PASO DE HOMBRE
Poema de FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH
Edición expresamente autorizada para la
COLECCION LA GARZA
Queda hecho el depósito que marca la ley 94
Copyright by Edicicnes Comuneros
Asunción, 1963 (43 páginas)
Grabó la tapa Edith Jiménez
Retrato por Leonor Cecotto
Es propiedad del autor
Libro Nº .139.
Impreso en el Paraguay - Printed in Paraguay
Acabado de imprimir el día 28 de Agosto de 1963
en los Talleres Gráficos de “La Colmena S.A.”
Grabados de
Olga Blinder
Edith Jiménez
Lotte Schulz
Toda poesía es toma de contacto con una realidad; no importa, a los fines de una verídica poesía, cuál sea esa realidad, a qué nivel se la busca -o se la encuentra-. Lo que importa es que ella, sea la que fuere, adhiera al subsuelo del ser, prenda su dinamismo configurativo en aquella zona insobornable de nosotros mismos donde desciende a asirse la oscura raíz del grito. Por olvidar esto tan simple, naufragó en convencional sonsonete o en retórica altisonante y vacía la mayor parte de los intentos líricos en él medio; en recordarlo a golpes de martillo sobre el yunque de una sensibilidad exacerbada trabajó la promoción del cuarenta, cuyo drama en busca de la expresión espera todavía su análisis fidedigno. Revalidar para uso nuestro esa verdad congénita de la poesía sigue siendo la pasión y la vocación de promociones posteriores. Por razones cuyo análisis a su vez sea, quizá, prematuro, es la promoción más reciente, la del 60, la que apresura sus pasos en pos de esa definición, buscando apoyo en la obra édita, la única que proporciona perspectiva eficaz. Francisco Pérez-Maricevieh, Miguel Angel Fernández y Roque Vallejos son la tríada representativa de una pasión y esa vocación. Pérez-Maricevich, en AXIL, colección breve de su producción adolescente, pareció ir a demorarse en el laberinto de motivaciones cuyos cimientos válidos echó la promoción decano del 40: la poesía objetiva, instrumental deliberado de un momento críticamente asimilado como responsabilidad del creador. Pero el joven poeta parece de pronto liberarse, para entrar en PASO DE HOMBRE, en una zona despejada de la poesía, donde el único mandato es la motivación interior, y en la que la intimidad dueña del ámbito desbroza de metáforas el camino para aproximarse clara y sencilla a la sensibilidad del lector. La riqueza imaginística, la profesión metafórica, características de este poeta, se esfuman de pronto, y el poema queda no sustento de metáfora, sino función de ella; una metáfora sola que es el poema mismo, a un tiempo forma y materia sacramentales: poesía de sensibilidad pura, cristal de emoción. Poesía desnuda que constituye no ya el hallazgo de la poesía nueva, sino la sustancia de la poesía eterna. Poesía ascética con su triple voto de obediencia a la urgencia interior, de pobreza externa, de castidad en el sentido de que es casta la desnudez de la verdad.
La aún escasa obra de la promoción más joven se ve hoy acrecida con estos poemas de vocación acusada y concluyente, por los caminos -que parecen ser su signo- que siendo de su hora y de su circunstancia, son a la vez los del hombre de nuestro tiempo.
JOSEFINA PLA
1
La hoja verde. El mediodía
ardiendo.
¡Oh desnudez perfecta! El ser
luciente, el ser
henchido en lo pequeño.
Ya nada existe fuera
de esta diminuta
plenitud.
¡Oh sílaba de Dios
moviéndose en el aire tembloroso!
Ya es
pura existencia clara,
ya es presencia
total
en su límite vivo, palpitante,
sosteniéndome, asiéndome,
y aislándome
en sí ...
¡Isla de Dios cantando a mediodía!-
2
Las arenillas del tiempo
cayendo,
deslizándose . . .
Los días
-fríos peces
voraces-
y el dolor como un río inacabable.
Y este hombre
-silencio, podredumbre,
con sus ojos,
sus piernas,
sus pobres trajes,
sus zapatos sucios. . . -,
buscando
-no sabe qué- entre la sombra fría.
(Como un gato a la noche
lleno de filos va
pasando Dios entre los huesos ... )
3
El miedo,
gato negro emergiendo de la sombra,
espera
en las habitaciones de los hombres.
(No lo veréis entrar, no oiréis su paso).
El miedo, sólo el miedo,
con sus agudos
interminables fríos dientes
royéndonos los huesos,
hiriéndonos
las carnes asustadas,
la sangre,
la desviada, putrefacta sangre.
¡Oh las habitaciones de los hombres!
Cuatro paredes,
techo,
ventana y puerta
hacia el vacío ...
Y adentro -¡oh tiempo malherido!-
(no lo veréis entrar, no oiréis su paso)
un golpe sordo, un deglutir,
silencio, nada ...
4
El hombre va
entre sus cosas
echando sombras, sangre,
manotazos.
No le responde nadie.
No le acompaña nadie.
La vida
-fiera enjaulada-
aúlla
despedazando tiempo.
... Echando sombra, sangre,
manotazos.
5
El hombre es frío y duro.
Tiene papeles,
nombre
y anda archivando días
bajo su piel
de rata perseguida.
Piensa y sufre y se aíra,
luego se olvida y vase
fatigando las calles
detrás de lo escondido
de las pobres,
anochecidas
mujeres asustadas.
Se cansa luego y duerme,
y luego duerme
y duerme
soñando con batallas, con leones
y desnudeces destellantes ...
6
El hombre está mirando.
-“¿Por dónde la salida?”-
El muro es alto
y negro.
El viento frío
agita
sus vegetaciones erizadas.
El hombre espera. Busca
en qué sentarse. En torno
no hay nada.
Viento,.
Noche.
El hombre piensa
y graba
-“¡Por dónde la salida”-
figuras en la, arena.
7
El rostro, el viento, el polvo,
el granito de tierra que golpea
en los ojos.
La mano
que los limpia, el cansancio,
y el ansia,
el llanto
y Dios-¡oh Sombra fiel!-
al lado,
caminando, caminando ...
8
Calle y casas
y yo, en medio.
El mediodía suelta
sus animales ágiles.
La vida es una gota de sudor; el cansancio
nos hunde
en su arenal grisáseo.
Todo
está hundido en sí mismo
irreductible, bronco.
El resplandor aturde
y nos penetra
con su lino cuchillo
de filo innumerable.
La soledad de todo
se hace agresiva
y duele,
duele ...
Calle y casas
y yo, en medio.
9
No hay sitio.
Ciertamente
no hay sitio en esta multitud.
Vamos todos apretujados.
El tranvía levanta
sus muros de metal ruidoso.
-¡Oh mundo, oh vida
acorralados, deshuesados, duros!
-El sol restalla
su látigo desnudo.
Calor. Sudor. Desgana.
Deseos de llegar, de abandonarse.
Voy solo. Vamos
todos solos.
No hay sitio,
ciertamente no hay sitio.
Hay una pesadez que se derrama
de todos, de cada uno
en todos . . ., aplanante, pastosa.
(Recuerdos:
Oh jazmines,
oh agua clara, gárrula
corriendo entre las piedras.
descendida
de la dulce mañana ...
Flores, risas, desnudeces
doncellas ...¡El sol entre los árboles,
la dulce mandarina
quebrándose en tu boca
y el tordo en el ingá, sobre las aguas ... !)
Estaré sonriendo.
Furtivamente ha desviado
sus ojos. De nuevo.
su perfil, su piel purísima.
¿Quién eres, di, quién eres?
Es lo cierto
que aquí a mi lado deberías estar.
¿Por qué allá, dime,
por qué allá?
... No es posible. ¡Oh que no es posible
ir hasta tí!
No hay sitio.
Sin embargo,
-¡escúchame!-
aquí a mi lado
deberías viajar.
No hay diálogo.
Nuestras palabras mueren
desmeduladas, sorbidas.
No hay diálogo.
¡Y qué sola!
¡Y qué solo!
¿Es que no hay sitio
para nosotros dos?
En este tranvía
-¡oh mundo, oh vida!-
no hay sitio
para nosotros dos.
10
Era
tu silencio a mi lado
una canción purísima.
La noche de febrero
se adelgazaba en ti
como una línea;
y de pronto te henchiste
llenándote
de pétalos de luna
haciendo luz con lámparas de ausencia.
Y huías, fuiste huyendo
envuelta en llamaradas
invisibles.
Yo estaba lleno de sonoridades
como un pozo.
El cielo y tu silencio
en él
con luces fugitivas titilaron.
(Fuera
-sonámbulo aterido-
el mundo fue encendiendo
sus teas de congoja).
11
¡Nos sorben!
Alguien, en lo oscuro,
a medianoche
nos sorbe.
Sentimos que algo
de nosotros, huye
como el agua en la bomba que la aspira.
Algo, no sabemos,
algo, que se resiste,
lucha, remolinea
y sube.
12
Los ojos no nos sirven. Ahí está el muro.
Yo lo veo, lo ves; ahí está el muro,
pero
los ojos no nos sirven ya. Es el límite.
No hay lumbre. Todo oscuro
y además
todo está frío.
Ven.,
no obstante,
ven.
Dame la mano.
Y habla,
habla.
No dejes que el silencio nos ahogue
con su terrible vozarrón, ahora.
Dame la mano, dame
la mano ... ¿Pero dónde,
pero dónde te has ido?
13
Estaré solo,
solo
como la piedra sola
llenándome
de hojas amarillas,
de frío, de crepúsculo . . .
Me vestiré de tierra,
blanqueado
de silencio;
de musgo innumerable
revestido.
De sombra
me haré el rostro
y no tendré
ya nada que decirte.
Por mi palabra irán
soñando las hormigas. ...
Pero un día
en tu pan estaré
y en los canteros azules
de tu casa.
14
Tomarse, desasirse,
hundirse, despeñarse, descorrerse,
echar el ancla, verse
en múltiples espejos, repartirse.
Asir el núcleo, irse
llenando de penumbras, absorberse
en el llanto, dejarse, resolverse
en ruta innumerable, transcurrirse.
Extenderse, arrollarse, ennegrecerse,
agitarse de espanto, andar, caerse
a cada paso, arder y consumirse.
Buscar la puerta, herirse
la frente, las rodillas. . ., avisarse
que viene el miedo, darse
las manos con la muerte,
desvestirse,
llegar desnudo a Dios, y clarearse.
15
¡La dulce flor luchando con el viento!
Se cimbra,
balancea,
se recoje, se esconde,
esquívase del manotón oscuro.
Y la mano invisible
torna y retorna terca...
La tierra, abajo, espera.
Arriba el cielo, el sol,
el mediodía con herida mínima
que sangra de una muerte diminuta.
El viento, libre, silba.
PASO DE HOMBRE de Francisco Pérez-Maricevich, octavo título de la colección “La Garza” y primero de las Ediciones Comuneros, es el volumen inicial del ciclo “La voz día tras día” y consta de quinientos ejemplares en papel estucado de 70 gramos, numerados del 1 al 500; 20 ejemplares fuera de comercio encuadernados en tela con tres grabados originales fuera de texto, numerados del I al XX y diez ejemplares con las mismas características que los anteriores, destinados a poetas y artistas y numerados del uno al diez.
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