ACCIÓN
Revista de reflexión y diálogo de los Jesuitas del Paraguay
Director: JOSÉ MARÍA BLANCH, sj
Nº 368
SEPTIEMBRE 2016
Centro de Estudios Paraguayos ANTONIO GUASCH
Editorial del mes
Juventud de hoy: un torrente de esperanza
Pese a las condiciones sociales imperantes, con un consumismo frenético que ha hecho de los jóvenes su “público blanco”, imponiendo el presentismo, la competencia y la alienación, hay sectores de los jóvenes de nuestro país que se constituyen en un actor social importante para enfrentar problemas actuales y para la construcción de un futuro mejor.
Desde las movilizaciones de los estudiantes de la Media y de los universitarios de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) hace un año –alentados por el “hagan líos organizados” del papa Francisco– se ha venido dando un proceso que trasciende reivindicaciones sectoriales y ocasionales, y se inscribe en la lucha contra la corrupción a nivel nacional y la transformación de la educación a fin de convertirla en instrumento válido para la construcción de una sociedad mejor.
Existen también jóvenes, menos comprometidos pero sensibles, que están dispuestos a sumarse a causas justas. Otros, aún indiferentes, llevados por un “sentido común” dominante, reforzado por mensajes de los medios de comunicación social, que pueden convocarlos, en gran cantidad, para ocasionales eventos donde predomina la superficialidad.
En el proceso que ya lleva un año los jóvenes más conscientes y organizados han de- mostrado una madurez digna de ser tenida en cuenta por los mayores: la unidad en la acción por encima de las diferencias circunstanciales; la continuidad de las acciones que trascienden a una protesta ocasional y se enmarcan en un proceso, sea el de mejoramiento de la Educación Media, o el de la transformación de las estructuras de la Universidad Nacional o el enfrentar problemas estructurales de sus propias facultades.
Para ello han tenido que enfrentar grandes escollos a fin de mantener la movilización y, por encima de todo, la unidad frente a oponentes que buscan distraerlos, dividirlos, despolitizarlos, manipularlos y cooptar a sus dirigentes.
Aprendieron por experiencia que no se puede esperar la “voluntad política” de autoridades sino que deben incidir en que se den las condiciones para producir cambios. Así surgieron junto a las marchas y concentraciones procesos para cambiar las reglas –estatuto– y también, como último recurso, las ocupaciones de instituciones educativas.
Hay un avance en la concepción de la política, no ya como simple “arte de lo posible”, sino como modo de crear las condiciones para “hacer posible lo necesario”.
La pasividad y la dependencia de las autoridades han dado lugar a una participación protagónica como camino democrático, con nuevas formas de exigir, pero también como en el caso las mesas de trabajo con el Ministerio de Educación y Cultura o de la propuesta de reforma del estatuto de la UNA –ignorada por la Asamblea Universitaria–.
Una respuesta desde los sectores que temen las transformaciones sociales ha sido la cooptación con programas de “capacitación de líderes” y de inducción interesada en la formación de centros de estudiantes.
Si, por una parte, la formación social y política se da entre los mismos jóvenes, en la práctica, sea a través de los centros de estudiantes, de las movilizaciones, de las comisiones de trabajo, desde sectores interesados, la dimensión política –no partidaria–, fundamental en la formación integral de los jóvenes, es objeto de una política de despolitización de los estudiantes.
Sin embargo, gran parte de la ciudadanía ya no condena a unos estudiantes que desafían no solo a autoritarios y corruptos, sino disposiciones normativas –porque hay leyes justas y leyes injustas–; hay sectores que se identifican con la lucha de los estudiantes, que sienten expresadas sus inquietudes en las búsquedas y luchas estudiantiles e incluso las apoyan.
Estos jóvenes han aprendido a querer vivir de manera distinta, no como búsqueda de “éxito” individualista, competitivo y egoísta, sino buscando construir la sociedad donde sea posible el pleno desarrollo de las personas. Han comprendido que las cosas pueden ser cambiadas, y que hay un camino: la participación organizada.
Basados en una trayectoria de lucha, son jóvenes que crecen en conciencia, en pensamiento, en compromiso. Que viven el presente, abiertos hacia el futuro. Que luchan en el presente porque quieren construir un futuro mejor. Con altruismo, para bien de todos.
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