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ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE

  TIEMPO DE RESURRECCIÓN - Por ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE - Domingo, 12 de Abril de 2020


TIEMPO DE RESURRECCIÓN - Por ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE - Domingo, 12 de Abril de 2020

TIEMPO DE RESURRECCIÓN

 

Por ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE


alcibiades@abc.com.py

Si no fuera por la pandemia, este Domingo de Pascua sería un bullicio nacional. Los templos, las calles, los hogares, estarían colmados de rezos, ruidos, risas. Pero todo es silencio. Bueno, silencio en apariencia. Pareciera como si nada sucediese. Suceden muchas cosas que no vemos ni sentimos. Las calles están semivacías, pero detrás de las puertas y las ventanas hay otro mundo. Un mundo hasta hoy desconocido por esta generación.

El Paraguay se ha encerrado en muchos momentos de su historia. Las revoluciones obligaban a clausurar las casas por temor a las balas, saqueos y violaciones.

Hoy nos quedamos en casa para no morir ni para hacer que otros mueran por nuestra imprudencia. Nos protegemos en el aislamiento, y desde el aislamiento protegemos a los demás. No creemos en la fatalidad -“lo que tiene que suceder sucede nomás luego”- sí en el fin natural de la vida, es decir, no salir a buscarla porque de todos modos, mortales al fin, nos encontraremos con ella.

Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares tienen un libro encantador, entretenido y sabio: “Cuentos breves y extraordinarios”. Para deleitarnos con su lectura, copio “El gesto de la muerte”:

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:

-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan.

El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:

-Esta mañana, ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?

-No fue un gesto de amenaza -le responde-, sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan y debo tomarlo esta noche en Ispahan.

Hasta aquí el cuento.

Todos nos iremos al punto de encuentro. Pero en su momento, sin apresurar el viaje como parece que lo hacen muchas personas irresponsables que, por otro lado, no se irán solas porque previamente contagiarán a muchos.

Decía que en apariencia nada pasa, pero apenas excavemos la realidad nos encontraremos con otras realidades. Sé de una familia de Villeta, como muchas otras del país, que está arañando la tierra. Ya no tiene qué comer. El marido quedó sin trabajo al cerrar una pequeña empresa en la que era jornalero. La ayuda del gobierno no les llega todavía. Las criaturas no piden qué comer. Lloran. No entienden explicaciones ni las lágrimas silenciosas de la madre que tenía algunas gallinas pero ya comieron todas. El vecindario vive en la misma situación y en el mismo silencio resignado. Nadie de afuera ve ni escucha nada. Si se le preguntase a alguien que estuvo por ahí respondería que todo está normal.

Si uno recorriese las calles, y pegase el oído a las puertas, escucharía el suspiro doliente de unos abuelos que desean besar a sus nietos, a sus hijos; niños que perdieron el encanto de la risa y esperan abrazados a sus sueños sin entender el silencio de afuera. Este silencio que es como una cáscara que envuelve un mundo de dolor y de impotencia.

También detrás de las puertas y las ventanas hay otra ansiedad: saber la cantidad de contagiados y de fallecimientos. Pero la ansiedad mayor es volver a la calle, a la libertad, a la risa, los abrazos.

Recuerdo una escena del genial mimo francés Marcel Marceau. Cerró las ventanas de su pieza aturdido por los muchos ruidos que subían de la calle. Pasados unos instantes, golpeado por tanto silencio, las volvió a abrir y se dejó inundar, feliz, con los brazos abiertos, por la vida que le subía de la misma calle poco antes fastidiosa.

El país camina por el vía crucis, con una pesada cruz al hombro. Tiene la esperanza de ser tocado por la resurrección, la que depende de las autoridades, de su honestidad, patriotismo y laboriosidad.

Este es el momento exacto, tal vez único, de modificar la estructura del Estado. Este Estado que desde hace tiempo agoniza en la cruz clavado a ella por la corrupción más despiadada.

Nuestra resurrección vendrá de la mano del patriotismo.

 

Fuente: ABC Color (Online)

www.abc.com.py

Sección: OPINIÓN

Domingo, 12 de Abril de 2020

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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