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ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE

  SAN FERNANDO - DRAMA HISTÓRICO SOBRE LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA, 2011 - Por ALCIBIADES GONZÁLEZ DELVALLE


SAN FERNANDO - DRAMA HISTÓRICO SOBRE LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA, 2011 - Por ALCIBIADES GONZÁLEZ DELVALLE

SAN FERNANDO

DRAMA HISTÓRICO SOBRE LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA

ALCIBIADES GONZÁLEZ DELVALLE

BIBLIOTECA DE OBRAS SELECTAS DE

AUTORES PARAGUAYOS Nº 10

 

EDITORIAL SERVILIBRO

25 de Mayo Esq. México

Telefax: (595-21) 444 770

E-mail: servilibro@gmail.com

www.servilibro.com.py

Plaza Uruguaya -Asunción -Paraguay

Dirección editorial: Vidalia Sánchez

Presentación: Carlos Villagra Marsal

Selección y prólogo: Osvaldo González Real

Tapa: Carolina Falcone

© SERVILIBRO

Esta edición consta de 14.000 Ejemplares

Asunción, Noviembre 2011

Hecho el depósito que marca la ley N° 1328/98

 

 

 

 

PRÓLOGO

 

         La obra San Fernando, drama histórico sobre la guerra de la Triple Alianza, es la tercera obra de una trilogía, compuesta por Procesados del 70 y Elisa (Madama Lynch).

         Este drama está basado en Etapas de mi vida del Padre Fidel Maíz -Fiscal de Sangre- del Mariscal, las Memorias Militares del Cnel. Silvestre Aveiro y las Memorias de Crisóstomo Centurión. Se trata de la supuesta conspiración contra López, para matarlo y de esta manera, terminar la guerra (que ya se había perdido).

         La representación teatral fue prohibida por "antilopizta", por la Censura Municipal, ya en 1975, con la anuencia de Mario Halley Mora, conocido escritor y asesor cultural del régimen. A pesar de todo, se realizaron puestas clandestinas, como la que tuvo lugar en el patio de la Universidad Católica (a la cual, con mucho temor, asistí en aquella época). La obra, dirigida por Erenia López, estaba compuesta por un importante elenco de actores, como Anita Recalde, Moncho Azuaga, Carlos Cáceres, Teresa González Meyer y otros, no menos importantes. La música fue compuesta por Carlos Noguera.

         A través de la técnica del "racconto", los sucesos acaecidos en San Fernando, se van relatando por medio de los testimonios de un puñado de hombres y mujeres, sobrevivientes de las torturas y fusilamientos ordenadas por el Mcal., quien a través de delaciones de su allegados más próximos, condenó injustamente en nombre del "honor y el patriotismo" a personas de su entorno (la mayoría inocentes. Las víctimas, acusadas de alta traición a la Patria, por haber conspirado contra el "General Presidente" incluían a su madre, sus hermanas y sus respectivos cuñados. López, hace fusilar al General Barrios (cuñado), a Benigno López (hermano) y a su otro cuñado, Saturnino Bedoya, en Lomas Valentinas. En cuanto a su madre y sus hermanas -sospechosas de haberle ofrecido una chipa envenenada- se salvan, por un pelo, de ser ajusticiadas, aunque su progenitora recibe unos "cintarazos" de parte de Aveiro, uno de sus verdugos preferidos. Más tarde López encerraría a su familia en un carromato en forma de jaula. Cuando éste huye -en los instantes postreros de la lucha- ante el clamor de las mujeres pidiendo su liberación, exclama con crueldad: "fíense de su sexo" y las abandona a su suerte. Algunos afirman que el Mariscal llegó a prohibir a su madre tomar el sempiterno mate mañanero durante su prisión.

         En cuanto al padre Maíz -cuya descendiente habría de casarse con Rafael Barret (avatares del destino)- se vengó del obispo Palacios, su rival y superior, llevándole a la muerte por conspirador. El obispo, valiéndose de su jerarquía eclesiástica lo excomulgó antes de morir. Mientras tanto Pancha Garmendia era ajusticiada a lanzazos por haber rechazado los avances de Francisco Solano.

         En suma, podemos decir que la obra denuncia los horrores de la guerra y la conducta anómala del Mariscal azuzado por los aduladores y obsecuentes que lo rodeaban, con el fin de ganar méritos y prebendas. Hay una alusión velada al parecido entre la conducta de López y la del tirano Stroessner.

         La obra termina con un canto de esperanza hacia el futuro de la Patria, entonado por los sobrevivientes de la barbarie. González Delvalle, es indudablemente, un gran dramaturgo al convertir la Epopeya del 70 en una magnífica obra de arte.

 

 

ÍNDICE

 

PRESENTACIÓN

DATOS BIOGRÁFICOS

PRÓLOGO

NOTA DEL AUTOR

SAN FERNANDO       

 

 

 

ACTO ÚNICO

 

         En el claro  de un bosque, cinco hombres y tres mujeres están tirados en el suelo procurando descansar de una larga y penosa fatiga. Acaban de salir de una guerra de cinco años.

 

ROGELIO

(Luego de una larga pausa) ¿Y ahora?

RAMÓN

Esperemos la caída del sol.

FELIPA

Tengo miedo para caminar de noche.

ROGELIO

¿Miedo? ¿Qué más puede pasarnos? Hemos caminado por todos los horrores. ¿No es un milagro estar con vida?

FELIPA

¿Sólo nosotros?

ROGELIO

¡Quién sabe!

RAMÓN

Cuando nos alcanzó el enemigo hubo mucha confusión. Todos se dispersaron.

ROGELIO

Del grupo en el que yo estaba nadie quedó. Tal vez cayeron muertos o prisioneros. FELIPA

Tengo mucho miedo... Hasta esta mañana me pareció que había alguna esperanza.

ROGELIO

No. Hace más de un año que la guerra la hemos perdido. ¿Por qué no se acabó en Lomas Valentinas? Los enemigos nos dejaron escapar. Fue para que la guerra continuara hasta hoy.

LUISA

Pero. ¿Por qué?

ROGELIO

En una guerra como ésta no cuenta solamente la victoria, sino el exterminio del enemigo. Si esta guerra hubiese concluido en Lomas Valentinas no habrían muerto tantos niños como en Rubio Ñu. ¿Y qué vencedor dormiría tranquilo cuando hay niños pronto a volverse hombres para vengar a sus padres y a su patria? Era preciso, entonces, continuar la guerra hasta el exterminio. Hasta la muerte del más oscuro ciudadano y del presidente LÓPEZ.

FELIPA

He visto al Mariscal caer del caballo... me pareció que sangraba por todas partes. Corrí de un lado a otro hasta agotarme.

RAMÓN

Yo me quedé tendido a orillas del arroyo... creo que me dieron por muerto.

ROGELIO

Yo herí a dos soldados enemigos y al quedarme sin arma me escondí en lo alto de un árbol. Desde allí me horroricé con la masacre que estaba viendo. Enseguida las aguas del Aquidabán se tiñeron de sangre.

LUISA

¿Por qué será que el enemigo todavía no está aquí? ¿Acaso nos dejan escapar?

 

RAMÓN

Saben que muy lejos nadie puede ir.

LUISA

Escuché decir que este camino termina en Concepción.

NICASIO

Así es.

LUISA

Por el río podríamos huir.

NICASIO

Estamos a muchas leguas de Concepción.

LUISA

De alcanzarnos, el enemigo nos mataría a todos. No perdamos tiempo.

ROGELIO

¿Qué apuros hay?

LUISA

Aquí nuestra vida está en peligro. Si llegamos a Concepción...

ROGELIO

No llegaremos en estas condiciones. Estamos agotados y sin alimentos.

LUISA

¿Cuántos meses hace que estamos así? ¿Cuándo fue la última vez que hemos comido? ¿Hace cuánto tiempo que el Mariscal ordenó que los escasos víveres se destinen solamente a los combatientes?

ROGELIO

Yo fui combatiente y comía raíces, como todos. En esta selva podríamos encontrar qué comer. Si marchamos hacia Concepción no soportaríamos los rigores del camino. LUISA

Pero estaríamos intentando salvar la vida.

NICASIO

Yo también creo que es mejor quedarnos aquí. Nada sabemos de Concepción. Tal vez esté el enemigo esperándonos en la seguridad de que cualquier sobreviviente trataría de llegar al río.

ISABEL

¿Pero y por qué tienen que matarnos precisamente? Tal vez nos tomen prisioneros.

DUARTE

Entre morir y caer prisionero me quedo aquí.

LUISA

En este sitio no hay esperanzas. Si ganáramos el río quizás lleguemos a Asunción.

DUARTE

¿Y Asunción es una esperanza?

LUISA

Allí gobiernan compatriotas nuestros.

DUARTE

Son amigos de nuestros enemigos.

ISABEL

¿Entonces?

ROGELIO

Quedémonos aquí, por lo menos hasta que tengamos más informaciones. Sólo sabemos de la matanza de esta mañana. Si hay sobrevivientes van a pasar por aquí.

NICASIO

Tal vez pasaron antes de que nosotros viniéramos.

ROGELIO

Puede ser. Pero habrá otros que todavía estén en Cerro Corá, o sus alrededores, esperando la noche para salir.

ISABEL

¿Qué se habrá hecho de la familia del Mariscal?

RAMÓN

He visto a Madama enterrar al Mariscal y a su hijo Pancho. Después fue obligada a subir a una carreta. Quizás haga respetar su condición de extranjera para que no la maten.

NICASIO

En mi huida he visto a una hermana del Mariscal con un general enemigo. Y a la madre parecía no preocuparle mucho la muerte del Mariscal.

LUISA

Venían prisioneras. Ahora son libres.

ROGELIO

Sí, libres para acostarse en la tienda del vencedor.

ISABEL

¿Y el padre Maíz? ¿Y el coronel Aveiro?

DUARTE

Nada les habrá sucedido. Personas así ni se rasguñan ¿Que digo personas? Animales, insectos.

ISABEL

(Fuera de sí) ¡Por Dios!

DUARTE

¡Se acabó! ¿De quién tendremos miedo ahora? ¿Del padre Maíz? ¿Del coronel Aveiro? Estarán pálidos de miedo... empequeñecidos, como hormigas... estarán arrastrándose por el suelo como...

ISABEL

¡Basta!

DUARTE

(Pausa en la que dio tiempo a Isabel para que se repusiera) Perdón... sé que cuesta sacarse de encima tanto miedo acumulado, pero ya no hay razón de vivir así. Ahora, el coronel Aveiro, el todopoderoso fiscal de sangre, es como nosotros... menos que nosotros, porque ningún asesinato tenemos en la conciencia. El padre Maíz también es ahora menos que nosotros... Ya no podrán enviarnos a las cámaras de tortura. El poder les venía del Mariscal, ahora muerto.

ISABEL

Por favor...

DUARTE

Está bien.

ISABEL

Discúlpeme... pero usted sabe los motivos de este miedo... y no solo yo... también mi marido fue cruelmente torturado.

ROGELIO

Le pidieron luego disculpas por la equivocación... Creo que a usted también.

ISABEL

¡En qué conspiración mi marido y yo íbamos a meternos!

LUISA

Ya estamos lejos de todo eso. Se acabó la guerra y con ella todas sus calamidades. No miremos hacia atrás cuando tantas cosas nos quedan por delante.

ROGELIO

Sería injusto que olvidemos el pasado.

LUISA

No pretendo que borremos a los héroes.

ROGELIO

Me refería a los canallas, a los torturadores, a los asesinos. ¿Cómo? ¿Van a decirnos que sus delitos pertenecen al pasado y se dispondrán a vivir con nosotros como honorables caballeros? Abusaron del poder de la peor manera y tenemos no sólo el derecho sino el deber de hacerles pagar sus crueldades. Solo después olvidaremos el pasado.

FELIPA

¡Qué pesadilla nos tocó vivir!

NICASIO

Es un milagro que estemos aún con vida.

LUISA

¡Chist!... Oigo voces... ¿o son pasos?

RAMÓN

Es el viento.

LUISA

Salgamos del camino. Entremos en la selva.

DUARTE

Distinguiremos al enemigo. Sólo estemos atentos.

LUISA

Podrán caer de sorpresa sobre nosotros.

RAMÓN

De todos modos, seguimos en poder de ellos. ¿Qué podemos hacer? ¿A dónde nos iríamos sin encontrarlos? La patria está llena de sus enemigos. Cuando gobierna la fuerza, unida a la corrupción y la soberbia, la nación está indefensa.

ROGELIO

¿Todo un pueblo no tenemos fuerza para oponernos a una, dos o tres personas o grupos que disponen a su antojo de nosotros? Nos encarcelan, nos torturan, nos reprimen ¿y qué?

ISABEL

¿Alguien se levantó en contra del coronel Aveiro? Mi marido y yo fuimos a agradecerle después de que ordenara nuestra libertad. Yo le besé la mano. Luego sentimos vergüenza de tanta cobardía ¿Se puede besar la mano que nos arrancaba la carne a pedazos?

DUARTE

¿Y el padre Maíz? Con la misma mano que bendecía firmaba la sentencia de muerte de muchos inocentes.

NICASIO

¿Y el obispo Palacios?

DUARTE

Por lo menos pagó en la tierra una parte de su culpa. Cayó en la misma red que venía tejiendo desde antes de la guerra. Enredó a muchos, pero al fin encontró quien le empujara a su propia trampa.

NICASIO

¿El padre Maíz?

 

 

 

DUARTE

Desde luego. No era hombre de olvidar ofensas. Por culpa del Obispo estuvo cinco años preso, acusado de conspiración. En balde pedía clemencia al mismo Obispo, que lo visitaba para deleitarse en la caída de su gran rival.

(Cenital en la celda del padre Maíz, el que se encuentra en actitud contemplativa. Momentos después aparece el obispo Palacios).

PALACIOS

¿Me ha hecho usted llamar, padre?

MAÍZ

Sí, señor Obispo. Es para suplicarle que escuche mi inocencia y le transmita al señor presidente.

PALACIOS

El general presidente Francisco Solano López se encuentra, con sobrada justicia, preocupado por usted.

MAÍZ

¿Preocupado?

PALACIOS

Digamos... enojado.

MAÍZ

De eso me consta puesto que estoy en esta celda. Debo creer que no ha sido debidamente informado de mis propósitos.

PALACIOS

Está al tanto de todos los detalles.

MAÍZ

Entonces debiera ordenar mi libertad.

PALACIOS

¿Sugiere usted que el señor presidente tomó una medida injusta? ¿Que se encuentra al frente del gobierno para cometer arbitrariedades?

MAÍZ

Nada de eso sugiero. Pero no merezco esta celda ni estos grillos.

PALACIOS

La conspiración...

MAÍZ

No he conspirado.

PALACIOS

¿No dijo usted, cuando las campanas repicaban jubilosas para festejar la ascensión del señor presidente al elevado sitial dejado por su ilustre padre, "para cuántos serán dobles esos repiques"?

MAÍZ

Como sacerdote y ciudadano tengo obligaciones con mi país. Yo deseaba una nueva constitución política, en reemplazo de la que otorga al presidente atribuciones extraordinarias y dictatoriales.

PALACIOS

El señor presidente no hace uso de esas atribuciones, salvo en caso extremo.

MAÍZ

¿Soy yo un caso extremo? Como sacerdote...

PALACIOS

Como sacerdote no debía usted predicar la división de la familia paraguaya. Tenemos una misión que está por encima de las cuestiones meramente terrenales. ¿No dijo nuestro señor Jesucristo: "Dad al César lo que es del César"? Dejemos a los políticos, a los gobernantes, discutir los asuntos del país. ¿Qué pretende con su actitud, padre? ¿Soliviantar los ánimos de la juventud? ¿Quebrantar esta bendita paz que vivimos? ¿Convertir el Paraguay en un país sacudido por la violencia, tal como sucede en otras naciones? ¿Eso quiere usted? Ayudemos al señor presidente para que su genio de gobernante continúe labrando la grandeza del país. Nunca hemos tenido tal grado de desarrollo ni hemos gozado de tanta paz.

MAÍZ

No predico contra el desarrollo ni contra la paz. Alzo mi voz de sacerdote a favor de la justicia, de la virtud, de la tolerancia. Mi prédica busca que la ciudadanía ejercite sus derechos y viva sin miedo.

PALACIOS

La obligación de un ciudadano es que sea buen cristiano. Y la nuestra, ayudar a que lo sea.

MAÍZ

Precisamente. Y no puede llamarse cristiano quien utiliza la fuerza para imponer sus caprichos, para someter a los demás. El verdadero cristiano es justo, es humilde, es un hermano.

PALACIOS

Tiemblo por su alma, padre. Está, usted lleno de soberbia. Debajo de su aparente buena intención palpita un malsano deseo en contra de todo lo bueno que el señor presidente ha hecho por el país. Me admira la facilidad con que usted repite el pensamiento de los malos paraguayos. Desde luego que usted es uno de ellos. Precisamente por eso está aquí. Sáquele provecho, padre, y recapacite. Somos ministros de Dios...

MAÍZ

Así es, señor Obispo. De Dios, y no ministro de un gobierno terrenal.

PALACIOS

¿Insinúa que soy ministro de Su Excelencia el general LÓPEZ? Como humilde pastor hago aquello que ha de contribuir a la mayor gloria de Dios. Nuestro país tiene la suerte de contar con un gobernante patriota y cristiano. Y en bien de la religión y de la patria estamos obligados a apoyar a nuestro esclarecido gobierno.

MAÍZ

No estoy en contra. Sólo deseaba mejorar los instrumentos...

PALACIOS

Esa preocupación deje usted a los políticos.

MAÍZ

La Constitución...

PALACIOS

No es teología.

MAÍZ

Igual me siento capaz de discutirla.

PALACIOS

¿Cómo? ¿Todavía no escarmienta, padre?

MAÍZ

Este injusto castigo fortalece más aún mis convicciones. Si la Constitución no diese tanto poder al Presidente de la República, el general LÓPEZ no me tendría engrillado por pensar como pienso.

PALACIOS

Le hago notar sus expresiones subversivas. Podría suceder que Su Excelencia...

MAÍZ

Nada temo, señor Obispo. Mi conciencia está tranquila.

PALACIOS

Pero su cuerpo tirado en una celda.

MAÍZ

Donde me siento más libre que usted. Aquí a nadie adulo. No preciso mentir ni intrigar.

PALACIOS

¿Quiere usted pudrirse aquí?

MAÍZ

Será lo que Dios quiera. Mientras tanto, estoy en sus manos.

PALACIOS

(Le pasa la mano para besarle. Maíz no le hace caso) ¿Perdió la costumbre de besar el anillo de su obispo?

MAÍZ

No estoy en ejercicio de mi sacerdocio. Por lo tanto, no tengo obispo.

PALACIOS

¿Quiere que le haga besar a la fuerza? ¿No piensa que puedo hacerle tragar este anillo?

MAÍZ

Hágalo. Otro defecto de la fuerza es que nos convierte en altaneros, soberbios, prepotentes... y delatores.

ANTONIO

(Que se sintió mencionado) Me vi obligado a hacerlo.

RAMÓN

¿Y por qué? ¿Quién puede obligar a uno a rebajarse tanto? A usted le gustaba hacerlo. Tenía vocación para delatar, intrigar y perder a sus amigos.

ANTONIO

El coronel Aveiro me obligaba. El Obispo me obligaba.

DUARTE

¡Miente! Por estar bien con ellos, por gozar algunos mezquinos privilegios usted mandó torturar a muchos inocentes.

RAMÓN

No eran inocentes.

ROGELIO

¡Yo era inocente! Yo y los demás.

FELIPA

¿De qué sirve ahora todo esto?... La guerra se acabó... salimos con vida y otras cuestiones deben preocuparnos.

LUISA

¡Salimos con vida!... Es increíblemente cierto. Fue un milagro que nos salváramos de los enemigos de afuera y de los asesinos de adentro. El mismo fusil que nos defendía del enemigo mataba también a nuestros compatriotas.

LUISA

Por conspiradores, decían.

ROGELIO

Algunos habrán sido.

LUISA

Sí, pero después.

ROGELIO

¿Después de qué?

LUISA

De haberse inventado la primera conspiración (A Nicasio) ¿Y quién la inventó?

 

ROGELIO

El obispo Palacios... yo conozco la historia.

Fue en Paso Pucú, cuando los acorazados brasileños forzaron el paso de Humaitá. Por delación del Obispo cayó preso Saturnino Bedoya, tesorero de la Nación y cuñado del Mariscal por su matrimonio con Rafaela LÓPEZ.

ROGELIO

¿Y por qué se le apresó?

RAMÓN

Porque en su lenguaje enigmático, oscuro e incomprensible, manifestó al Obispo su temor de que con motivo del pasaje de los buques enemigos por Humaitá, pudiese suceder en Asunción algún hecho muy grave.

ROGELIO

¡Chist! (Todos callan y atienden)

FELIPA

¿Qué hay?

ISABEL

¡Chist! (Se miran los unos a los otros) ¿No son voces lejanas?

ROGELIO

Yo nada escucho.

ISABEL

Sí, son ellos ¡son ellos!

ROGELIO

Es el viento que mueve las plantas.

ISABEL

¡Son los enemigos! ¡Nos degollarán a todos!

DUARTE

Cálmese... no es nada... nadie viene.

ISABEL

Tengo mucho miedo.

DUARTE

La guerra ya ha terminado. Pronto regresaremos a nuestros hogares y todo volverá a ser como antes. Reconstruiremos nuestros ranchos y nuestras capueras. Venderemos nuestros productos al precio que nos fijen. Se escribirá la historia de esta guerra y apareceremos con el nombre de pueblo.

LUISA

Yo ni idea tengo por donde se llega a casa.

Salí de las Cordilleras, detrás de mis dos hijos. Los dos quedaron en Rubio Ñu para siempre... ¡Para siempre!

NICASIO

Si llegamos a Concepción tal vez no sea muy difícil conseguir una embarcación que nos lleve a la capital.

ROGELIO

No sabemos si en Asunción seremos bien recibidos. Desde hace más de un año existe allí un gobierno enemigo de LÓPEZ y aliado de nuestros enemigos.

ANTONIO

Esperemos que no sean muy rigurosos con nosotros.

DUARTE

Nada extrañaríamos. Hemos vivido siempre del rigor de los que mandan. Estábamos hablando de Saturnino Bedoya, cuya preocupación por los acorazados brasileños fue interpretada por el obispo Palacios como una señal evidente de una conspiración.

NICASIO

Sí, LÓPEZ ordenó inmediatamente el arresto de su cuñado y dispuso que el Obispo y el general Barrios, el otro cuñado del Mariscal, le tomasen declaración.

(Cenital en la celda donde se encuentra Bedoya, enseguida aparecen el Obispo y el Gral. Barrios).

PALACIOS

En cumplimiento de una orden de Su Excelencia, venimos a tomarle declaración.

BEDOYA

¿Con respecto a qué?

BARRIOS

Saturnino, el Mariscal ha tenido siempre una especial deferencia hacia los esposos de sus hermanas. Nunca nada nos ha pedido a cambio. Esta vez le necesita y tiene usted el privilegio de demostrarle su gratitud.

BEDOYA

¿Qué puedo hacer?

BARRIOS

Cuéntenos todo lo que sabe.

PALACIOS

¿Se está conspirando en Asunción? ¿Quiénes son los cabecillas?

BEDOYA

Nada sé.

PALACIOS

¿Quiere que le diga? El complot está encabezado por el mismo hermano del Mariscal. Benigno LÓPEZ.

BEDOYA

¿Entonces yo qué puedo decir?

PALACIOS

¿Quiénes son los demás?... ¿Venancio, el otro hermano del Mariscal? ¿Acaso el mismo vicepresidente Sánchez? Vamos, ayúdenos.

BEDOYA

No tengo noticias de ninguna conjura ¿Qué le hace sospechar al Mariscal que yo pudiera tener conocimiento?

OBISPO

¡Lo de esta mañana, señor Bedoya!

BARRIOS

Saturnino, por el bien de la familia, por el honor de la República...

BEDOYA

¿Y qué pasó esta mañana?

OBISPO

Con motivo del pasaje de los buques enemigos por Humaitá, me comentaba usted que podría suceder alguna cosa grave en Asunción.

BEDOYA

Es un comentario muy lógico.

OBISPO

Pero estaba usted pálido y asustado.

BEDOYA

Las circunstancias no son para menos.

OBISPO

¿Qué circunstancias? ¿Las de ponerse de manifiesto el complot?

 

BEDOYA

Humaitá era la única defensa contra la invasión enemiga. Con su caída los invasores se apoderaron de nuestro río y nadie los detendría hasta Asunción ¿No es motivo suficiente para preocupar a cualquier ciudadano?

OBISPO

¿No cree usted en la capacidad estratégica del Mariscal?

BEDOYA

La caída de Humaitá podría modificar la geografía del país. Carecemos de las armas suficientes para una defensa adecuada.

OBISPO

¿De dónde ha obtenido esos datos? ¿De los espías al servicio de la traición? Si quiere usted alguna consideración del Mariscal, no nos permita salir de aquí con las manos vacías.

BARRIOS

Saturnino, apelo nuevamente a nuestro parentesco para que confiese...

BEDOYA

Si algo tengo que confesar es mi indignación por esta sospecha. ¿Qué? ¿No he venido aquí presidiendo una comisión nombrada por el pueblo de Asunción para traer obsequios al Mariscal como testimonio de gratitud y admiración por la defensa de la patria?

OBISPO

Es cierto, pero el Mariscal le retuvo aquí, con otros de la comisión, por falta de confianza.

BEDOYA

Se le habrá dado falsos informes.

OBISPO

El Mariscal decidirá si fueron falsos o no. Le comunicaremos el resultado de esta entrevista.

(Se apaga la Genital)

NICASIO

Al poco tiempo, ya en San Fernando y a consecuencia de los maltratos recibidos, murió el señor Bedoya quien vivía engrillado en una choza de cuero.

ROGELIO

Antes de su muerte cayó preso Benigno López, acusado de estar al frente de la conspiración.

ANTONIO

Y esa caída ocasionó la de muchas personas pertenecientes a la burguesía y a la alta administración.

RAMÓN

Cuando Humaitá fue sitiada, los conspiradores contaron con que LÓPEZ y su ejército estaban perdidos. Entonces se pensó en un nuevo gobierno.

ROGELIO

¿Acaso no es licito pensar en otro gobernante cuando el actual está sitiado por el enemigo en caso de guerra, o por la enfermedad o la vejez en tiempos de paz? Tal preocupación es más bien un gesto patriótico que un acto delictivo.

RAMÓN

Los asuncenos no contaron con que LÓPEZ y su ejército saldrían de la sitiada Humaitá para acampar luego en San Fernando.

FELIPA

¡San Fernando! ... Dormía con los ojos abiertos de miedo.

LUISA

Era cruzarse de brazos y esperar que nos arresten.

FELIPA

Que nos torturen.

ISABEL

Que confesemos delitos no cometidos. Allí sentí todo el horror de la guerra.

ANTONIO

De la desatada por los traidores.

DUARTE

Por los patriotas que deseaban la paz.

LUISA

Traidores... Patriotas... ¿Quién entendía más? De todo el país llegaban solamente presos, se azuzaban los unos a los otros, aparecían listas interminables de condenados a muerte, de nuevos detenidos, de más sospechosos. Hasta el hermano del Mariscal, Benigno, y sus dos cuñados, Bedoya y el Gral. Barrios, ya estaban envueltos en esa cosa horrenda.

ROGELIO

De la que no se salvó ni el mismo obispo Palacios, apresado y sometido a juicio. Uno de los fiscales de la causa fue nada menos que el mismo padre Maíz, su antigua víctima.

 

(Cenital. Por un lado el obispo Palacios, por el otro lado las tres mujeres que concluyen, arrodilladas, una oración, se santiguan y se levantan).

MUJER 1

¿Acaso lo fusilarán?

MUJER 2

¡Quién sabe!

MUJER 3

¡Es el Obispo!

MUJER 2

El mismo hermano del Mariscal será fusilado.

MUJER 1

El Obispo es la Iglesia.

MUJER 2

Ahora apenas un hombre acusado de conspiración.

(El obispo Palacios se arrodilla y comienza una plegaria).

MUJER 1

El Obispo nunca traicionaría al Mariscal.

MUJER 3

¿Qué está sucediendo? Nos ha entrado el miedo por todas partes.

MUJER 2

Nos venía sólo de afuera.

MUJER 3

Ahora de adentro, de entre nosotros.

MUJER 2

Hasta ayer el terror y la muerte venían de la trinchera de enfrente.

MUJER 1

Conocíamos la cara del enemigo.

MUJER 2

Y su uniforme

 

MUJER 3

Y sus armas.

MUJER 1

Podíamos pelear.

MUJER 3

O correr para salvarnos.

MUJER 2

Ahora ya no. (Aterrorizadas) Tú puedes acusarme ¡Y también tú!

MUJER 1

¡Culpable de conspiración!

MUJER 2

¡Inocente!

MUJERES 1 y 3

¡Culpable!

MUJER 2

¡Inocente! (Llora temerosa)

MUJER 3

Ya nadie sabe nada ¡Sigue cayendo más gente! ¿Cuál es la ley?

MUJER 1

Una muy simple: Te acuso antes de que me acuses.

MUJER 2

¡No! (Aparece el padre Maíz, quien espera brevemente detrás de Palacios; éste lo siente, se santigua. Espera)

MAÍZ

(Luego de una pausa) Señor Obispo... no son muy buenas las noticias para usted.

OBISPO

Ya me imaginaba, padre, puesto que usted es uno de los fiscales de mi causa...

MAÍZ

¿Insinúa que se ha cometido una injusticia?

OBISPO

Ni siquiera sé lo que se ha cometido.

MAÍZ

Se lo encontró culpable de conspiración, y me duele comunicarle que será usted fusilado.

OBISPO

¿Qué pruebas tiene contra mí?

MAÍZ

La declaración de los demás inculpados.

MUJER 1

¿Quién declaró contra el Obispo?

MUJER 2

Benigno LÓPEZ.

MUJER 3

Y el Gral. Barrios.

MUJER 1

¿No será una venganza de Benigno?

MUJER 2

En Paso Pucú, el Obispo hizo apresar a Saturnino Bedoya. Con la caída de éste, cayó también Benigno.

 

MUJER 3

Y luego el Gral. Barrios.

MUJER 1

Fueron torturados y hablaron. Entonces dijeron el nombre del Obispo.

MUJER 2

El padre Maíz igual lo hubiese puesto en la lista de comprometidos.

MUJER 1

¡Llegó al fin su oportunidad!

MUJER 2

¡Esperó cinco años!

OBISPO

¿Cuánto tiempo esperó ver esto, padre Maíz?

MAÍZ

No sé a qué se refiere señor Obispo.

OBISPO

Para verme torturado, primero, y fusilado después. Debo reconocer que me ganó usted de mano. Creo que subestimé su capacidad de maniobrar y descuidé algunos detalles.

MAÍZ

¿Como cuáles?

OBISPO

Como acusarle de conspirador. Reconozco carecer de una imaginación semejante a la suya. Recuerdo cuando usted llegó a Paso Pucú...

MUJER 3

Después de cuatro años de estar preso en Asunción, el Mariscal dispuso que el padre Maíz estuviese en Paso Pucú.

MUJER 1

Pero fue para hacerlo matar.

MUJER 2

Cuando la batalla de Curupayty lo tuvo al alcance de las balas enemigas.

MUJER 3

¡Y no le alcanzó ninguna!

MUJER 1

Como esa batalla resultó ser la gran victoria, el Mariscal inmediatamente ordenó la libertad del padre Maíz.

MAÍZ

¡Paso Pucú! Allí me salvé por milagro. Todavía escucho la voz del oficial que dijo a mi centinela. Si Curupayty no resiste al enemigo, dele bala a éste y recójase al Cuartel General". Pero como la victoria de nuestras armas me devolvió la vida, olvidé todas las calumnias de un obispo...

OBISPO

Sí, desde ese día usted olvidó todo; su actitud en apariencia independiente, su concepto respecto a LÓPEZ, su hasta entonces disimulada delicadeza. Lo olvidó absolutamente todo, y no hacía otra cosa que inventar frases para halagar la vanidad del Mariscal. Fue así como usted iba ganando su confianza hasta llegar a este sitio. Por supuesto que LÓPEZ ya no es un dictador, ni son dobles los repiques...

MAÍZ

Humanum est errare. El Mariscal perdonó mis faltas y aceptó generoso mi arrepentimiento. Pero usted no. Continuaba con su persecución tenaz y despiadada. ¿No hacía usted vigilar hasta mi sueño? ¿No llegó una vez...?

 

OBISPO

Usted exagera buscando justificarse. Quiere usted engañar hasta su misma conciencia. Reconozca lealmente que envidiaba mi amistad con el Mariscal, mi influencia en el gobierno. Usted quería ser yo. Fue tenaz opositor y luego fervoroso admirador de LÓPEZ... Son tácticas para escalar, padre, Ha conseguido usted desplazarme... ¿Cuál será su próximo paso? ¿Acaso se detendrá en la adulación servil? Usted me acusa de conspirador, y el conspirador es usted. Yo no tengo su inteligencia, y si en mis sermones alababa al Mariscal, y si nada yo hacía sin pronunciar su nombre, era porque así lo sentía. Fui su condiscípulo, luego un modesto cura de aldea. Él me hizo obispo y sólo con mi lealtad y admiración podía agradecerle. No buscaba más. Pero usted es inteligente, va apartando a los demás para después quedarse solo. Antes usted conspiraba desde fuera. Ahora desde adentro.

MAÍZ

¿De qué conspiración me acusa?

OBISPO

Usted sabe que conspirar es también dañar la imagen del gobierno, es hacer en su nombre actos arbitrarios. Conspirar es cometer injusticia, pisotear la ley, robarle al Estado. Conspirar es abusar de la confianza del Presidente para anteponer cuestiones personales. Padre Maíz, es usted un conspirador. Es usted el que debe ser fusilado. Por culpa suya, padre Maíz, los enemigos del Mariscal hablarán de él, le harán culpable de actos...

MAÍZ

No se preocupe, señor Obispo, usted ya no vivirá para escuchar esas calumnias.

OBISPO

¡Lo peor es que no serán calumnias!

MUJER 2

Tengo miedo.

MUJER 3

¡Siento pena!

MUJER 1

¡Es increíble!

MUJER 3

¿Dos sacerdotes se pelean?

MUJER 2

¡Se desgarran!

MUJER 3

¡Por tener influencias en el gobierno!

MUJER 1

¿Y la Iglesia? ¿Y los cristianos necesitados?

MUJER 2

¡Desviaron el camino!

MUJER 3

¡Caminan de espaldas!

MAÍZ

¡Es usted admirable! ¡No ha perdido su sentido del humor!

PALACIOS

Sigo siendo su obispo, por tanto ¡lo excomulgo!

MAÍZ

Usted no puede...

 

PALACIOS

¡Lo excomulgo y lo maldigo!

MAÍZ

No siga manchando su alma siquiera sea para no quedarse por más tiempo en el infierno.

PALACIOS

¡Lo maldigo, padre Maíz! ¡Pasará usted por esta misma prueba!

MAÍZ

(Bendiciéndolo) Que Dios lo perdone. (Se apagan las cenitales)

NICASIO

Al poco tiempo, el Obispo fue fusilado en Lomas Valentinas junto con el Gral. Barrios y Benigno LÓPEZ.

DUARTE

Maíz quedó vengado.

ANTONIO

Yo diría que la patria.

DUARTE

Sería decir demasiado.

ROGELIO

(Se dispone a salir) Creo que ya hemos descansado lo suficiente... Tenemos aún muchas leguas por delante... Vamos...

MUJERES

¡No!

ISABEL

Todavía no descansé.

FELIPA

Yo no tengo apuros en llegar.

LUISA

¿Y adónde llegaríamos?

ROGELIO

A cualquier parte... no vamos a quedarnos en esta selva.

ISABEL

Nadie quiere quedarse.

ROGELIO

Entonces vamos.

LUISA

Todavía no.

ROGELIO

¿Quieren ustedes que el enemigo nos alcance y nos mate a todos?

LUISA

¿Para qué?

ROGELIO

¿Y para qué se mata en la guerra?

LUISA

Ya no estamos en guerra.

ROGELIO

¿Y quién sabe eso? ¿Quién habrá de respetar nuestra vida?... Vamos ¡Estarán por alcanzarnos!

 

 

NICASIO

Irse o quedarse da igual... El país está lleno de nuestros enemigos... los más tenaces son nuestros mismos compatriotas, esos que están en el gobierno a las órdenes de Pedro Segundo.

FELIPA

¿Usted cree que seremos perseguidos por ellos?

NICASIO

Peor todavía. Nos iremos a mendigarles pan y paz, y nos mirarán como a criminales, y nos harán comer tierra.

LUISA

¿Pero quiénes?

ISABEL

¡Quiénes!

ANTONIO

Esos mismos que enarbolaron la bandera de la patria y se levantaron contra ella. Ahora los conspiradores están en el poder.

DUARTE

Cierto, porque los otros, los inventados, ya están bajo tierra.

ANTONIO

Nada se inventó.

DUARTE

¿A cuántos inocentes hizo usted fusilar por ganarse los favores de Aveiro?

ANTONIO

A ningún inocente. Todos eran conspiradores, todos deseaban la conclusión de la guerra.

DUARTE

¿Y desear la paz es un delito?

ANTONIO

En la forma en que ellos querían, sí. ¿Y para qué desear una paz que deshonra, una paz con miedo, con injusticia, con la prepotencia de quienes mandan? El Mariscal nunca nos habría dado una paz así. Por eso el rigor de su castigo, aún con la propia madre. Recuerdo que una tarde reunió al coronel Aveiro, al padre Maíz y a los generales Resquín y Delgado (Se prende la cenital. Están reunidos frente al mariscal LÓPEZ, Aveiro, Maíz, los generales Resquín y Delgado)

LÓPEZ

Señores, nuevamente miembros de mi familia están acusados de colaborar con el enemigo y atentar contra la vida del Presidente de la República. No preciso significarles la gravedad de los hechos. Atravesamos una situación difícil, y sabemos qué final nos espera. Esta guerra no nos fue propicia en las armas, pero ha descubierto la codicia de nuestros vecinos... esa vieja codicia de anexarnos a sus territorios e intervenir en nuestras vidas. Mediante esta guerra, América conoce ahora los afanes imperialistas de quienes nos trajeron el exterminio de quienes están detrás de ellos, como poderosos protectores. Y si estas cuestiones son condenables, ¿no lo son mucho más para nuestros compatriotas que se prestan a esos propósitos? Y si ellos son mis propios hermanos y mi propia madre, entonces el hecho es tan desmedido que sobrepasa mí capacidad de decisión individual. Nunca he dudado un instante para castigar al traidor, así sea mi propio hermano, como el fusilamiento de Benigno. Pero esta vez... es mi madre... mis dos hermanas... Los he reunido, señores, para escuchar vuestra opinión franca; si sería conveniente cesar la causa en el estado en que se encuentra o llevarla hasta el final. ¿Qué piensa usted, padre Maíz?

MAÍZ

Mi opinión, señor Mariscal, es cerrar la causa respecto de su señora madre, y aún de sus hijas. Una madre...

LÓPEZ

¿Qué dice usted, Gral. Delgado?

DELGADO

Opino coMo el padre Maíz.

LÓPEZ

¿Y usted, Gral. Resquín?

RESQUIN

Lo mismo mi Mariscal.

LÓPEZ

¿Su opinión Aveiro?

AVEIRO

Respetando el parecer del padre Maíz y de los señores generales, no estoy de acuerdo con cerrar la causa. En sus afanes conspirativos, su señora madre inició a muchos ciudadanos que en otras circunstancias habrían prestado mejor servicio a la patria. Se ha tenido ya especiales consideraciones con las ahora nuevamente acusadas en la esperanza de que habrían de deponer tan deshonrosa actitud. Es mi opinión, entonces, continuar con la causa.

LÓPEZ

Los reuní para escuchar una opinión franca y no lisonjas. El Cnel. Aveiro fue el único que habló con sinceridad, tan necesario en estas circunstancias. Señores, muchas gracias. (Se retiran todos) Quédese, Aveiro.

AVEIRO

(Quedándose) Sí, señor.

LÓPEZ

(Luego de una pausa) ¿Ninguna duda queda de la responsabilidad de mi madre y mis hermanas?

AVEIRO

Ninguna, señor.

LÓPEZ

¿Todas las pruebas...?

AVEIRO

Absolutamente todas, como usted habrá comprobado en los legajos.

LÓPEZ

Las castigué con el confinamiento creyendo que las apartaría de otras ocasiones conspirativas y ya ve usted...

AVEIRO

El ministro norteamericano, el señor Washburn, no para de trabajar en la conspiración. Fue el mejor agente...

LÓPEZ

Sí, de mi madre y mis hermanos. Levantó a la familia en contra mía, a más de intervenir sin disimulas en nuestras cuestiones de Estado. ¿Qué gana su país con estas intervenciones?

AVEIRO

Hacernos sentir que es grande. Si no, ¿cómo lo notaríamos?

LÓPEZ

¡Y por qué Washburn está contra mí?

 

AVEIRO

Quizás tenga algún candidato mejor para la presidencia.

LÓPEZ

Ya lo tienen. ¿No está por cumplir un año el gobierno títere de Asunción? Se hace llamar patriota, y recibe sueldo del extranjero; descansa sobre armas extranjeras, firma decretos dictados por voluntades extranjeras. ¿Se puede llegar a tanto? Si nuestro sacrificio no tienen en cuenta, ni más de cuatro años de esta lucha por la dignidad patria nada les dice, nuestros enemigos tendrán la puerta del país siempre abierta para entrar e instalarse en él. Ya no lo harán con fusiles. Será con las ideas y el dinero, como lo están haciendo ya. Lo más lamentable es que encuentra paraguayos a quienes convencer y comprar. Hasta mi propia familia... ¿Qué es de Pancha Garmendia?

AVEIRO

Sigue sin declarar.

LÓPEZ

¿Pese a mi promesa de interceder por ella?

AVEIRO

Sí, señor.

LÓPEZ

Vaya y dígale que le doy una última oportunidad. Si esta vez no confiesa ya nada podré hacer por ella. ¿Es que todas las personas por quienes tengo afecto así tienen que pagarme?... Dígale a mi madre que pase.

AVEIRO

Sí, señor. (Sale. Enseguida aparece la madre del Mariscal)

LÓPEZ

Adelante, señora.

MADRE

¿Qué has hecho con tus hermanos, Pancho? ¿Te has vuelto loco? ¿Todavía no te basta el asesinato de Benigno? ¿Es que piensas matarnos a todos? ¿Qué más piensas hacer con los tres hijos que me sobran? ¡Ya han sido torturados y están detenidos! Y hasta dicen que... ¡No! ¡No! No puede ser.

LÓPEZ

¿Qué dicen, señora?

MADRE

Que serán fusilados.

LÓPEZ

¿Y por qué serán fusilados?

MADRE

Porque cayeron víctimas de tu conducta despiadada.

LÓPEZ

¿Y qué más?

MADRE

Pido que se me fusile con mis hijos.

LÓPEZ

Se le hará caso si en el proceso que se le sigue resulta usted culpable con mis hermanos.

MADRE

¿Culpable de qué?

LÓPEZ

De algo mucho más horrendo que ordenar, forzado por los hechos, el fusilamiento del propio hermano. ¿Y qué es lo más horrendo que se pueda cometer? Traicionar, señora, traicionar a la patria, a una patria que aún vive mediante el valor, el sacrificio prodigioso de sus buenos hijos... ¡traicionar! ¿Es posible una conducta así con un país cuya geografía procuran borrar? ¿Se puede traicionar al Paraguay, señora? ¿Se puede tener coraje de venderlo?

MADRE

¿Se puede tener coraje de asesinar a un hermano, y estar a punto de hacer igual cosa con los demás que sobran? ¿Se puede tener el coraje de amenazar de fusilamiento a la propia madre?... Deja en libertad a tus hermanos... Abandonaremos el país.

LÓPEZ

Adivino a qué país se irán. Mis hermanos y mi madre serán muy bien recibidos por sus amigos brasileños. ¿Cuánto dinero recibieron por esa amistad?

MADRE

No queremos dinero... sólo deseamos que esta guerra se acabe. Ninguna esperanza de victoria existe ya. ¿Con qué ejército cuentas? ¿De qué armas dispones? ¿Qué alimento existe ya? Todo el país es un vasto cementerio... ¿Qué esperas para detener esta guerra inútil? ¿Quiénes más deben morir?

LÓPEZ

Yo, señora.

MADRE

¿Y qué esperas?

LÓPEZ

Tendré una muerte distinta de la que ustedes me desean... No será una torta envenenada, deliciosamente preparada por mi madre, la que habrá de matarme.

MADRE

¿Qué cuento es ese?

LÓPEZ

El mismo que mi familia viene repitiendo conmigo desde hace tiempo: la intención de eliminarme. Pienso que la naturaleza cometió un error. No debieron haber nacido aquí, sino en la tierra de Mitre o en la de Pedro Segundo.

MADRE

Y tú no debieras haber nacido en ninguna parte. ¿Se ha visto un jefe de Estado condenar a muerte a sus hermanos?

LÓPEZ

Hay antecedentes, como también las hay de madres que intentaron envenenar a sus hijos ¡Nada nuevo bajo el sol! De esta guerra mi familia no lamenta la injusticia ni la crueldad con que es mantenida por nuestros enemigos.

Lamenta, sí, aquellas pequeñeces perdidas, la comodidad hogareña, la vanidad en los salones, el poder y el prestigio del apellido laboriosamente conseguidos por mi padre y a quien yo, a despecho de mi madre y mis hermanos, procuro no deshonrar,

MADRE

Lo estás haciendo al llenar de violencia y muerte a esta tierra que tu padre coronó de paz y de trabajo.

LÓPEZ

¡Y hubo tanta paz y tanto trabajo que despertamos la envidia y el temor de nuestros vecinos! Y aquí está la consecuencia de aquellos sentimientos: una guerra en procura de someternos, envilecernos, saquearnos, acabar con nosotros como nación próspera y libre. Intentan reducirnos al punto de aceptar cualquiera de sus propuestas. Quieren ser dueños de nuestros ríos, de nuestras tierras, de todo cuanto tenemos. Es la rapiña más feroz y despiadada que conoce América; y ustedes, mi propia familia, intentan entregarme a esos aventureros. ¿Y a cambio de qué? Por nada... por menos de un plato de lentejas. Quiero salvar el honor de mi patria avasallada, y mi madre me prepara una torta envenenada. ¿Qué hijo ha recibido de su madre tal regalo?

MADRE

¡Estamos cansados de esta guerra!

LÓPEZ

También la faz cansa; es más, envilece cuando la sostiene el miedo, el sometimiento, la deshonra. Desilusiónese, señora. Esta guerra concluirá cuando no quede un solo combatiente con vida, incluso yo. Mientras tanto seguiré castigando a los traidores quienquiera que fuesen. (Llamando) ¡Aveiro! (A su madre) Hemos concluido, señora. Puede retirarse.

MADRE

¿Me harás torturar? ¿Me harás fusilar? Serías capaz. (Aparece Aveiro)

AVEIRO

Señor.

LÓPEZ

Señora, le ruego que se retire.

MADRE

¿Eres tú mi hijo Pancho?

LÓPEZ

No, señora, soy el jefe supremo de la Nación. (La madre llorando, sale). ¡Aveiro!

AVEIRO

Sí, señor.

LÓPEZ

Mi madre es culpable.

AVEIRO

Así resulta del proceso.

LÓPEZ

Nunca perdoné la traición.

AVEIRO

No hay antecedentes... Si ahora quiere hacer una excepción, la ley le permite.

LÓPEZ

No, pero vea usted cómo puede hacerse, interponiendo desde ya todo mi valer a favor de mi madre.

AVEIRO

Sí, señor. (Intenta salir)

LÓPEZ

Aveiro.

AVEIRO

(Se vuelve) Señor.

LÓPEZ

(Luego de una pausa) ¿No está la patria por encima de todo sufrimiento personal? Quiero decirle, intereses, consideraciones familiares... ¿No estamos luchando por el honor de la República?

AVEIRO

Sí, señor. Y la República exige muchos sacrificios, como Su Excelencia lo ha demostrado siempre.

LÓPEZ

¿Qué es un país, Aveiro? ¿Qué es una madre? ¿Son iguales, distintos, excluyentes? ¿A quién se debe amar más? ¿A una patria que nos necesita o a una familia que nos traiciona? ¿Y por qué nos traiciona esa familia? Porque la trinchera no es un salón de baile; aquí el lujo para nada sirve. Cuando no se tiene conciencia, una velada social importa más que la patria. Y mi familia no tiene conciencia. Tengo que decírsela con el lenguaje que me impone la circunstancia. Un soldado pobre, oscuro, analfabeto, es acusado de traición. Es posible que ni sepa por qué lo hizo, pero el Tribunal lo encuentra culpable y lo sentencia a muerte. Es fusilado. Y ¿por qué no ha de serlo quien, a sabiendas, gasta días o meses, inteligencia y fortuna, para mejor traicionar a la patria? ¿Por qué leyes no ha de ser castigado tal traidor, aunque su apellido fuese López? ¿No es mayor mi responsabilidad cuanto más cercano a mi persona sea el culpable de tan grave delito? Y mis hermanos son culpables, y mi madre es culpable...

AVEIRO

Por desgracia, señor.

LÓPEZ

Dejo en sus manos, Aveiro. No se olvide que es mi madre, pero tampoco se olvide de nuestra difícil situación, las deserciones, las traiciones de muchos a quienes confié... Adelante, Aveiro... la patria no perdona debilidades.

AVEIRO

Con permiso, señor. (Sale. Se apaga la cenital).

ANTONIO

En consideración al Mariscal, se les perdonó la vida a la madre y a sus dos hermanas.

DUARTE

Sí, pero el mismo Aveiro se encargó de darle unos cintarazos a la infeliz anciana.

ANTONIO

El castigo a su delito era el fusilamiento.

DUARTE

No lo hubiese permitido López. Sabía muy bien que la posteridad no lo perdonaría.

ANTONIO

Tampoco le perdonaría sus debilidades. Desde entonces, su madre y sus dos hermanas estuvieron prisioneras en una carreta. Su hermano Venancio murió de penurias entre los presos, es decir, los demás conspiradores.

ROGELIO

¡Recuerdo esa caravana de infelices! En los últimos tiempos tuve la impresión de que el número de castigados era superior al de los combatientes.

DUARTE

Y lo era realmente. A las deserciones se sumaban esos apresamientos indiscriminados. Era la delación por temor a ser delatados. Así cayeron muchos inocentes. Yo me salvé por milagros del fusilamiento, pero no de la tortura. Quince días estuve en el cepo. Fue una agonía atroz.

FELIPA

Yo no soporté ni mediodía. ¿Cómo iba a soportarlo? O mejor, ¿por qué tenía que soportarlo? Yo era inocente, mi marido también, quien desde hacía una semana estaba preso. Fue cuando, movida por la desesperación, cometí el error de hablarle a Aveiro.

 

(Se prenden dos cenitales. En una, los cinco personajes como estando en el cepo. En la otra, Felipa y Aveiro)

AVEIRO

¿Por qué tardó tanto en hablar?

FELIPA

No sé, señor.

AVEIRO

¿Me repetirá usted delante de su marido?

FELIPA

Sí, señor.

AVEIRO

(Hace señas llamando. Enseguida aparece el marido con señales de haber sido golpeado. Marido y mujer se miran un instante).

AVEIRO

Entre. (El marido da unos pasos) Aquí su esposa ya me ha confirmado la sospecha que pesa sobre usted.

MARIDO

Soy inocente, señor.

AVEIRO

¿Por qué mantiene esa actitud? A nadie queremos torturar.

MARIDO

Ya bastante fui torturado. No voy a echarme sobre mí una culpa que no cometí.

AVEIRO

Lamento. Continuará usted siendo interrogado. (Ademán de salir) Mandaré nuevamente por usted.

FELIPA

¡No!... Él va a confesar. Seguro que hablará.

MARIDO

¿Qué tengo que decir, Felipa?

FELIPA

Todo, así te dejarán en libertad. Me prometieron.

MARIDO

¿Pero qué tengo que decir?

AVEIRO

Lo ayudaré. Cuéntenos quiénes más están en la conspiración.

MARIDO

No sé, señor.

AVEIRO

¿Sabe usted que se ha descubierto otro complot?

MARIDO

Sí.

AVEIRO

¿Cómo lo supo?

MARIDO

No se habla de otra cosa.

AVEIRO

¿Acaso con simpatía?

MARIDO

No, señor. Estamos todos aterrorizados.

AVEIRO

¿Y por qué?

MARIDO

Porque somos inocentes.

AVEIRO

¡Porque son culpables! Los traidores no hacen otra cosa que procurar la caída del gobierno. ¿Y por qué? Porque tenemos un gobierno que defiende el honor de la patria, que la ama, que por ella se desvive. Y no serán carroñas como usted quieres manchen los ideales de la patria y libertad del señor presidente. (Pausa) Está bien. (Ademán de salir) Quizás esta noche cambie usted de ideal. O si tiene el propósito de seguir en silencio, aproveche y despídase de su esposa.

FELIPA

¡No! Él va a hablar... Cuéntale, Fidencio, quiénes son...

MARIDO

Es que yo no sé, Felipa.

FELIPA

Sí, lo sabes... ¿Te olvidas que son los sargentos Raimundo Paniagua y Rogelio González?

MARIDO

¡Felipa!

FELIPA

¿Ya te acuerdas?

MARIDO

¡Ellos son nuestros amigos!

FELIPA

Dejaron de serlo desde el momento en que te hablaron.

MARIDO

De nada me hablaron.

FELIPA

Pero si tú dijiste...

MARIDO

¿Por qué mientes, Felipa?

AVEIRO

Sí tanto mezquina usted a sus amigos, le diré que es un sacrificio inútil. Esta madrugada confesaron.

MARIDO

¿Qué confesaron?

AVEIRO

Por supuesto, su participación en el complot.

MARIDO

Es que mi esposa miente, coronel.

AVEIRO

Basta ya. Prepárese para otro interrogatorio. (Sale)

FELIPA

¡Espere, señor! Mi marido hablará. (Es atacada por un débil llanto. Luego, en un arranque, abraza fuertemente a su marido)

MARIDO

(Después de una larga pausa) ¿Por qué, Felipa?

FELIPA

Quise salvarte.

MARIDO

(Le acaricia la cabellera) Y en vez de que a mí sólo me maten, hiciste que dos buenos amigos...

FELIPA

No pensé en la consecuencia. Sólo quise ayudarte.

MARIDO

Ya vez que para nada sirvió. Igual me seguirán torturando, ahora dos inocentes estarán a la espera de ser fusilados.

 

FELIPA

Dijo Aveiro que confesaron.

MARIDO

Por miedo. Es imposible soportar. Es imposible no decir el primer nombre que a uno se le ocurra, aunque fuese el de la propia madre. Así me habrán mezclado a mí y así comprometiste a otros.

FELIPA

Quise obtener tu libertad. El coronel me prometió.

MARIDO

Allí vienen a buscarte... Seguramente ya no vamos a vernos... Procura y no vuelvas a mentir... Si nada sabes, soporta hasta el final. (Se apagan las cenitales)

FELIPA

Al siguiente día fue fusilado junto con los dos a quienes inconscientemente comprometí.

ROGELIO

Insisto en irnos ya... si nos quedarnos...

FELIPA

¿Irnos o quedarnos no da igual?

ISABEL

¿A dónde tiene tanta urgencia de llegar? ¿Le está esperando su esposa? ¿Le están esperando sus hijos?

ROGELIO

Nada de eso tengo ya, pero no nos hagamos alcanzar por el enemigo.

FELIPA

¿Y qué cosa peor puede hacernos? ¿Matarnos? Descansaríamos.

ROGELIO

Con todo, quiero llegar a mi casa; quizás aún exista y pueda servirme todavía.

LUISA

Yo salí de Asunción con toda mi familia.

Por muy poco tiempo estuvimos en Luque. Nos unimos, en Piribebuy, al ejército para acompañar a mis dos hermanos.

ISABEL

Yo también salí de Asunción, el día que llegó la escuadra enemiga. Hubo mucho desorden, miedo, incertidumbre. Corrían muchas versiones.

DUARTE

Sí, se dijo que la guerra terminaría en unos días porque LÓPEZ y su ejército quedaron sitiados en Humaitá.

FELIPA

Y duró dos años más.

ANTONIO

Fue cuando los conspiradores creyeron que había llegado el momento de dar el golpe.

LUISA

¡Recuerdo aquél éxodo! Creíamos que pronto regresaríamos a Asunción.

ANTONIO

Fue también la vez que Benigno creyó que estaba a un paso de la presidencia de la República. Como tenia ascendencia sobre el vicepresidente Sánchez, comenzó sus maquinaciones. La presencia en Asunción de la escuadra brasileña, y la seguridad del ejército sitiado en Humaitá, le dio confianza tal que cometió varias imprudencias. Fue cuando los últimos habitantes abandonaron la capital. (Se prenden las dos cenitales. Debajo de una de ellas las tres mujeres. Representan el éxodo desordenado, indeseable. Hacen como si cargasen con sus cosas. Pueden salir del círculo de luz y volver a entrar como para representar a la multitud que huye contra su voluntad. Es así como puede verse a una estirando a otra, que no quiere abandonar su hogar. En la otra cenital, el vicepresidente Sánchez y Benigno López, con gestos de discusión).

SÁNCHEZ

(Luego que se haya apagado la otra cenital). Como Vicepresidente tengo la obligación de hacer cumplir esas instrucciones.

BENIGNO

Sí, señor, pero no tan ciegamente. Esta es la segunda reunión que tenemos sobre el mismo tema, y aún no depone usted su actitud.

SÁNCHEZ

Sin embargo, ya bastante dilación...

BENIGNO

¿Pero qué ganamos con usar nuestros pocos y viejos cañones contra la escuadra enemiga?

SÁNCHEZ

Es nuestra obligación.

BENIGNO

Se pasea libremente por nuestro río. Y después de nuestros cañonazos seguirá paseándose igual, con la diferencia de que Asunción dejará de existir.

SÁNCHEZ

Los últimos habitantes están saliendo de aquí.

BENIGNO

Poco significa, puesto que no salvarán los bienes tan sacrificadamente logrados.

SÁNCHEZ

Señor Benigno López, estamos tratando un problema que no debiera ser discutido. Nos hallamos en guerra; por tanto, expuestos a perder los bienes y la vida. Más que expuestos, estamos obligados.

BENIGNO

Soy el comandante general de Armas y a mí toca disponer.

SÁNCHEZ

Soy el vicepresidente responsable ante el Mariscal de que sus instrucciones se cumplan.

BENIGNO

¿Quiere usted ver nuestra capital desaparecer bajo las llamas?

SÁNCHEZ

Ahora la capital es Luque.

BENIGNO

Sea usted razonable. No disponemos ni de hombres ni de armas para enfrentarnos a la escuadra enemiga. Si ha logrado burlar nuestra única y gran defensa de Humaitá, ¿qué haremos con ella? A cada una de nuestras balas, los enemigos responderán con cientas. (Siguen discutiendo, se prende la otra Genital viéndose a López y a Aveiro)

LÓPEZ

(Paseándose inquieto) Aveiro...

AVEIRO

Sí, señor Mariscal...

LÓPEZ

¿Tiene usted idea de lo que estará sucediendo en Asunción?

AVEIRO

No, señor, pero siento temor.

LÓPEZ

¿Qué temor?

AVEIRO

El mismo que el suyo.

SÁNCHEZ

¿Es esto una conspiración?

BENIGNO

¿Cómo se le ocurre? Sólo queremos que Asunción se salve.

SÁNCHEZ

¿Y nuestro honor?

BENIGNO

¿Y la vida de tantos inocentes?

LÓPEZ

¿Qué dice Bedoya?

AVEIRO

Dice que es inocente.

LÓPEZ

Hay que hacerlo confesar.

AVEIRO

Estamos en eso, pero no habla.

LÓPEZ

¿Por qué se puso pálido al comentarle al obispo Palacios que al forzar el paso de Humaitá podría en Asunción suceder una cosa grave? ¿Qué es la cosa grave?

SÁNCHEZ

¡Es una conspiración!

BENIGNO

¡Es un deseo patriótico! Le ruego no use esas expresiones comprometedoras.

SÁNCHEZ

¿No es usted el hermano del Mariscal?

LÓPEZ

Igual lo traeré aquí y me responderá de todo.

AVEIRO

¿Y quién se quedará como comandante general de Armas?

LÓPEZ

El mismo vicepresidente Sánchez. Temo que Benigno esté tramando algo. ¿Por qué la escuadra enemiga no fue atacada en la entrada de Asunción?

BENIGNO

Sería un acto inútil.

SÁNCHEZ

Pero heroico, o por lo menos honroso. Soy de parecer que se cumplan las instrucciones del Mariscal.

BENIGNO

Es necesario hablar claro. El Mariscal y todo su ejército están perdidos. Humaitá está sitiada y no hay escapatoria posible.

LÓPEZ

Desde esta noche comenzaremos el cruce del río. Nos iremos a San Fernando. Será mucho sacrificio, pero daremos una gran sorpresa a quienes nos consideran perdidos. El enemigo cree que nos ha cerrado el paso.

AVEIRO

Yo mismo creí, señor.

 

 

LÓPEZ

Esta situación modificará totalmente el curso de la guerra. Nos esperan grandes esfuerzos que requerirán todo el patriotismo de nuestra gente. A partir de hoy todo será distinto, Aveiro.

AVEIRO

Sí, señor.

LÓPEZ Telegrafié a mi hermano Benigno. Que se presente lo antes posible en San Fernando. Yo escribiré una carta al vicepresidente Sánchez. Quiero una explicación de su conducta. Que siga el interrogatorio a mi cuñado Saturnino Bedoya y que todo esté dispuesto para irnos a San Fernando. (Se apaga la cenital)

BENIGNO

Tenemos que estar preparados. La guerra se acabará en estos días.

SÁNCHEZ

Pero mientras no concluya, estamos obligados a defender la patria.

BENIGNO

Ya no vale la pena. Casi tres años de guerra es suficiente para haber demostrado nuestro heroísmo; ese mismo heroísmo que vamos a necesitar para reconstruir el país, a partir de unos días más. (Se apaga cenital)

LUISA

Y la guerra siguió por más de un año, ¡hasta hoy!

ISABEL

Sí, pero también desde hace un año, en Asunción está instalado un gobierno que responde a los enemigos de la patria.

ANTONIO

Si usted se refiere al gobierno de los López le diré que yo nunca me sentí oprimido.

DUARTE

Porque usted era uno de ellos. Porque usted nunca intentó ejercer sus derechos.

ISABEL

¡Vino a esta guerra porque le obligaron!

DUARTE

No. Pero no vine impulsado por mi adhesión a López. Consideré que tenía que defender a mi país de las rapiñas extranjeras.

ISABEL

Y ahora que la guerra está definitivamente perdida ¿qué futuro nos espera?

LUISA

Sí, ¿valdría la pena salir de aquí? ¿No estaríamos mejor en el centro de esta selva que en las poblaciones dominadas por nuestros enemigos compatriotas y extranjeros?

ROGELIO

Nuestro deber a partir de ahora es reconstruir el país.

ISABEL

Un nuevo país, una nueva sociedad, sin los males del pasado. Un modelo político acaba de quedar sepultado. Tenemos ahora la ocasión de desempolvar la casa, de abrir puertas y ventanas para que entre un aire nuevo y nos eleve a la altura de los tiempos. Sin justificar la intervención extranjera, estábamos viviendo al costado de nuestra propia historia, llena de entusiasmo por la libertad. Nos encontramos a pocos años de un nuevo siglo y sin embargo estamos más cerca del anterior en lo que hace al avance de nuestros derechos. (Aparece Nicasio)

 

 

 

NICASIO

(Entrando) Aparentemente el camino está despejado. Por lo menos hasta donde pude ver. No lejos de aquí se encuentra también un grupo de los nuestros. Nos invita unirnos a ellos y procurar acercarnos a Concepción.

LUISA

Es alentador saber que hay otros sobrevivientes. De la furia enemiga parecía que nadie saldría con vida.

ROGELIO

Tardaremos en saber cuántos murieron. Sólo por los sucesos de San Fernando han sido casi cuatrocientos. Después se han descubierto otras conspiraciones y nuevos traidores cayeron lanceados. Ya se ahorraban entonces las balas.

DUARTE

¿Traidores o patriotas?

ANTONIO

Se levantaron contra el país.

DUARTE

Contra López. Y ni siquiera se sabe cuántos de ellos fueron realmente culpables.

ANTONIO

Muchos de los acusados ya venían conspirando desde antes de la guerra.

DUARTE

Y siempre ha sido contra López, contra su política de reprimir cualquier opinión diferente a la suya, cualquier actitud que expresara el deseo de un mínimo de libertad.

ANTONIO

O de desorden, de anarquía. Siempre hubo malos paraguayos que no toleraban que viviéramos en paz y en progreso.

DUARTE

¿Es paz y progreso,..?

ISABEL

Basta, por favor ¿Vamos a desangrarnos ahora por un pasado irremediable?

DUARTE

Irremediable, sí, pero que nos deja valiosas lecciones.

ISABEL

Ya tendremos ocasión de discutirlas.

DUARTE

Ojalá que podamos hacerlo, entre todos, y en igualdad de condiciones.

ISABEL

Mientras tanto procuremos llegar con vida a ese momento. Ahora que hay otras personas esperándonos, me animo de nuevo a seguir la marcha. (Se prepara para abandonar el sitio)

LUISA

Yo no sé... tengo miedo de encontrarme con nada, con nadie... Desde que salí de mi hogar, hace cuatro años.

ISABEL

Ninguno de nosotros sabe qué le aguarda, pero ya no estamos solos... es posible que otros grupos se vayan sumando al nuestro.

LUISA

(Disponiéndose a salir) Sí, hay que enfrentarse al presente. Ahora debemos llegar al río. Tal vez nuestra decisión impulse a otros a hacer 1o mismo. (Se preparan todos a salir) DUARTE

Si llegamos al río, seguro que llegaremos a la capital.

ROGELIO

Veremos qué recibimiento nos da el nuevo gobierno. Será absurdamente trágico que nos salváramos de San Fernando, que pasáramos Lomas Valentinas hasta salir con vida de Cerro Corá, y caer en manos de compatriotas.

DUARTE

Tal vez así suceda, pero tal idea no debe paralizarnos. Consideremos que este primer paso hacia el río es el primero en la tarea de levantar el país, la primera pequeña claridad que le prenderemos después de tan espesa noche. (Inicia un canto al que luego se le unen todos mientras van saliendo)

 

 

ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE: Nació en Ñemby, en 1936. Periodista, escritor y autor teatral.

Desarrolla su obra como escritor desde el periodismo, la dramaturgia y la narración. Su obra explora elementos del folklore guaraní e integra a ella temas relacionados con la historia del Paraguay. Obtuvo el premio Vladimir Herzog al periodismo, conferido por entidades ecuménicas que trabajan en el campo de los derechos humanos.

Su labor teatral está sustentada por dos vertientes principales: la histórica y la folklórica. En la vertiente folklórica, los mitos, las leyendas, las supersticiones del Paraguay y el hombre paraguayo adquieren trascendencia estética y crítica.

Entre sus piezas teatrales sobresalen tres de inspiración folklórica: EL GRITO DEL LUISÓN y HAY TIEMPO PARA LLORAR, ambas de 1972 y PERÚ RIMÁ (1987) y también tres dentro de la corriente histórica, que giran en torno a la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza -Argentina, Brasil y Uruguay- PROCESADOS DEL `70 y ELISA, de 1986 y SAN FERNANDO, publicada en 1989. Es autor también de la pieza NUESTROS AÑOS GRISES, estrenada en 1985, de la novela breve FUNCIÓN PATRONAL y del libro MI VOTO POR EL PUEBLO, un compendio de varios de sus principales escritos periodísticos.

Luego de realizar una pasantía de un par de años en la función diplomática, actualmente se dedica al periodismo como calificado colaborador del d iario ABC Color, de Asunción.

 

 

 

 

 

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