Portal Guaraní - NO SEAMOS IDIOTAS - Por ALCIBIADES GONZÁLEZ DELVALLE

En la antigua Grecia eran conocidos como idiotas los ciudadanos que no participaban de los asuntos públicos. Hoy, como cada cinco años, la ciudadanía tiene la ocasión puntual de participar en el destino de nuestro país.

Pasamos de la expectativa a la frustración; de la esperanza a la desilusión. Si las promesas presidenciales se cumpliesen, hoy tendríamos otro país. Igualmente, las de las otras personas que acceden a los cargos electivos. Cuando salen a pedir votos se les llena la boca de palabras como trabajo y honestidad. Después no trabajan sino para ellos mismos en la más escandalosa deshonestidad. Los que suben recién pronto se dan cuenta de lo fácil que es engañar a los electores porque estos nunca reaccionarán. Es más, les premiarán con el folclórico rekutu.

No aprendemos la lección. De acuerdo con las encuestas, volveremos a tener en el Parlamento a los mismos políticos corruptos que tanto daño causan al país.

Creo que no es la pobreza la que obliga a las personas a vender su voto. El dinero que reciben apenas les alcanza para un plato de comida. Venden sus convicciones, si las tienen, porque se las educó en la miseria moral. Y si carecen de convicciones, es por la misma causa. Les resulta igual un partido que otro, un político que otro. Su líder es el que mejor les paga.

El voto no se vende solo por dinero. En ciertos círculos más que el dinero funciona la promesa de un cargo público o la permanencia en él. A este tipo de personas y otras de la misma índole nada les importa el futuro del país. Es una pérdida de tiempo hablarles de la corrupción que se está comiendo el hígado del país; que el respeto a la Constitución Nacional y las leyes hace el progreso moral y económico de la población; que en la Justicia descansa nuestra paz, sin la que no es posible alcanzar el bienestar colectivo.

Qué terrible insensibilidad la de políticos, fiscales, jueces, ministros de la Corte que se niegan a escuchar a una gran parte de la población que a diario grita, o calla, su hartazgo por las duras condiciones éticas y económicas que se les impone desde arriba.

Hoy la ciudadanía vuelve a tener la ocasión de abrir los ojos, mirar bien, reflexionar, pensar en el país con la mano sobre el corazón, y depositar su voto por el político que no robó, que ha sido eficiente o da confianza de eficiencia, que no haya estado en la venta de influencia desde su cargo, que no se dedicó a llenar la función pública de parentela, que tiene probada capacidad intelectual, que inspira confianza en que no solo respetará la Constitución sino que la hará respetar, que ni por amiguismo ni otras consideraciones dejará pasar las muchas irregularidades de las que nos enteramos a diario; votar, en fin, por el hombre o la mujer sin antecedentes criminales, por lo menos. De delincuentes estamos cansados. Nos cansamos nosotros y ellos no. Tanto es así que recorren su comunidad o el país, día y noche, en procura del voto que ha de encumbrarle o mantenerle donde está.

Por razones culturales que vienen de lejos, más la compra de votos, no podemos desgraciadamente desprendernos de senadores o diputados analfabetos funcionales, pero sí podríamos hacer que no sean mayoría; que tengamos una muralla insalvable en parlamentarios que sepan leer, escribir, pensar, reflexionar y además probadamente honestos.

Entiendo que la sola capacidad intelectual, sin ética, se iguala a las incapacidades de ofrecernos un país mejor del que tenemos.

Está en nuestras manos cambiar el rumbo del país, tener el que queremos, soñamos, necesitamos. Si perdemos esta ocasión –también lo perderemos con el voto en blanco– habremos de padecer la misma situación que desde hace años nos conduce hacia tiempos cada vez peores: Más corrupción, impunidad, codicia, cinismo.

Daremos un gran paso hacia adelante si al depositar nuestro voto pensamos, o recordamos, la trayectoria de los candidatos. Si no ejecutamos este simple acto, volveremos al país de siempre, al que decimos querer, pero lo dejamos abandonado en manos de ciudadanas y ciudadanos indignos de nuestro apoyo en las urnas.

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