruguay como embajador de Morínigo "sin comprometer el nombre del Partido".


SE DEROGAN LAS MEDIDAS RESTRICTIVAS

El 20 de julio de 1946, por decreto número 15.543, quedó sin efecto la tregua política de 1940. La nueva situación fue inaugurada por el Partido Colorado que, en recordación de la fecha del natalicio del mariscal Francisco Solano López, organizó una multitudinaria concentración en la Plaza Uruguaya el 24, día en que ya se sabía la integración del nuevo gabinete presidencial. La multitud, luego de que varios oradores se refirieran al acto, marchó por el centro de la ciudad entre vítores y aplausos. Cuando los colorados llegaron a Independencia Nacional y Palma, estaban en la plaza -hoy O'Leary- los liberales que igualmente festejaban el nuevo día. Ambos partidos, a los que pronto se unieron febreristas y comunistas, todos juntos llegaron hasta el domicilio de Federico Chaves, en Estrella y Ayolas. En el balcón, acompañado de varios dirigentes de su Partido, el Dr. Chaves prometió que una de sus primeras gestiones en el nuevo Gobierno será "acordar una amplia libertad a los partidos Liberal y Comunista para que se organicen con las mismas garantías que las demás agrupaciones, a fin de que surja de comicios libres una Convención Nacional Constituyente que estructure el Estado Paraguayo sobre la base de la justicia social y la democracia económica". En el mismo acto habló el líder comunista, Timoteo Ojeda, deseando en nombre de su Partido que se cumpliesen las promesas del Dr. Chaves. En ese caso, el Gobierno podrá contar "con la amplia colaboración del Partido Comunista".

Al día siguiente, en la Plaza Independencia, en otro acto masivo, la Federación Universitaria del Paraguay, junto con los partidos políticos, expresaron sus deseos de que al fin se instale la libertad en el país.

Fue en este acto que el Dr. Hipólito Sanchez Quell había pronunciado la frase que se ha hecho famosa: "El dictador ya no es más el dictador. El dictador es el prisionero de un gabinete democrático".

Mientras tanto, Acorde con la situación política, el Partido Comunista estableció una sede central en la casa de la calle Aquidabán, hoy Manuel Domínguez, casi Brasil, donde funcionaba la dirección nacional, bajo la secretaría general de Augusto Cañete y la directa participación, de Oscar Creydt, Obdulio Barthe, Alfredo Alcorta, Antonio Maidana, julio Rojas, José Concepción Acosta, Alfonso Guerra, Efraín Morel, Timoteo Ojeda, y otros. Allí acudían en horas incesantes, de día y de noche, entusiastas activistas de organizaciones de la capital y del interior, a brindar sus informes, a discutir las experiencias que afrontaba el Partido en las nuevas condiciones de legalidad sin precedente, y elaborar colectivamente nuevas propuestas y asistir a los cursos de capacitación política-ideológica que tenían lugar, bajo la dirección de los principales dirigentes nacionales, departamentales y zonales.

El 26 de julio se llevó a cabo el juramento de los nuevos ministros en la Casa de Gobierno, colmada de personalidades civiles y militares que se felicitaban por la aurora de un nuevo tiempo para la patria. Afuera, una multitud ruidosa, con hurras y pancartas, esperaban el momento de ver a los nuevos ministros asomarse en el balcón del Palacio para recibirlos con gritos de alegría. No era para menos. Estaba la promesa a la ciudadanía que se llegará "en el más breve plazo posible, y con la máxima justicia, a la reorganización de los organismos democráticos y, consecuentemente, a la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, que sea la real y genuina expresión de la voluntad cívica de todos los ciudadanos, y de todos los partidos legalmente organizados".

Con estas palabras que caían del balcón del Palacio, y que sonaban como música a los oídos de la multitud, ésta se retiró ordenadamente con la alegría de haber sido protagonista de un acto inédito en la historia cívica del país. A partir de ahora, ya solo quedaba esperar las felices y fecundas realizaciones de la libertad.


LAS COLISIONES DE LA COALICIÓN

Los exiliados comenzaron a regresar en masa o individualmente al país. El 3 de agosto lo hizo el coronel Rafael Franco, a quien se lo recibió en el Puerto "en medio de la aclamación popular de unas treinta mil personas". Una semana después, en el mismo sitio, arribó el dirigente comunista Oscar Creytd, aplaudido con entusiasmo por sus partidarios, a quienes dirigió un cálido discurso en el que planteó "los primordiales problemas del momento político y las cuestiones generales de reestructuración institucional".

El 14 de agosto regresa el ex presidente de la República, José P Guggiari. Para este acontecimiento, sus correligionarios se habían movilizado semanas antes para recibirle con un gentío llegado a la capital desde distintas localidades del interior. En el Puerto, Guggiari se puso en contacto con una muchedumbre -se calculó en unas 80.000 personas- que le aclamaban con arrebato. El itinerario incluyó la calle Palma hasta el Panteón de los Héroes para finalizar en la Plaza de la Libertad, sitio elegido para la recepción oficial. Ya en el Puerto, José P Guggiari tronó: El Partido Liberal no ha muerto ni morirá jamás. Lo que murió en el país, vilmente sacrificado por el despotismo, es la libertad, alma y esencia de la democracia. Cercenados todos los derechos políticos del ciudadano, disuelto por un decreto infame e ilegal, deportados, confinados o encarcelados sus dirigentes, sufrió el Partido la decapitación dolorosa de su organización y actividades. Esta introducción fue suficiente para que la delegación colorada, que fue a saludarle, desistiera de su cometido, pues abandonó raudamente el lugar. Morínigo no toleraría que uno de los Partidos, componente de su Gobierno, diese la bienvenida a un político que censuraba con duros términos sus actos pasados.

Cuando la marcha se acercaba al Panteón, las fuerzas de la reacción atacaron a los manifestantes con piedras, garrotes, y toda suerte de arma contundente. Desde un avión se inundó las calles con volantes que descalificaban a Guggiari. El resultado fue que centenares de personas fueron heridas, algunas de gravedad. Pero la herida mayor, la más peligrosa, fue dada en el corazón mismo de la esperanza por un futuro luminoso para el país. Al comienzo mismo del proyecto, que podría conducir a días mejores, aparecieron los primeros nubarrones que presagiaban tiempos tormentosos.

En la noche del 5 de setiembre, grupos armados irrumpieron en la Editorial El País con el logrado propósito de destruir las máquinas e impedir que siga editándose el vespertino.

El día 7, el Partido Colorado demostró su fuerza cívica con una marcha estimada en unas cien mil personas. Con este motivo, el Partido Liberal se congratuló por la expresión democrática de la ciudadanía, pero "al mismo tiempo se niega a los liberales los derechos humanos y políticos consagrados en el mundo civilizado como unidos indisolublemente a la personalidad del hombre".

Estos y otros casos enturbiaban la atmósfera política, a más de los rumores acerca de hechos ocurridos y a registrarse principalmente en el seno de las Fuerzas Armadas. Es así que en un "Comunicado" el Partido Comunista alertó a la población sobre un intento del Guión Rojo -al que le atribuye como "grupo que actúa como quinta columna de los restos de la dictadura en el seno del Partido Colorado"- de apoderarse de la Caballería "para acabar con el gobierno de coalición cívico-militar surgido el 9 de junio y detener la marcha de la Nación hacia la Asamblea Nacional Constituyente".

En otro párrafo del comunicado se lee: "Quieren desalojar del Gobierno a los representantes de las Fuerzas Armadas, a los hombres democráticos y formar un gobierno con el General Morínigo y elementos del Guión Rojo..."

No se puede atribuir a los comunistas el don de la clarividencia sino la habilidad de una lectura correcta del presente basada, sin duda, en la buena información que acopiaban, tal vez, de manos de los mismos militares que se sentían amenazados. En efecto, el 13 de enero del año siguiente se materializaría el vaticinio anunciado en dicho comunicado.

De nuevo con sus lectores, El País incluyó por varios días este suelto: "El pueblo reclama con urgencia,

1) La convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente en el más breve plazo posible con la participación de todos los partidos políticos nacionales;

2) Inmediata renuncia -o remoción en su caso- de la Suprema Corte de Justicia que, por Acuerdo de 1945 y al margen de su competencia, declararon inconstitucional un pedido de los intelectuales paraguayos que reclamaban la Convención Nacional Constituyente;

3) Impostergable y urgente limpieza de la Policía de los torturadores de políticos, profesores, obreros y estudiantes que aún continúan en sus puestos, constituyendo ello en una afrenta para la sociedad paraguaya;

4) Designación para los más importantes cargos policiales de miembros de las Fuerzas Armadas del servicio activo como única manera eficaz de asegurar la moralidad y honorabilidad de los futuros actos comiciales".

En estos pedidos del periódico resaltan:

1) el deseo de que la Policía se limpie de los torturadores, y

2) el relevo "de los más importantes cargos policiales", a cuya cabeza estaba el mayor Rogelio Benítez, ferviente colorado. Por el tono de este reclamo periodístico es posible deducir que la empresa estaba en conocimiento de los atracadores de la imprenta que habrían sido elementos de la Policía. Lo segundo, apunta directamente al jefe policial en su condición, sin decirlo, de activo colorado, con lo que lanza la sospecha que desde su alto cargo podría influir en el resultado electoral, de muchas maneras. La más conocida es el apresamiento de las personas con algún peso sobre el electorado.

Rogelio Benítez no se quedó callado. El 19 de setiembre emplazó al diario a dar los nombres de los "empleados culpables de los actos cometidos por ellos".

Mientras tanto, corría el rumor de un intento subversivo en la Caballería del que se hizo eco el Partido Colorado en un "comunicado", rechazando cualquier propósito que vaya a romper "la actual coyuntura".

Un poco de alivio se tuvo cuando el 25 de setiembre se supo por los medios periodísticos que se había levantado la interdicción que pesaba sobre el Partido Liberal, desde 1942. Pero al mismo tiempo se informó de la sanción al Partido Comunista, con un mes de inactividad. Este Partido venía denunciando a "bandas armadas" que se dedicaban a "amenazar a los dirigentes comunistas".

El primer desencuentro -hecho público- en el gabinete de Morínigo ocurrió el 26 de setiembre cuando el ministro Pampliega, de Defensa Nacional e interino de Interior, anunció que en la reunión de esa mañana se había resuelto inaugurar la Convención Nacional Constituyente el 25 de diciembre de 1947. Otro ministro, Arnaldo Valdovinos, febrerista, dijo que aún no se había acordado la fecha para la realización de las elecciones "tarea que posiblemente se cumplirá tan pronto como se organice la junta Electoral Central y los respectivos registros ciudadanos". Habló de un tiempo mínimo para la organización de las instituciones que tengan conexión con los actos eleccionarios".

Esta respuesta de Valdovinos confirmó el rumor de que el febrerismo quería extender lo más posible el plazo para la Constituyente porque necesitaba del tiempo suficiente para aumentar su caudal electoral, que era más bien escaso, frente a los partidos tradicionales. Desde el Gobierno podría, hasta cierto punto, maniobrar para prorrogar la Convención Constituyente.

De todos modos, la contradicción no pudo haber sido, por parte de uno de los ministros, mala información, o interpretación, de lo acordado en la reunión de gabinete de donde acababan de salir. Es más, como vocero oficial, por el cargo que ocupa, ha correspondido al general Pampliega comunicar a la ciudadanía la noticia esperada desde hacía décadas. Con la incoherencia del anuncio la opinión pública dedujo acertadamente que comenzaba a instalarse la colisión en la coalición, si es que ya no venía produciéndose desde antes.

El 9 de octubre se publica el decreto por el que se crea la Junta Electora Central "y se establecen sus funciones como organismo director del proceso electoral, para la convocatoria de la próxima Convención Nacional Constituyente".

Esta noticia, que parecía fortalecer el anhelado proyecto de la democracia basada en una moderna Constitución, en realidad escondía una caldera que en cualquier momento podría hacer estragos de los sueños ciudadanos. Solo hacía falta la chispa decisiva por encima de las ruidosas marchas callejeras y los encendidos verbos de oradores y periodistas. El 5 de octubre de 1946, el comandante en jefe de las FF.AA., general Vicente Machuca, presenta en la reunión de gabinete un documento al que se dio en llamar "memorándum" para suavizar su contenido. Fue después de que se conociera el texto "en bruto" a través del diario La Tribuna, en su edición del día 9. Fue la postura de las Fuerzas Armadas ante el distanciamiento, cada vez mayor, de los partidos políticos en función de Gobierno. He aquí el texto:

1) Mantener con decisión la actual composición gubernativa hasta llegar a la Asamblea Nacional Constituyente. Por consiguiente, entienden que deben cancelar entre los partidos representados en el Gobierno toda discusión o intento de modificar la forma de su representación actual en el seno del mismo, tanto en lo que se refiere a la actual distribución de las carteras, como a la redistribución de las funciones específica que caracterizan actualmente a los ministerios.

2) Afirmar como condición necesaria de respeto entre los partidos representados en el Gobierno, la política de no intervención interministerial.

3) Proceder a la reposición de los funcionarios públicos despedidos sin causas justificadas a partir de la constitución del nuevo Gobierno a excepción de los jefes de reparticiones y secretarios.

4) Cesar de inmediato toda campaña periodística, radial y verbal de beligerancia entre los partidos que integran el actual Gobierno.

5) Total libertad de acción en la propaganda proselitista de uno u otro partido, en base a la política de no beligerancia entre ambos.

6) Suscribir una circular conjunta por los presidentes de ambos partidos, exhortando a todos los afiliados de la República a deponer toda animosidad entre los mismos y a luchar pacíficamente por la defensa de la democracia y la conquista del objetivo fundamental inmediato de este Gobierno: llegar a la Asamblea Nacional Constituyente.

7) Toda denuncia de hechos que signifiquen desviación de estas normas fundamentales de relaciones interpartidarias, debe ser formulada en forma concreta, responsable y reservada a las directivas de ambos partidos, para que éstas de común acuerdo le den las soluciones adecuadas. El Comando en Jefe de las FF.AA. se reserva el derecho de informarse por sus propios medios respecto de las formas en que ambos partidos cumplen estas normas de cooperación política.

8) No usufructuar efectos del Estado con fines proselitistas o campañas arbitrarias.

9) El representante de las FF.AA. de la Nación en el Ministerio del Interior y Justicia instruirá una vez más a las autoridades de la República sobre el deber que tienen de otorgar las más amplias garantías y libertad de acción a todas las agrupaciones políticas y corregir de inmediato todas las actitudes que importan una violación de la imparcialidad que deben observar en el ejercicio de su cometido.

10) S.E. el señor Presidente de la República debe mantenerse en una posición de equidistancia frente a los dos partidos que colaboran con el Gobierno.

Si estas directivas no fueran cumplidas en todas sus partes -finaliza el documento - las FF.AA. de la Nación se verán en la imposibilidad de seguir manteniendo las garantías otorgadas a la estabilidad de este Gobierno de coalición impuesto provisoriamente con fines puramente democráticos.

Este documento denuncia la situación que se vivía dentro y fuera del Gobierno. Los febreristas lo aceptaron de inmediato en tanto que los colorados y Morínigo y lo habían rechazado. Se entiende, el primer punto favorecía a los franquistas porque seguirían con el control de más ministerios; los colorados querían la equidad -y de ser posible más ministerios - y Morínigo, se sintió agraviado por el último punto, el décimo, que le imponía una conducta a seguir.

Luego de muchas y tensas reuniones entre el Ejecutivo, las FF.AA. y los dirigentes partidarios, se modificaron los puntos 1 y 10. Quedaron así:

1) Mantener en el gabinete hasta la Convención Nacional Constituyente la más estrecha colaboración entre los partidos gubernamentales: La Concentración Febrerista, la Asociación Nacional Republicana (colorado) y representantes de las FF. AA., dentro de la más estricta paridad ministerial entre los dos partidos mencionados.

2) Se recuerda que la posición del Excmo. Señor Presidente de la República y los miembros de las FF.AA. de la Nación es de absoluta equidistancia e imparcialidad frente a las dos agrupaciones políticas que colaboran en el Gobierno; por tanto, ninguno de los partidos políticos debe invocar su nombre para sus propagandas proselitistas.

Estos textos, que mejoraron la posición de Morínigo y de los colorados, fueron la gota que faltaba para que estallase por los aires la posibilidad de instalar la democracia en el Paraguay.

El reclamo de la Asociación Nacional Republicana acerca de la paridad ministerial es incuestionable. Si las FF.AA., los franquistas y los colorados, comparten la misma responsabilidad en el Gobierno, es natural que tales sectores estén en igualdad de condiciones para el manejo de la cosa pública. Frente a la reivindicación colorada, aparece como un hecho a corregir, a normalizar, que el representante franquista, Arnaldo Valdovinos, maneje dos carteras ministeriales. Se pensó en implementar la equidad con tres militares, tres franquistas y tres colorados, cada uno de ellos con ministerios distintos. Se necesitaban, entonces, que hubiera nueve ministerios, pero solo había ocho. Se pensó, entonces, en la creación del ministerio de Trabajo y Previsión para los colorados. Los franquistas se opusieron con tenacidad. No obstante, el Consejo de Estado, el 4 de enero de 1947, aprobó el proyecto en mayoría.

La molestia de los franquistas -que tenían un ministro en Salud Pública- era que iban a perder Previsión Social, que dependía de aquél. Si el nuevo ministerio se implementase, argumentaban, tendría que estar a cargo de otro franquista por la similitud de funciones de ambas entidades.

Cuando terminaba el agitado año de 1946 -vendría otro mucho más agitado aún - el coronel Rafael Franco le visita al ministro Pampliega frente a los hechos que golpeaban a la coalición. Pampliega recuerda que el líder de uno de los partidos políticos en el poder le había sugerido que prescinda de febreristas y colorados porque "hemos fracasado. Llamen ustedes (los militares) a la Constituyente". Franco dispuso que los ministros de su Partido renuncien del Gobierno, que ya dejó de ser de "coalición".

A Pampliega le pareció buena la idea de Franco de que el Gobierno quede constituido sólo por militares "hasta la Constituyente". Así como estaba la situación, parecía irremediable conciliar a colorados y febreristas. La sugerencia del coronel Franco se la llevó Pampliega al Presidente. Cuenta Pampliega -a continuación de su relato anterior - que "surgió una corriente en el Ejército que exigía que todos los partidos debían retirarse para poder constituir un gabinete netamente militar". Morínigo, antes de tomar ninguna decisión, pidió reunirse con los altos jefes militares y escuchar sus opiniones. Se fijó la fecha de la reunión para el 11 de enero, día de su cumpleaños. Estuvieron presentes los comandos de las Grandes Unidades "y un número respetable de Jefes y Oficiales de menor graduación, sin voz ni voto". Morínigo quería saber la opinión de los militares acerca de si el Partido Colorado debía también irse o quedarse. El comandante de la Caballería, mayor Enrique Giménez, fue de parecer que el Partido Colorado no tenía porqué salir del Gobierno, pues fueron los franquistas los que decidieron ir. En abrumadora mayoría los militares decidieron que "el Partido Colorado debía abandonar el Gobierno para facilitar la formación de uno netamente militar (...) Morínigo se mostró, en apariencia, de acuerdo con la decisión asumida, e hizo llamar a los ministros republicanos para comunicarles la novedad". Después de que éstos ministros presentaran su renuncia y se retiraran mostrando "en apariencias el acatamiento a la orden", Morínigo acepta el planteamiento de Pampliega de conformar la lista de los nuevos ministros con miembros de las Fuerzas Armadas, salvo dos civiles propuestos por el Presidente, quien prometió firmar el decreto respectivo el lunes 13 de enero de 1947. Morínigo sabía ya que no iba a darse el tal nuevo gabinete. Eran otros sus planes que militares y civiles colorados venían ejecutando. Se trataba nada menos que del regreso al poder de la Asociación Nacional Republicana con el general Higinio Morínigo a la cabeza como consecuencia de una conspiración cívico-militar que se venía gestando desde hacía tiempo.

Acerca de la confabulación y de sus resultados exitosos para el coloradismo, Víctor Morínigo dejó un completo testimonio. Morínigo fue una de las figuras relevantes del Partido.

Natalicio González incluye en su libro "Vida y Pasión de una Ideología" el relato pormenorizado de Víctor Morínigo dirigido a su amigo. Extraemos los siguientes párrafos:

Ambos sabemos muy bien que no dábamos larga vida al gobierno de coalición de colorados y febreristas, desde el punto inicial. Y nuestra estrategia consistió, desde el primer momento, en contrarrestar la acción del febrerismo que deseaba poner un pie en el gobierno de coalición tan sólo para provocar, tarde o temprano, una crisis que terminare con el Presidente Morínigo los colorados. Contaban para esto los febreristas con un mayor número de jefes y oficiales en las Fuerzas Armadas.

Ese día 12 de enero resolvimos el problema, aprovechando el sueño de los febreristas que ya dormían sobre sus laureles. El nudo de la cuestión consistía en que el Comandante interino de la 1ª División de Caballería, coronel Enrique Jiménez, pudiera sacar sus tropas esa noche de sus cuarteles, para un estrecho contacto con las fuerzas policiales bajo el mando del Jefe de Policía, coronel Rogelio Benítez, frustrar la crisis ya resuelta por los febreristas, desalojándolos del gobierno del Presidente Morínigo con apoyo exclusivo del Partido Colorado.

Estos trabajos los habíamos seguido silenciosamente desde un par de meses antes con Enrique y Rogelio, descontando el hecho de que la traición febrerista que se produciría inevitablemente. Corno siempre, no necesitábamos hablarnos para saber que perseguíamos los mismos designios. Por lo demás, seguro estaba de que Rogelio, que se iba a desayunar contigo todas las mañanas, te tendría al corriente de todo, y así fue. Como era un hábito nuestro en el sector del Coloradismo auténtico, cada sujeto debía operar circunscripto al rol que se le asignaba (...) Esa tarde del 12 de enero, para excitar a los correligionarios ansiosos y preocupados que no me dejaban en paz incitándome a la acción para frustrar a los febreristas, me dirigí a mi despacho de la Dirección General de Aduanas para esperar la hora convenida con el Coronel Rogelio Benítez (...) Rogelio me dijo que venía de la División de Caballería, y que había convenido con el Coronel Jiménez que el resorte vital necesario para que él pudiera sacar sus tropas consistía en la presentación del Presidente de la República, General Morínigo, en los cuarteles de la 1º División de Caballería esa misma tarde, para arengar a la oficialidad y manifestarle que ponía toda su confianza en el Comandante de la gran unidad, coronel Jiménez, a quien auto-rizaba, en caso necesario, a proceder a la salida de las tropas de sus cuarteles, y que sus órdenes debían ser cumplidas estrictamente (...) Me informaste que Federico Chaves acababa de salir de tu domicilio, rumbo a la reunión de Gabinete que estaba por efectuarse en Mburuvichá Roga. Había ido para expresarte que el gobierno de coalición había fracasado en perjuicio del Partido Colorado y que éste, desde ese mismo momento, volvía a la llanura.

Apenas llegado a casa, arribó el Coronel Rogelio Benítez, vestido de blanco; sin mayores preámbulos me informó que venía de los cuarteles de la División de Caballería adonde había acompañado al Presidente de la República, que lo había dejado a éste, minutos antes, en su domicilio de Mburuvichá Roga, y que ahora, en ese mismo momento, iría a su casa para vestir su uniforme de campaña. Que todo lo determinado se había cumplido; que el Coronel Jiménez despacharía a las 22 y 30 un escuadrón a caballo por la Avenida Artigas hasta el local del Estado Mayor en las Avenidas Mariscal López y General Santos; y a las 22.30 horas otro escuadrón motorizado por Laureles y Mariscal López, con el mismo objetivo que el anterior. Y que él tendería una línea con las fuerzas policiales desde el Cabildo por la calle Alberdi hasta el Bañado con el fin de aislar a las tropas de la marina del resto de la ciudad, y contener su probable reacción; que ya vería, sobre la marcha, si haría falta un contingente civil de correligionarios, del que me encargaría yo, y que en todo caso, para la hora 24 le enviase un contingente de 20 a 25 hombres decididos, enérgicos pero correctos, para proceder al apresamiento de los directores civiles y militares del febrerismo, o pro febreristas, esa misma madrugada, con el objeto de evitar todo conato de reacción de los elementos contrarios al coloradismo...

En efecto, Higinio Morínigo firmó el decreto el lunes 13 tal como prometiera a la plana mayor de las Fuerzas Armadas, sólo que se trataba de otros nombres para integrar su gabinete:

Ministro del Interior y Justicia, Víctor Morínigo; Relaciones Exteriores y Culto, Federico Chaves; Educación, Víctor Boettner; Agricultura e interino de Industria y Comercio, Guillermo Enciso Velloso; Obras Públicas y Comunicaciones, coronel Mutshuito Villasboa; Salud Pública e interino de Trabajo y Previsión Social, César Gagliardone; y Defensa Nacional, capitán de navío Ramón Martino. El decreto fue refrendado por el ministro secretario de Estado en el Departamento de Hacienda, Natalicio González.




 

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POSICIÓN DE LOS GRUPOS Y PARTIDOS POLÍTICOS

y PLANES DEL GOBIERNO PARA ORGANIZAR UN PARTIDO OBRERO-CAMPESINO

 

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Fuente: LA HEGEMONÍA COLORADA (1947-1954)

 Obra de ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE

COLECCIÓN

LA GRAN HISTORIA DEL PARAGUAY,  Nº 12

© Editorial El Lector

El Lector I: 25 de Mayo y Antequera. Tel. 491 966

El Lector 11: San Martín c/ Austria.

Tel. 610 639 - 614 258/9

www.ellector.com.py

Esta edición consta de 15 mil ejemplares

Asunción – Paraguay (2010 – 133 páginas)

 

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