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LUIS HERNÁEZ (+)
10 de Febrero de 1947
 
LUIS HERNÁEZ (+)


Biografía:

Nació en Asunción el 10 de febrero de 1947

Falleció el 2 de enero de 2020

 

 

HERNÁEZ, LUIS

Nació en Asunción el 10 de febrero de 1947.

Es arquitecto por la Universidad Nacional de Asunción.

Tiene publicadas dos novelas: “EL DESTINO, EL BARRO Y LA CONEJA” (1990), por la que obtuvo el Premio Municipal de Literatura 1992 y otros premios, y “DONDE LADRÓN NO LLEGA” (1996), novela que obtuvo el Premio Literario Roque Gaona 96.-

La obra “LA MONEDA DEL ABUELO” es una obra de su autoría para público infanto-juvenil, y fue montada por Arlequín Teatro.-

Fue Presidente de la Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP).-

Otras obras publicadas por Arandurã Editorial: DESTIDÓS de LUIS HERNÁEZ/ Prólogo: La omnisciencia imposible, por José Vicente Peiró , Arandurã Editorial, Asunción, 2002; y LEVADURA Y MOSTAZA de LUIS HERNÁEZ , Arandurã Editorial, Asunción, 2001.

 

 

LUIS HERNÁEZ (Asunción, 1947). Arquitecto graduado en la Universidad de Asunción, y profesor en la Universidad de Columbia del Paraguay y en la Católica de Asunción, es ante todo escritor. Sus novelas, cuentos, piezas teatrales y ensayos le han ganado el prestigio de que hoy goza en la plenitud de la vida. Hasta la fecha ha ganado cinco premios, como el del Quinto Centenario (1980) y el Municipal de Literatura (1992).

El destino, el barro y la coneja, novela dada a luz en 1990, ha suscitado elogiosos comentarios. RENEÉ FERRER la reseña en términos entusiásticos: "La narración nos lleva a un mundo rural de fuertes pasiones encontradas. Tiene Hernáez un lenguaje fresco y sin rebuscamientos [con] matices del habla popular, giros del castellano-paraguayo que nos ubican perfectamente en el ámbito espacial en que se desarrolla la acción. La historia, sin embargo, no se puede ubicar dentro de un nacionalismo estrecho; se torna universal por las pasiones que describe; la incomunicación de Marina y Quiñones amándose ambos sin saberlo...".

"La historia... abarca tres generaciones de personajes" -Comenta JORGE AGUADÉ- pero hay un eje principal en la narración, que es la patética historia de amor de Marina, personaje motivador de tres de las narraciones centrales... Marina es sin duda uno de los personajes más hechizantes de la narrativa paraguaya actual".

Este crítico termina su comentario afirmando que El destino, el barro y la coneja es... "sin lugar a dudas una pequeña obra maestra de la literatura nacional".

El crítico JESÚS RUIZ NESTOSA en su comentario de otra novela de Hernáez, Donde ladrón no llega, anota: "La novela hace referencia a un momento histórico cuyo impacto en el proceso cultural de Occidente sigue siendo objeto de reflexiones. Este relato transcurre en 1767 y en los años inmediatamente anteriores, en las Reducciones Jesuíticas del Paraguay... Hernáez no se detiene en lo que... es ya un lugar común dentro de esta historia... la polémica en torno al papel que desempeñaron los jesuitas en el intento de reducir (a los indígenas) a la vida civil: llevar a los indios voluntaria o forzosamente a un estilo de vida según las leyes y normas que imponía el gobierno conquistador".

"El autor prefiere, en cambio, indagar el espíritu de aquellos seres humanos indígenas, mestizos y españoles que protagonizaron el sacro experimento, que consistió en la creación de un estado teocrático de acuerdo con fórmulas absolutamente nuevas y originales que no volvieron a repetirse, en el campo social, político, económico, artístico y religioso".

Bibliografía. La opinión formulada por Renée Ferrer y transcripta arriba pertenece a la presentación de la novela de Hernáez. El comentario de Jorge Aguadé se publicó en el diario Noticias el 5 de mayo de 1990. El de Jesús Ruiz Nestosa, en ABC Color, el 31 de marzo de 1996. Ver Roque Vallejos, "Excelencia de una novela", diario Última Hora, 11 de abril de 1996. Versa sobre Donde ladrón no llega. H.R.A.

Fuente: HISTORIA DE LA LITERATURA PARAGUAYA. Por HUGO RODRÍGUEZ – ALCALÁ. Universidad de California, RIVERSIDE - Colección Studium-63 - México 1970 © HUGO RODRÍGUEZ – ALCALÁ/ DIRMA PARDO CARUGATTI. Editorial El Lector, Diseño de tapa: Ca´avo-Goiriz. Asunción – Paraguay. 1999 (434 páginas)

 

 

HERNÁEZ, LUIS :… Docente en la Universidad Columbia del Paraguay, en la Facultad de Hotelería y Turismo, y docente en la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción, Facultad de Turismo.-

Su primera obra EL DESTINO, EL BARRO Y LA CONEJA, es una novela que dio mucha satisfacción a su autor. Gracias a este trabajo consiguió el Premio V Centenario (año1989), y Libro del Año 1990 de la Editorial El Lector (Premio Laureano Pelayo Gracía). Asimismo, obtuvo el Premio Municipal de Literatura (año 1992). Esta obra, integra la Antología de la Narrativa Paraguaya (1980-1990) de Guido Rodríguez Alcalá.-

Luis Hernáez tiene varias obras inéditas, entre ellas DESTIDÓS, novela; DESCUBRIMIENTO TRINIDAD, ensayo, aproximación al estudio de las relaciones formales y del lenguaje de la proporciones; LEVADURA Y MOSTAZA, novela; JUEGO DE AZAHAR, teatro; LA MONEDA DEL ABUELO, teatro para niños; y EMIGRACIÓN Y TURISMO, ensayo, presentado en el 1er. Congreso Hispanoamericano de Casas Regionales y Centros Españoles, Madrid.-

Fue nominado como los Doce del Año en Literatura, Radio 1ª de Marzo, año 1990.-

(Fuente: DONDE LADRÓN NO LLEGA de LUIS HERNÁEZ , Editorial El Lector, Asunción-Paraguay, 1996 - Tapa: Luis Alberto Boh - Como presentación: La ficción como reflejo de lo real, por Jesús Ruiz Nestosa, diciembre de 1995)

 

 

HERNÁEZ, LUIS : Ciudad de Asunción, 1947. Narrador, dramaturgo, ensayista y docente universitario. Aunque arquitecto de profesión, desde hace casi una década se dedica también a la creación literaria. En efecto, a fines de los años ochenta irrumpió en el mundo de las letras con su primera obra, “El destino, el barro y la coneja”, novela publicada en 1990 y que desde su aparición en 1989  le ha ganado varios galardones importantes: el «Premio V Centenario 1989», la distinción de «Libro del año 1990» (otorgada por la Editorial El Lector), su inclusión en «Los 12 del Año 1990» y el «Premio Municipal de Literatura 1992».-

En 1996 publicó su segundo libro, “Donde ladrón no llega”, primera novela histórica paraguaya situada en época de los jesuitas, durante sus últimos tiempos en tierras del Imperio español, poco antes de su expulsión total en 1767.-

Luis Hernáez es autor, además, de “La Moneda del Abuelo”, comedia musical para niños y jóvenes (estrenada en Asunción en 1996) y tiene varias obras inéditas que incluyen cuentos, novelas, ensayos y obras de teatro.-

(Fuente: "BREVE DICCIONARIO DE LA LITERATURA PARAGUAYA"/ 2da. Edición – Autora: TERESA MENDEZ-FAITH  , Editorial EL LECTOR - Asunción-Paraguay 1998)

 

 

LUIS HERNÁEZ: LA TRANSFORMACIÓN DEL RELATO TRADICIONAL PARAGUAYO.

 

LUIS HERNÁEZ es uno de los novelistas paraguayos actuales más importantes. Ha publicado dos novelas: EL DESTINO, EL BARRO Y LA CONEJA (1989) y DONDE LADRÓN NO LLEGA (1996), aunque tiene escritas otras que aún están inéditas como LEVADURA Y MOSTAZA.

EL DESTINO, EL BARRO Y LA CONEJA, premiada como mejor novela paraguaya del año 1990, recoge la historia de una saga familiar a lo largo de tres generaciones – (Luis HERNÁEZ: El destino, el barro y la coneja. Asunción, RP Ediciones, 1990). Su diversidad formal sirve para descubrir progresivamente, al modo de la novela de intriga, las grandezas y miserias de unos seres sumidos en un ambiente de odios, amores y pasiones humanas; en un mundo donde los personajes se encuentran incómodos por la preponderancia de los instintos en la personalidad de los conciudadanos. El título hace referencia a la cita inicial de la novela, “...obra de mala arcilla, mi semejante y mi hermano”, extraída de  EL MANDARÍN DE EÇA DE QUEIROZ. Esta frase resume lo que el autor quiere sintetizar del mundo que desarrolla: los conflictos de los seres humanos surgen cuando éstos están hechos de “mala arcilla”, del odio escondido durante un tiempo. La coneja, figuradamente mujer que da a luz muy a menudo, es la hembra que todos desean y con la que establecen sus relaciones sexuales en la novela. Es un determinismo favorecido por la situación del ambiente familiar y social que acaba engendrando violencia. Hernáez retrata a los personajes con profundidad para demostrar que los hombres hacen prevalecer el sentimiento sobre la razón cuando surgen los conflictos. La violencia ha hecho degenerar sus relaciones, más propias de los animales que de seres racionales. Así, es una novela de la violencia intrínseca del mundo paraguayo, que alcanza tanto al ámbito de la vida común como al de la política.

El comienzo de la novela es original: se trata de una redacción de Fermín Pereira en quinto grado del ciclo escolar.

En ella recoge una leyenda moral que surge del folklore. Es la historia de un terrateniente que niega un préstamo de dinero a un peón, pero éste acaba salvando al hijo de aquél cuando estaba ahogándose en el agua. De esta forma, el peón renuncia a la recompensa económica que quiere darle el patrón, enseñándole que en la vida hay que saber ser agradecido y también perdonar.

Como se observa, desde el principio se establece la diferencia social que existe y que genera los actos de injusticia.

Pero sorprendentemente, en el siguiente apartado la narración aparece en primera persona. La acción se sitúa en la época del caudillismo descontrolado de las dos primeras décadas de nuestro siglo. La primera escena sintetiza el ambiente de toda la obra: los personajes viven aislados sin encontrar otra diversión que el sexo o el beneficio económico; es decir, se comportan como verdaderos animales porque viven en un ambiente en el que para subsistir han de comportarse de esta forma y desarrollar el instinto. Varios hombres tienen relaciones sexuales con Marina, mujer marcada por su origen familiar. Ella es la hija de una mujer culpable de la muerte de Quiñónez, una mezcla de caudillo y de bandolero que acaba siendo perseguido después de una revolución, y que finalmente cae por una traición. La novela va contando la historia de Quiñónez y de Pereira, quien acaba convirtiéndose en su enemigo, sobre todo en las conversaciones de Don Mareco, dueño de un almacén de bebida y tutor de Marina, con otros personajes. La segunda parte de la obra de la obra son capítulos con ideas expuestas en esquema en los que el nieto de Quiñónez trata de reconstruir lo que realmente ha ocurrido a lo largo de tres generaciones desde la de su abuelo. Estos esquemas unifican la compleja historia, cuyos antecedentes forman la primera parte, para ofrecer la resolución final del conflicto. A su vez, demuestran que en una sociedad rígida como la paraguaya los descendientes cargan durante toda su vida con las faltas de sus antecesores.

En sí, es este personaje quien reconstruye la historia con el fin de rescatar del olvido a su padre, Agustín.

Los personajes se rigen por el determinismo; creen en la influencia de la familia en la personalidad de cada uno de ellos y siempre se juzgan por su ascendencia. De las relaciones violentas entre personas de distinto origen familiar surge el conflicto y el machismo se constituye en soporte de los actos.

Los hombres de la primera parte se pelean por Marina, la coneja, pero también por satisfacer sus deseos materiales. En todo momento, se va sabiendo el desenlace de la vida de los personajes, pero no los motivos que producen los actos, hasta que al final Marcos los ordena.

Una de los principales logros de la obra es la brillantez de la oralidad del discurso. Las frases se encadenan directamente y con pausas prolongadas, puntos o punto y coma.

Abundan las exclamaciones, las interrogaciones y los puntos suspensivos como instrumentos de reproducción fiel de las palabras que los personajes pronuncian. Su estructura es polisintética y los pensamientos de los personajes surgen de forma automática. El empleo de diversas voces y de diferentes recursos como el diálogo exclusivo del narrador con el personaje tiene el sentido de ofrecer una visión plural del odio mutuo de los individuos, sin que el autor tome partido por uno de ellos. Con Luis Hernáez la novela paraguaya abandona el maniqueísmo que la había caracterizado cuando se trataba el tema de la violencia social, porque para él se encuentra instalada en la médula de los personajes y no surge de un conflicto social y concreto, como en el caso de Roa Bastos, sino de las entrañas de los hombres y de las pequeñas historias de familia que forman el sustrato de la mentalidad paraguaya.

La violencia y las pasiones proceden del interior de los personajes y del lenguaje, porque son la máxima expresión del individuo paraguayo.

El narrador entra en la mente de los personajes empleando diversos tipos de monólogos. En este sentido, destacan los apartados donde don Mareco dialoga con el narrador porque constituyen la verdadera explicación de la trama. Éstos narran los acontecimientos que ocurren y dan sentido a los motivos que justifican los actos de los personajes. En el primero de ellos, que corresponde al tercer apartado, don Mareco revela el origen de Marina, la muchacha que sufre la persecución sexual de los personajes: él adoptó a esa mujer humilde porque su esposa le insistió que lo hiciera. Marina es la hija de un entregador, un perseguidor de forajidos, y de una mujer que fue culpable de que mataran a Quiñónez para proteger a su hombre.

La entrevista del narrador con don Mareco de la primera parte de la novela se constituye como el motivo central que revela el origen de los conflictos de los personajes. Este personaje revela que todos los enfrentamientos parten de la época de la revolución del 47, después de que Quiñónez formara un grupo con gente procedente de ambos bandos. Quiñónez fue apresado después de este conflicto. Pereira, su enemigo, se venga de los forajidos porque éstos le carnean un animal para comer después de que la madre de Marina los delatara. La banda se dispersó después de este suceso. El conflicto de la primera parte se resuelve casi al principio porque al autor lo que le importa es indagar en las relaciones entre Pereira y Quiñónez para establecer las causas de sus violentos conflictos. La enemistad entre ambos es trascendental y sobrepasa cualquier disputa habitual. Y Marina, la hija, hereda el odio que se engendró sobre su madre, porque el odio se transmite en el pueblo de generación a generación y se perpetúa en toda la estirpe sin que algún miembro de ella pueda evitar padecerlo en sus entrañas.

Según el testimonio de don Mareco, el bandido Quiñónez no era un mal hombre y solamente mataba cuando lo amenazaban, como ocurre cuando mata a los hermanos Florentín. De ello se desprende que la violencia surge de las entrañas del pueblo y resulta el método habitual de solventar las diferencias personales. Don Mareco parece que toma partido en un principio por Quiñónez, pero posteriormente revela al narrador que no es verdad, porque Quiñónez no fue ningún santo, como tampoco lo es Pereira, el ser que más odia. Formalmente, el narrador anónimo en un principio, pero que en la segunda parte se revela que se trata del ingeniero Marcos, pregunta y don Mareco contesta en un diálogo directo. Las palabras del narrador están en cursiva y a veces se introducen acotaciones entre paréntesis que aportan teatralidad al texto. Por ello, el lenguaje no se limita a reproducir la oralidad sino también los gestos de los personajes, más que con intención de teatralidad, con la de buscar la manera más fiel de presentar en la novela el mundo exterior, lo que da pie al experimento formal.

De todo ello se desprende que la estructura de la obra en dos partes comprende dos versiones distintas de la valoración del personaje de Quiñónez: una primera de un defensor, a pesar de sus reparos, y otra, la segunda, en la que un enemigo manifiesta su versión de los acontecimientos. De esta forma, el ingeniero Marcos puede recabar la información necesaria para que el lector pueda establezca su opinión acerca de los acontecimientos, lo que acerca a la obra a la condición de opera aperta tal como la define Umberto Eco. Se ponen en entredicho así las versiones siempre interesadas y subjetivas de unos acontecimientos porque están marcadas por los sentimientos egocéntricos, y se propone de esta forma deslegitimar las interpretaciones supuestamente rigurosas de la intrahistoria. Sin embargo, el narrador no ofrece soluciones, sino una vía en perspectiva para que el lector interprete los hechos, cerrando el círculo de las posibles visiones subjetivas sin caer en la parcialidad.

Una de las causas de que germine la violencia es el machismo tradicional de los hombres. La mujer queda como un objeto de sus deseos, además de tener un papel social exclusivo de ama de casa. El hombre no permite que la mujer entre en los territorios de sus funciones sociales atribuidas porque la ve como una simiente de maldad, haciendo caso consciente e inconsciente al pensamiento bíblico. Sin embargo, los conflictos derivados de la relación entre los hombres y las mujeres suelen surgir de la actitud de los hombres, aunque éstos encuentren siempre alguna mujer a quien culpar de sus actitudes perversas. Ese machismo arraigado en la sociedad paraguaya es el móvil de buena parte de los actos humanos, pero al mismo tiempo es invulnerable al tiempo.

Los personajes se encuentran retratados psicológicamente con exhaustividad, y a veces se observa ciertas influencias de Gabriel Casaccia en la profundidad con que el autor los examina. Sus pensamientos están transcritos directamente, sin la mediación del narrador, para dar viveza a los sentimientos.

A veces esta expresión de los sentimientos personales trasluce la filosofía de la vida de los personajes, como ocurre en el siguiente fragmento:

Mi cruz es ese hijo, doña Simeona, me voy a ir de este mundo con un amor muy grande, el que siento por mi hijo, que me hace sufrir, pero por otro lado sin poder personar, ¿sabe?, no puedo. No es posible que la gente pasee por la vida sin mirar alrededor...

¿Sabe lo que me dijo? Tenemos solamente una vida, Adelita, me dijo, y

nuestra obligación es vivirla. Señor Santo del Cielo, yo me pregunto:

¿y nosotros qué?

La ruptura del discurso tradicional que caracteriza la novela también es formal: algunos párrafos aparecen dislocados con lo que también responden al ánimo transgresor del autor, que por otra parte no cae en el experimentalismo formal únicamente porque las variaciones de este tipo siempre tienen una relación factual con el discurso:

...que siga consumiendo el esfuerzo, la energía y las sonrisas de los que le rodean, que viva como quiera... Usted sabe muy bien que por mí no hablo,

pero mi hijo querido del alma, esto sólo lo pienso porque los sollozos que no me dejan hablar, se va a seguir consumiendo en la hoguera que él encendió.

Hablo por ese pobre infeliz inocente que ya nunca va a tener a nadie que lo consuele, yo ya no estaré y su padre nunca va a hacer nada por él.

A veces se mezclan las voces narrativas como en la frase “pienso, pensó, que por algo tiene que haber sido el venir a parar acá todas las noches después de cerrarse El Porvenir y después, incluso, habiendo ya dejado de ir a El Porvenir, porque no valía la pena, una de ya no es tonta, y entre estar sola aún estando entre ollas y sartenes...” (p. 49). El discurso en segunda persona es una variante de la primera persona, porque el personaje se refiere siempre a sí mismo, y lo que aporta es una mayor expresividad. Por otra parte, el monólogo narrativizado, subjetivado pero en tercera persona en estilo indirecto libre, permite que los personajes den rienda suelta a sus pensamientos sin presentar la objetividad que en principio creen manifestar.

El tipo de discurso, en cierta medida la estructura, y el empleo de una polifonía de voces recuerda a Juan Rulfo, salvando las enormes distancias con el maestro mexicano, sobre todo el de PEDRO PÁRAMO, especialmente porque no sabemos quién es el narrador de algunos fragmentos hasta capítulos posteriores. Al final se descubre que algunos fragmentos están contados en primera persona por el mismo Agustín, hijo de Quiñónez; otros por miembros de su banda; y algunos reproducen personajes más o menos secundarios, especialmente los que narran mujeres. En general, la interpolación forma parte de los recursos estructurales de la novela, como ocurre en PEDROPÁRAMO. También en EL DESTINO, EL BARRO Y LA CONEJA los apartados tienen funcionalidad e incluso autonomía, formando una unidad narrativa, sólo que cortada y situada en un lugar aleatorio de la narración. Y si en la novela de Rulfo había tres series de interpolaciones en la de Hernáez hay otras tantas: la primera que expresa directamente el ambiente de Quiñónez, la segunda la visión de la situación que narra don Mareco y la tercera, que ocupa la segunda parte de la obra, recoge las andanzas de Agustín, el hijo de Quiñónez, y a la vez de Fermín Pereira. De esta forma, las interpolaciones se corresponden con tres generaciones distintas en las que el denominador común es el odio y la violencia.

Hay pocos diálogos directos en la primera parte de la novela, si descontamos el del narrador y don Mareco, pero los que aparecen traducen algún motivo fundamental. Sin embargo, en la segunda parte, el diálogo es la forma habitual de expresar los acontecimientos.

La segunda parte se caracteriza también por la inclusión al principio de un esquema que ordena los acontecimientos narrados en la primera parte. El personaje del ingeniero Marcos, sobrino de Fermín Pereira, se encarga de ello, pero incluye además testimonios, rectificaciones, y anotaciones con asteriscos que ordenan el contenido de la novela y plantean nuevas dudas. En ello se observa la influencia de YO EL SUPREMOde AUGUSTO ROA BASTOS, porque un compilador recoge los diversos testimonios para clarificar un episodio. El compilador de la novela de Hernáez reordena los episodios, añade conclusiones después de sus diálogos con los personajes, y consigue al final clarificar lo que ha sido la confusa historia de sentimientos.

Y como en la novela de Roa, hay una fuente no objetiva que motiva que el ingeniero trate de esclarecer los acontecimientos que ocurrieron en la realidad, el libro del licenciado Talavera que narra lo sucedido pero no siempre con objetividad.

El lenguaje, siguiendo el deseo del autor de mostrar unos personajes reales y no sólo verosímiles de la vida del Paraguay, se llena de localismos. El mismo título es indicador de ellos. Son frecuentes los paraguayismos y los usos sintácticos desordenados que reflejan la oralidad. Sin embargo, el autor mantiene un castellano puro, sin interferencias del guaraní, por propia voluntad de estilo. Por otra parte, el espacio físico real aparece disuelto en el curso de los acontecimientos para transformarse en un espacio psicológico.

Hernáez establece en la novela una localización etérea, inconcreta, asfixiante como el villorrio de William Faulkner, como se observa en el siguiente párrafo, representativo de la funcionalidad argumental de las escasas descripciones que aparecen:

Recostado en la perezosa en la sombra de la galería grande con piso de ladrillos siempre humedecidos y olorosos haciendo un fresco fondo oscuro a los helechos brillantes, muchas veces evoqué la figura de don Pereira en la que había sido su casa y en donde yo está recibiendo ahora el cobijo que necesitaba.

A ello se une la intemporalidad de la narración; el autor no ofrece ningún dato que pueda establecer una fecha concreta de localización del relato, aunque en un momento Don Mareco diga que Quiñónez vivió durante la época del caudillaje rural de las revoluciones, de lo que se desprende que la novela abarca un amplio período que va desde principios de siglo hasta la actualidad. De esta forma, Hernáez pretende convertir el episodio de tres generaciones en una metáfora perpetua del desarrollo de las relaciones humanas en su país; de las vivencias del pueblo sometido al rigor de la costumbre y del impulso instintivo como ley reguladora e inalterable de los cauces de su vida.

Pero hay un objeto que pervive entre los personajes: el puñal de Quiñónez. Éste lo deja a don Mareco, quien al final lo entrega a Fermín para que quede como símbolo testimonial de una época de la saga familiar. El puñal de Quiñónez se convierte en el símbolo de la violencia, y, como cita Fermín, en el de “la incomprensión, de la fidelidad, del odio... de tantas cosas estúpidas como ésas”, palabras con las que finaliza la novela.

En conclusión, la novela de Luis Hernáez revela la pluralidad estilística y la riqueza narrativa y estructural de la evolución de la narrativa paraguaya contemporánea. En el contexto de la novela paraguaya resulta innovadora y experimental, aunque en otras narrativas del continente no lo sería. Además, sólo ha publicado dos novelas hasta 1995 –aunque ha escrito varias inéditas aún-, pero se percibe como una de las grandes promesas literarias del país porque ha introducido una visión dialógica en su texto, continuando la iniciada por Augusto Roa Bastos, que abre el camino de la adaptación de la narrativa del país a las corrientes estilísticas del resto del mundo.

En 1996, Hernáez publica una novela histórica: DONDE LADRÓN NO LLEGA. – (Luis HERNÁEZ: DONDE LADRÓN NO LLEGA. Asunción, El Lector, 1996) Se trata de la primera incursión novelesca en el mundo de las reducciones jesuíticas del siglo XVIII, alrededor de la fecha de su expulsión en 1767. Su análisis sobrepasa el período al que dedicamos este trabajo, pero da cuenta de la brillantez y continuidad del novelista. Por el tema e importancia, haremos una mención de la misma en el apartado de la novela histórica.

Fuente: TESIS DOCTORAL - LITERATURA Y SOCIEDAD. LA NARRATIVA PARAGUAYA ACTUAL (1980-1995)- JOSÉ VICENTE PEIRÓ BARCO - DEPARTAMENTO DE LITERATURA ESPAÑOLA Y TEORÍA DE LA LITERATURA, FACULTAD DE FILOLOGÍA – UNED 2001 – Edición digital: BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES.

 

 

 

 



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