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IGNACIO ALBERTO PANE (+)

  DR. IGNACIO A. PANE - MAESTRO Y REIVINDICADOR SOCIAL - Por AMÉRICO A. VELÁZQUEZ


DR. IGNACIO A. PANE - MAESTRO Y REIVINDICADOR SOCIAL - Por AMÉRICO A. VELÁZQUEZ

DR. IGNACIO A. PANE

MAESTRO Y REIVINDICADOR SOCIAL

Por AMÉRICO A. VELÁZQUEZ

Asunción – Paraguay

1982 (60 páginas)

 

 

 

I. HOMENAJE DEL COLEGIO NACIONAL DE LA CAPITAL

         DR. IGNACIO A. PANE - MAESTRO Y REIVINDICADOR SOCIAL

         Por el Dr. Américo A. Velázquez

 

II.      CONCEPTOS DE JUAN E. O'LEARY Y DE ANTOLIN IRALA

 

III.     POESIAS DE IGNACIO A. PANE

         - La Mujer Paraguaya

         - Ybapurú

         - El Pombero

 

 

 

A MANERA DE PREFACIO

 

         La presente disertación del Dr. Américo A. Velázquez sobre la personalidad del Dr. Ignacio A. Pane, merece un comentario global, pues, los juicios emitidos por el disertante se refieren a la larga y fructífera labor intelectual del Profesor Dr. Ignacio A. Pane.

         El Dr. Ignacio A. Pane surgió y se formó en un momento histórico de nuestra Patria poco propicio, por la confusión y diversidad de criterios reinantes sobre numerosos problemas nacionales.

         Pane, sin embargo, con amplitud de miras y guiado sólo por la honradez de sus ideas, puso su inteligencia al servicio de los supremos intereses del pueblo paraguayo.

         Muy joven se recibió de Abogado y Doctor en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Asunción, donde más tarde ingresó como Profesor de Sociología. Esta materia, nueva en los años 1912 a 1917, la enseñó con pasión de un investigador. Su libro "Apuntes de Sociología" sirvió mucho a los estudiantes, porque el libro de Gidding que servía de texto no reunía todas las condiciones de una asignatura tan compleja. Pane en su libro se ocupó del origen de la "Sociología", fijó su concepto, sus divisiones, sus relaciones con la Geografía, Antropología y Filosofía del Derecho.

         Ignacio A. Pane ayudado por estos estudios sociológicos, pudo enseñar y aplicar desde la cátedra cuestiones nacionales de la mayor importancia.

         Pane dio en el patio de la Facultad conferencias sobre "Nacionalismo", que fueron el germen de la línea llamada en nuestro país del "Revisionismo en lo Político y Social". Sostenía Pane "que era necesario despertar al pueblo de su servidumbre intelectual, enseñar a los estudiantes "nuestra verdadera historia". Enrique Solano López y Juan E. O'Leary tomaron como divisa el revisionismo histórico para colocar al Paraguay en el sitial de la verdad y de la dignidad.

         Una conferencia sobre la obrar de Ignacio A. Pane siempre es reconfortante, porque la cultura de un pueblo no se logra solamente a través de uno o más libros, que a veces no llegan al corazón del pueblo. Esta disertación del Dr. Américo A. Velázquez, va a contribuir a conocer mejor la personalidad del Dr. Ignacio A. Pane, ilustre político afiliado a la Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado), y desde cuyas filas luchó a brazo partido a formar conciencia renovadora sobre variados temas de palpitante actualidad.

         Ignacio A. Pane, como parlamentario por el Sector Colorado, sostuvo siempre en la Cámara de Diputados la necesidad de la reforma de la Constitución Nacional de 1870. Y para dar mayor realce a sus ideas reformistas, publicó un folleto sobre "Derecho Constitucional", en cuyas páginas se leen argumentos de gran valor jurídico sobre: Gobiernos de Opinión, Libertad de Prensa, Desigualdad Social, La Democracia Representativa, Ciudadanía y Nacionalidad, y en el Capítulo sobre "Sufragio" analiza con criterio lógico los fundamentos de un verdadero régimen democrático.

         El Dr. Américo A. Velázquez, con la publicación del presente trabajo, va a contribuir a la divulgación de la labor cultural de los hombres estudiosos y patriotas, cómo fue Ignacio A. Pane.

 

         Juan R. Chaves

         Presidente de la Junta de Gobierno

         del Partido Colorado

 

 

 

         EL POLITICO. El Dr. Ignacio A. Pene fue un prestigioso líder del Partido Colorado y una de las figuras más completas de la política paraguaya de su tiempo.

         Luchó con altivez ciudadana por los ideales republicanos, denunciando desde la cátedra, el periodismo y el parlamento, las lamentables claudicaciones morales y políticas de la época.

         Fue vice-presidente del Partido Colorado en los años de 1916 a 1920, durante la presidencia del Dr. Antolín Irala, de ilustre memoria, junto a otros eminentes jefes que integran el cuadro de honor y de gloria en la línea más pura de la tradición colorada y del nacionalismo paraguayo. Pensador, de vasta cultura, doctrinario versado en las disciplinas sociales, la personalidad del Dr. Pane sigue gravitando especialmente en el seno de la juventud paraguaya. Su nombre es una límpida bandera de lucha que aglutina a los jóvenes de vocación política para sostener las últimas y decisivas batallas por la recuperación moral y material del patrimonio histórico del Paraguay y la conquista definitiva, de la grandeza nacional por tanto tiempo postergada y que, por fin, en la época presente, es una auspiciosa realidad que se va logrando, paso a paso, con suprema decisión, en un proceso irreversible bajo el impulso creador del Partido Colorado con el liderazgo patriótico del Excelentísimo Presidente de la República Gral. de Ejército Don ALFREDO STROESSNER.

 

 

HOMENAJE DEL COLEGIO NACIONAL DE LA CAPITAL

 

         Asunción, 21 de Julio de 1980.

 

Señor

Diputado Nacional Dr. Américo A. Velázquez

PRESENTE

 

         El año 1980 es pródigo en recordaciones centenarias de figuras próceres de la intelectualidad paraguaya. Es que hace cien años, de entre las cenizas de la patria de los López, surgían retoños vigorosos que más tarde honrarían su nombre y lo elevarían a su sitial de glorias y de grandezas. La generación del 900 se iba gestando en el pródigo seno de la heroica residenta que, luego de defender palmo a palmo el territorio nacional, se dedicaría, desde entonces, a poblar y repoblar el suelo que con tanto denuedo defendiera del invasor enemigo.

         Corría 1880; un auténtico héroe de la Guerra Grande subía al poder, la patria despertaba de sus sueños de derrotas y de pesimismo, el glorioso Colegio Nacional recibía a jóvenes retoños para formarlos en la escuela del saber y del patriotismo, en ese mismo año veían la luz de la sonriente patria muchos niños que más tarde llegarían a ser cifras preponderantes de la cultura, de la diplomacia, de las ciencias, de la docencia y de la política nacional. Entre ellos recordamos los nombres del Dr. Juan León Mallorquín, del Dr. Juan José Soler, del Dr. Ignacio A. Pane, de Don Ricardo Brugada (h), de Don Juan Inocencio Lezcano. Destacamos esos nombres pues todos ellos pasaron por las aulas de este glorioso Colegio, primero como alumnos bebiendo la savia vivificante del más puro nacionalismo, y más tarde como docentes, derramando a manos llenas su amor a la patria, su fe en el destino sublime de esta tierra y la visión de un porvenir glorioso que, después de cien años, ahora se están convirtiendo en bellas realidades.

         El Colegio Nacional de la Capital "Gral. Bernardino Caballero", primera escuela civil del patriotismo, heredero directo de los sueños e ideales de aquellos prohombres a quienes hoy recordamos con admiración y respeto, en donde las jóvenes generaciones aprenden a admirar y a amar a la patria y a sus hijos, está presente en esas celebraciones centenarias; tal es así que en fecha reciente se evocó la memoria del Dr. Juan León Mallorquín, defensor del "mensú" de los yerbales y defensor inclaudicable del Chaco; ahora queremos recordar a otro hijo de la patria nuestra, abogado, defensor de causas nobles, figura representativa de la intelectualidad nacional, admirado por amigos y respetado por todos aquellos que lo conocieron de cerca, parlamentario íntegro, funcionario honesto, como fue el Dr. Ignacio A. Pane, también ex alumno y ex catedrático de esta casa de estudios.

         Con el íntimo deseo de que una figura representativa de la intelectualidad paraguaya evoque con solvencia la memoria de este gran patriota, la Dirección General de esta institución vería con agrado que usted lo hiciera en el acto a realizarse el próximo jueves 31 del corriente mes a las 10 horas en el Salón Auditorio de la Institución.

         Sin otro particular, aprovecho esta oportunidad para saludarle atentamente.

 

         PROF. ASCENSION MARTINEZ

         Director General

 

 

 

DR. IGNACIO A. PANE

MAESTRO Y REIVINDICADOR SOCIAL

 

DISERTACION DEL DR. AMÉRICO A. VELAZQUEZ

COLEGIO NACIONAL DE LA CAPITAL

31 DE JULIO DE 1.980

 

         El señor Director del ColegioNacional de la Capital, Profesor Ascensión Martínez, me ha pedido que, hablé del Dr. IGNACIO A. PANE, aquél ilustre ciudadano que honró a la Patria y a sus instituciones, a través de una existencia prodigiosa, consagrada a los más altos ideales humanos y a la exaltación de los valores esenciales del nacionalismo paraguayo.

         Agradezco el cordial ofrecimiento que me permite participar de corazón de este magnífico acto, de homenaje y gratitud, que tiene lugar en el recinto de esta benemérita institución educacional, formando parte de las actividades académicas del presente curso lectivo.

         Misión noble y trascendente anima esta cita, en la que Profesores y Estudiantes de la presente generación se proponen evocar a un auténtico y fecundo exponente de la cultura nacional, con motivo de cumplirse cien años de su nacimiento.

         Maestro, periodista, político, son facetas resaltantes de la personalidad de aquel hombre que vivió intensamente, luchó con pasión y valentía cívica, por las reivindicaciones históricas y sociales que se agitaban entonces como preocupación dominante; cantó a la mujer, escribió versos, investigó e hizo ciencia, todo ello con el brillo de una clara inteligencia y gran versación.

         Será menester un marco solemne, de honda espiritualidad, como el que tiene lugar en este instante en el Colegio Nacional de la Capital, para recordar a tan eminente

compatriota que mucho hizo, en la línea de los grandes forjadores de la nacionalidad, para que el Paraguay afianzara definitivamente su peculiar personalidad, se conociera la verdad de la causa nacional, desfigurada tantas veces por los intereses foráneos adversos, empeñados en destruir o debilitar los factores de la autonomía política y los caracteres sustantivos socio-culturales de la nación paraguaya.

         Para valorar la trayectoria de PANE, será necesario ubicarlo en ese cuadro histórico de la época, en el que se debatían ideologías fundamentales acerca de la función que compete al Estado en la sociedad, las cuestiones sociales, y, principalmente, la revisión de todo el proceso histórico tendiente a reivindicar la causa defendida a sangre y fuego, por todo el pueblo paraguayo durante la guerra del 65 al 70, y la personalidad del Mariscal Francisco Solano López.

         La Patria paraguaya trabajosamente se reponía de las profundas heridas, de la gran epopeya, en medio de la fuerte presión de los que aún pretendían ejercer, de uno y otro modo, su predominio en nuestro suelo. En las escuelas se enseñaba una historia distinta de la realidad de los acontecimientos vividos con singular heroísmo. En esa atmósfera hostil, de absurdas mistificaciones, el Dr. IGNACIO A. PANE, con JUAN E. O'LEARY, ENRIQUE SOLANO LOPEZ y otros patriotas esclarecidos, señaló a la juventud la luminosa lección de nuestro pasado heroico, la nobleza y las virtudes de la raza guaraní, contribuyendo así eficazmente a templar el espíritu nacional, a forjar una conciencia colectiva y a renacer la fe en el valor y en la grandeza que atesora el destino de la nacionalidad paraguaya.

         Impulsado por tan profundas motivaciones, el Dr. PANE desarrolla una intensa labor. Es un hombre múltiple, se lo ve actuar con entusiasmo y enjundia en la cátedra, en los centros académicos, en el Parlamento, en el periodismo, en las tribunas callejeras, sosteniendo sus ideales con fervor, con firmeza, sin claudicar jamás.

         La obra de PANE fue grandiosa, su nombre será recordado por las sucesivas generaciones. Es que las causas bellas son universales y eternas y sus intérpretes son inmortales como el mármol o el bronce modelado por las manos de un artista.

 

         LABOR DOCENTE Y CULTURAL.

 

         PANE fue un humanista, creyó en el hombre y en su perfeccionamiento; en la cultura y en los valores morales encontraba la fundamentación del progreso de los pueblos, de la convivencia social y de la marcha ascendente de la humanidad. Por eso, consagróse a la docencia, con vocación de auténtico maestro, con generosidad de alma y ocupa entre los educadores de la juventud paraguaya un sitial de honor bien ganado por la brillantez y vastedad de sus conocimientos. Y este Colegio Nacional lo contaba entre sus más prestigiosos profesores y los estudiantes tenían en él al guía, al mentor que irradiaba luz, belleza, amor y patriotismo, con la sencillez, espontaneidad y valor de los verdaderos maestros.

         Enseñó Filosofía, Psicología, Literatura, Instrucción Cívica, Lógica, Sociología en las Escuelas Normales, en el Colegio Nacional, en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional. Es figura relevante en la cultura del país. Desde joven comienza su trabajo intelectual para madurar luego, como poeta, literato, escritor y periodista. Su obra se halla dispersa en artículos, cartas, discursos, folletos y libros sobre temas históricos, sociológicos, literarios, políticos, con un estilo que lo distingue y lo descubre como a un autor erudito.

         Produjo inspirados y hermosos versos como: La Mujer Paraguaya; Al Mariscal López; Al Paraguay; Ybapurú; Itá; Beatriz; El Pombero.

         Fue un cultor de nuestra lengua vernácula. Escribió versos en guaraní: Don Quijote Abá ñeeme; Lope de Vega Abá ñeeme, constituyéndose en un abanderado de nuestra hermosa tradición idiomática en aquel tiempo en que había esfuerzos por destruir nuestro idioma, y a quien hablaba el guaraní se lo daba un trato despectivo, siendo así PANE uno de los reivindicadores hasta llegar a adquirir el guaraní la categoría de idioma nacional en la Constitución de la República de 1.967.

         La política educacional contó con su ilustrado concurso, habiendo sido miembro del Consejo Nacional de Educación en 1910 y miembro del Consejo Secundario Superior en 1912, jubilándose en las actividades docentes en 1919, en medio de la consideración pública y del reconocimiento de la fecunda labor cumplida por este prócer de la cultura nacional. La crónica periodística de la época trae la siguiente nota escrita con motivo de la referida medida oficial: "El querido maestro de la juventud estudiosa. Dr. IGNACIO A. PANE, se retira a descansar en la tranquilidad del hogar. Enorme vacío deja en la cátedra. Joven aún, ya tiene en la frente ceñido el eterno lauro de la gloria. Su conducta de hombre inmaculado es una de las más preciadas facetas de su múltiple valer, una inteligencia de brillo singular resplandece en él como fuente de su intrínseco mérito positivo. Pero sobre todo, es noble maestro, de profunda espiritualidad. Pedagogo consumado que conoce el alma de sus discípulos con la primera fija e intensa mirada. Deja en el corazón de sus discípulos un tierno recuerdo de un alma candorosamente buena. Varias generaciones de estudiantes tuvieron el legítimo orgullo de escucharlo en sus elocuentes momentos de peroraciones sublimes. Su gran patriotismo estimuló siempre, con sanas virtudes las aspiraciones de sus jóvenes alumnos "(Silvio Vázquez - 1919)".

         Así fue PANE, el muy estimado maestro de la juventud estudiosa paraguaya.

         El ejercicio de la cátedra lo lleva a profundizar los temas científicos y culturales y a establecer una pedagogía que hace productiva la labor docente en beneficio del aprendizaje. Escribe para sus alumnos de nivel secundario LECCIONES DE LITERATURA Y APUNTES DE SOCIOLOGIA; INDICE SOCIOLOGICO para los estudiantes universitarios, siendo en este campo de la Sociología en donde adquiere notable renombre, la proyección de su obra trasciende y es calificado como un versado exponente de la Sociología Americana.

         Como fruto de su trabajo de investigación escribe obras como la MUJER GUARANI, GEOGRAFIA SOCIAL, EL INDIO GUARANI, en las cuales estudia, con originalidad y rigor científico, las razones históricas, geográficas y etnológicas del proceso de formación de la nacionalidad paraguaya, las virtudes y caracteres psicológicos de la mujer y del indio guaraní.

         En los versos, libros y monografías de PANE la temática principal constituye invariablemente nuestra historia, la gloria de los héroes nacionales, el folklore, la belleza y fertilidad de nuestro suelo, las cuestiones sociales, la política, las virtudes de la raza y de la tradición guaraní, lo autóctono es la nota característica que revela su intenso amor a la patria y da la medida de su inmensa obra nacionalista.

         El escenario de su quehacer cultural no es sólo nuestro país. En Chile, en 1902, en el Ateneo de Santiago, pronuncia una célebre conferencia que titula PARAGUAY INTELECTUAL. Tenía entonces 22 años escasos y evidenciaba poseer una sólida formación. En la ocasión pasa revista a la evolución cultural del Paraguay, pone de resalto la ignorancia que existe acerca de la realidad paraguaya, cuando expresa: "Que casi todo cuanto se refiere al Paraguay es asunto poco menos que desconocido, lo mismo para sus hermanos, los pueblos americanos que para el viejo mundo, salvo uno o dos curiosos que nunca faltan en cualquier país. Por lo demás, si algo se dice de él es falso o adulterado con ser casi todo ello desfavorable o malo. Y, agregaba: "No sólo sigue viviendo el Paraguay, contra la opinión rimada de Guido Spano, sino que además, sobre la materialidad de la vida que va surgiendo poderosamente, encuadrada en las hermosuras de su suelo, ha encendido de nuevo la chispa de Prometeo. Y cita al Dr. Alonso Criado, un ilustre español, quien escribía, ya en 1896: "Que el Paraguay, casi aniquilado después de mediado del siglo XIX no ha necesitado más de 5 lustros para reponerse de sus enormes quebrantos y mostrarse rejuvenecido, gallardo y brioso ante los mismos admiradores de su último martirio. Hasta el renacimiento literario, el más difícil y que parecía imposible es ya un hecho en el Paraguay".

         Señala luego el Dr. PANE, el importante papel que le cupo cumplir al Paraguay en el proceso de formación de los pueblos americanos, cuando dice: "Tocante a la intervención del Paraguay en la vida americana, ella dio el primer grito de independencia en Sud América en 1718 con la revolución de los Comuneros. Fueron protegidos por el Paraguay, Buenos Aires, en 1806 al 1810, y el Uruguay, en los movimientos iníciales de su emancipación. Y para que el nombre de paraguayo pudiera escribirse también en la Epopeya que tuvo por protagonistas a San Martin y Bolívar, un guaireño, Bogado, soldado, en 1814, tras la batalla de San Lorenzo, volvió hecho Coronel del Pichincha, al mando de los famosos Granaderos de los Andes o Granaderos a Caballo de San Martín".

         En la misma conferencia cita a los primeros escritores paraguayos, entre los cuales menciona a Ruiz Díaz de Guzmán, quien escribe sobre la primera historia del Río de la Plata. En segundo lugar, señala a Fernando Mompox, como el orador que predicó la doctrina de los Comuneros, inspirado por Antequera y Castro. En tercer lugar cronológico, cita a Pedro Vicente Cañete a quien califica como el paraguayo más notable por el brillo, la extensión y la fama de sus luces de cuantos se distinguieron en la época colonial y aún más en las provincias ajenas que en la propia y que fue personaje de primera línea en los tiempos de la independencia americana. Y agrega PANE: "Después de los tres citados no hubo paraguayo de igual figuración hasta la época de la independencia en que aparecen dos dignos de llamar la atención: José Gaspar Rodríguez de Francia y Mariano Antonio Molas".

         En otro pasaje de su Conferencia, juzga la labor de los López y los resultados de su política para el progreso del Paraguay y las amplias posibilidades existentes para el adelanto cultural, en los siguientes términos: "Llegó el tiempo de los López, que fue algo así como los tiempos heroicos de nuestra historia contemporánea. Tuvimos entonces arsenales, armada, minas y fundiciones en actividad, las primeras líneas ferroviarias y telegráficas del Plata, palacios hermosos, diplomacia hábil, himno y canción nacional, Constitución, marina mercante, Escuela Superior de Humanidades, imprentas y periódicos nacionales, todo ello por primera vez o en escala nunca vista en el Plata. El Estado no tenía deuda externa ni interna, acuñaba monedas fuertes de oro y plata y poseía grandes fondos de reserva. Y esta prosperidad que se iniciaba y crecía rápidamente se iba convirtiendo en el germen más adecuado para una poderosa evolución intelectual y literaria. Sin embargo, cuando apenas iba consolidándose, se produjo de súbito nuestro desastre épico. Y de aquel período no quedan sino dos nombres ilustres, los dos en la historia de nuestras letras: Natalicio Talavera y José Berges".

         En el estudio que realiza y en el período correspondiente posterior a la guerra del 70, cita al Coronel Juan Crisóstomo Centurión, al Padre Fidel Maíz, analiza la evolución de la instrucción primaria y secundaria y señala el papel trascendente en este proceso cultural que le cupo cumplir al Colegio Nacional de la Capital.

         Más tarde en 1911, completa este estudio en el Álbum Gráfico del Paraguay, en donde traza los perfiles más sobresalientes de los hombres representativos en historia, literatura, pedagogía, economía, política, ciencias médicas y naturales, y otros campos del conocimiento y la cultura, citando a Domínguez, Fulgencio R. Moreno, O'Leary, Arsenio López Decoud, Manuel Gondra, Juan R. Dahlquist, Alejandro Guanes, Blas Garay, Eloy Fariña Núñez y otros exponentes representativos de la intelectualidad paraguaya.

         Con justa admiración mencionemos a Don Carlos Antonio López y al Mariscal López, cuyos escritos en los periódicos, mensajes y discursos presidenciales, proclamas y notas diplomáticas, se destacan, por su belleza, elocuencia y profundidad conceptual, valor literario e intenso contenido patriótico.

 

         TESIS FEMINISTA. En medio de su ingente labor intelectual, el Dr. PANE fue uno de los primeros en declararse feminista al sostener la tesis reivindicadora del valor de la mujer en la sociedad, con todos sus atributos. De este Modo, PANE fue uno de los precursores del movimiento de dignificación de la mujer paraguaya. Hablada sobre el papel social moderno de la mujer y su rol natural y justo y decía que en la mujer gravitan todos los recuerdos y esperanzas del género humano, en la plenitud de extensión y tiempo de su existencia sobre la tierra. Le dedicó hermosos versos en donde canta sus excelsas cualidades, sus virtudes como madre y al supremo valor de las "Residentas" que supieron luchar y morir, al igual que el hombre, cubriéndose de gloria por la bandera de la Patria.

         PERIODISMO. Su vocación por las letras y los problemas nacionales, muy joven lo hace periodista. Escribe, primero, en las hojas estudiantiles: "La Juventud"; "El Estudiante"; "El Porvenir", para después pasar a la redacción de importantes diarios de la época: "La Democracia"; "La Tarde"; "La Tribuna"; "General Caballero"; "La Patria", y otros, abordando temas diversos, de carácter social, histórico y cultural, que revelan su espíritu solidario con los trabajadores, su apasionada lucha por la revisión de nuestra historia y su esfuerzo por resurgir todo cuanto hace al patrimonio cultural del país.

 

         PRECURSOR DE LA LEGISLACION SOCIAL.

 

         PANE fue un obrerista, un profundo conocedor de lo que se ha venido en llamar la cuestión social. Dijo una vez: ''No soy capitalista, nacido y formado en el yunque del trabajo, conozco como el que más de los dolores físicos y las penurias morales en la conquista del puchero cotidiano. Tengo a honra haber sido con el Dr. Antolín Irala y Ricardo Brugada uno de los primeros legisladores paraguayos que ha puesto por primera vez a la orden del Día del Congreso Nacional el primer proyecto de ley de la Jornada de ocho horas. Y sostenía "que los partidos políticos lo mismo que cualquier individuo patriota o previsor pueden y deben ocuparse de la cuestión obrera. Y si los partidos políticos no se ocupan, peor para ellos. Los obreros no son bestias ni mucho menos máquinas. La cuestión obrera no es meramente económica, es decir, mero problema de producción de la riqueza. Esta cuestión es vasta. Abarca no solamente toda la fase económica de la vida social, sino también toda la faz social, de los débiles, mujeres, niños, inválidos".

         Pero PANE no condenaba al capital, sino sostenía la tesis de que lo mejor es buscar una armonización de ambos factores de la producción entre el capital y el trabajo. No pretendemos, decía, suprimir de golpe y porrazo el capital sino transformarlo, mejorarlo (Diario Patria 4-I-1.917 - Política y Obreros).

         En 1917 el Dr. PANE presenta al Congreso el proyecto de ley sobre la creación del Departamento Nacional del Trabajo, para el estudio de las condiciones de trabajo, a fin de proponer las reformas legales y medidas administrativas tendientes a mejorar la situación de los obreros y los indios en armonía con el progreso económico y cultural del país.

         He aquí un mérito extraordinario que lo sindica como uno de los precursores de la legislación social en el Paraguay.

 

         DEFENSOR DE LA RIQUEZA FORESTAL. Debemos señalar también que fue un estudioso y defensor de la riqueza forestal. Es así que con gran visión de futuro en 1918 plantea en un proyecto de ley, lo que hoy es una imperiosa necesidad, la repoblación forestal. Hace referencia en el proyecte a la destrucción de nuestros bosques y a la falta de una política para preservar los recursos forestales. Desaparece nuestra flora, decía, en perjuicio del clima, de la riqueza orgánica, de la salubridad, de la vitalidad misma de la población. No hay que olvidar que sobre la tierra todos los agentes físicos y sociales se combinan y reaccionan y sostenía que era necesario imponer a los propietarios de inmuebles la obligación de plantar y conservar determinado número de árboles, especialmente los naranjos, con los que quería formar grandes bosques.

 

         LA OBRA NACIONALISTA DE PANE.

 

         PANE con O’LEARY, y otros contribuyó a reivindicar la figura del Mariscal López, que en esa época era objeto de ignominia, declarada fuera de la Ley de Dios y de los hombres. Gravitó poderosamente en el movimiento reivindicador de la causa de López que constituye la expresión más alta del patriotismo y el símbolo del valor de nuestro pueblo en la defensa de sus derechos.

         PANE valoró la labor de los historiadores e intelectuales que predicaron la justicia de la causa paraguaya. De Alberdi dijo: "que era el más grande de los amigos y defensores del Paraguay y del Mariscal López. Y de Luis Alberto de Herrera dijo: "Que al reivindicar a López había esculpido una estatua de dimensiones iguales al coloso de Rodas pero que durará más, mucho más que esa maravilla del mundo antiguo".

         De López se hablará alguna vez, decía PANE, "como un gigante de los tiempos ciclópeos. Falta poco para pasar de esto a imaginarse a aquel hombre como un Prometeo, atado a Cerro Corá, en cuya cumbre histórica los buitres del imperialismo sudamericano siguen picoteando las entrañas del héroe".

         Siempre estuvo allí donde se lucha por la causa nacionalista. Cuando el Padre Fidel Maíz fue vilmente calumniado por Juan Silvano Godoy, participó PANE activamente en el gran acto de desagravio, junto a O'Leary, Ricardo Brugada, Natalicio González, Mallorquín y otros. Fue el orador que entregó al Padre Maíz un álbum histórico en donde se patentizó la admiración hacia el ilustre Sacerdote quien calificó a la calumnia y a la maldad como un acto más, inútil, para trabar los pasos del Lopizmo, esto es, el más puro nacionalismo al decir de Fidel Maíz.

         Debemos reconocer que recién en la época actual se cumplen y se hace justicia con las aspiraciones e ideales por los que lucharon nuestros antepasados ilustres, entre quienes ocupa un lugar destacado el maestro IGNACIO A. PANE. Es con el Gobierno del Presidente Alfredo Stroessner que la educación y la cultura alcanzan un nivel de alta promoción, las mujeres tienen el ejercicio de sus derechos a plenitud, las conquistas sociales de los trabajadores tienen fuerza legal las glorias de la patria son veneradas en los Colegios y Escuelas, y una conciencia nacionalista fortalece, cohesiona e impulsa creativamente al pueblo paraguayo hacia etapas de amplias reivindicaciones y de desarrollo.

         JUICIOS SOBRE PANE. La personalidad de PANE es objeto de juicios consagratorios que revelan la gravitación de su obra, que hablan de su espíritu selecto, y de su personalidad intelectual indiscutible.

         He aquí algunas opiniones acerca de este hombre de valía singular, que sirvió a la patria poniendo a su servicio las excelencias de su talento, sobre todo las cualidades dé su alma virtuosa.

 

         ERUDICION Y RIGIDEZ METODOLOGICA

 

         IGNACIO A. PANE, se complace en desentrañar el sentido social de la historia. En el "Indio Guaraní" estudió a fondo la religión, usos y costumbres de estos indígenas a la luz de los principios sociológicos. En sus "Nociones de Literatura" aplicó las teorías de Spencer en la investigación del fomento literario. En "Geografía Social" estudió los factores físicos, étnicos, telúricos, geográficos, etc., que colaboran en la formación de la nacionalidad paraguaya. Y en sus "Apuntes de Sociología", expuso los fundamentos de esta ciencia, sus orígenes, las diversas escuelas en que se ha bifurcado con lujo de erudición y severa rigidez metodológica. (Panorama de la Sociología Americana - Hipólito Sánchez Quell). 

 

         TUVO EL DESTINO DE LOS RIOS... CRUZAR EL MUNDO FECUNDANDO.

 

         Incansable hasta caer agotado, después de ilustrar con su palabra la cátedra, la prensa, la magistratura, el parlamento y la tribuna popular. Escribe versos, polemiza, redacta alegatos, pública libros, colabora en revista y le sobra tiempo para hacer investigaciones como "El Indio Guaraní": Se quemaba por las dos puntas, su inteligencia está en constante ignición, tuvo el destino de los Dios: Cruzar el mundo fecundando (El Solar Guaraní - Justo Pastor Benítez).

 

         CULTOR DEL ARMONIOSO Y EXPRESIVO GUARANI.

 

         Fue PANE, a igual de Blas Garay, Manuel Domínguez y Fulgencio R. Moreno, entusiasta y consecuente cultor de nuestro idioma materno, el armonioso y expresivo guaraní, la dulce lengua de la raza ausente al decir de Domínguez. En PANE el cultivo y la irrestricta adhesión a ese insustituible vehículo de comunicación anímica constituye uno de los sillares de su sano y ferviente nacionalismo. (Ignacio A. Pane, El Sociólogo - Bacón Duarte Prado).

 

         SOLDADO CONSECUENTE EN LAS JUSTAS POR LA LIBERTAD Y LA DEMOCRACIA.

 

         Graduóse muy joven en Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad Nacional. Pronto adquirió merecida fama de erudito. Profesó la enseñanza secundaria-universitaria, dando lustre a la cátedra. Dejó obras sociológicas que le colocan a la altura de los más ilustres pensadores sudamericanos. Fue el brazo derecho de O'Leary en la campaña de reparación histórica iniciada por el cantor de las glorias nacionales a principios del siglo. Fue orador de valor cívico y soldado consecuente en las justas por la libertad y la democracia. Como miembro de la Cámara de Diputados, honró a la representación popular. En los debates en que intervino, dejó huellas de su talento y erudición. Diríase que, en ocasiones trasladaba la cátedra universitaria al recinto Parlamentario. (Índice de la Poesía Paraguaya - Sinforiano Buzó Gómez).

 

         ADALID DE LA CAMPAÑA NACIONALISTA.

 

         Puede decirse que IGNACIO A. PANE fue uno de los adalides de la campaña nacionalista a cuyo triunfó consagraron su vida Enrique Solano López y Juan E. O'Leary y, quizás, el más convincente y hábil polemista de aquélla época apasionante de nuestra historia (Historia de la Cultura Paraguaya - Carlos R. Centurión).

 

         UN PARAGUAYO ILUSTRE QUE HIZO DE LA CULTURA SU PASIÓN MÁS PERDURABLE.

 

         El conocimiento, en profundidad, de la trayectoria de IGNACIO A. PANE, deparará no pocas sorpresas, pues por encima del poeta, el literato, el sociólogo o el profesor de derecho, podrá descubrirse la figura de un paraguayo ilustre, que hizo de la cultura patria, de su difusión o su defensa, su pasión más perdurable (Síntesis Bibliográfica de Ignacio A. Pane - Raúl Amaral).

 

 

         BRILLANTE TRIBUNO, TEMIBLE EN LA POLÉMICA.

 

         Era maestro de doctrinas, de convicciones y de alto valor cívico. Su exaltado nacionalismo lo convirtió en uno de los paladines de la campaña reivindicatoria del Mariscal López. Desde muy joven militó en las filas del Partido Nacional Republicano y durante su representación en el Parlamento, esa agrupación tuvo en él su más brillante tribuno, temible en la polémica (Cien Vidas Paraguayas - Carlos Zubizarreta).

 

         ANTE LA NEGACION DE LO PARAGUAYO, LA REAFIRMACIÓN DE LO PARAGUAYO.

 

         Y ante la negación de lo paraguayo, la reafirmación de lo paraguayo. Y si PANE en las letras paraguayas, cantó lo nuestro. Y si PANE como sociólogo sintió lo nuestro, en su quehacer político, vivió lo nuestro. Su actuación pública será centrada en la tarea de la recuperación de los valores nacionales, en reivindicar las glorias y los héroes de nuestro pasado histórico y en la promoción social de los más débiles, especialmente de los trabajadores. (Conferencia - Junio 1.980 - Dr. Juan José Soler),

 

         El Dr. IGNACIO A. PANE nace en Asunción el 31 de Julio de 1.880. Hijo de Salvador Pane y Francisca Soler. Su esposa María Luisa Ciancio Sarubbi y sus hijos: Luis Alberto, Berta Ángela, Víctor Alejandro e Ignacio Alberto. Fallece el 10 de marzo de 1920. Su deceso produjo manifestaciones de profundo dolor. En el acto del sepelio despiden al ilustre hombre, prematuramente desaparecido a la edad de 40 años, varios oradores que señalan el pesar de toda la nación ante la pérdida irreparable de éste valor de la intelectualidad paraguaya.

 

         JUAN E. O'LEARY no pudo ocultar su sentimiento ante la partida sin retorno de su entrañable amigo y compañero de causa, y expresó: "Juntos tomamos la pluma, juntos pulsamos la lira, juntos dimos el grito de rebeldía y ensayamos el canto augural ofrendando a la patria al mismo tiempo nuestras primeras palabras de vindicación y nuestras primeras estrofas glorificadoras. Nunca una disidencia nos alejó, un instante siquiera, jamás, ni aún en los días más crudos de la anarquía nacional; se aflojó el lazo que nos vinculaba. Abrazados nos sorprendió la muerte, cayendo él a mi lado, y llevándose a la tumba una parte de mi corazón".

 

         El Dr. ANTOLIN IRALA, en un sentido discurso dijo: "La vida del doctor PANE, breve y atormentada, fue, desde sus comienzos, un despliegue de extraordinarias aptitudes y una áspera lucha contra las inclemencias de un medio poco propicio. Ya en las aulas, que cruzó a paso de vencedor, dejó el recuerdo de un adolescente prodigioso, apto para todos los vuelos de la inteligencia. Confirmo en su vida tan promisoras esperanzas. Su espíritu, ampliamente abierto a todos los horizontes, culminó en las más altas manifestaciones del intelecto. Todo pudo serlo, y todo lo fue: poeta, periodista, orador, jurisconsulto, sociólogo, político, y, sobre todo, maestro, maestro en la elevada, en la altísima significación del vocablo, maestro en las aulas, maestro en todas las manifestaciones de la vida, porque su vida toda fue una nobilísima lección de sinceridad, de desinterés, de labor y de sacrificio".

 

         NATALICIO GONZALEZ, también pronunció una oración fúnebre, dijo: "Señores: Frente a los despojos del maestro, yo no lloro al hombre. Lloro una luz que se apaga; una fuente pródiga de ideas, cegada por la muerte; lloro por nosotros, sus discípulos y amigos que quedamos, huérfanos de su voz fecunda en bienes, anonadados por el golpe aleve del destino. Maestro: Haz que la juventud de tu patria aproveche la lección de tus palabras, plenas de sabiduría, y la lección de tu vida, tan llena de dignidad humana".

 

         Y el Dr. LUIS ALBERTO HERRERA, ese gran uruguayo, amigo del Paraguay, dirigiéndose a O'Leary, en una expresiva carta, dijo: "Bien comprendo la honda aflicción de ustedes. PANE era una cumbre, una enseñanza y un ejemplo, por su valer, por su vida, por su verdadero patriotismo. A justo título pueden llamarle maestro de la juventud paraguaya, como que a ella diera lo mejor de su ser y por ella se consumiera en el desvelo. Y, coronando su figura, a su lado formó siempre, como hermana, la pobreza, realzando sobre el duro engarce las esclarecidas virtudes del buen sembrador. La severa personalidad del doctor Pane siempre me inspiró singular respeto y cuando sus labios generosos me honraron con palabras indulgentes, profundamente se lo agradecí, valiendo más el elogio que el elogiado. En su ley ha caído el profesor de ideales: herido en el corazón. Con la última palada de tierra caída sobre su féretro no debe morir el homenaje paraguayo al ilustre PANE, que enseñó a la juventud de su país con su estoicismo, con su sabiduría y con su propio dolor. La acción heroica no es patrimonio de los guerreros: ella cuaja en la cátedra como en las trincheras de Curupayty. PANE es un héroe de la república y por eso la lápida que cubre sus despojos debe desdoblarse en estatua".

         ¡Profesor de ideales,      héroe de la República,! que más decir: ¡que más honra,! ¡qué honor! el de PANE en la apreciación y en el juicio de aquel eminente uruguayo.

 

         LEGADO A LA POSTERIDAD. COMO BANDERA FLAMEANDO

 

         El hombre público siempre es objeto de críticas, casi siempre contradictorias. Unos, partidarios, aprueban y señalan las bondades que adornan su personalidad, otros, adversarios, niegan y hasta condenan su ejecutoria, y los demás, lo toleran o lo ignoran en la indiferencia. En el caso de PANE vemos que propios y extraños, amigos y adversarios, coinciden en valorar su mérito y atribuirle el más alto servicio que un ciudadano puede ofrecer a sus semejantes y a la sociedad a que pertenece.

         Que bello legado a la posteridad, en el que podrán inspirarse las generaciones paraguayas.

         El tiempo acrecienta su figura, con fulgores cada vez más intensos. El Dr. IGNACIO A. PANE, de "virtudes esclarecidas", de "talento extraordinario", de "romántico idealismo", de "labor admirable", al decir de O'Leary, es hoy un camino abierto, una bandera flameando, una doctrina, que vosotros jóvenes estudiantes tenéis para guía de vuestros ensueños, como un faro que irradia potente luz en medio de las tinieblas que cubren la humanidad doliente, víctima de tantas violencias y agresividades sustentadas en ideologías del mal que pugnan por destruir la filosofía humanista del mundo occidental.

         Debemos como nunca fortalecer los espíritus, afirmar la voluntad, elevar nuestro pensamiento en el ejemplo de los grandes héroes y en las glorias de nuestra historia, en los forjadores de nuestra nacionalidad e independencia, para consolidar en la época presente los fundamentos de la sociedad paraguaya, preservar las tradiciones nacionales,

nuestro estilo de vida, y sentar las bases del desarrollo integral con el fin de alcanzar los grandes objetivos concebidos con proyección de eternidad, en los días augurales de la Revolución de Mayo y que, cada día, felizmente, se cumplen mediante la conducta laboriosa de sus hijos, como gobernantes, hombres de empresa, intelectuales, maestros como obreros o estudiantes movidos todos por un ideal superior de paz, justicia y libertad, como rezan los símbolos augustos de la Patria.

         El Dr. Ignacio A. Pane tiene vigencia permanente. Vence al tiempo. La Dirección del Colegio Nacional ha tenido la feliz iniciativa de honrar su memoria y nosotros el insigne honor de participar de este emotivo homenaje y tener que referirnos solamente a algunos aspectos de su obra y a ciertos rasgos de su vigorosa y rica personalidad.

         Luís Alberto de Herrera dijo del Dr. Pane: "A justo título, es el maestro de la juventud paraguaya".

         El Dr. Antolín Irala lo califica como el maestro en la altísima significación del vocablo.

         Y nosotros compartimos plenamente estos conceptos.

 

 

 

         CONCEPTOS de DON JUAN E. O'LEARY y del DR. ANTOLIN IRALA ante la desaparición del DR. IGNACIO A. PANE, que trasuntan el hondo pesar de sus entrañables amigos y compañeros de causa y la ponderación de los atributos sobresalientes del hombre público que dejaba trunca su prodigiosa obra cuando la Patria todavía esperaba mucho de su talento y de su privilegiada inteligencia.

 

        

         DE DON JUAN E. O'LEARY

 

         Más de una vez he tomado la pluma para consagrar un recuerdo al amigo desaparecido, deteniéndome, absorto, ante su nombre, como ante un fantasma desconcertante.

         Más de una vez he tratado de hilar mis pensamientos, para trasuntar todo lo que llena mi corazón...

         Pero la pluma cala de mis manos y los sollozos formaban un nudo estrecho en mi garganta.

         He quedado mudo bajo el golpe terrible.

         Ha sido como un terremoto interior que ha dado en tierra con una parte de mi vida.

         Ante su cadáver me he sentido morir, ya que vivimos en los que amamos y estos forman la parte mejor de nuestra vida.

         Hoy; después de algunos días de la inmensa desgracia, ya un poco serenado mi espíritu, vuelvo la vista al pasado, me trasporto a tiempos lejanos y felices, y trato de consolarme evocando nuestra infancia, nuestra adolescencia, nuestra juventud... más de treinta años de fraternal compañerismo, de estrecha fraternidad, de amistad invariable.

         Y lo veo, a los primeros albores de nuestra existencia, en los bancos de la escuela, más pequeñito que yo, dominado por una prematura melancolía.

         Era, ya entonces, un atormentado, un perseguido por la visión interior, un ensimismado.

         Queda de él un retrato de aquella época que da una idea de lo que era.

         Se le ve pensar, en medio de la bulliciosa caterva de los que le rodeábamos.

         El filósofo asomaba en el fondo de las apacibles pupilas del niño y el hombre superior se manifestaba en los más nimios rasgos de su carácter.

         Después... lo estoy viendo también!

         Era en su casita, en su pobre casita, en la que distribuía sus horas entre el amor a su madre, el amor a sus libros y el amor a sus amigos.

         Allí fue donde realmente fundimos nuestras almas, frente a las miserias del mundo y en medio de las mismas luchas y sacrificios.

         Recién entonces acabamos de comprender lo que era la vida, los sinsabores ocultos, las sorpresas imprevistas, los dolores irremediables.

         Amasando el pan de nuestro hogar con el mismo sudor y las mismas lágrimas; padeciendo los rigores de la misma orfandad; persiguiendo los mismos sueños y alimentando las mismas esperanzas, nos dimos el brazo, al entrar en la selva salvaggia, marchando desde entonces unidos, bien cerca nuestras corazones, en medio de todas las vicisitudes que nos deparó el Destino.

         Juntos tomamos la pluma, juntos pulsamos la lira, juntos dimos el grito de rebeldía y ensayamos el canto augural, ofrendando a la patria al mismo tiempo nuestras primeras palabras de vindicación y nuestras primeras estrofas glorificadoras.

         Nunca una disidencia nos alejó, un instante siquiera, jamás, ni aún en los días más crudos de la anarquía nacional, se aflojó el lazo que nos unía, ni declinó el mutuo e inmenso afecto que nos vinculaba.

         Abrazados nos sorprendió la muerte, cayendo él a mi lado y llevándose a la tumba una parte de mi corazón.

         Debí, pues, sentirme morir en el que era mi prolongación. Debí sentir como un desgarramiento de mi alma, como una ruptura de mi eje interior, como un quebrantamiento de mi integridad espiritual.

         La sensación que experimenté fue indefinible. Fue de sorpresa, de duda, de horror, de pena, de desesperación. En realidad no hay palabra para expresar ciertos estados de alma.

         El verbo humano es impotente para concretar, en su limitación lo infinito de nuestro dolor.

         Por eso no hablé sobre su sepulcro. Cómo iba a hacerlo! Lloré, si, lloré sin contenerme, con la ingenuidad con que lloran los niños, con la sinceridad con que lloran los desesperados.

         Y el llanto, supremo desahogo, ha acabado por mitigar mi amargura, devolviéndome una parte siquiera de mi serenidad.

         Y así puedo trazar, éstas líneas, indignas del amigo, como panegírico, pero gratas a sus manes por el sentimiento que las dicta.

         Así puedo decir, repuesto de mi horrible quebranto, que fue el más bueno de los hombres, el más honesto de los ciudadanos, el más leal de los amigos y el más auténtico de nuestros intelectuales.

         Y que satisfacción experimento, en medio de mi duelo, pensando que he sido quizás el único que he proclamado siempre, a gritos, en todos los tonos, las esclarecidas virtudes que le adornaban.

         Lastimando su incurable modestia, no me he cansado de repetir a los que le desconocían, los méritos extraordinarios de este hombre ejemplar.

         Quedan en veinte años de labor periodística innumerables artículos consagrados a su elogio.

         Siempre creí que era un deber para mí, como amigo, como compañero, como compatriota, hacerle justicia frente a los que se la negaban, dándole lo que era suyo, colocándole en el lugar que le correspondía.

         Y cuántas veces adiviné en sus tiernas reconvenciones la gratitud que me tenía por aquellas palabras de aliento, que le estimulaban en medio de la indiferencia hostil con que fue mirada siempre su labor agotadora!

         Pobre amigo! Todo dignidad como era, todo energía, todo altivez, sufría pensando que se pudiera creer que solicitara mis aplausos. Pero cuánta falta le hacía saber que su sacrificio no pasaba inadvertido, que sus virtudes no eran ignoradas, que su obra no era desconocida.

         Hombres como él, en su romántico idealismo no persiguen otra recompensa en la vida.

         Un poco tarde la justicia ha llegado para él.

         Pero ha llegado!

         Sobre su tumba se ha dicho todo lo que debió decirse en la vida.

         Su entierro ha revestido las proporciones de una apoteosis.

         Amigos y adversarios han coincidido en el reconocimiento de sus virtudes esclarecidas, de su talento extraordinario y de su labor admirable.

         Y es esto un consuelo para los que le vimos padecer en silencio el dolor de tanta ingratitud.

 

         Marzo 18 de 1920

 

 

 

         DEL DR. ANTOLÍN IRALA

 

         La patria está de duelo. Acaba de extinguirse para siempre la llama que ardió en el espíritu superior de uno de sus hijos más preclaros. El Dr. Ignacio A. Pane ha muerto.

         Ha habido en nuestro partido prohombres cuya muerte no cubrió de crespones sólo a los rojos pendones partidarios, próceres que fueron acompañados hasta su sepulcro por la tricolor gloriosa de la patria, izada a media asta en muda manifestación de dolorosa despedida. Hemos tenido, los colorados, duelos partidarios que han sido duelos nacionales. Este es uno de ellos.

         No es sólo el Partido Colorado el que lamentó, la desaparición del correligionario que fue su orgullo, es el país entero el que rinde su homenaje conmovido al que fue tal vez el más alto exponente intelectual de la presente generación paraguaya.

         La vida del doctor Pane, breve y atormentada, fue, desde sus comienzos, un despliegue de extraordinarias aptitudes y una áspera lucha contra las inclemencias de un medio poco propicio.

         Ya en las aulas, que cruzó a paso de vencedor, dejó el recuerdo de un adolescente prodigioso, apto para todos los vuelos de la inteligencia.

         Confirmó en su vida tan promisorias esperanzas.

         Su espíritu, ampliamente abierto a todos los horizontes, culminó en las más altas manifestaciones del intelecto. Todo pudo serlo, y todo lo fue: poeta, periodista, orador, jurisconsulto, sociólogo, político y, sobre todo, maestro, maestro en la elevada, en la altísima significación del vocablo, maestro en las aulas, maestro en todas las manifestaciones de la vida, porque su vida toda fue una nobilísima lección de sinceridad, de desinterés de labor y de sacrificio.

         Su organización mental fue la de un intelectual puro.

         Con un poco menos de altruismo el doctor Pane hubiera sido un sabio, un sabio auténtico que quizá dejara su nombre vinculado a nuevas y perdurables orientaciones espirituales.

         Talento prodigioso, laboriosidad incomparable, insaciable sed investigadora, sagacísimo espíritu de observación, alta independencia espiritual, suprema probidad intelectual, tales fueron los rasgos predominantes de su estructura mental.

         En la apacibilidad de una vida de meditación y de estudio, lejos de luchas y sobresaltos, en la tranquila soledad de su biblioteca, hubiera tenido su ambiente natural el espíritu armonioso y selecto del doctor Pane.

         Pero esa vida no era para él. Así como preocuparon su inteligencia todos los problemas contemporáneos, así tuvieron un eco en su alma todas las inquietudes de su pueblo y de su tiempo. De él pudo decirse lo que del esclavo en la comedia de Pláuto: "nada de lo humano le fue ajeno".

         Lloró con todos los que sufrían protestó con las victimas de todas las injusticias, proclamó bien alto verdades escarnecidas, estuvo siempre con los débiles y con los oprimidos.

         Bajo su mansedumbre apostólica de hombre bueno, latía la fibra de una energía irreductible. Muchas veces la puso a prueba.

         En sus campañas nacionalistas en sus épicas luchas periodísticas, en sus memorables jornadas parlamentarias, en toda su vida política, el temple viril de su carácter se mantuvo superior a todas las debilidades.

         Y cuántas veces la ingratitud y la injusticia se cebaron en él! Cuántas veces la audacia irresponsable pretendió atacarle hasta en su obra intelectual, acaso la más sólida de la actual, generación paraguaya!

         Pero él no se inmutó jamás. No fue un amargado como pudo serlo al ver que la pasión y el egoísmo desconocían sus méritos.

         Su bondad ingénita, su dulce bondad cristiana, puso una sonrisa de paz sobre todas las amarguras de su vida.

         Su nacionalismo, el culto apasionado que tributaba a las glorias y los héroes de nuestro pasado, cuya reivindicación histórica constituyó uno de los grandes objetivos de su existencia, le llevaron naturalmente a nuestras filas, a la sombra de una bandera gloriosa que el héroe de Ytororó enarbolaba en la tarea de la reconstrucción nacional. Entre nosotros ocupó el puesto de primer rango que por derecho propio le correspondía. Su nombre, que cómo intelectual resonó dentro y fuera del país, llegó bien pronto a ser como político, conocido y respetado por los correligionarios de toda la República. La tarea de la reorganización de nuestro partido sobre bases más en consonancia con los tiempos, halló en él uno de sus más entusiastas propulsores. Con la ardorosa sinceridad que ponía en todas sus acciones, se lanzó de lleno a la lucha política. En la prensa, en el parlamento, en las asambleas populares, sostuvo bien alta la bandera de nuestros ideales, a la que el solo nombre de tan ilustre defensor agregaba nuevos prestigios y nuevo lustre.

         Y en medio de las pasiones    desencadenadas, a través de los odios y de las injusticias, nadie se atrevió a lanzar jamás una palabra de duda sobre la diáfana sinceridad de sus convicciones, sobre la honradez absoluta de su existencia, sobre la austeridad catoniana de su vida pública y privada.

         Un gran cerebro nutrido con los más elevados ideales de la especie, un gran corazón, abierto a todas las generosidades, capaz de todas las abnegaciones, accesible a todos los idealismos, hecho de todas las bondades; un espíritu luminoso que pudo ser guía y bandera para gloriosas ascensiones, un carácter forjado en el molde de los varones de Plutarco: he ahí el gran hombre que el país acaba de perder.

         El Partido Colorado, en cuyas filas fue el doctor Pane primero entre los primeros, reclama puesto de honor en este inmenso duelo nacional.

 

 

 

 

POESIAS DE IGNACIO A. PANE

 

 

- LA MUJER PARAGUAYA

- YBAPURÚ

- EL POMBERO

 

 

 

         LA MUJER PARAGUAYA

 

         I

 

Nació como el dulcísimo gorjeo

de la avecilla que en la selva canta,

como surgiera Venus del Egeo,

como la luna surge y se levanta.

 

Por el campo al correr, donde aura leve

sus flotantes cabellos desunía,

a la palma gentil, cuando se mueve

con sus verdes penachos, parecía.

 

Para sus ojos fúlgidos y bellos,

focos de amor del corazón salvaje,

le dio el rocío matinal destellos

y el negro ybapurú le dio ropaje.

 

Los trinos del zorzal la saludaban

al acercarse a la callada umbría

y su moreno cutis refrescaban

los hálitos del suelo en que vivía.

 

Y cuando el eco del cañón hispano

rugió en el monte y resonó en el valle,

a la sombra del árbol más lozano

lució su esbelto, su flexible talle.

 

Y allí bajo sus ramas, en la loma

a cuyos pies se alzaba su vivienda,

donde el efluvio de la oliente poma

del tarumá en flor bañó su senda:

 

allí donde en eterna primavera

compitió de la grama con la alfombra,

la plácida y tupida enredadera

que en la siesta estival le dio su sombra;

 

paloma de Noé, anuncio de vida,

mensajera gentil de la natural

hada bella y sin par, diosa caída,

por primera vez vio el godo su hermosura.

 

Y el altivo león de glorias tantas,

honor de la nación de los Pelayos,

doblegó la cerviz...! le vio a sus plantas

la reina de los bosques paraguayos.

 

Su negra y abundante cabellera

regó piadosa el agua del bautismo;

así la virgen de Yacy hechicera

aprendió la virtud del cristianismo.

 

Y el ósculo de amor que en su mejilla

puso el bravo guerrero castellano,

el monte repitió..., en su fresca orilla

apareció el atleta americano.

 

Ella arrulló en su seno, que ciñera

la negra pluma del ñandú brillante,

a los hijos del godo, en la ladera

de verde Tacumbú, con voz amante.

 

Ella les dio el honor inmaculado

de noble descendiente de los Cides,

ella les dió el espíritu esforzado

del indio guaraní para las lides.

 

Por ella, en fin, del bosque en la espesura,

del paraguayo, orgullo de la historia,

la sangre de Guarán le dio bravura

la sangre de Pelayo le dio gloria.

 

         II

 

Cuando después de siglos, esta tierra,

ya sola y dueña de su gran destino,

se levantó a una voz para la guerra

y de las glorias emprendió el camino;

 

cuando cundió en dominios paraguayos

la furia del cañón y la metralla;

cuando seguida de mortales rayos

sonó doquier la voz de la batalla;

 

esta misma mujer, patria sibila,

más noble Elena de la nueva Ilíada,

el valor inspiró, siempre tranquila,

hermosa en su altivez, nunca domada.

 

Ella fue la vestal que el patriotismo

siempre encendió con su palabra ardiente,

faro de intensa luz que al heroísmo

condujo al paraguayo combatiente.

 

La vara de Moisés con que la guerra

hizo brotar, magnífico y fecundo,

el raudal de las glorias de esta tierra

el haz de los titanes de este mundo.

 

Ella impulsó a su hermano a la pelea,

ella siguió a sus hijos al combate...

Dijo a su amante: "la victoria sea

arra de amor del que mi amor acate".

 

La trípode inmortal del patriotismo

donde la voz del Hacedor se escucha,

La alta tribuna fue de su exorcismo

Que "a Vencer o Morir" llevó a la lucha

 

En medio de la noche, su silueta

se destacó en el campo funerario

de la batalla pues buscaba inquieta

el cuerpo de su amor entre el osario.

E igual que con su esposo compartiera

el tálamo nupcial en la morada,

con su esposo cayó, fiel compañera,

en el lecho mortal de la jornada.

 

         III

 

También cuando ya el joven y el anciano,

el hijo y el hermano y el esposo

cayeron para siempre... y en el llano

reinó de los sepulcros el reposo

 

ella emprendió la vuelta, con el pecho

por las patrias nostalgias oprimido,

y en vano escudriñó en su hogar deshecho

el antiguo lugar del ser querido.

 

En vano su mirada por doquiera

fijó en demanda de vital consuelo...

¡Todo le devoró la inmensa hoguera

de confín a confín en este suelo!

 

La virgen de Yacy miró a la diosa

de su primera religión, llorando,

le pedía una luz para la odiosa

noche de su desgracia, sollozando.

 

Nadie la consoló... Sólo se oía

la voz de urutaú en la espesura,

y sólo a sus lamentos respondía

con cansado rumor la fuente pura.

 

En vez del generoso castellano

que pidiera su amor puesto de hinojos,

sólo la afrenta cruel del inhumano

y altanero invasor, vieron sus ojos.

 

Más nada la abatió, pues de la ruina

de la nueva Salem, antes potente,

al infante salvó, luz vespertina

del sol de las batallas esplendente.

 

Y en la orilla otra vez del patrio río,

de sus labios cayó, gota por gota,

acerbo pero fúlgido, el roció

de la leyenda de una patria rota.

 

Ella puso en el ánima sencilla

del hijo de esta patria, todo el duelo

de un lustro de grandezas sin mancilla,

de un lustro de desgracias sin consuelo.

 

Y, como un tiempo, entre la noche oscura

de que nació la paraguaya historia,

con sangre de Guarán le dio bravura

con sangre de Pelayo le dio gloria.

 

Dio entonces al atleta americano

sobre la lava del volcán que incendia,

el supremo valor de un espartano

la sublime virtud de un Garmendia.

 

         IV

 

¡Es ésa la mujer que nadie imita!

¡Es ésa la mujer que todos aman!

A su presencia el corazón palpita,

porque entusiasmo y porque amor la inflaman.

 

Dulce canción que del hogar emana,

aura vital que mece nuestra cuna;

es ella nuestra madre o nuestra hermana

es ella nuestro amor, nuestra fortuna.

 

Es toda corazón, ternura y gracia;

arca fiel de virtudes guardadora;

fulge igual en la dicha y la desgracia,

en el ocaso es luz, sol en la aurora.

 

Paloma de Noé, nuncio de vida,

mensajera gentil de la natura,,

hada bella y sin par, diosa caída,

hoy miro como el godo tu hermosura.

 

Y culto dando a sus penurias santas,

con estos humildísimos ensayos,

como al godo una vez, me ve a sus plantas

la reina de los bosques paraguayos.

 

 

 

 

         YBAPURU

 

Es pequeñita, más el rocío

la encuentra llena de hojitas mil;

es el socorro de nuestro estío

porque reviva con su elixir.

 

Doquier cercado por la pradera

de verdes tunas y mbocayás,

como a un amante Noviembre espera

con impaciente savia feraz.

 

Y cuando llega, bajo una gruta,

sobre un barranco, doquier está,

plegada al tronco tiene su fruta

como los hijos de un buen hogar.

 

Y es esta fruta redonda y llena,

con su negrura, con su esplendor,

cual la pupila de una morena

que está encendida por el amor.

 

Tal vez por eso, son los antojos

más insistentes de mi laúd,

cuando contemplo dos negros ojos

llamarlos ojos de ybapurú.

 

 

 

         EL POMBERO

 

¿No lo sientes? No te espanta ese silbido

que ha salido del espeso matorral

No es el grillo, ni la víbora

ni el fatídico chirrido del suindé.

 

No es el viento que silbando se detiene

del callado cementerio en el ciprés.

Ni el arroyo en su salterio

cuyas notas se repiten con monótono sostén.

 

No es la voz con que se queja a media noche

tristemente en el boscaje urutaú

ni la débil voz doliente con que el pora nos revela

sus angustias cuando deja el ataúd.

 

Ni siquiera es el rapaz que nos visita

para hablarnos como el cuervo de Poé,

de Leonora, de la amada que en su lecho

duerme tierna y soñadora, recordándonos tal vez.

 

Es el duende de la tierra que el Progrese

relegara a las estultas fantasías sin piedad...

Es el genio de las noches paraguayas

que en el prado se desliza por en medio del chircal.

 

Es la sombra del pasado.

Es el alma del indígena infeliz

El fantasma, que abandona con el véspero

su sepulcro guaraní.

 

Es el indio. Es el Pombero

a quien llaman guaicurú

que se viste del follaje de las selvas

y el plumaje del ñandú.

 

En la sombra que los árboles arrojan

de la luna al resplandor

y en el hueco de los troncos y en las zanjas

y en las grutas, sin un eco, se agazapa con temor.

 

Es el cuco. No se sorprendan, niños míos,

que es un cuento, pero un cuento contra el mal

Es vampiro misterioso que del niño vagabundo

chupa sangre con afán.

 

Al conjuro del murciélago despierta.

Las luciérnagas le anuncian con su luz

cuando rasgan con sus lampos

de las noches funerarias el capuz.

 

El no corta el aire al sesgo de su vuelo

como el ave de rapiña nocturnal;

él se arrastra con sus silbos más temible,

más ligero que el veloz ñacaniná.

 

No hay gorjeo, no hay graznido,

no hay murmullo que no sepa repetir

pues sus presas él atrae con su remedos,

sus remedos de falaz cabureí.

 

Amalgama de hombre y fiera

mitad ave sin sus alas, y serpiente otra mitad

es el genio de las noches, en la tierra paraguaya,

y el cadáver errabundo de la raza de Guarán.






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