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JESÚS RUIZ NESTOSA

  LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (VIII) - Solo como esclavos - Por JESÚS RUIZ NESTOSA - Domingo, 28 de Mayo de 2017


LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (VIII) - Solo como esclavos - Por JESÚS RUIZ NESTOSA - Domingo, 28 de Mayo de 2017

LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (VIII)

Solo como esclavos

 

 

Por JESÚS RUIZ NESTOSA

 

 

jesus.ruiznestosa@gmail.com

 


El Tratado de Madrid, suscrito por los reyes de España y de Portugal, Fernando VI y Juan V, y que estipulaba una serie de repartos dentro del territorio de Paraguay, tuvo efectos de suma gravedad en América, pues su cumplimiento suponía el desalojo de los habitantes de gran parte de las reducciones jesuitas del lugar.

En la carta enviada por el provincial de los jesuitas, José Barreda, al marqués de Valdelirios exponiéndole la gravedad de la situación que se estaba planteando por la forma en que los indígenas se negaban a abandonar las tierras que pronto ocuparían los portugueses, hace referencia a los sentimientos de los nativos. No había alternativa para ellos, solo abandonar las tierras ya que de permanecer en ellas perderían los privilegios que tenían como pobladores de los pueblos reduccionales y se convertirían literalmente en esclavos.

Los indígenas conocían ya esta costumbre de esclavizar a la gente pues ellos mismos, o sus antepasados, habían sufrido las incursiones que realizaban los portugueses, quienes los cazaban como fieras para venderlos luego como esclavos en los mercados de San Pablo. Aquellos cazadores pronto se ganaron el nombre de «bandeirantes» pues iban precedidos por una gran cantidad de enormes banderas y toques ensordecedores de tambores ya que de este modo infundían el pánico entre los indígenas, lo que facilitaba su cacería.

El padre Barreda, en su misiva, dice que los indígenas «hacen muy tierna memoria de la cédula de 28 de diciembre de 1723 años, en que se dignó S.M. Felipe Quinto de gloriosa memoria darle por grato de sus servicios (como de otras que mandó el gobernador de Buenos Aires don Bruno Zabala se le hiciesen saber con público pregón) y de las que tienen muy presentes las palabras del último párrafo que son las siguientes: Últimamente, reconociéndose de lo que queda referido de los puntos expresados, y de los demás papeles antiguos y modernos, vistos en mi Consejo con la reflexión que pide negocio de circunstancias tan graves que con hechos verídicos se justifica no hacer en parte alguna de las Indias mayor rendimiento a mi dominio y vasallaje que el de estos pueblos, ni al Real Patronato, y jurisdicción eclesiásticas y real, tan rendidos como se verifica por las continuas visitas de prelados eclesiásticos y gobernadores, y la ciega obediencia con que están a sus órdenes, en especial cuando son llamados para la defensa y de las tierras o otras cuales quiera empresa aprontando cuatro mil o seis armados para acudir a donde se les mandaba» (1).

Más adelante se verá con qué términos elogiosos se refiere el gobernador Zabala a estos ejércitos de indígenas guaraníes tanto por su disciplina y su coraje en el combate como por su honradez, que contrastaba notoriamente con otras parcialidades y aún con los propios españoles.

Barreda insiste en su carta: «Ahora pues dicen los indios así hemos obedecido a nuestro soberano, como él mismo lo declaró, ya sujetando la rebelión de Paraguay con doce mil armados, ya despegando por dos veces a los portugueses de la Colonia del Sacramento, ya estando a la tercera vez en el cerco de ella con 60.000 hombres, por espacio de cuatro meses, la que también hubiéramos ganado si no embarazaran los mismos españoles, y últimamente renunciando al rey nuestro, S.M. más de un millón de pesos fuertes de sueldos que se habían de pagar en estas expediciones en que nos hemos mantenido a nuestra costa y a la de nuestro sudor y trabajo» (2).

Estas observaciones son más que significativas no solo por la forma en que los indígenas guaraníes provenientes de los pueblos reduccionales lucharon por defender los intereses de la Corona de España, sino porque también dan una idea muy precisa del tamaño que tenía el ejército de los guaraníes. Al primer llamado eran capaces de reunir ciento veinte mil guerreros y si la situación no era muy grave se reducía esa cantidad a sesenta mil; fuera cual fuese la situación, lo cierto es que se podía reunir un número respetable de combatientes que habían sido entrenados para la lucha. No se trataba de carne de cañón, sino de brazos adiestrados en el uso de la espada, el arco y la flecha y la lanza. Según algún comentarista, incluso los había capaces de manejar armas de fuego, no solo arcabuces sino incluso artillería pesada.

Barreda insiste en el lamento de los indígenas reproduciendo sus voces que les preguntan a los padres misioneros: «si estos son delitos para que nos castigue nuestro rey y señor con perpetuo destierro de nuestros pueblos, casas y universal despojo de todos nuestros vienes raíces y muebles. Estos no pueden ser sino ardid engañoso de los portugueses y colusión de vosotros con ellos y traición que nos estáis armando desde el principio de una concesión; como no sin fundamento se lo recelaron nuestros antepasados, y en fin la traición que no efectuasteis con ellos, quizá porque no pudisteis, la queréis efectuar con nosotros y nuestros pobres hijos» (3).

Por último, los indígenas no solo ponen en duda la palabra y la autoridad del rey, sino también la de los padres jesuitas. Esas voces continúan diciendo: «Si todas estas quejas son verdaderas, por qué no representáis al rey nuestro señor que sois nuestros padres y tutores la amargura y trabajo a que estrechan sus reales ministros, siendo sobre todas las más sensibles que despreciando nuestras representaciones no vengan en ninguno de los partidos a que hemos salido pues hemos propuesto que ya que por servir al rey nuestro señor hemos de salir de los pueblos a vivir como bárbaros en los desiertos, exponiéndonos a perecer de hambre y que en la trasmigración se mueran nuestras mujeres y pequeños hijos con la mudanza de los climas y con la fatiga sin comodidad de los caminos de más de cien leguas, pero que para este sacrificio son menester tres o cuatro años, lo que no nos han concedido. También hemos propuesto, aunque con dolor, quedarnos bajo del dominio de Portugal, y a esto se nos responde que si nos quedamos a de ser solo para ser jornaleros, o esclavos de los portugueses, sin que tengamos dominio en las casas que hemos fabricado con nuestro sudor y trabajo, y sin que seamos dueños de un palmo de tierra para sembrar los granos necesarios para nuestro sustento, ni licencia para coger una sola hoja de yerbales que hemos plantado con nuestras manos» (4).

Notas 

1. Leg. 1157, 43. Archivo de España de la Compañía de Jesús en Alcalá de Henares.

2. Ibdm.

3. Ibdm.

4. Ibdm.

 

 

 

 

 

Fuente: Suplemento Cultural de ABC Color - Página 4

Domingo, 28 de Mayo de 2017

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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