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GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ

  TEMAS DEL AUTORITARISMO, 1994 - Por GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ


TEMAS DEL AUTORITARISMO, 1994 - Por GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ

TEMAS DEL AUTORITARISMO, 1994

Por GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ

Ensayo presentado por el autor en un Congreso

realizado por la Universidad de Maryland (EE.UU.)

en el mes de abril de 1994 (18 páginas)


GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ

TEMAS DEL AUTORITARISMO

En 1957, el historiador paraguayo Benjamín Velilla dictó una conferencia donde criticaba, discretamente, la capacidad militar de un dictador decimonónico, el mariscal Francisco Solano López. La crítica tema su fundamento: nombrado general a los 18 años por su padre, el presidente del Paraguay, el joven general se nombró a sí mismo mariscal cuando sucedió a su padre en la presidencia; poco después, desató una guerra contra el Brasil, la Argentina y el Uruguay, de resultado previsible para todos menos para el propio mariscal. Velilla se cuidó de censurar la crueldad del personaje, que torturó a su madre y hermanas y asesinó a sus hermanos y a un número elevado de personas, sin consideración de sexo ni edad. Apenas terminada la conferencia, Velilla fue apresado y desterrado. ¿La razón? Haber molestado con la crítica al presidente Alfredo Stroessner. Este dictador sentía un gran respeto por su colega López. Y esta no era solo una cuestión de preferencia personal sino estaba relacionada con la ideología sustentada por su gobierno, una ideología basada en una modalidad fundamentalista de revisionismo histórico cuya comprensión requiere una previa referencia histórica. (1)

 

RESEÑA HISTORICA

La historia independiente del Paraguay puede dividirse en tres etapas: de la independencia a la guerra de la Triple Alianza (1811- 1870); era liberal (1870-1936); regresión autoritaria (1936-1989).

(1)      De la Independencia a la guerra de la Triple Alianza. Esta época está dominada por tres largas dictaduras: la de José Rodríguez de Francia (1814-1840), Carlos Antonio López (1842-1862) y Francisco Solano López (1862-1870). Estas dictaduras significan la prolongación de la Colonia. En materia económica, siguen con ideas y prácticas mercantilistas, e incluso significan una regresión frente al relativo progreso alcanzado en los últimos años de gobierno español.

(2)     En materia política, perpetúan instituciones coloniales: diezmo, corvea, servidumbre, esclavitud. Gobiernan con las Leyes de las Siete Partidas y las Leyes de Indias—en vigencia en el Paraguay hasta 1870. Exigen permiso para viajar y para casarse. La ley de 1844 (mal llamada constitución de 1844) reserva a los propietarios el acceso a los cargos públicos superiores (el presidente deberá tener un capital de 8000 pesos, dice la ley). Por ley de 1848, se despoja a los indígenas de sus tierras. (3) La tortura y la pena de muerte son procedimientos rutinarios y alcanzan proporciones monstruosas durante la guerra. (4)

No faltan sospechas de que Francisco López, el Mariscal Presidente, abrigaba propósitos monárquicos. Pero el hipotético rey murió el 1 de marzo de 1870 en Cerro Cora, lanceado por un brasilero. Así terminó la guerra de la Triple Alianza (1864-1870) y el imperio de la autocracia en el Paraguay. Si bien destruido, el país tuvo la posibilidad de orientarse hacia formas políticas menos represivas, dada la destrucción del aparato militar y policial de la dictadura.

(II)     La era liberal. Blanco de las críticas del revisionismo histórico, la era liberal significa un gran progreso con relación a la de Francia y López. Progreso en lo relativo al respeto a los derechos humanos: en l870, con su primera constitución, el Paraguay proscribe la esclavitud, la tortura, el exilio y la pena de muerte por razones políticas; aquella época no conoce las ejecuciones en masa ni los encierros de por vida de la época anterior. Por primera vez, el país elige sus autoridades (elegidas anteriormente por congresos previamente elegidos por el candidato); aunque las elecciones hayan sido con demasiada frecuencia falseadas, ningún presidente liberal se eternizó en el poder. Por primera vez se organizó la administración del estado, distinguiéndose entre las finanzas del gobernante y las del fisco; ningún presidente liberal llegó a ser dueño de más de la mitad del país como los López—sin negar por eso la supervivencia de la corrupción. También se creó un sistema de educación pública aceptable: se descartaron las cuartillas absolutistas como el Catecismo de San Alberto usado por López; se fundaron el Colegio Nacional (1877) y la Universidad Nacional (1889). Surgió la prensa independí ente y, con ella, la vida literaria y cultural: en tiempos de Francia, no se publicaron ni libros ni periódicos; en los de López, sólo literatura del gobierno.

Lamentablemente, la era liberal no pudo liberarse de su pasado inmediato. Si Francia & López fueron la prolongación de la Colonia, la era liberal tuvo que convivir con la tradición de aquellos dictadores. Terminada la guerra, el Paraguay fue ocupado militarmente hasta 1879. Los ocupantes se encargaron de que continuaran en el poder elementos de la vieja burocracia lopista. (5) Sobrevivió la burocracia y, en gran medida, el sistema económico y social anterior: el país siguió siendo una economía rural dominada por el latifundio que, como durante la Colonia, utilizaba trabajo forzado o mal pagado. Como en tiempos coloniales, la iglesia y las autoridades locales eran poderes de facto. Y la violencia fue una forma frecuente de dirimir cuestiones políticas. Por otra parte, el small government liberal, si no aseguró la estabilidad ni resolvió los problemas sociales, tampoco permitió la implantación de dictaduras militares. Estas se vieron obstruidas por dos factores: la reducción del ejército y la ausencia de monopolios de estado. El ejército, que tenía unos 40.000 hombres en 1864, no tenía más de 600 en 1885 y unos 4.000 en 1931. Los monopolios de gobierno se desarrollan con la dictadura de Morínigo y son la fuente del poder y la corrupción de Stroessner. Militarismo y estatismo, característica de los gobiernos de Francia & López, lo son también de las dictaduras surgidas después de la era liberal.

(III)   La regresión autoritaria. El 17 de febrero de 1936, un golpe militar llevó a la presidencia al coronel Rafael Franco, héroe de la guerra con Bolivia. Desde entonces, el ejército ha sido el factor dominante de la política paraguaya. La guerra con Bolivia (1932- 1935) permitió la movilización de unos 100.000 hombres; con ese número y la infatuación de haber ganado la guerra, «el Ejército de la Victoria» se sintió con todos los derechos.

Días después del golpe, el nuevo presidente declara: «No es nueva en mí la admiración por Alemania y por el brillante caudillo de su revolución, el señor Hitler, uno de los valores morales más puros de la posguerra». (6) Y unos días después (el 10 de marzo), su decreto 152 identifica la revolución febrerista con la fascista en los siguientes términos: «la Revolución Libertadora en el Paraguay reviste la misma índole de las transformaciones totalitarias de la Europa contemporánea, en el sentido de que la Revolución Libertadora y el Estado son ya una misma cosa».

Pero sería injusto considerar a Franco un simple fascista. A pesar de gobernar con poderes extraordinarios, no violó derechos humanos básicos y fue honesto en el manejo de los fondos públicos. Su decreto 152 y otras manifestaciones desafortunadas fueron más bien el resultado de la confusión ideológica imperante en la época. (7)

Lo que en Franco fue una cuestión de error, fue una cuestión de decisión deliberada en el caso del general Higinio Morínigo. Morínigo llegó al poder en 1940 y su gobierno fue la primera dictadura estable y siniestra que conoció el país desde 1870—el ensayo general de la dictadura de Stroessner. Inspirándose en Hitler, Morínigo exigió al ejército un juramento de lealtad a su persona. Fundó DENAPRO, Departamento Nacional de Propaganda, imitando el Ministerio de Propaganda de Goebbels. Dio libertad a los agentes italianos y alemanes; organizó en el ejército una camarilla fascista—el Frente de Guerra. Reforzó el aparato policíaco e hizo de la tortura una rutina en la policía. (8) Como reacción, los liberales, febreristas y comunistas se rebelaron en 1947. Morínigo triunfó con armas de Juan D. Perón y apoyo del partido colorado. Como recompensa, el partido colorado es, desde 1947, el partido de gobierno y aliado del ejército. (9)

Sin embargo, desde finales de la revolución de 1947 hasta 1954, hubo numerosos roces entre el partido colorado y el ejército. Las milicias coloradas, como el grupo llamado guión rojo (formado sobre el modelo de los fasci di combattimento fascistas) querían el primer lugar. Entre 1948 y 1949, el Paraguay tuvo cinco presidentes. El orden llegó recién, lamentablemente, con Alfredo Stroessner, surgido como el hombre capaz de imponer law and order en un país devastado por la persecución política y el bandidismo rural, la versión local de Luis Napoleón Bonaparte.

De su siniestra dictadura (1954-1989), queremos recalcar un aspecto: el culto de los héroes. Stroessner se consideró el auténtico heredero de los ‘grandes hombres’ del pasado. Consideraba una ofensa personal criticarlos y eso explica por qué el señor Velilla, a causa de un comentario histórico, fue a parar al destierro. Quienes querían agradar al dictador insistían en su parentesco moral con los dictadores decimonónicos. Un ejemplo es una carta publicada en El País con el título «Una carta al Presidente» y la advertencia: «Es de la pluma broncínea de O’Leary y es digna del cantor de nuestras glorias y del máximo vindicador de nuestros héroes». Escribiendo desde París, O’Leary evocaba la independencia paraguaya:


Llegan los días gloriosos de la Patria.

El 14 y el 15 de mayo asoman en las

lontananzas del pasado como un largo

canto de fraternidad y de esperanza.

Y pienso en nuestra amada tierra natal y

en todos los que son caros a mi corazón

de paraguayo, a todos los que son parte

de mi propia vida por el afecto, por la

sangre, por la amistad.


Naturalmente, Stroessner ocupa el primer lugar entre los recordados.


Cuando estuve a punto de morir y caí

en el delirio de una fiebre terrible,

dialogaba con Ud., mi querido amigo,

y con espanto de mis hijos, estallaba

en alegres carcajadas, ponderando la

magnitud de su afecto. Alguna vez,

ellos le contarán este episodio de

mi agonía, en que parece manifestarse

una fúnebre alegría...

Pero volvamos al aniversario que llega...

En días como los presentes,

aproximémonos a reverenciar al Padre,

al Hijo y al Espíritu Santo de nuestra

Trinidad Patriótica: al doctor Francia,

al Patriarca de nuestro progreso y al

Mártir de Cerro Corá.


El escrito termina con una exhortación al dictador: «usted siga siendo, como ya lo es, el continuador de la obra constructiva de los tres grandes que forjaron la nacionalidad». (10)

Esta carta de O’Leary es una obra maestra de oportunismo. No por eso deja de expresar algo muy arraigado, y no solo entre los oportunistas: el culto de los hombres providenciales. Esta convicción también pertenece a personas de mayor estatura que O’Leary, como Augusto Roa Bastos. Refiriéndose al mariscal López, Roa dice:


Nuestro Mariscal de Hierro fue un

hombre auténticamente providencial

en el sentido de lo necesario. ¿Por qué?

 

Porque encarnó el afán de pervivencia

de nuestra raza y de nuestra nación...

 

A ochenta y tres años de su sacrificio,

a pesar de la infame lápida de plomo de

los legionarios y del señoritismo urbano

de dentro y de fuera, Solano López,

paraguayo ejemplar, maravilloso

ejemplo americano de fortaleza moral

y de patriotismo militante, no

académico ni especulativo, sigue

presidiendo la vida nacional junto

con los otros hombres de nuestra

historia auténticamente providenciales

como él y sigue reencarnándose en

sus descendientes espirituales más

meritorios. (11)


Este escrito de Roa puede relacionarse con otro del mismo Roa:


Después de haber alcanzado, a mediados

del siglo XIX, los niveles más altos de

progreso material y cultural sobre la

base de una efectiva independencia

y de su autonomía económica y política,

el Paraguay fue arrasado a sangre y

fuego en cinco años de guerra por los

ejércitos de la Triple Alianza. Esta

guerra fue tramada y financiada por

la política de dominación del Imperio

británico en connivencia con las

oligarquías portuarias de Buenos

Aires y los centros financieros del

Brasil. (12)


El escritor se declara partidario del revisionismo histórico. Características principales del revisionismo histórico son, según Bobbio:

 

a) Necesidad de un conductor nacional,

de un héroe como hacedor de la historia,

en el que se encarne todo un sistema de

valores considerado positivos para la sociedad.

 

b) El antiintelectualismo, en tanto que

actitud propia de intelectuales, «que si

creen que una ideología tiene por sí sola

fuerza suficiente para deshacer todo un

orden secular, es porque creen

implícitamente que las ideas gobiernan

la historia».

 

c) La política británica en el Río de la

Plata, presentada como un plan

consciente para impedir la realización

de la grandeza nacional y su correlato

necesario, la imbricación de esta

política con los grupos liberales

dé lainteliguentsia. (13)


Antiliberalismo, antiintectualismo y crítica del imperialismo británico son rasgos esenciales del revisionismo histórico latinoamericano y también temas permanentes del revisionismo histórico radical de las dictaduras paraguayas de las últimas décadas. Naturalmente, dentro de esa tendencia global del revisionismo histórico, hay diferencias y matices que sería injusto desconocer. Existen una izquierda y una derecha; una voluntad seria de conocer la historia y un propósito de ocultar la verdad. Mientras Eduardo Galeano y Jorge Abelardo Ramos fueron críticos del establishment, Juan Emiliano O’Leary y Natalicio González (los abanderados del revisionismo paraguayo) fueron oportunistas y empleados públicos crónicos carentes de todo rigor intelectual. Una cosas son las especulaciones históricas de Augusto Roa Bastos; otra, las manipulaciones políticas de Alfredo Stroessner. Sería injusto no reparar en las diferencias; por otra parte, la definición de Bobbio, con las simplicaciones de cualquier definición, sirve como punto de referencia para tocar el tema del revisionismo histórico.

Entre todos los revisionismos americanos, el de menor nivel es el paraguayo. Para comprenderlo, no basta con leer los libros (harto pobres) de O’Leary o González; hay que revisar la propaganda oficial, en especial las ediciones de El País, Patria y La Voz del Coloradismo (programa radial) de los días ‘patrios’: 1 de marzo (muerte de López), 24 de julio (cumpleaños de López), 3 de noviembre (cumpleaños de Stroessner). Un ejemplo: el 13 de mayo de 1961 (víspera del día de la independencia), El País dedica su primera plana a los retratos de los héroes oficiales: Francia, los López, Caballero (fundador del partido colorado) y, por supuesto, Stroessner. La publicación lleva el título: «El gobierno colorado del Presidente Stroessner en el día de la Patria». Dos meses después, gran festejo oficial: del cementerio de Pére Lachaise (París) llegan al país los restos de Elisa Lynch, amante del mariscal López. También en primera plana, El País informa: «Llegaron restos de Elisa A. Lynch» Y el periódico agrega: «Nadie la superó jamás en el valor, la Abnegación, la lealtad». El ataúd fue recibido por representantes del gobierno y fue maestro de ceremonias O’Leary, quien declaró al País su agradecimiento «al primer magistrado de la República, que me ha hecho posible completar mi obra de suprema justicia histórica en este crepúsculo de mi vida». El mismo O’Leary había sido objeto de un homenaje oficial algunos años atrás: Patria, en su primera página, informa: «Rindióse homenaje al Escritor e Historiador Nacional D. Juan E. O’Leary» (3 de marzo de 1955). La publicación se ilustra con una foto del monumento a O’Leary levantado por Stroessner. En 1958, El País inició una campaña en favor del revisionismo histórico, que incluyó su editorial del 12 de setiembre («Al margen del revisionismo») y profusa información sobre la visita de los revisionistas argentinos Atilio García Mellid y José María Rosa, recibidos y condecorados por el gobierno.

 

EVOLUCIÓN DEL REVISIONISMO HISTORICO PARAGUAYO

El revisionismo histórico comenzó en el Paraguay muy temprano. Es imposible fijar una fecha, pero debe considerarse lo siguiente: en 1883, volvió de Europa Enrique Solano López. Este hijo del mariscal López y de Elisa Alicia Lynch, que había permanecido en el extranjero durante la guerra y la década siguiente, regresó con el propósito de reclamar al estado paraguayo las tierras públicas regaladas por el mariscal López a su madre (3.105 leguas cuadradas). La petición fracasó: en 1886, los tribunales declararon ilegal la donación. Pero Enrique Solano siguió con el propósito de rehabilitar la memoria de su padre, figura poco popular por entonces, y así comenzó la ‘revisión’ de la historia paraguaya.

López tuvo suerte en contar con el apoyo de Juan Emiliano O’Leary (1879-1965), llamado después «cantor de las glorias nacionales» y honrado por Stroessner con la estatua que todavía preside la plaza O’Leary. Mediante el diario La Patria, López y O’Leary emprendieron una virulenta campaña de exaltación del «Mártir de Cerro Corá». Para fines de siglo, la polémica había llegado a ser una versión local del affaire Dreyfus. Y la mención del affaire no es gratuita, ya que O’Leary era un discípulo del detractor de Dreyfus, Charles Maurras. (14) Rafael Barret, con la perspicacia que puede tener el outsider, lamentó hacia 1900 el interés paraguayo por el pasado, interés que siguió vivo en las décadas siguientes. Sin embargo, en tiempos de Barrett la cuestión lopista era una cuestión más bien literaria y periodística; no tenía la difusión que alcanzó cincuenta años más tarde. Y, haciendo de lado el ridículo que caracterizó a menudo la polémica, había allí un problema de fondo.


Si los revisionistas

en el culto de los héroes del pasado como

conductores de la nación y defensores de

la soberanía estableced un modelo para

nuevos líderes carismáticos, en su

visión del presente político pretenden

encontrar la reiteración o repetición

de los hechos del pasado, convirtiendo

la historia precedente en una gran

cantera de ejemplos y modelos para la

acción inmediata...el r. h. está

proponiendo un ideal de gobierno y

conducción para los problemas

contemporáneos. (15)


Lo anterior ayuda a comprender por qué Stroessner se declaró heredero de López. Solo que, hacia 1900, no estaban dadas las condiciones para el surgimiento de un Stroessner. El temperamento generalizado era antilopista por convicción y recuerdo de la tiranía.

Con respecto a O’Leary, podríamos citar algunas líneas de su autoría:


Pontífice máximo del lopismo, se me ha

llamado. Esta afirmación despectiva me

da, a pesar de todo, un carácter

sacerdotal que me place. Me eleva a

la suprema magistratura de un culto

que se empeñan en que sea el de un

hombre. Indirectamente, reconocen

que se trata de una religión y un

sacerdocio. La pasión no les impide

entrever la verdad. El patriotismo es,

en efecto, una religión y, como tal,

está basado en la fe.


La divinidad de la religión que profesa O’Leary es

la figura gigantesca del Mariscal López.

 

Esta figura es como el nudo de nuestra

historia, principio y fin de nuestra

epopeya, clave de nuestro pasado,

cumbre y sima, aurora y ocaso,

resplandor de luz meridiana, tristeza

crepuscular, encarnación de todas

grandezas morales y símbolos de

todos nuestros dolores. (16)


Los discípulos de O’Leary decidieron festejar el cumpleaños de López el 24 de julio de 1926. No era la primera vez que se recordaba la fecha: el 24 de julio de 1891, el presidente Juan González había hecho una pequeña ceremonia conmemorativa. Pero en 1926 se organizó una manifestación pública, con la conducción de Natalicio González (1897-1966), discípulo aventajado de O’Leary. Los pocos pero ruidosos manifestantes exigieron del gobierno una declaración oficial en favor de López. El gobierno, con buen tino, prefirió no intervenir en una cuestión histórica.

La apoteosis tuvo que esperar diez años más: hasta el 1 de marzo de 1936. Aquel día, el coronel Rafael Franco, por decreto, declaró a López héroe máximo; desde entonces, el 1 de marzo es fiesta nacional. En el día de la raza, el 12 de octubre de 1936, Franco inauguró el Panteón Nacional de los Héroes, monumento adonde se trasladaron los supuestos restos mortales del mariscal. No es coincidencia que el glorificador del «Héroe epónimo» haya sido también el autor del decreto 152. El revisionismo histórico, en el Paraguay como en el resto de América, cobra especial vigor con la popularización del fascismo.

También en 1936, aparece El Paraguay Eterno, libro de Natalicio González. Este, como José Santos Chocano, fue una curiosa combinación de político, littérateur y delincuente. Amigo de Luis Alberto Sánchez, Gabriel del Mazo y Germán Arciniegas, dirigió una revista literaria de considerable difusión, Guarania. (17) Gobernó el país seis meses con eslogans como: «a tiros y a sablazos, Natalicio al Palacio» y «dentro de un año no habrá un solo colorado pobre». En El Paraguay Eterno, adhiriendo a las ideas fascistas de Charles Maurras, denunciaba «la concepción judaica de la patria» y proponía «estrangular el liberalismo» para volver a la auténtica y gloriosa tradición paraguaya: la de Francia & López.


El Paraguay, para salvarse, necesita

estrangular el liberalismo sin piedad,

con fría decisión. Así tornará a ser la

nación grande y fuerte que fundó la

civilización en el Río de la Plata. La

doctrina liberal es el veneno que

emponzoña el alma de la Patria. (18)


Sus ideas duraron más que su presidencia. Stroessner las heredó y utilizó eficazmente, ajustándolas a las condiciones de la guerra fría. A nivel internacional, descartó las consignas populistas y americanistas de González para convertirse en el interlocutor válido de los organismos crediticios e inversionistas internacionales. Fue protector del capital pero se cuidó de flirtear con el trabajo incorporando a su equipo personas de antecedentes izquierdistas. Socialista por momentos y por momentos anticomunista, utilizó la semántica de ese socialismo de derecha que es el fascismo para procurarse apoyo popular. En gran medida, lo logró: Stroessner no fue un simple dictador militar sino un militar que gobernó con apoyo civil. Por eso le resultaba tan importante la manipulación ideológica. El lavado de cerebro fue parte de su poder. Pero este no se realizaba en forma ortodoxa; el estronista fue un totalitarismo soft. Con unas 2000 muertes en su haber, no incurrió en las masacres de Hitler—ni de Pinochet ni de Somoza. Prefirió, más bien, los métodos de coacción incruentos: discriminación, inclusión en listas negras. Y «concientización»: la preparación para el sistema comenzaba de abajo, desde la escuela primaria, reorganizada para la integración al sistema. En esta nueva pedagogía, tenía gran importancia la «instrucción cívica», entiéndase la instrucción en el culto supersticioso de la autoridad, de lo heroico y de lo pasado. La educación secundaria y universitaria también fueron intervenidas, y se reforzó el sistema con el copamiento de las instituciones culturales, deportivas o sociales (en el sentido trivial), además de la censura e instrumentación de los medios masivos de comunicación. El resultado fue una atmósfera oprimente que cuesta recordar sin incurrir en lo subjetivo. Pero, ¿no se tiene derecho a hablar— bien o mal— de lo que uno conoce? Hablar, por ejemplo, de aquella multiplicación de las figuras de los ‘héroes’ en las calles, plazas y lugares públicos, con una persistencia semejante a la de las imágenes de la propaganda oficial en Berlín Oriental. Canciones, desfiles, posters, banderas, ceremonias, estribillos de las emisiones en cadena. Recordación en exceso frecuente de las fiestas nacionales. Exhibición de los trofeos de guerra (del setenta) en locales céntricos. Finalmente, anulación de los límites entre lo público y lo privado, dentro de la tradición totalitaria, pero de un totalitarismo que prefería idiotizar antes que asesinar.

La propaganda sistemática, la destrucción de la universidad y la ausencia de la investigación histórica tuvieron una consecuencia: la oposición—un sector considerable de la oposición, al menos— participó del discurso oficial. Aunque con propósitos diferentes. Stroessner y sus enemigos se declararon herederos del mariscal López. Los supuestos del revisionismo histórico saturaron la discusión política. Se lo puede ver en un debate parlamentario sobre el tratado de Itaipu (celebrado entre el gobierno paraguayo y el brasilero). El diputado Domingo Laíno, líder de la oposición, critica el tratado de Itaipu en estos términos:

porque realmente el Mariscal López, su

padre Don Carlos y aquel padre de todos

los paraguayos y de la nacionalidad, Dr.

Francia, jamás hubieran permitido un tratado de Itaipu.


Laíno coincide plenamente con los revisionistas al afirmar:


La desnacionalización fue el modelo

inocultable después de la guerra

imperialista de 1865-70; esta línea

se siguió desde entonces y debemos

reconocer como paraguayos, aquí todos

los Diputados: esa línea de

desnacionalización y de entrega al

extranjero, esa línea se siguió desde

entonces hasta nuestros días. (19)


¡Curiosa evolución la del revisionismo histórico paraguayo! Iniciado como un movimiento militarista, minoritario y reaccionario a fines del siglo XIX, fue oficializado por los gobiernos militares a partir del 1930 y enriquecido con los aportes del revisionismo histórico argentino a fines del 1950. Hacia 1970, llega al Paraguay la teoría de la dependencia; a partir de entonces, la izquierda y la oposición rinden culto al «Mariscal de Hierro».


STROESSNER Y DESPUES

El 3 de febrero de 1989, un golpe militar terminó con la dictadura surgida de un golpe militar. Meses después, el gobierno de Rodríguez prohibió el estreno de una obra de teatro: San Fernando. Era aquella una recreación de los procesos de San Fernando, episodio de la represión lopista. A pesar de la apertura política, seguía todavía en el aire la atmósfera del gobierno anterior: se negó el permiso porque la obra «faltaba al respeto al Mariscal López». Pero el gobierno de Rodríguez terminó por ceder y se estrenó San Fernando. Desde entonces, las cosas han cambiado bastante: se da un mayor interés en el presente y menor interés en el pasado. Las discusiones ‘históricas’ (i.e., lopismo versus antilopismo van perdiendo interés). La referencia a Francia & López disminuye en los discursos de los sucesores de Stroessner.

Para explicar el fenómeno, puedo dar dos razones. La primera es que el culto de los héroes estaba demasiado asociado a la dictadura de Stroessner y, caído Stroessner, hay un rechazo de toda aquella mitología fascista. La segunda es que el partido de gobierno, el colorado, ha decidido aggiornar su ideología: si en 1947 optó por el fascismo de Natalicio González, hoy prefiere el neoliberalismo. El asesor de Wasmosy es Hernán Büchi, ex ministro de Pinochet; seguir las recomendaciones de Büchi exige apearse del chovinismo y el antiimperialismo (verbal) del revisionismo histórico local. ¿Son dos causas o una sola? El tema merecería estudio; al fin y al cabo, el revisionismo histórico se impuso desde el gobierno y es posible que, sin el gobierno, muera de muerte natural.

Para terminar, quiero señalar que la decadencia del revisionismo histórico paraguayo no se debe a una revisión racional de sus supuestos: desde la caída de Stroessner hasta hoy, se ha avanzado poco o nada en materia de investigación histórica en el Paraguay.



NOTAS

(1) El concepto de revisionismo histórico usado en este ensayo se tomó del artículo «Revisionismo histórico» del libro de Norberto Bobbio y Nicola Matteuci Diccionario de política (México: Siglo XXI, 1976).

(2) Un inteligente estudio de la política económica de Francia & López ofrece Thomas Whigham en The Politics of the River Trade (Albuquerque: The University of New México Press, 1991). El libro constituye una revisión del revisionismo histórico, que afirma que el Paraguay había alcanzado, bajo Francia & López, un grado extraordinario de desarrollo económico. Whigham demuestra que el Paraguay, antes y después de la Colonia, y hasta 1870, fue un productor y exportador agrícola, siendo sus principales productos de exportación la yerba, el tabaco y la madera, vendidos en el Rio de la Plata; demuestra, además, que las exportaciones de yerba (principal producto) alcanzaron a fines del siglo XVIII niveles nunca alcanzados en el siglo XIX; agregando a lo anterior que la ganadería no aumentó desde finales de la Colonia pero sí aumentó la población, Whigham afirma que las condiciones sociales y económicas empeoraron en tiempos de Francia y López, que siguieron una política tardíamente mercantilista, y de ninguna manera revolucionaria, como pretendieron algunos autores que idealizaron las dictaduras paraguayas.

El análisis de Whigham, dicho sea de paso, deja sin sustento la teoría de la conspiración británica contra el ‘modelo paraguayo’; el Paraguay no tenía nada de suficiente interés como para justificar una intervención británica. Otras razones de peso en contra de la intervención británica pueden encontrarse en: Diego Abente Brun, "La guerra de la Triple Alianza: tres modelos explicativos", Revista Paraguaya de Sociología (enero-abril de 1989), pp. 175-198; Pelham Horton Box, Los orígenes de la Guerra dela Triple Alianza. (Asunción: Nizza. 1958); Juan Carlos Herken, Gran Bretaña y la Guerra de la Triple Alianza. (Asunción: 1983).

(3) Carlos Pastore, La lucha por la tierra en el Paraguay (Montevideo: Antequera, 1972), p. 114.

(4) Existen pocos testimonios escritos por paraguayos sobre el punto, pero los existentes coinciden en que la represión fue brutal. Los libros escritos por paraguayos que vivieron la guerra son muy pocos: las memorias de Fidel Maíz, Juan Crisóstomo Centurión, Silvestre Aveiro e Isidoro Resquín, todos funcionarios de López, muestran el poder absoluto de López. (Maíz, Fidel. Etapas de mi vida. Asunción: 1919; Centurión, Juan Crisóstomo. Memorias ó sean reminiscencias históricas sobre la guerra del Paraguay. Asunción: Guarania. 1944/45. 4 tomos; Aveiro, Silvestre. Memorias. Asunción: Comuneros, 1970; Resquín, Francisco Isidoro. Datos históricos de la guerra del Paraguay con la Triple Alianza. Buenos Aires, 1896) A estos habría que agregar el libro Héctor Francisco Decoud: Una década de vida nacional (Asunción: 1925) y los escritos de dos mujeres, Silvia Cordal y Encarnación de Bedoya, compilados en mi obra Residentas, destinadas y traidoras. (Asunción: RP Ediciones, 1991). Debiera agregarse que ni los revisionistas han negado el rigor de la represión, sólo que lo han justificado como cuestión de necesidad política.

(5) Durante la guerra se formó en la Argentina la Legión Paraguaya, cuerpo militar de exiliados que pelearon en contra de López. Sin embargo, los legionarios no tuvieron peso en la política paraguaya de posguerra. Esto se ve tomando la lista de presidentes paraguayos: Juan B. Gill (1874-1877) era primo de López; Cándido Bareiro (1878-1880) era sobrino de López; Bernardino Caballero (1880-1886) fue lugarteniente de López; Patricio Escobar (1886-1890) también había sido oficial de López. Nadie podía llegar a la presidencia sin consentimiento aliado: en 1894, el Brasil organizó un golpe para impedir que el legionario José S. Decoud fuera presidente. La palabra legionario, en el léxico patriotero, sirvió después para designar a los ‘traidores a la Patria’.

(6) «Palabras del Presidente Rafael Franco», Patria, 1 de marzo de 1936, p. 2.

(7) Una prueba de esta confusión es un manifiesto de adhesión a la invasión italiana de Abisinia, publicado el 12 de enero de 1936 en El Liberal y que transcribimos: «Italia: Paraguayos, hijos de vuestros hijos y amigos vuestros, solidarios de vuestro destino en el dolor y la gloria, ahora que de nuevo guerreáis en tierras de África, alentada por el impulso civilizador de vuestro genio y raza latinos, sabiéndoos acosada por la conspiración universal dirigida a aniquilar por el aislamiento y por la inedia vuestro esfuerzo libertador de los últimos seres humanos que todavía yacen en la abyección de la esclavitud, os envían su adhesión fervorosa y sus ardientes votos de triunfo y os saludan, vencedora inmortal». Nótese que El Liberal era el periódico oficial del partido liberal paraguayo. Entre los firmantes están importantes dirigentes liberales y colorados, incluyendo dos expresidentes liberales (José Guggiari y Eduardo Schaerer) y dos futuros presidentes colorados (Natalicio González y Federico Chaves).

(8) Los señores Fernando Vera, Jorge Galli y Ramón Selliti, que tuvieron activa participación política en la época, me informan que la tortura como práctica llegó con la Misión Policial Brasilera, hacia 1941. Fue rutina desde entonces hasta 1989, cuando se desmantelaron las cámaras de tortura.

(9) Los dos partidos políticos tradicionales, el liberal y el colorado, nacen en 1887, ambos con ideología de orientación liberal. En 1936 nace un nuevo partido, el febrerista, hoy afiliado a la socialdemocracia después de la inicial confusión y lucha entre el ala derecha y el ala izquierda.

(10) «Una carta al Presidente», El País, 21 de mayo de 1959, p. 1.

(11) «Del poeta y escritor paraguayo Augusto Roa Bastos a don Epifanio Mendez», La Unión, 7 de agosto de 1953. En la misma línea, la carta enviada al Jefe de Policía y publicada en La Unión el 22 de agosto de 1953. Y el poema dedicado a Stroessner y Perón y publicado en El País el 20 de agosto de 1954.

(12) Augusto Roa Bastos, «La narrativa paraguaya en el contexto de la narrativa latinoamericana», ABC, Suplemento Cultural, 18 de julio de 1982, p. 5. Sobre el desarrollo económico del Paraguay y la supuesta conspiración inglesa, véase la nota (2).

(13) Norberto Bobbio y Nicola Matteuci, Diccionario de política (México: Siglo XXI, 1976), p. 1453.

(14) Sobre la influencia de Maurras en O’Leary y González puede verse mi libro Ideología autoritaria (Asunción: RP Ediciones, 1987).

(15) Norberto Bobbio, Diccionario de política, p. 1458.

(16) Juan O’Leary, Prosa polémica (Asunción: Napa, 1982), p. 151.

(17) Todo un número de Guarania, el del 20 de diciembre de 1935, se dedicó al fascismo. Colaboraron allí Benito Mussolini, Pietro Badoglio y Gabriel D’Annunzio, con una elogiosa presentación de González.

(18) Natalicio González, El Paraguay Eterno (Asunción: Cuadernos Republicanos, 1986), p. 113.

(19) Diario de sesiones de la Cámara de Diputados. Diario de la sesión del día 9 de agosto de 1973, p.130.



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