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ELVIO ROMERO (+)

  ELVIO ROMERO, UNA VISITA A SU MUNDO PERSONAL - Martes, 03 de Junio de 2014


ELVIO ROMERO, UNA VISITA A SU MUNDO PERSONAL - Martes, 03 de Junio de 2014

ELVIO ROMERO, UNA VISITA A SU MUNDO PERSONAL

 

Por ANTONIO V. PECCI

 

Un encuentro cargado de emoción con su familia, en el espacio que habitó el autor de versos memorables, en la ciudad porteña. Un sitio que atesora objetos queridos.

Solía sonreír a menudo, contar anécdotas y le gustaba recibir gente. Y reunirse en cualquiera de los innumerable cafés de Buenos Aires y, a veces, en su propio departamento, para departir. Lugares de encuentro con sus amigos, reuniones poéticas, también políticas, referidas por lo general al Paraguay.

Una tarde de domingo voy nuevamente al departamento sobre la calle Hipólito Irigoyen al 3000, el último en el cual vivió junto a su fiel compañera Élida Vallejo, más conocida como Pochocha, y su hija Zulma, cerca de Plaza Once.  Ariel, su otro hijo, vive unas cuadras más allá, sobre Loria, cerca de la inquieta Rivadavia. El sitio permanece casi igual a cuando vivía el poeta. Los cuadros de grandes pintores argentinos y de otras latitudes están allí certificando la amistad que supo cultivar y conquistar a manos llenas debido a su carácter afable y comunicativo.  Una obra de Carlos  Alonso –un retrato de Rafael Barrett que el poeta le pidiera– ocupa un lugar central, impresiona por la fuerza del trazo definiendo la personalidad del gran cronista de la realidad social, cuyos escritos parecen tan actuales. En otro sitio, un dibujo de Ricardo Carpani, de tono realista; cerca,  un dibujo a tinta del singular poeta y pintor español Rafael Alberti con dedicatoria a su amigo. O unos versos del cubanísimo Nicolás Guillén, de puño y letra. Plaquetas y reconocimientos diversos ocupan el espacio, una escultura de Pistilli, una cabeza del poeta en mármol, de autor desconocido.

Todo el ambiente respira poesía y arte. De la amistad cultivada, de un ideal ligado a su país, de la devoción a las letras.

"Le gustaba escribir por las mañanas, aunque podía escribir a cualquier hora del día si sentía necesidad", señala Pochocha, su fiel compañera durante más de 40 años. Y acota un detalle curioso: "Él comenzaba sus poemas por el final".

Se conocieron, evoca, hacia 1946, cuando la Primavera democrática, en un baile en Dos Bocas, cerca del Colegio Nacional de la Capital. "Allí había un club social donde concurríamos los jóvenes y él se me acercó y me habló". Luego seguirían las visitas hasta Guarambaré, donde ella vivía, hasta que el exilio cortó por unos años esa relación y se reencuentran en Buenos Aires.

En  el departamento está su archivo de cartas con figuras de todo el mundo, fotos, tarjetas, "aunque él no era muy ordenado con sus cosas", acota.

Ariel, quien  ha llegado para mostrarnos algunos objetos, nos cuenta también de las amistades que frecuentaba Elvio, como Horacio Salas, Ernesto Sabato, las actrices Inda Ledesma y María Rosa Gallo. "Solía llevarme a la casa del poeta Raúl González Tuñón, hacia quien sentía un aprecio entrañable al igual que hacia Rafael Alberti", señala.  Ahora, revisando sus papeles, con vistas a un libro que editará el Centro Cultural de la República El Cabildo para su serie  Creadores del Bicentenario,  encuentra correspondencias de y con Pablo Neruda, Jorge Amado, Gabriela Mistral, Nicolás Guillén y mucho material más que algún día deberá ser clasificado y quizá depositado en alguna biblioteca al alcance de investigadores, de poetas y periodistas, de los jóvenes.

Ocio y vida cotidiana

"Ellos pasaron la peor época de persecuciones en el Paraguay", rememora Pochocha en referencia al año 1947, cuando siendo joven Elvio destaca ya por su poesía social y su militancia en las filas de la juventud comunista, lo que le costará el destierro.

"A papá le gustaba ir al cine, al teatro, asistir a actos culturales, caminar y reunirse con los amigos", recuerda su hija Zulma. Un campo en el cual le gustaba dialogar con compatriotas de diversa condición política y social, sin exclusiones, para seguir ahondando en la realidad de su tierra lejana, conocer la suerte de sus conciudadanos. Incluso se daba, mencionan, el hecho de que hasta encumbrados funcionarios del régimen, desafiando la prohibición oficial, se acercaban a él para conocerlo y hasta para hacerle firmar un libro.

Zulma acota también: "Sobre todo, puedo hablar  de su optimismo. De su sentido de humor, su cariño, su amor al futuro, a un futuro mejor. En gran medida ese optimismo nos permitió transitar por tiempos difíciles con una sensación permanente de alegría en nuestra casa. Del departamento de la calle Perú se llevaron a mi papá en 1974, en la última detención legal. Pasamos a vivir en una semiclandestinidad. Todavía me pregunto cómo fue que no se perdieron todos los libros, tan amados por mi papá".

Sobre su ritmo cotidiano, nos comenta aspectos poco conocidos: "Él se levantaba a las cuatro de la mañana a leer. El mate, libros, los diarios del día, eran su compañía a esa hora tan temprana. Leía y también escribía. Las sobremesas de los domingos, cuando nos leía algún poema que en ese momento le desvelaba, los guisos que le gustaba cocinar, las anécdotas e historias, laspreguntas que nos hacía para escuchar nuestra opinión, son parte de los momentos irrepetibles en su compañía."

Tras la caída del dictador, en 1989, Elvio puede volver y reencontrarse con su país, su ciudad, su gente, caminar sus calles y dar charlas y recitales poéticos, con esa voz y estilo tan personal que cautivaron a diversos públicos.

En Buenos Aires y en Asunción, dice la viuda, están los amigos que lo recuerdan a menudo. Algo de su presencia vital queda en los varios discos que grabó y siguen circulando, evidenciando que la palabra del creador no muere. Están allí sus versos, al alcance de quien quiera sentir su calor y una emoción profunda. Y, desde luego, sus libros, que en algunas librerías de la calle Corrientes están disponibles. El viejo fuego sigue ardiendo, la voz del poeta sigue sonando.

Una figura de proyección internacional

Elvio Romero (Yegros, 1926-Bs. As. 2004), es uno de los pocos escritores que  lograron trascender las fronteras nacionales y de la región, para  acceder al plano internacional con ediciones en francés, italiano, árabe y hasta en serbio, entre otras lenguas. Apoyado en la Editorial Losada de Buenos Aires, se impulsó la producción de casi una decena de libros suyos al mundo de habla hispanoamericana. Pero fueron fundamentales también algunos poetas notables que  hablaron de su obra. Con varios de ellos entabló una estrecha relación personal.

En primer lugar con el Premio Nobel de Literatura Pablo Neruda, a quien visitó en Isla Negra y con quien se encontró en diversos lugares del mundo, en eventos poéticos o de lucha por la paz. Es el único paraguayo mencionado en sus memorias Confieso que he vivido.

Otro de los poetas con quienes mantuvo una larga relación fue el cubano Nicolás Guillén, quien le dedicara, junto a José Asunción Flores, unos hermosos versos. De gran influencia en su vida y obra resultaría Rafael Alberti, exiliado en Buenos Aires, cuya casa transitaría innúmeras veces el autor de Los innombrables. Igualmente, forjaría lazos entrañables con el gran poeta argentino Raúl González Tuñón, quien conociera el Paraguay durante la Guerra del Chaco y luego la Guerra Civil Española, en carácter de corresponsal de guerra. Ilya Ehrenburg, uno de los más resaltantes escritores de era soviética, sería uno de sus amigos entrañables. En los últimos años tejería lazos de amistad con el poeta Jorge Bocanera. Entre los compatriotas, por citar algunos, Carlos Abente, José Luis Appleyard, Carlos Villagra Marsal, Gladys Carmagnola, Luis María Martínez y José María  Gómez Sanjurjo compartirían encuentros de vino y poesía en largas charlas. Todo eso contribuyó a que hiciera conocer su nombre y el de Paraguay en los más distantes sitios del mundo. El país le brindó reconocimiento otorgándole el Premio Nacional de Literatura en 1991.


Así escribe


                      Nuestro país

    

    Nuestro país (el mío,

    el que puedo ofrecerte), aquella

    dulce tierra violenta, con la frente

    segada y abolida por un aire quemado,

    donde ochocientos ríos le dan curso a sus ojos

    y cordilleras verdes le apoyan la andadura,

    desgajo de protesta vegetal y verano,

    mi país que se instruye sobre un nivel

    de lluvias,

    oh mi país hermoso,

    despiadado y profundo,

    fiel a sí mismo, puro, solitario, implacable,

    nos reserva un asiento

    de hierbas y azahares, desenvuelve

    -mi amor- sus recelosos,

    sus imperiosos meses, su silencio,

    por esto, por nosotros,

    por asir esa Luna de carbón desdichado

    que se nos sube a veces por la noche a los ojos.

 

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección CORREO SEMANAL

Martes, 03 de Junio de 2014

 www.ultimahora.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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