EL AÑO EN IMÁGENES

Por JESÚS RUIZ NESTOSA

jesus.ruiznestosa@gmail.com

SALAMANCA, España. El diario “El País”, de Madrid, publicó en su versión digital una serie de fotografías bajo el título de “El año 2019, en imágenes”. Como se acostumbra hacer en esta época, en lugar de decidirse por el análisis de lo ocurrido (que estoy seguro vendrá en su momento) optó por un camino más impactante. Recorre desde la primera fotografía tomada de un agujero negro, posible rastro del origen del universo, a las inundaciones de Venecia y a la adolescente sueca Greta Thumberg hablando en las Naciones Unidas en una cumbre sobre el cambio climático.

 De todo ese aluvión de imágenes estremecedoras si tuviera que elegir una sola como el hecho que marcó definitivamente este año y que hará que pase a la historia, es una toma del incendio de Notre Dame de París, ocurrido el 15 de abril pasado. El pie de la fotografía dice: “Símbolo de la capital francesa, patrimonio mundial de la Unesco”. La toma capta el preciso instante en que la afilada aguja que se levantaba por atrás de sus torres inconclusas, caía devorada por las llamas.

Creo que quien escribió el texto, se quedó corto. Notre Dame no es sólo el símbolo de París. O, mejor, sí, lo es, pero también es el símbolo de muchas otras cosas que están enraizadas en la cultura occidental. A lo largo de su historia, el hombre se encargó de dejar marcadas sus huellas a través del arte, huellas mucho más perdurables que las guerras, las conquistas militares, el avasallamiento de naciones. Meses atrás, arqueólogos de diferentes países descubrieron, en unas cuevas de Thailandia las pinturas rupestres más antiguas que se conocen: datan de hace 46.000 años superando en mucho las de Altamira, España (15.000 años) y las de Lascaux, Francia (unos 10.000 años). Pues Notre Dame se encuentra en esa misma línea de historia en la que no sólo importa su belleza sino también las soluciones técnicas que tuvieron que encontrar sus constructores para poder levantar el edificio.

La construcción de las grandes catedrales en Europa significó un progreso notable en el arte de la construcción, en la organización del trabajo, en la categorización de los trabajadores, en el orden social y hasta en el nacimiento de los sindicatos ya que arquitectos y albañiles (entonces se los llamaba “mazoneros” porque trabajaban con la “masa”) necesitaban protegerse de un bien organizado sistema de explotación por parte de los grandes señores y los poderosos señores de la Iglesia romana. Incluso se creó una internacionalización del trabajo ya que había nombres de constructores que sobresalían entre los otros y ellos eran contratados de una ciudad a otra, cuando la idea de naciones no estaba todavía asentada. No eran países, eran “estado-ciudades”.

La pérdida de Notre Dame no hubiera sido la desaparición de un templo más, de una catedral más de las que abundan en todo el territorio europeo. Hubiera sido borrar una huella, un hito importante dentro de la historia del hombre y su búsqueda de conocimientos además de su necesidad imperiosa de expresarse, la misma que empujó a aquellos hombres –no quiero llamarlos primitivos- que hace cuarenta y cinco mil años tuvieron la necesidad de meterse en una cueva porque querían que su expresión permaneciese, y pintaron aquello que veían en el mundo que les rodeaba: caballos, bisontes, y otros animales que les facilitaban el necesario sustento. Esta fue la imagen del año, porque de aquí a mucho tiempo, se dirá “fue en 2019 cuando se incendió Notre Dame“, mientras que los nombres de Trump, Putin, Kim Jong-un no serán más que cenizas llevadas por el viento.

Fuente: ABC Color (Online)

www.abc.com.py

Sección OPINIÓN

Viernes, 27 de Diciembre de 2019

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