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FRANCISCO PÉREZ MARICEVICH (+)

  LA POESÍA Y LA NARRATIVA EN EL PARAGUAY, 1996 - Por FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH


LA POESÍA Y LA NARRATIVA EN EL PARAGUAY, 1996 - Por FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH

LA POESÍA Y LA NARRATIVA EN EL PARAGUAY

Por FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH

Editorial EL LECTOR

Colección Textos Literarios, 2

Tapa: LUIS ALBERTO BOH

Asunción –Paraguay

Junio de 1996 (143 páginas)

 

 

 


 

ÍNDICE

Advertencia

I. POESÍA Y CONCIENCIA DE LA POESÍA EN EL PARAGUAY

Poesía de las generaciones

a) La generación del 900

b) La generación modernista

c) Las promociones de vanguardia

Conciencia poética de las generaciones

a) La del 900

b) La de la modernista

c) La de las de vanguardia

II. CICLOS Y NOMBRES DE LA NARRATIVA PARAGUAYA

I) Preliminares

2) Etapas y ciclos

3) Autores principales

III. ALGUNAS COORDENADAS DE NUESTRA NARRATIVA

I

II

Notas

IV REVISTAS LITERARIAS PARAGUAYAS.

"LA AURORA". CONTENIDO Y SIGNIFICADO.

I.- Revista y Literatura

II. Descripción y contenido

III. Significado de "La Aurora"

V. LENGUAJE Y SOCIEDAD EN EL PARAGUAY

I. Situación lingüística paraguaya

Addenda 

Notas, 1996

 

 

 

I. POESÍA Y CONCIENCIA DE LA POESÍA EN EL PARAGUAY

1.      POESÍA DE LAS GENERACIONES

Nuestra poesía nace romántica, en los inicios de la segunda mitad del siglo XIX. Pero con este tardío aparecer connace el signo geminal de nuestra literatura hasta años muy recientes: su retraso con respecto al movimiento estético coetáneo de Latinoamérica. Sin embargo, el inaugural romanticismo de nuestra poesía acusaba menos anacronismo que el posterior, ese romanticismo amortecido encarnado en poetas tales como Alejandro Guanes (1872-1925), Juan E. O'Leary (1880-), Ignacio A. Pane (1880-1920), Victorino Abente (1846-1935), etc., que son ya miembros de una generación —llamémosla así— puesta a horcajadas entre el anterior y nuestro siglo (1).

 

a)      La generación del 900

Esta generación es contradictoria. Poseída de la actitud modernista en la conducta y en su modo de encarar la problemática nacional, reniega, en cambio, de su estética para expresarse todavía según los módulos y la retórica románticos.

La razón que impidiera a esta generación aceptar el estilo modernista no parece ser otra que un malentendido o confusión radial entre el modernismo, como escuela, y el personal estilo rubendariano, contra el que Gondra, reveladoramente, enfiló una crítica tan erudita como despistada (2).

Por otra parte, descreyeron de la poesía y transfirieron toda su pasión clarificadora al esclarecimiento de los hechos y a la discusión de las causas de la gran hecatombe pasada. Dejando en herencia a las generaciones posteriores esa hipervaloración de la historiografía, esa mitificación de nuestros héroes y ese terrible suplicio de Tántalo de la inteligencia paraguaya que constituye el distinguir, de entre lo histórico real y su interpretación, aquello que positivamente es un hecho y lo que es mera proyección imaginativa de pasiones polémicas de raíz política o de raíz simplemente personal.

Esta infravaloración de la poesía —y de la literatura de ficción, en general— ejercida por los miembros de la generación del 900, permitió el paulatino avance de una poesía de origen popular —no folklórica, sino surgida al nivel de la cultura folk—, viciada por una retórica, también romántica, mal aprendida y peor utilizada, y escrita generalmente por autores tan humildes cuanto empeñosos, más dotados —hay que decirlo— de una sensibilidad natural fresca y viva. Dicha poesía en lengua guaraní —lo que no quiere decir una poesía guaraní, como se empeñan en designarla—, que tuvo algunos poemas bien logrados (3), no presenta, en conjunto, nada original ni vigoroso y ha descendido hoy, en gran parte, a un nivel de chabacanería y lugar común definitivamente insuperables, [a]

Correlativamente a este hecho, hay que derivar este otro efecto: el nulo sentido crítico que se aprecia en nuestro país respecto a lo que la poesía sea y a sus criterios de valor. Consecuencia, a la vez, del mismo y de la desdichada identificación de la historiografía con la literatura, fue la falta de ambiente —verdaderamente absoluta— para la creación libre de una poesía fuerte y honda, nacida de las propias fuentes profundas de nuestra realidad humana. Con lo que se estableció entre nosotros una adversa constelación de inhibiciones de incidencia triple: en el orden cultural, en el personal y en el social —como aquella identificación, que sería irremediablemente cómica si no fuera tan trágica, del poeta con el bohemio—; inhibiciones que fueron — ¿hay que decirlo, acaso?— presiones compulsivas que ejercieron en los llamados a poetizar un acción aniquiladora.

 

b)      La generación modernista

Nada más patético, en este orden, que la aparición de la constelación modernista. Es necesario recordar la impetuosidad del surgimiento de sus voces múltiples. Y de cómo fue, literalmente, decapitada en su primera promoción —la de Crónica. Y aún en la segunda —la de Juventud. No sólo fue presa de la presión negativa del ambiente, sino víctima —aún más dolorosamente— de la desorientación literaria a que ese mismo ambiente la sometiera. A veces pienso que, habiendo llegado al convite modernista tan a destiempo, los miembros de la promoción de Crónica hicieron quizá bien en morirse —unos físicamente, literariamente otros— antes de los treinta años.

Los de Crónica (1913) —Pablo Max Insfrán (1895-    ), Guillermo Molinas Rolón (1889-1945) — y aquellos que se vincularon luego a la revista, como Fortunato Toranzos Bardel (1883-1943), hicieron una poesía más de ecos que de logros, y si bien rompieron, en cierto modo, algunos moldes formales y núcleos temáticos reiterados, no alcanzaron a realizar una obra —ni individual ni común— suficientemente densa y auténtica como para llegar sin heridas o vetusteces hasta nuestro tiempo.

Los de Juventud (1923) hicieron, sin duda, algo más (4). Pero no mucho. Más debe nuestra poesía a ese cuarteto guaireño formado por Manuel Ortiz Guerrero (1897-1933), Natalicio González (1897- 1966) —quien fundara una revista, Guarania, principal fuente de la tendencia etnocentrista—, Leopoldo Ramos Giménez (1896-      ), y Facundo Recalde (1896-   ), quienes constituyen reales ángulos temático-estilísticos de nuestra poesía.

No son, sin embargo, grandes poetas: apenas decorosas medianías que se irán, según sospecho, reduciéndose a sus reales dimensiones estético-poéticas. Pero ello no nos exonera todavía de la obligación crítica de apreciar, en Ortiz Guerrero, su don para posesionarse de la sensibilidad popular (aun cuando la proyección afectiva y piadosa del lector juegue, en la apreciación de este poeta, un papel mucho mayor que el conocimiento de sus reales méritos estéticos, que los tiene bien medianos); en Natalicio González, su rigor formal y su temática tan apasionada cuanto cultivada lúcidamente; en Ramos Giménez, la rebelde actitud —luego desmentida— de su poesía anarquista y combatiente; y en Facundo

Recalde —este déraciné de toda doctrina, este solitario erizado de ingeniosidades maliciosas—, su estilo voluntariosamente extravagante y su temática cotidiana llena, paradójicamente, de cierto aburguesado sentimentalismo.

Delante de estos poetas, los de Juventud acusan un leve cambio de frente. Puede apreciárselo sin dificultad en Heriberto Fernández (1903-1927), en Vicente Lamas (1900- ), en José Concepción Ortiz (1900- ).

Heriberto Fernández escribe una poesía de medio-tono, penumbrosa y frágil. Se inicia con una melancolía discipular y adolescente, y acaba, luego, henchida de difusa angustia premonitora. La de Lamas, en cambio, es una poesía volcada en mayor medida hacia el esteticismo formalista y decorativo, pero sin que se le sienta despojada de una íntima congoja que buscó, acaso, vanamente estallar en algún canto liberado —y liberador—, pero, lamentablemente, concluyó en el silencio, agotada tras sus veladuras. Orientada a una cierta denuncia humana se encuentra la poesía de Ortiz, pero acaso lo mejor de ella sea un magistral soneto rezumante de nihilismo metafísico.

[Los demás poetas de este grupo son apenas nombres para un catálogo exuberante, aunque de estos nombres deba, con justicia, destacarse el de H. Sánchez Quell, (1907- ), cuya poesía, brevísima y sarcástica, merece alguna atención más detenida que la que aquí pudiera prestársele].

Desvinculada de toda promoción se encuentra la poesía fría y formalista de Eloy Fariña Núñez (1885-1929) —un poeta perteneciente más bien al campo cronológico de la generación del 900—, cuya visión captadora de lo nacional —de ninguna manera una visión profunda, sino sólo una simple yuxtaposición serial de visiones exteriores con alguna que otra tímida inserción interpretativa en la aventura humana del Paraguay— quedó en imitación superficial y repitiente en sus seguidores modernistas, y sólo será retomada, profundizándosela, en autores tales como Elvio Romero (1926-  ), Ramiro Domínguez (1926-  ), Miguel Angel Guillén-Roa (1924-       ), Luis María Martínez (1933-          )  y algún otro, pero ya bajo otro signo estético y espiritual.[b]

 

c)       Las promociones de vanguardia

Este signo amanece con un poeta perdido entre los de Juventud, y con otro aún más perdido todavía. Ellos son Herib Cam-pos Cervera (1908-1953) y Julio Correa (1890-1953).

Pero ya en 1934, Josefina Plá (1903-        ) había dado el primer viraje con la introducción en nuestra poesía de ciertas angustiadas inquietudes metafísicas provenientes del romanticismo alemán —el de Hölderlin, el de Novalis—, y luego, a poco, Hugo Rodríguez- Alcalá (1918-         ),       con sus descarnadas Estampas de la guerra, y Arnaldo Valdovinos (1908-      ), con su denunciante El mutilado del agro, estrenaban entre nosotros la perspectiva realista y desentimentalizada de la visión y expresión poéticas.

Lo que aquellos poetas se traen rompe radicalmente con la actitud mantenida por nuestra poesía hasta entonces. Se produce un cambio de centro copernicano en el interés poético. Ni el paisaje, ni el amor, ni el egocentrismo racial son ahora los temas elaborados. Es la persona humana, el hombre en cuanto tal, en sus dos dimensiones, aquello que les interesa.

Es así como Julio Correa dispara su poesía en defensa del hombre como sujeto de la libertad socio-política. Denuncia, increpa, restalla un látigo verbal de tiento crudo. Se instala con su palabra virilmente en la dimensión ética del poeta y asume su condición esencial de defensor de los valores humanos malheridos (5).

Josefina Plá, por su parte, reivindica la actitud inquisitoria, exploradora de espíritu, del poeta. Inquiere el secreto el ser en las reconditeces de la noche espiritual, en una suerte de misticismo natural monotemático: el erotismo metafísico vinculado con la muerte (6).

Extendido bipolarmente escribe su tremante poesía Herib Cam-pos Cervera. La angustia existencial del irse muriendo y la indignación moral por la explotación de la persona, son sus temas reiterados y agónicos, y culmina escribiendo el que dentro del campo de referencias relativo de nuestra poesía, puede considerarse el más profundo poema de la literatura paraguaya hasta el presente: Un puñado de tierra, verdadera definición en profundidad de la condición existencial del hombre paraguayo (7).

Con estos tres poetas y, esencialmente, con Herib y Josefina Plá, se inicia el grupo renovador y más denso de nuestra literatura: el conocido con el nombre de Grupo del 40. Lo forman —casi es innecesario decirlo—junto con los nombrados, Augusto Roa Bastos (1917- ), El vio Romero (1926- ), Hugo Rodríguez-Alcalá (1917- ), Oscar Ferreiro (1922- ), Ezequiel González Alsina (1919- ). A ellos se vinculan, marginalmente, José Antonio Bilbao (1919- ), y Manuel Verón de Astrada (1903- ). Desde la torsión quevediana de Roa Bastos, el surrealismo angustiado de Ferreiro, el nerudismo amoroso de González Alsina, hasta el estallido hernandino de Romero y la nostálgica delgadez última de Rodríguez-Alcalá, este grupo pone a nuestra poesía al nivel de la legítima altitud lírica contemporánea. Salvo Herib —y el autoexilio de la poesía que se impuso Roa Bastos— sus miembros se encuentran en plenitud creadora, por lo que no es aún hacedero juzgarlos completamente. Pero algo puede afirmarse ya. Por ejemplo: han traído a nuestra poesía la profundidad unida a la dignidad estética; le han dado la inquietud como condición espiritual para la toma de conciencia de los problemas humanos de nuestro pueblo, de una parte, y de nuestra condición humana, de la otra. Le han abierto los pozos de donde surge, borbollante, el agua viva de la originalidad y de la autenticidad —ambas, obviamente, mediatizadas todavía— y creado las condiciones para que nuestra poesía se instale con voz propia en el ámbito continental. En el plano de las relaciones éticas: han guardado heroicamente la jerarquía crítica y la lucidez en la captación de los problemas estéticos aplicándoselos a su propia obra y a la de los demás. Han desbrozado el terreno; echado los trabajosos cimientos y construido la morada que han venido a habitar quienes llegaron después. Es decir, la generación contemporánea, escindida en las promociones llamadas del cincuenta y del sesenta. [C]

Son pocos y hacen una obra de lenta elaboración mirándose por dentro y acechando lo que pasa afuera, a su alrededor social y a su circunstancia universal.

La del cincuenta es una promoción que se manifiesta ahora con voces auténticamente propias. Reata cabos sueltos en la interpretación, por vivencias profundas, de la realidad humana nacional, como en Ramiro Domínguez (1929-    ),       poetaposeído de una vehemente voluntad de estilo y cuyo barroquismo estructural contrasta con violencia con la orientación —con la índole— folklorizante y populista de sus temas. O se mira en su morada interior, nostálgicamente memoriosa de la infancia —mientras espera, según creo, el hondo canto libre y torrentoso que se anuncia, por ciertos signos, venir—, como en José-Luis Appleyard (1927-         ), poeta de diestro manejo de las estructuras lingüístico-poéticas. O también se inquiere, preguntándose por la realidad, hecha de huidas y memorias, de la existencia, como en Rubén Bareiro Saguier (1930-  ), un primitivo juanramoniano emigrado hoy a las secuencias verbales del expresionismo-surrealismo lacerante. O del amor, expresado monotemática y ritualmente conforme al esquema versicular claudeliano, como en Gustavo Gatti (1926- ), un poeta al mismo tiempo hímnico y adoctrinante. O se queda callada, acaso notablemente callada, por ausencia del coletazo de la angustia o porque se encuentra en una encrucijada de tensiones, como en José María Gómez Sanjurjo (1930-      ), el elegiaco, a la vez, hondo y sencillo; el sentencioso y quieto Ricardo Mazó (1927-         ), y el vindicador y espacioso Carlos Villagra Marsal (1932-      ),       poeta que alguna vez, por el vigor de su expresión épico-lírica, fue considerado “el abanderado” de la promoción.

La del sesenta —madrugadora en ciertos temas y en cierto estilo hecho de desnudeces verbales, de austeridad metafórica—, se adelgaza, aguzándose como una lezna, en el escueto denunciar metafísico de la existencia, de Miguel Ángel Fernández (1938-      ); o en la bronca, torrentosa voz, procazmente sincera, de Esteban Cabañas (1937- ); o en el implacable mirar a la muerte, alucinante y estricto, de Roque Vallejos (1945 -) (8).

Los más nuevos, en su mayor parte, no tienen, como es natural, voz propia aún, pues llega llena de otras, disimulada todavía. Pero entre ellas —“Grado a Ti, Señor Padre, que estás en alto!”— hay dos o tres voces ricas en futuro (9). [D]

 

2.      CONCIENCIA POÉTICA DE LAS GENERACIONES

De lo dicho, bien puede extraerse el gráfico esquemático que de la conciencia de la poesía tenían las distintas generaciones o grupos.

 

a)      La del 900

En la del 900, no existe una conciencia de la poesía propiamente hablando (10). Es decir, no se manifiesta en ella una concepción autonómica de la poesía como dimensión radical del espíritu humano. O, más propiamente, existe en esta generación una contradicción esencial entre su teoría y su práctica: conciencia y concepción de la poesía como actitud contemplativa y pasiva del espíritu, atribuida románticamente a privilegiados momentos de inspiración, pero no como tarea, como quehacer vital clarificador de la existencia. En tanto que en su práctica, no hacían otra cosa que proponerse temas que enfocaran, elegiaca o exultativamente, la realidad histórica nacional (11).

 

b)      La de la modernista

Esta misma contradicción entre la teoría poética y la práctica poemática presentan, en grado diverso, las promociones modernistas siguientes. Sin embargo, discurre subterráneamente entre ellas una conciencia —difusa en su manifestación, pero, en su orientación, mucho más ajustada— acerca de la poesía como tarea. Se anuncia ya con cierta lucidez —revestida de cierto kantismo tan ingenuo como animoso— en Pablo Max Insfrán y en Natalicio González, para quienes la poesía, según la formulación del primero de ellos, es “arte intelectual”, desvinculándola de este modo de la concepción romántica anterior. También en Fariña Núñez la poesía toma alguna conciencia lúcida de su condición, pero ni éste ni los dos anteriores influyen en la formación de una conciencia común en el público acerca de la naturaleza de la poesía. Este mantiene aún la mendicante, ancilar y semiplatónica que le diera la generación del 900. Y ni siquiera se inquieta por el cierto cambio de dirección que se acusa en esos tres poetas en relación con la poesía escrita por aquella generación, y por los poetas de lengua guaraní. Sigue identificándola con la superficial expresión, agradablemente musical, de la emoción amorosa o de la emoción patriótica. No se le pide a la poesía originalidad o intensidad en la visión o en la intuición del tema. No se la interpreta como búsqueda espiritual o como proposición de sentido a la problemática humana.

En suma: se concibe la poesía como comunicación de emociones comunes y limitadas a un ámbito nacional dado, y no de emociones radicales de lo humano universalmente válidas, en su condición de expresión original, viva y nueva, de situaciones vitales de profundidad.

 

c)       La de las de vanguardia

Esta conciencia —- si tal puede llamarse— de la poesía, sólo llega a ser reflexiva con las promociones aparecidas a partir de 1940. Ya se dieron sus notas características. Agreguemos ahora solamente que esta conciencia, amanecida en los poetas con intensidad abrumadora, parece ahora transmitirse al público lector. Esta conciencia es una conciencia crítica y, por ser tal, filosófica. Atribuye a la poesía una autonomía radical como dimensión intrínseca del espíritu. Consecuencia de ello es la dignidad que se concede hoy al quehacer poético como medio de clarificación de la existencia humana y como posibilidad de su perfeccionamiento o de su asunción plena en el tiempo presente. Que los logros, que las realizaciones prácticas de esta conciencia no sean aún, en su conjunto, lo suficientemente densos como lo postularían la lucidez teorética de esa misma conciencia, es un problema que no debe ser tratado aquí.

Un resumen de lo hasta aquí dicho, consentiría esta breve formulación: La poesía paraguaya sólo alcanza conciencia de sí misma a partir del grupo del 40. Antes de esa fecha —más bien, de ese núcleo de artistas— hay poetas, sí, pero no hay poesía orgánica. Las generaciones y promociones nacen desvinculadas del proceso cultural, no solo latinoamericano, sino en retraso, incluso, con respecto a otras ramas culturales cultivadas en nuestro ambiente. Nuestra poesía careció de originalidad y de fuerza y sólo en nuestros días las va, trabajosamente, alcanzando. Y, por último, ha carecido también de lucidez crítica y de influencia y refluencia sociales. Ella se parece a una breve, débil planta con todas las raíces al aire. [E]



 


 

V

LENGUAJE Y SOCIEDAD EN EL PARAGUAY

SITUACION LINGÜÍSTICA PARAGUAYA (*)

 

 (*) El presente texto resume el libro Bilinguismo nacional en el paraguay de Joan Rubin.

 

De antiguo se ha venido reconociendo en el bilingüismo uno de los rasgos culturales más relevantes y propios del Paraguay. Por mucho tiempo, sin embargo, y como consecuencia de la visión europea etnocentrista, se lo consideró más bien como una rémora antes que como una riqueza, atribuyéndose una vasta constelación de antivalores en relación con lo que se entendía como “desarrollo cultural” del país. No obstante este prejuicio ideológico, el bilingüismo ha sido, y es, para la gran mayoría de los paraguayos, motivo de orgullo, y tanto fuente como símbolo de su idenüdad nacional. Un ejemplo anecdótico y curioso lo ofrece el famoso jurista asunceno Pedro Vicente Cañete, quien, en las postrimerías del siglo XVIII, y en un medio de tan rígida discriminación lingüística como el Alto Perú, declaraba orgullosamente en su Guía de la Provincia de Potosí (1787) que, por el hecho de haber nacido en el Paraguay, hablaba el guaraní tanto como el español.

Es posible atribuir a esta viva actitud de lealtad hacia el bilingüismo, la tendencia, aparentemente exagerada, que nos lleva a los paraguayos a absolutizarlo. Y lo hacemos, con frecuencia, tanto en términos cuantitativos como cualitativos, en forma de generalizaciones emocionalmente gratificantes pero lógicamente incorrectas, del tipo “el Paraguay es el único país bilingüe de América”, o del de “todos los paraguayos son bilingües”.

Estas afirmaciones están, sin duda, justificadas por el contexto histórico-cultural en que nacieron y hallan su verdadero sentido ubicándoselas como reacción afectiva de defensa a la presión ideológica negadora de la personalidad nacional. Pero hoy ya son injustificables, por el doble hecho manifiesto de que el Paraguay no es el único país bilingüe en América ni todos los paraguayos son bilingües, y quienes lo son, por otra parte, no lo son en el mismo grado.

El creciente interés teórico y práctico por los problemas derivados del bilingüismo o del plurilingüismo en el mundo, ha sido impulsado por la necesidad de comprender el complejo fenómeno social de la comunicación en sociedades que han sufrido el impacto de la colonización, como en las naciones emergentes de Asia y Africa. Este interés se trasladó pronto a las de la América Latina y al de los grupos étnicos o culturales minoritarios de los Estados Unidos y de Europa.

Una de las consecuencias de este hecho fue el reconocimiento de la universal extensión del bi o plurilingüismo y de las complejísimas relaciones que las lenguas mantienen, como medios de interacción humana, en las sociedades y en las culturas. Se ha visto, por ejemplo, que el uso de las lenguas está relacionado con variables sociales dependientes de un contexto cultural, y que, en muchos casos, estas variables provocan, en determinadas sociedades, tensiones profundas al encontrarse una de las lenguas en situación de desprestigio o marginación. Partiendo del supuesto de que las lenguas constituyen una de las dimensiones fundamentales de la cultura, el hecho de su marginación puede derivar, entre otros igualmente importantes, en uno de estos dos fenómenos: en la pérdida de la identidad cultural del individuo o del grupo, o en la radicalización y aislamiento de los mismos en su sistema de cultura, con la consecuente adopción de una actitud hostil hacia la sociedad dominante. Esto ha llevado, asimismo, al postulado de que en toda situación plurilingual se halla implícita una de pluriculturalismo, la que, además, puede adoptar una o —coyunturalmente todas— de estas tres configuraciones: 1) de superposición de culturas, en relación de dominante a dominada; 2)de conflicto, hostilidad recíproca manifiesta en términos de comportamiento intergrupal; y 3) de “contacto”, o de un equilibrio y/ o integración relativa entre las mismas en campos y niveles específicos, situación que se manifiesta en algún tipo de uso diferenciado de las lenguas y de las pautas comportamentales.

Si bien no todas estas presuposiciones teóricas se han sustanciado empíricamente con un alto grado de validez, ellas volcaron mucha luz sobre el fenómeno del pluri o bilingüismo, y han ayudado a comprender mejor la conducta humana en la interacción comunicativa, tanto como a conceptualizar y a aislar más claramente los “segmentos” y las dimensiones estructurales de las sociedades y las culturas. Disciplinas tan nuevas como la Sociolingüística y la Lingüística Antropológica tan semejantes— han ampliado considerablemente tanto el marco teórico como la metodología de sus ciencias madres, al mismo tiempo que los de la Lingüística, y han aportado, en cierta medida, revolucionarios conocimientos acerca de las verdaderas causas de muchos de los conflictos sociales que, o no fueron estudiados, o fueron mal comprendidos en el pasado.

Estas obligadas generalidades tienen la intención de introducir unas observaciones, necesariamente escuetas y superficiales, relacionadas con algunos de los más importantes o significativos estudios y análisis que del bilingüismo paraguayo se han realizado desde perspectiva científica válida en los últimos tiempos.

Enfoques sobre el bilingüismo paraguayo

No se ha levantado en el país un censo lingüístico realmente tal hasta el momento. Los únicos datos cuantitativos de los hablantes mayores de tres años de español y guaraní, son los aportados por los Censos Nacionales de Población y Vivienda de los años 1950 y 1962. Ellos describen la situación lingüística paraguaya como bilingüe en más de la mitad de la población mayor de tres años, y en cerca de la totalidad como hablante de guaraní.

Pero tales datos, fuera de proporcionar indicadores de nuestra situación lingüística general, son insuficientes en el doble aspecto relativo a la descripción de la complejidad real de la misma y al de la definición de su composición en términos lingüísticos y sociolingüísticos pertinentes. El análisis de uno o de ambos aspectos, ha inducido a los científicos a conclusiones no siempre análogas respecto a la categorización atribuible a esta situación. La misma ha sido objeto de tres tipificaciones principales, sin que éstas sean, en el fondo, recíprocamente excluyentes.

De este modo, el hecho de la existencia de dos lenguas —sólo se consideran la española y la guaraní, pero hay muchas más— en una misma área política, ha llevado, en general, a los estudiosos a la afirmación de que la situación lingüística paraguaya corresponde a la de un bilingüismo ampliamente difundido, el cual, a su vez, es definido como el de mayor grado relativo en el mundo.

Otros, en contraste, describen esta situación, desde la praxis lingüística, como diglósica, y la explican como resultante sincrónica de factores implicados en el proceso diacrónico colonial (o histórico).

Un último enfoque niega, dialécticamente, la pertinencia de los conceptos de bilingüismo y de digiosia aplicados a la descripción de esta situación lingüística, y afirma que ésta se define por la existencia, no de dos códigos lingüísticos separados y autónomos que operan en la práctica sin conflictos sociocomunicacionales, sino por un tercero que funde ambos códigos (o lenguas) a través de un proceso poco normado y en trance de estructuración desde el guaraní.

Primera tipificación: bilingüismo

La descripción de la situación lingüística paraguaya en términos de un bilingüismo ampliamente difundido, ha sido y es la más favorecida por la mayor parte de cuantos la han encarado. En general, dicha afirmación es extremadamente común en la literatura científica y paracientífica (o ensayística), a tal punto que se ha convertido en un frecuentado tópico de los estudios relativo a bilingüismo.

El recurrente y favorito argumento de cuantos sostienen esa interpretación se configura en base a datos cuantitativos no siempre lingüísticamente confiables.

Muchos de entre ellos se apoyan en criterios ajenos a la disciplina lingüística, en especial inferencias socio-históricas o antropológicas, utilizadas casi siempre, además, en sentido ideológico.

De esta manera, una gran parte de los estudios —generalmente ensayísticos— explica (o interpreta) el bilingüismo, sin describirlo empírica o científicamente, como resultante del peculiar mestizaje hispano-guaraní. Otros —de origen principalmente extranjero—, atribuyen la existencia del bilingüismo al supuesto predominio indígena en la población paraguaya. (Entre varios, últimamente, Elizaincín, 1975; contra este criterio, entre otros, principalmente Ser-vice, 1954, y Rubín, 1968,1974). Un último grupo de estudios prefiere explicar el bilingüismo recurriendo a factores de índole sociocultural, con lo que parecen postular la existencia, en el Paraguay, de un biculturalismo, el que se reflejaría, en además de otros niveles, en el lingüístico. (Cfr. Plá, 1970,1974; Domínguez, 1973,1975 y, en parte, Meliá, 1971, 1973, 1974).

Los primeros, se ha dicho con razón, dan la impresión de confundir conceptos biológicos con contenidos culturales (Cfr. Meliá, 1974: 32-35), mientras que los segundos atribuyen la permanencia del guaraní a un predominio etnocultural discutible, por no confirmado empíricamente. Los últimos, que enfocan el análisis desde un punto de vista más pertinente, basan, sin embargo, su argumentación en un supuesto no comprobado en grado aceptablemente válido.

Descripción del Bilingüismo: Joan Rubín

La mejor descripción de la situación lingüística paraguaya en términos de bilingüismo, parece ser la de Joan Rubín en National Bilingualism in Paraguay (primera edición en inglés, 1968; en español, 1974). La autora afirma que su investigación —pese a estar basada en una pequeña muestra aleatoria— “es esencialmente una verdadera descripción” del bilingüismo paraguayo. Y ésto, “debido a la homogeneidad por la que se puede caracterizar el país. Excepto unas pocas áreas donde hay una gran población inmigrante y de aquellas con grupos esparcidos de indios aislados, existe una regularidad estructural total en la cultura paraguaya” (Rubin, 1974: XIII).

Rubin enfocó su análisis de la situación lingüística paraguaya desde el punto de vista sociocultural, y tomó en cuenta tanto la dimensión histórica como la social. El marco teórico y la metodología empleados corresponden al de la Sociolingüística norteamericana, tal como se hallaba en los años sesenta. Algún aporte nuevo, como el análisis componencial, fue utilizado por la autora en la revisión posterior de su trabajo. Los principios y conceptos teóricos manejados por Rubín son los elaborados esencialmente por Uriel Weinreich (1953), Einar Haugen(1953; 1956); Joshua Fishman (1964), Charles Ferguson (1959; 1960), Richard A. Diebold (1961a; 1961b; 1962), Paul L. Garvin-Madelaine Mathiot (1960), entre otros. La conducción metodológica del estudio fue reforzada, además, por la aplicación de las técnicas propuestas para el análisis por Susan Ervin-Tripp (1964), Roger Brown-Albert Gilman (1960) y Roger Brown-Marguerite Ford (1961), entre los principales.

La peculiar configuración que adopta el bilingüismo paraguayo, llevó a Rubin a plantearse las siguientes preguntas:

1)      ¿Cuáles son los factores históricos que explican la importancia continua del guaraní en el Paraguay? (...)

2)      ¿Cuáles son los factores sociales, políticos o económicos que ayudan a mantener el equilibrio bilingüe? ¿Qué factores pueden alterar ese equilibrio?

3)      ¿Qué actitud adoptan los paraguayos hacia cada uno de estos idiomas? ¿Hasta qué punto se considera al uno primario y al otro secundario? ¿Entraña una de las dos lenguas connotaciones de prestigio u orgullo mientras que la otra es rechazada o despreciada? ¿Cuáles son para la población los supuestos atributos positivos de cada una de estas lenguas?

4)      ¿Cuáles son los factores sociales que determinan la forma lingüística empleada por el individuo bilingüe? ¿Cuáles son las áreas de uso de cada idioma? ¿Se excluyen mutuamente o acaso se encuentra cierto grado de duplicación en el uso?

5)      ¿Son ambos idiomas reconocidos oficialmente por el gobierno? De no ser así, ¿cuál es la causa? Si una de las dos lenguas no es un idioma oficial del país, ¿se ejerce cierta presión para que sea reconocida como tal?

Las respuestas pertinentes las obtuvo Rubin analizando el comportamiento tanto individual como institucional relacionado con ambas lenguas. Su análisis del fenómeno bilingüe paraguayo — además de una explicación histórica relativa a la permanencia del guaraní— incluyó un extenso examen de cuatro factores extralingüísticos interdependientes: (1) actitudes, (2) estabilidad, (3) uso y (4) adquisición y grado de eficiencia. Tales variables parecen reflejar, a su criterio, “la estructura social, política y cultural” del país, y están en relación de dependencia con la historia de los “contactos entre las diferentes comunidades lingüísticas y de la aculturación subsiguiente ocasionada por ese contacto”.

Su análisis se despreocupó, sin embargo, de dos problemas interrelacionados. De una parte, del efecto del bilingüismo sobre la estructura cultural paraguaya, y, de otra, del grado de interferencia recíproca entre el español y el guaraní resultante del contacto. (Ambas cuestiones tienen en realidad, poco que ver con la Sociolingüística, y mucho más con la Antropología cultural y la Lingüística stricto seusu).

Rubin realizó su investigación durante los años de 1960-61, en base a una muestra representativa de las zonas contrastantes rural/ urbana. Dicha muestra incluyó el centro urbano de Luque y una de sus compañías rurales, Itapuamí. Esta elección estuvo regida por criterios tales como la cercanía de Luque con respecto a Asunción, su ubicación transicional en el continuum rural-urbano, su tamaño demográfico relativamente pequeño y, en lo referente a Itapuamí, su condición típica o representativa de la comunidad paraguaya campesina. Tales atributos de Luque y su compañía facilitaron a la autora el estudio de las variables en su relación con las pautas culturales y lingüísticas, que definen, en el contexto nacional, tanto el comportamiento como la composición relativa del bilingüismo.

Rubin no explícita, en general, su concepción teórica de este fenómeno. Se limita a adoptar una cierta definición instrumental (operacional) del individuo bilingüe. Apoyándose en Weinreich, Haugen y Diebold, considera bilingüe a la persona que “ha aprendido ciertos elementos del segundo idioma”, sin que necesariamente deba poseer un perfecto dominio de las dos lenguas. “Esta es una definición útil —afirma— ya que nos permite comprender el proceso por el que el individuo se convierte en bilingüe y, a la vez, otorga mayor importancia a la capacidad de comunicación antes que a la perfección del conocimiento lingüístico” (ídem, 1974: 10. Subrayados nuestros).

Tal definición lleva implícito el principio de que una comunidad no es nunca homogéneamente bilingüe en términos de competencia en el uso de los códigos lingüísticos en cuestión. Un complejo de variables socioculturales —tales como la edad, el sexo, la educación, el status, la ubicación geográfica, etc.— influye para que existan marcadas diferencias en la eficiencia bilingüe por parte de los miembros de una comunidad. Para caracterizar a los bilingües, la sociolingüista norteamericana recurrió a la escala tripartita elaborada por Diebold, la que consiste en la distribución graduada de los mismos en incipientes, subordinados y coordinados, estando éstos relacionados con el nivel de conocimiento práctico —y no simplemente teórico— de la segunda lengua.

 

Comportamiento de los factores extralingüísticos en el Paraguay

Rubin ha ejercitado un análisis individual verdaderamente amplio de los factores que intervienen para la existencia del tipo de bilingüismo que se da en nuestro país. Su examen le ha llevado a la conclusión de que existe en el país “una relación sorprendentemente compleja entre el funcionamiento” de ambas lenguas (ídem, 1974: 158). Considero pertinente ofrecer a continuación un resumen objetivo —y nada comentado— de sus comprobaciones.

 

a) Actitudes

Como en toda comunidad bilingüe —o de lenguas contacto—, se dan en el Paraguay diferentes tipos de actitud referidas a las dos lenguas. Estas actitudes se relacionan, por lo general, con valores afectivos, sociales y formales que la comunidad de hablantes asigna a cada una de aquéllas. Rubin estudio las actitudes siguientes: lealtad lingüística, orgullo, rechazo, prestigio y dos habilidades no propiamente actitudinales sino vinculadas con tres de ellas: conocimiento de las pautas para el uso y de las pautas lingüísticas.

Una importante comprobación respecto del juego de esta: actitudes en nuestro país, concierne a la gran ambivalencia afectiva manifiesta en la mayoría en relación con las dos lenguas. Esta ambivalencia se origina en la combinación de actitudes positivas y negativas hacia el guaraní, y responde, en gran medida, a la acción coercitiva de la escuela y al “universo ‘mezclado’ en el cual ocurre la interacción lingüística (ídem, 1974: 68).

“El bilingüe que por preferencia habla en español, en general reconoce la importancia del guaraní para el resto del país. El bilingüe que prefiere hablar guaraní no deja de reconocer la importancia internacional del español tanto en el campo económico como en el cultural” (ídem, 1974: 55).

Pese a la frecuente valoración negativa del guaraní (de lo que con él se relaciona) hay, sin embargo, una dominante conciencia de orgullo respecto del bilingüismo.

La lealtad lingüística —definida por Weinreich (Languages in Contact, 1953: 99), como el “deseo de una comunidad de retener su propia lengua y, si fuere necesario, defenderla de intrusiones extranjeras”, en términos de resistencia a los cambios “tanto en las funciones de su lengua (como resultado de un cambio lingüístico, “language shift”) como en la estructura del vocabulario (a consecuencia de una interferencia lingüística)”, se da en el Paraguay en relación con el guaraní y no con el español, lo que tiene como contrapartida que éste sea la lengua de prestigio.

El hecho de que el guaraní se vincule vivamente con el nacionalismo paraguayo, tanto como el recurrente fenómeno de sufrir ataques minusvalorativos, ha originado múltiples manifestaciones de lealtad y de orgullo, en especial de parte de aquellos que la tienen como lengua materna. Entre éstas pueden citarse: (1) la defensa del valor social de la lengua como medio de comunicación interestrática e interregional; (2) la afirmación de que el guaraní constituye una fuerza nacional unificadora; (3) la alta valoración del bilingüismo como rasgo diferencial de la nación respecto de sus vecinas, y (4) los atributos estructurales (de expresión y contenido) del guaraní en relación con el español. Otras manifestaciones suplementarias de esta actitud están configuradas, de una parte, por el empeño puesto en acrecentar el patrimonio literario-cultural del guaraní (aunque hasta el momento, sugiere Rubin, más en la dimensión cuantitativa que en la cualitativa), y, por otra, en la búsqueda de patrones estandarizados de la lengua tanto al nivel de la morfosintaxis y el léxico como en el del sistema de escritura (ortografía).

La asignación de prestigio a una lengua en una comunidad bilingüe está condicionada por “el valor de esa lengua para el avance social” (Weinreich, 1953: 79). No hay discusión acerca de que, en nuestro país, el prestigio está asociado con el español. Sin embargo, parece ser que no ejerce una influencia determinante para la movilidad social en una sociedad como la nuestra en la que las clases no están rígidamente diferenciadas. Como no hay en el Paraguay una relación biunívoca lengua-clase social, la variable prestigio opera mediatizada dentro del contexto bilingüe. Esta es la razón por la cual no existe una “fuerte asociación entre el español y las actitudes de prestigio” (ídem, 1974: 159).

En lo que respecta al conocimiento de las pautas para el uso de una de las dos lenguas en un contexto o en una situación determinados, comprobó Rubin que, en nuestro país, “existen únicamente tres ocasiones en las cuales el idioma apropiado está rígidamente definido. Son las siguientes: en la zona rural se espera que se hable guaraní; en las escuelas y en todas las ocasiones públicas formales en Asunción, el español es la regla. En todos los demás casos, la elección del idioma que debe ser usado no está sujeta a pautas definidas” (ídem, 1974: 83).

El tipo de sanción social por el uso inadecuado de las lenguas se define, en la zona rural, por la ridiculización o la burla, y en la urbana, por correcciones o censuras. Rubin no encontró, sin embargo, que estas pautas estuviesen vinculadas con el prestigio del español, sino, más bien, condicionadas por la percepción subjetiva de los índices configuradores de la situación.

La general intuición de la interferencia recíproca entre el español y el guaraní, que la mayoría de los paraguayos tienen, no escapó a la captación de la investigadora.

La mayoría culpa al guaraní por su deficiente dominio del español. Muchos piensan que el guaraní “entorpece la lengua” y, por consiguiente, la gente no puede hablar un español correcto. Otros sostienen que no hay razón para que un idioma afecte al otro si ambos son enseñados correctamente”. (ídem, 1974: 84).

Rubin no dedicó sus esfuerzos al análisis de estas opiniones contrapuestas, probablemente por considerarlas científicamente fútiles, como efectivamente lo son. Se limitó a registrarlas simplemente como indicadores reactivos que las actitudes de lealtad, orgullo y rechazo, segregan convulsivamente en una sociedad bilingüe, de una parte, y culturalmente ambigua, de otra.

 

b) Adquisición y grado de eficiencia

Además de los monolingües en guaraní y en español, existen tres posibilidades para la adquisición de una de las dos lenguas y la eficiencia bilingüe en nuestro país: a) ir del guaraní al español, b) balizar el proceso inverso, y c) aprender las dos lenguas simultáneamente. La pauta más común, según Rubin, tanto en un ambiente transicional rural-urbano como en un contexto rural, es la del aprendizaje del guaraní como lengua materna (o primera lengua). Pero ambos contextos se diferencian radicalmente en este hecho: en que el centro urbano permite a un gran porcentaje de la población adquirir simultáneamente el español y el guaraní, mientras que la zona rural no ofrece otra oportunidad que el aprendizaje de esta última. (Esto significa que si bien el correlato lingüístico de la zona rural es el guaraní, la correlación centro urbano-español no es hacedera y, por tanto, la diatopía lingüística no se da en el Paraguay en términos de los pares dicotómicos ruralidad-guaraní/urbanidad-español, sino en la relación —ésta, sí, al parecer, típica de nuestro país— ruralidad- guaraní/urbanidad-bilingüismo. Esto induce a formular la hipótesis —y estamos adelantándonos un poco— de que el bilingüismo paraguayo es menos diatópico que diastrático. Espero tener más adelante la oportunidad de sugerir el tipo de diastratía en el que este bilingüismo se inscribiría más apropiadamente.

La investigadora norteamericana analizó el factor bipolar “adquisición y grado de eficiencia” relacionándolo con las siguientes variables sociales, todas ellas importantes para la comprensión de la dinámica comunicacional de una sociedad bilingüe: clase social, edad, sexo, ocupación, religión, afiliación política, familia, localidad (o residencia), nacionalidad, educación, y las siguientes variables informales: en relación con el aprendizaje del español —grupos de pares o de amigos y el trato lingüístico en las calles del pueblo o de la ciudad; medios de comunicación de masas (prensa, radio —éste, el más importante a partir de la difusión en gran escala del transistor en el campo), y en relación con el aprendizaje del guaraní: los grupos de juego y el influjo de las letras de las canciones folclóricas.

En unión con estas variables, Rubin estudió también las condiciones sociales en las que cada lengua se aprende, es decir, si el aprendizaje se da en situaciones o condiciones formales o informales, obligatorias o voluntarias; si el individuo tiene o no la oportunidad de exposición frecuente a los dos idiomas y, por último, en qué orden de prioridad se aprende cada una de las dos lenguas y si este orden se encuentra relacionado con el orgullo o el prestigio lingüísticos.

Conviene advertir que el análisis de este factor de doble faz es el más complejo y difícil en cualquier estudio de una sociedad bilingüe. Estas son algunas de las razones:

—      la adquisición de una lengua es materia tanto de la sociolingüística como de la psicolingüística, y ambas disciplinas no son metodológicamente solidarias;

—      la adquisición es también anciano bien de la Lingüística, venerable maestra que se ocupa, al explorar ese fenómeno, de averiguar cómo el hablante va posesionándose de la fonología, la morfosintaxis (alguien por el Norte ha decretado la muerte de este término compuesto, pero sigue estando saludable) y el léxico de la lengua, sea primera o segunda, tanto como de la semántica que les es pertinente;

—      el grado de eficiencia es territorio de la Lingüística si por

eficiencia se entiende estructuralísticamente la ’’parole” (habla individual) sosiriana o, en términos generativo transformacionales, la performance (actuación) chomskyana. Pero ambas denotaciones pueden fundirse en el concepto de competencia —no en el uso que Chomsky hace de este vocablo, análogo al de langue (lengua) en Saussure—, sino en términos de utilización correcta del código o norma sintáctica de la lengua en relación con el contexto en el cual ocurre la comunicación, hecho que hace posible que ésta se realice. (Esto quiere decir que si uno escucha la expresión “dame el libro”, en español, no se salga diciendo ’’mirána, che ra’a, yo py le tenía atada a una etaca y ahora socapó”, sino que se alcance el libro — indicado decíticamente o no— o se diga: “¿Cuál libro? ¿Este, o aquel?”, o cualquier otra expresión relacionada con la oración imperativa originaria de la interacción lingüística-conativa. O también que, al escuchar la orden de “dame el libro”, no se diga —al menos que uno haga un deliberado juego de disloque sintáctico— algo como esto: “Pides el libro que se yo no” con la honrada intención de decir: “Y no conozco el libro que me pides”.

Pero la mayor dificultad se encuentra en el hecho de que no existe un instrumento enteramente confiable para medir la eficiencia bilingüe, en ninguno de esos tres campos científicos. Dicho instrumento o escala con alto grado de confiabilidad “debería considerar —dice Rubin con razón—, por lo menos, tres factores:

A)     Los conocimientos que uno mide deben, primero, ser definidos. ¿A qué se refiere uno al hablar sobre eficiencia: a la habilidad del individuo para hablar, leer, escribir, traducir y/o comprender material oral?

B)      Los aspectos del lenguaje (fonológico, lexicográfico o gramatical) que uno mide deben ser rigurosamente definidos.

C)      La escala resultante debe comprender una combinación razonable de estos dos factores”.

Otros dos requisitos se consideran generalmente importantes en la elaboración de tal escala. “La medición de la capacidad bilingüe debería indicar la eficiencia relativa de cada individuo ya que, como indicara Weinreich, no todos adquieren el mismo nivel de eficiencia en un idioma, aun siendo monolingües. El test (...) debe ser lo suficientemente corto como para poder ser administrado durante una entrevista de campo” (Rubin, 1974: 93).

Rubin se enfrentó a la dificultad recurriendo a la observación subjetiva (altamente riesgosa y nada confiable) y a “una evaluación de la habilidad lingüista del informante”. Al informarnos de la técnica empleada dice:

Entrevisté usando ambos idiomas y empleé una escala tripartita (nada, regular, bueno) para medir la habilidad de cada informante para hablar, comprender y leer el español y el guaraní. Durante la entrevista solía cambiar de un idioma a otro observando la reacción de todos los presentes (...). Además de esto, recopilé datos a través de visitas a escuelas donde entrevisté a niños en diferentes grados, examiné sus habilidades bilingües y asistí a las clases para ver qué porcentaje de la lección era comprendida y a qué porcentaje se respondía (Rubin, 1974: 94-95).

Los datos obtenidos fueron ubicados luego por la autora en las categorías establecidas por Diebold en su escala de bilingüismo. Los indicadores y criterios utilizados para la distribución de sus informantes en dicha escala, fueron los siguientes:

“1) Bilingües coordinados —únicamente aquellos individuos que hablaban y comprendían ambos idiomas sin dificultad. Incluí aquí a las personas que hablaban el segundo idioma de corrido pero que tenían cierto “acento”, como también a aquellos que hablaban el segundo idioma de corrido pero que cometían los errores comunes de interferencia lexicográfica al hacer traducciones literales del guaraní al español (...).

2) Bilingües subordinados —aquellos individuos que obtuvieron un grado de “regular” al hablar el segundo idioma (habilidad para hablar pero no de corrido) y que obtuvieron un “bueno” o un “regular” en comprensión.

3) Bilingües incipientes—aquellos individuos que no podían hablar uno de los idiomas pero cuya habilidad para comprender esta segunda lengua era “regular” o buena”. (ídem, 1974: 95-96).

La composición porcentual de esas tres categorías (más los monolingües) en el total de la muestra de Rubin, se expresa en la siguiente tabla:

 

 

Seis de los monolingües, en Luque, eran hispano-hablantes, mientras que en ocho de los subordinados dominaba el español. La distribución (y composición) del bilingüismo en relación con el contexto general rural/urbano es bien significativa. Se aprecia el abrumador predominio de los bilingües coordinados en la ciudad con respecto a las otras categorías y el de los monolingües (guaraníes) en el campo. Es también significativa, en este último, la diferencia —a primera vista poco importante— entre los subordinados y coordinados. En la segunda parle de este ensayo sobre la situación lingüística paraguaya reordenaremos estos datos para confrontarlos con los obtenidos mediante otras investigaciones recientes.

Tres de las variables sociales vinculadas por Rubin en el estudio de la adquisición y el grado de eficiencia bilingüe en el Paraguay han

demostrado tener una acción determinante en esos dos fenómenos conexos. Ellas son la edad, el sexo y la educación. Expondremos a continuación las comprobaciones de la autora.

En relación con la edad, ésta adquiere gran importancia respecto de la adquisición de la primera y segunda lenguas, pues, al parecer, se halla íntimamente relacionada con las actitudes que la persona pueda desarrollar posteriormente hacia cada una de ellas. Al mismo tiempo, la edad afecta directamente a la competencia bilingüe relativa que el hablante pueda poseer.

Tanto en la ciudad como en el campo el bilingüismo se adquiere en la niñez, siendo la pauta corriente el aprendizaje del español como segunda lengua. En el campo, un porcentaje reducido accede al bilingüismo en la adolescencia o en la edad adulta, y en este caso, las motivaciones para el aprendizaje se encuentran vinculadas a la ocupación o a exposiciones informales al español debidas a viajes u otras situaciones similares.

La edad no es, sin embargo, una condición suficiente para el acceso al bilingüismo, al menos en la zona rural. Como en ella el universo lingüístico es casi enteramente guaraní, no tiene el niño mayores ni frecuentes posibilidades de exposición al español en situaciones comunicativas informales, como, en contraste, sí las tiene el niño urbano, que adquiere la eficiencia bilingüe ya en el hogar. En el campo, el factor más importante —y, probablemente, único— para la adquisición del español, es el tiempo de escolaridad del niño. Rubin observó a este respecto “una alta correlación (positiva) entre el número de años escolares aprobados y el grado de eficiencia bilingüe” (Rubin, 1974: 103). He aquí sus observaciones, todas ellas altamente significativas:

“1) Una gran proporción (77%) de los monolingües guaraní- parlantes no había aprobado ni un solo grado escolar. Casi todos (92%) los individuos monolingües no habían aprobado más que el primer grado.

“2) De aquellos cuya habilidad bilingüe se consideraba incipiente, la mayor proporción (85%) jamás asistió al colegio o había aprobado únicamente el primer o el segundo grados.

“3) De aquellos considerados de habilidad bilingüe subordinada, la mayor proporción (88,8%) había aprobado el segundo, tercero o cuarto grados únicamente.

“4) De aquellos considerados bilingües coordinados, la mayor proporción (86%) había aprobado el tercer o más grado en la escuela (ídem, 1974: 105).

Estas frecuencias, correspondientes al área rural, contrastan con las del centro urbano:

“1) El número de monolingües no está correlacionado con el número de años aprobados en la escuela ya que en Luque 5 de los 8 monolingües eran de habla española.

“2) De aquellos considerados bilingües incipientes, la gran mayoría (83,3%) no había aprobado ni un solo grado o únicamente el primero.

“3) De aquellos clasificados como bilingües subordinados, una pequeña mayoría (64,7%) había aprobado el primer, segundo o tercer grados.

“4) De aquellos clasificados como bilingües coordinados, la gran mayoría (83,4%) había recibido una educación de tercer grado o mayor” (ídem: ibídem).

La circunstancia de que el aprendizaje del español en las áreas rurales sea enteramente formal, indujo a Rubin a criticar el sistema escolar, aplicado uniformemente en ambas zonas contrastivas rural/ urbana. Rubin criticó especialmente la metodología empleada en la enseñanza del español en el campo. “El método empleado —afirma— para enseñar el español es informal y subjetivo.

En los primeros grados muchos maestros comienzan a usar una cierta cantidad de español y van acrecentándola en el transcurso del año. La técnica más frecuente para explicar el significado del español es mediante la traducción al guaraní. El maestro dice la oración en español, la traduce al guaraní y luego pide a la clase que la repita en español. Otra técnica utilizada es la memorización de cuentos y poemas en español. Durante un tiempo considerable estos ejercicios no tienen otro significado que el de repetición sin que absorban el contenido” (ídem, 1974: 106).

El sexo tiene en nuestro país una notable incidencia en el grado de eficiencia bilingüe. Hay que advertir, sin embargo, que esta incidencia es sólo relevante en la zona rural. Rubin atribuye este fenómeno al hecho de que las mujeres reciben menos educación (formal) que los hombres, es decir, que menos mujeres superan los primeros grados escolares, lo que tiene como consecuencia menor habilidad bilingüe.

Otro factor incidente en este fenómeno es la ínfima oportunidad que tienen las mujeres rurales de estar expuestas informalmente al español. La diferencia de los totales de subordinados o coordinados entre hombres y mujeres es del 20%, en el campo, mientras que en el centro urbano es apenas del 2,7%. Rubin comprobó, sin embargo, en la zona rural una tendencia a una mayor eficiencia bilingüe en las mujeres más jóvenes, debido a una difusión mayor de los servicios educativos. Otra comprobación de Rubin se refiere a que el bilingüismo en el centro urbano no se reduce, en el Paraguay, ni sólo a los hombres ni sólo a los adultos. (Cfr. ídem: 99).

En lo relativo al estrato social, observó Rubin que “de ninguna manera resulta que todos los informantes de clase alta aprenden el español primero”. En general, un gran porcentaje adquiere simultáneamente el español y el guaraní. En los estratos medios, un alto grado de bilingüismo parece ser la norma.

Es también en estos estratos donde se pone de manifiesto, al parecer, un uso indiscriminado de ambos idiomas y en los que acontece reiteradamente, en la interacción lingüística, el fenómeno de “code- switching” (uso alterno o conmutado de los códigos lingüísticos en el discurso o cadena hablada).

Otra de las variables vinculadas con la eficiencia bilingüe —la ocupación— “no se correlaciona —en el Paraguay— directamente ni con la adquisición ni con el grado de eficiencia, pero el grado en que la ocupación lleva al individuo a tratar con personas monolingües sí tiene una correlación lingüística. La mayor presión es para que los monolingües de habla española aprendan el guaraní” (ídem, 1974: 101).

Las variables familia y residencia forman una pareja íntimamente relacionada en orden a la adquisición y al grado de eficiencia. Rubin afirma que, en nuestro país, “el contraste rural/ urbano es de suma importancia para la adquisición del primer idioma y la eficiencia en su uso”. En lo relativo al lugar de residencia, “el hecho de residir en una zona urbana es casi suficiente por sí solo para asegurar cierto grado de exposición a ambos idiomas y, desde luego, basta para establecer un grado razonable de bilingüismo”, por la influencia que en los niños ejercen las variables informales que proporcionan exposición frecuente tanto en español como en guaraní. La variable familia, por su parte, ejerce influencia en la ciudad conforme al orden de adquisición de las dos lenguas.

Pero no en el campo, donde Rubin no encontró “indicación de que... los antecedentes familiares (afectaran) ni la adquisición ni el grado de eficiencia”. Los factores de clase social y origen nacional afectan a la familia urbana respecto a la acción que ésta tiene en el aprendizaje de la primera lengua y en la posterior competencia bilingüe.

Por último, es bueno señalar que, en relación con el bilingüismo paraguayo, es enteramente irrelevante la influencia, individual o conjunta, de las variables afiliación religiosa y política y el origen nacional.

 

c)       Descripción del uso lingüístico en el Paraguay

Se entiende, generalmente, por uso lingüístico la elección que el hablante realiza de alguna de las variedades sociales que posee la lengua de su comunidad. Esta elección se halla regida por un complejo de variables interrelacionadas y cuya articulación específica en el fenómeno interaccional está sometida a patrones culturales diversos. La Sociolingüística se ha esforzado en identificar estos factores, entre los cuales se cuentan desde los participantes o interlocutores (con sus atributos respectivos de status, edad, sexo, educación, tipo o nivel de la relación entre ellos), hasta el tópico y la ubicación o marco de la interacción. En el caso de una sociedad bilingüe, como la nuestra, la tarea sociolingüística consiste en identificar y explicar la específica configuración de las variables respecto de la elección de una de las dos lenguas para la interacción comunicativa.

En su análisis del uso lingüístico en el Paraguay, Rubin utilizó las variables sociales descritas por Brown y Ford (1961) y por Stewart (1962) y las dimensionalizó del siguiente modo: (a) ubicación, (b) formalidad, (c) intimidad, (d) seriedad de la situación y (e) sexo relativo. “Las dimensiones intimidad y sexo relativo se refieren a la relación entre los dos individuos que toman parte en una conversación. La seriedad de la ocasión y la ubicación se refieren al marco ambiente. La dimensión de formalidad puede referirse al ambiente o al tipo de identidad social entre los interlocutores. Las dimensiones no se suman para determinar el uso sino que operan en un orden jerárquico” (Rubin, 1974:155). La influencia de estas dimensiones en la elección de la lengua apropiada a la situación, puede, sin embargo, en el Para-guay, Ser alterada por otros cuatro factores aleatorios: la habilidad lingüística del interlocutor, el primer idioma adquirido por la persona que habla, la presión de la escuela y los cambios operados en la situación social del individuo a través del tiempo. El cuadro siguiente muestra la interacción de las dimensiones en la elección de la lengua:

 

 

Para la obtención de sus datos, Rubin elaboró un cuestionario de 39 preguntas que abarcaban situaciones interaccionales comprendidas en el contexto de las cinco dimensiones identificadas, y lo aplicó a bilingües de las zonas rural y urbana. Conociendo las obvias debilidades del método por encuesta para obtener informaciones lingüísticas enteramente confiables, debidas a ambigüedades, confusiones, olvidos, incomprensiones y otros accidentes de este tipo, Rubin realizó un razonable discrimen crítico de sus datos y los procesó conforme a los procedimientos del análisis componencial. Pongamos aquí las breves explicaciones que ofrece Rubin de este método: “Los resultados de este análisis son términos (o nombres o rótulos) y referentes designados por estos términos.

“Luego se identifican las dimensiones que estos referentes tienen en común. El resultado es un conjunto semántico (o “domain”) en el cual los términos (o sea las clases culturales) están definidos por un conjunto de dimensiones en contraste. Un resultado importante del análisis componencial es que el modelo resultante no consiste únicamente en una lista de dimensiones... sino que especifica cómo se articulan estas dimensiones que definen los términos” (ídem, 1974:135).

En la aplicación del método, Rubin se vio confrontada a serios problemas de adecuación del mismo a la situación bilingüe paraguaya. Tanto los términos (español, guaraní y “code-switching” —jopará— ) como los referentes (las diferentes situaciones específicas de interacción) no siempre coincidían. Esta dificultad obligó a Rubin a realizar una ingeniosa adaptación del método para adecuarlo a sus requerimientos, en aquellas partes relativas a la conceptualización y definición de las dimensiones contrastadas.

Los resultados obtenidos mediante este tipo de análisis son, indudablemente, valiosos y, en muchos aspectos, verdaderamente esclarecedores de la situación lingüística paraguaya. Esto no quiere decir que la descripción realizada por Rubin del uso lingüístico entre nosotros sea la que podría corresponder al presente. Puesto que el uso lingüístico constituye un fenómeno sociocultural —y tales fenómenos son, por naturaleza, fluctuantes— es probable que haya habido un cambio en alguna dirección.

Las comprobaciones de Rubin respecto del uso lingüístico en el Paraguay son las siguientes: Se dan sólo tres situaciones o circunstancias en que las pautas de uso se hallan rígidamente definidas (la escuela, las funciones públicas formales y la zona rural). “En todos los demás casos —dice Rubin— el uso está definido en parte por las dimensiones sociales, en parte por presiones sociales y en parte por consideraciones de índole individual” (ídem 1974: 158). Estas variables condicionantes del uso lingüístico obedecen a un orden jerárquico, correspondiendo la primacía a la ubicación en que la interacción tiene lugar. De esta manera, si ésta se realiza en la zona rural es enteramente predecible que el uso lingüístico corresponda al guaraní. En la zona urbana, el comportamiento del uso es ambiguo y la elección de la lengua se halla afectada por la acción de otras variables concomitantes. Sin embargo, debido a un incremento apreciable de la difusión bilingüe, parece existir una clara tendencia a un aumento en el uso del español.

Conocida la ubicación de la interacción, la variable que le sigue en importancia tiene que ver con la formalidad o informalidad de la situación. La formalidad concierne al “conjunto limitado de comportamiento esperado”, en tanto que la informalidad se refiere a “la gama normal de comportamiento permitido dentro de un grupo”. Un gran número de factores determinan la formalidad de una situación o relación, entre las cuales las denominadas por Goodenough (1961) identidades sociales —y comprendidas o interpretadas por Rubin como “la relación entre las dos posiciones de una situación de status” —tienen una gran influencia. Rubin sugiere que en el Paraguay serían nueve las identidades sociales que limitarían el comportamiento esperado respecto de la elección lingüística. Estas identidades sociales serían las siguientes: relación médico/paciente, relación maestro/ estudiante, relación gobernante/gobernado (“gobernante” en el sentido de autoridad en cualquiera de sus grados), relación abogado/empleado, relación sacerdote/parroquiano, relación entre novios y la relación comerciante/cliente. En general, la dimensión de formalidad está asociada con el uso del español, mientras que la de informalidad supone un uso predominante del guaraní. No es, sin embargo, esta variable la que tiene mayor influencia en la elección de la lengua vernácula como vehículo interaccional. Ésta corresponde al grado de intimidad que pueda haber entre los interlocutores y se aplica únicamente en las situaciones informales. Rubin advierte a este propósito que, si bien los paraguayos definen al guaraní como la lengua de la intimidad, la elección de la lengua usada en situaciones íntimas “depende, hasta cierto punto, de cuál fue el primer idioma aprendido”. Pero, además, “el grado de intimidad puede ser expresado mediante el uso de un idioma diferente” el de la lengua materna.

El grado de seriedad de la situación afecta la elección de la lengua cuando la interacción se realiza en un ambiente informal. Así, los chistes, según Rubin, se cuentan generalmente en guaraní, mientras que los altercados verbales se efectúan, con mayor frecuencia, en la lengua materna.

La variable sexo relativo tiene un comportamiento diferencial en la elección de la lengua. Los hombres cuya primera lengua es el español o son bilingües coordinados desde la niñez, tienen preferencia por el uso del guaraní con otros hombres, a diferencia de las mujeres bilingües que tienden a comunicarse en español tanto con mujeres como con hombres.

La relación de estas variables puede ser alterada por los siguientes factores adicionales o aleatorios “que tienden a influir en el uso lingüístico y a causar desviaciones del comportamiento lingüístico esperado”. De una parte se encuentra la presión escolar relativa al uso del español con preferencia al guaraní. De otra, la eficiencia lingüística del interlocutor, la que se manifiesta en el hecho de que gran parte de las personas toma en cuenta la habilidad lingüística del otro al escoger la lengua de la conversación. La tendencia hacia el bilingüismo afecta, potenciándola, la creciente inclinación al uso de ambas lenguas en situaciones informales. Y, por último, el uso del primer idioma es una manifiesta tendencia en análogas circunstancias, provocando una situación aparentemente contradictoria con la anterior.

El análisis del uso lingüístico en el Paraguay llevó a Rubin a la comprobación de que existe una tendencia hacia una mayor difusión del bilingüismo, aunque de lento desarrollo. Ésta se revela, más que en el incremento del uso del español, en la utilización de “code-switching” (uso alterno de ambas lenguas en la comunicación oral). Esto sugiere una mayor opción a la variación libre en el uso de idiomas, la que, a su vez, corresponde a la estructura social relativamente flexible, pues aunque “los extremos sociales están bien definidos hay una continua gradación entre ellos (...). Aun cuando esta variación libre se pueda comparar con la continua gradación en la estructura social, no existe necesariamente ninguna relación causal entre el uso lingüístico y la estructura social. Tanto en el uso lingüístico como en la estructura social hay una zona vasta de indeterminación que en el caso del uso lingüístico puede ser determinada por un sistema de prioridades ordenadas” (Rubín, 1974: 156).

Un resumen general del análisis del uso lingüístico en el Para-guay indica que las dos lenguas se excluyen mutuamente en determinadas situaciones y operan en variación libre en otras.

 

d)      Estabilidad del equilibrio bilingüe

El último factor paralingüístico considerado por Joan Rubin en su descripción de la situación bilingüe paraguaya, se refiere a la estabilidad del equilibrio alcanzado en la coexistencia de las dos lenguas. Este equilibrio se logra, en general, una vez establecida cierta distribución en el uso de las lenguas conforme a la situación, a la cual afecta, según se ha visto anteriormente, un complejo de variables culturalmente determinadas. La distribución en el uso diferencial de las lenguas, a su vez, se halla sujeta a cambios en el proceso histórico. Para que acontezca tal fenómeno, es natural que se requieran unas condiciones distintas a las existentes, y que neutralicen u operen en sentido contrario a la conservación del equilibrio bilingüe.

Dos tipos de variables se han aislado en el estudio de la estabilidad bilingüe de una comunidad. Uno de ellos se refiere a variables sociales internas a ésta, mientras que el otro concierne a variables externas a la comunidad. Corresponden al primer tipo las siguientes: (a) el nivel de alfabetización logrado en cada una de las lenguas, (b) la relación existente entre el poder político, económico y social y la lengua utilizada, (c) el grado de movilidad social y geográfica permitida en el seno de las comunidades o grupos, (d) el grado de integración social existente tanto dentro de cada grupo o comunidad lingüística como entre los grupos que entran en contacto, y (e) el grado y tipo de comunicación establecido entre ambos. Por su parte, el grado de contacto que pudiera haber entre uno de los grupos de una comunidad bilingüe con otra exterior que habla el mismo idioma, corresponde al tipo de las variables externas relacionadas con la estabilidad del bilingüismo.

Dos serios problemas se encuentran involucrados en la medición de los cambios en el equilibrio bilingüe. De una parte, el problema relacionado con la definición del término bilingüe, y, de otra, la cuestión relativa a la medición del grado de eficiencia en ambas lenguas, requerido para que un individuo pueda ser tipificado como tal. Rubin se enfrentó, además, a una dificultad adicional en su examen de la estabilidad bilingüe, a causa de que “en el Paraguay, como en muchos otros países, se ha llevado a cabo solamente un censo digno de confianza, por lo tanto, no se pueden obtener estadísticas comparadas para efectuar siquiera un análisis tentativo” (ídem, 1974: 121). Tampoco existen datos históricos suficientes que pudieran fundamentar un análisis diacrónico de las pautas de comportamiento a las que se haya sometido la distribución en el uso de las dos lenguas.

No obstante estas dificultades, y utilizando una medida subjetiva de eficiencia, Rubin pudo medir algunos cambios operados “en el carácter bilingüe de la comunidad”. Para realizarlo, la investigadora recurrió a dos procedimientos, cuantitativo el uno, cualitativo el otro. Por el primer procedimiento, Rubin dividió a los individuos de su muestra por grupos de edad, diferenciándolos por áreas, y comparó su habilidad bilingüe. Esto le permitió comprobar un considerable aumento en la eficiencia bilingüe por parte de los individuos rurales de 17 a 40 años en comparación con los de 41 años y más. La conclusión que Rubin extrajo de su análisis comparativo de esos dos grupos de edad fue que el número de los monolingües se ha reducido en un 100%, mientras que los bilingües coordinados han aumentado en más del 100%. El fenómeno se aprecia aún mejor comparando los porcentajes totales de las categorías monolingües e incipientes y las de subordinados y coordinados que, para el grupo de 17-40 años, da 34,4 para los primeros y 64,7 para los segundos, mientras que para el de 41 años y más las frecuencias relativas alcanzan a 57,5 y 41,4 respectivamente. En el centro urbano, por su parte, la reducción de monolingües fue de 200% y de 20% en el aumento del número de los bilingües coordinados. Tales cifras, concluye Rubin, hacen evidente que, en el espacio de una generación, los habitantes rurales (de Itapuamí) han efectuado un cambio a favor de una proporción mayor de bilingües en su comunidad. En lo que concierne al centro urbano, Rubin observó los siguientes cambios:

1)      Una reducción significativa en el número de informantes que completaron los grados 0, 1 y 2 de un 34,8% en el grupo de 41 o más años a 16,6% en el grupo de 17-40.

2)      Un aumento significativo en el número de informantes que completaron cuarto grado o más, de 73,3% en el grupo de 17-40 en contraste con un 43,8% en el grupo de 41 años o más”.. (ídem, 1974: 123).

El segundo procedimiento utilizado por Rubin en su intento de medición de los cambios en el equilibrio bilingüe, fue la observación de cuál lengua predominaba en la interacción lingüística entre contemporáneos, puesto que el mayor uso de la segunda lengua en aquella y en cualquier situación puede indicar la existencia de un progresivo desplazamiento lingüístico (language shift). “Según esta medida de cambio —dice Rubin— no se está realizando ningún desplazamiento lingüístico o quizás uno extremadamente lento en la zona rural”. Pero sí comprobó un incremento progresivo en la eficiencia bilingüe, debido en especial a la expansión de los servicios educativos en el campo “y, probablemente, a un grado mayor de contacto con el pueblo”. Los datos porcentuales correspondientes a los grados cursados por cada grupo de edad (10-16; 17-40 y 41 o más años), son ciertamente significativos: 17,9% del primer grupo ya había salvado el cuarto o más grado; 29% del segundo grupo tenía cuarto o más grados aprobados, mientras que sólo un 12% del tercer grupo había aprobado el cuarto. De este último grupo (41 años o más), el mayor porcentaje (73,9%) había cursado uno o dos grados, y llegado al tercero, sólo un 13,9%.

Los datos correspondientes al centro urbano indicarían, según Rubin, la existencia de un desplazamiento lingüístico en proceso considerando el orden de aprendizaje de ambas lenguas. Sin embargo, este desplazamiento sólo sería temporal y no completo “en el uso habitual o en la adquisición” de los idiomas. En realidad el desplazamiento lingüístico observado por Rubin en el centro urbano no se realiza en términos de sustitución de lenguas (Cfr. Weinreich, 1951), sino en el uso incrementado de los dos. “Las observaciones de los informantes revelan que un gran porcentaje de las conversaciones informales consisten en un equilibrio entre los idiomas que se utilizan en un mismo discurso. El cambio a un aumento en la habilidad bilingüe produce también un alto grado de code-switching” (Rubin, 1974: 127).

Los cambios observados y/o comprobados por Rubin relacionados con un progresivo incremento en la proporción de los bilingües, tanto en la zona rural como en la urbana, se deben en gran medida a la acción positiva de la escuela que resulta en un mejoramiento del nivel de alfabetización (en términos cuantitativos) y a la “acrecentada movilidad geográfica” debido a la expansión vial y a las “grandes facilidades de transporte”, entre otros factores menos visibles.

Su análisis del fenómeno bilingüe paraguayo y la especial distribución y composición del mismo, ha llevado a Rubin plantearse la siguiente poderosa interrogante: “¿Podemos esperar que, con el tiempo, la población entera del Paraguay sea completamente bilingüe o existe un nivel máximo pasado el cual se puede esperar que uno de los dos idiomas comience a desaparecer?”. Su respuesta es, naturalmente, hipotética: “No existe ninguna nación completamente bilingüe. En el momento actual, el Paraguay tiene probablemente, el grado más alto de bilingüismo nacional en el mundo, tomando en cuenta los factores del total de población en uso de los mismos idiomas y la misma área geográfica”. Una respuesta válida a tal pregunta, dice Rubin, “requeriría una consideración de la distribución de funciones de uso. Si la distribución del uso de los dos idiomas es mutuamente o aun parcialmente exclusiva, el bilingüismo total puede ser posible”, a condición de que permanezcan suficientemente estables las demás variables en cuestión.

 

 

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WEINREICH, URIEL

—      1953: Languages in Contact, New York.

 

ADDENDA/ NOTAS, 1996

[a]     No suscribiría hoy este juicio. Afortunadamente, el intenso cultivo de la lengua ha permitido un considerable avance de la poesía en guaraní y aun de las demás expresiones formales, como la narrativa y el poema en prosa. Felices ejercicios de innovación discursiva, de renovación técnica y de expansión segura de la creatividad poética han contribuido, señaladamente a partir de la segunda mitad de los setenta, a elevar la calidad de la literatura en guaraní. Figuras vinculadas estrechamente a este renacimiento son Carlos Martínez Gamba (1942), Lino Trinidad Sanabria ( ), Félix Giménez Gómez —“Félix de Guarania”— (1924), Wilfrido M. Acosta (1953), Miguel ángel Meza (1955), Ramón Silva (1955), Susy Delgado (1949), Rudi Torga (1938) y otros de no menor significación.

[b]     Tanto lo que aquí se dice como lo dicho más adelante sobre Fariña Núñez no refleja apropiadamente la importancia de este poeta en el proceso del desarrollo estético de la cultura paraguaya. El perfil polémico del texto no ha hecho justicia a los grandes méritos del notable poeta humaiteño. Una estimación más justa sobre este autor puede encontrarse en los estudios previos a EFN: Obra poética, Alcándara, Asunción, 1982, y Poesías Completas y otros textos. El Lector, Asunción, 1996.

[c]     Los autores citados en el texto, varios de ellos sin libro publicado entonces, han editado sin pausa lo mejor de su obra a partir de los setenta. Este es el caso de Josefina Plá y Elvio Romero, que han dado muestras de una apreciable fecundidad poética. Ezequiel González Alsina (“Gastón Chevalier París”), muerto en 1989, publicó dos años antes (1987) su selección poética Bosque durmiente, 1944-1946. Oscar Ferreiro salió de la ineditez en libro en 1977 con Poemoides Antología (1982) y El gallo de la alquería y otros compuestos (1987). H.

Rodríguez-Alcalá publicó Palabras de los días (1972), El canto del aljibe (1973), El portón invisible (1983) y Terror bajo la luna (1983). En 1995 Roa Bastos publicó Poesías reunidas.

[d]     Las promociones poéticas surgidas a partir de 1950 en el país debieron desarrollar su tarea bajo el ominoso clima político y espiritual de la dictadura de derecha de Alfredo Stroessner. Pero a pesar de las dificultades de todo tipo que se les oponía al libre juego del intercambio y del diálogo culturales, tan necesarios para la expansión de la creatividad y el crecimiento de sus facultades, estos escritores se agenciaron para contar con los medios indispensables para la difusión de sus textos. Revistas como Alcor (1955-1971), Diálogo (1960-1964), Péndulo (1964-1966) y Criterio (1966-1971/ 1976-1977), el semanario Comunidad (1964-1969) y las ediciones de las citadas revistas y de Asedio (1961-1988) y las ediciones Comuneros fueron cruciales para dar presencia en el medio a la poesía nueva. Con posterioridad, surgieron las ediciones Taller, del grupo Taller de Poesía “Manuel Ortiz Guerrero”, a fines de los setenta, y la espléndida experiencia de Alcándara que en los ochenta editó a prácticamente todos los poetas paraguayos (con excepción de sus directores, Carlos Villagra Marsal y José María Gómez Sanjuijo).

Los grupos de poetas surgidos tras las promociones del 50 y 60, algunos estrictamente coetáneos de esta última, como Ovidio Benítez Pereira, Juan Andrés Cardozo, Raquel Chaves, Gladys Cannagnola, Nilsa Casariego, Elinor Pushcarevich, Osvaldo González Real, Jacobo Rauskin, Mauricio Schwartzman, participan de las mismas preocupaciones político-sociales y orientaciones estéticas de los poetas del 60. A fines de esta década e influido por los movimientos contestatarios del 68, surge el grupo de poetas nucleados en la revista Criterio, Juan Manuel Marcos, Emilio Pérez Chaves, José Carlos Rodríguez, Guido Rodríguez-Alcalá, Adolfo Ferreiro y los malogrados René Dávalos (1945-1968) y Nelson Roura (1945-1969). Comparten sus mismos afanes estéticos y políticos Jorge Canese, Renée Ferrer, Pedro Gamarra Doldán, Aurelio González Canale, María Eugenia Garay, Miriam Gianni, Víctor Casartelli, William Bécker, Jorge Aiguadé, Víctor Jacinto Flecha, Alicia Campos Cervera, Lourdes Espinóla.

Formando parte del taller de Poesía “Manuel Ortiz Guerrero” se organizan los poetas que reivindican para sí la denominación colectiva de promoción del 80. Ellos son: Moncho Azuaga, Lisandro Carduzo, Ricardo de la Vega, Mario Casartelli, Amanda y Mabel Pedrozo, Susy Delgado, Mario Rubén Álvarez, Miguelángel Meza, Lito Pessolani (“Joaquín Morales”), Ramón Silva, Jorge Gómez Rodas, Sabino Giménez, Victorio Suárez, Delfina Acosta y otros.

Nuevos nombres se asoman hacia los 90, entre quienes es posible señalar ya a Femando Pistilli y Miguel Ángel Caballero Mora.

[e]     Sin duda alguna todavía puedo suscribir plenamente esa afirmación.

[f]      Ver la nota [b]. Ese juicio no solo es injusto, es erróneo.

[g]     Villarejo, que falleció en 1996, publicó su última novela, Eutimio Salinas, en 1986.

[h]     El gran novelista, muerto en 1980 en Buenos Aires, publicó todavía otras dos novelas fundamentales para la historia del género entre nosotros, Los herederos (1975) y Los Huerta, publicada póstumamente en 1981.

[i]      Roa Bastos no se ha detenido en su notable ejercicio creador. Luego de Moriencia (1969), Cuerpo presente (1971), Antología personal (1980) y otros títulos, publicó el gran texto Yo El Supremo en 1974, siendo desde entonces la narración paraguaya más estudiada, traducida, citada y premiada. Posteriormente el gran escritor publicó Vigilia del Almirante (1992), El Fiscal (1993), Contravida (1994) y Madama Sui (1995). Roa Bastos obtuvo el Premio de Letras del Memorial de América Latina (Brasil, 1988), Premio Cervantes (España, 1989), Condecoración de la Orden Nacional del Mérito, 1990, Premio Nacional de Literatura, 1995.

[j]      Anairis Chaves de Ferreiro, fallecida en 1993, publicó además la no¬

vela Andresa Escobar (1975), y las colecciones de cuentos Fábulas modernas (1983), Retrato de nuestro amor (1984) y Crisantemos color naranja (1989). Rubén Bareiro Saguier, Rodrigo Campos Cervera, Mario Halley Mora, Lincoln Silva, Femando Caballero, Renée Ferrer, Raquel Saguier, Helio Vera, Lucy Mendonca de Spinzi, Neida Bonnet de Mendonca, Maybell Lebrón de Netto, Luisa Moreno de Gabaglio, Dirma Pardo de Carugatti, Moncho Azuaga, Margot Ayala de Michelagnoli, Jesús Ruiz Nestosa, Augusto Casóla, Sara de Karlik, Guido Rodríguez-Alcalá, Yula Riquelme de Molinas, Roberto Thompson Molinas, Jorge Canese, Luis Hemáez, Juan Manuel Marcos, Chiquita Bárrelo, Milia Gayoso, Andrés Coimán Gutiérrez y los anteriores Reinaldo Martí, Carlos Garcete, Josefina Plá, H. Rodríguez- Alcalá, Santiago Dimas Aranda y otros más han publicado textos narrativos, algunos de ellos de gran nivel y rigor expresivo.

ADDENDA, 2

Numerosos autores citados en el texto, dado el tiempo transcurrido, requieren de la actualización de sus datos. A continuación se presenta una lista de los mismos.

Eudoro Acosta Flores (1905-1976), Juan Felipe] Bazán (1900-1980), Gabriel Casaccia (1907-1980), María Concepción Leyes de Chaves (1891- 1985), Anairis Chaves de Ferreiro (1922-1993), José María Gómez Sanjurjo (1930-1988), Ezequiel González Alsina (1919-1989), Pablo Max Insfrán (1895-1972), Vicente Lamas (1900-1982), Ricardo Mazó (1927-1987), Juan E. O’Leary (1879-1969), José Concepción Ortiz (1900-1972), Leopoldo Ramos Giménez (1891-1988), Facundo Recalde (1896-1969), Jorge Ritter (1907-1977), M. Teresa Lamas de Rodríguez-Alcalá (1887-1975), H. Sánchez Quell (1907-1986), Juan Stefanich (1889-1976), Amaldo Valdovinos (1908-1991), Manuel Verón de Astrada (1903-1989), José S. Villarejo (1908- 1996), Carlos Zubizarreta (1904-1972).

(*) El presente texto resume el libro Bilingüismo nacional en el Paraguay, de Joan Rubin.

 

 

 

 

 

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