CANTO A LAS PALMERAS DE RIO DE JANEIRO,
LA GLORIA DEL COCOTERO, LOS OJOS QUE SE CERRARON
y LUZBEL
Poesías de LEOPOLDO RAMOS GIMENEZ
CANTO A LAS PALMERAS DE RIO DE JANEIRO
Río de Janeiro, capricho y joya, ciudad de ensueño,
terreno alcázar de nuestra amada, la fantasía,
donde Natura tiene un eterno mirar risueño
y el alma bebe como en la fuente de la armonía.
Ven a mis manos lira que sabes del sortilegio
como clarines en una fiesta de las banderas,
y así revive tu canto máximo, tu canto egregio,
que escuche Río bajo el susurro de sus palmeras.
Río de Janeiro: en otras tierras, el peregrino
cantará el verso que es el lenguaje de las quimeras,
pero en las vagas teorizaciones de su camino
mirará alzarse las fieles sombras de tus palmeras.
Pasarán meses, pasarán años, y el alma mía,
viviendo acaso penas y glorias, o lo que quieras,
verá que mueren las esperanzas con cada día
sin que el olvido borre el encanto de tus palmeras.
Reirán las luces en tus salones, serán ruidosas
las gratas fiestas de las sirenas en tus riberas,
pero por donde, bajo la luna, e irán las diosas
será la senda con la custodia de tus palmeras.
Pueden las cumbres, y los jardines, y el mar y el cielo
llevar los ojos por mil imágenes placenteras,
pero las almas que se levantan por un anhelo
estarán juntos a la arrogancia de tus palmeras.
Para los tristes enamorados de soledades,
con los desvelos ya florecidos en las ojeras,
hay un silencio con el milagro de las saudades
en el propicio reinar silente de tus palmeras.
Para las novias, para los labios a fuego abiertos,
para los pechos que a flor ostentan las brasileras
-puras, vitales gracias del trópico- dan sus conciertos
todos los vientos en el cordaje de tus palmeras.
Para los fuertes, perseguidores de la victoria,
-nuevos centauros que al episodio de sus carreras
unen los lauros de las naciones- su trayectoria
épica ofrecen las avenidas de tus palmeras.
Yo he visto como en un sueño de oro las musas todas,
dejar las cumbres, besar las flores de tus praderas,
del rey Apolo llevar el áureo carro de bodas
con sus bridones por la avenida de tus palmeras.
Y he visto reinas de la belleza por tus vergeles
ir a compases del suave ritmo de sus caderas,
bajo la lluvia del homenaje de los claveles,
entre la doble fila de gloría de tus palmeras.
Para qué sueños de extrañas tierras en el cantar,
para qué ondinas que el mar de Venus rozan ligeras,
si hay Corcovado y hay Pan de Azúcar y hay Beira-mar
y hay cien palacios bajo la guardia de tus palmeras?
Cuando a mi patria vuelva y evoque belleza tanta
en ruedo amable bajo floridas enredaderas,
será este verso que eleva el eco de mi garganta,
el mismo verso para el recuerdo de tus palmeras.
Regias palmeras, hermanas mías que al cielo elevan
con un olímpico orgullo verde sus cabelleras,
hermanas mías porque mis plantas consigo llevan
las altiveces y las firmezas de las palmeras.
Adiós, amigos: Vuelvo a mi bella patria querida;
adiós encantos de las sonrisas más hechiceras,
ciudad de ensueños que brinda lumbres de nueva vida,
mi amor te canta desde las cimas de tus palmeras.
LA GLORIA DEL COCOTERO
(A manera de un mensaje a la juventud de mi patria)
Tengo en mis manos el tiempo, el tiempo como herramienta
con que voy forjando sueños sobre el yunque de la vida.
En el reloj de los siglos mis años cantan ochenta,
como anunciando otros años a la existencia florida.
Miro alzarse en mi terruño la planta del Cocotero,
glorioso símbolo augusto del valor del paraguayo,
al que Dios reserva siempre, para el minuto postrero,
como una gracia del cielo, el privilegio de un rayo,
Si añoro tiempos, en donde, mis cabellos refulgían
y en la tarde de mi vida hoy ya canoso me encuentro,
diré que no tengo canas, mis canas más bien serían
la lava sobre mis sienes del volcán que llevo adentro.
Desde la cima del tiempo, Salud! Cocotero amigo,
vencedor de las tormentas, altivo, gentil y austero.
Amo tu gloria y la mía y en este instante te digo:
si hubiera nacido planta yo sería un Cocotero.
Como tú, vierto el perfume, del alma, para mi esposa,
que su hija y ella revierten sobre mis nietos queridos.
Como tú, mi planta, siempre, para bienes, generosa,
su corazón en silencio multiplica sus latidos.
Si hubo Gólgota en mi tierra donde la Cruz se hizo gloria
con el Mártir de la Patria, sobre el río Aquidabán,
tú floreces, Cocotero, exaltando su memoria,
al son de las mil campanas que las Navidades dan.
Y tú arrojas Cocotero, tus frutos desde la altura,
del penacho de tu estampa como un bien universal,
entregándote a los hombres con la bienhechora holgura
del que está sembrando bienes contra las siembras del mal.
Cocotero de mi Patria, te miran cien mil soldados
y otros cien mil y más cien, como a los custodios fieles
del asta de su bandera, nacidos, juramentados
para ostentar a la Patria en un bosque de laureles.
Cocotero de mi Patria, imagen de la cultura
con rectitud que se eleva, más y más al infinito
para alumbrar los misterios, descubriendo en la lectura
de la página del cielo, lo que Dios dejara escrito.
Salud! Cocotero amigo, expreso por tu intermedio
el mensaje que adelanto a la juventud señera
de mi patria, la palabra para señalar que el tedio,
ni la amargura, ni el odio han de abatir su bandera.
No han de abatir su bandera ante lutos ni ante escombros
mientras piense que su raza, con su lábaro inmortal,
mantuvo en un lustro entero, sobre el área de sus hombros
el peso de tres naciones, con su invicto Mariscal.
Invicto por que una espada no entregada ante el destino,
y arrancaba ya del puño del cadáver no será
ningún título de gloria, ningún mérito asesino
para el victimario oscuro que asistió en Cerro Corá.
Salud! juventud hermana de mi juventud primera,
siempre naciente a la lumbre de la estrella que ilumina
en el centro de las franjas de nuestra inmortal bandera.
Salud! con ese León que a las tres franjas domina.
Salud! para que en el mundo, en el corazón pletórico
de la América del Sur sean "el hombre y la tierra
como los mejores títulos" para un devenir histórico
de progreso con justicia, como antítesis de guerra.
Y Salud! frente a mi tierra, la tierra del Cocotero,
donde mujeres y hombres, en una batalla homérica,
jamás declinantes fueron en el anhelo primero
de ser primeros con gloria de servir a nuestra América.
Desde la cima del tiempo. Salud! Cocotero amigo,
vencedor de las tormentas, altivo, gentil y austero.
Amo tu gloria y la mía y en este instante te digo:
Si hubiera nacido planta yo sería un Cocotero.
LOS OJOS QUE SE CERRARON
I
Ojos que miraron no sé qué lejana
Lumbre de infinito, con excelsa fe,
¡Ojos de divina soñadora humana!
Ojos que adoré.
Ojos, de los cielos, como dos reflejos.
Que fueron dos soles de mi ensoñación.
Que canté en mis versos, que miré de lejos
Como si vinieran en mi corazón!
Ojos poseídos de una luz vidente,
Ojos de nostalgias y serenidad,
Que mirar soñábamos eternamente
Y que se cerraron en la eternidad!
II
Era como una flor crepusculina,
Como un alba enferma de su radiación...
Y era por su noble frente sibilina
Digna de la gloria de una adoración!
Era como el alma del silencio, y era
De pura y serena belleza ideal,
Pensativa musa de la primavera
Para los jardines de un sueño oriental!
Era como una fuente bondadosa
Para todo magno corazón de bien,
Era, por sus ojos, una esplendorosa
Alma como estrella blanca de Belén...
III
¡Nadie pensó nunca que sus labios rojos
El beso daría a la Parca atroz! ...
¡Que se cerrarían sus divinos ojos,
Los más bellos ojos que adorara un Dios!
Hoy los bellos ojos de la soñadora
Pensativa musa se cerraron ya,
¡Oh, el destino impío que nubló la aurora!
Al destino impío ¿quién perdonará?
. . . Y frente a la vida de Jovita, trunca,
-Si la muerte nunca levantó su voz-
¿A quién podremos acusar si nunca
Desde su silencio nos responde Dios-...
IV
¡Ojos de Jovita! Ojos los más bellos
Que fueron dos soles de mi ensoñación!
Aunque ya cerrados, miro sus destellos
Como si vivieran en mi corazón!
LUZBEL
Era en el polvoriento sendero de la vida.
Caminaba andrajoso, romántico y altivo,
el eterno rebelde, alma eterna caída
en el dolor eterno. Me miró pensativo.
Sus ojos eran verbos lumínicos: ardían
con la infinita lumbre de la inmortalidad;
y sus pálidos labios mancebos sonreían
en un desdén olímpico frente a la adversidad.
Hermano -dijo al hijo de Dios, al desterrado
del alcázar paterno y en sus ojos profundos,
ojos de fiebre intensa, ojos de condenado,
despertaron las llamas de los secretos mundos.
-Sí, soy hermano tuyo, proseguí. -Nunca pude
hallar la fuente maga donde abrevar mi sed.
Mi vida es la bandera roja que se sacude
al hálito supervo de una extraña merced.
No es la paz ni el reinado mirifico que anhelo.
No es el cántico pío que se alza de mi voz.
Tal como tú no lloras tu bien perdido, el cielo,
yo no reclamo nada de la bondad de Dios.
Yo ausculto aquella hora que encendió tu deseo,
Príncipe de los ángeles, tu otro hermano fue aquel
luciente encadenado, trágico Prometeo
cuyo gesto es la misma soberbia de Luzbel...
¡Oh! la idea que entonces atormentó tus sienes,
luego agitó tus alas y armó tu voluntad,
para arrojarte libre de los celestes bienes
en pos del infinito bien de la libertad.
¡Oh! la nostalgia aquélla que sublevó tu esencia
y reavivó en tu vaso la sangre del pecado
para que así, juzgada tu altiva delincuencia
supieras la expiadora pena del desterrado.
Angel desamparado, rebelde peregrino
que por erial sin término destrozándote vas,
yo soy de tu tristeza, yo soy de tu camino,
llevo tu rebeldía puesta sobre mi faz!
Fuente:
EL PARMASO GUAIREÑO
Obra de ROMUALDO ALARCÓN MARTÍNEZ
Ediciones INTENTO.
Asunción – Paraguay
1987 (1ª edición – 407 páginas)
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ENLACE A DOCUMENTO RELACIONADO:
ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA PARAGUAYA
Editorial El Lector,
Asunción-Paraguay 2004
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.
IMÁGENES DE NUESTRO HERMOSO PARAGUAY
Fotografía de FERNANDO ALLEN
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