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AUGUSTO ROA BASTOS (+)

  AUGUSTO ROA BASTOS, EL GENIO DE LA LITERATURA PARAGUAYA CUMPLE 100 AÑOS - Por ARMANDO ALMADA ROCHE - Domingo, 11 de Junio de 2017


AUGUSTO ROA BASTOS, EL GENIO DE LA LITERATURA PARAGUAYA CUMPLE 100 AÑOS - Por ARMANDO ALMADA ROCHE - Domingo, 11 de Junio de 2017

AUGUSTO ROA BASTOS, EL GENIO DE LA LITERATURA PARAGUAYA CUMPLE 100 AÑOS

El año de Roa Bastos

 

Por ARMANDO ALMADA ROCHE

 


(Desde Buenos Aires, especial para La Nación)
almadaroche@gmail.com

 Augusto Roa Bastos, nacido en 1917, un 13 de junio –ahora es el centenario de su nacimiento– y muerto el 26 de abril del 2005, víctima de un infarto mientras se recuperaba de una operación cerebral; participó muy joven (a los quince años) en una de las guerras más crueles que se han desarrollado en el continente americano: la Guerra del Chaco. Un conflicto en el cual dos países pobres, Bolivia y Paraguay, se enfrentaron despiadadamente por cuenta de los imperialismos extranjeros –concretamente, en este caso, por cuenta de las multinacionales del petróleo–. De aquella terrible experiencia, Roa Bastos extrajo materiales para una de las mejores novelas de la literatura latinoamericana: "Hijo de Hombre", publicada en 1960. Hay que decir que, desde 1947, Roa Bastos vivía exiliado de su país. Su posición política, independiente, pero de signo nítidamente democrático y antiimperialista, no podía resultar cómoda para los sucesivos tiranos –luego le tocaría el turno al grotesco Stroessner– que han gobernado nuestro país.

Estar cerca de su tierra

Desde entonces, Roa vivía en el exilio. Algunas veces volvía a su patria para recoger materiales para sus libros, y establecer contacto con un mundo que siguió siendo suyo. "Un escritor no debe de perder nunca sus raíces –nos decía–. Un escritor latinoamericano, si quiere escribir una obra auténtica, tiene que estar cerca de su tierra". El Cono Sur de Latinoamérica era en aquel tiempo un infierno: Chile, Uruguay, Argentina. Y hacia el Norte, Bolivia y Paraguay, más el gigante brasileño, torvo y acechante en ese entonces, dispuesto a cumplir su papel subimperial de gendarme de sus vecinos.
Como José María Arguedas, o Juan Rulfo –dos escritores de los cuales hablaba con subida admiración–, Roa Bastos había ido a buscar las claves históricas de América Latina en la presencia de lo amerindio. Al contrario que los indigenistas –de méritos históricos indudables–, Roa Bastos, como los escritores antes mencionados, quiso superar los viejos esquemas naturalistas, en última instancia paternalistas, con los cuales se quería dar cuenta de la vasta realidad latinoamericana. "Mi propósito es integrar en la literatura un orden mítico, simbólico, que rebasa los planteamientos puramente naturalistas". Y al hablar de Rulfo y de Arguedas señalaba una característica que se puede aplicar también a su propia novela: "Transformaron la novela regional americana, dándole una dimensión poética universal". Frente a una literatura ideologizada en exceso, ellos plantearon una nueva valoración de lo autóctono más auténtico, más real, tanto desde un punto de vista estético como histórico.

Personaje de fama

Sin duda, Roa Bastos era el nombre mayor de la literatura paraguaya moderna y uno de los que marcaron el tono de la literatura latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX. Ganador del Premio Cervantes en 1989, famoso por títulos como "El trueno entre las hojas" (1953), "Hijo de Hombre" (1960 o "Yo, El Supremo" (1974), entre más de veinte obras que incluyen poemas, relatos y textos teatrales. También fue un destacado guionista de cine en la Argentina, donde adaptó sus cuentos con Manuel Antín en "Castigo al traidor" (1966), "Armando Bo" en "El trueno entre las hojas" (1958) y con Lucas Demare en "Hijo de Hombre" (1961); o llamado también "Choferes del Chaco".

Recuerda Roa: "Los borradores de 'El trueno entre las hojas' pasó, antes de ser publicado, por las manos de mi querido amigo y maestro y hermano mayor Hérib Campos Cervera. Todo lo que escribía lo leía primero él. Como crítico era severo, implacable, pero no destructivo. Él me marcó errores de enfoque de algunos cuentos, y le di carta blanca para que me los corrigiera de cabo a rabo. Se tomó el trabajo de leerlos, de arriba abajo, y del revés al derecho, como quien dice. Si bien yo tenía alguna destreza para los artículos periodísticos, el cuento era nuevo para mí. Hérib era un gran lector de los mejores cuentistas del mundo y de América. Luego de dos semanas me devolvió el manuscrito con notas y correcciones, aquí y allá. Lo había desmenuzado hasta sus últimas fibras. Desde luego, que no me enojé porque me estaba ayudando y yo solito le pedí que lo leyera y corrigiera. Sé que a los escritores y a los poetas no les gusta que se los corrija, pero que una buena mano lo oriente a uno en sus comienzos me parece bueno. Antes, en Asunción, cuando tenía pretensiones de poeta, me orientaba y corregía. Y yo aceptaba sus correcciones porque eran buenas y bienintencionadas. No existía, lo que se dice, mala leche. Así pasó con mi libro "El trueno entre las hojas", que gracias a Hérib quedó presentable para su publicación. Desgraciadamente no lo pudo ver impreso porque se publicó luego de su muerte.

Hérib Campos Cervera

"Hérib solía cargarme porque yo publicaba mis cuentos en revistas del corazón, como "Idilio", "Secretos" y "Anhaí". Revistas populares, o de cordel, llenas horóscopos y fotonovelas. Él bromeaba: "Sos el escritor del populacho, de las pokyra, aquí llamadas sirvientas. Nunca los intelectuales serios te van a tener en cuenta". Y se reía a carcajadas. Y agregaba: "Publica o perecerás". Aparte de sus bromas, le gustaba como escribía y me alentaba a que leyera lo que cayera en mis manos. "Todo sirve", me decía. "En materia de lectura nada es basura. Acordate". Cada vez que nos encontrábamos me preguntaba si seguía escribiendo, que no dejara de hacerlo; "aun en contra de la oposición de tu mujer", sentenciaba. Y enseguida añadía: "Estoy pensando seriamente en si dejo la poesía o si me separo de mi mujer. No se puede ser marido y poeta al mismo tiempo. Hay que elegir. Bien sabes, querido 'Roíta', que el trabajo del poeta es un oficio turbador y terrible". Y vaya si él lo sabía".

 

 

Fuente: Lanacion.com.py

Domingo, 11 de Junio de 2017

 

 

 

 

 

 

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