PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
LUISA MORENO DE GABAGLIO

  AUSENCIA, LOS RUBIOS DEL QUEBRACHAL y LA POSESION - Año 2004


AUSENCIA, LOS RUBIOS DEL QUEBRACHAL y LA POSESION - Año 2004

LUISA MORENO SARTORIO

**/**

AUSENCIA

** El amanecer del Chaco es oro y bermellón jaspeado de violeta, y donde termina la transparencia del día: un vasto espacio, azul, azul... Siento que hay música en mi sangre y en el aire, polen fragante, dulce, intenso. Ya no estoy enojado con Pincho, y no resisto el deseo de verlo surcando su agua. Al llegar al estanque veo con asombro una mariposa de polvo de oro, como inmovilizada por un hechizo, en la punta de una flor de camalote. A esta hora, aquí hay un no sé qué de misterio, de esplendor, de secretas unciones. El agua espesa quieta, tersa; de pronto, un ruido de alas se desgarra.

** Varias veces llamé a Pincho, pero no obtuve ninguna respuesta. –¡Ingrato!– le grité y volví a casa.

** Al oscurecer llegó Juanita, la macatera. Anciana nervuda, seca. Arrugas en la cara morena, cicatrices en el alma, carencias en la mirada hostil y dura. Vive en su carro con toldo de cuero sin curtir. Vende espejitos, cintas de seda, puñales, aspirina, dulces, vinos, balas. Ña Juanita es magia, alegría, rasgueos de guitarra, y dolor cuando la caña salvaje quita mordazas y suelta a la bestia dormida en el corazón del arriero. Una polca bochinchera enciende la mirada de los hombres; abundan las carcajadas y las bullas; las voces suben de tono. Nadie más que Matías y yo nos damos cuenta de la ausencia de Pincho. ¿Qué penas, qué hálitos entrañaban el brillo raro de su mirada, la última vez que lo vi?

(De: Ecos de monte y de arena, 1992)

**/**

LOS RUBIOS DEL QUEBRACHAL

** Me había sorprendido mucho el cambio que se observaba en Daniel desde que nos mudamos acá. Su energía inagotable, su imaginación exuberante. Habla y ríe como si estuviera jugando con otros niños, pero casi siempre está solo. Como es el más pequeño y frágil, sus hermanos mayores no lo quieren en sus juegos brutos, a menudo se burlan de él y de los amigos invisibles que Daniel se ha inventado desde hace algún tiempo, y a quienes llama los niños del quebrachal.

**   En la antigua casa de Asunción, donde vivíamos antes de mudarnos, la tierra es jugosa. Oscura la sombra de los anchos corredores. Pero en aquella casona amplia y sombreada, Daniel languidecía casi todo el tiempo en su hamaca, pálido y sudoroso. Sin embargo, al llegar aquí se transformó en un niño de alegría desbordante. Un día vino corriendo junto a mí. Parecía asustado, le temblaban los labios cuando me dijo: mamá, ¿soy un nene o un sapo? Ellos, los niños del quebrachal, me quieren convertir en un sapo. Yo lo abrazo y me río. En sus ojos hay un resplandor extraño, las pupilas son enormes. Me siento como encandilada por esos ojos resplandecientes que me miran ansiosos. Sube a mi regazo. Siento el perfume en su piel, un olor a vainilla entre los bucles, olor dulce, melancólico. Me hacía bien tenerlo en mis brazos. Su inquietante imaginación, esa irradiación poderosa que despedía todo su cuerpo, me producía una especie de euforia. Me distraía de la enervante sensación de estar vigilada por seres extraños. De sentirme perseguida por esas inquietantes risas infantiles. Risas de niños traviesos. Turbadoras risas de angelitos. Ahora sé que no son pájaros. Tampoco es el viento. Vienen de cualquier parte. Tal vez del cementerio mudadizo. De las pequeñas cruces que juegan a las escondidas, ora en el monte, ora en la niebla turbia que brota del llano. Me siento triste, aprehensiva. Anoche, muy cerca de mi cama, me heló la sangre el aliento salvaje de una fiera. La luz de la linterna fugazmente enfocó sus manchas. La fuerte catinga del tigre nos dejó un sudor pegajoso. El miedo, la angustia, crecen. Me siento cansada. El permanente estado de alerta está arruinando mis nervios. Como si esto fuera poco, los hermanos de Daniel están cada vez más agresivos por causa de Daniel, quien insiste en la existencia de sus amigos invisibles, los duendes rubios con bastones de oro a los que Daniel llama los "niños del quebrachal".

**/**

LA POSESION

** Pero al correr los días noté que algo oscuro, incomprensible se había apoderado de mi Daniel. Daba la impresión de que estaba bajo algún poder hipnótico y se sentía a disgusto con nosotros. Su alma se hallaba extraviada, cautiva de quién sabe qué tinieblas. Había enmudecido y volvía a ser el niño triste y retraído de otra época. Le preguntamos hasta el cansancio qué le había ocurrido, cómo se había perdido durante tanto tiempo. Un empecinado silencio nos respondía. Se había vuelto huraño, hermético. Y conforme pasaban los días, el dulce Daniel se transformaba en un niño rabioso, huidizo. A dos de sus hermanos había mordido con ferocidad tratando de escaparse. Desde entonces nada fue como antes en la familia. Un silencio irritable nos envolvía, los hermanos de Daniel se la pasaban peleándose entre sí sin ningún motivo aparente. De noche la casa era tiroteada con piedras que al día siguiente no encontrábamos por ningún lado. De día, la risa o el llanto de los angelitos, ora muy cerca, ora lejanos, nos atormentaban hasta caer la tarde. Yo tenía los nervios en permanente tensión y me descontrolaba por cualquier tontería de los otros niños, pero trataba de ser paciente con Daniel, dedicándole el mayor tiempo posible. Una obstinación muda, terrible se había apoderado de él. Andaba cada vez más inquieto, nervioso y, al menor descuido, intentaba escapar. Estábamos aterrados. Mantuvimos a Daniel en el dormitorio bajo llave. Nos turnábamos para que no estuviera solo ni un instante. Una tarde que lo tenía sentado en mi regazo, los dos en aparente sosiego, inesperadamente Daniel comenzó a llorar, murmurando cosas que yo no alcanzaba a comprender, mirándome con aquellos zafiros suyos, con aquellos ojos ahora vidriados por la angustia. Después volvió a hundirse en el secreto profundo que tanto lo turbaba.

** Sólo entonces comencé a pensar en aquellas criaturas invisibles que Daniel nombraba con tanta pasión y recordé la antigua leyenda del Yacy-yateré, los duendes de la siesta que extravían y cautivan a los niños con su varita de oro. Seres que viven como en éxtasis, sin gravedad, vibrando en el aire dorado del hueco de los árboles, con rosas de luz en el techo. Pensé que Daniel se había dormido, pero bruscamente entra en otra crisis más violenta y, abrazado a mi cuello, con la frente ardida y aquella mirada suplicante, desgarradora, me pide ayuda. Por fin volví a escuchar su voz. Había salido de su silencio para rogarme que lo dejara volver al monte de los quebrachos. Y no tuve corazón para negarme. Pero nunca debí consentir a su ruego.

** Y temblorosa de miedo, lo tomé de la mano y nos internamos en el oscuro monte de los quebrachos, la guarida de los niños del quebrachal, de los angelitos, o tal vez del Yacy-yateré.

** Yo no sabía a qué me iba a enfrentar, pero había prometido a mi hijo ayudarlo y allá íbamos rompiendo lianas, esquivando espinas, implorando a Dios que no pisáramos alguna yarará. Al acercarnos al hueco del quebracho donde según Daniel vivían sus amigos duendes, me pidió que lo dejara ir solo porque los duendes se asustarían al verme. Y vi a mi hijo secándose las lágrimas con el dorso de la mano. Y lo vi entrar a la enorme boca de la cueva del quebracho.

** Y esperé en vano el regreso de Daniel. Nunca lo volvimos a ver.

** Lo último que recuerdo como en un sueño fue aquel estruendo que sacudió la tierra y el árbol en cuyo hueco había entrado mi Daniel se abría hacia las copas en una gran fogata de resplandor azul y al instante me sentí invadida por las risas de niños que como campanitas de cristal me rodeaban.

** Un tiempo después, la vecina me trajo el largo vestido de tusor blanco. Tuve otro niño muy parecido a Daniel. Tal vez debería resignarme, sin embargo, en esta tierra asediada de embrujos, donde vivimos como embriagados por el polen de los aromas y por el resplandor del sol chaqueño, con risas de angelitos y cruces esquivas, tal vez sólo esté amamantando otro niño para los rubios del quebrachal.

** Ya han pasado dos años. Y trato de olvidar, pero no olvido. Me visto de blanco los domingos, tomo mi ramo de flores y entro al monte de los quebrachos en busca de mi angelito, de mi Daniel. Pero algo me dice que no debo perder las esperanzas. De cuando en cuando, algún cansado viajero me jura haber visto en lo más oscuro del monte, un niño de largos cabellos rubios montado en un avestruz.

(De: Los rubios del quebrachal, 2004)

**/**

 

 

Fuente: ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA PARAGUAYA"/ 3ra. Edición – Autora: TERESA MENDEZ-FAITH ** Editorial EL LECTOR, Asunción-Paraguay 2004

 

 

 

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

EL IDIOMA GUARANÍ, BIBLIOTECA VIRTUAL en PORTALGUARANI.COM

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

(Hacer click sobre la imagen)

 





Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
LIBROS,
LIBROS, ENSAYOS y ANTOLOGÍAS DE LITERATURA PA



Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
Solo en exposición en la web
Colección privada o del Artista
Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
Venta directa
Obra Robada




Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA