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LUIS VERÓN

  EL CALLEJÓN DE LA MUERTE - TRAGEDIA EN LA CÁRCEL PÚBLICA - Por LUIS VERÓN - Domingo 28 de Octubre de 2007


EL CALLEJÓN DE LA MUERTE - TRAGEDIA EN LA CÁRCEL PÚBLICA - Por LUIS VERÓN - Domingo 28 de Octubre de 2007

EL CALLEJÓN DE LA MUERTE, 1877

TRAGEDIA EN LA CÁRCEL PÚBLICA

Por LUIS VERÓN

 

  

 

Mañana se cumplirán 130 años de un trágico episodio que conmocionó a la ciudadanía paraguaya, en que fueron masacrados los protagonistas del magnicidio del presidente Juan Bautista Gill y el abogado y efímero presidente Facundo Machaín, una de las mentalidades más preclaras de su época. Esos hechos brutales fueron el signo de una década caracterizada por la intolerancia y la violencia que troncharon muchas vidas, en momentos que el país intentaba restañar las heridas dejadas por la Guerra de la Triple Alianza.

 

El 12 de abril de 1877 un magnicidio conmocionó a la ciudadanía paraguayo: en plena calle, caía abatido en un atentado, el presidente de la República Juan Bautista Gill. Unos minutos más tarde, en el paraje de Manorá (que lleva ese nombre por unos antiguos terratenientes de apellido Maldonado) también era asesinado el hermano del Presidente, general Emilio Gill, cuando se dirigía hacia la ciudad, ajeno a tan tremenda noticia.

 

Ese sangriento episodio fue el resultado de un complot dirigido por don Juansilvano Godoi y llevado a cabo por varios ciudadanos como Nicanor Godoy, hermano suyo y el autor material del magnicidio; José Dolores Molas, Matías Goiburú, Juan Regúnega, José Dolores Franco y Mariano Galeano.

 

Consumado el magnicidio, los conjurados se concentraron enfrente de la Estación de Ferrocarril. Debido a que su caballo, asustado por los disparos, se desbocó y huyó del lugar, Molas se vio obligado a saltar a la grupa de Galeano, para huir raudamente del escenario del crimen.

 

Al llegar a la esquina de las calles Villa Rica (Eligio Ayala) y Caapucú (Yegros), un sargento de la guardia presidencial pretendió sujetar el montado de Galeano y Molas, lo que asustó al jumento y precipitó a tierra a dichos conjurados. El guardia aprovechó la ocasión y asestó un sable a la cabeza de Molas, quien es ayudado por Goiburú y Regúnega, llegados en ese momento al lugar.

 

Esta circunstancia cambió el curso de las acciones previstas. La herida de Molas, uno de los jefes más corajudos de su época, puso en jaque el movimiento, pero por insistencia de Goiburú se llevó adelante el operativo.

 

A raíz del atentado, asumió la primera magistratura el vicepresidente Higinio Uriarte, primo del asesinado, quien, según el cronista Gomes Freire Esteves, “no era más que una sombra en el gobierno, sin responsabilidad personal propia”. Su papel, dice, se redujo a “refrendar con su firma la obra de sus ministros adueñados de la situación”.

 

El Gobierno decretó el estado de sitio y mandó en persecución de los fugitivos una fuerza al mando del general Ignacio Genes.

 

 

 Don HIGINIO URIARTE: Presidente provisional,

durante su gobierno se vivió un clima de terror.

 

 Don JUAN BAUTISTA GILL, hermano del Presidente

y también víctima de un atentado criminal.

 

 

 HUIDA Y REDADA 

 

Los magnicidas, en su huida, llegaron a Luque, reclutaron 25 hombres para iniciar una revuelta, con la complicidad de Cirilo Antonio Rivarola, quien vivía oculto en la zona de Yuquyty Guazu (Barrero Grande); pasaron luego a Areguá, pero en el camino apresaron un convoy de tren de pasajeros que venía de Paraguarí. En ese momento apareció un piquete gubernista. El caballo de Goiburú se encabritó y arrojó al piso a su jinete, quien se rompió la clavícula al golpearse con las vías; aun así se enfrentó a tiros con sus perseguidores.

 

Puesto en conocimiento, Rivarola preparó un ejército de 300 hombres, a quienes se unió luego Goiburú con otros 100 hombres, armados improvisadamente. Con esos hombres se dirigieron a Pirayú, donde acampaba el ejército de 800 hombres del general Patricio Escobar, entablándose una escarmuza, a las 4 de la tarde del 17 de abril. El resultado, la dispersión de las fuerzas revolucionarias y sus cabecillas.

 

Rivarola retornó a Barrero, donde vivió a escondidas. Galeano había sido tomado prisionero el 16 de abril, a orillas del río Paraguay, en momentos en que intentaba tomar una canoa para cruzar a Villa Occidental (Villa Hayes). El 18, fue hecho prisionero José Dolores Molas, escondido en una olería de Viñas Cué. Se entregó mansamente, pues estaba en lamentable estado con la herida del sablazo agusanada.

 

El 22 de abril, Matías Goiburú fue tomado prisionero en una celada en las picadas de San José y, allí mismo, asesinado. El 1 de mayo, Regúnega fue apresado en Piray (Villa del Rosario) y remitido a Asunción. El 7 de mayo José Dolores Franco fue tomado prisionero en Yabebyry, cuando intentaba cruzar el río Paraná, rumbo a la Argentina.

 

Por su parte, Nicanor Godoy se ocultó en Itá, desde donde pasó a Villa Occidental y de allí a Corrientes, donde, meses después protagonizó un sonado caso policial, asaltando un banco.

 

Sofocada la revolución, muertos y prisioneros sus cabecillas, volvió la paz.

 

 Don EMILIO GILL, hermano del Presidente

y tambié   n víctima de un atentado criminal.  

 

 

DEFENSOR DE PRESOS POLÍTICOS

 

Para su defensa, los prisioneros recurrieron a un joven y prestigioso abogado, el doctor Facundo Machaín. No solo era un respetado jurisconsulto, sino una figura política descollante. Sus amigos y parientes trataron de hacerle desistir de la defensa de los imputados, pues, con seguridad, sería objeto de las persecuciones de los detentadores del poder.

 

Eran dos líneas políticas, dos pensamientos políticos enfrentados. Por un lado, Cándido Bareiro y los generales Caballero y Escobar, y, por el otro, Facundo Machaín, adalid del espíritu de resistencia contra el conservadurismo representado por aquellos.

 

El prestigio personal de Machaín obligaría a los jueces a observar alguna legalidad en el proceso y, probablemente, lograría sacar de la cárcel a los acusados o, en el menor de los males, lograr el destierro de los complicados en el magnicidio. A fin de evitar estas salidas, los personeros del gobierno, para asegurar su perpetuación en el poder, gestaron una conspiración consistente en la eliminación de los  acusados y de su defensor.

 

 Don JUANSILVANO GODOI, mentor del magnicidio de abril de 1877.

 

 

 LA MAQUINARIA FRATRICIDA 

 

El engranaje de la conspiración para eliminar a los presos ya se había puesto en marcha en los primeros días de mayo: el 7 se simularon ciertas facilidades para ayudar evadirse al reo Esteban Núñez (el canoero contratado para hacer cruzar el río a Molas y Galeano); luego de arrancarse los grillos, se arrojó a la barranca del río, donde fue atacado y muerto a puñaladas por los guardia cárceles.

 

Algunos días después de aceptar defender a los reos, el doctor Machaín fue convocado por la Policía para  averiguar si él había dicho que “la persona que defendiese a Molas sería apuñalada”. Lo que se dice: un no muy velado mensaje.

 

El juicio siguió bajo la expectativa del público. El doctor Machaín y sus alegatos eran dardos fulminantes que apuntaban al centro vital de gobierno, ganando la aprobación y la simpatía de la ciudadanía. Lógicamente eso era indignante para los detentadores del poder. No faltaron intentos de subvertir el orden, como el encabezado por Marcelino Gamarra, admirador de Machaín, quien, fracasado su intento de rebelión, fue hecho prisionero el 17 de julio de 1877.

 

El 5 de septiembre se sorteó el tribunal de jurados que debía atender el caso de los magnicidas. Unos días antes, Machaín había logrado la absolución de un italiano condenado a muerte, lo que daba una muestra de  la contundencia de sus argumentos en defensa de los reos.

 

Machaín concurrió con sus defendidos a la audiencia y, al finalizar esta, nuevamente fue convocado a la Policía, acusado de haber comentado que Rivarola se encontraba en Asunción. En realidad lo que dijo fue que creía que si Rivarola era convocado a integrar el Jurado, concurriría, pero que él ignoraba su paradero.

 

La declaración de otros policías contradijo la de Machaín, por lo que el ministro del Interior Bernardino Caballero -que asumió este cargo días antes- ordenó la detención del doctor Machaín a quien acusó de encubrir a Rivarola.

 

La justicia ordenó la libertad de Machaín el 13 de septiembre. Numerosos incidentes jurídicos tuvieron lugar en los días siguientes: inclusive, el Parlamento promovió una interpelación al ministro Caballero. Estos incidentes contra Machaín elevaron su popularidad, por eso, su libertad, más que una demostración de inocencia, era como una victoria ganada al gobierno.

 

Se sucedieron manifestaciones públicas a favor de Machaín, caldeándose el ambiente social. Entre los adherentes de Machaín, la Policía había introducido elementos suyos, para espiar y para, según el caso, exacerbar los ánimos para justificar una represión. Por otro lado, no faltaron quienes alentaban una conspiración contra el Gobierno.

 

 

 Abajo derecha: Vista actual del callejón transitado por las hordas criminales,

en la madrugada del 29 de octubre de 1877

 

ARDID CRIMINAL

 

Otros supuestos amigos trabajaban en la misma cárcel, tratando de convencer a Molas de escapar (para justificar una sangrienta represión interna). Para llevar adelante el plan, fueron “apalabrados” a nombre de Molas varios soldados dispuestos a participar de una conspiración lideradas por el corajudo comandante.

 

El Gobierno estaba en conocimiento de estos planes y, en un momento dado, apresa a todos los amigos de Machaín y a éste mismo. Las circunstancias hacían de Machaín el centro de la conspiración. A las pocas horas estaban recluidos en la Policía, Machaín, el médico Galeano, Sugasti, Octaviano Rivarola, entre otros. Machaín fue recluido juntamente con los implicados en el asesinato de Gill, de tal manera que, de producirse la proyectada eliminación de estos, también pasara lo mismo con el abogado.

 

Mientras tanto, cada tanto corría por la ciudad anuncios de asesinatos en masa de los presos políticos. Machaín se sentía confiado, porque ni siquiera en la mente del tenebroso dictador Francia había tenido lugar un pensamiento en ese sentido. Por su parte Molas sí daba créditos a dichos anuncios y apresura su gestión de huida con la supuesta “ayuda” de los guardias.

 

 Comandante MATÍAS GOIBURÚ, uno de los complotados

y asesinado poco despúes del magnicidio.

 

Don JOSÉ DOLORES MOLAS, héroe de guerra,

muerto en la masacre del 29 de octubre

 

 

MUERTE DECRETADA

 

El 24 de octubre Machaín recibió una esquela -metida en un ramo de flores-, en la que la suegra del general Escobar le avisaba que en consejo de ministro se resolvió su muerte (la muerte de Machaín), Molas, Galeano y otros, dentro de la misma cárcel.

 

Mientras tanto, Molas había convenido con sus guardias huir luego de la medianoche del 28 de octubre, pero, las autoridades, en conocimiento de sus planes, empezaron a tomar medidas para evitar tal hecho: A la hora fijada, las llaves desaparecieron; el aguafuerte que se había proporcionado a los otros presos para limar sus grillos, no le dieron a él.

 

A las dos de la madrugada del 29 de octubre tiene lugar el “amotinamiento” durante el cual Molas debía huir, pero no pudo hacerlo porque estaba fuertemente engrillado en su celda. Algunos de los presos fueron “liberados”, pero, avisada la Policía, llegó y rodeó la Cárcel Pública, la que asaltó, logrando que los amotinados ganaran sus celdas, pero las fuerzas públicas, comandadas por los mayores Luis Cristaldo y Chapí González, no se detuvieron, sino que ingresaron y comenzaron a asesinar en masa a los presos, tal como se había anunciado días antes.

 

 

Don FACUNDO MACHAÍN, joven abogado,

su defensa de los presos políticos le costó la vida

 

FATÍDICA MADRUGADA

 

Según un contemporáneo, don Angel Peña, cuando las fuerzas policiales ingresaron en la cárcel se dirigieron al cuarto de Molas, que “estaba llaveado y abrieron la puerta y en el cuarto le tiraron unos tiros, después lo sacaron afuera y le pegaron hasta 29 balazos y seis hachazos, uno en la cabeza y en los hombros y brazos y un puntazo en las partes”.

 

“Después se dirigieron adonde estaba Scotto y lo sacaron de un brazo y lo fusilaron y después a (José Dolores) Franco y en seguida a Galeano, que le tiraron por la ventana de la cárcel y al reconocer a Marcos (Riquelme, otro de los sicarios) le dijo a este: ‘Marcos, ¿por qué permites que esto se haga así?’ y el otro contestó: ‘Peyucá catú pe aña ra’y’ (matenlo a ese hijo del diablo).

 

Luego de concluir estos cobardes crímenes, “comenzaron a dar alaridos los soldados. ‘ Yayucá pe iñarandúva ya hechá oicoveyevypa’ (Matemos a ese sabio a ver si resucita) y a esto Marcos Riquelme se desprendió con un farol y se dirigió al cuarto del doctor (Machaín) y alumbró el cuarto, y Facundo estaba en calzoncillos y en camisa y siguieron a Marcos seis soldados a indicación de Cristaldo y por la ventana le cerrajaron un tiro y le pegaron y Facundo gritó: ‘No me maten que alguna vez seré útil a mi país’, y abrieron la puerta y le cerrajaron otro balazo, cuando se incorporaba en la cama y cayó otra vez y en seguida aquel correntino que andaba con el jefe político con un espadín del jefe, diciendo estas palabras: ‘No manói gueterí, ya yucamandi de una vez’ (aún no ha muerto; matémosle de una vez) le pegó un puntazo y le atravesó el pescuezo yendo a dar hasta la almohada” (...).

 

“Concluido este salvajismo comenzaron el robo y saqueo de lo que tenía Facundo; le sacaron el reloj, las pulseras, los botones, la cartera, lapicera de oro, etc.”.

 

“El reloj lo tiene el jefe de la Escolta, coronel Meza, las pulseras Cristaldo, los demás no sé, pero todos estos trofeos de guerra se encuentran en manos de los que representan la autoridad (Caballero, Meza, Escobar, etc.)”.

 

De esa manera llegó a su paroxismo aquella orgía de pasiones desbordadas y sangre derramada. El más terrible ejemplo del terrorismo de Estado que tuvo lugar en nuestro país y que cobró valiosas vidas, como la del valiente héroe del Guerra del 70, asesinado por sus compatriotas, y del prometedor abogado y repúblico, doctor Facundo Machaín, entre otros.

 

Pero ahí no pararon las persecuciones. Cada tanto salían comisiones armadas al interior del país para sofocar algunos focos de insurrección y dar caza a Cirilo Antonio Rivarola, uno de los principales enemigos del Gobierno. Meses después, éste cayó como un chorlito en las trampas del Gobierno, asesinado en plena calle asunceña un 31 de diciembre de 1881.

 

Don CIRILO ANTONIO RIVAROLA, ex presidente, implicado en la subversión,

murió a manos de los “situacionistas”, meses después de los hechos de 1877

 

 

 

 

 

(Artículo publicado en la Revista ABC Color, del domingo 28/10/07.

Sección HISTORIA. Fuente en Internet (ON LINE en Marzo 2013:

http://archivo.abc.com.py/2007-10-28/articulos/367497/el-callejon-de-la-muerte )

 

 

 

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