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GILBERTO RAMÍREZ SANTACRUZ

  EL MALEFICIO Y OTRAS MALDADES DEL MUNDO, 2008 - Relatos de GILBERTO RAMÍREZ SANTACRUZ


EL MALEFICIO Y OTRAS MALDADES DEL MUNDO, 2008 - Relatos de GILBERTO RAMÍREZ SANTACRUZ
EL MALEFICIO Y OTRAS MALDADES DEL MUNDO
 
Relatos de GILBERTO RAMÍREZ SANTACRUZ

Ilustración de tapa: dibujo de DIEGO RIVERA
 
Diseño de tapa: GRACIELA GALIZIA
 
Arandurã Editorial,

Asunción-Paraguay, 2008 (167 páginas)

 
.
El libro esencial,
 
el único libro verdadero,
 
un escritor no tiene que inventarlo,
 
en el sentido corriente, puesto que
 
ya existe en cada uno de nosotros,
 
sino traducirlo. El deber y la tarea
 
de un escritor son sobre todo
 
los de un traductor.
 
MARCEL PROUST

 
 

Gilberto Ramírez Santacruz es en la actualidad, quizá, el más prolífico y recio escritor del Paraguay. A pesar de ser todavía joven, posee ya una vasta obra que toma distintos géneros como la poesía, la novela y el cuento en donde se mueve, cosa rara, como pez en el agua. Y es precisamente con el cuento que nos vuelve ahora a sorprender. Y decimos nos vuelve a sorprender porque los cuentos que publica en su nuevo libro están llenos de originalidad, poesía y factura del mejor estilo, que nos recuerdan a los más grandes del género.
 
EL MALEFICIO Y OTRAS MALDADES DEL MUNDO, de este libro estamos hablando, ya desde su título nos atrapa invitándonos a entrar en ese mundo para saber de qué maldades habla el autor. La sucesión de cuentos, uno más sorprendente que otros, escritos con pluma segura y vigorosa, en donde no falta la ironía, el humor y “lo real maravilloso”, que nos recuerda a Carpentier o a García Márquez, nos lleva de la nariz porque atrapa desde las primeras líneas y no lo podemos soltar. Ahí está el oficio y la maestría de un escritor cuando no permite que dejemos el libro y no queda más remedio que seguir hasta el final y leerlo de un tirón, y después lanzar un largo suspiro mientras aún seguimos disfrutando de las historias narradas.
 
El libro tiene obras brevísimas, a la manera de Monterroso –homenaje al maestro, dice el autor-, verdaderas joyas, pequeñas obras maestras, y otros cuentos breves, escritos con una perfección y maestría inigualables. En total son 25 cuentos. Destacan, a nuestro juicio: “El relato”(suerte de ponencia y cuento), “El día que los niños dejaron de jugar”, “Esopo y la dialéctica”, “Apología de Diógenes”, “El refutador”(en donde los principales personajes son Augusto Roa Bastos y Rodríguez de Francia, una feliz mezcle de ficción y realidad histórica), entre otros cuentos, que también sobresales por su eficaz desarrollo y remate feliz. En cuanto e EL MALEFICIO, que da título al libro, es un perfecto y acabado relato largo en donde predomina lo mágico, la poesía y la más cruda realidad. En síntesis, Gilberto Ramírez Santacruz con este libro a llegado a la verdadera madurez. Su verbo, ahora, alcanza niveles profundos, ricos y claros al mismo tiempo.
 
 
 

ÍNDICE DE CUENTOS:
 
EL RELATOR/ LACONIA/ LA FOBIA/ EL MALEFICIO/ ES DESATINO/ LA SALUD DE CRISTO/ EL DÍA QUE LOS NIÑOS DEJARON DE JUGAR/ ESOPO Y LA DIALÉCTICA/ LA RIÑA/ EL GRAN SOÑADOR/ EL FÚTBOL SEGÚN PALANCA/ CON EL ALMA HERIDA/ OFERTAS DEL PARAÍSO/ TRASNOCHADOS/ EL TREN QUE PARTIÓ UN DÍA Y NO VOLVIÓ NUNCA MÁS/ EL PASEO DEL SABIO/ EL OYENTE/ EL CELADOR/ APOLOGÍA DE DIÓGENES/ CON TACTOS/ EL ARTE DE LLORAR/ EL REFUTADOR/ LA HORCA/ LA BATALLA SEMÁNTICA/ EL PARCO

 
 

ESOPO Y LA DIALÉCTICA
 
La polémica entre el gallo y el chancho ya es de vieja data, en cuanto a quién de los dos se lo considera más tonto y estúpido, teniendo en cuenta sus hábitos conyugales para denominar de alguna manera la cuestión.
 
El chancho con sentido común le apunta al gallo su gran incoherencia.
 
-Amigo Gallo, sólo un tonto puede dormir toda la noche con sus mujeres y a la mañana siguiente se pasa corriéndolas para pisarlas.-
 
El gallo, muy molesto por la humillación sufrida delante de otros animales, contesta al cerdo su disparate.-
 
-Por algo es chancho, además de revolcarse en el barro cuando se baña, se pasa la vida taladrandro lo que ya vino de origen agujereado


 
 

EL RELATO

Cuando se escribe
 
se debe tratar de no artificializar
 
la naturaleza de los asuntos,
 
sino de naturalizar lo artificioso
 
de las palabras.
 


Después de escuchar decir a uno de los mayores artífices de las palabras y las letras que la literatura para él siempre fue un juego, entendido el juego como uno de los ejercicios serios y nobles que una persona puede realizar con placer y vocación, tanto como lector y como autor. Y Borges es, sin dudas, uno de los mayores expertos en la construcción de un poema, en la urdimbre de un cuento y hasta en la elaboración de un ensayo para convertirlos en el vehículo maravilloso de un sentimiento, un episodio y hecho reelaborado o elucubrado, una idea filosófica en clave de metáforas y una destreza admirable, casi artesanal, para abordar y bordar su escritura que lo convierte con y en toda su obra en un relator lúdico y sabio.
 
En realidad, para mí todo es relato.
 
Sólo que hasta el momento nunca se me había presentado la necesidad de explicar o reflexionar de cómo construyo yo mi relato. Y como el mundo y la vida están hechos de relatos, uno naturalmente también elabora y cuenta su propio relato. Pero debo reconocer que la afición a los relatos me vino o me quedó como herencia de mis abuelas, que en las noches de mi infancia campesina, mientras contemplábamos el cielo de estrellerías, entre narraciones de casos y sucedidos, nos descifraban los astros y satélites del firmamento. Y había mencionado a Borges, a propósito, como una constatación de mi aprendizaje, bien lejos de los libros pero muy cerca del arte de contar.
 
En ocasión de recibir el Premio Nobel, José Saramago habló de todo cuanto aprendió de sus abuelos sabios y aclaró que ellos eran analfabetos. Como la mayoría de los campesinos de entonces, mis abuelas también eran analfabetas pero conmovedoramente sabias en materia de la vida y en el arte de la subsistencia. Históricamente, ellas fueron las primeras generaciones después del genocidio que resultó la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, que arrasó con todo y en especial contra la incipiente industria y las "escuelas de la patria", célebres por haber erradicado el analfabetismo en nuestro país ya en 1825, reconocido hasta por los propios detractores del dictador Rodríguez de Francia que gobernaba entonces. Mis abuelas formaban parte de esa población mayoritariamente de mujeres que había quedado después de la guerra y compartían un hombre entre muchas. Tal vez por eso nunca conocí a mis abuelos pero sí un tendal de tíos, tías, primos y primas en todos los grados que se pueda imaginar.
 
Ustedes se preguntarán qué tiene que ver mi relato familiar con la construcción de un relato literario. Yo me estoy haciendo la misma pregunta, sin embargo la clave de mis relatos está en esta circunstancia y realidad de mis abuelas que llenaban sus vidas de interminables historias y relatos graves. Sumado al analfabetismo heredaron también la cultura autóctona o indígena en su mestizaje directo, donde el legado guaraní se caracteriza esencialmente por su oralidad y en la cual la palabra constituye el don supremo, a tal punto de significar el mismo fundamento del ser y del alma. La palabra como origen de todo, con una interpretación estirada algo cercano a aquello de que "primero fue el verbo".
 
Y como en todas las culturas, el relato presentado como mito o génesis ha dejado como una matriz en nuestra mente para interpretar el mundo y la vida en general. Entonces, la forma de contar o el arte del relato conforma el estilo aprehendido en la infancia, en mi caso, la historia por descubrir gracias a las palabras elegidas del relator que revelarán finalmente la incógnita de un misterio o la causa o razón de un hecho o sucedido. En la narración o relación en todos los casos la expectativa es constante, la tensión permanente, el suspenso como atmósfera y el desenlace inminente como un borde resbaladizo del acantilado más peligroso.
 
Y a la distancia me doy cuenta de que lo que atrapaba en los relatos de mis abuelas no eran los hechos trágicos de las guerras, revoluciones y episodios pasionales que viven ciaron ni las experiencias sobrenaturales de genios y duendes de los mitos guaraníes, sino la forma estudiada y construida del relato para despertar interés y así aliviar el paso de las largas siestas y noches calurosas en el pueblo olvidado por el tiempo. Se sobreponían a su desgracia y adoptaban un discurso y una voz que disparaban innumerables historias como desde una trinchera de resistencia de la vida y su optimismo que desafiaba todo presagio y estadística.
 
Las dos abuelas, además de saber esquilar las ovejas, fabricar de la lana las hebras y tejer a mano y en los telares, y cuando hablaban demostraban la misma habilidad y delicadeza para variar los tonos de la voz y agregar, con un silencio repentino, el suspenso a la historia. Comenzaban a hablar de pronto, sin decir que iban a contar algo, sino describiendo un lugar o un momento de la noche, pero enseguida uno quedaba expectante y ya no podía dejar de escuchar y seguir el hilo de la narración. Contaban la historia como pelando una cebolla, en cada capa o vuelta del asunto se iba vislumbrando cada vez más el núcleo o corazón del relato.
 
Y yo digo que aprendí de mis abuelas el arte de contar. Cuento mis historias de una forma que pretende atrapar al lector y conducirlo dentro de un brete que, inexorablemente, desembocará en la sorpresa que uno se propuso al iniciar el relato. Se elige una historia para contar, luego se reúnen las palabras apropiadas que ayudarán a crear el clima y el espacio propicio para que acontezca determinado hecho y su consiguiente desenlace. Pero el relato surge no como un mero ejercicio intelectual sino una necesidad entrañable del relator. Aunque no siempre el relato se vuelca en escritura, cada uno de nosotros tiene su propio relato aunque no lo escriba y vaya narrando fragmentariamente a través de los diálogos cotidianos. Y también los pueblos tienen sus relatos, sus grandes relatos que guardan todo lo relativo a su mundo, su biblia digamos; incluso los pueblos indígenas tienen su propia biblia, varios rescatados del submundo sagrado y secreto donde tenían a resguardo para resistir la cultura aniquiladora de la conquista y poder transmitir a las generaciones sobrevivientes y venideras.
 
No hace mucho escribí algunas líneas para homenajear a nuestros dos maestros de la literatura paraguaya, el escritor Augusto Roa Bastos y el poeta Elvio Romero. Entre otras arriesgadas aseveraciones, escribí que la prosa de Roa Bastos estaba llena de poesía y la poesía de Elvio Romero, saturada de historias y relatos. Que los géneros literarios son muchos y tienen sus reglas, pero el relato adopta su modo y se adapta a la forma. El autor tiene un mensaje que volcar en escritura y elabora su relato de distintas formas, en poemas, cuentos, ensayos y novelas. También lo hace el autor que dice descreer de las preceptivas clásicas o experimentales, escribe su relato negando el argumento y/o contenido/ vacío de su obra esgrimiendo su propio argumento.
 
Lo que quiero significar también con este relato es que uno es el resultado de todos los relatos recibidos y reelaborados consciente o inconscientemente, para decir de una forma coloquial. Y todo lo que se escribe se hace desde un lugar específico, cuyo contexto determina la forma y el con-tenido de su obra. Aún los escritores que hacen ingente esfuerzo para evadir su circunstancia histórica, recurriendo a la ciencia ficción o un hecho histórico o prehistórico, lo que hacen es un relato no figurativo, digamos para usar un término pictórico. O también los otros escritores que hasta hace poco hablaban de la propia escritura como protagonista y argumento de su novela o cuento me resultaban tan pueriles y arrogantes al mismo tiempo. Creo que nadie escapa al rigor del relato que exige dos condiciones no negociables, "el qué" contar y la "necesidad insoportable y fisiológica" de narrar y dejar trascender la quemadura de una vivencia en un relato oral o escrito, buscando la forma exacta o más aproximada de transmitir al otro lo vivido y con la ilusión de que experimente también el mismo miedo, dolor o placer que hizo precipitar la narración.
 
Pero tampoco es para preocuparse, una cosa es lo que se dice o puedo decirles yo sobre la construcción del relato y otra cosa es lo que se escribe o lo que yo escribí en mis trabajos. El autor a veces resulta como esa gallina escurridiza o no domesticada que pone el huevo en un lugar y cacarea en otro, despistando a los curiosos o devoradores de huevos. También lo hacen los teros y los escritores mucho más. Hasta hace poco un diario importante de Buenos Aires publicaba en el suplemento cultural una página en donde cada escritor hablaba o explicaba su propia obra, cuyo título era algo así como "la cocina del escritor". Dónde uno podía deleitarse del ingenio de cada escritor para explicar su obra, pero también lamentaba que ese mismo ingenio no haya puesto para escribir su pésima obra que la ensalza tan bien. Por todo ello, diría un buen orador, por eso pienso, digo yo, que es mejor que la obra hable de su autor que el autor de su obra. En ese sentido, a Pablo Neruda en una ocasión le preguntaron qué podría decir de su poesía y él respondió "nada", pero les sugirió que probaran averiguar con su propia poesía por si algo pueda decir de él, su autor.
 
Para resumir, les reitero mi pensamiento sobre la construcción del relato, para mí todo es relato. Tengo algunos libros de poemas, cuentos y novelas. Y trato de que cada poema tenga el punto de vista de cada hombre y cada mujer que lo lee. Los personajes que viven o pasan por una misma experiencia que cada uno sienta desde su propia piel y alma, tanto como víctima o partícipe necesario que exige la trama policial. La motivación y la experiencia siempre son personales e intransferibles, tanto como escribir o leer un libro. En mi novela "ESA HIERBA QUE NUNCA MUERE", analizada, traté de resumir mi punto de vista al respecto, presentando a los guerrilleros que luchaban por derrocar la dictadura de Stroessner en los años 60, tenían sobrados motivos, coraje y mística para exponer y ofrecer la propia vida en pos de la libertad; asimismo los represores tenían demasiados privilegios que defender, suficiente pertrecho, asesoramiento, cobertura interna y apoyo externo para seguir gozando de las prebendas que ofrecía la lucha contra el supuesto comunismo internacional, cuando entonces todo era sospechado de comunismo lo referente a lo social, político, cultural ó estar simplemente disconforme. El Imperio que nos toca de turno o en desgracia elabora también su relato y lo llama "Hipótesis de conflictos" y lo aplica cómo una tesis concluyente y científica, nuestros pueblos pueden dar testimonios y hace décadas que sufren sus correlatos. Es decir, abordar un mismo hecho desde distintos puntos de vista, desde donde los personajes vivieron lo mismo pero relatan cada uno diferente, sin embargo todos al mismo tiempo confluyendo en el hecho de la lucha justificada por todos y la violencia ciega que devora también a todos, a víctimas, victimarios e inocentes en medio de dos fuegos.
 
Si me han escuchado hasta ahora y están esperando con interés mi conclusión, es porque la construcción de mi re-lato tuvo cierta atracción y aceptable eficacia. Y se lo debo este arte de relatar, tengan la plena seguridad, no a Borges que puede el maestro descansar sin culpas, sino a mis cuenteras abuelas Ángela y Lucía que, sin darnos cuenta, es posible que hayan estado escuchándome junto a Uds., o desde esos satélites espías de mi infancia que todo auscultaban ya como ahora, supervisando en qué medida logré cautivar al auditorio y lo poco que pude asimilar de este arte sencillo y maravilloso que es contar o relatar, y en el esforzado intento de develar el secreto y la argucia que se utilizan en la construcción de un relato.
 
* Ponencia del autor en el Cuarto Simposio Internacional de Narratología organizado por el Centro de Estudios de Narratología “Mignon D. de Rodríguez Pasgués" (CLN), de la Universidad de Buenos Aires, en ocasión de un análisis de su obra narrativa, y de otros importantes autores, con participación de estudiosos de Latinoamérica y España, llevado a cabo en la Biblioteca Nacional de Buenos Aíres, Argentina, los días 2,3, 24 y 25 de julio de 2007


 
 

CON EL ALMA HERIDA

Me despertó el teléfono; sonaba insistentemente. Una mujer reconoció mi voz aún adormecida y me lo hizo notar al llamarme por mi nombre. Antes siquiera de restregarme los ojos y contemplar que ya había amanecido, me remató con la noticia.
 
-Francisco murió anoche, estoy avisando a todos los amigos- dijo Griselda, me pareció que jadeaba de tanto dolor.
 
Con un esfuerzo pude abrir los ojos y cerciorarme de que no era un sueño lo que acababa de escuchar por teléfono. Porque hacía tiempo que nada sabía de mi arraigo, después que dejamos de publicar la revista y buscamos cada uno nuevos horizontes.
 
-¿Pero de qué?- atiné a preguntar algo más despierto.
 
-De su asma- contestó la novia como dando por terminada la comunicación.
 
Me senté de golpe en la cama y le grité que no cortara por favor.
 
-Dónde queda el velatorio- pregunté atropelladamente.
 
Dudó un instante.
 
-Rivadavia al diecisiete mil, entre Morón y Haedo-respondió nerviosa y cortó, excusándose que debía seguir llamando a los demás amigos.
 
Me levanté pesadamente de la cama y preparé el mate como un autómata. En mi mente fluían imágenes entremezcladas, donde Francisco aparecía con sus carcajadas y ocurrencias, su figura espigada y pensativo en la ventana de la oficina que compartíamos apenas unos años antes.
 
Busqué toda la tarde la casa de velatorios. Al parecer, había anotado mal la dirección. Recorrí todas las casas de la zona y en ninguna de ellas estaba el cuerpo de Francisco velándose.
 
Volví angustiado por la pérdida de un entrañable amigo, aunque estábamos distanciados sin proponernos. Pero más angustiado volví por no poder darle el adiós final y contemplarlo por última vez.
 
Pasaron casi tres años. Una medianoche volvía de ver la película La Hora de los Hornos, de Pino Solanas, y bajé en Plaza Once. Y, antes de tomar el colectivo que va hacia mi casa, mientras regaba con la micción el mausoleo que guarda los restos de Sarmiento, como una venganza paraguaya por sus crímenes en la Triple
 
Alianza, una voz familiar me llamó por mi nombre.
 
De inmediato reconocí, a mi espalda, la voz de Francisco, aunque pensé que provenía del más allá. Quedé paralizado al ver al amigo en cuerpo y figura.
 
-No te espantes, soy yo, no me había muerto- explicó Francisco con grandes gestos para inspirarme confianza. Mi cuerpo estaba en levitación. No me salía una palabra. No corrí porque no sentía las piernas. Traté de bajar a tierra y recuperar la razón.
 
-No sabía que a vos también Griselda te mintió- agregó el amigo como aturdido por reiterarse la misma escena con tanta gente conocida.
 
-Qué pasó, Francisco- logré preguntar dentro de mi turbación.
 
Me contó, entonces, que había conocido una nueva chica y la dejó por ella. En represalia, robó su agenda y llamó a todos dando la misma noticia de su muerte.
 
Y dijo:
 
-Quedó con el alma herida y se vengó así.
 
 
 
 

 

ENLACE A LA EDICIÓN DIGITAL

Autor/a:

RAMÍREZ SANTACRUZ, GILBERTO

Título: 

EL MALEFICIO Y OTRAS MALDADES DEL MUNDO

(PDF 501 Kbytes)

Edición digital: 

Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2008

N. sobre edición original: 

Edición digital a partir de Asunción (Paraguay), Arandurã, 2008.

Portal: 

LITERATURA PARAGUAYA

 
 

 


de la BIBLIOTECA VIRTAL MIGUEL DE CERVANTES

 
 

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