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JESÚS RUIZ NESTOSA

  LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (XXXVIII) - El poder del oro de Portugal - Por JESÚS RUIZ NESTOSA - Domingo, 25 de Marzo de 2018


LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (XXXVIII) - El poder del oro de Portugal - Por JESÚS RUIZ NESTOSA - Domingo, 25 de Marzo de 2018

 LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (XXXVIII)

El poder del oro de Portugal

 

Por JESÚS RUIZ NESTOSA

 

 

jesus.ruiznestosa@gmail.com

Firmado entre las coronas española y portuguesa en Madrid, el Tratado de Límites de 1750, por el cual se dispuso que siete reducciones jesuitas fueran cedidas a Portugal y que, en consecuencia, treinta mil habitantes de esos territorios los abandonaran, daría lugar primero a una serie de reacciones conflictivas y encontradas, numerosos intentos de negociaciones y diálogos fallidos, y terminaría por desatar después la rebelión de los pueblos guaraníes en contra del ejército luso-español, dramático proceso de la historia colonial sobre el cual se conserva una rica documentación.

Los jesuitas de las reducciones de Paracuaria, después de realizar una serie de reuniones y de consultas con los pobladores de los treinta pueblos que las componían, en lugar de tranquilizarse y ver qué caminos se podían tomar en esa situación para causar el menor daño posible, terminaron dándose cuenta de que el problema que tenían entre las manos era enorme. Todas las opciones que se les presentaban eran malas, unas peores que las otras, y todas ellas terminarían llevando a los indígenas a un desastre cuyas consecuencias eran difíciles de prever.

Como resultado de esa ronda de consultas, el padre Escandón escribe: «Y así con unánime consentimiento de todos, sin poder entonces resolver otra cosa a vista de tamañas dificultades, únicamente se resolvió que nada del mal que les amenaza se le diría a los dichos indios, por no inquietarlos con la noticia antes de tiempo; pues el adelantársela no habría de servir de otra cosa; y que en fin se dejase (como se dijo) sólo al tiempo preciso, o sino a la paternal y divina providencia del Señor para con aquella pobre cristiandad esperando que su divina majestad en la ocasión proveería más oportunamente y dictaría lo que fuese más de su gloria, servicio del rey, y bien, o menos mal, de tantos pobres que sin culpa suya se habrían tan pronto de ver en un trance tan apretado, y que en él se haría de nuestra parte poder resolver nada, se consultaban las sobredichas cosas, se informó al señor virrey del Perú, dándole la cierta y ya indubitable de el real tratado y de que (según aseguraban también los portugueses que tan instruidos estaban de todo) por días se aguardaban aquí los comisarios de ambos soberanos para ponerlo en ejecución» (2).

En medio de ese desconcierto y sin saber con claridad qué pasos debían dar, los jesuitas resolvieron escribirle al virrey del Perú poniéndole al tanto de la situación que estaban viviendo y pidiéndole consejo acerca de cómo se tenía que actuar. Lo que deseaban ellos era dejar en claro que no estaban en contra del tratado, como afirmaban los portugueses, sino que deseaban ser fieles súbditos del rey de España y que deseaban también que «los portugueses no prosiguiesen usurpándole a su majestad sus hereditarios dominios que le dejaron sus gloriosos progenitores» (3).

La respuesta del virrey del Perú nunca llegó, por lo que decidieron entonces escribirle al primer ministro del rey, el señor Carvajal, sobre el mismo asunto. Según el relatorio del padre Escandón, expusieron allí «bien claro los inconvenientes que del dicho tratado se seguirían. Y se le escribió porque suponían por acá todos los españoles que el dicho excelentísimo señor no había sido sabedor del real tratado, y que uno de los grandes artificios de los portugueses había estado en ocultarle a su excelencia las pretensiones que traían en nuestra corte; y que todas ellas las habían conseguido por medio de otro español» (4), cuya fidelidad al rey era puesta en duda, y se ponía de resalto la lealtad que mostraba en todos sus actos el señor Carvajal. «En una palabra –prosigue el relatorio– se juzgaba y se decía también que todo había sido una oculta traición, que el oro de Portugal le había hecho cometer a un mal vasallo de la corte de España. Tal era el concepto que comúnmente se hacía de las ventajas que por esta parte oriental daba el tratado a los portugueses, sobre todas estas provincias hasta el Potosí mismo, y de los perjuicios que a España bien probablemente y muy pronto se le seguirían» (5).

«Y digo por esta parte oriental, porque de lo que por las otras dos partes de norte y occidental se les daba, nada nos habían dicho los portugueses, ni lo supimos hasta que efectivamente el año siguiente llegaron acá los comisarios reales y con ellos el tratado ya impreso y firmado del señor Carvajal. No se sabe de cierto el fin que tuvieron en callarnos lo que por las otras dos dichas partes se les concedía, cuando tanto empeño ponían en hacernos saber y creer lo que se les daba por esta. Discúrrese no obstante que nos lo callaron muy de propósito en prosecución y consecuencia del artificioso silencio con que en su corte procedieron en la pretensión y conclusión del dicho tratado; o que aun concluido este, su corte de Lisboa no les comunicara a los portugueses del Brasil y Río Grande más de lo que tocaba a aquella parte de oriente como tampoco a los de occidente más de lo que a aquella parte pertenecía. A lo menos ni unos ni otros decían sino lo que por su parte les daba su célebre tratado, y de lo demás callaban, como lo hizo el mismo gobernador de Matto Grosso con los padres misioneros de Mojos, a cuyo superior escribió a 25 de septiembre de este año en que vamos de 51, en estos términos: Quiera Dios que muy en breve tendría V.R. el desengaño [de que aquellas tierras eran del rey de España] cuando con orden del rey católico les harán despejar esas misiones [de Santa Rosa, San Miguel y San Tadeo] y entregarlas a los portugueses: que vuestras reverencias, por lo lejos que están, aún ignoran el tratado de división que han hecho las dos majestades al 13 de enero de 1750, y ya tenemos y trajimos las copias y las órdenes, y sabemos los pasos de los que ya vienen a esta ejecución. En lo cual, como se ve, habla sólo de aquella parte y calla muy misteriosa o artificiosamente de las otras dos del norte y oriente, aun cuando parecía, y era muy natural en un portugués (que no estuviese muy sobre sí y con toda cautela) el hablar de ellas; siquiera para celebrar aquel nuevo triunfo que de la de Castilla había conseguido su nación. Mas con todo este artificio y cautela, o astucia hablaban aun por acá, y callaban lo portugueses lo que más les parecía convenir, para que no se les despintase, ni de modo alguno se les frustrase, o descompusiese su grande y ventajosísimo negociado» (6).

Estando así las cosas, en las reducciones se pensaba que todo aquello se había tramado en la corte de Madrid a escondidas del ministro Carvajal, por lo que se decidió escribir al provincial Altamirano a fin de ponerlo al tanto de todo lo relacionado con el tratado y de recordarle, entre otras cosas, que dos años antes de la firma del mencionado documento se había escrito a Madrid para informarles de «las exquisitas diligencias que hacían los portugueses, para irse siempre acercando furtivamente más y más por el lado del norte a la provincia y jurisdicción del Paraguay» (7).

 

 

 

 

Notas 

1. Legajo 120, 54, Archivo Histórico Nacional de España, Madrid.

2. Ibdm.

3. Ibdm.

4. Ibdm.

5. Ibdm.

6. Ibdm.

7. Ibdm.

 

 

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Edición Impresa del Domingo, 25 de Marzo de 2018

Página 3

www.abc.com.py

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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