ACCIÓN
Revista de reflexión y diálogo de los Jesuitas del Paraguay
Director: JOSÉ MARÍA BLANCH, sj
Nº 351
FEBRERO 2015
Centro de Estudios Paraguayos ANTONIO GUASCH
Editorial del mes
Las dimensiones de la desigualdad
Latinoamérica es el continente más desigual del mundo y Paraguay se sitúa en uno de los niveles más altos de la región. Y esta desigualdad tiene severas consecuencias sociales, políticas y económicas.
En lo social, en nuestro país el pobre carece de un acceso adecua- do a la salud y la educación, tampoco a la alimentación, y consecuentemente presenta problemas de desnutrición y calidad de vida. Cuando se aborda la pobreza la gente pobre es considerada como factor trabajo, es decir, como generadora de riqueza para otros y no como sujeto de derecho para compartir parte del bienestar.
En lo político, los pobres no tienen voz ni representación. El Estado condena cualquier expresión popular de demanda de derechos como la colocación de productos o precios bajos, la demanda de acceso al crédito más barato. Asimismo, resultan presas fáciles de la manipulación política y electoral que degrada la calidad de la democracia.
Además, en lo económico la brecha entre ricos y pobres es muy grande. En Paraguay el 10% más pobre de la población controla el 1,5% del ingreso del país y el 10% más rico atesora entre el 38 y el 39% del ingreso. Esta brecha refleja claramente esta desigualdad. A lo que se suma una diferencia importante en el acceso a oportunidades laborales, a crédito, a tecnología, a vivienda, a la seguridad social y al transporte.
La desigualdad también tiene un ámbito geográfico: la pobreza ex- trema de los barrios marginales es una afrenta al auge de los edificios habitacionales y corporativos. Crecen los barrios ricos y de la misma forma los barrios pobres y hacinados.
Estas villas de los excluidos de la sociedad, no tienen oportunidades para salir de esta situación crónica de pobreza y sobreviven del desecho de la ciudad. Se trata de varias generaciones que se mantienen en la pobreza, cuyo horizonte de vida es la supervivencia diaria.
En el sector rural la antigua agricultura familiar campesina, pro- veedora de alimentos baratos para los sectores populares, está siendo arrinconada por el auge y la expansión de los agronegocios. Tanto la producción granelera: soja, maíz, trigo y arroz, como la ganadera ganan territorios y generan una situación de asfixia a las comunidades rurales que terminan desmantelándose; y los pobladores abandonan sus tierras para sumarse al ejército de desocupados y subocupados de las zonas marginales de los centros urbanos más importantes del país.
Las políticas públicas no están focalizadas para disminuir la brecha entre pobres y ricos. Si algún efecto producen estas políticas, apenas son paliativas para descomprimir las necesidades más elementales de la población en extrema pobreza Pero no corrigen la brecha social.
La desigualdad es el gran reto de esta sociedad dividida y constituye una amenaza para la estabilidad social de mediano plazo. Es hora de exigir políticas públicas redistributivas de ingreso y riqueza, como también de dar voz y representación a los pobres para acabar con esta cara perversa de la realidad nacional.
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